El predicador Zemeckis Luego de 12 años de estar alejado del cine de carne y hueso, años que dedicó a producir algunas películas y a dirigir una trilogía animada que no conformó a nadie (El Expreso Polar, Beowulf y Los Fantasmas de Scrooge), volvió Robert Zemeckis a la dirección de películas no animadas. El Vuelo (Flight) es la película elegida para este esperado y demorado regreso. Esperado regreso potenciado por la historia de este director, que antes de este último tenía solo 12 largometrajes de ficción no animados (al menos no 100% animados), entre los que se cuentan varios nuevos clásicos como la trilogía de Volver al Futuro (Back to the Future I, II y III), Quién engañó a Roger Rabbit (Who Framed Roger Rabbit), Forrest Gump y El Náufrago (Cast Away). El resultado es una película dispar. Cuenta la historia de Whip Whitaker (Denzel Washington), un piloto de avión que bajo los efectos del alcohol y las drogas, logra maniobrar el avión que conducía salvándole la vida a 96 personas. El problema es que mueren 6, y que más allá de que los estupefacientes no parecen haber influido en el accidente, el piloto será investigado por la justicia para esclarecer el hecho. En los aspectos formales la película parece funcionar de maravilla. Por más que se haya alejado un tiempo Zemeckis sabe lo que hace, y sabe como contar una historia. Ahora, en otro aspecto la película molesta y mucho. Hay un tratamiento algo obsceno de la religión y la fe que me desconcertó un poco. En todo momento esperé que esa catarata de simbologías religiosas desemboque en una ironía que nunca llegó. Ojo, no importa qué religión sea, lo importante es la fé... pff. La película se torna tremendamente aleccionadora con un final casi ejemplificante. Aunque cerca del final la película parece querer cambiar de rumbo en lo que representa el mejor momento del film. Aquel en el que el personaje de Washington tiene la recaída final, que parece el momento más dramático de la película, con un primer plano de una botella de vodka de minibar, como el gran villano. En ese instante, cuando la película se termina de transformar en una propaganda, el drama se resuelve con una escena humorística protagonizada por John Goodman que nos saca de lugar y nos permite reírnos de todo lo que estábamos viendo. Ese simple momento le da aire a una película a la que no le quedaba aliento. Lamentablemente esa escena es solo una escena y la película cierra como un libro de autoayuda. El Vuelo es una película que no termina de caerme bien, pero que no me cae del todo mal. Un poco menos de Paulo Coelho le habría venido bien, muy bien.
Tres tipos viejos Cuando estaba viendo Tres Tipos Duros (Stand up Guys) me fue difícil no pensar en Clint Eastwood, aunque a la película le queda un poco grande la comparación. Me fue difícil porque me recordó mucho a Jinetes del Espacio (Space Cowboys) y a Gran Torino. La idea de despedida está dando vuelta en toda la película, la de último viaje, la de sacrificio final. La vejez consciente de un grupo de personas que en una época fueron respetados y hasta temidos. Lo que en Jinetes del Espacio hicieron Clint Eastwood, Tommy Lee Jones, Donald Sutherland y James Garner; en Tres Tipos Duros lo hacen Al Pacino, Christopher Walken y Alan Arkin. Incluso se puede hacer un paralelismo entre las historias de Tommy Lee Jones y Alan Arkin, que son dos hombres que, al haber perdido a su mujer, viven pensando en el más allá desde el más acá. Las similitudes están, pero no escasean las diferencias tampoco. Fisher Stevens, un actor devenido director, todavía no alcanza los 50 años de edad, y se dispuso a hacer una película mostrando a un grupo de veteranos en el declive de su vida. El resultado es una mirada mucho menos respetuosa y más paródica que la de Eastwood. Lo que Clint muestra como un hombre que no encaja con el mundo actual, pero que no pierde su postura, su rigidez (100% autobiográfico), y es incluso heroico; Stevens lo hace más para el lado de la parodia, mostrando las miserias y el patetismo, además de esa reivindicación necesaria. Miseria y patetismo que pueden dar gracia, pero que no es del todo justo con el personaje. Es que, convengamos una cosa, Clint Eastwood es un director de cine, y Fisher Stevens no. Para colmo el guionista de la película es Noah Haidle (¿Quién?), que según IMDb es un principiante. Al ver la película te queda la idea de que los actores fueron desperdiciados. Por momentos es difícil no disfrutar a estos actores, al menos no sonreír al escuchar un diálogo, al ver un gesto. Es que las caras de estos tipos te ocupan toda la pantalla, y cuando están los tres juntos es como que no hay nada más ahí, porque no entra. Quizás ya no por lo que hacen, sino porque uno es consciente de lo que hicieron. La estructura de la película es demasiado simple. Es tan simple que parece una excusa para ponerlos a ellos tres en pantalla. El eje principal son ellos y su "viaje", y en el medio se le engancharán pequeñas historias no muy desarrolladas, incluso algo improvisadas y desganadas; como la historia de la nieta de Christopher Walken, que es cerrada a las apuradas y que pasa desapercibida. Tres Tipos Duros es una película que dentro de un tiempo no recordaremos, y si no la recordaremos no puede ser una despedida. Así que ya saben, nos deben una de verdad...
Western a la coreana Ya no es novedad ver una película con un actor rudo, de esos que poblaron las últimas décadas del siglo pasado, autoparodiándose. En estos últimos años hubo una resurrección, una gran cantidad de películas cuyos protagonistas se ríen de lo que fueron, incluso este año se esperan unas cuantas más. Tampoco es novedad ver a Arnold Schwarzenegger hacerlo, hace poco lo vimos en la muy buena Los Indestructibles 2, y si nos vamos bastante más para atrás, ya lo había hecho en la enorme True Lies de James Cameron. Lo que si es novedad es que un coreano realice esta película. Jee-woon Kim, director de la muy buena y violenta I Saw the Devil, dirige El Último Desafío, en lo que representa su primer realización en Hollywood y la primera de una triple invasión coreana. Recordemos que este año se estrenan también Snowpiercer de Joon-ho Bong (director de The Host) y Stoker de Chan-wook Park (director de Oldboy), ambos debutando en Hollywood. En este caso hace un western, que parece ser una versión libre de Río Bravo de Howard Hawks, pero adaptada al grandote de Arnold. Este último interpreta a un sheriff de un pueblo pequeño (como John Wayne), que debe reclutar un equipo bastante particular, entre ellos a un borracho que es muy buen tirador interpretado por Rodrigo Santoro (cuyo parecido con el personaje de Dean Martin es demasiado evidente) en el que solo él confía, para detener a un grupo de criminales al mando de Gabriel Cortez, interpretado por el español Eduardo Noriega, el líder del más importante cartel de narcotráfico, que quiere cruzar por el pueblo para escapar a México. El Último Desafío no parece ser republicana ni demócrata, no parece hablar mal de los latinos (Arnold se encarga de dejarlo en claro cuando le dice al villano “le das una mala imagen a los inmigrantes”) ni muy bien de los yankees (agrega de relleno a una policía corrupta para equiparar un poco… aunque este papel lo hace la hija del Puma Rodriguez, que si bien nació en Estados Unidos es más latina que yo, pero bueno), incluso se preocupa por ser políticamente correcta (pone a un negro ocupando un rol importante en el FBI, en este caso Forest Whitaker, y a un oriental en otro rol importante… el de director). Parece decir en voz alta: “no vean al político, vean al actor”. La película se limita a explotar la nueva imagen de vegete de Arnold homenajeando al género, y realmente lo hace muy bien. Kim pone en práctica un humor con buen tiempo, que ya había usado en la versión coreana de El Bueno, El Malo y El Feo, que se llamó The Good, The Bad, The Weird. Como a todo buen coreano ("eh, no generalices que es discriminatorio") le gusta la violencia y no puede evitar mostrar sangre, de esa que salta varios metros cuando se cargan a alguien. El resultado de esta combinación, es una película muy divertida, con un humor obvio en la mayoría de los casos, con frases y latiguillos que podés anticipar segundos antes de que los digan, pero que no pierden frescura ni dejan de funcionar por eso. De hecho esa obviedad es coherente con la carrera de Arnold, carrera que se intenta parodiar. Pero la parodia es sutil, no se vale de la exageración como único recurso (para ese tipo de parodia ya tenemos Comando, que lo es sin pretender serlo). El Último Desafío es una grata sorpresa, una de las mayores del año (aunque solo contemos algunas semanas). Bienvenido Jee-woon Kim a Hollywood.
La última de Darín La idea de ver a Ricardo Darín en una película de género, y dirigida por un director joven con una carrera prometedora, me produjo cierta ilusión. Hernán Goldfrid, el director, había debutado con la muy buena película Música en Espera, y había participado previamente como asistente de dirección en la gran Tiempo de Valientes de Damián Szifron. Lamentablemente el resultado no fue el esperado. Tesis... narra la historia de Roberto Bermudez (Ricardo Darín), un abogado de extensa trayectoria, alcohólico (que solo toma Johnny Walker, gran auspiciante de la película) y algo obsesionado con los casos de asesinos seriales; que dicta un seminario en la facultad de abogacía de la UBA para jóvenes abogados, entre ellos Gonzalo Ruiz Cordera (Alberto Ammann), el hijo de una vieja amiga de él. La acción comienza cuando encuentran el cuerpo sin vida de una joven en el estacionamiento de la facultad y el Dr. Bermudez empieza a dudar de Gonzalo, su alumno. En toda la película intentará encontrar las pruebas para acusarlo del asesinato, que presume es algún tipo de juego macabro contra él. En el medio se cruzarán en un trío amoroso con Laura (Calu Rivero), la hermana de la víctima del crimen. La película definitivamente no funciona. Está narrada de una forma lineal, y aunque está contada como un largo flashback no logra doblar mínimamente la recta e invariable trama. Los hechos se van sucediendo uno tras otro de manera ordenada, forzadamente conveniente y predecible. La película avanza y no se toma el tiempo para construir a los personajes ni para enriquecer la trama. Algunos escenarios incluso parecen, de tan convenientes y ordenados, algo teatrales; como aquel de la escena del crimen, con el cuerpo sin vida en el piso, Darín a su lado, y sus alumnos del seminario todos agrupados tras las cintas de contención, en una puesta en escena que se destaca por su artificialidad. Los paralelismos entre esta película y El Secreto de sus Ojos son muchos y sospechosos, teniendo en cuenta que algunos de los productores son los mismos y la idea de repetir éxito debe estar dando vueltas. Ambos son thriller, con un asesinato de por medio y un investigador (en ambos casos interpretado por Darín) que intentará resolver el caso. El inconveniente es que en esta película se plantea únicamente una solución al problema, y es la que se va a barajar en toda la película. Poco antes de finalizar, amaga con la idea de que el protagonista está loco y creó todo en su perturbada cabeza. Finalmente la verdad le será revelada exclusivamente al público, en una escena final que emula al Rosebud de El Ciudadano. Como cada vez que Darín participa en una producción nacional, sea del tono que sea, se ponen en su boca latiguillos humorísticos y aleccionadores, como si interpretara siempre a Marcos, aquel gran personaje de Nueve Reinas. Esto ya molesta, aunque no es algo que se le puede achacar exclusivamente a Tesis..., sino a todas las últimas participaciones del actor. La mayoría de los problemas de la película parecen partir del guión de Patricio Vega, quién también escribió Música en Espera, que además de ser el debut cinematográfico de Hernán Goldfrid como director, fue el debut de él como guionista de un largometraje. Si bien el guión es una adaptación del libro de Diego Paszkowski del mismo nombre (libro que no leí ni leeré), no sería lícito pensar que tiene alguna responsabilidad en todo esto, toda adaptación cinematográfica debería velar porque el resultado sea lo más conveniente para el medio en el que se exhibe, independientemente de la fidelidad del relato. En conclusión, Tesis Sobre un Homicidio es una película fallida. Aunque el cine nacional es cada vez más rico y variado, solo se exhiben en buenas salas y horarios las películas con mejor carnada, y hoy Darín es la lombriz más cotizada.
Mil héroes de una sola cara La película comienza mostrando un crimen, un francotirador le dispara a 5 personas aparentemente al azar. La policía rápidamente da con el principal sospechoso, que sabemos, no es el asesino. El dilema está planteado. Antes de quedar en coma por los golpes que recibe de sus "compañeros" criminales, el acusado escribe en un papel "busquen a Jack Reacher". Y no tendrán que buscarlo porque Jack se hace presente sin que lo llamen. Jack Reacher no cree en la justicia institucionalizada, solo cree en la justicia como concepto, justicia que solo él puede impartir. Como bien dirá el francotirador acusado "No se preocupa por la evidencia. No se preocupa por la ley. Solo le importa lo que es correcto." Intentará salvar a un inocente de esa justicia que está por cometer un error condenándolo a muerte, develando una red de corrupción en su camino, y condenando a los verdaderos culpables con sus propias manos. Pero él no es parte de esa justicia, si se quiere él es el concepto platónico de justicia, que no necesita evidencia ni ley, solo hacer lo que es correcto. Y aunque esa justicia no exista en la práctica, Jack Reacher tampoco. La película se encarga de entronarlo como una persona casi impersonal. No tiene dirección, mail, facebook (parece absurdo pero es posible), es más un mito que una persona. "Es un fantasma, no lo encontrás a menos que él quiera que lo encuentres". El villano finalmente será juzgado por Jack Reacher y no por esa institución perversa. Visto así no parece casualidad que el villano de la película sea interpretado por el gran Werner Herzog, cuyos últimos documentales, Into the Abyss y On Death Row, tocan el tema de la pena de muerte en Estados Unidos y las falencias de una justicia poderosa e imperfecta. Jack Reacher es inagotable, como Tom Cruise. Y digo Jack Reacher porque es el personaje principal de esta película, pero tranquilamente podría decir Ethan Hunt (Misión Imposible), John Anderson (Minority Report), Roy Miller (Encuentro Explosivo), que para el caso es lo mismo. Tom Cruise, y por ende la larga lista de personajes que encarna, es inagotable no por su gran cantidad de facetas, sino porque tomó la que mejor le queda (al principio en serio y hoy parodiándose a sí mismo) y le puso varias películas alrededor, con resultados casi siempre positivos (sin ánimo de quitarle mérito a las películas que lo rodearon, claro está). El director es Christopher McQuarrie, que no tiene mucha experiencia dirigiendo (es su segundo largometraje) pero ha hecho una carrera como guionista (escribió el guión de Los Sospechosos de Siempre y Operación Valkiria entre otras). Y eso se nota, porque la película se hace fuerte en algunos diálogos, en algunas frases, y sobre todo en algunos chistes, que desestresan la trama y la hacen muy llevadera. Además de Tom Cruise y Werner Herzog, también interpreta un papel Robert Duvall, que es una institución a la hora de hablar de actores de reparto. Como en Días de Trueno, se vuelve a juntar con Tom Cruise y hace un papel pequeño pero importante, gran parte del humor de la película parte de este dúo. El elenco lo completan Rosamund Pike (Orgullo y Prejuicio), Richard Jenkins y otros. En resumen, Jack Reacher: Bajo la Mira no es una película grande y no pretende serlo, pero sus más de dos horas de duración pasan volando. Tiene ritmo, tiene acción, tiene humor, tiene a Tom Cruise, no necesita mucho más.
Terror made in Haedo La película de Demian Rugna y Fabian Forte tiene de todo, tiene tanto que parecen varias películas en una, varias historias, varios tonos, varias épocas, varios géneros (?), de todo. El eje conductor de la trama parece ser una especie de brujo, pai umbanda o algún tipo de ser con poderes sobrenaturales que por diferentes razones entra en la vida de diferentes personas, en diferentes épocas, dando lugar a diferentes historias viscerales (en el sentido más estricto y literal de la palabra) donde abunda la muerte, que es casi su razón de ser, y el miedo. En algunos aspectos formales las cosas parecen funcionar. Por momentos parece una película exclusivamente realizada para lucir esos aspectos formales, como una práctica de como posicionar la cámara, como montar una escena de terror, como musicalizarla. Y debo decir que muchos de esos aspectos están muy bien realizados, si bien las actuaciones no acompañan del todo. La escena inicial es en una casa aterradora que es allanada por un grupo de policías en la década del ´70, por ser una supuesta base comunista o algo así. La escena nos prepara muy bien, el ambiente y la música nos inquietan y nos envuelven en un entorno perturbador, con la radio de la policía que insiste con incomunicar a los interlocutores, con el silbido constante y penetrante de la pava hirviendo en la hornalla, con una anciana divagando mientras parece leer la borra de una taza de café, con decenas de enanos de jardín (que de por sí son tétricos) y la voz de un niño pidiendo ayuda. El ABC del terror puesto en marcha y con buenos resultados. Pero el mucho abarcar del que hablaba hace que la película pierda el rumbo por completo. Lo que al principio es terror, da paso al grotesco y a la violencia desenfrenada, a lo fantástico que por momentos se convierte en fábula de los hermanos Grimm (sino de qué otra forma definir a esa suerte de Rapunzel de bellos nazales), a la clase B más autoconsciente, alcanzando por momentos un humor que no termina de encajar del todo con el resto de la película. Esta indefinición se nota también en lo que nos muestra y lo que nos oculta. Al comienzo de la película hay un fuera de campo del asesinato de un niño, vemos solo al que dispara y la mano llena de sangre del niño que yace en el piso; pero al final nos muestra en primer plano como le vuelan la cabeza de un escopetazo a una niña. En toda la película la sangre, las visceras y la escatología se multiplican, a veces forzadamente, pero a la hora de mostrar una escena de sexo no se asoma ni una teta, solo un par de rostros de goce y dolor. De nuevo, lo que muestra parece obedecer exclusivamente a la necesidad de exhibir ciertos aspectos formales, y no a darle algún sentido o coherencia con el resto del relato. En definitiva, la película en su totalidad no funciona, pero todo eso que tanto hincapié hicieron en mostrarnos, demuestra que las herramientas sobran para hacer buen cine de género en Argentina. Aplaudo entonces el estreno de esta y muchas otras películas independientes de nuestros pagos que se estrenan cada vez más en nuestros país.
Mucha tristeza y pocas trompetas Santiago Segura disfrazado de payaso corriendo en el medio de una batalla y matando fascistas en la España franquista. Imagen cargada de significado político que ilustra al payaso, en su tristeza y en su felicidad, que ilustra también un país y su ambigüedad. Difícil no llorar con una imagen así, difícil no reir con una imagen así. Con esa imagen sería bueno quedarse, solo con esa imagen podría valorar una obra que en su totalidad se cae a pedazos. Con esa sola imagen nos promete mucho, nos impone un tono. Y esa promesa que no logra cumplir es lo que termina de desbarrancar una película que no sabe reírse de sí misma. El payaso triste la protagoniza (Carlos Areces). Un payaso triste es un payaso lisa y llanamente. El payaso es triste por definición, pero transmite alegría por payaso. En la última película de Álex de la Iglesia la ambigüedad payasesca pasa desapercibida, dándole lugar a una amargura que ni el sinsentido puede apaciguar. Trata de juntar humor con violencia, risas con sangre, tristeza con alegría, en lo que parece querer ser su marca registrada (no me animo a decir su marca de autor). Pero en este caso los ingredientes se distribuyen mal. Es que la película por momentos se toma demasiado en serio. Lo que debería ser una fiesta de sangre y venganza se convierte en un drama que pretende tener significado. A Carlos Areces como el payaso triste lo acompaña Antonio de la Torre (el gemelo malvado de Juan Antonio Pizzi) como el payaso tonto, y cierra el trio actoral y amoroso Carolina Bang. Un trio que tiene a su chica linda, tiene al chico malo, pero carece de chico bueno. Y las analogías se multiplican y parecen querer hablar de un país y su historia. Pero lo literal parece no tener historia, parece sostenerse sobre bases endebles, o directamente sobre la nada.
Deja vu Atención: se revela el final de la película... Who cares? "Remake, imitación, repetición, falta de originalidad, falta de sorpresa...", palabras y más palabras ¿Desde cuándo la sorpresa es un valor en sí mismo? ¿Acaso las comedias se pueden ver solo una vez? Entendería que sí, porque en la segunda visión pierden el "factor sorpresa" ¿Qué sería del Chavo sin la repetición? ¿Qué sería de Benny Hill sin la repetición? Todd Phillips vuelve con lo mismo pero esta vez en Bangkok y con varios penes en pantalla. Pero esta insistencia con el esquema de la primera parte no es pereza del realizador, muy por el contrario, hay un regodeo evidente en la repetición, y esa repetición sería obscena solo si no fuera intencional. Los personajes no escapan a esta consciencia, ellos saben que están viviendo un deja vu. A fin de cuentas esta secuela es eso: un deja vu de la primera. Lo primero que hacen los tres protagonistas cuando se dan cuenta que perdieron a un amigo otra vez es revisar en el techo, para ver si la historia, que ya se estaba repitiendo, lo hacía al pie de la letra; pero si bien no estaba ahí, estaba nuevamente en el mismo edificio del que partieron, y el culpable de todo esto sigue siendo el mismo, y aparece un mono en lugar de un tigre, y aparece un viejo minusválido en lugar de un bebé, y aparece Tyson en lugar de Tyson, sin sorpresas y repitiendo la secuencia de fotos finales. El fuerte de la película no es sorprender, desde el principio somos conscientes de lo que sucede y lo que va a suceder pero disfrutamos el cómo. Hay un guiño al espectador, una búsqueda de que este anticipe los momentos y se ría de lo que ve y de lo que recuerda. Con la frase que abre la película: "volvió a suceder" nos cuenta todo, se nos abre la puerta a la dimensión conocida. Se podría marcar un paralelismo con esa frase y "¡Kevin!" de Mi pobre angelito 2, otro gran deja vu. Cuando Catherine O´Hara (personificando a Kate McCallister) pega el grito sabemos que empieza la película y que la historia se repite. Ese paralelismo caprichoso las equipara en más de un punto, son secuelas que repiten personajes y esquema, pero principalmente son películas que no descubren nada nuevo porque no tienen que hacerlo, porque hasta el momento de filmarlas no estaban agotadas. Lejos quedaron las películas de Macaulay Culkin, pero todavía están muy frescas las de Zack Galifianakis y compañía, todavía funcionan y parecen no tener fin ¿Quién sabe hasta dónde puedan llegar? Quizá tengamos que asistir al casamiento de Alan, y quizás ese casamiento sea en 3D. No lo sabemos, lo único que podemos afirmar es que la idea hoy sigue funcionando, y hoy quisiera que nunca se agote. Todd, lo has hecho de nuevo.
Una película de mentira Una comedia romántica de enredos más (Cary Grant se revuelca en su tumba). Básicamente la historia es sobre un tipo (Adam Sandler) que quiere conquistar a una mina (Brooklin Decker) y le pide a su amiga y asistente (Jennifer Aniston), con anteojos y sin ropa sexy, que lo ayude a tejer una red de mentiras para conquistarla; pero cuando su amiga se saca los anteojos y se pone en bolas él se da cuenta que siempre estuvo enamorado de ella. Perdón por contarles esa improbable vuelta de tuerca del final. El tema es que ya no importa si la película es predecible o no, no importa si es igual a todas o no, no importa si repite incansablemente todos y cada uno de los lugares comunes y no aporta nada nuevo, todo eso es un detalle menor teniendo en cuenta que hasta las grandes películas de este género lo hacen; el principal problema es que esa historia, repetida hasta el hartazgo, parece contada sin ganas, sin una preocupación muy grande por generar enredos, por pasar de una situación a otra, todo se va dando sin sorpresas, sin conflicto, sin humor. Tampoco se puede hablar mucho de la química entre los personajes, que brilla por su ausencia, porque queda la sensación de que los errores vienen desde el guión. Quizá alguna escena genere una risa apagada, quizá la trama, puesta en piloto automático, nos retenga en la butaca (siempre y cuando nuestro cerebro esté también en piloto automático), quizá incluso no la odiemos al salir de la sala, pero lo que es seguro es que no nos va a dejar nada. Una película menos de Adam Sandler. Se suma a las tantas películas fallidas de uno de los mejores comediantes (sino el mejor) de la nueva comedia americana, que debería dejarle este tipo de comedias románticas a Ben Stiller. Una película menos de Dennis Dugan, su director, que luego de la gran Happy Gilmore tuvo varios traspiés (aunque a esta altura una buena película sería un traspié en su carrera). La nueva comedia americana es una usina de grandes películas y de grandes comediantes que año a año demuestran que la comedia tiene mucho camino por recorrer. Como toda gran industria a gran escala tiene productos geniales, algunos buenos, algunos mediocres y muchos malos. El gran problema es lo que llega a los cines de Argentina. Las distribuidoras utilizan una (i)lógica para elegir qué estrenar que solo ellos entienden. Estrenan películas como Una esposa de mentira y dejan afuera películas enormes como The Other Guys (Adam McKay, 2010) o Funny People (Judd Appatow, 2009). En el primer caso ya estamos acostumbrados a que nos nieguen películas del gran Will Ferrell, comediante no muy popular por estos pagos. Pero en el segundo caso el protagonista es también Adam Sandler, que hace muchas malas películas, y lamentablemente son esas películas las que se estrenan en nuestro país.
El Mecánico (The Mecanic) es la remake de la película del mismo nombre protagonizada por Charles Bronson allá por 1972 y dirigida por Michael Winner. Aunque más que remake es una interpretación libre de aquella película, en este caso el director Simon West hace unas reformas en el guión para terminar de desbarrancar una historia que parecía comenzar con el pie derecho (algo que no sorprende, teniendo en cuenta que este director también hizo Tomb Rider). La película empieza con Arthur Bishop, encarnado por el enorme Jason Statham, asesinando a un narco colombiano con mucho sigilo y haciéndolo parecer un accidente. Hasta ahí estamos bien, acción y Statham es una combinación que casi siempre cumple. Después encuentra en los clasificados (no es chiste) el pedido de un mecánico, que es un eufemismo de sicario, que a su vez es un eufemismo de asesino, para matar a su mentor (Donald Sutherland). Acepta el trabajo porque parece que su mentor es un traidor y lo mata. Empieza a caer el tema. Se encuentra con el hijo de su mentor (Ben Foster) recientemente asesinado por él, y lo empieza a entrenar para hacerlo un asesino. A partir de este momento la acción y la violencia se empiezan a multiplicar como un amontonamiento desesperado por llegar a algún lado. Este amontonamiento de violencia debería ser, por lo menos, divertido, y mucho más si esa violencia es llevada a cabo por Statham, pero no es el caso; todo esto está filmado como un videoclip, con escenas tan cortas, tan vaciadas de dramatismo y resueltas con tanta velocidad que parecen un tráiler. No todo es negativo de todas formas, pero queda la sensación de que con muy poco se podría haber mejorado mucho este producto. En los últimos minutos un par de vueltas de tuerca predecibles, incluso una inevitable (es el hijo del tipo que mataste ¿qué esperabas?) terminan haciendo medio mala una película que podía ser aceptable.