Amor de medianoche es el típico refrito inepto de Love Story (1970) para la generación Instagram de estos días. Otra vez nos encontramos con una película destinada a los adolescentes que cae en la romantización estúpida de las enfermedades terminales, donde la víctima siempre es una chica con inclinaciones artísticas. Hace poco tuvimos en la cartelera esta misma propuesta en Bajo la misma estrella y Todo, todo, que también tenían como figura central a una adolescente creativa que estaba confinada en su casa debido a una enfermedad. Si viste alguna de esas producciones en estreno te vas a encontrar con un clon mediocre de esas historias. El film protagonizado por Bella Thorne es una remake de una producción japonesa que reúne todos los clichés nefastos que suelen tener las obras de ese pirata del asfalto literario que es Nicholas Sparks. La particularidad de este relato es que a diferencia de Bajo la misma estrella, que presentaba un tratamiento moderado del melodrama, en este caso hubo un esfuerzo desmesurado del director Scott Speer por manipular las emociones del espectador. El realizador que viene del campo de los videoclips y previamente dirigió los filmes musicales de la serie Step Up recurre a todos los estereotipos posibles para presentar una historia insulsa que busca el llanto del público a cualquier costo. Nunca llegamos a ver a la protagonista rebelarse o pelear contra la condición que padece porque la enfermedad se trabaja de un modo extremadamente superficial. Bella Thorne, quien es una buena actriz, se esfuerza por remar un personaje inverosímil y aburrido que se ve afectado por la falta de química con Patrick Schwarzenegger. En Estados Unidos la prensa lo mató por esta labor al hijo de Arnold, quien debutó con su primer rol protagónico y la verdad que no es para tanto. En principio Schwarzenegger Junior no parece haber heredado el carisma de su padre y queda la impresión que estudió actuación en la misma escuela que Scott Eastwood. Sin embargo, hay que darle tiempo y ver si evoluciona, de otro modo es un poco injusto ensañarse con un pibe que recién comenzó su carrera. Más allá que los protagonistas no forman una pareja memorable y creíble, el mayor problema de Amor de medianoche pasa por el exceso de melodrama y la glorificación absurda que presenta de una enfermedad. La única recomendación posible con este estreno es que guarden los pañuelos hasta el próximo romance de hospital que no tardará en llegar a la cartelera.
Pesadilla en el infierno es otro exponente de la escuelita de cine misógino que caracteriza la filmografía de Pascal Laugier. Un realizador que en la primera década del siglo 21 formó parte de la corriente del terror extremo europeo que brindó numerosas películas perturbadoras como Alta tensión (Alexande Aja), Frontiers (Xavier Gens) y El interior (Julien Maury). De todas esas producciones la más fuerte fue probablemente la obra de Laugier, Martyrs, que tenían un nivel de sadismo y violencia que en el momento de su estreno generó mucha polémica. Su nuevo trabajo presenta un thriller psicológico que tienen los elementos clásicos de sus historias. Laugier por lo general trabaja con personajes femeninos que suelen ser mujeres débiles, que están al servicio de los villanos de turno para ser torturadas y violadas en situaciones de violencia extrema. Esta película no es la excepción y cuando un psicópata ataca a una de las protagonistas no basta con que la golpee sino que el director tiene que mostrar en detalle como el rostro de la joven se transforma en una masa de carne deforme. Si bien este film es mucho menos sangriento que Martrys ese regodeo del cineasta por el sadismo está presente en su nueva producción y eso podría resultar chocante para algunos espectadores. La paradoja de este estreno es que encuentra sus mejores momentos cuando evade las situaciones de tortura porno y se concentra en los aspectos psicológicos del conflicto. Laugier en este caso logra construir con solidez el misterio de la trama con dos líneas argumentales paralelas que se desarrollan en el pasado y el presente. Una fórmula que resulta efectiva para mantener el suspenso a lo largo del film. También se luce el excelente trabajo en el diseño de producción de la casa en la que ambienta la trama, en la que se nota una clara influencia de La masacre de Texas de Tobe Hooper, Los decorados y el trabajo de fotografía de Danny Nowak consiguen crear una atmósfera tétrica muy sólida que convierte al escenario principal en un lugar claustrofóbico y aterrador. Por otra parte, las interpretaciones de las dos protagonistas, Emilia Jones y Taylor Hickson son muy buenas y generan que los momentos más intensos sean incómodos de ver. El problema con el cine de Laugier es que el director no puede evitar excederse con las situaciones de violencia que impiden disfrutar a fondo la historia. Me refiero a los típicos momentos del cine de explotación de los años ´70, que Lucio Fulci solía filmar en Europa y que el cineasta francés convierte en escenas trilladas de mal gusto. Pesadilla en el infierno se ve afectada por esta cuestión, además de un giro sorpresivo que se vuelve predecible debida a las numerosas películas que trabajaron el mismo concepto en el pasado. No obstante, los amantes del terror extremo probablemente la disfrutarán con más entusiasmo que aquellos espectadores que no comulgan demasiado con este tratamiento del género.
Tully es una película especial que tendrá una recepción determinada en el espectador, según el momento que atraviese en su vida. Para quienes ya vivieron la experiencia de la paternidad seguramente contarán con el bagaje emocional para considerarla una comedia y reírse con las situaciones que atraviesa el personaje de Charlize Theron. Ahora quienes no fueron padres todavía y se encuentran en la vereda de enfrente de la vida creo que puede ser uno de los grandes estrenos de terror del año. La lección que deja Tully es contundente. Si no estás en una posición económica acomodada no te embarques con tres pibes porque condenás tu destino a vivir una pesadilla de Freddy Krueger de la que no vas a poder salir fácilmente. Bueno, salvo que contrates a Tully, la versión Mary Poppins, de la guionista Diablo Cody que lamentablemente no está disponible en el mundo real. La guionista de Juno en su tercera colaboración con el director Jason Reitman en este caso presenta un retrato crudo y brutal de la depresión post parto en la mujer que no contaba con antecedentes notables en el cine. Tully aniquila de un modo brutal el idealismo de la maternidad, estilo cine Hallmark, que muchas veces vemos representado en la ficción o en las publicidades donde todo es color de rosa. Con el humor irónico que suele destacarse en los guiones de Cody, la película explora las tribulaciones de Marlo (Charlize Theron), una mujer que se encuentra sobrepasada por el caos que predomina su vida cotidiana. Tiene un bebé recién nacido, otros dos hijos, uno de los cuales atraviesa inconvenientes psicológicos, y un marido apático que no la respalda. Cuando aparece Tully, una niñera de espíritu hippy, que la ayuda con el cuidado del bebé, Marlo intenta buscar el equilibrio para llevar adelante la maternidad sin perder su individualidad. La capacidad histriónica de Theron para pasar de interpretar a una asesina a sueldo lesbiana en Atomic Blonde a la madre estresada que compone en este film es realmente impresionante. En Tully es la figura sobresaliente y está muy bien acompañada también por Mckenzie Davis, la niñera con quien establece una gran dupla en este relato. El director Reitman presenta obra madura donde prima un retrato bastante oscuro sobre los desafíos complejos que representa la crianza de los hijos para la mujer. Si bien el argumento cuenta con diálogos graciosos, la crisis de la protagonista es tan intensa que en ocasiones cuesta bastante encontrar el sentido del humor en este relato. Mi única objeción con este film es que presenta una conclusión extraña con una situación que sale de la nada y se contrapone al realismo que tenía la historia hasta ese momento. Si bien hay una explicación para el giro sorpresivo, que no puedo detallar por una cuestión de spoilers, su ejecución no resulta muy convincente. Al margen de este detalle, que tendrá una recepción distinta en cada espectador, Tully es una buena película de Jason Reitman que merece su recomendación.
Si bien el regreso de Deadpool tiene los suficientes momentos graciosos para pasar un momento entretenido con el personaje en el cine, no deja de ser una continuación que ofrece más de lo mismo. La primera producción fue un huracán que tuvo la virtud de deconstruir el género de superhéroes, con una propuesta que adaptaba con ingenio la transgresión que caracteriza al psicópata Wade Wilson en el mundo de Marvel. Si tenemos en cuenta el desgaste que acarrean este tipo de relatos, la llegada de Deadpool tuvo un impacto enorme y no era para nada sencillo superar la primera entrega. De hecho, tal vez era una tarea imposible. Especialmente cuando los productores tampoco tuvieron tanto tiempo en pensar el futuro del personaje, ya que el estudio Fox enseguida puso en marcha la secuela y eso se nota mucho en la nueva producción. En este caso nos encontramos con un Deadpool fagocitado por la industria de Hollywood que reaparece en una película que no toma ningún riesgo ni se esfuerza por intentar ofrecer algo diferente. El departamento de marketing de Fox hizo un relevamiento sobre las cosas que más le gustó al público en el film del 2016 y en el nuevo proyecto las multiplicaron por 10. Algo muy similar a lo que ocurrió con la continuación de la comedia ¿Qué pasó ayer? o en un caso más extremo, Guardianes de la Galaxia 2. Por consiguiente, ese espíritu anárquico e irreverente que tenía la Deadpool original ahora se convirtió en una fórmula predecible que estanca al rol de Ryan Reynolds en la redundancia. En este exceso de referencias a la cultura popular y el género de superhéroes, más la constante ruptura de la cuarta pared para hablarles a los espectadores, te encontrás con escenas graciosas que funcionan muy bien y son efectivas (desopilante la primera misión de X-Force) y muchas otras que hacen agua. Me pareció decepcionante por ejemplo que los guionistas tuvieran la pereza de repetir chistes del primer film como la mención a Patrick Stewart o el tema del aterrizaje de los superhéroes. Especialmente cuando la extensa campaña de trailers brindó situaciones originales más graciosas. La desventaja de Deadpool 2 es que de no ser por los sketches humorísticos que funcionan bien, la historia del film sería una producción olvidable de los X-Men, ya que el conflicto central es ordinario. También hay algunos momentos anti-Deadpool cuando el film intenta establecer situaciones dramáticas con el protagonista que no son convincentes. De todos modos, un aspecto muy positivo para resaltar que levanta la debilidad del argumento son las nuevas adiciones del reparto. En un año extraordinario para su carrera, Josh Brolin sobresale como Cable y aunque lamentablemente su rol no cuenta con mucho desarrollo, tiene una excelente química con Reynolds y te deja con ganas de ver más sobre este anti-héroe. Compro sin pensarlo una película de Cable con Brolin. Otra grata sorpresa que me gustó mucho fue la labor de Zazie Beetz como Domino que es un personaje fabuloso y se inserta a la perfección en el equipo de Wade Wilson. De hecho, su presencia termina por opacar a todos los personajes secundarios del film original, que en esta ocasión tuvieron roles muy limitados y no aportan nada. A partir del tercer acto, cuando podemos ver en más escenas el trío que conforman Deadpool, Domino y Cable, esta película encuentra sus mejores momentos. Más allá de la falta de riesgo que se percibe en esta producción, lo más decepcionante resultó la dirección de David Leitch. Uno de los grandes maestros que tiene el género de acción en la actualidad y que viene de sobresalir con dos películas estupendas como John Wick y Atomic Blonde. Su desempeño en las secuencias de acción dentro de este film resultó bastante genérico y me quedó la sensación que trabajó con las manos atadas por esta intención de los productores de darle más prioridad a las referencias chistosas. A Deadpool 2 le faltó un "momento Leitch" como la épica escena de pelea de Charlize Theron en Atomic Blonde, que filmó en un plano secuencia. En esta continuación hay numerosas situaciones de acción elaboradas con más presupuesto pero ninguna queda en el recuerdo a la salida del cine. Quiero remarcar lo siguiente para no transmitir un panorama demasiado negativo. La continuación de Deadpool es realmente entretenida y tiene sus momentos desopilantes (imperdible las escenas en la mitad de los créditos finales), pero en su intención de repetir la misma fórmula no consigue superar a la producción original.
Una particularidad que tuvo en el cine el caso del avión secuestrado por terroristas palestinos y europeos en Entebbe, en 1976, es que a fines de esa década brindó varias películas con figuras legendarias de Hollywood. Victoria en Entebbe, estrenada meses después de los hechos reales, reunió a Anthony Hopkins con Kirk Douglas, Burt Lancaster y Elizabeth Taylor. El mismo año Raid on Entebbe también recreó esta historia con Charles Bronson, Robert Loggia y Martin Balsam. Sin embargo, la mejor versión hasta la fecha la brindó Menahem Golan, el creador de la mítica productora Cannon, con Operación Thunderbolt (1977), que presentó la recreación más exacta de la operación de rescate de las fuerzas especiales de Israel. El propio Golan luego en los ´80 realizó el clásico con Chuck Norris y Lee Marvin, Fuerza Delta, inspirada en este caso, con una propuesta centrada en el entretenimiento. Por ese motivo, ante tantos antecedentes populares, no termina de quedar en claro cuál fue el interés del director brasileño José Padilha (Tropa de Elite, Robocop) en revisitar el caso de Entebbe con este film que tiene un tratamiento cuestionable de los hechos. De todas las producciones que trabajaron esta temática, la obra de Padilha es la única que manifiesta una clara simpatía hacia los terroristas. En esta particular interpretación de la historia se percibe una marcada intención por humanizar a los criminales como si fueran jóvenes idealistas que peleaban por un mundo mejor. Rosemund Pike y Daniel Brühl interpretan a dos de los terroristas europeos más peligrosos de los años ´70 que no tenían reparos en matar gente inocente para manifestar sus ideas políticas extremas. De hecho, el secuestro del avión que organizaron tenía la función de exigir la liberación de otros terroristas que estaban presos por cometer crímenes y atentados contra la población civil. Es decir, no eran precisamente hippies pacifistas. Sin embargo, en la curiosa visión del director la compasión está puesta en los asesinos y por ese motivo el enfoque del conflicto resulta un poco chocante. Este perfil con el que se aborda la trama sobresale especialmente en el rol de Brühl, quien compone a un criminal con conciencia social, que todo el tiempo busca justificar sus actos. Luego hacia el final Padilha presenta una pretenciosa y ridícula secuencia de montaje donde el rescate de los rehenes se intercala con una escena de danza contemporánea que no tiene el menor sentido y arruina por completo la tensión de ese momento. Rescate en Entebbe no deja de ser un ejemplo de revisionismo torpe que no conduce a nada, más que ofrecer un film monótono y olvidable. A quienes les interesen estos temas les recomiendo buscar la miniserie de Olivier Assayas, Carlos, basada en la historia del criminal Ilich Ramírez, que retrata con mayor madurez y precisión el rol del terrorismo en el caótico mundo político de los años ´70.
Pocas actrices de la actualidad encarnan el arquetipo clásico de la femme fatale en el cine como lo hace Eva Green. Ni siquiera necesita estar provista de un guión complejo, con mínimos gestos su presencia es arrolladora y enigmática y se le disfruta muchísimo en los roles de villana. En Basada en hechos reales la actriz es la responsable de levantar por completo el nuevo trabajo de Roman Polanski que difícilmente quede en el recuerdo entre lo más destacado de su filmografía. No porque se trate de una mala película, sino por el hecho que el cineasta desarrolla un estilo de thriller psicológico que ya vimos varias veces en otras películas famosas. Polanski en este caso vuelve a incursionar en el mundo de los escritores (que había abordado previamente en Ghost Writer, estrenada en el 2010) para narra la historia de una autora que enfrenta un bloqueo creativo tras el estrés que le género el suceso de su primera novela. Un rol que está muy bien llevado por la esposa del cineasta, Emmanuel Seigner, quien ya había trabajado con el realizador en otras cuatro oportunidades. La crisis de la escritora adquiere un matiz interesante cuando entabla una amistad con una fan, interpretada por Eva Green, cuya admiración y cariño por la artista eventualmente se convierte en una pesadilla para la protagonista. Basada en hechos reales inevitablemente trae al recuerdo a varios filmes de suspenso de los años ´90 que trataron temas similares, como La mano que mece la cuna (de Curtis Hanson), el clásico de Barbet Schroeder, Mujer soltera busca (Bridget Fonda) y obviamente Misery. Sin embargo, Polanski le encuentra la vuelta al relato para no copiar de manera burda estas películas y el eje del conflicto se centra en los aspectos pscológicos que suele ser su fuerte dentro de este género. El año pasado la crítica internacional le pegó bastante a esta película y la verdad que no es para tanto. Creo que el director no tuvo más pretensión en este proyecto que brindar un thriller entretenido, algo que consigue de manera efectiva. El guión de Olivier Assayas (el realizador de Personal Shopper) tiene los suficientes giros para hacer interesante la trama, las dos protagonistas estás excelentes en sus roles y Polanski logra con su narración mantener interesado al espectador con el misterio. La película no será recordada entre sus obras inmortales como Repulsión, El bebé de Rosemary o El pianista, pero resulta un espectáculo muy ameno para disfrutar en el cine.
La primera entrega de Los extraños fue una propuesta decente dentro del subgénero slasher de terror, que contó con una buena interpretación de Liv Tyler y la dirección de Bryan Bertino, quien supo construir buenos momentos de suspenso. Aunque le fue bastante bien a nivel comercial, cuando se estrenó en el 2008, los productores tuvieron muchos problemas para desarrollar la segunda parte y recién este año pudieron concretarla. En realidad más que una continuación este nuevo film es una remake mediocre que se cuelga a la moda actual de explotar la nostalgia de los años ´80, con el objetivo de llamar la atención de los fans del género. No hay ninguna conexión con el film anterior, más que el concepto de los tres psicópatas que matan gente sin ningún tipo de motivación. La dirección en este caso corrió por cuenta de Johannes Roberts, responsables de film de tiburones A 47 metros, quien no hace otra cosa que copiar de un modo amateur los clásicos filmes de John Carpenter y Tobe Hooper (La masacre de Texas). Desde la música con sintetizadores a los planos que utiliza el cineasta para narrar las masacres de los villanos, toda la puesta en escena responde a recrear el cine de terror de los años ´80. El problema con esta cuestión es que el director Roberts demuestra una incompetencia absoluta para generar situaciones tensas y por ese motivo la película termina siendo mucho más tonta y aburrida que la original. No ayudó tampoco el hecho que los asesinos ahora adquirieron el estatus super Jason, donde sobreviven a todo tipo de ataques que podrían acabar fácilmente con sus vidas. Como propuesta nostálgica del slasher ochentoso, la producción independiente The Final Girl (con Malin Akermand de Watchmen) es una opción completamente superior para tener en cuenta, además que ofrecer una película más divertida. La continuación de Los extraños se centra demasiado en la nostalgia, por el simple hecho que en este momento está de moda evocar ese período, pero no hubo ningún esfuerzo por tratar de brindar un buen cuento de horror. El reparto digno de secuelas de dvd tampoco despierta ningún atractivo y por ese motivo también resulta una producción que queda enseguida en el olvido. Inclusive si sos muy fan del género y tenés devoción por el slasher de los ´80, el film puede ser una opción para ver en televisión pero no para pagar una entrada de cine.
La nueva entrega de los Vengadores consolida de manera definitiva a la dupla de directores que conforman los hermanos Russo como los reyes absolutos del universo cinematográfico de Marvel. A través de una ambiciosa producción épica que hace historia en este género, los cineastas vuelven a demostrar que son los únicos que entienden por donde pasa la esencia de estos personajes y el espíritu de los cómics de esta compañía. Esto no significa que sus trabajos sean inmaculados y estén libres de objeciones, pero al ver este film en particular queda la sensación que estos tipos realmente se comprometieron a trasladar de la mejor manera posible esas clásicas macro sagas de la historieta por medio de un lenguaje cinematográfico. Infinity War es una película muy abrumadora, por la cantidad de personajes que participan del conflicto y el contenido dramático que representa un paso importante hacia la madurez en esta franquicia. A diferencia de Capitán América: Guerra Civil donde nos encontramos con un relato aséptico que se resolvía en un galpón, en una batalla que no tenía grandes bajas, los hermanos Russo en este caso le hicieron justicia al concepto de la guerra. Nadie sale ileso de esta contienda y el precio que pagan para conseguir sus objetivos, tanto los héroes como el villano, es enorme. La era de la estupidez en Marvel parece haber llegado a su fin, ya que tras la irrupción de Thanos en la Tierra en el futuro no quedarán muchas ganas de hacer chistes. Un personaje que tenía una presión enorme por estar a la altura de la amenaza que se venía construyendo en los filmes previos. Thanos tenía la obligación de salir a comerse a la cancha y lo que hace Josh Brolin con este rol es extraordinario. No solo compone al más grande villano que pasó por este género sino que le dio una profundidad emocional que lo vuelve fascinante. Algo fantástico de Infinity War es que la trama está narrada desde su perspectiva con una personalidad compleja que no habíamos visto en otros antagonistas de esta saga. Ya desde la excelente secuencia inicial Thanos se apodera del film y a lo largo del conflicto tiene algunos momentos dramáticos estupendos. Un detalle muy interesante de esta producción es que los hermanos Russo presentan una película muy equilibrada donde mantienen el concepto de cine que presentó Marvel hasta ahora, pero sin caer en la distorsión exagerada de los personajes. Motivo por el cual la nueva entrega de los Vengadores representa también la redención absoluta (y merecida) de algunos superhéroes que habían sido vejado por la idiotez. El caso más relevante es el de Thor, donde Chris Hemsworth, gracias a la dirección de los Russo vuelve a retomar el personaje que estableció Kenneth Branagh en la primera película del dios del trueno. Esto es bastante loco porque en un futuro repaso de la franquicia ese despliegue de imbecilidad que fue Ragnarok ahora queda completamente descolgado dentro de este universo de ficción. Contra todos los pronósticos, Thor sorprende con algunas escenas fantásticas donde Hemsworth finalmente puede darle vida al héroe con toda su gloria. Un ejemplo es una conversación solemne entre el rey de Asgard y el mapache Rocket Raccoon, que retrata a ese Thor reflexivo de los cómics en el mejor momento que tuvo Hemsworth con el personaje. Este cambio también se percibe en algunos miembros de los Guardianes de la Galaxia como Drax, el destructor, que abandona su personalidad idiota para comportarse de un modo más equilibrado. Inclusive en un momento hay una mención en la trama a su historia de vida trágica que sirve para recordarle al espectador de donde viene este personaje. Un perfil similar se aplicó a Mantis, quien resulta mucho menos irritante. A no confundirse, la película tiene bastante humor y algunos diálogos son muy efectivos, pero en este caso la comedia fluye de un modo más orgánico y se utilizó para distender la tensión que prima en el conflicto central, en lugar de convertir la historia en una sitcom de televisión. También la calidad de los chistes es un poco más decente a lo que se vio en los últimos filmes de los Guardianes y Thor. Lo que me encantó particularmente de este film es que con toda la fatiga que presenta el género, los directores consiguieron construir un relato atrapante que inclusive sorprende con algunas situaciones inesperadas. Infinity War te deja con ganas de ver más y el final sublime que tiene ubica a esta producción entre lo mejor de la franquicia. En resumen, los hermanos Russo supieron estar a la altura de las circunstancias y no defraudan con una gran película que evoca las sagas épicas de los cómics de Marvel en el cine.
No sigas las voces es una película inspirada por una popular leyenda urbana de Corea del Sur sobre un mítico monstruo que habitaría en las montañas de Busan. La criatura conocida como Jangsan Tiger tiene la particularidad de atraer a sus presas generando sonidos que emulan voces humanas y por más extraño que suene, en ese país hay gente que está convencida que el monstruo existe y no se lo toman en chiste. Era inevitable que en algún momento hicieran una película al respecto y la tarea quedó en manos del director Jung Hu. Un cineasta joven que hace unos años tuvo un muy buen debut con el thriller de acción Hide and Seek, que el 2013 brindó un buen entretenimiento. En su nuevo proyecto intentó explorar el género de terror y lamentablemente el resultado no es bueno. Frente a otras grandes producciones de este estilo que presentó el cine coreano en el pasado, como Dos hermanas, Hansel y Gretel y Living Death, No sigas las voces resulta una propuesta olvidable. Queda la sensación que el director Hu no se comprometió totalmente con la idea de construir un relato de horror y contaminó la propuesta con un exceso de melodrama que opaca el atractivo que tenía la leyenda urbana. Hay mucho llanto pero pocos sustos y grandes momentos de suspenso. La primera hora es bastante aburrida y el argumento se dispersa en varias subtramas, como la enfermedad de la madre de la protagonista, que poco tienen que ver con el conflicto central. Muchos personajes secundarios no tienen un rol definido y los elementos de horror llegan tarde para levantar el tono soporífero que prima en el relato. Es una lástima porque la historia del monstruo de Busan era interesante y podía haber generado una buena película de terror, pero la labor de Jung Hu en esta ocasión no termina de convencer. Esos buenos momentos de tensión que tenían su ópera prima acá brillan por su ausencia. Si sos seguidor del cine coreano se deja ver pero no es lo más destacado que surgió entre las propuestas de ese país.
Dentro de un arte donde está todo inventado es el modo de contar una historia lo que marca la diferencia y con su nuevo trabajo el director Richard Linklater vuelve a demostrar que es un maestro absoluto en su oficio. Podría hacer una lista con 50 grandes películas que tiene como premisa una road movie en la que un grupo de personajes buscan la redención de sus demonios personales a través de un viaje. El reencuentro no ofrece nada nuevo que no hayamos visto en otros filmes y tal vez no representa el guión más inspirado del Linklater. Sin embargo, la experiencia de disfrutar a Bryan Cranston, Steve Carrell y Lauren Fishburne en estos personajes es lo que marca la diferencia y genera que la película sea tan amena, pese al terreno convencional en el que se desarrolla. La trama es una adaptación de la novela Last Flag Flying, de Darryl Ponicsan que fue una continuación de The Last Detail, adaptada en el cine, en 1973, con Jack Nicholson, Randy Quaid y Otis Young. Aunque algunos medios describieron a El reencuentro como una continuación espiritual de The Last Detail, el propio Linklater se encargó de aclarar en entrevistas que no hay ninguna conexión entre los dos filmes, algo que es cierto. El director de Boyhood en este caso utiliza el relato de Ponicsan, quien también colaboró con el guión, para explorar el concepto de patriotismo más allá de las exaltaciones nacionalistas. La trama construye un lazo entre los veteranos de Vietnam y los soldados que participaron de la invasión de Irak tras los atentados del 11 de Septiembre, que también resultaron manipulados por el gobierno norteamericano en otra guerra sin justificación. El film ahonda en el valor de la verdad, los héroes inventados (un karma de la cultura estadounidense desde la famosa foto de la Batalla de Iwo Jima) y la religión a través de un relato tragicómico que genera que esta película sea tan disfrutable. Tiene momentos solemnes, otros desgarradores pero también sorprende con algunas situaciones graciosas muy efectivas por la gran química que tienen los protagonistas. Si bien se excede un poco con su duración y las numerosas discusiones de estos veteranos de guerra que no llegan a nada, la película nunca llega a ser densa gracias a los vínculos humanos que se generan entre estos personajes. Disfruté mucho de El rencuentro y recomiendo tenerla en cuenta porque es una película muy emotiva de Richard Linklater sobre una temática que nunca había trabajado en su filmografía.