Una mujer sale a correr, hay un tiroteo en el colegio de su hijo y trata de volver para rescatarlo. Todo en tiempo real, o más o menos. La idea no es del todo mala y la Watts es una buena actriz que demuestra además capacidad para el relato puramente físico (bueno, fue la Ann Darrow de la menospreciada King Kong de Peter Jackson...) pero aún cuando trata de contar lo justo, hay pocas ideas de imágenes, lo que vuelve el conjunto más bien tedioso aunque con algunos aciertos ocasionales.
Hay algo de "Tras la esmeralda perdida" (aquel éxito de los 80 que lanzó la carrera de Robert Zemeckis antes de "Volver al Futuro") en este film donde una novelista (gran trabajo de Bullock) se encuentra en medio de una aventura de acción totalmente inesperada, al tiempo que se cruza con un aventurero valiente, atractivo y con no demasiadas luces. Toda la película es una humorada amable que, al mismo tiempo que construye la comedia romántica, despliega algo así como una parodia o -está de moda el término, pero aquí aplicadeconstrucción de los lugares comunes de las películas del género. El plus radica en que Bullock y Tatum son buenísimos en serio y tienen el tono justo para que la película funcione y podamos reírnos de los clichés saturados ex profeso a medida que la película avanza. Un par de cameos, además, le dan sazón a una rareza: una película amable y una aventura más bien adulta.
Lo de Las rojas es loable en más de un sentido. Primero, por incluir un elemento fantástico y optar por la aventura y el paisaje para narrar lo que desea: aquí, lo que comienza como competencia entre dos paleontólogas en pos de un mítico animal termina en una cruzada contra un “villano” con intenciones que van más allá de lo cientítico. Lo segundo, tratar la solidaridad entre mujeres de un modo no declamativo, a partir de un interés común que lo vuelve más universal. Tercero, aprovechar la naturaleza como reflejo de las ideas de la trama. Por cierto, no es una película perfecta: hay aún un desfase entre las costumbres actorales y el uso del cuerpo o la distancia para narrar. No es un problema de las actrices, que están realmente muy bien, sino de la infrecuencia de este tipo de relato en el cine argentino. Pero son muchos más los aciertos que las fallas. Un paso interesante para el realizador de Ciencias Naturales y El Pampero.
Más allá de que la saga de Harry Potter está terminada (en cine y en libros) es cierto que el universo creado por J.K. Rowling -en el fondo, un gran reciclado de cuentos de hadas y mitologías varias- tiene muchísimo espacio para inventar historias. Pero lo de Animales Fantásticos es una especie de pelea que no termina de cuajar del todo entre las exigencias de un “canon potteriano” previamente establecido y la libertad de crear personajes y tramas autónomas que no refieran del todo a aquella base. Hasta esta tercera entrega, eran erráticas, pero aquí mejora con la presencia de Mads Mikkelsen como el villano Grindelwald. Qué bueno y versátil es Miwkkelsen: su capacidad de dar el tono en cualquier tipo de film, buen trabajo de Jude Law, un peso extra a esta película. La aventura, que implica la construcción de un grupo heroico, tiene en realidad menos fantasía que tensiones “políticas” y ese tema -qué se hace con un poder extraordinario- más la relación personal entre el joven Dumbledore y el joven Grindelwald hacen que la aventura propia, la fantasía, se disuelva un poco, como si fuera un “accesorio” para poder “vender” la historia “relevante”. Aún así, un buen ejemplo de lo bueno y lo malo del cine popular contemporáneo.
Está bien que sea Alejandro Maci quien construya este documental sobre María Luisa Bemberg, una de las grandes realizadoras cinematográficas de la Argentina (y, en tiempos en los que esa noble profesión era privativa de los hombres): es de quienes mejor la conoció y puede ir más allá de lo que es evidente. La voz y el estilo de la Bemberg permiten, gracias al tratamiento de Maci, una revaluación y un redescubrimiento. Sin dudas una de las personas que más merecía un documental.
Esta historia de un joven de origen musulmán llevado a una interpretación radical del Islam y a un posible crimen no está dentro de lo mejor de los hermanos Dardenne (siguen destacando en su enorme y fuerte carrera Rosetta y El niño, obras maestras) pero mantiene la idea de crear una ficción trascendente apelando al puro realismo. Esa idea, más la fortísima construcción de relaciones humanas a veces contradictorias, destaca el cine de estos belgas por encima de lo común.
Una lección de cómo arruinar una película por parte del maestro de la cámara revoleada, Michael Bay. Tiene una historia interesante (tipo acosado por deudas se suma a robo a un banco, y este sale mal, escapa en una ambulancia con un policía herido en su interior) llena de posibilidades para el drama humano y la acción desenfrenada. Hay de las dos cosas, pero mal. Todo lo que hace es confundir “entretener” pero “aturdiendo”.
Hay dos maneras de acercarse a esta sátira sobre el mundo de la creación artística en general y del cine en particular. Una es tomando la anécdota de la competencia entre dos actores: un maestro “comprometido” que odia el pasatismo (Martínez) y una estrella de Hollywood (Banderas) convocados por una muy manipuladora directora de vanguardia para intentar la obra maestra (por encargo de un farmacéutico ansioso por el prestigio). La otra es buscar qué hay de verdad en las posiciones de cada uno y descubrir que, más allá de varios momentos donde la risa es permanente gracias a un perfecto uso del aparato cine (sonido, disposición en el espacio, el sutil movimiento de cámara aun cuando prima el plano fijo), todos tienen razón y que, en última instancia, una película es, como un cuadro o una novela, algo que nace de la cabeza de alguien, de una persona en particular que se nutre, pero no usurpa, el arte de otros (o su artesanía). El núcleo es Penélope Cruz, que aquí logra combinar el capricho de una artista con la inteligencia, una rara ternura y, sobre todo, gracia, conocimiento sobre los tiempos de la comedia. Incluso los textos más “declamados” tienen un segundo grado, una distancia en la puesta en escena, que nos permite el guiño.
Ya desde el diseño, que combina la animación volumétrica alla Pixar con el diseño 2D del cartoon clásico, estamos ante una película diferente. Es una fábula con animales, esa tradición de la alegoría, donde un grupo de “villanos” primero finge “volverse bueno” para evitar ir a la cárcel y luego descubre que la bondad es buen negocio. La vuelta contemporánea es que estos animalitos malos son estafadores, ladrones sofisticados, tipos amantes de la tecnología y el gadget. Y la película aprovecha esa característica para crear momentos de acción, suspenso y humor siempre equilibrados. Por cierto, hay otros elementos que deslizan parte de la trama hacia la corrección política, pero lo que más abunda es el gag certero y, sobre todo, el encanto visual alejado del adocenamiento o el firulete inútil. Disfrutable desde la primera escena y un poco al costado de lo que vemos habitualmente en el género.
Aunque está llena de sangre y horror, esta es una humorada bastante inocente de los Foo Fighters que recuerda (aunque potenciada) aquella cosa llamada Kiss contra los fantasmas, que era lo mismo pero sin sexo ni vísceras. Igual exuda amor por el cine y sus deformidades, lo que está muy bien y cuaja con el sentimiento rocker, aunque en el fondo es una “película de culto” demasiado calculada como para lograr tal estatuto.