Después de algunos años de su realización llega finalmente, a los cines de Argentina, la cinta animada Anina de Alfredo Soderguit. Anina es la protagonista de esta historia: una niña de 10 años. Anina Yatay Salas tiene un nombre palíndromo o capicúa. Por este motivo recibe burlas en el colegio y se lleva mal con Yisel. Ambas pelean y son castigadas con la indicación de que no abran un sobre que les entrega la directora hasta su próxima reunión. Diferentes situaciones llevarán a Anina a replantearse la relación con Yisel y atravesará otras aventuras en el camino. Esta coproducción uruguaya-colombiana explora los conceptos de la identidad desde el punto de vista de una niña. Lo hace con el uso narrativo de la voz en off, para enfatizar más lo que piensa su protagonista. Y se sumerge en varios estereotipos clásicos que se crean en la mente de un chico de esa edad: la profesora buena y la mala, las vecinas “chusmas”, la directora como figura de autoridad y los diferentes compañeros. Incluso la historia da bastante lugar al espacio que ocupan los padres, en este caso bastante liberales, que prefieren que Anina descubra y aprenda las cosas por sí misma. Desde el punto de vista estético, la película fusiona elementos digitales con una tonalidad acuarelable que denota el trabajo técnico y preciso que puso el equipo de animación. Por momentos la misma es lenta y da lugar a que se aprecien los fondos y por otros es rápida y muy bien compaginada con la acción y el sonido (como en la pesadilla musical que atormenta a Anina). La película es una historia con un mensaje sencillo y claro, de reflexión, de no juzgar a los demás. Aspectos que son aplicables a cualquier cultura y que muchas veces no vemos en el cine de Hollywood. Donde se repiten una y otra vez los caminos del héroe y que algunas veces son ajenas a la realidad que viven los chicos que ven la película. Este no es el caso de Anina.
La paraguaya Paz Encina (Hamaca paraguaya) presenta su nueva película Ejercicios de memoria: la historia de un desaparecido en la dictadura de Stroessner contada desde el recuerdo de sus hijos. El film sigue la historia del médico Agustín Goiburú, desaparecido durante la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989) a través de los testimonios de sus tres hijos que tuvieron que vivir gran parte de su infancia entre el exilio y la persecución de la policía. La película presenta todos los documentos posibles: certificados, fotografías, acompañados por los testimonios que, con un logro único, los encadena uno tras otro para dar la sensación de esta frente a un solo párrafo. El compromiso que tiene el trabajo lo hace tanto personal como social; también balancea entre el documental y la ficción. Encina utiliza los recuerdos de sus protagonistas y trae el pasado al presente, fusionando estos relatos con el vacío natural del paisaje hoy en día, lugares que esconden historias como éstas y muchas más. Por momentos lo hace desde un matiz poético, donde abandona lo narrativo y da lugar al silencio. Herramienta que reafirma el mensaje de la memoria que a veces se hace elusiva pero que, en algún aspecto, siempre queda presente. Ejercicios de Memoria reflexiona sobre un tópico que no se toca en el cine de Paraguay, con imágenes del pasado que pasan del recuerdo de historias perdidas pero encontradas a algo tangible, que documenta una realidad que sigue presente, incluso en la tradición.
Rupert Sanders (Blancanieves y el cazador) presenta la adaptación americana de Ghost in the Shell con Scarlett Johansson. La historia se ubica en una Japón futurista donde la sociedad ha aceptado los avances tecnológicos en su organismo. Johansson interpreta a la la primera de su clase: una mujer que perdió todo su cuerpo en un accidente y que tiene uno de robot pero su cerebro original. Pronto toma el nombre de La mayor y se une a la Sección 9, un grupo determinado en resolver ataques cibernéticos. Investigando una serie de asesinatos La Mayor comenzará a darse cuenta de que la compañía que la creó esconde secretos que no quieren que se revelen. El anime original de 1995 supuso un nuevo cuestionamiento sobre el impacto de la tecnología y el lugar del alma. Algo que autores de la literatura como Philip K. Dick ya se debatían y que Ridley Scott, a partir de un cuento del primero, exploro aún más en Blade Runner. Estas bases sirvieron para que en 1999 los Wachowski crearán su universo Matrix y que hoy Sanders recupera con menos intensidad, dando más lugar a la acción y a lo visual que al razonamiento. Scarlett Johansen recrea con mucha verosimilitud al personaje de La Mayor, que comienza a cuestionarse su lugar en el mundo. Los matices de su evolución ponen a la actriz en un papel mucho más interesante a otros que ha hecho en los últimos años como Lucy o La viuda Negra. Desde lo físico, ningún fan de la original podrá negar el parecido que se ha buscado a la hora de construir el personaje. La acompaña, en la sección 9, Pilou Asbaek (A Hijacking) como Batou: el “sidekick” que, aunque sea un estereotipo del rudo con un amable corazón, cumple su rol y logra que avance la trama. El resto del equipo queda rezagado a pequeñas apariciones, sin mayor profundidad. Exceptuando a Takeshi Kitano, el líder del grupo, el cual Sanders se dio el lujo de tener. El director y actor es Beat Takeshi (aunque su nombre en la película sea Aramaki) el mítico personaje que vuelve a interpretar a pesar de la edad, un hombre sin escrúpulos que no tiene miedo de decir lo que opina. Volviendo al tema visual, el traspaso del formato anime al cine siempre tiene dificultades. En Japón el número de películas live action basadas en mangas y animes crece enormemente . Pero nunca logran el mismo efecto. Estados Unidos lo intentó con Dragon Ball y falló en todos los aspectos, mientras que todavía tiene planes para otras adaptaciones como Akira, Attack on Titan y Netflix prepara el estreno de Death Note. La vigilante del futuro, Ghost in the Shell se convierte en el primer film americano en copiar plano a plano las escenas del anime, respetar gran parte del vestuario y no alterar demasiado la historia. E incluso no abusa de los efectos especiales en las secuencias de acción, siendo sólo parte del escenario.
El jueves pasado llego a las salas de cine argentino Piray 18: El desafió Dávalos-Mercado, un pequeño documental sobre un gran enfrentamiento que mueve a un pueblo misionero; entre la pasión y la costumbre. La historia comienza una semana antes del gran evento en Piray Kilómetro 18, en la provincia de Misiones. Allí la cámara comienza a entrever las historias del pasado de dos familias; los Dávalos y los Mercado; las cuales han mantenido la tradición de enfrentarse en un partido de fútbol todos los 27 de Diciembre. Conformada por relatos de jóvenes y ancianos familiares que van contando los partidos pasados y se preparan para el que viene, el relato también transita los quehaceres de cada uno de ellos que entienden este enfrentamiento como un Boca y River. Una historia que puede ser considerada sencilla, es desarrollada de manera épica por su director; que en una hora presenta a sus protagonistas y los enfrenta en un gran climax; que deja la enseñanza de que el deporte puede llegar a ser algo mas que un interés económico o cultural que divide a la gente.
El estreno juvenil de esta semana viene de la mano de El espacio entre nosotros de Peter Chelsom; protagonizada por Asa Butterfield y Britt Robertson. Poco después de llegar a Marte, una astronauta muere al dar a luz al primer ser humano nacido en el planeta rojo, sin revelar quién es el padre. Así comienza la vida extraordinaria de Gardner Elliot, un muchacho curioso e inteligente que llega a los 16 años de edad habiendo conocido a tan sólo 14 personas durante su crianza muy poco convencional. Mientras busca pistas sobre su padre y el planeta natal que nunca conoció, Gardner entabla una amistad inter-planetaria única y secreta con una chica llamada Tulsa. Cuando encuentra la oportunidad de viajar a la tierra, Gardner quiere encontrar a su padre con la ayuda de Tulsa; pero los científicos se dará cuenta que la gravedad del planeta esta afectando al joven y no le queda mucho tiempo. El espacio entre nosotros ubica al espectador frente a una historia new age; pensada para aquellos que crecieron con la comunicación al alcance de la mano. Sus protagonistas se conocen mas allá de la distancia; y demuestra cuanto han cambiado las relaciones humanas; a través de la internet y la tecnología. Claro, que estos jóvenes son dos marginados socialmente; extrañamente más ella que él. Por otro lado, la historia plantea un camino de auto-descubrimiento; pero todo parece estar al alcance de la mano para ellos. Y para dos jóvenes que no se han podido conectar con el mundo; son bastante buenos haciéndolo en su travesía. Otro aspecto que acerca esta historia de romance en un contexto de ciencia ficción, a las generaciones modernas es la música. No por su elección, sino por su tiempo. Como pasaba en Cincuenta Sombras más oscuras; la música incidental o la banda sonora; se hace presente como si fuera un protagonista más; especialmente en los momentos emotivos. Puede que la idea refiera a que el espectador asocia la escena a la música, y después compra o escucha la canción fuera de la sala. Pero desde lo narrativo, el choque de este recurso es molesto e innecesario.
Hugh Jackman se despide del personaje de Logan en una película totalmente diferente a la saga X-Men; dirigida por James Mangold (Wolverine: Inmortal). La historia se ubica unos años en el futuro, en donde los mutantes han desaparecido; y Logan dedica su tiempo ha manejar una limusina y conseguir medicamentos a un enfermo y senil Charles Xavier (Patrick Stewart). Su rutina se acaba cuando una mujer le pide que cuide de una niña y la ayude a cruzar la frontera; mientras es perseguido por un grupo militar. Wolverine ha tenido varias apariciones en la saga X-Men desde el 2000 hasta la actualidad; pero por primera vez, el protagonista tiene un tono solemne; fuera de la excentricidad de las películas de super heroes. Por un lado, el film cambia su clasificación para mayores de 18 años (algo que se debe al éxito de Deadpool). Pero mientras que el personaje interpretado por Ryan Reynolds, usaba la comedia para exponer su sátira verbal; y algunos toques de sangre. En Logan, la comedia tiene poco lugar, y la historia es un drama con muchas escenas sanguinarias. Pero lo más extraño, es que en ningun momento hace abuso de esta técnica para complacer a cierto tipo de público; por el contrario, el film funcionaría de todas maneras sin este detalle. A la par, la realidad de los personajes es única; ni en Marvel/Disney, ni en DC/Warner; ni en ninguna de las anteriores películas de FOX/X-Men; se ha visto la credibilidad de los personajes frente a las situaciones que enfrentan. No son super heroes; no quieren serlos. Están abatidos y cansados. En un mundo que les parece desconocido (incluso para el espectador ya que el guión no ahonda en el contexto o el fuera de campo). Todo esto se refuerza con la estrecha relación que como actores han armado Patrick Stewart y Hugh Jackman en estos diecisiete años. Y en esta road movie de dos amigos en la carretera; se involucra una niña, que en su silencio, hace la trinidad perfecta. Laura Kinney/X-23; interpretada por una joven Dafne Keen; logra darle el toque emocional a la película. Su relación de aprendiz/hija con Wolverine; es algo sacado de un manual de guión. Y esta tán pulido, que funciona. Y lo más probable es que el público demande una película en solitario de esta nueva protagonista. Incluso Mangold es inteligente en no caer en el problema de la debilidad de las figuras en los villanos; algo que no paso en X-Men: Días del futuro pasado pero si en X-Men: Apocalipsis. Aquí son mercenarios, a las ordenes de un científico que reactivo el proyecto X. Se suma una sorpresa, que es no mejor revelar para mantener el misterio.
Para llenar el vacío del terror en las pantallas de cine llega Intrusos de Adam Schindler, un atrasado estreno del 2015. Intrusos sigue la historia de Anna, una mujer que sufre agorafobia, y no sale de su casa hace veinte años. Cuando tres ladrones irrumpen en su hogar, ella no podrá salir y ellos descubrirán que tampoco están tan a salvo. De vez en cuando las distribuidoras estrenan una cinta de terror que combina dos factores infaltables: actores desconocidos y una trama atada con hilos. El argumento es que hay una gran demanda por parte de espectadores amantes del género en Argentina. Intrusos es una mezcla entre La habitación del pánico y la saga de El Juego del Miedo pero no tiene ni la astucia de la primera, ni la tortura física o psicológica de la segunda. Aunque la idea original del gato y el ratón, con el añadido de la enfermedad que padece, es interesante; el problema radica en el desarrollo. Hay una incoherencia en la evolución de los ladrones que, a pesar de ser marcados estereotipos, realizan acciones ilógicas frente a su objetivo. Incluso el personaje de Anna tiene motivos cuestionables: teniendo en cuenta el trauma de su pasado, no se comprende el maltrato que les hace padecer a los ladrones. En una semana con pocos estrenos, Intrusos ocupa un espacio que podría tener otra producción independiente del mismo género. Una idea que bien desarrollada podría haber construido otro film.
Se estrenó Decime que se siente: la venganza de Fernando Fraiha; una comedia brasilera en suelo argentino. Vadao y Caco son dos amigos brasileros que trabajan como dobles de riegos. El primer vive el día a día y es más liberal. El segundo cree que esta dispuesto a hacerle la gran pregunta a su novia. El problema arranca cuando este la encuentra con otro hombre, un argentino que se la lleva a Buenos Aires. Caco y Vadao se suben a su auto y se dirigen a Argentina en busca de Venganza. Con una buena premisa comienza esta comedia de situaciones que podría haberse enfocado más en el absurdo, el choque cultural o en la misma venganza; pero que presenta cada escena como propia, sin sintonía y con dos protagonistas que se esfuerzan demasiado por empatizar con el público. Por otro lado los personajes más extrovertidos, una visión brasilera hacia los argentinos; quedan en el camino. El doble de Bruce Willis esboza una de las escenas más cómicas de la cinta, pero queda fuera de lugar frente a las situaciones que siguen. Y toda la historia del cocinero argentino que le roba la novia a Caco, pareciera ser más parte del contexto, y queda desaprovechada. La película se desinfla a medida que los protagonistas se acercan a su objetivo; maquinan una venganza hacia los argentinos, y aunque sabemos que estamos ante dos brasileros perdedores; el espectador siente que no ellos no han aprendido nada; y que probablemente sean los protagonistas la sátira de la historia; y no al revés.
El director de Lo Imposible, Juan Antonio Batona vuelve a contar una historia protagonizada por un niño, en Un monstruo viene a verme; basado en la novela de Patrick Ness. Un monstruo viene a verme sigue la historia de Conor (Lewis MacDougall), un joven que vive con su madre separada (Felicity Jones), la cual tiene cáncer y cada día esta más débil para hacerse cargo de la casa donde viven. Mientras llega la abuela de él (Sigourney Weaver), Connor recibe la visita de un gigante monstruo con raíces de árbol (voz de Liam Neeson) , quien le dice que le contará tres historias. Bayona se sumerge en una historia difícil de contar, y lo hace con la construcción necesaria para llevar a cabo la adaptación de la novela. Por un lado reúne a un excelente elenco, que en primer lugar introduce al joven Lewis MacDougall, que salvo por haber hecho una participación en Pan; ha definitivamente arrancando su carrera con este film. Las expresiones de su rostro, y los diversos conflictos emocionales que transita Conor, son un trabajo de sincronía entre el director y el actor. Y Bayona ya lo había hecho con Tom Holland y Samuel Joslin en Lo Imposible. A la par, tenemos grandes interpretaciones de Sigourney Weaver, Felicity Jones y la particular voz de Liam Neeson. Por otro lado, la narrativa es exquisita. En vez de apelar al drama que conlleva una enfermedad desde puntos más comunes como Bajo la misma estrella; Patrick Ness lo hace desde la mente de un niño, la fantasía intenta ser un escape de esa realidad que no puede afrontar; pero a lo largo de la historia nos damos cuenta que todo lo que enfrenta Conor y todo lo que le enseña el monstruo; son etapas de la consciencia y de la evolución humana. Finalmente desde lo visual, Un monstruo viene a verme cumple la idea desglosada del libro. Y cada una de las tres historias, no solo sirven para determinar las emociones y los conflictos internos del protagonista; son a su vez una puesta en escena de animación distinguida y cuidada.
Llega a las salas de cine, la ¿última? película de la saga Resident Evil; protagonizada por Milla Jovovich. Mientras que Capcom, apuesta al terror en la séptima parte de su videojuego, la saga del cine construye su historia a partir de la acción y cierra algunos cabos sueltos en Resident Evil: Capítulo Final. Como es común, la película comienza con algunos minutos que resumen las previas partes para los olvidadizos; y a su vez aporta algunos elementos que cambian la historia para adaptarla al final. Alice (Jovivich) sigue escapando de Umbrella a la par de los zombies y el apocalipsis. La llave de la salvación se encuentra en un antivirus en las ruinas de Raccoon City, en la central de Umbrella controlada por el Dr. Isaacs (Iain Glen) y Wesker (Shawn Roberts). Los compañeros de Alice, funcionan más como extras o parte del decorado; que personajes definidos. Incluso el único personaje del videojuego Claire Redfield queda rezagado como sidekick y mal construida. Otro aspecto a destacar es la inconsistencia con la película anterior; Resident Evil 5 La Venganza. Ni los sucesos del final tienen alguna continuidad en este film; y ni siquiera ninguno de los protagonistas y participes del videojuego; son parte de esta como Ada Wong, Leon S. Kennedy, Jill Valentine y Chris Redfield. Con catorce años entre la primera parte y esta, es normal que la historia haya sufrido cambios, pero no solo se olvidaron de continuar la quina parte, si no que construyeron un final paralelo; con algunos personajes y elementos de las películas pasadas; pero de libre albedrío. Por otro lado, un punto a favor es que Resident Evil: El capítulo final no abusa de los efectos especiales, hay más de una explosión cuestionable; pero en lineas generales las escenas son peleas de cuerpo a cuerpo; aunque con varios cortes en la edición.