Con reminiscencias a Antes del Atardecer de Linklater y Summertime de Lean, la “copia certificada” del titulo original, se refiere a la novela que el escritor James Miller, interpretado por William Shimmel acaba de presentar. Un libro que no tuvo éxito en su lugar de orígen. Juliette Binoche interpreta a una mujer que ha asistido a la presentación y demostró interés en conocer a James. Esa mañana, salen a recorrer por las pocas horas que tiene James para coger un viaje, entre ellos, Toscana. Caminando por las calles descubrimos personajes que se van adhiriendo a la historia que están viviendo los principales, ir a tomar un café o encontrarse con una pareja que apenas acaba de contraer matrimonio. El entorno influye sobre cada una de las conversaciones que mantendrán a lo largo del film, cada uno expone su opinión, muchas discrepancias salta a la luz. Al ser confundidos de ser un matrimonio, la trama rota con un vuelco de amplio interés. James comienza a jugar a un rol que no le pertenece y ella tambien. Copie Conforme tiene muchos ingredientes que nos gustan ver en cine, ejecutados por una director cuya cámara acompaña al elenco hasta en los mínimos gestos. Link a la web oficial del festival, conferencia de prensa Abbas Kiarostami y Juliette Binoche: http://www.festival-cannes.com/en/mediaPlayer/10614.html
Saladillo for import. Conozcamos a Julio Midú. Un prometedor realizador de la ciudad bonaerense de Saladillo quien junto a Fabio Junco sostiene la Fundación y el Festival Nacional de Cine con Vecinos (que ya va por su 8º edición este año), dirigieron alrededor de una veintena de films, entre ellas Crisálidas y El Ultimo Mandado, cine artesanal que cuenta con la peculiaridad de incluir a los vecinos en los distintos rubros que abarca la realización de una producción cinematográfica tornando la experiencia hacia un perfil comunitario, casi sin dinero y utilizando actores no profesionales, hace doce años que trabajan juntos luego de realizar sus estudios y egresar de la Enerc. Hermanitos…es un producto plenamente enfocado al público familiar que concurre a las salas de cine específicamente en las vacaciones invernales, destinado a los más pequeños la trama es sobrexplicada con matices extremadamente marcados, delineando quienes son los buenos y malos en esta historia por nombrarles un ejemplo. Diego Topa y Mariana “Muni” Seligman, conductores de programas en Disney Channel, interpretan a Pato y Pirucha, dos encargados en un establecimiento que alberga a niños huérfanos del que se demuestra que sin importar el origen de uno se puede triunfar en la vida (si esto implica convertirse en un empresario exitoso…) como es el caso del interpretado por Gabriel Corrado. Tambien hay lugar para una copia de Cruella de Vil a cargo de la lookeada actriz Norma Pons, quizás el rol mas destacable, gracioso y satirizado, (nemesis de Corrado), una mujer que no la ha pasado nada bien en un hogar y actualmente muy adinerada, cuenta con el afán de hacer cerrar la institución que casualmente se encuentra debido a problemas económicos a punto de ser cerrada. Pato anhela formar parte de un grupo musical para adolescentes llamado “Pandilla de Sol” a quienes con entusiasmo todas las tardes se detiene a ver en el hogar junto a los más chicos. El grupo casualmente de gira por Ushuaia accede al pedido de los más chicos de brindar un recital a beneficio. El film cuenta con momentos musicales variados, canciones atractivas, coreografías un tanto insulsas, un vestuario por demás rococó –es increíble la decisión de mostrar a niños huérfanos vestidos cual se hubieran salida de compras de un shopping, con sus coloridas prendas- y con una palpable buena intención. En rubros técnicos es agradable la mezcla de sonido, como cinematográficamente un tanto despareja entre planos muy bien escogidos frente a otros que perfilan al film hacia un formato televisivo. Gracias a actuaciones como la de Norma Pons y Diego Topa, quien se muestra muy cómodo y carismático en escena, algunos desaciertos del film quedan tapados debajo de una alfombra.
No más Harry Potter Desde mi experiencia personal debo destacar que durante todos estos años padecí la saga de Harry Potter casi en su totalidad. Como cinéfilo empedernido, de esos que a veces no utilizan un filtro a la hora de seleccionar qué ir a ver y muchas veces dejan de lado valiosas propuestas por la falta de tiempo, la errónea elección muchas veces se hace bien visible. Es así como tuve que (empleando un término bastante utilizado en la actualidad, que bien sirve para expresar lo que siento de esta saga) “fumármela”. Pero he aquí la diferenciación y mea culpa. Dentro de los ocho films que conformaron la saga únicamente dos de ellos, a mi parecer, contaron con características atrayentes, sinceras y dignas de una saga que pecó de sobrexplicación, banalidad en la construcción de personajes, irrisoria en las peculiares andanzas de los personajes en la búsqueda constante de un nuevo y mágico elemento en cada una de sus entregas. Una ha sido la magnífica, dirigida por Alfonso Cuarón, Harry Potter y el Prisionero de Azkaban; luego, y para mi sorpresa, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, Parte 2. Existe otro factor muy interesante a tener en cuenta y digno de analizar, implícito en el hecho de que esta saga ha crecido a la par de toda una generación de menores cuando el producto inicial tenía un tinte mayoritariamente infantil, cual cuento de hadas. Esto, con las diversas secuelas y años, generó un cambio tácito en la reestructuración del enfoque de la saga, que cada vez fue tornándose más negra en el sentido de adquirir personajes cuyas problemáticas incluían temas más adultos hasta llegar a un final de edición ágil donde ya, luego de 7 secuelas, muchos de ellos son bien reconocidos por el espectador promedio en matices, rasgos y comportamientos, cuestión que suma un plus en la experiencia de no tener que emplear tiempo del film para desarrollar las vidas de cada uno de los integrantes de la saga. Harry (al igual que todos los espectadores) sabe que en su destino se encuentra el ineludible encuentro con Voldemort, algo esperable desde la primer entrega, un fantástico duelo de magia entre dos seres opuestos, unidos por una situación que, luego de siete films previos, terminó por esclarecerse. Y es aquí donde se encuentra uno de los mayores atractivos de esta propuesta: todo lo que en las anteriores se alargaba tanto como un chicle Jirafa (perdonen, hoy me salió el vejete, ¿existen todavía?) en esta segunda parte de una sexta secuela fluye con mayor naturalidad, con una edición de relojito en comparación con las largas y tediosas explicaciones de las anteriores. Incluso hay lugar para varios encuentros que parecieran parodias, una escena à la Matrix, donde con fondo blanco en su totalidad vemos a Harry y al viejo Dumbledore que debaten sobre la vida y la muerte -sólo faltó la elección de la pastillita de color- y otra escena en la que pareciera haber competencia por mostrar el trabajo de abdominales entre Harry y Ron, cual los Crepúsculo boys. En Hogwarts, una escuela destruida a cargo del profesor Severus Snape, quien habría matado al legendario Dumbledore y tomado su cargo, se plantea un clima de rebeldía ante la llegada de Potter y compinches. Se dedican extensos minutos a una guerra entre magos y un ataque a la inmensa institución, que no aportan grandes emociones bélicas como se han visto en Corazón Valiente, Cruzadas, la trilogía de El Señor de los Anillos y tantas otras. El trabajo actoral es algo que en toda la saga ha sido un placer; saber que un producto comercial cuenta con un cast de lujo no siempre viene emparentado con un resultado que los deje a todos los actores bien parados y, a veces, nos hace preguntarnos si la participación se debió a un abultado caché, la inercia actoral de seguir trabajando o un desafío ante tal magnánima producción. Algo a destacar de la saga, que se repitiera particularmente en Azkaban, es la dirección artística: pareciera que no hay límites en términos de producción, el permitir concretar diseños, estructuras, escenografías. Es grandioso cuando esto sucede en el cine, que en el diseño, los grupos de artistas y mentes pensantes de acorde y en relación a una obra literaria tengan libertades que puedan materializarse y hacerse visibles hasta el más mínimo detalle en la puesta, siempre y cuando sea vital a la obra y no se malgasten estos recursos innecesariamente. Harry terminó, al fin, de la mejor de las maneras, dejando satisfechos a adeptos y a no adeptos también. Para celebrar la saga y en honor a lo que nos estaba sucediendo, con el staff de A SALA LLENA nos fuimos a almorzar y a discutir el film al restaurant chino cuyo nombre hacía alusión al estado en que quedamos: “Todos Contentos”.
¿Y el amor por el cine donde está? Caso ficticio, la importante Cinemateca Uruguaya con sus miles de adeptos y por problemas inherentes a cuestiones técnicas y mantenimiento de equipos proyectores, deudas atrasadas de alquiler del espacio, se ve ante una prominente disminución de afiliados, cancelación de auspiciantes y un camino directo a la extinción. Los programadores, presentadores, interiorizados, casi parte del mobiliario por años, no ven solución y tantos años de vivencias cinéfilas frente a una pantalla hoy los ve despojados, como aquel pichón que vuela del nido, pero a tardía edad, originando un comienzo o despertar de una nueva vida, la externa y social. El actor principal (no profesional), conjuga una interpretación que involucra nostalgia y ruptura frente a los cambios abruptos. Inclusive baila por escaleras una coreografía cual un Fred Astaire limitado, vuelca sus aptitudes de oratoria al inmiscuirse en un aula y hacerse pasar por profesor. Filmada en blanco y negro, formato 1.33:1, qué mas puede pedírsele a una producción tan pequeña y que derrama tanto amor cinéfilo a la platea; una sala de proyección, una mención a El Ciudadano y la manera de ver cine, un programa radial, una presentación frente al público, el corte de entradas, un musical… Junto a Amateur, La Vida Util es otro de los ejemplos presentados en este festival que asumen una posición de reencontrarse con un amor perdido, quizás abandonarlo por un tiempo y reemplazarlo por otro, al menos por un pequeño lapso de tiempo.
Todo tiempo pasado fue mejor… Es la frase que transmite alegóricamente el film cuyo desarrollo en París se limita nuevamente (como es habitual en la filmografía de Allen) a acceder a un elemento fantástico a partir del cual suscitan los repetidos conflictos de pareja planteados a lo largo de su carrera. Es asi como Gil (Owen Wilson), un escritor que se encuentra de vacaciones junto a su novia (Rachel Mc Adams) y suegros, de “colados” en Paris, brindando los detalles finales a su última novela que trata acerca de una tienda que vende antigüedades; he de allí que Gil declara su fascinación por el pasado, la época del 20’ en Francia, o época de oro, donde artistas plástico, escritores, directores de cine renovaron el mundo del arte con sus visiones. Es así como tras una noche de cateo de vinos el elemento fantástico cual una némesis de la Cenicienta, gana un encanto a las doce de la noche: el transporte a ese década tan deseada. Allen ya incursionó en esta materia con La Rosa Púrpura del Cairo (transporte a partir de una pantalla de cine) y con el plan turístico en una de sus últimas (Vicky Cristina Barcelona) donde se limitaba a mostrarnos cual un guía turístico el territorio español, aquí repite la experiencia con cada uno de los recovecos de la ciudad parisina, sus calles, Versailles, la torre, los cafés, etc.. Owen Wilson, lo más destacado del film gracias a su fluidez actoral también repite a quien otro sino a Allen, en un rol similar a los que éste solía interpretar, balbuceando, tartamudeando y generando todo tipo de encuentros y situaciones repletas de histeria, comicidad y conflicto. Los roles de los suegros dan el pie para poder rematar (como también es costumbre de Allen) los gags, el uso de un padre que no quiere a tal persona como candidato de su hija no es nada nuevo. Quedan olvidadas, pequeñas participaciones de Carla Bruni y Michael Sheen, frente a cada uno de los artistas que rondaban por Paris en la época favorita del escritor, personalidades como Cole Porter, Buñuel, Dalí, Picasso, Man Ray, T.S. Elliot…destacándose Adrien Brody como un insistente y apenas gracioso Dalí. Allen no encuentra quien lo reemplace en materia actoral en cine, puede seguir buscando, llevar y filmar su cine en el viejo continente, aunque estaría bueno que ya sea la hora de reinventarse y viajar a otras latides, Latinoamérica podría ser una buena excusa.
Tras la presentada en el Bafici 2009, The Pleasure Of Being Robbed, los hermanos Safdie dan un gran paso adelante con la exquisita y frenética historia de un padre tan desordenado, irresponsable y querible, un marginado de la sociedad estadounidense, divorciado y con dos pequeños y adorables niños. Su trabajo no le brinda lujos económicos, es proyectorista de un cine, su jóven novia es aún mas irresponsable que èl. A su cuidado quedan sus niños por un plazo de una semana aproximada donde, el padre, al igual que en films como Kramer Vs. Kramer, Author, Author! o inclusive la olvidable Big Daddy, hace lo imposible por demostrar cuan buen padre es, los resultados son inversos, cuanto mayor es su esfuerzo, mayores son los inconvenientes que desata y origina. Con un cameo genial de Abel Ferrara, el film que remite a films de Cassavetes por su dinámica y estilo, y bien podría convertirse en el puntapiè inicial para que los hermanos sean tomados en cuenta para proyectos mayores. Con Go Get Some…han demostrado estar a la altura de grandes directores. Ronnie Bronstein logra una de las mejores interpretaciones vistas en el festival.
Yo no me llamo Che, me llamo Carlos... Las primeras imágenes del telefilm presentado el año pasado fuera de competencia integrando la selección oficial en el 63º Festival de Cannes, nos destacan la siguiente mención: “Este film es el resultado de investigación histórica y periodística debido a las controversiales superficies grises en la vida de Carlos, este film debe ser visto como una ficción trazando dos décadas en la vida de un notorio terrorista.” Hecho que nos pone a prueba para poder entender cómo a veces puede tornarse un guión en una especie de trabajo de recolección y reconstrucción histórica, con incertidumbre mediante y tener que encontrar las claves para poder satisfacer un relato cinematográfico. La tarea, encomendada al director francés Olivier Assayas, quien usualmente diverge entre géneros, jamás había abordado en sus obras a un personaje de no ficción. Premiere Partie: 101 minutos El telefilm comienza en las calles de Beirut, tras el asesinato de un líder político defensor del Frente Popular de Liberación de Palestina. Illich Ramirez Sanchez fue entrenado en Jordania en 1970, tres años después es llamado por el Frente para llevar a cabo una misión, para la cual deberá rebautizarse, su nuevo nombre: Carlos. En París, Carlos conoce a André, quien le indica que deberá trabajar desde Londres, ciudad a la que se dirige. Llegan momentos donde las palabras no bastan y es necesaria la acción. Enfrentar el capitalismo con la guerrilla y no en Latinoamérica, el origen de la derecha radica en otras partes del mundo. Lograr la gloria, el aplauso, movilizado por la arrogancia, esa sería la gloria verdadera según sus palabras y donde encontraría su satisfacción. Se plantea la idea de que cada bala corresponderá a una idea. Tras un atraco en la embajada de Francia a cargo de la armada roja japonesa, la activación de una célula alemana que culmina con un intento atentado en el aeropuerto, Carlos siente que las armas son la extensión de su cuerpo, y ve como cada energico plan que propone va concretándose. Su otra debilidad siempre presente, las mujeres. Un tiroteo descomunal en su hogar sirve de brecha para unir la culminación del capítulo y dejar al espectador ansioso, con un clima acertado, sombrío y digno de una comparación a la escena del infierno en el bar donde Al Pacino pasa de ser un hijo a convertirse en un mafioso (El Padrino). Deuxième Partie: 107 minutos Transcurre 1975 en Viena, y viajando en tranvía, Carlos ya presenta un nuevo look, con boina, anteojos, demostrando rebeldía y violencia inclusive en su postura. Los planes cada vez involucran mayores riesgos, y es asi que tiene a lugar el secuestro de un avión tomando rehenes y pidiendo la cifra de 20 millones de dólares, situación que lo obliga a volar a Bagdad y permitir la tardía liberación de estos. A continuación se narra su estadía en Berlin 1976 / 1978, donde el terrorista mas temido alterna entre mujeres y nuevos proyectos en su haber. Troisième Partie: 118 minutos El sexo y los celos llegan a la vida de Carlos, su vinculo se extiende al reclutar a una de sus parejas. Llega la etapa donde se agudizan las relaciones con Moscu y transcurre una fiesta que sirve como nexo a bombardeos en mansalva. En 1985, sale de prisión su pareja, una de las pocas que tuvieron que cumplir condena durante este período, pasando a una etapa donde son frecuentes los pasaportes aduterados e inclusive el hecho de la caída del muro de Berlin, representan en Carlos un nuevo cambio, la militancia adquiriere distintas formas, el deber conformar alianzas y establecer responsabilidades dentro de las organizaciones. El eje se traslada ejerciendo un cambio de la guerra tras la caída del socialismo. Assayas presenta archivos de atentados, comunicados del gobierno asegurando la protección de la población y el material de declaración de persona no grata a la embajada de Siria en París, a quien se atribuyen parte de los atentados. El material de archivo es descomunal. El proyecto surgió bajo la financiación de empresas como Canal+ con el formato de drama televisivo, dividido en tres partes, siguiendo la figura de Carlos, un terrorista internacional, abarcando dos décadas de su vida. Carlos es una superproducción no habitual donde se destaca la reconstrucción de época y rubros como el diseño artístico, vestuario y fotografía. De carácter épico, con rezagos de films como Blow, la reciente Che, El Padrino y trabajos de violencia callejera de Scorsese en relación a la utilización de una banda sonora siempre presente en el transcurso del metraje. Edgar Ramirez es un actor venezolano que maneja tres idiomas, imprescindible, cuya actuación va creciendo exponencialmente al igual que la violencia y el personaje que interpreta a medida que los cargos que le son encominados y experiencia se acrecentan. Carlos “El Chacal”, el hombre que hizo temblar al mundo, ¿Quién puede cuestionarlo acaso?.
Mi reino por un castor. La depresión es un trastorno del estado del ánimo, ocasionada a partir de diversas causas y generadora de vastos síntomas como pueden ser decaimiento, tristeza, disminución en la capacidad para disfrutar y en la actividad laboral, entre otros tantos como el insomnio e inclusive llegar a tener intenciones suicidas. Walter (Mel Gibson) es un deprimido padre de familia, una bien disfuncional como se las ve comúnmente hoy en día, de esas con escasa comunicación entre padres e hijos; su esposa es quien ante el cuadro de su par que notoriamente afecta al clan familiar se aisla y busca quehaceres como la de un soft para construir montañas rusas virtuales y así anularse del tema; su hijo mayor tiene como hobbie pegar ayudamemorias en “post it” sobre una de las paredes de su cuarto para recordar cada mueca o latiguillo característico de su padre y así evitar mimetizarse; el hijo menor apenas percibe todos estos problemas pero nota la ausencia paterna. Luego de dos años de insistir con terapias psicológicas y utilizar fármacos, Walter es echado de su hogar, la situación se convirtió insostenible y comprende que debe hacerlo por el bien de su familia, desganado, sin ánimo, sale a hacer las compras diarias en un supermercado y dentro de un contenedor de basura encuentra un gastado títere de peluche, un castor, elemento que terapéuticamente comienza a utilizar como parte de un auto-tratamiento. Una vez que Walter colocó el títere en su mano, este toma vida, habla por el, y representa todo aquello que quiere expresar y construir, una especie de puente que transita por arriba del problema mayor esquivándolo, convirtiéndose de tal manera en su único sustento para volver a conectarse con sus pares, su familia, su trabajo. Jodie Foster, con una carrera actoral con más de 70 films iniciada en su infancia, logra con éste su tercer film bajo la dirección. Abarcando siempre temáticas familiares y sociales, como hiciera con Mentes que Brillan, su ópera prima acerca de un niño prodigio y Feriado de Familia, sobre una reunión familiar ante el festejo del Día de Acción de Gracias. La Doble Vida de Walter constituye al momento su film más profundo y visceral, desalentador en casi su totalidad por el tono que lleva implícito al acompañar el trastorno que vive el personaje principal, quien crea empatía. En esta une fuerzas junto a su Gibson, co-protagonista en Maverick de Richard Donner, a quien muchos adjudican tal incorporación al elenco como un gesto de amistad entre ambos, ante el mal rato que estuviera transitando el actor debido a inconvenientes personales que tuvieron cabida en medios que se hicieron eco mundialmente sobre sus declaraciones / sucesos de índole homofóbica y violenta. Gibson logra una gran y talentosa actuación al igual que sus pares, se reivindica de decisiones actorales vagas que tomó en los últimos años luego dedicarse a la dirección. La profundidad del guión de Kylle Killen es de utilidad para demostrar cómo gracias a un objeto inanimado alguien bajo un trastorno tan común puede salir a flote de los más profundos abismos en los que pueda encontrarse, el objeto o elemento es una excusa, una herramienta de la que se vale el protagonista que en este caso identifica claramente el problema, pero individualmente no puede resolver.
¿Quién dice que es fácil?. No sólo es uno de los guiones de Solarz que tuvieron traspaso a fílmico, sino el interrogante que se le podría formular a este realizador devenido en director con éste, su debut. Juntos…presenta en sus minutos iniciales el indiscutible sello de Solarz al momento de recrear situaciones tragicómicas vinculadas a las relaciones de parejas, tal como hiciera con ¿Quién Dice…y Un Novio para mi Mujer. Una desopilante escena con un sofá en plena vereda, producto de una discusión conyugal que define la estructura inicial del film y la eventual desestructura, tanto a nivel argumental como postura del director. Peto Menahem interpreta a Gross, un guionista al igual que Solarz, quizás un guiño a El Ladrón de Orquídeas, cuya realidad y ficción se entrelazan constantemente. El acaba de ser abandonado por su novia (Malena Solda) con quien convive, a partir de este quiebre accede a los pedidos de esta para hacerla volver como empezar terapia, cambios que no puede concretar debida a la maquinaria mente que lo acosa con la escritura de un guión. Infantilmente, Gross inicia una nueva relación, enfermiza con una “dumb blonde” (Florencia Peña), por momentos para tratar de olvidar a la anterior y en otros como para querer demostrar su ¿avance? ante el posible regreso de su ex. La relación se vuelve caótica y es donde el film comienza a transitar un camino de obsesión à la Vertigo. Algunas decisiones de guión no lograron un por convencerme, es más, hasta disgustaron, una escena en particular de poca sutileza y violencia hacia el sexo femenino y un vocabulario no “políticamente correcto” utilizado en menores. Menajen realiza una composición interesante, cual un personaje woodiano. Mirta Busnelli en el rol de su madre, estereotipada recuerda a Soledad Silveyra de Las Hermanas L. Algo que deja en claro el film es que debería plantearse vitalmente en un casting cinematográfico, la participación de actrices con cirujías faciales, hecho por el cual se desdibuja la gesticulación en las interpretaciones y como espectadores perdemos tiempo en registrar éstos cambios atroces de rostros, como el tiempo invertido en la visión de este olvidable film.
Nikita meets Lola. Cada vez que asistimos a ver un film en el ámbito cinéfilo y querer comentar, trasladar a nuestros pares la impresión que nos ha dado esa función en particular, muchas veces caemos en el mundillo de comparar y, es así como a medida que en pleno proceso de digestión o (in)digestión del film avistamos características, usos de cámara, planos, historias, tramas, personajes, vestimentas, maquillaje y todo elemento involucrado en un film que nos haga recordar a otro. Con esto no quiero inducir a que consista una característica negativa ni mucho menos, muchas veces, esta impronta inclusive puede constituir un homenaje, una referencia, un guiño a un mentor, que en muchos casos nos genera revisionar el original, descubrir a un maestro cinematográfico o hasta destacar una mejora y mejor visión frente a ese pequeño…”robo”. Hanna es un nombre femenino, al igual que Lola, no tan así con Nikita que es unisex al igual que René o Boris, Bourne y Kimble ya eran apellidos y Neo, bueno, vaya uno a saber desde cuando ha sido utilizado como un nombre sino a partir de ese film donde las personas podían esquivar balas y contar con el reflejo suficiente como para poder esquivar un puñetazo o varios. Hanna mantiene una relación con estos nombres aquí barajados y es: la violencia. Ella ha sido criada lejos de la civilización, en un lugar remoto, con la característica de poder sobrevivir por sí misma, esto significa poder cazar y alimentarse, pelear, en fin, instruida por un ser de quien en principio poco conocemos pero algo sospechamos. Un buen día, Hanna verbaliza sentirse preparada y es allí cuando su tutor le indica que cuando lo desée no tiene mas que apretar el botón de un equipo localizador, todo su entrenamiento tuvo el único motivo de estar lista para poder enfrentar este momento, del cual le es destacado una tal Marissa Wiegler vendrá por ella y esa situación terminará con la muerte de una de las dos. Por todos sus aspectos técnicos y estética bien podría constituir un film de la filmografía de Tom Tykwer, sin embargo sorpresivamente ha sido dirigido por Joe Wright, quien con sus dos grandes films Orgullo y Prejuicio, y Expiación, Deseo y Pecado, ambos de época, de tinte romántico y siempre centrados en personajes principales femeninos como es este caso tambien, divergen notoriamente del clasicismo y temáticas, en cuanto aquí abunda la violencia, las persecuciones vertiginosas de agentes, el juego del gato y el ratón, todos buscando a Hanna. Saoirse Ronan interpreta a esta niña de rostro angelical, la misma que en Expiación…inventaba una historia que traia consecuencias devastadoras por generaciones, con gran destreza desempeándose en escenas de acción demandantes y Eric Bana en un rol que al menos gracias a su physique du rol, personalidad y aspecto para interpretar a este personaje, padre de Hanna. Para completar el trío de personajes, Cate Blanchett interpreta a la fría Marissa Wiegler, una agente a quien se le ha escapado algo de una misión y hará lo imposible por recuperarlo, aunque eso involucre correr sin siquiera mudar de calzado y quitarse los tacos altos. Si, hay una escena memorable y transcurre en los pasillos de una estación de subte, involucra a Eric Bana y a un grupo de agentes que lo persigue, un plano-secuencia en un espacio reducido, cuyo travelling está ligado a la coreografía de golpe, algo que Wright intentó en Expiación…a gran escala y al menos en mi apreciación personal quedó completamente fuera de la acción motora del film, es usual que se utilice esta técnica cinematográfica en situaciones que no lo ameriten, no vitales a la narración. Favorablemente este no ha sido el caso. Para mi desilusión, y no por culpa del film, sino de la sala a la que asistí, la mezcla de sonido estaba ausente, sólo pudiendo distinguir un sonido apagado de bajos y sólo vibrante en canal central. Todo efecto sonoro y canales traseros tampoco aparecieron en toda la proyección, en un film que por su contenido de escenas de acción, tiroteos varios y tensión bien deberían estar presentes, inclusive considerando la excelente banda sonora de Chemical Brothers, quienes se suman a la reciente experiencia de Daft Punk en musicalizar Tron: El Legado o grupos como Air en la recientemente apreciable El Viaje a la Luna (1902) de Georges Méliès.