Cuando el miedo se muerde la cola Historia del miedo (2014) -la ópera prima de Benjamin Naishtat que en febrero pasado compitió en el Festival de Berlín-, muestra el desequilibrio de la vida social en un barrio privado bonaerense. Con un clima peligroso en donde siempre algo parece a punto de estallar, la película narra las paranoias de la clase media nacional que vive encerrada en sí misma. En medio de un verano sofocante, el clima en un barrio cerrado en las afueras de la ciudad empieza a volverse perturbador: cortes de luz intermitentes, alarmas que se disparan solas, rejas agujereadas, quemas de basura y la aparente caída de un meteorito son parte de un escenario que se vuelve cada vez más inquietante. Historia del miedo es una película atrapante y perturbadora que se sostiene sobre un relato que insiste sobre el temor de lo inexplicable y llega a resultar asfixiante. La película, que por momentos parece carecer de sentido lógico, construye a través de las acciones y del silencio de los protagonistas la sensación de un final inevitable en el que una especie de paradoja hace que los espectadores se descubran en sus propios prejuicios. Capa sobre capa, Benjamin Naishtat construye una percepción posible de lo real para develar, justamente, cómo la realidad es en verdad pura interpretación y experiencia subjetiva. Con elementos del terror y del thriller psicológico, la banda sonora de Fernando Ribero es uno de los elementos técnicos que más colabora en la creación de la atmósfera “de miedo” sobre la que se suspende la narración. Junto con una imagen enrarecida que prefiere una “cámara quieta” y acciones desconcertantes o inacabadas, el uso de motivos de género es clave para generar el efecto terrorífico. Se destaca la naturalidad y la sutileza en la actuación de Mirella Pascual y el magnetismo del debutante y no-actor Jonathan Da Rosa.
La poesía de un viaje al pasado En Carta a un padre (2013), Edgardo Cozarinsky emprende un viaje a Entre Ríos para indagar en sus orígenes. “Su pasado es sólo una pregunta”, así se refiere en off la voz del director, que también es un reconocido escritor, al motivo por el cual se embarca en esa travesía a través del tiempo para conocer más sobre su padre, quien murió cuando él tenía 20 años. Omnipresente a lo largo de toda la película, la mirada autoral y el punto de vista de Cozarinsky son los que guían la narración. Y lo hacen fundamentalmente a través de tres elementos: su voz -mediante un relato en off claro y conmovedor-, sus manos -que muestran las fotos antiguas y los documentos que ayudan a reconstruir el pasado- y sus ojos -que a través de la cámara encuadran paisajes conmovedores-. Todo eso, sumado a la música del Chango Spasiuk hacen de Carta a un padre una película con una poética exquisita y precisa. A pesar del pasado inconcluso, el documental demostrará que solo el hecho de plantearle preguntas es sanador y revelador. Apelando al ejercicio de la reconstrucción histórica, Cozarinsky retrata a través de la vida de su padre, la historia de la inmigración judía de fines del siglo XIX que llegó a Entre Ríos en busca de nuevos horizontes. Entonces, Carta a un padre también es la historia de un pueblo exiliado. Para mirar, para escuchar, para entender, para dejarse llevar por las hipnóticas palabras de Cozarinsky en este viaje espacio temporal a Entre Ríos y también al pasado; lleno de preguntas, repleto de poesía.
Angustia y virtualidad Diario de Ana y Mía (2012) es un documental que se cuela en la intimidad de cuatro mujeres argentinas y que con sutileza muestra el dolor que cada una acarrea por su deseo insatisfecho de perfección. Diario de Ana y Mía acerca sutilmente a los espectadores a la vida íntima de Carrie, Fabiana, Fiorella y Rocío. Con un relato pausado y una narración clara, sin morbo ni golpes bajos, el documental pone en pantalla la doble vida de estas cuatros mujeres. Por un lado, en la cotidianidad aparece su deseo de ser perfectas, su conflicto con la propia imagen y un dolor inconfesable atravesando todas sus experiencias; y por el otro, en la vida virtual, se extiende el espacio liberador donde pueden compartir sin tabúes sus secretos y angustias. Así, pendulando entre uno y otro, el documental problematiza y ejemplifica una faceta más del fenómeno de la sociedad en red que impera, desde la irrupción de Internet, en todas las relaciones humanas. En el primer documental de Alejandra Martín la vida de las protagonistas sucede sin sobresaltos aparentes. Aunque enfermas y angustiadas, nunca se escandalizan ni sufren exabruptos. Con sugestión y buen tono, Diario de Ana y Mía introduce de a poco a los espectadores en ese mundo extraño naturalizado por las protagonistas. Y si bien por momentos provoca escozor, es más lo sugerido que lo mostrado. Con tono monocorde y sin llegar a un clímax, el documental se mantiene expectante a lo largo de todo su desarrollo. Con la música intrigante de Pablo Trilnik, sobre la que se monta parte del suspenso de la trama, el documental asume algunos riesgos. Como los inolvidables planos de la boca de Fiorella comiendo ravioles o aquellos donde Carrie se esfuerza haciendo ejercicios físicos. Además, cuenta con una secuencia -moralmente necesaria- en donde se encarga de hacer evidente cómo la publicidad y los medios de comunicación reproducen y alimentan ese imposible deseo de la perfección.
Nunca caerá Verano del 79 (Le Skylab, 2011) es una comedia coral sobre una familia de la bretaña francesa con niños, mucha comida, vino, canciones y alegría. Narrada desde el punto de vista de Albertine (Lou Avarez), es a la vez un relato sobre la pérdida de la infancia. La familia parisina y liberal de Albertine viaja a la bretaña francesa para festejar el cumpleaños de la abuela. Allí se reencuentran con primos y tíos olvidados en la campiña y con un mundo tan familiar como distinto. El almuerzo transcurre al ritmo del vino mientras se espera la caída del Skylab, la primera estación espacial estadounidense que según la NASA podría colisionar contra esa región del Oeste de Francia. Bajo la dirección de la actriz Julie Delpy (Antes del amanecer, Antes del atardecer), la película guía la mirada hacia los pequeños detalles con una narración que se toma su tiempo para mostrar momentos dramáticamente intensos. Las diferencias político sociales funcionarán como telón de fondo para justificar las acciones y contar las historias de los personajes, pero nunca llegarán a picos conflictivos que precipiten un desenlace. Como en todas las familias, en la de Albertine hay diferencias, entredichos, muchas risas y algunas envidias. Sin embargo en Verano del 79 la armonía prima por sobre todas las premisas. El conflicto sutil y por momentos silencioso, nunca termina de desarrollarse y explotar, por ello más vale entregarse al devenir de las situaciones y disfrutar de esas entrañables escenas que presenta, como el viaje en auto a la playa o cuando asisten todos los primos al baile sabatino.
Cuando poco es mucho Ganadora del Premio Especial del Jurado, y del Premio FEISAL en la Competencia Internacional del 14º BAFICI; la ópera prima de Maximiliano Schonfeld, Germania (2012), cuenta la historia de una familia de ascendencia alemana que vive en una pequeña aldea de Entre Ríos y tiene que exiliarse. Entonces, todas las miradas del pueblo se posan sobre ellos. Germania es una película pequeña, que pretende poco pero que logra mucho. Una historia simple, concentrada en un mundo intimista y focalizada en retratarlo. La protagonizan personajes que hablan más con las miradas y los gestos que con las palabras y entonces no dejan espacio para las dudas. La puesta en escena tiene un ritmo rural que para algunos puede resultar moroso, pero los que consigan entregarse y dejarse llevar por el suceder apacible de las imágenes disfrutarán con los atardeceres entrerrianos y los cantos corales alemanes. Técnicamente correcta, la fotografía simple de Soledad Rodriguez muestra lo que se necesita ver y aunque no peca de preciosismo extremo contiene ciertas imágenes para el recuerdo. Como aquellas vistas en perspectiva del gallinero o el plano del amanecer con el que inicia la película. Un apartado especial merece el montaje sonoro, el cual aporta mucho a la creación del clima y a la identidad de Germania. Anticipándose a los nuevos escenarios, los momentos musicales creados por Jackson Souvenirs son a la vez conector de las acciones y telón de fondo para que ocurran. Aportan, además, emoción y carácter guiando al espectador en el mundo sutil y misterioso en el que la historia transcurre. Para sacarse de encima la ciudad y descubrir que con poco se puede contar mucho, sin la necesidad de caer en el regodeo estilístico de lo visual para contar una historia mínima.
A fuego lento La culpa del cordero (2012) es un drama familiar. Inspirada quizás en La celebración (Festen, 1998) intenta ser cínica y contemporánea pero no trasciende el cliché ni consigue profundizar en la sicología de los personajes ni en sus conflictos. Tampoco aporta nuevas reflexiones o perspectivas sobre el entramado familiar burgués o las relaciones que lo entablan. Además, peca por ser demasiado dramática al límite de resultar "telenovelesca". Un padre reúne a sus cuatro hijos en la chacra familiar para hacerles un anuncio. Mientras el cordero está al fuego la tarde se sucede combinando revelaciones, reproches e intrigas familiares. Una película que cae en varios lugares comunes y parece subestimar al espectador poniendo en evidencia y en el decir de los personajes muchas cuestiones que, si quizás fueran más sutiles o aparecieran entrelíneas, dotarían a quién mira de alguna buena razón para seguir atento intentando completar ciertas cuestiones de la trama. Tecnicamente muy prolija, La culpa del cordero tiene una propuesta formal y de puesta en escena canónica con una cámara "invisible" que nunca se interpone entre el espectador y la historia. Con actuaciones discretas, es llevadera y dinámica. Por momentos se vuelve irritante ya que los personajes comienzan a comportarse como tipos ideales más que como seres humanos conflictivos y contradictorios. A fuego lento la intriga y las expectativas iniciales se van carbonizando, cocinando y cristalizándose en un final previsible. Poco original y muy concluyente, nada parece haberse modificado en esa familia pequeña burguesa uruguaya después de aquella tarde de revelaciones y forzados sinceramientos.
Una mirada infantil y salvaje La niña del sur salvaje (Beasts of the Southern Wild, 2012) es una película épica narrada desde el punto de vista de una nena de seis años. El uso de recursos fantásticos en la trama y ciertas decisiones estéticas en la realización, la convierten en una leyenda posmoderna. Dramática pero con final feliz, mantiene al espectador atento en su butaca imantado en gran parte por Quvenzhané Wallis, la gran pequeña actriz que tiene sólo 9 años y está nominada al Oscar. En una isla al sur del mundo Hushpuppy, una nena de seis años, vive con su papá. Un día se anuncia la tormenta que puede hacer desaparecer la isla pero a pesar de que algunos se autoevacúan, Hushpuppy y Wink deciden resistir en su casa. De allí en adelante la vida les cambiará para siempre y juntos tendrán que encontrar las formas para adaptarse. Con cámara en mano durante la mayor parte de la película, la puesta en escena genera una tensión casi constante que se alterna con algunos momentos de reposo vinculados a la fantasía y al juego. En claro paralelismo con la trama, el espectador se mantiene expectante y desconcertado; y como Hushpuppy también advierte, intuición mediante, la progresiva desaparición de las estructuras lógicas. Así, a la par que la niña va perdiendo parte de su hogar y viéndose obligada a reconstruir su identidad, el espectador, como testigo de los hechos, se siente impotente e inquieto ante la inminente sucesión de los acontecimientos que se vuelven previsibles. Durante todo la película el punto de vista es el de la niña. Es a través de los ojos de ella que se muestra el mundo en el que vive, y las relaciones que lo componen. Una mirada que no juzga, y construye verdades estructurantes a partir de reelaboración de relatos y leyendas. Sin dudas, un juego posmoderno muy contemporáneo. Inspirándose en las metáforas y el universo poético, La niña del sur salvaje muestra la particular relación entre un padre y una hija que, con sus múltiples contradicciones y complejidades, pendula entre la protección y el amor, entre la ira y la violencia. Reflejos el uno del otro, los une la ternura y la desesperación. La ambivalente sensación de sentirse asfixiados, y a la vez imprescindibles el uno para el otro. Nominada al Oscar como mejor Actriz, Quvenzhané Wallis con tan sólo 9 años, es sin dudas una de las nuevas promesas de Hollywood. No sólo por su carisma y ese "no sé qué" que algunos llaman "ángel", sino también por su gran presencia escénica y su contundente fuerza expresiva. Es notable su enorme capacidad para lograr matices en un personaje complejo que atraviesa distintos estados emocionales y momentos de condensado dramatismo. En este mismo sentido es digno de destacar el trabajo de dirección de Benh Zeitlin así como también la brillante y audaz decisión del casting.
Muchas ganas de pasarla bien Tengo ganas de ti (2012) tiene todos los condimentos para convertirse en un éxito de taquilla: acción, romance, un poco de sexo, motos, boxeo, tragos y algo de melodrama. Y lo realmente infaltable: un protagonista carilindo y una heroína rebelde y sensual. El pequeño detalle es que sus actores convocantes son desconocidos para el público argentino, y probablemente en el mercado actual del cine las estrellitas amadas por los adolescentes sean lo único necesario para popularizar una película. Entonces ¿conseguirá ser un éxito en Argentina? Hache (interpretado por un guapísimo Mario Casas que debe ser como una especie de Mariano Martínez español) vuelve a Barcelona después de haber vivido un par de años en Londres. Al llegar se cruza con Gin (Clara Lago) y los chispazos atraviesan la pantalla. Mientras la conquista avanza se va descubriendo la trágica historia por la cual Hache huyó de su ciudad natal dejando un amor en el camino y varias heridas abiertas. Conforme el film se desarrolla el protagonista atraviesa momentos, a veces demasiado penosos, hasta alcanzar la auto redención por un pasado doloroso que hasta entonces lo atormentaba. Tengo ganas de ti es secuela de Tres metros sobre el cielo (2010) la película española más taquillera del 2010 en su país. Dirigida también por Fernando González Molina y protagonizada por el mismísimo Mario Casas parece que los productores intentan repetir aquella fórmula del éxito con esta nueva apuesta muy prolija en su realización técnica. No hay mucho para reprocharle a Tengo ganas de ti en ese sentido, más bien todo dependerá de los gustos y preferencias del espectador. Si uno tiene ganas de pasarla bien y no mucho más, entonces la elección será irrevocablemente placentera. Una película ideal para pasar el verano en Buenos Aires y disfrutar en pareja. Que contiene todo aquello que la prejuiciosa diferencia de género requiere para convertir a cualquier film en un éxito universal: hay acción y golpes pero también romance y melodrama. Un poco de cal, un poco de Barcelona nocturna, todo amenizado por la música adecuada para subrayar las sensaciones, motivar al espectador y a veces golpearlo bajo. Sobre todo hacia el final donde la trama se vuelve un poco melodramática y exacerbada en su afán por mostrar la madurez adquirida del personaje protagonista.
Bailar por siempre Elsa y su ballet (2012) es un documental que muestra a una mujer de 88 años dirigiendo al Ballet 40/90, un grupo amateur de danza teatro integrado por bailarinas de entre 47 y 81 años. Una película que plantea un ejemplo de lo que la voluntad y el amor son capaces. Una película con escenas insospechadas y desopilantes que dan cuenta de lo irracional que puede ser la pasión y el compromiso con el arte. Mujeres que intentan, ensayan y se exponen. Que se visten y se peinan sin prejuicios. Que muestran sus cuerpos maduros desplegando sensualidad y encanto. Que se ríen de sí mismas y hacen reír a los demás. Ensayando en un bar, en los pasillos de un teatro o en el escenario siempre son tozudas e insistentes hasta que logran el deseado cometido de realizar una temporada de cuatro meses en un teatro cercano a la calle Corrientes. Entonces salen a escena bajo la indicación de "Divertirse sin descuidar los pasos". Elsa lo es todo. Directora, coreógrafa, madre, crítica voraz pero también fuente inspiradora de sus dirigidas. Con una vitalidad envidiable, bastón en mano y a veces el cuerpo alicaído, Elsa es la protagonista a través de cuya mirada y observaciones Darío Doria muestra el largo proceso de poner en escena un espectáculo. Cinematográficamente hablando Elsa y su ballet es un documental de tipo observacional. Una cámara invisible que sigue de cerca a su protagonista y a través de su andar introduce espacios escenográficos a la par que momentos de inmensa intimidad (como cuando Elsa corrige los bocetos de vestuario, o anda en busca de su bastón perdido). En ese sentido el director demuestra su pretensión de conmover al espectador, sin descuidar en otras escenas la necesidad de divertirlo e interpelarlo para que se levante de la butaca y empiece a bailar.
Cuba 7.0 Siete directores internacionales filman, fieles a sus respectivos estilos, siete historias muy distintas. ¿El punto en común? Todas ocurren en La Habana, Cuba. Benicio Del Toro, Pablo Trapero, Julio Medem, Elia Suleiman, Gaspar Noé, Juan Carlos Tabío y Laurent Cantet son los encargados de retratar el vaivén contemporáneo en el que pendula la capital cubana. Así se cuelan taxistas ingenieros, choferes trompetistas, una Habana vista desde los ojos de quien visita el zoológico, Fidel Castro, el reggaeton, el sol del Caribe, la religión, el ron y el mar por todas partes. Mucha música cubana, la trova, el merengue y hasta Emir Kusturika vomitando en la entrega de premios del Festival de Cine de la Habana. Ceremonias de sanación, el drama de los balseros y la aparición de la virgen junto a sus pedidos exóticos. Todo junto pero no revuelto retratando a veces con picardía, un poco de humor y algo de romanticismo el caótico mundo de una ciudad compleja en su constitución social y ecléctica en sus usos y costumbres. Leonardo Padura fue el escritor cubano encargado de la coordinación autoral de los siete guiones. Parte de su mérito está en que si bien los cortos son muy diferentes entre sí, como totalidad consiguen una armonía estructural y hasta se dan el lujo de permitirse guiños que el espectador atento fácilmente detectará. La película entonces, no resulta una recopilación sin hilo conductor de puntos de vista sobre Cuba, sino que logra presentarse como una invitación a la reflexión sobre la compleja realidad cubana, y sobre los ojos extranjeros y prejuiciosos con los que a veces se la mira. 7 días en La Habana (2012) es llevadera y entretenida. Ofrece un amplio abanico de miradas y estilos que le aportan dinamismo y frescura. Sin embargo vuelve sobre algunos tópicos. Por ejemplo muestra esa sensación de ansiedad que persigue a muchos isleños y como un mantra repite "Acá se está bien, pero afuera dicen que todo es mejor". El clásico cubano querer quedarse, queriendo irse. Entonces, la melancolía del exilio que no fue sobrevuela la película entera e interpela al espectador (conocedor virtual y real de la realidad internacional) sobre su ese anhelo. ¿Es necesario huir de Cuba? Queda por destacar la inmensa capacidad autoral que se percibe en dos de los cortos. Es notable que en tan poco tiempo cinematográfico Suleiman y sobre todo Noé consigan, destreza y síntesis mediante, evocar no sólo una mirada sobre Cuba, sino sobre la condición humana misma.