Soy malo y me gusta serlo… bah, ni tanto. La pequeña comunidad de Villaquién (Whoville) se prepara para celebrar la Navidad con gran pompa y exceso de actitud. Pero esa navidad será distinta a otras; el solitario y amargado Grinch ha planeado robarles la alegría navideña saqueando cada una de las casas para llevarse los obsequios y adornos navideños. Pero el plan se verá alterado por la pequeña Cindy-Lou, quien tiene pensado sorprender a Santa ese año para hacerle un pedido muy especial. El relato pretende estructurarse en torno a una oposición entre el misántropo Grinch (un extraño ser que vive alejado en la montaña) y la ñoña comunidad de Villaquién, personificada por la pequeña Cindy-Lou. En un vértice narrativo hallamos a una niña, Cindy-Lou, que vive con su madre y dos hermanos pequeños. La niña está muy preocupada porque su madre carga sola con la crianza y manutención de la familia, y por lo tanto ha planeado para esta navidad enfrentar personalmente a Santa Claus para pedir que su madre pueda trabajar un poco menos. Aunque en la casa no hay figura paterna, ni indicios de la presencia de otro adulto (familiar o pareja), no queda claro si se trata de un pedido romántico o de otro orden, pues la narración deja en la ambigüedad ese tópico. Esta indefinición debilita, a mi juicio, un ya defectuoso relato, y es consecuencia de una decisión general de focalizar la trama en Cindy, dejando de lado las caracterizaciones de los personajes secundarios, en este caso, de la madre que es el objeto principal de la acción de Cindy. De ella nada sabemos, ni porqué está sola, ni si busca amor, o simplemente una mucama, etc. En el vértice opuesto tenemos a Grinch: un ser solitario y amargado que vive junto a su fiel perro Max. Advertido este año de que la alcaldesa de Villaquién ha decretado festejar una navidad tres veces más grande, decide robarles la alegría y la actitud navideña a los pobladores, bajo la premisa pedestre de que si desaparecen los regalos y los adornos superficiales desaparecería en el mismo acto el espíritu navideño. Decidido a sustituir Santa y engañar a quien lo sorprenda en la chimenea, Grinch cuenta para esta hazaña con la inestimable colaboración de su fiel perro Max y de un obeso alce. Este personaje constituye la otra debilidad estructural del relato, ya que carece de una motivación genuina y dramáticamente estable; incluso la caracterización resulta contradictoria: por un lado, comete “maldades” en su visita a Villaquién, pero se muestra empático, sensible y compasivo con su perro y el alce. Esta caracterización contradictoria anula todo conflicto narrativo consistente, y no habiendo tal cosa las acciones quedan irremediablemente dependientes de los efectos visuales y del conjunto de situaciones más o menos graciosas. Por otra parte, la idea de “robar la navidad” nos remite indefectiblemente a ese gran relato infantil que es El extraño mundo de Jack (The Nightmare before Christmas, 1993), del genial equipo creativo Tim Burton y Henry Selick que está bajo todo concepto en las antípodas de la película que hoy nos ocupa. Allí el robo estaba asociado a un bellísimo malentendido sobre el sentido de la navidad, y tal equívoco constituía el armazón estructural de todo el decurso del relato; en El Grinch, sin embargo, no hay tal confusión. Jack (el rey de las calabazas) es un personaje sólido, audaz y decidido, y su conducta está orientada por un fin loable pues sabe lo que quiere y no lo abandona. La anagnorisis que protagoniza, por lo tanto, constituye un auténtico drama; por el contrario, la personalidad caleidoscópica del Grinch impide hacernos de él y de su motivación un universo claro, y todo el desarrollo del personaje parece más un caso de esquizofrenia que de genuino aleccionamiento.
Animales vs Bestias El malvado Grindelwald consigue escaparse en medio del traslado hacia una prisión de alta seguridad. Una vez libre se dirige a París siguiendo la piste del joven obscurus, Credence (quien está en la ciudad de las luces tras la pista de su identidad), para consolidar un poder lo suficientemente potente que le permita vencer a Dumbledore y la sociedad de los magos, y dominar el mundo no mágico. Dumbledore encomienda a Newt Scamander que se dirija a París para evitar que Dumbledore lleve a cabo su plan, y Newt aprovechará para reencontrarse con su amada Tina, quien debido a un malentendido cree que Newt se ha comprometido con otra muchacha. El relato dispone de un andamiaje estructural clásico que permite organizar eficazmente las acciones del protagonista en función de afrontar de modo convergente la misión principal como la situación romántica. En este aspecto esta entrega supera a la anterior, cuya estructuración dramática excesivamente difusa obligó a depender abusivamente de una batería de efectos visuales de gran atracción pero de escaso valor narrativo. En esta segunda entrega, por el contrario, los efectos visuales quedan enmarcados y supeditados a la acción del relato, y ello es -a mi modo de ver- el mejor logro del film. Sin embargo, esta entrega adolece de un mismo vicio narrativo que ya presentaba la primera entrega: la presencia irrelevante e injusitificada de personajes secundarios que tienen escasa o ninguna función estructural en la trama, justificación, y cuyas caracterizaciones son tan escasas que tienen apenas más entidad que un elemento del decorado. El encanto estructural que tenían en aquella entrega del 2016 Queenie y el regordete Kowalski, se pierde por completo en la del presente film, a lo cual se le agrega el personaje del hermano de Newt y la compañera de celda de Credence. Pienso que esta focalización excluyente en la pareja protagónica héroe/anti-héroe la ha restado la riqueza pintoresca que había hallado en la primera en la pareja de Queenie/Kowalski, en particular. Es recomendable tener alguna noticia de la historia del film anterior, al menos de las principales líneas narrativas. El relato no es completamente autárquico.
Robin es cosa seria. Cansado de quedar relegados como superéroes, los jóvenes titanes se proponen como objetivo que la megadirectora de los superhéroes haga una película sobre ellos que los consagre como verdaderos héroes. La aparición de un supervillano será la ocasión idónea para probarle al mundo el valor que tienen. El relato está focalizado en Robin, el joven maravilla, aliado del eterno Batman. Robin lidera la banda de los titanes que quieren ser reconocidos como auténticos superhéroes. El relato es muy divertido y tiene grandes momentos (el mejor, la secuencia del viaje en el tiempo). El único defecto que le veo es que su estilo de comicidad es poco orgánica en torno al relato; si bien hay algunos guiños para el fanático mayorcito (vinculados a la autoconciencia del género), el relato está obviamente dirigido centralmente a un público infantil y las modulaciones cómicas entre el tono infantil y el adulto parecen un poco bruscas.
Siempre hay un alien a mano... El relato presenta inicialmente dos líneas de relato (la de los extraterrestres que llegan a la tierra, y la de Luis y su padre), una de las cuales quedará luego subsumida a las necesidades internas de la otra línea. En lo que refiere a la línea narrativa asociada a los alienígenas, la película propone un planteo interesante, la credulidad frente a la publicidad engañosa de la televisión, pero que a mi juicio pierde la efectividad potencial por ausencia de elementos que lo sostengan y/o lo desarrollen durante el resto de la trama. Este no desarrollo de la premisa convierte a los extraterrestres en unos personajes secundarios, con poco desarrollo de sus psicologías, siendo empleados (en su capacidad de mimetizarse con otras formas de vida) para un par de situaciones graciosas pero sin gran impacto en la estructura del relato. De hecho, todo el paralelismo inicial que plantea el film se desinfla en favor de un desarrollo dirigido a la trama de Luis y su peripecia. En cuanto a la línea narrativa del propio Luis, el planteo, sin ser original, resulta correcto, y su desarrollo en el resto del argumento cumple con su función. Es de lamentar, sin embargo, un desarrollo insuficiente de los personajes secundarios, no ya de los aliens, sino de los vecinos de frente (padres de su compañero bravucón) y de la muchacha que le gusta. En particular, los vecinos son personajes que habrían ameritado mayor participación en el doble conflicto que la película propone. La película tiene un planteo interesante (aunque no contundente) y un desenlace en el que alcanza a redimirse de ciertos defectos presentes en el desarrollo medio: conflicto laxo e indeciso en el nudo narrativo, y una relación no completamente orgánica con el desenlace.
El director aborda una temática difícil (el asesinato de sus padres y la consiguiente separación de sus abuelos en el marco del Terrorismo de Estado del Chile de los años ‘70) la cual consigue expresar con suficiente intimidad. La narración escoge una exhibición caleidoscópica de pequeñas historias, documentos y testimonios que ofrecen familiares y compañeros y militancia, pero sin confrontar este material con preguntas definidas y articuladas sobre el pasado de sus padres, las motivaciones, sus razones para la militancia, etc. Es posible que las condiciones para formular dichas preguntas hayan quedado truncadas en aquella mañana de 1974, donde todo quedará finalmente reducido a aquella ventana, a través de la cual Álvaro cree recordar el sonido de la risa de los niños (el recuerdo sonoro de su propia infancia), y que ahora deviene en la pantalla cinematográfica, por medio de la cual el realizador pretende asomarse a la vida de sus padres para recomponer, no sólo una identidad perdida -ahora recuperada- sino el sentido mismo de la unidad, tesoro final que el realizador revela en los márgenes de una fotografía insospechada. Dos fotografías enmarcan todo el sentido del texto: la foto de su padre, que el realizador descubre como incompleta al llegar al visitar a una prima de su padre en Chile; y la foto del propio Álvaro unos pocos días antes de la muerte de sus padres. Y es esta última foto, que también se le revela como incompleta, la que resolverá el enigma del sentido: la misma mirada del niño que revela la presencia de la ausencia de los padres, es también la que descubre que sus padres han estado desde siempre en esa mirada.
Un personaje muy gamba Gamba es un ratón de ciudad, dueño de un espíritu aventurero y gran valentía, que un día decide emprender un viaje para explorar el océano. Una vez allí conoce el mundo de los ratones de barco, y se enfrenta con su líder. En medio de la pelea llega un tal Chester, ratón proveniente de una isla que está siendo asediada por Noroi, la comadreja blanca, y pide ayuda para salvar a su familia. Los ratones de barcos se acobardan, pero Gamba y Chester ofrecen su ayuda. Más tarde se suman el líder de los ratones de barco y su consejero, y entre todos intentarán hacer frente a las comadreja. Este film japonés presenta un planteo inicial un poco endeble (el anhelo de conocer el océano) que se fortalece con el giro narrativo que se concreta con la llegada de Chester. No obstante, el relato no termina convenciendo principalmente por la ausencia de desarrollo psicológico de los personajes. Los diálogos son sosos y aportan poco en los momentos dramáticos. A todo esto se le agrega un planteo sumamente esquemático y maniqueísta en torno a la caracterización de Noroi y sus comadrejas, quienes son presentadas como asesinas impiadosas que se comen a los ratones, lo cual resulta un poco arbitrario si tenemos en cuenta que los ratoncitos comen pescados sin que se presente problema moral alguno en el relato. Esa doble vara con la que se evalúa a las comadrejas y a los ratones resulta por lo menos incómoda. Respecto de esta representación de las comadrejas, como seres casi diabólicos, cabe agregar, que no resulta demasiado feliz para un público infantil, que podría llegar a asustarse un poco en la sala.
Un partido que ya se jugó. El aspecto más pobre del relato que aquí nos ocupa es la escasa originalidad del planteo de superficie: la idea según la cual dos oponentes (uno, enriquecido y desarrollado por el avance de una tecnología, el otro, rústico, romántico y despojado) se enfrentan a través de un partido de fútbol para disputar un territorio, que por tradición pertenece al rústico, ya la hemos visto en la película animada Metegol (2013), de la dupla Campanella-Sacheri, sobre un cuento de Fontanarrosa (Memoria de un wing derecho). Si se abstrae el contexto de la “edad prehistórica” (mero paisaje de fondo sobre el cual se dibujan los trazos narrativos del relato extranjero) se advertirá que el núcleo dramático está calcado del film local. La producción de Park, realizada con poca imaginación pero mucha habilidad técnica y belleza visual, adolece de una comicidad al menos efectiva, limitándose el aspecto “cómico” a un conjunto de comentarios verbales poco inteligentes y excesivamente “primitivos”. No reposando en el componente cómico, que podría haber resultado una salida elegante para la película, el relato se apoltrona en la gesta heroica del partido de fútbol, que nada tiene de aquella poesía y mística futbolera que Fontanarrosa insufla al relato plasmado en la película Metegol; Park hace del juego del fútbol una mera técnica sin corazón, mientras que Fontanarrosa-Campanella-Sacheri nos devuelven la mística de un “juego sagrado”.
amistad y ecología Lance Walter, exitoso abogado de una multinacional, ha sido despedido de su empresa por hacer comentarios políticamente incorrectos en una rueda de prensa sobre el derecho de los animales. Frente a esta contingencia, Lance decide irse, con su novia y un hijo adolescente con el cual está distanciado desde su divorcio, a un pequeño pueblo en las afueras. En ese lugar, su abuelo le ha heredado unas tierras cercanas al lago, en donde Lance pretende producir una empresa inmobiliaria, pese a que afectará los alrededores y los parques aledaños. Sin embargo, todo el proyecto se verá obstaculizado por la presencia de un territorial pájaro carpintero de cresta roja, que se creía extinto hace 100 años. Lance pretende enfrentarlo y deshacerse de él pero luego comprenderá que debe convivir pacíficamente con él. Durante ese proceso, Lance y su hijo consiguen hacer las paces. Basada en el popular personaje de Walter Lantz de los años ´40, conocido en Argentina como “El Pájaro Carpintero” o “Pájaro Loco”. Se trata del primer largometraje dedicado a este personaje alocado, inspirado en la serie de caracteres screwball de fines del ´30 que había creado Tex Avery (Pato Lucas, especialmente). Dada la popularidad del personaje es extraño que no hubiese hasta hoy un largometraje dedicado exclusivamente a él (Hizo una aparición esporádica en el film ¿Quién engañó a Roger Rabbit?). Lamentablemente, la película no llega cumplir con los niveles mínimos de calidad que se esperaría de un gran estudio, como la Universal. Llena de lugares comunes, y sin poder replicar con dignidad el tipo de humor del dibujo animado, el relato naufraga rápidamente. El film tiene tres problemas estructurales de peso: 1) una ambivalencia genérica no resuelta satisfactoriamente; 2) ausencia de fuerzas significativas que puedan explicar los giros narrativos en los personajes principales; 3) presencia de personajes y situaciones parásitas que desempeñan en el relato ningún tipo de función. Ambigüedad genérica El relato se nos presenta, en su primera expresión, con una premisa eminentemente cómica: familia sin contacto con la naturaleza pasa a convivir en el bosque con un pájaro carpintero alocado que hará las mil y una para evitar que construyan la casa en su territorio. Sin embargo, esta línea cómica queda truncada por la salida del único personaje que estaba diseñado para desempeñar alguna función adecuada en esa tesitura, a saber, la novia de Lance. La huida de este personaje deja al film en banda en términos de la comicidad, ya que en el resto del film ningún personaje llega a dar el tono adecuado para constituirse en el Elmer Food de este Bugs Bunny alado. Los cazadores furtivos de la primera escena en el bosque, que podrían haber jugado esta línea, no vuelven a aparecer sino hasta la segunda mitad de la película, con lo cual el relato queda seriamente huérfano de ese tipo de personajes que resultan el blanco fundamental de las bromas pesadas de estos alocados caracteres. Esto lleva al film a jugar otra premisa, la de la aventura, donde la confrontación ya no será entre el carpintero y la familia sino entre la familia y el carpintero vs. los cazadores que quieren cazar a Woody para venderlo en el mercado negro de animales exóticos. Sin embargo, esta premisa no se halla libre de defectos en su construcción; el motor dramático principal (la cacería y el rescate de Woody) es excesivamente endeble para sostener todo el relato, y a esto debe sumarse una caracterización excesivamente empobrecida y poco feliz de los cazadores, cuyo acartonamiento no despiertan sentimientos hilarantes, ni peligrosidad suficiente. La comicidad podría haber desempeñado aquí una función significativa si se le hubiese dado a Woody un protagonismo más acentuado y dotado de una mejor construcción psicológica a los cazadores (podría, por ejemplo, haberse diseñado el tipo de confrontación cómica que se daba entre Macaulay Culkin y los geniales Joe Pesci y Daniel Stern, en Mi pobre angelito). No obstante, esa oportunidad se desvanece al dejar toda la responsabilidad de la resolución al personaje del padre, que es cualquier cosa, menos cómico. En síntesis, ni buena comedia, ni buena aventura, ni una integración satisfactoria de dos premisas genéricas complementarias. Motivaciones y peripecias en los personajes Tanto el padre como el hijo adolescente protagonizan cambios significativos en sus caracteres para los cuales el relato no ha proporcionado motivos suficientes y verosímiles. Aunque este problema se aplica también al muchacho, me concentraré en el padre, por ser éste un elemento más determinante, debido a su peso narrativo en el contexto del relato. Lance se presenta como un personaje con dos frentes a resolver: reconstruir su relación con un hijo adolescente en apariencia ensimismado y poco gentil; y convivir con el alocado pájaro carpintero. Bien visto, ambos problemas pueden considerarse dentro de un único problema, en el sentido en que la resolución de uno lleva a la resolución del otro, y porque en el fondo el carpintero representa la necesidad de Lance de conectar con las necesidades de otro, y de hecho su primer impulso -deshacerse del ave- es presentado en el relato como un síntoma característica de su personalidad: lo que Lance no puede resolver, lo abandona y lo aleja de él. Por la potencia de la premisa, tiene todas las posibilidades de ser considerada el motor mismo del conflicto narrativo. Pues bien, este giro de 180° grados que da el personaje resulta inexplicable y gratuito, pues ningún acontecimiento significativo puede asociarse para justificarlo. Una noche sola durmiendo en el pasto, y un comentario superficial sobre lo difícil de la vida han sido considerados material suficiente para que Lance pase de ser ese abogado engreído, ególatra, cuya preocupación no trasciende su propio interés, a constituirse en un padre amoroso, expresivo, que es capaz de emocionarse con las habilidades musicales del hijo, así como de decidir que coexistirá pacíficamente con el carpintero. Personajes y situacions afuncionales Toda la situación de la banda musical, incluyendo la introducción de la muchacha que lo invita a participar, y su compañero baterista, así como el concierto mismo en el que el muchacho toca, no tienen más función en el relato que servir de débil excusa para que el hijo tenga ocasión de exhibir su talento musical frente al padre. La conciliación hubiese resultado tanto más efectiva de acotarse a una supervivencia en el bosque. Al no tener todo este evento, y sus agentes, otra justificación, resultan personajes desaprovechados, gratuitos y que nada aportan a una película que ya ha perdido hace rato el sentido de lo principal y lo secundario en términos narrativos. Igual consideración cabe hacer del personaje de la guardabosque. Esta mujer no desempeña ni una función romántica de sustitución (al haberse fugado la novia del padre, bien podría haberse restituido la trama romántica); ni alguna otra función que justifique su presencia, a pesar de “estar” en el momento del desenlace, a cuya resolución no aporta, ni entorpece, ni nada. En síntesis, una producción pobre en recursos narrativos y torpe en la composición de los elementos. De ninguna creatividad en el manejo de gags, ni mucho menos en el ritmo de la comicidad que caracteriza al dibujo animado del gran Walter.
Una película para chicos a lo grande. La película ha sido realizada por el mismo equipo (Director y productora) que estuvo a cargo de las animaciones de Martín Fierro. La película (2007) y Cuentos de la selva (2010). En este caso, se trata de una propuesta de animación que se aleja de las estéticas y técnicas habituales de las películas infantiles, retomando la práctica de animación de recortes (cutout) de la cual nuestro ilustre coterráneo, Quirino Christiani, fue el pionero más notable con El Apostol (1917), primer largometraje animado que registra la historia del cine mundial. Como autora mi intención es lograr que tanto los niños como la familia entren en un mundo de fantasía y magia, un espacio onírico que haga transparentar los conflictos de los personajes, la búsqueda de la identidad, el amor y la libertad, tomando como inspiración el melodrama. Hice una larga investigación de los escenarios circenses, donde se teje esta historia. Los circos itinerantes de los años '20 en donde los traslados se hacían en carretas, trenes y por qué no flotando a través de ríos y mares de antaño. (Liliana Romero, en http://labitacorademaneco.blogspot.com.ar/2017/09/anida-y-el-circo-flotante-se-estrena-en.html) En efecto, el aspecto más logrado de la propuesta reside en su estética de un gótico rioplatense, mezcla de Romanticismo y paisajes porteños que parecen querer reconstruir ciertos tópicos como el barrio de San Telmo. Reconstruye con gran habilidad compositiva el espíritu nada idílico pero puramente romántico de la vida circense: con esas miradas plácidas de resignación de unos individuos –desindividualizados- que saben que nada pueden esperar, sino realizar sus rutinas mecanizadas; cuando Madame Justine (la directora del Circo Flotante) los reúne y les dice que hay que entretener a esa pobre gente de la ciudad que está por llegar para escaparse de su vida gris y rutinaria, no hace sino enrostrarles a sus trabajadores una realidad espejada que se oculta del otro lado de la costa. Pero el espejo deforma y enrarece, pues los trabajadores del circo, pintorescos y multicolores en la superficie, pero igualmente rutinarios y grises en la profundidad de sus anhelos, no tienen a dónde ir para distraerse; ellos no tienen dónde ni cómo escapar. La organización narrativa convence un poco menos que su composición estética y la pintura de la vida circense. De los tres personajes principales (Justine, Fígaro y Anida), sólo Madame Justine ha sido desarrollada de modo satisfactorio, profundizando en su psicología y tematizando esa historia de amor trunco que la atormenta. Es una villana en toda su ley, con el interés suplementario de una humanización positiva (Samaja, J.A. y Bardi, I; La estructura subversiva de la comedia: 2010) que si bien no lleva al espectador a una completa identificación primaria con el personaje, lo aleja de un maniqueísmo unilateral y superfluo. Sin embargo, comparado con Justine, los desarrollos de los caracteres de Anida y Fígaro se nos presentan chatos y poco definidos. Y dicho defecto se incrementa sobre todo debido a una funcionalidad narrativa más errática en el conjunto de la trama, pues tienen poca injerencia en el decurso de las acciones transformadoras que llevan al desenlace. Toda la resolución, de hecho, reposa en la actuación de la varita mágica que el conejo le acerca al viejo mago, y con la cual el mago consigue liberarse él y sus compañeros de las jaulas en las que habían sido encerrados. Uno se pregunta, por ejemplo, por qué, si todo el asunto sólo requería de la varita mágica, no se puso antes en práctica este plan. Es cierto que es el conejo quien lleva la varita, y que el conejo está encerrado en una caja hasta que Fígaro entra al camerino del mago y le abre la tapa, pero puesto que Fígaro no hace nada extraordinario para liberarlo, más que correr una tapa, uno piensa que eso lo pudo haber realizado previamente cualquiera de los artistas del circo que no estaban encerrados, y que después apoyan la sublevación. Fígaro no está suficientemente justificado para realizar la función de héroe, y queda casi relegado a ser la excusa para que el conejo salga y para brindar el tinte romántico a la historia de Anida. Otro punto flojo, a mi parecer, son los momentos musicales cantados de la película. Con la salvedad de la canción de Madame Justine, las canciones de Anida y Fígaro presentan poco atractivo en lo compositivo y poca pericia desde lo vocal de quienes las han interpretado. La música incidental, por el contrario, funciona muy bien. De todos modos, estos ítems no afectan a una experiencia orgánica que resulta más que satisfactoria, no sólo por el atractivo visual de la propuesta, sino por esa pintura que de la vida del circo nos propone la autora. Allí es donde la película realmente vence y donde el espectáculo realmente nos hace olvidar por un rato nuestras rutinas y pesimismos cotidianos.
Loca tu forma de ser Surly y su grupo de ardillas se han adueñado de la tienda de nueces que les provee de innumerable alimento sin esfuerzo alguno. Esta vida de excesos les ha hecho perder el carácter y han ido abandonando sus costumbres naturales de recolección para los tiempos difíciles. Andie, que no ve con buenos ojos estas conductas, se esfuerza en enseñar a las nuevas generaciones el valor del trabajo y el esfuerzo en nombre de una naturaleza animal que le es propia. Sin embargo, sus intentos son inútiles, pues la facilidad para obtener un alimento en exceso, variedad y calidad, resulta demasiado tentadora para todos. Pero como ocurre con todo lo bueno la tienda de nueces también llega a su fin, y como consecuencia de la negligencia de las ardillas la caldera explota destruyendo por completo el almacén de nueces. Incidente que obliga a Surly y las ardillas a enfrentar el problema imperioso de la escasez de alimento. Mientras tanto, el relato nos presenta a un corruptísimo alcalde que no conforme con la riqueza que ha obtenido, e indignado por las ganancias que no consigue del parque público donde viven las ardillas, propone un proyecto de un parque de atracciones que significará la destrucción inminente del hogar de Surly, Andie y sus amigos. En 2014 en el sitio El Qiibo, un tal El George se pronunciaba respecto de Locos por las nueces 1 del modo siguiente: “Podemos decir lo que queramos sobre Disney pero, si algo aprendimos de sus excelentes filmes de animación es que las mejores son aquellas que divierten a niños y padres por igual. De vez en cuando surge una que envía un mensaje que toca a todos, entretiene y enseña. The Nut Job, no es esa película.” Y Locos por las nueces 2 sigue sin ser esa película. El principal problema del relato es la torpe línea narrativa del alcalde y su odiosa hija, cuyos personajes más delineados y extremadamente unilaterales no permiten ni empatía ni una hilaridad suficiente como para justificar sus existencias ficcionales en el conjunto de la trama. La estrategia didáctica que los realizadores han escogido para ilustrar hasta dónde llega la corrupción del personaje resulta tan inverosímil que es imposible creer en ella siquiera como posibilidad. Y esto lleva a una de las más grandes inconsecuencias del relato en el momento del desenlace; se nos muestra a un personaje autocrático, dictatorial, con un poder sin límites. Tan ilimitado es su poder que ha podido destruir un parque público, sin una razón de peso, pero por si ello no fuera suficiente el proyecto del parque que implementa es tan evidentemente criminal (debido a la ausencia de medidas de seguridad adecuadas en las atracciones y los materiales deteriorados o directamente inadecuados que ha empleado para su construcción), que sólo se explica adjudicándole un poder absoluto. Y nosotros como espectadores debemos creer que a ese señor de poder ilimitado lo detiene un policía sólo como por acto de magia. El mismo deus ex machina que lleva a que explote la tienda de nueces, para que Surly y sus amigos no deban enfrentar realmente una decisión difícil en torno a sus vidas. El conjunto del film es poco orgánico, y la principal razón de ello es que no asume su propia premisa, ni del modo en que hubiera resultado más dramático (sin la explosión de la tienda, por ejemplo), ni del modo en que se presenta la situación finalmente. En lugar de desarrollar el problema de cómo reaprender a vivir en comunidad en la naturaleza, a trabajar para obtener los frutos, y no esperar que caigan sin esfuerzo, el relato abandona la única temática interesante que el film ha propuesto. Interesante, no original, pues en definitiva no deja de ser -en cierto aspecto- esa fábula de la cigarra y la hormiga. Si a ello le agregamos que el conflicto conque se desplaza el film está mal expuesto, se arriba a la conclusión de que la película se ha quedado sin ideas en su primera mitad. En cuanto al resto de los personajes, Surly y Andy carecen del atractivo suficiente para sostener sobre sus hombros el conflicto de la película, y si a ello le agrego el problema de los caracteres del alcalde y su hija que ya he mencionado, se explica que los únicos personajes que resultan medianamente admisibles sean los secundarios: Preciosa, Frank y el líder de los ratones. Pero una película no puede justificarse por sus roles secundarios; éstos resultan una estrategia siempre atractiva que fortalece y enriquece una trama central fuerte, generalmente desarrollada por protagonistas de un tono más serio y bien delineados. Cuando la trama central se debilita, la estrategia es tanto como querer sostener una casa por medio de los objetos que adornan las paredes, prescindiendo de los pilares y la base.