Basada en la novela Bajo este sol tremendo de Carlos Busqued, la nueva película de Israel Adrián Caetano construye un clima tan tenso como verosímil. Cetarti (Daniel Hendler) viaja a Lapachito, el pequeño pueblo en el que vivían, y aparecieron asesinados, su madre y su hermano. Allí conoce a Duarte (Leonardo Sbaraglia), un antiguo militar y amigo del asesino de su familia, que le ofrece conseguirle el seguro que le corresponde por lo sucedido. Al estar desempleado y no tener demasiados proyectos, Cetarti permanece en el lugar más tiempo de lo esperado, y durante ese período irá conociendo en profundidad tanto a Duarte como a los “negocios” en los que está involucrado. El otro hermano (2017) es una película cruda en la que el público se inmiscuye sin mediaciones. Desde el inicio se genera una atmósfera densa que por momentos sofoca, pero que a la vez produce la necesidad de conocer cuál va a ser el destino de los protagonistas. Porque lo dramático del film está presente en cada uno de ellos: son personajes tan desesperanzados y aislados de la sociedad como el pueblo mismo en el que transcurre la narración. La interpretación de Sbaraglia es sobresaliente; además de darle la posibilidad de mostrar su virtuosismo actoral en la faceta de malvado, le valió el premio a Mejor Actor en el Festival de Málaga. Hendler realiza un buen trabajo y Ángela Molina se destaca. El director de Bolivia, Un oso rojo y Pizza, birra, faso, entre otras películas, vuelve a desplegar su talento para dirigir. Caetano logra transmitir lo que sucede, apoyándose también en las actuaciones y la fotografía. Corrupción, ambición e injusticia son algunos de los tópicos que atraviesan a El otro hermano. Un thriller en el que se muestra lo peor de los seres humanos y de la sociedad a la que pertenecen.
La ópera prima de Fernán Mirás ofrece un acercamiento al sistema legal a través de un caso verídico. Gloria Soriano (Paola Barrientos) es una abogada que siente desencanto de su profesión. Pero su vocación comienza a despertarse cuando, en la defensa de un acusado de violación, tiene que litigar contra la Fiscal Rivas (María Onetto), quien fue su profesora en la Facultad. El vínculo que uno al Juez (Darío Grandinetti) con la Fiscal incentiva a Gloria a investigar sin pausa. El peso de la Ley se centra en un sólo expediente, pero a través de ese se refleja la forma en la que el sistema judicial trata a las personas de clase baja. Precisamente, lo más interesante – y difícil – de la película es ver el poco interés que se le destina a los casos en los que está involucrada gente humilde. Claro que la excepción es el personaje de Barrientos, quien compone a una heroína tan común como real (además de los contratiempos de sus superiores sobrelleva los prejuicios por su renguera). Mirás construye una historia llevadera que roza lo grotesco y tiene momentos de comicidad. Los personajes responden a ciertos estereotipos que están en consonancia con el tono del film. Las escenas más interesantes son las protagonizadas por Barrientos, Onetto y Grandinetti. Sus actuaciones son muy buenas, al igual que las del resto del elenco, que está integrado por varios actores marplatenses. Basada en un hecho real, El peso de la Ley genera una reflexión inevitable. Porque además de un caso de injusticia, pone en foco los entramados que la producen.
Después de The Chaser (2008) y The Yellow Sea (2010), el realizador coreano Na Hong-ji sumerge al espectador en una historia oscura y con ingredientes interesantes, aunque no suficientes para conformar una totalidad efectiva. Reiterados asesinatos modifican la tranquilidad de un pueblo coreano. Los rumores comienzan a relacionar los hechos con la reciente llegada de un nuevo vecino: un anciano japonés que no se comunica demasiado con el resto de los habitantes. En un contexto en el que la superstición tiene cada vez más sentido, uno de los policías encargados de investigar se involucra en primera persona cuando percibe que su familia está siendo amenazada. En presencia del diablo (Goksung / The Wailing, 2016) es un film de terror que logra que el espectador se involucre con el argumento desde el inicio. Y a medida que transcurren las situaciones, la tensión avanza hasta generar una expectativa que el guión no abandona, pero tampoco resuelve completamente. El film de Na Hong-ji tiene particularidades que lo hacen atrapante y también similitudes con otros del género, como por ejemplo El exorcista. La posibilidad de que existan fantasmas, la idea del diablo como intangible, y la necesidad de recurrir a lo espiritual para salvarse (en este caso específico a chamanes) son algunos de los aspectos que aborda el film. No hay dudas de que el público se retirará del cine pensando en lo que vio. Porque la historia atraviesa, en el mejor o peor de los sentidos, y no es indiferente.
Dirigida por Martín Scorsese y basada en el libro de Shusaku Endo, Silencio (Silence, 2017) es una película que atrapa tanto por el tema como por el contexto histórico al que hace referencia. Siglo XVII. Sebastián (Andrew Garfield) y Francisco (Adam Driver) son dos jóvenes sacerdotes jesuitas que deciden viajar a Japón para buscar a su mentor (Liam Neeson), quien supuestamente fue torturado porque el Catolicismo en el país oriental estaba prohibido. Como es habitual, Scorsese ilumina historias que suelen ser poco conocidas por el público. Esta película cumple con ese aspecto: presenta un tema histórico, interesante y pocas veces retratado en la pantalla grande. Y precisamente ese es su mayor acierto. Desde el inicio se destaca la fotografía de la película (nominada en esa categoría al Premio Oscar). En paralelo a la correcta ambientación que recrea una época oscura y poco comprensible para los occidentales. Además de la crudeza extrema de varias escenas, la principal falla del film es la duración, ya que da la sensación de que le sobran demasiados minutos. Sin embargo, lo interesante del final lo compensa. Las actuaciones de Garfield y Driver son muy buenas; mientras que Neeson hace lo propio con un personaje que necesita de la maduración de su interpretación. Con el tiempo y haciendo futurología, es probable que Silencio se convierta en esos ejemplos cinematográficos a los que se recurre cuando se quiere mencionar un tema puntual de la historia. Pero en lo inmediato, cuando el espectador se retira del cine, provoca una reflexión ineludible sobre el hombre, su cultura, y las atrocidades que realizó (o aún realiza) en nombre de la religión.
La comedia de Gabriel Nesci presenta un argumento sencillo que entretiene. El resultado es bueno, principalmente, porque se sustenta en la actuación de Santiago Segura (que sorprende con un personaje completamente distinto a Torrente). Hace 25 años tres amigos integraron un grupo musical que jamás logró el éxito masivo. Con la idea de recuperar lo que alguna vez tuvieron, Axel (Santiago Segura) regresa a Buenos Aires para buscar a sus ex compañeros: Lucas (Diego Torres), un abogado desempleado de forma sorpresiva, y Javier (Diego Peretti), un profesor de Biología que no logra comunicarse con su hijo adolescente. Además del grupo, intentarán rearmar sus vidas. La película dirigida por Gabriel Nesci es divertida de comienzo a fin. Aunque tiene altibajos necesarios y el “chiste” no es constante, la mayoría de las veces la risa surge de los diálogos de sus tres protagonistas: Peretti, Torres y Segura triangulan a la perfección. Y salen bastante airosos en los momentos en los que el argumento les exige que demuestren dotes musicales (en el film Torres oficia de baterista y le deja el lugar de cantante a Peretti). También hay que destacar las actuaciones de Claudia Fontán y Florencia Bertotti. Nesci cuenta muy bien una historia en la que aparece el paso del tiempo y la necesidad que tienen los seres humanos de cumplir las asignaturas pendientes. Además pone el foco en la importancia de la amistad y los vínculos verdaderos. Casi leyendas es una película que entretiene. Una historia simple de la que se desprenden aristas interesantes, sensibles, y por qué no reflexivas, que son tamizadas por la comedia.
Bajo la dirección de Pablo Larraín, lo mejor de Jackie (Jackie, 2016) es la actuación de Natalie Portman y el hecho de mostrar aristas privadas y probablemente desconocidas de la vida de la mujer de John F. Kennedy. Jacqueline Kennedy (Natalie Portman) acepta ser entrevistada por un periodista gráfico (Billy Crudup) después de que su marido fuera asesinado. Tomando ese punto de partida, la película indaga los sentimientos de la ex primera dama de los Estados Unidos, luego del atentado. Larraín recrea a la perfección la época, valiéndose tanto de los sitios como de la vestimenta y el peinado correspondientes. Además mimetiza dentro del film algunos fragmentos reales en blanco y negro que fueron televisados en ese momento. También utiliza el recurso de ir y venir en el tiempo para dar como resultado un rompecabezas entendible, que es acompañado por una gran banda sonora. La actuación de Portman es formidable. Y se nota que los gestos y movimientos de Jackie fueron estudiados al detalle por la joven actriz para que su personaje tuviera credibilidad. Jackie es un film intimista y desconcertante. Porque si bien la historia es conocida mundialmente, Larraín destaca los entretelones que no se hicieron visibles: el carácter, los sentimientos, la frialdad y las debilidades de una mujer que dejó huella en la política y sociedad norteamericana.
Dirigida por Chad Stahelski, la película protagonizada por Keanu Reeves es una aceptable secuela que los amantes del género disfrutarán. El asesino John Wick (Keanu Reeves) vuelve al ruedo para ayudar a un antiguo socio. En esta segunda parte debe viajar a Roma, ciudad en la que tiene que enfrentarse con los homicidas más peligrosos del mundo. John Wick: Un nuevo día para matar (John Wick: Chapter 2, 2016) se centra en cómo el protagonista realiza múltiples asesinatos. En ese sentido, lo que hay que destacar es la forma en la que están filmadas las batallas: especialmente, la escena que se desarrolla en un salón de espejos. Reeves se compenetra con su personaje. Y su interpretación, junto a la dirección de Stahelski, logra que algunas peleas se asemejen a coreografías en las que sobresale el estilo. La película continúa el sarcasmo de su antecesora. Aspecto que le aporta dinamismo y la hace llevadera, teniendo en cuenta que mayormente está conformada por escenas de acción.
Recreada a través de la animación, la ciudad de París es una protagonista indiscutida en la película dirigida por Eric Summer y Eric Warin. Felicia (voz de Elle Fanning) es una joven que vive en un orfanato y tiene un sueño: ser bailarina. Para hacerlo realidad decide escaparse a París, junto a su mejor amigo Víctor (voz de Dane DeHaan). Algunos sucesos imprevistos le permiten ingresar y tomar clases de ballet clásico en la Ópera, pero para ser aceptada por el entorno, primero deberá confiar en ella misma. Bailarina (Ballerina, 2016) es un film especial para los chicos, dado que muestra la importancia del esfuerzo y la dedicación en todo lo que se emprende. Pero los adultos también pasarán un rato entretenido junto a los más pequeños. Además las temáticas que indaga podrán servir de disparador para reflexionar sobre distintos aspectos. Lo más significativo de la película es la animación: tanto las calles de París como los detalles del interior de la Ópera están muy bien logrados. Y ese escenario verosímil es un excelente despliegue visual que complementa el trabajo de las figuras humanas (un poco más ficticias que los escenarios, pero sobresalientes en cuánto a los movimientos, en especial en las partes de danza). Summer y Warin llevan a la pantalla grande una historia de superación personal. Ideal para creer en los sueños. Y por qué no, en que pueden hacerse realidad.
Lo mejor de la película de Damien Chazelle es la química que existe entre Ryan Gosling y Emma Stone. Sus actuaciones sustentan un film que entretiene y mantiene la atención del espectador, aunque sólo se queda en las buenas intenciones. Mía (Emma Stone) sueña con ser una gran actriz de Hollywood, y Sebastián (Ryan Gosling) con ser un pianista consagrado y tener un bar en el que se escuche jazz tradicional. Cuando se conocen se enamoran y comienzan una hermosa relación, en la que surge tanto la necesidad de acompañarse para concretar sus proyectos como las diferencias de espacio y tiempo que existen en cada anhelo personal. Situada en la actualidad, pero enmarcada en un escenario con reminiscencias del cine clásico, La La Land (La La Land, 2016) es una película musical que no decepciona. Sin embargo, tampoco cumple con todas las expectativas generadas por la gran cantidad de premios que obtuvo (7 Golden Globes Awards, 11 nominaciones a los BAFTA y 14 a los Oscars). Principalmente, se distingue por la banda sonora que atraviesa toda la historia y por las actuaciones de los protagonistas. El amor, los sueños y la importancia de la toma de decisiones son algunos de los temas que desarrolla el film de Chazelle. Y lo hace intercalando instantes reales y mágicos, que el público agradecerá. ¿Es compatible la realización personal con la profesional? La La Land da una posible respuesta a este dilema, entre acordes y pasos de baile.
Las emociones del espectador están en juego todo el tiempo en Un monstruo viene a verme (A Monsters Calls, 2016), film basado en la destacada novela de Patrick Ness. Connor (Lewis MacDougall) es un niño distinto a los demás: pasa sus días cuidando a su madre enferma (Felicity Jones), realizando los quehaceres domésticos y dibujando todo aquello que imagina. En medio de esa realidad aparece un monstruo (voz de Liam Neeson), quien le propone conarle tres historias a cambio de que él le relate una cuarta. Y sin que Connor se dé cuenta, encontrará las respuestas que necesita en las palabras de la nueva criatura que llega a su vida. Después de Lo imposible (The Impossible, 2012), el director español Juan Antonio Bayona le ofrece al público una película que no le será indiferente. Desde el inicio, el argumento interpela los sentimientos y logra una empatía inmediata, tanto con el protagonista como con su historia. El film presenta excelentes efectos visuales que se aprecian, en especial, en las escenas en las que aparece el monstruo. Porque tanto su movilidad como la expresión de su rostro resultan naturales y están en sintonía con la totalidad de la imagen. Aunque el argumento de Un monstruo viene a verme podría caer fácilmente en golpes bajos, este no es el caso. Con calidez y buenas intenciones traduce la dura realidad de un niño a través de sus ojos, convirtiéndola en una invitación a imaginar.