Spy es la segunda sátira del cine de James Bond que presenta el estudio Fox en este 2015, luego de El servicio secreto (Matthew Vaughn) que pudimos ver hace unos meses. No esperen encontrar una gran comedia de acción de ese nivel porque este trabajo del director Paul Feig (Damas en guerra) es un film menor si lo comparamos con aquella producción. En este caso la parodia al género de espionaje se centró en un personaje femenino que sigue la línea de lo que fueron hasta ahora todos y cada uno de los trabajos de Melissa McCarthy en el cine. Es decir que el 95 por ciento de los chistes y las situaciones graciosas gira en torno a la obesidad de la protagonista y su capacidad para expresar numerosos insultos en pocos segundos. Por ejemplo, Melissa se sube a una moto y enseguida se cae al piso debido a su peso y para un montón de gente resulta una escena desopilante. Algo similar a lo que ocurría en los ´90 con las comedias de Chris Farley que trabajaban el humor de la misma manera. Es una lástima que la actriz siga estancada en estos roles, que son siempre iguales, porque es una artista talentosa que está para más. De hecho, los momentos más destacados de ella en Spy tienen lugar cuando su personaje atraviesa algunas situaciones dramáticas. Pese a la injustificable duración de 120 minutos, es justo resaltar también que la película logra ser entretenida por el reparto reunido, donde sobresale especialmente Jason Statham con un rol diferente a los típicos héroes de acción que suele interpretar. En esta película su labor se concentró principalmente en el humor y tiene muy buenos momentos a largo de la trama. Por lejos, lo mejor de esta producción. Statham resultó toda una revelación en esta historia y no va a ser raro si en el futuro explora con más continuidad esta faceta diferente que mostró en Spy. El cineasta Paul Feig, quien hasta ahora se desempeñó en el género de la comedia, en esta oportunidad incursionó más en el cine de acción con un resultado pobre. Evidentemente tampoco pudo conseguir un director de segunda unidad decente, que son los profesionales que por lo general se dedican de desarrollar las secuencias de acción. En este punto encontramos lo peor de este estreno. Las escenas de persecuciones y tiroteos que brinda Spy son bastantes genéricas y sobresalen por un lamentable y bochornoso uso de los efectos digitales. Este film es un ejemplo contundente de como el mal uso de la tecnología CGI generó que el cine se vuelva cada vez más berreta. Es inaceptable que en una producción de los estudios Fox los realizadores sean incapaces de filmar un tiroteo sin que la sangre sea generada por animación computada. Hay una escena patética donde Melissa McCarthy atraviesa con un cuchillo la mano de otro personaje y los efectos especiales son tan malos que se nota claramente que el cuchillo y la mano herida son digitales. Lo mismo ocurre en otro momento donde un tipo cae al vacío desde un balcón y su cuerpo termina atravesado por un fierro. La cámara se enfoca en el cuerpo y es muy burdo que el fierro es digital porque parece un dibujo animado. Si lo convocaban a Tom Savini con dos mangos hacía efectos especiales más realistas. Reitero, Spy logra ser entretenida y la pasás bien si la ves gratis en un avión o una avant premiere, pero como comedia de acción es una propuesta que enseguida queda en el olvido a la salida del cine.
En su debut como realizador Russell Crowe eligió narrar un drama sobre uno de los episodios históricos más importantes de Australia como fue la batalla de Galípoli, que se desarrolló durante la Primera Guerra Mundial entre febrero de 1915 y enero de 1916. Este combate, que fue uno de los más brutales en ese conflicto bélico, tuvo lugar en una pequeña península de Turquía donde murieron 250 mil soldados del Imperio otomano y de las fuerzas armadas de Australia, Nueva Zelanda, Francia e Inglaterra. Un hecho terrible que ya tenía su antecedente en el cine con ese gran film de Peter Weir que fue Galípoli (1981), protagonizado por Mel Gibson, antes de convertirse en una estrella de cine internacional con Mad Max 2. A diferencia de aquella producción de los ´80, la película de Crowe no se enfoca en los aspectos bélicos e históricos de este episodio sino en el drama personal que vive un padre por averiguar el destino que tuvieron sus hijos en esa famosa batalla. Entre los puntos más interesantes de este film se destaca el respeto con el que Russell Crowe retrató a los soldados turcos, donde evitó caer en los clichés hollywoodenses de simplificar estos hechos como una pelea entre buenos y malos. El conflicto está muy bien equilibrado en ese aspecto y el director describe la tragedia que representó la guerra para las familias de ambos bandos. Con un presupuesto muy moderado Crowe logró hacer una película que parece mucho más épica y trae al recuerdo por momentos las superproducciones clásicas del cine norteamericano de los años ´50. Camino a Estambul se vio favorecida además por la brillante fotografía de Andrew Lesnie (El señor de los anillos), quien falleció el mes pasado, y la realización de las secuencias de acción donde está presente cierta influencia de Ridley Scott. Al ver las intensas escenas de los combates queda claro que el actor tomó como referencia el estilo narrativo que tiene el director inglés para trabajar la acción. El artista australiano además de emprender su incursión en la dirección también es el protagonista de este relato, donde encima brinda una gran interpretación. Al enfocar su atención en dos tareas claves como la realización y la interpretación del rol principal es comprensioble que la película no sea perfecta y presente algunas debilidades. La narración de Crowe por momentos abusa del recurso de flashbacks con escenas que no contribuyen a desarrollar la trama y tiende a excederse con el melodrama. Lo peor de Camino a Estambul pasa por una forzada subtrama romántica que está completamente tirada de los pelos y cuya única función reside en justificar la presencia de Olga Kurylenko. Un par de detalles que se le pueden objetar al film pero no opacan lo que es un decente debut como director de Russell Crowe. Será interesante ver como sigue su carrera luego de este proyecto donde inició una nueva faceta como artista.
Terremoto: La falla de San Andrés es una típica película de Roland Emmerich (2012) que tiene la particularidad de no haber sido dirigida por Emmerich. En este caso la realización corrió por cuenta de Brad Peyton (Como perros y gatos 2, Viaje 2: La isla misteriosa), un director de secuelas de los estudios Warner que en esta oportunidad incursionó en el cine catástrofe. Un género que es tan viejo como el invento del cinematógrafo y cada tanto vuelve a las salas. Si bien antes de la década de 1930 ya se pueden encontrar varios antecedentes, este tipo de propuestas empezaron a tener una gran popularidad con El huracán (1937), dirigida por John Ford, y San Francisco (1936), que recreaba el terremoto que destruyó esa ciudad en 1906. Los estudios Pixar estuvieron a punto de debutar en el cine live action con una remake de esta historia dirigida por Brad Bird pero el proyecto luego se canceló. El cine catástrofe explotó a nivel comercial en los años ´70 con clásicos memorables como Aeropuerto (1970), La aventura del Poseidón (1972), Terremoto (1974) y La torre del infierno (1974). Películas que reunieron en su reparto a las estrellas de cine más importantes de aquellos años y le dieron jerarquía a estas historias que presentaban su mayor atractivo en los efectos especiales. No deja de ser impresionante como involucionó este subgénero con el transcurso de las décadas pese a que el campo de los efectos visuales al mismo tiempo creció a pasos agigantados. Comparadas con este nuevo film protagonizado por The Rock (no puedo llamarlo Dwayne Johnson, es más fuerte que yo), las viejas producciones del cine catástrofe de los ´70 parecen escritas por Ernest Hemingway y Arthur Miller. La debacle se originó en los años ´90 con el resurgimiento del género en filmes como Volcano e Impacto profundo donde el drama humano de las historias quedó completamente opacado por el cotillón visual. En Terremoto: La falla de San Andrés esta cuestión queda expuesta de un modo evidente. Dentro de los campos técnicos la película representa el trabajo más ambicioso del director Peyton y el espectáculo que ofrece es impecable. No hay una sola secuencia de acción de este estreno que se vea artificial y toda la destrucción al mejor estilo Roland Emmerich es imponente. Lamentablemente el film presenta uno de los guiones más idiotas que brindó Hollywood en el último tiempo con numerosas situaciones inverosímiles que terminan por convertir a esta propuesta en una comedia. Es increíble que ningún productor o ejecutivo del estudio Warner reparara en las situaciones tontas que presenta el guión de Carlton Cuse, quien escribió muchos episodios de la serie Lost. Salvo por el viejo y querido cliché del perro sobreviviente (considero una falta de respeto su exclusión), Terremoto presenta todos y cada uno de los lugares comunes que se te puedan llegar a ocurrir, donde no quedaron afuera obviamente la oda patriótica, el héroe con pasado trágico que busca redención y los personajes que se enamoran en cinco minutos. Una ventaja que tuvo esta producción es que su protagonista es una estrella de Hollywood de Kevlar. A The Rock le rebotan todas las balas y con su carisma saca adelante cualquier guión mediocre. Si la misma historia la protagonizaba Chris Pratt (Guardianes de la galaxia), por poner un ejemplo, esto hubiera resultado un bodrio insufrible. Cabe destacar también a otro gran actor de Kevlar como Paul Giamatti, quien con una profesionalidad impecable remó el personaje del clásico científico de los filmes de Roland Emmerich. Terremoto: La falla de San Andrés es un buen exponente de las películas malas que divierten. Tiene momentos desopilantes que se suponen deberían ser serios y si querés ver escenas épicas de destrucción masiva no vas a salir decepcionado. Sin embargo, no hay mucho más que eso y si la idea es disfrutar de una gran propuesta pochoclera la mejor opción en cartel sigue siendo Mad Max.
Poltergeist es uno de los clásicos más queridos de Steven Spielberg. Aunque la historia oficial y los créditos del film indican que la dirección corrió por cuenta de Tobe Hooper, lo cierto es que el verdadero realizador fue Spielberg. Hooper no tuvo ningún tipo de control creativo en este proyecto y se limitó a seguir la órdenes del director de E.T, quien fue el encargado de definir la narración de la historia. Años después del estreno en los cines, actores del reparto como Zelda Rubinstein (la parapsicóloga Tangina) confirmaron esta cuestión en los medios. De hecho, al ver Poltergeist queda claro que la película está más en sintonía con el cine de Spielberg que el estilo de trabajar el género de terror de Hooper. La nueva versión innecesaria de este clásico fue dirigida por un buen director como Gil Kenan, quien brindó en el 2006 esa joya de animación que fue Monster House. Este es su segundo trabajo en el cine live action luego de la fallida adaptación del clásico literario de Jeanne Duprau, La ciudad de Ember, que ni siquiera pasó por los cines argentinos. La película original de Poltergeist se encaminó por el género del thiller con elementos sobrenaturales y hacia el final presentaba algunas escenas aterradoras. Una particularidad que tiene la remake es que se centra más en el cine de horror, algo que queda establecido en la narración del director desde los primeros minutos. Inclusive la paleta de colores que eligió Kenan para la fotografía es más oscura y le otorgó al film una ambientación diferente. Ahí se terminan la novedades de esta nueva versión. Ya sea porque el director no le encontró la vuelta o tal vez no tuvo el control creativo del proyecto, la película de Kenan no le aportó ningún condimento interesante a esta remake. La película parece por momentos una copia clase B de la obra original. Aunque el reparto cuenta con buenos actores como Sam Rockwell, el grupo que conformó en este caso a la familia Bowen no tuvo la misma química que el elenco de 1982. El papel más difícil le tocó a la pequeña Kennedi Clements, quien interpreta el rol que hizo famoso esa gran actriz infantil que fue Heather O´Rourke. La nueva nena está muy correcta en ese personaje pero carece del carisma que tenía O´Rourke, algo que sobresale en el refrito de los momentos más recordados de Poltergeist. Por ejemplo, la famosa escena donde Carol Anne miraba a su familia y decía la icónica frase, "ya están aquí", en la remake resultó un momento completamente insulso. De todo modos es justo destacar también que la película de Gil Kenan tiene algunas escenas de terror que están bien elaboradas. La historia funciona mejor cuando el director intenta emular el estilo narrativo de James Wan (El conjuro). Hay momentos efectivos a la hora de brindar algún susto como la escena con el macabro payaso de juguete que es genial. Es menester destacar que el payaso se ganó con creces el póster individual del Poltergeist que esta semana apareció en las calles. Es más, me atrevo a decir que esta escena del muñeco que elaboró el director Kenan es mucho más efectiva que los 90 minutos que dura el bodrio de Annabelle. Algo que siempre me encantó del film de 1982 es que cuando uno creía que la historia se había terminado y se venían los créditos finales, la casa maldita se tomaba su revancha contra la familia Freeling y brindaba una escena de terror mucho más intensa. En esta remake me resultó completamente decepcionante el trabajo que hizo Kenan con el final de la película. Un momento aterrador con los muertos del cementerio que acechaban a los protagonistas acá se resumió en una escena de dos minutos con los esqueletos realizados por efectos digitales, que encima se ven completamente truchos. Otro problema, que por cierto, tiene este estreno. No se puede entender que una producción de los estudios Fox presente efectos especiales tan pobres como los que se pueden encontrar en los filmes de bajo presupuesto del canal Syfy. Con respecto a la versión 3D en este caso no aporta nada más que incrementar sin sentido el costo de la entrada. En fin, esta búsqueda del Grial en la que se transformó la meta de recomendar una película decente de terror sigue sin novedades. La remake de Poltergeist producida por Sam Raimi, al igual que ocurrió con las nuevas versiones de Evil Dead y Robocop, está condenada a quedar en el olvido.
Con todas las imperfecciones que se le puedan objetar, Tomorrowland se destaca entre las mejores películas live action de Disney que surgieron en estos últimos años. Luego de su incursión en el cine de acción con la cuarta entrega de Misión imposible, el director Brad Bird volvió a trabajar la fantasía y la ciencia ficción en una propuesta que evoca el espíritu de las viejas producciones live action de este estudio realizadas entre los años ´60 y mediados de los ´80. Hay que darle el crédito a Bird por animarse a contar en la actualidad una historia extremadamente optimista e idealista que más allá de los efectos especiales tiene algo para decir y deja un gran mensaje a los más chicos. Después podemos discutir el modo en que lo hace, pero en general el film transmite buenos valores y retoma la sensibilidad que tenía El gigante de hierro, la ópera prima del director. Tomorrowland es una historia original que no se basa en ningún cómic de Marvel, saga literaria best seller o algún clásico del cine y este es un aspecto del film que tampoco debe pasarse por alto. La película comienza con mucha fuerza y desde las escenas iniciales Bird consigue capturar la atención del espectador con ese mundo de fantasía que creó junto al guionista Damon Lindelof (productor ejecutivo de la serie Lost). Durante la primera mitad de la trama la narración de Bird se concentra en desarrollar los orígenes de los personajes principales que interpretan Britt Robertson (Scream 4) y George Clooney, donde sobresalen algunos de los mejores momentos de este film. Muy especialmente cuando los protagonistas comparten escenas con la joven actriz Raffey Cassidy (Sombra tenebrosas), quien resultó la figura más destacada del reparto con su interpretación de la misteriosa niña Athena. Luego la película entra en el terreno de Men in Black y se enfoca más en la acción y la aventura. Desde los aspectos técnicos esta producción es impecable y sobresale especialmente en los diseños de los escenarios retrofuturistas, la fotografía y el uso de los efectos especiales que estuvieron al servicio de la narración del director, a diferencia de lo que suele ocurrir con otras propuestas de este estilo. Lamentablemente la película de Bird flaquea en el tercer acto donde tiene lugar la resolución del conflicto. Un problema que tiene Tomorrowland es que hacia el final el director ubica en un segundo plano la fantasía y la aventura para concentrarse a pleno en la prédica del mensaje que quiere dejar el film. La resolución de la historia cae en varios clichés que vimos en otras producciones y el clímax de la trama no tiene la misma fuerza que presentó la primera media hora. En lo personal me hicieron ruido también las referencias forzadas al merchandising de Star Wars que no fueron insertadas por una pasión cinéfila del director a la obra de George Lucas sino por un fin comercial del estudio Disney. Aunque el destino final al que llega Tomorrowland tal vez no sea tan apasionante como prometía la intriga del argumento, el viaje es lo que cuenta y en ese sentido Brad Bird no defrauda para nada. La película tiene ese espíritu soñador que siempre estuvo presente en los clásicos de Disney y consigue brindar un gran espectáculo que se disfruta a pleno en el cine.
Las tres décadas de espera valieron la pena. El director George Miller trae de regreso con toda su gloria a uno de los más grandes antihéroes que brindó el cine de acción. Un personaje que a partir de su debut en 1979 contribuyó a desarrollar el subgénero del cine post-apocalíptico, que tuvo su época de gloria en los años ´80, muy especialmente en Europa (ver nota Los primos italianos de Mad Max). Si yo fuera fan de Max y lector de esta página lo primero que me gustaría saber sobre este estreno es lo siguiente. ¿Furia en el camino tiene algún vínculo con la trilogía original? En un momento se había anunciado que la nueva película era una historia que se desarrollaría entre Mad Max 1 y 2. No, olvidate por completo de los filmes con Mel Gibson porque esto es un relazamiento del personaje que se desarrolla en un universo de ficción diferente. Después de ver este film creo que esta elección que tomó Miller fue la acertada. No hubiera funcionado vincular Furia en el camino con la saga original por la sencilla razón que Tom Hardy no es Gibson, quien fue, es y será para toda la eternidad el verdadero Mad Max. El propio Hardy se lo dijo a Gibson cuando tuvo la posibilidad de conocerlo antes de la filmación: "Vos sos Mad Max. Yo soy Tommy Hardy y simplemente tengo el trabajo de interpretarlo". Al principio cuesta un poco adaptarse a la idea que Hardy es el nuevo Max, pero luego esto deja de ser un inconveniente gracias al trabajo del protagonista. El actor construyó su interpretación a partir del personaje que estableció Gibson en la trilogía original. Max sigue siendo un antíhéroe de pocas palabras que termina involucrado de manera accidental en conflictos peligrosos. No obstante, Hardy le aportó ciertos matices a su versión del personaje a través de las expresiones faciales. Hay varias escenas donde el protagonista no habla pero dice muchas cosas con su mirada y a veces aporta momentos divertidos. La verdad que Hardy tenía un desafío complicado en este trabajo porque no es fácil reemplazar a Mel Gibson en esta propuesta. Sin embargo salió muy bien parado y brinda un gran trabajo. Lo más importante de este film pasa por el hecho que no se trata de un simple relanzamiento hollywoodense dentro del cine de acción, sino que Miller le ofrece a los espectadores una auténtica experiencia cinematográfica que es de visión obligatoria en el cine para los fans del género. Furia en el camino no es otra película más que se mira en el cine, sino que se la vive. Esa es la gran virtud de este trabajo de Miller, quien en los últimos años estuvo concentrado en desarrollar propuestas familiares e infantiles como fueron los filmes de Babe, el chanchito valiente y Happy Feet 1 y 2. Su nueva obra representa un retorno glorioso al género de acción donde brinda una película intensa que literalmente no da respiro de la primera a la última escena. Toda la trama es una gran persecución donde el espectador puede sentir que acompaña a los protagonistas en la odisea que atraviesan. El film toma algunas ambientaciones que nos remiten a Mad Max III pero trabaja el tratamiento de la acción con la influencia de lo que fue la segunda entrega de la trilogía. El desquicio absoluto que tienen las secuencias de acción, sumado al desfile de personajes bizarros que aparecen en la trama (uno de los villanos se llama Rictus Erectus) hicieron de esta producción una propuesta muy especial. Es importante destacar que el 90 por ciento de este film fue filmado del modo en que se trabajaba el cine de acción en los años ´80, cuando los efectos digitales todavía eran una rareza en Hollywood. George Miller creó una película que le rinde honores al género, al mismo tiempo que ofrece una cátedra en el uso de los efectos especiales. Otra particularidad importante de la película es que Furia en el camino tiene una marcada impronta feminista donde las mujeres sobresalen entre los personajes más fuertes de la trama, algo que no había ocurrido en las historias previas. El rol de Furiosa, interpretado por Charlize Theron, está muy bien elaborado y su historia tiene un peso importante en la película. En este caso puntual recomiendo ver la película en 3D, ya que la escenas de acción se viven con mayor intensidad y le aportan un condimento adicional a la experiencia que ofrece el director. Sólo tengo una objeción para esta nueva labor de Miller. Me hubiera gustado que el viejo Intecerptor, un auto histórico del cine, hubiera tenido un poco más de participación, pero por el modo en que fue escrita la historia no hubo lugar para eso. Un mínimo detalle que no altera en absoluto mi apreciación del film. Mad Max: Furia en el camino es claramente uno de los grandes estrenos del año que afortunadamente no decepciona a los fans de este gran personaje.
En el último tiempo llegaron a la cartelera local numerosas producciones de animación independientes que con presupuestos muy moderados brindaron historias dirigidas al público infantil. Trueno y la casa mágica se destaca claramente entre las mejores propuestas de este tipo en lo que se refiere a los aspectos técnicos. La película fue dirigida por Jeremy Degruson y Ben Stassen, quienes fueron responsables de Vamos a la luna (2008) y Las aventuras de Sammy (2010), que pasaron previamente por los cines argentinos. En este caso trabajaron una historia extremadamente sencilla para los espectadores más chicos y concentraron toda la atención en los campos visuales del proyecto. Para no ser una producción realizada por un estudio importante de Hollywood, el film presenta un buen trabajo en la animación, donde sobresale la dedicación que tuvo el diseño de cada personaje y los coloridos escenarios. Algo que no suele ser común en estas producciones clase B realizadas por compañias desconocidas, que hacen lo que pueden con presupuestos muy limitados. En esta película belga los directores le dieron vida a los personajes con personalidades muy bien definidas que consiguen hacer atractiva a esta propuesta. Un film ideal para chicos menores de seis años que no tienen tantas propuestas en el cine y que los adultos pueden ver también sin que la experiencia resulte una tortura.
Crímenes ocultos es una producción de Ridley Scott que adapta la novela de suspenso "Child 44" del escritor inglés, Tom Rob Smith. La trama estuvo inspirada en el caso real de Andrei Chikatilo, también conocido como "La bestia de Rostov", uno de los asesinos seriales más prolíficos de Rusia. Esta historia la trabajé en detalle en una crónica policial de mi blog hace unos años (ver Dato Loco). El caso Chikatilo es tremendo y uno de sus aspectos más escalofriantes fue que el criminal pudo operar con impunidad durante muchos años, gracias a la enorme burocracia de la Unión Soviética a fines de los años ´70 y la falta de experiencia que tenía la policía rusa en este tipo de investigaciones. La propuesta del escritor Smith adaptó la historia real a comienzos de los años ´50, durante el régimen de Joseph Stalin. No leí "Child 44" pero después de ver Crímenes ocultos me quedó la duda si la novela será tan tonta como esta película o la pifiaron en la adaptación. El inconveniente de este film es que presenta una propuesta que tenía muchísimo potencial para brindar un gran thriller y la dirección estuvo a cargo de un director que nunca supo qué quería hacer con esta historia. El realizador chileno-sueco Daniel Espinoza enfocó gran parte del film en mostrar la brutalidad del régimen comunista desde una visión muy norteamericana. Todos los rusos son representados como zombis miserables que se comportan como androides mecánicos y apenas demuestran emociones humanas. Motivo por el cual cuesta bastante conectarse emocionalmente con los personajes de este film. Resulta todavía peor el modo en que encaró la investigación del asesino serial que parece salida de una serie de televisión mala de los años ´80. Tom Hardy, lo único positivo de este estreno, interpreta a un agente secreto de la policía soviética que decide enfrentar a sus superiores para capturar al asesino serial que el estado ruso pretende esconder. La narración de Espinoza se centra demasiado en los problemas personales del protagonista y descuida la investigación de los crímenes que era el gancho principal de esta propuesta. La película dura 137 minutos y cuando llega el momento de la resolución del conflicto, Crímenes ocultos decepciona con una serie de clichés hollywoodenses que arruinaron por completo esta propuesta. El film se basó en una de las crónicas policiales más escalofriantes de las últimas décadas y la trama de este film nunca llega a desarrollar la historia personal del asesino. Tampoco ayudó que la motivación que tiene el personaje para cometer los crímenes fuera completamente simplificada. La presencia e interpretación de Tom Hardy es lo único que hace llevadero a este film, pese al falso acento ruso que usó el actor, que lo hace sonar como un villano de James Bond de los años ´60. Gary Oldman, quien siempre es un placer de ver en el cine, lamentablemente aparece cinco minutos en la película y su personajes encima resultó completamente intrascendente dentro del conflicto principal. Lo convocaron para sumar un nombre en el afiche, ya que su trabajo es más que nada una participación especial. El concepto que presentaba Crímenes ocultos era interesante pero fue desaprovechado por un director que presentó un thriller policial sin suspenso. Una lástima porque el reparto reunido y el caso real en que se inspiraba tenía los condimentos necesarios para brindar una película superior dentro de este género. EL DATO LOCO. En este link pueden conocer la verdadera historia de Andrei Chikatilo, el asesino serial que inspiró la novela "Child 44".
En Amores infieles el director Paul Haggis vuelve a presentar otra película coral del estilo de Vidas cruzadas (Crash). Una producción que en el 2006 volvió loco a los críticos norteamericanos, pero tuvo una recepción diferente en el resto del mundo, a tal punto que todavía se cuestiona el Oscar a la Mejor Película que ganó sobre filmes superiores como Munich, Capote y Buenas noches y buena suerte (George Clooney). En esta ocasión Haggis abordó el tema de las relaciones de pareja, donde la confianza y la culpa son dos tópicos importantes que se trabajan en las tres historias que se presentan. Una particularidad de este film es que fue íntegramente realizado en Roma y Haggis reconstruye a la perfección las ciudades de Nueva York y París donde transcurren algunos de los relatos. Es notable lo que hizo sobre todo con la localidad norteamericana, ya que si no contás con esa información jamás te hubieras dado cuenta que la película se filmó en Italia. Lo mejor de Amores infieles pasa por el trabajo del reparto, donde las mujeres brindan las interpretaciones más destacadas como el caso de Mila Kunis, Olivia Wilde y Moran Atias, quien ya había trabajado con el director en Vidas cruzadas y Sólo tres días (Russell Crowe). También resulta atractivo disfrutar a Liam Neeson en un rol diferente de los héroes de acción que viene encarnando en el último tiempo, pese a que su personaje tiene todos los clichés del clásico escritor conflictuado. El problema que tiene esta propuesta es su duración de 137 minutos que por momentos convierten al film en una odisea soporífera interminable. Sobre todo porque los tres melodramas de telenovela que presenta Haggis nunca llegan a ser emocionantes. Por otra parte, los personajes que creó el director tampoco son interesantes y esto impide una conexión emocional con las situaciones que atraviesan. A lo largo del film desfilan distintas personas con serios problemas emocionales que terminan siendo roles cinematográficos vacíos con los que cuesta mucho empatizar. Para empeorar las cosas, hacia el final Haggis revela la conexión de los tres argumentos con un supuesto giro inesperado que resulta forzado y hace poco por levantar este drama pretencioso que no termina de convencer. En la parte final el director aspira a convertirse en David Lynch pero termina siendo M.Night Shyamalan en su etapa decadente. Entre los dos estrenos con Liam Neeson que llegaron esta semana a la cartelera, la propuesta policial es la que vale la pena, Amores infieles podés dejarla para la televisión que no te vas a perder nada relevante.
Esta semana tenemos la oportunidad de disfrutar a Liam Neeson en dos estrenos radicalmente diferentes. En el caso de Una noche para sobrevivir se trata de la tercera colaboración del actor con el realizador Jaume Collet-Serra, luego de Desconocido (2011) y Non-Stop: Sin escalas (2014). A diferencia de los filmes anteriores que se centraban en la acción pura, esta producción se enfoca más en el género policial, donde Neeson interpreta a un personaje diferente de los clones de Bryan Mills (Búsqueda implacable) que encarnó en el último tiempo. Creo que entre las producciones que brindó este equipo Una noche para sobrevivir es la más sólida, ya que fusionó mejor el suspenso con el drama y los actores del reparto tuvieron la oportunidad de destacarse más en la historia. El film tiene un comienzo lento, donde el director se toma su tiempo para presentar bien a los personajes principales. Sin embargo, a partir del momento en que se dispara el conflicto principal la narración de Colet-Serra se concentra en el suspenso y consigue mantener la intriga hasta el final. Debido a que todo el argumento se desarrolla en un par de horas, las situaciones de peligro son constantes para los protagonistas y esto genera que la trama sea muy atractiva. A diferencia de Non-Stop, donde el director presentó secuencias de acción más grotescas que traían al recuerdo las películas que se hacían en los años ´90, en este proyecto abordó el género con un enfoque diferente. En Una noche para sobrevivir todas las escenas de tiroteos fueron realizadas con más realismo y el protagonista no desafía las leyes de la física como ocurría en Búsqueda implacable 3. Si a esto le sumamos los buenos momentos que tiene Neeson junto a Joel Kinnaman (Robocop) y Ed Harris esta es una apuesta segura en el cine. Es decir, si bien no es una producción que haga historia en el género, brinda un film decente de acción y suspenso que logra ofrecer un buen entretenimiento.