Violencia en primera persona Hardcore: misión extrema mezcla el mundo de los videojuegos, la ciencia ficción y la acción extrema. ¿Por qué Hardcore: misión extrema es muy buena? Porque patea el tablero del aburrido convencionalismo mainstream para inyectarle adrenalina y desenfado; porque hace lo que quiere, lo que se propone; porque es concisa; porque deja de lado la trama y se centra en la acción; porque elude las pausas y los descansos; porque se da el lujo de poner en la pantalla grande un videojuego y hacer que eso sea cine; porque es la primera vez que se hace algo así; porque es un mazazo orgásmico para el público gamer; porque en el futuro será recordada como una película alegremente demencial; y porque funciona a la perfección dentro de su propia lógica. La ópera prima de Ilya Naishuller es una apuesta de puesta en escena. Está filmada con cámara GoPro para que todo se vea en primera persona y el espectador adopte la mirada de Henry, el personaje principal, como si se tratara de un videojuego perteneciente al subgénero POV (point of view, punto de vista). Henry se despierta en un laboratorio convertido en un cyborg. A su lado está Estelle (Haley Bennett), una rubia arquetípica que dice ser la esposa, y que es también la científica que lo acaba de volver a la vida (la belleza estereotipada de la mujer es un chiste). Cuando Estelle quiere hacerle los últimos ajustes de sonido, entra en escena el villano megalómano con poderes telequinéticos llamado Akan (Danila Kozlovsky), quien quiere formar un ejército de cyborgs. Henry y Estelle consiguen escapar y los mercenarios de Akan intentarán atraparlos por toda la ciudad de Moscú. También está Tim Roth, que aparece dos minutos y hace del padre que le repite una frase memorable a Henry. Y sin dudas el que se luce mal actuando (“mal actuando” porque no hay que olvidar que todo es un chiste, y todo tiene que ser sobreactuado para que sea auténtico, para ir en contra del realismo del cine de primera) es el sudafricano Sharlto Copley, quien interpreta al otro personaje importante, un tal Jimmy, un freak desconocido que adopta distintas facetas. Hardcore: misión extrema es una comedia atolondrada que va al palo; es violencia pornográfica hardcore con muchos momentos de epifanía gore; es una perfecta fusión entre el mundo de los videojuegos en primera persona, la ciencia ficción y la acción más extrema, en la que la técnica POV es la principal protagonista. Es una película para verla con joysticks imaginarios. Es escandalosamente anárquica. Es pura actitud punk.
Una chica regresa sola a casa de noche es una película de vampiros que se destaca entre la gran cantidad de filmes del género. Todas las películas de vampiros son de amor. Tener que morder un cuello para alimentarse es de por sí un acto romántico. Al menos desde el siglo XIX se ha utilizado la figura del vampiro como la del eterno enamorado, como la de ese freak imperecedero y de aspecto pálido que deambula por las noches en busca de sangre. Una chica regresa sola a casa de noche, la ópera prima de Ana Lily Amirpour, es otro ejemplo sobresaliente de filme independiente de género. Como en la reciente Cuando despierta la bestia, acá también la protagonista es una joven mujer, y acá también se pone en funcionamiento un micromundo en el que los hombres son el verdadero mal, y en donde no hace falta explicar nada con palabras porque es el lenguaje del cine el que se encarga de narrar y de hacer avanzar la historia. Una misteriosa mujer camina por las calles de Bad City, una ciudad iraní oscura, como salida de un comic noir. La mujer es la chica del título (interpretada por la actriz Sheila Vand), una especie de viuda negra teen, de policía vampírica encargada de vigilar la noche y de impartir castigo a quienes se corran un milímetro de la corrección política. La chica vampiro es melómana y a veces le gusta andar en patineta. Una noche conoce de casualidad a un chico (Arash Marandi) y se da cuenta de que algo le pasa. El muchacho anda metido en las drogas y se encarga de cuidar a su padre viudo, un heroinómano crónico que sufre ataques de abstinencia. No es que ella se da cuenta de que él es distinto. Simplemente se enamora. Y la vulnerabilidad del vampiro, su kryptonita, es la ponzoña del amor. A la palabra “vampiro” nunca se la nombra porque no hace falta, basta con mostrar el destello de un colmillo afilado para entender todo (a lo sumo se nombra a Drácula como un personaje). El gran acierto está en la fotografía de Lyle Vincent. La decisión del blanco y negro (que es una decisión de puesta en escena) es correcta. Y la incidencia de la música en la trama es de suma importancia (por momentos remite al spaghetti western). El fuera de campo de la política y el contexto socio-histórico es la crítica sutil a la cultura misógina de ese país. Y la aparición de un gato es fundamental, ya que sirve como símbolo a descifrar. La película de Amirpour es una joya electro-pop, un filme extraordinario por su inteligencia y su virtuosismo. Sería un error no verla. Sería un pecado no amarla.
La productora de J. J. Abrams sacó a luz una nueva y genial criatura Muy de vez en cuando ocurre el milagro y la cartelera sorprende con algún estreno que nos retrotrae de una bofetada a la época en que éramos espectadores puros que nos dejábamos llevar por la historia. En la genial y extraordinaria y enorme Avenida Cloverfield 10 está todo: La dimensión desconocida y las series de misterio, las películas de monstruos clase B, las de psicópatas, las de suspenso, los thrillers psicológicos, las teen movies ochentosas, las de superhéroes. Todo lo que amamos está concentrado de manera magistral en esta gema que llegó con poco ruido y muchas nueces. Y detrás de la criatura está la reputadísima Bad Robot, productora de J.J. Abrams, el nerd prodigio de Hollywood, que tiene en manos y en mente una idea grandota y ambiciosa y multiforme con el nombre genérico de Cloverfield, un misterioso proyecto X que pretende hacer una antología que reúna y homenajee y celebre las cintas de género de antaño y sus perlas injustamente olvidadas. Datos importantes: es el debut en la dirección de Dan Trachtenberg. El rodaje fue casi secreto. Los protagonistas no sabían el título de la película. Fue filmada en orden cronológico y en una sola locación. Además contó con un presupuesto de 15 millones de dólares y una campaña que incluyó extraños sitios web. El elencazo está conformado por tres actores que hacen y deshacen un trabajo superlativo. Mary Elizabeth Winstead, quien para todos es y será siempre Ramona Flowers (el personaje de Scott Pilgrim); John Goodman, que interpreta a un hombre que no es tan bueno y que la rompe como de costumbre; y un ignoto pero no por eso menos virtuoso John Gallagher Jr., cuya actuación de secundario es inmejorable. Su argumento no tiene relación con el de Cloverfield: Monstruo, película que también pertenece a la factoría de Abrams. Es difícil contar la trama sin caer en spoilers, a no ser que se comente sólo la sinopsis. Una joven mujer, llamada Michelle (Mary Elizabeth Winstead), conduce su auto por la ruta y una camioneta que aparece de la nada la choca de atrás. Cuando recupera el conocimiento está esposada, con una pierna lesionada y en el búnker a varios metros bajo tierra de un tal Howard (John Goodman), quien dice que le salvó la vida de una guerra nuclear que se libra en la superficie y de otros peligros. ¿Qué hacer? ¿Cómo escapar? ¿Dónde están los monstruos? ¿Arriba o abajo? No es una exageración afirmar que el planteo filosófico de Avenida Cloverfield 10 es inmenso. Pero también hay mucho amor por los géneros que cruza y está llena de sutilezas y guiños cinéfilos. El manejo del suspenso es hitchcockiano, con gran capacidad para compenetrar al espectador en su clima. La puesta en escena es un prodigio y el guión no tiene fisuras. Avenida Cloverfield 10 es una bendición que van a disfrutar todos los que aman el cine. Los que lo aman de verdad.
Filme torpe e ingenuo El filme trata sobre un romance entre una agente de policía y una joven menor que ella. Cae en lugares comunes y estereotipos torpes. ¿Hasta cuándo vamos a ver a Julianne Moore con alguna enfermedad? Al menos desde Safe, obra maestra de Todd Haynes, hasta hoy la hemos visto en el mismo papel (algunos mejores que otros). Basada en un caso real, De ahora y para siempre cuenta la historia de Laurel Hester (Moore), una policía homosexual de Nueva Jersey, que se enamora de Stacie Andree (Ellen Page), una mujer mucho más joven que ella. El romance, no exento de dificultades, da un giro cuando a Laurel le diagnostican una enfermedad terminal. Ella brindó su servicio durante 23 años y ahora quiere que le concedan la petición de asignar sus beneficios de pensión a Stacie. Sólo pide igualdad. La vergüenza ajena se apodera del filme de Peter Sollett porque todo es de una sobreactuación insoportable. Lo de Ellen Page como Stacie no se puede creer. Ser lesbiana para el director es el estereotipo más inverosímil que se puedan imaginar (ellas ven béisbol en la tele y Stacie arregla una moto, por ejemplo). Todo está como montado por un estudio más interesado en facturar que en hacer cine y el intento por hacer militancia en la causa es retrógrado, ingenuo y torpe. No se piensa la puesta en escena, las actuaciones son malas (Steve Carrell tiene un papel ridículo), el guion da saltos terribles, no se logra construir el drama para que el espectador sienta y viva lo que están sufriendo los personajes. Los lugares comunes y los golpes bajos están mal utilizados y por momentos hasta se convierte en una falta respeto a la comunidad gay.
La aventura del hombre En la nueva película basada en el clásico libro de Rudyard Kipling, Disney demuestra que se puede hacer algo digno con la tecnología y el 3D. El cine de aventuras renace con emoción en esta nueva entrega de El libro de la selva, la película basada en el famoso libro de Rudyard Kipling en el que un niño crece en el medio de la selva. En 1942 los hermanos Korda filmaron la primera versión y posteriormente Disney se encargó de reactualizarla en forma de animación (la hizo en 1967, en 1994 y una secuela en 2003). Esta vez la compañía del ratón Mickey vuelve sobre este relato de supervivencia y le da la dirección a Jon Favreau, quien ya demostró capacidad en el manejo del entretenimiento y talento en el género en Iron Man 1 y 2. El director entiende que el cine es movimiento y el movimiento es la chispa que enciende el fuego de la aventura. Y no se puede empezar una buena película si no es corriendo, si no es con el vértigo puesto al máximo para que de entrada el espectador se sujete a la butaca y quede prendido y encantado. El “cachorro” humano huérfano es Mowgli (interpretado por Neel Sethi), quien todos los días se entrena en la selva con la pantera, su amigo y primer padre adoptivo y quien lo encontró después de que el tigre más malo del reino animal matara a quien aparentemente era su padre. La pantera es también quien se encarga de llevarlo a vivir con una manada de lobos para ponerlo a salvo de las garras asesinas. Como en toda buena película de aventuras, los malos y los buenos, el mal y el bien quedan rápidamente definidos. Habrá que luchar por la supervivencia y huir del enemigo. Para el tigre malo, los humanos son el Hombre. Y el Hombre hace daño y si hay un humano entre ellos hay que eliminarlo. Es así que Mowgli tendrá que abandonar su hogar si quiere salvar su pellejo y el de sus amigos, lo que en el género es la excusa perfecta para que empiece la aventura, un viaje que siempre trae, además de obstáculos y problemas, aprendizajes de todo tipo. Hay un homenaje entre gracioso y serio a Marlon Brando en Apocalypse Now. También hay sección musical pero en menor medida. Y los movimientos de cámara tienen la función de facilitarle al espectador el sentido de los desplazamientos y las peleas de los personajes. Mientras Zootopia sigue en cartelera, El libro de la selva se le suma como otro tanque de Disney con animales que hablan. Si bien los animales y el paisaje están digitalizados, esta película es una demostración de que se puede hacer algo digno con la tecnología y el 3D. Acá se aprovecha la técnica al máximo y se la aplica con un sentido cinematográfico.
Las brujas de Hollywood La historia del guionista Dalton Trumbo, protagonizada por Bryan Cranston, el actor de Breaking Bad. En la década de 1930, como reacción a la Gran Depresión y al auge del fascismo, miles de estadounidenses se sumaron al Partido Comunista. En 1943, el guionista Dalton Trumbo se afilió al partido. Luego vino la Guerra Fría, que intensificó las persecuciones y dio inicio al macartismo, una “caza de brujas” impulsada por el senador Joseph McCarthy. Todo comunista era considerado alguien que iba en contra de los ideales democráticos. Se creó el Comité de Actividades Antiestadounidenses y cientos de personas que trabajaban para Hollywood fueron proscritas. La industria cinematográfica hacía todo lo posible para eliminar las “influencias subversivas antipatrióticas” y los sospechosos pasaban a integrar las listas negras. Regreso con gloria, la biopic de Dalton Trumbo dirigida por Jay Roach y protagonizada por Bryan Cranston (basada en el libro Dalton Trumbo, de Bruce Cook), cuenta la fascinante historia de este talentoso escritor que, para no ser perseguido, se tenía que esconder en pseudónimos para firmar títulos como El niño y el toro, La princesa que quería vivir, Espartaco, entre muchos otros. La forma elegida por Jay Roach es clásica. Hay que entretener y dejar conforme al espectador menos exigente y, por lo tanto, la narración tiene que ser lineal y clara. La lectura que hace Roach (y el guionista John McNamara) de la vida de Trumbo quizás sea correcta, porque de alguna manera hace lo que hacía su personaje, es decir contar una historia pensada más en el entretenimiento que en lo cinematográfico. El problema es que la historia de ascenso, caída y redención de este guionista estrella fue mucho más compleja y fascinante como para ceder en la forma, tan cercana al qualité o al cine industrial. El autor de la excelente Johnny tomó su fusil escribió guiones geniales y merecía que se pensaran más a fondo las tensiones que se generaron en torno a su figura. El caso Trumbo desnudó el corazón de Hollywood. Fue un hombre que caminó por la cornisa de la delación sin caer en ella. Lo valioso de Regreso con gloria es que muestra los costados más polémicos de la personalidad de Trumbo: su ambición, los malos tratos con su familia, sus ganas de ser reconocido a toda costa. Pero lo más destacable de la película es su coraje para dejar en claro que esa pequeña estatuilla dorada llamada Oscar está bañada en sangre.
Entre la fe y la razón, La resurrección de Cristo es un péplum religioso con giros detectivescos. Año 33 de la era cristiana. Desierto de Judea. Un hombre se aproxima. Es Clavius (Joseph Fiennes), un tribuno de la antigua Roma, la mano derecha de Poncio Pilato (Peter Firth). Llega a una casa. El señor que lo atiende le pregunta qué pasó. Flashback para contar una historia violenta y sobre la fe. Un hombre recién sepultado desaparece. Los rumores dicen que resucitó. Algunos lo confirman. ¿Qué pasó el tercer día después de la crucifixión de Jesús el nazareno? Las muchas versiones confunden. ¿Cuál es la verdad? ¿Es cierto que antes de morir dijo a sus discípulos que iba a resucitar? ¿Quién es este personaje? ¿Qué pasaría si se confirmase la descabellada versión de sus seguidores? Sobre estas dudas se desarrolla la historia de La resurrección de Cristo, el péplum religioso con toques detectivescos dirigido por Kevin Reynolds. La película se construye sobre las versiones que empiezan a sembrar los apóstoles. Clavius necesita encontrar el cuerpo desaparecido para ponerle fin a lo que cree es una farsa peligrosa para la tranquilidad del pueblo. Por un momento el filme amaga con una tesis interesante: el cristianismo se fundó sobre un misterio: la desaparición del cuerpo de Jesús. Pero luego la trama se encauza y toma el camino que ya se conoce (y este es su punto débil). Al tercer día Yeshúa resucita y el Clavius descree del hecho. Se pone a investigar. Tampoco cree en la versión que dice que los discípulos secuestraron el cadáver. Clavius sabe que hay algo más. La metodología que usa es el interrogatorio. Es ahí cuando la película se convierte en un policial de la antigüedad mezclado con película de aventura. Pero La resurrección de Cristo también es una película de amistades masculinas fraternales. Y esa combinación de géneros que hace Reynolds (por momentos lograda, por otros no) es lo que singulariza a esta versión de la resurrección del rey de los judíos. Estamos ante un género popular que se puso de moda en las décadas de 1950 y 1960. A partir de entonces, cada semana santa, tanto la televisión como el cine se inundan de este tipo de películas. Y todas son buenas porque el personaje principal es demasiado carismático como para fallar. Las enseñanzas de Jesús se basan en la fe y su arma para predicarla es el amor. No hay nada que pueda contra eso. Es algo que supera al espectador, sea creyente o no.
El guerrero dragón más adorable del cine ya está de vuelta con sus amigos furiosos (Víbora, Tigresa, Mantis, Mono, Grulla) y el maestro Shifu y el sabio Oogway y su padre adoptivo el pato y toda la iconografía de la tradición China y el kung fu. Otra vez vuelve el asombroso y torpe panda elegido para salvar la aldea y el Palacio de Jade de las garras del malvado Kim. Al igual que en el fútbol, equipo que gana, equipo que no se toca. Y DreamWorks lo sabe y apuesta una vez más a la fórmula del éxito de su saga más punch y esperada y genial. Kung Fu Panda 3 cumple y satisface y se vuelve a destacar por su potencia visual y pirotécnica y su montaje frenético y su sentido de la diversión. Es una animación innovadora, con personajes bien tratados (todos son importantes, desde el protagonista hasta el más secundario) y un atado de gags sutiles y efectivos, de esos que sacan las carcajadas con ganas. Los movimientos de cámara ya son característicos en esta franquicia: circulares, con travellings hacia adelante con mucha rapidez, zooms que van a toda velocidad siguiendo a sus personajes mientras corren y saltan y pelean, planos de cortísima duración que por momentos adquieren un vértigo palpable. En pocas palabras, el filme dirigido por Jennifer Yuh y Alessandro Carloni recurre a todos los recursos formales que hagan de la película un producto más dinámico y, sobre todo, más entretenido. El trabajo técnico y de producción es sorprendente (si se la ve en 3D la experiencia es verdaderamente maravillosa). Los colores tienen vida propia y cada movimiento de cámara tiene una lógica, logrando escenas hermosas y llenas de luz, con una banda sonora de Hans Zimmer a la altura. Esta vez el filme se pone más taoísta y místico y se revela el origen de Po, quien se encuentra con su padre biológico y regresa a la aldea de los pandas de la que nunca tendría que haber salido. El oso karateca vuelve con los de su especie con una misión precisa: descubrir quién es para poder dominar el Chi (la energía que fluye en todo ser vivo) y así vencer la fuerza destructora e imparable de Kim, un viejo compañero de Oogway que fue condenado al lado oscuro por su incontenible ambición. Kim volvió para sacarles el Chi a los maestros de la China y a todo aquel que se interponga en su camino. Pero Kim también es una especie de Ying para un Yang, que es Po. Los problemas interiores y el preguntarse quién es uno se materializan en una batalla épica y satírica. ¿Es Kung Fu Panda 3 un diálogo con la voz del interior? Sí, pero no sólo eso: nunca una película de animación ha creído tanto en la fenomenología del espíritu.
Memoria de un luchador La película de Alejandro Magnone indaga con amabilidad en la etapa crepuscular de la vida. Tadeusz (Héctor Bidonde) tiene 90 años, nació en Polonia, es judío y comunista. Luchó en la Guerra Civil Española junto al batallón de voluntarios extranjeros. Después vino a la Argentina y se dedicó a la albañilería para olvidar todo. Trabajó en la perforación del túnel del subte de Buenos Aires. Pasó los años bajo tierra hasta que se jubiló. También es un experto ajedrecista. El nonagenario tiene que tomar pastillas para la memoria, pero se niega a hacerlo porque dice que el medicamento afecta su vida sexual. A pesar de la edad, se las ingenia para hacer travesuras, como estar de novio con una veterana. Tadeusz quiere seguir haciendo las cosas que hacía de joven y no hace caso a los consejos de quienes lo rodean, en especial a los de Orlando, una especie de hijo adoptivo que lo cuida. Dedicada al padre, abuelos y maestros del director Alejandro Magnone, Subte–Polska trata con mucha ternura a sus personajes. Es una película amable sobre la memoria y el crepúsculo de la vida, con momentos muy graciosos y actuaciones sólidas, sobre todo la del protagonista, que es el que sostiene el filme. El único que desentona (y no porque sea un mal actor) es Miguel Angel Solá, que hace de un anciano cuando no lo es, y cada vez que aparece interrumpe el realismo de la historia.
Experimento con seres humanos Leal: Parte 1 empieza a cerra la saga “Divergente”. La película suma elementos de ciencia ficción y tiene algunos momentos inspirados. Dos breves y necesarios recordatorios a modo de contexto: tanto Divergente como sus hermanos políticos Los juegos del hambre y Maze Runner son el producto de un doble mercado: el editorial y el cinematográfico. En el primer caso están enmarcados dentro de una moda de best seller para jóvenes, publicados por entregas. En el caso del cine, hay que señalar que estas sagas son herederas de las Teen Movies (películas de adolescentes), que florecieron y proliferaron en la década de 1980 (acá también todo se tiene que segmentar para crear una necesidad de consumo). El segundo recordatorio tiene que ver con la historia de la franquicia que nos ocupa. Para los que no vieron las dos anteriores (Divergente e Insurgente), estamos ante un mundo apocalíptico y desintegrado y copado por jóvenes divididos en facciones (Erudición, Osadía, Abnegación, Verdad y Cordialidad). La acción se desarrolla en una Chicago que funciona como un laboratorio con edificios y calles humeantes y llenas de escombros, un gran experimento con seres humanos controlado por alguien a quien todavía no se conoce. Las facciones sirven para mantener la paz y los divergentes son aquellos que no entran en ninguna, como en el caso de Tris (Shailene Woodley), quien se pondrá al hombro una misión imposible: escapar para salvar el mundo. En Leal, primera parte de la tercera entrega de la serie creada por Veronica Roth (la autora de las novelas), la cosa se pone más sci-fi y se revelan algunas verdades. Tris, siempre en compañía de Cuatro (Theo James), y los otros divergentes se escapan de Chicago y cruzan el muro para ver qué hay más allá de esa enorme pared que los aísla y los divide. Después de escaparse del grupo liderado por Evelyn (Naomi Watts), los fugitivos atraviesan un desierto rojizo y con agujeros de ácido por todas partes (una estética de paisaje distópico con un leve parecido a la de la reciente Mad Max), donde se les abre una especie de puerta a otro mundo aparentemente mejor, con unos tipos en unas naves espaciales que los vienen a “salvar” (los efectos de ese otro mundo, como de realidad virtual, pixelada, son un punto a favor). El sitio al que llegan es la Oficina de Bienestar Genético, cuyo máximo jefe es un tal David (Jeff Daniels), quien pretende purificar el genoma humano (aquí entra el elemento de la ciencia ficción) para salvar a los de la periferia. Y como todo es esquemático y cuadradito y sin matices (hay dos tipos de personas: los puros y los dañados), Tris se entera de su condición de pura y de la maquiavélica idea de David, ese gran hermano orwelleano de carne y hueso que controla todo para sembrar el caos y así seguir imponiendo una falsa realidad. La película se disfruta, sobre todo en las escenas de acción (no son muchas), y se agradecen algunos planos dignos de la mejor ciencia ficción. Además de la destacable banda sonora, Leal tiene brevísimos momentos de vuelo inspirado e inspirador que nos hacen creer que estamos ante una gran película del género. Después todo vuelve a su chatura habitual, aunque sin desentonar y sin dejar de cumplir su objetivo.