Dentro de tu celular existe un entramado de aplicaciones que plantean una nueva forma de comunicación virtual. Entre ellas se encuentra Textopolis, la tierra en donde habitan tus emoticones favoritos: Sonrisa, LLanto, Popó, Hi-5 y nuestro protagonista Gene, quien a pesar de ser hijo de una pareja de “Meh”, y ese parece ser su legado, se distingue porque nació sin filtro y su rostro puede adoptar múltiples formas. En este universo colorido y amigable, cada personaje es unidimensional, o sea tiene una sola expresión facial. Cada quien cumple su función en el móvil, y no hay lugar para alguien distinto y desestabilizante como Gene. Por lo que cuando este falle en su rol, la exitista Sonrisa (coordinadora del lugar) ordenará que lo eliminen a los antivirus. Es así que Gen escapará a hacia otras aplicaciones junto a un poco utilizado Hi-5, e irán en busca de la emoji hacker Jailbreak, para que lo reprograme y así pueda definir su gesto. La idea y los personajes de Emoji: La Película son atractivos, pero no conceden nada nuevo al mundo de la animación, por el contrario en cada escena hay una especie de deja vú de otras historias que ya vimos, como puede ser La Gran Aventura LEGO, Intensa-Mente o la propia Toy Story, donde la trama argumental giraba en torno a la vida privada de los juguetes, en este caso emojis. Perdiendo calidad y gracia ante las referencias citadas, esta cinta no provoca muy poco. La dupla principal, Gene y Hi-5, nunca logra el contrapunto cómico, más bien Hi-5 se torna pesado e inoportuno, y la química con la bella Jailbreak, oscila entre un casi pedido de convivencia y el tedioso sentimiento de culpa de Gene, por considerarse en la obligación de cumplir con el legado social impuesto. Como en una buena fábula, todos terminarán siendo aceptados con sus diferencias, pero siempre adaptándose al sistema. Por lo pronto, con Emoji: La Película, los más pequeños terminaran subyugados por la sola imagen de los emoticones, quienes brincan alterados de un lado al otro de la pantalla, mientras que los más grandes sabrán apreciar la poca dimensión artística de este producto marketinero carente de alma.
Edgar Wright nos da una 'master class' de montaje, en esta aventura excedida de adrenalina en la que se advierte la forma cinematográfica en su máxima expresión. El iPod señala Bellbottoms, de Jon Spencer Blues Explosion, escuchando esta canción Baby (Ansel Elgort) aguarda en un automóvil (robado) a que un grupo comando termine de atracar un banco para después huir. La fuga es impresionante. Baby: El Aprendiz del Crimen comienza con una escena de persecución que no da respiro, una coreografía de acción perfectamente orquestada. Baby es un eximio conductor, un as del volante, y pese a no querer involucrarse en el mundo del hampa, está obligado a saldar una antigua deuda con Doc (Kevin Spacey), el rey del crimen. Si bien está a punto de cumplir sus últimos trabajos, él pasará a ser el amuleto de la suerte de Doc, quien bajo amenaza no lo dejará desvincularse del cosmos delictivo. El joven de pequeño perdió a su madre en un accidente, quien era una gran cantante, y también padece un trastorno auditivo: oye una especie de zumbido permanente. En parte, por estos motivos escucha constantemente música y no concibe su vida sin esta. A Baby no le queda casi nadie, solo sus mezclas musicales grabadas en casetes, un padrastro con problemas de salud y su amor por Debora (Lily James), con quien anhela un nuevo comienzo. Si bien esta película cuenta con un argumento convencional y algo predecible, gana por su construcción formal y por saber concebir climas. No solo adopta la música como una protagonista más de la trama, también está cargada de referencias cinéfilas, sobre todo a las del cine de acción de los años 70’ y 80´. También posee ciertos rasgos del film noir en cuanto alude a los límites difusos entre el bien y del mal, y al presentar a nuestro protagonista como un antihéroe amenazado por su oscuro pasado. Baby: El Aprendiz del Crimen, comienza como una película cool, la típica del joven genio que es sumamente habilidoso y tiene muy en claro a donde se dirige; pero con el pasar del metraje esto se va diluyendo, Baby es una bomba de tiempo emocional y la historia explota, literalmente hablando. Lo que parecía un robo de guante blanco se torna sangriento, hasta gore, al mejor estilo Natural Born Killer de Quentin Tarantino. Nos encontramos ante una cinta magistralmente editada (y fotografiada), que se mueve entre el cine de acción y el musical (las coreografías en plano secuencia lo reafirman), interpretada por un Ansel Elgort magnético. Indudablemente Wright está atravesando por un gran período de inventiva visual, y como espectadores debemos estar agradecidos. Hay intriga criminal, unas secuencias de acción alucinantes y un repertorio musical que va desde R.E.M hasta Aretha Franklin y Edith Piaf ¿Qué más podemos pedir?
El director de 'Annabelle' nos presenta un producto de horror teen, con reminiscencias a la saga 'Destino Final' y la noventera 'Wishmaster'. Clare (Joey King) es una joven de 17 años quien de pequeña perdió a su madre de forma fatal: fue testigo presencial de su suicidio. Esta tragedia atormenta día a día a la chica y a Jonathan (Ryan Phillippe), su padre, que tampoco parece superar este triste acontecimiento. Ambos sobreviven como pueden en una casa venida a menos, saturada de chatarra debido a la afición del padre a recolectar basura, actividad que avergüenza a Clare. Un día, entre los desperdicios de una elegante casa, Jonathan encuentra una hermosa caja musical que parece provenir de la antigua China. Sin dudarlo se la regala a su hija, quien logra descifrar que es una caja de los deseos, por lo que a modo de juego pedirá el primero. Lo asombroso empezará cuando los deseos se comiencen a cumplir. La vida de la adolescente cambiará radicalmente (de looser pasará a ser la más popular, tener dinero, conquistar al chico más guapo de la escuela, etc), pero lo que aún no sabe es que a cambio deberá pagar un precio muy alto teñido de sangre. 7 Deseos es un verdadero patchwork, en pos de una búsqueda comercial, para agradar sobre todo al público adolescente (el que más consume películas de terror), mezcla géneros y temas mal hilvanados. Es un drama teenager, del estilo historia de preparatoria con winers, loosers y peleas de por medio, en el que la atormentada protagonista busca algo de redención para su gris vida y la de su padre acumulador, con una presencia absoluta de la tecnología. Los celulares funcionan como el modo de comunicación por excelencia y las redes sociales dominan un nuevo espacio social virtual entre los adolescentes, a través de la cual comunican al mundo lo que hacen y también resulta una herramienta apta para practicar bullyng. Es una pena que en el film este recurso está utilizado solo pour la galerie, de modo trivial, sin cumplir ninguna función narrativa. Por otra parte el horror aparece condensado en esa caja musical que entra en el relato de forma débil. El objeto endemoniado, parece tener vida propia y su cometido es reclamar almas, además de provocar una conducta adictiva tal como el my precious del gollem en El señor de los anillos. El hecho es que por culpa de este artefacto, que cumple los deseos de Clare, se comienzan a suceder muertes extrañas de la gente que la rodea al mejor estilo Destino final. Aunque no alcanza el nivel de espectacularidad, y efectismo, de las escenas mortales de esta saga, hay que reconocer que dos bien están bien elaboradas: la de la vecina, en la que con planos detalles se sugiere la obviedad de que esta se cortará la mano (y después sucede otra cosa), y en la que se realiza un montaje paralelo entre lo que acontece con su padre en la ruta y su amiga encerrada en un ascensor, elevando la duda de quién de los dos caerá en desgracia. Las demás escenas vinculadas al terror de tan inverosímiles son grotescas, y provocan mas risas que susto en el espectador ¿Es recurso es adrede? Por cómo está planteado el argumento no lo creo. Sin aportar nada nuevo, 7 Deseos se sitúa entre esos productos de consumo rápido y descartable, en donde los clichés del cine de género siguen siendo los mismos de hace décadas.
Honor inglés, logias secretas, alienígenas metálicos esquizoides y hasta una pequeña huérfana latina, conforman el universo de la última, y ya desgastada, entrega de la saga dirigida por Michael Bay. La quinta entrega de Transformers comienza con Cade Yeager (Mark Wahlberg) prófugo de la justicia y un Optimus Prime que se ha escapado del planeta Tierra, lugar que se encuentra convulsionado debido a que la guerra entre los humanos y los robots alienígenas no da tregua. En este pastiche mal confeccionado, también aparecerá Izabella (Isabela Moner), una joven huérfana afecta a los hombres de metal, que solo busca amor y sobrevivir; un correctísimo Sir Edmund Burton (Anthony Hopkins), una especie de norte que conoce sobre los vínculos secretos entre los enormes robots y la leyenda del Rey Arturo; y una sexy profesora de literatura (Laura Haddock), pariente sanguínea del mismísimo mago Merlín. El grupito se reunirá para combatir la profética invasión que está planeando Quintessa, la diosa creadora de todos los Transformers, quien sublevada a cualquier tipo de integración, quiere recuperar su planeta a costa de aniquilar y consumir la energía de los seres de la Tierra. También será la culpable de despertar el costado “Hyde” de Optimus Prime para que la ayude en su cometido. En resumidas cuentas nos encontramos ante un relato del que brotan personajes y subtramas a granel, sin consistencia alguna. Así como querer encajar con fórceps elementos históricos y legendarios, tal como las cruzadas y la leyenda del Rey Arturo, época en la que ya existían nuestros amigos de fierro. Todo complementado con un maratón de estridentes y agotadores estímulos visuales que nos dejan mareados y a punto del colapso sensorial. Una historia vertiginosa mal contada, con humor ineficaz, a merced de los abusivos efectos especiales/digitales, que no solo nos anestesian los sentidos, también la paciencia. El sopor se hace insoportable, así como encontrar una buena posición en el asiento. Transformers: El Último Caballero, persigue la lógica de un niño de tres años hiperkinético que está aprendiendo a usar sus juguetes. “Bayhem” en estado puro y en su máxima expresión.
Clamamos por un spin off sobre Balthazar Bratt, el nuevo villano ochentoso de esta franquicia, que planea sus atracos con música de Michael Jackson y utiliza al chicle globo como arma letal. Siguiendo la misma lógica que sus antecesoras, Mi Villano Favorito 3 se construye a partir gags aislados, divertidos y logrados, sin focalizarse demasiado en la organicidad de la historia. En esta entrega seguirán apareciendo nuevos personajes, lo que abre el juego para que lleguen más aventuras de Gru y los simpáticos Minions. En cuanto su argumento, si hay variaciones. Si bien la primera parte se centraba en las fechorías de Gru y su relación con las niñas, y en la segunda este se transforma en agente de la justicia para ser un padre de familia, y por amor a Lucy Wilde, aquí conocerá a su hermano desconocido, el millonario y frívolo Dru. También aparecerá un nuevo y explosivo villano: Balthazar Bratt, un antiguo niño estrella obsesionado con el personaje que encarnó en una serie de televisión de los años ochenta. Él vive en una fortaleza con forma de cubo rubik, escucha todo el tiempo música de la época, y el duelo de baile, y la goma de mascar, son sus armas letales. Por otra parte se desplegarán varias líneas narrativas: Lucy se comenzará a relacionar de lleno con las niñas, Gru será tentado por Dru para cometer vilezas y no nos olvidemos de los Minions, quienes se revelarán con su amo y tendrán su aventura paralela. Mi Villano Favorito 3, presenta un cúmulo de historias y personajes sin ahondar en ninguno. Los gags son coloridos y entretienen, salvo en el último tramo de la cinta que se torna un tanto reiterativa y decae la gracia. Sin lecturas muy elaboradas, lo último de Illumination Entertainment apunta a un público infantil y cumple con el cometido. Salvo por el villano casi no hay guiños al público adulto. La falta de motivación en las acciones de los protagonistas, sumado una cadencia narrativa irregular, la franquicia va en vías de agotarse y perder la espontaneidad. Esta secuela sale airosa, pero esperemos que para la próxima renueven la trama sin la necesidad de aglutinar situaciones y personajes desprovistos de sentido.
Lo nuevo de James Ponsoldt indaga sobre los efectos colaterales de la tecnología y el capitalismo extremo, a su vez que señala una nueva forma de poder: la información. Mae (Emma Watson), es una joven que vive en un pueblo del sur profundo de los Estados Unidos y trabaja en el call center de la empresa de agua del lugar. Mae, estudió arte y está un tanto hastiada de su vida, hasta que un día recibe “la llamada”. Su amiga le consigue una entrevista en El Circulo, la empresa de tecnología que está revolucionando al mundo. Tras una entrevista atípica e informal, debido a sus audaces respuestas, Mae será contratada por la compañía. Lo que comenzará siendo un trabajo común, bajo el lema de “mejorar el mundo”, gradualmente se irá convirtiendo en una especie de secta informática, teniendo en cuenta que, a través de un innovador sistema operativo, la finalidad de El Círculo es unificar los datos personales de cada individuo. El líder de la compañía, Eamon Bailey (Tom Hanks), utilizará a Mae para ser una “transparente”. Para que forme parte de un experimento que redefinirá los límites éticos de la privacidad. Cada decisión que ella tome, no solo afectará su vida y la de sus seres queridos, también la de toda la sociedad. Mae se transformará en una especie de gurú tecno, sin tener en cuenta las posibles consecuencias. En El Círculo, a Emma Watson le toca sostener de lleno una historia que no logra generar ningún tipo de clima, ni atractivo. Un relato que se sumerge en tópicos clichés del cine y la televisión, y lo hace equívocamente. El prólogo se extiende demasiado, su conformación narrativa está muy alejada del tono del thriller e incluso se crean situaciones mal resueltas e inverosímiles. Ni a Tom Hanks se lo nota convencido en su papel. Aunque alude a un tema relacionado a la revolución digital, la cinta, en su forma, no es para nada insurrecta. Lo más osado que podremos ver son algunas tomas hechas desde un drone. Remarcando un tono didáctico y aleccionador, El Círculo se propone hacernos “reflexionar” sobre las consecuencias del abuso de la tecnología en nuestra sociedad y cómo el poder corrompe al hombre, a través de una metáfora burda y superficial. Sale exenta Emma Watson, que hace lo imposible para mostrarse natural en el contexto.
Un uso perfecto del espacio y el sonido, asistidos de una narración sin fisuras, sitúan a 'Viene de Noche' como una de las mejores propuestas de género del año. En el thriller de terror y psicológico Viene de noche, el director Trey Edward Shults da cuenta de que se puede narrar una gran historia utilizando escasos recursos. Una puesta minimalista con suficiente potencia para causar altas dosis de tensión y exponer cuestiones morales que se suceden bajo el influjo de situaciones límites físicas y mentales. El film nos sitúa ante una casa tapiada como un fuerte, inmersa en el medio de un gran bosque. La trama nos presenta un escenario post apocalíptico, en el que una familia, Paul (Joel Edgerton), el padre; Sarah (Carmen Ejogo), la madre y Travis (Kelvin Harrison Jr.), el hijo adolescente, vive aislada para protegerse de un extraño virus que está asechando a la sociedad. Sin dudas el que toma las riendas de la situación es Paul, quien pone el cuerpo para resguardar cualquier circunstancia que ponga en peligro a su familia. De repente, un día aparece ante su puerta un joven que quiere entrar a la fuerza. Tras mantenerlo aislado unos días, por temor a que este infectado, logra conversar con el extraño, quien le comunica que a pocos kilómetros se encuentra su mujer y pequeño hijo, y que él solo necesita provisiones. Es así, que Paul ayudará al intruso (Christopher Abbott) e irán en busca de sus seres queridos. Una vez que estén las dos familias juntas, conformarán una pequeña comunidad, compartiendo la enorme casa de madera. Pero la convivencia no será fácil y menos aún con un estado de paranoia constante. Viene de noche comienza con una escena impactante, con tintes casi dramáticos, por lo que el director ya nos brinda pistas de cómo será el tono de la película. Lo sorprendente es que logra sostener toda esa potencia a lo largo del metraje e inclusive incrementarla. La tensión no da respiro. La geometría del espacio interno de la casa es asfixiante y está acompañada por un trabajo de cámara (subjetivas, planos cortos y estilizados), y una utilización del sonido impresionante. Encima el guion se encuentra al mismo nivel de los aspectos técnicos. Además de las acertadas actuaciones, hay un juego constante con las mentes de los protagonistas (y del espectador) que ponen en jaque distintas nociones de realidad, inclusive al estado onírico de uno de los personajes que funciona de un modo profético o predictivo. Los momentos de catarsis son escasos, pero Shults tiene la habilidad de equilibrar el nervio y la angustia en dosis justas. Estamos ante un claro ejemplo de como con una puesta de escena austera se puede provocar una explosión de emociones y sensaciones. Una clase de terror que impacta en el cuerpo y a su vez mantiene activa la percepción espectador.
Entre momias, zombis, maldiciones y grandes tormentas de arena, se inicia el Dark Universe, la nueva franquicia de los monstruos de la Universal. Nick (Tom Cruise), un ex soldado, es una especie de caza recompensas de tesoros milenarios que se encuentra en Irak, junto a su compañero Chris (Jake Johnson), en búsqueda de nuevos hallazgos para después comercializarlos en el mercado negro. Gracias a un mapa que le roba a la experta en antigüedades Jenny Halsey (Annabelle Wallis), tras pasar una noche de amor con ella, en medio de una zona en conflicto, el trio descubrirá una misteriosa tumba del antiguo egipcio y sin darse cuenta devolverán a la vida a la princesa Ahmanet (Sofia Boutella), borrada de los anales de la historia por asesinar a su familia y pactar con el mismísimo demonio. A partir de allí se comenzará a mezclar todo, los aventureros de la época actual, las antiguas historias de faraones y también de las cruzadas, con un contemporáneo Dr. Henry Jekyll (Russell Crowe), quien tiene un laboratorio para investigar a los monstruos y erradicar la maldad de la faz del planeta. Con la necesidad de posicionar al Dark Universe, La Momia despliega un sinfín de líneas narrativas y personajes que hacen mella con lo que se quiere contar, por lo que no se profundiza ningún argumento o premisa y los protagonistas quedan desdibujados. Si bien los efectos especiales están logrados, tal saturación de elementos da lugar a escenas que quedan por fuera de la coherencia narrativa. La Momia, además de presentar al que se infiere que será uno de los pilares de la monstruosa saga, el Dr. Jekyll (quien con un antídoto controla que no aflore el Sr. Hyde) y a la misma momia (que funciona más como un pretexto narrativo que como protagonista), también nos intenta mostrar una historia de amor que nunca se cimienta: la de Nick y Jenny, quienes encima no tienen química en pantalla. La idea de revivir a los monstruos más queridos del ámbito cinematográfico es realmente interesante, ya están confirmados para formar parte de la franquicia Frankenstein y su novia, Drácula, el Monstruo del Lago Negro, el Fantasma de la Ópera, el Jorobado de Notre Dame y el Hombre Invisible. Solo rogamos que la próxima entrega de este cautivante Dark Universe renazca —sin mercurio y fastidiosas sobreexplicaciones— trayendo dignidad a la saga.
Modo Amazona: ¡Por el fin el cine nos trae a una heroína criada en el seno de una sociedad matriarcal! Mientras una voz en off ronca y firme nos sitúa en la actualidad, una toma área hace un recorrido desde los confines de la galaxia hasta hacer foco en la pirámide del mismísimo Louvre. Diana (Gal Gadot), la bella portadora de unas piernas largas y elegantes, entra a su oficina en el museo francés. De pronto llega una entrega, un paquete que contiene una vieja fotografía que data de la primera guerra mundial, en el que un grupo de hombres rodea a nuestra amazona guerrera. Esta imagen dará paso a un gran flashback, para narrar el origen de LA heroína del universo de DC. En una era mitológica donde los dioses son protagonistas, surge un lugar paradisíaco, suspendido en el tiempo y el espacio, gobernado por amazonas de armas tomar, quienes se entrenan con el fin resguardar su tribu y mantener la paz, y para protegerse de la inminente llegada de Ares, el dios de la guerra. La pequeña Diana se criará en este entorno y con estos valores e ideales hasta hacerse mujer. Pero un día, un avión proveniente de la primera guerra mundial traspasará las barreras de la utópica ciudad de Tesmicira y caerá en el mar de la isla. Diana salvará al piloto (Chris Pine) y así descubrirá el horror que sucede en el mundo. Convencida que el dios Ares es el responsable, abandonará su lugar con el fin de acabar con este mal, sin tener consciencia de que posee poderes sorprendentes. Recurriendo a la estética más clásica de la historieta, fusionada con momentos animación y efectos especiales que responden a las necesidades de la narración, La Mujer Maravilla, también conceptualmente, descubre un registro novedoso en el universo DC. Un mundo donde las mujeres poseen el poder sin recurrir al abuso y donde reina lo justo. Donde habita una heroína con una mirada inocente, sin oscuridad, sin angustia ni cinismo, todo lo contrario a los motivos que vienen predominando en el universo de superhéroes. Gal Gadot está magnética, el sayo de Mujer Maravilla le queda impecable, actoral y estéticamente. Es cierto que en la cinta viste tremendo y nunca se ensucia a pesar de estar rodeada de tiros y nubes de tierra, pero no nos olvidemos que proviene de una estirpe mitológica. El imaginario del film es muy atractivo, desde situarlo en el contexto de la primera guerra mundial, la química que se genera entre Gadot y Chris Pine, hasta el grupo que va al frente conformado por outsiders. Lo único que parece desencajar, desde el aspecto del fisic du rol, es el actor que encarna al dios Ares. Por lo demás cumple con todos los requisitos: hay aventura, algo de romance, momentos de humor, luchas extraordinarias, pero sobre todo una mujer que se las trae, una Power Woman, sensible, íntegra y estoica.
¿Qué pasaría si cuando estás atravesando el peor momento de tu vida te podrías materializar en un monstruo? Bienvenidos a 'Colossal'. Gloria (Anne Hathaway) pasa su tiempo de desocupada en New York, bebiendo en exceso y yendo de fiesta con sus amigos. Hasta que un día su novio no tolera más tal situación y, literalmente, la hecha del apartamento. Quebrada, tanto a nivel económico como emocional, retorna al lugar que la vio nacer. Vuelve a la casa vacía de sus padres. En su derrotero por esta pequeña ciudad de EEUU, y en busca de un colchón inflable para no estropear su columna, se topará con Oscar (Jason Sudeikis), un antiguo compañero de la escuela primaria a quien hace años que no ve. A partir de este encuentro, múltiples sucesos comenzarán a suceder en simultáneo. De modo amable y tendiéndole una mano, Oscar le propondrá a Gloria trabajar en su bar, y al día siguiente, tras compartir una noche pasada de copas, irrumpirá la realidad un hecho extraordinario: un monstruo, del estilo kaiju, invadirá Corea. Exhibido el tema, los registros de Colossal alternarán entre el tono cotidiano de la rutina de un pequeño lugar, la intrusión fantástica con tintes paródicos, hasta devenir en un oscuro psycho thriller. En realidad, la aparición de este monstruo, y más tarde la de un robot estilo Mazinger Z, será solo un pretexto para retratar la valentía de una mujer, de armas tomar, quien después de tocar fondo, comenzará a encontrarle un sentido a su vida. También para dar cuenta la violencia contenida y de la metamorfosis de un lobo con piel de cordero. Un hombre que cuando obtiene poder, lo utiliza para oprimir y extorsionar a cualquier precio. Un verdadero melodrama vedado en lo que podría ser la génesis de una historia de superhéroes. Como bien cita Spider-man: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad", y sobre esta premisa girará este delirante universo creado por Nacho Vigalondo. Audaz, pretenciosa, desquiciada, son algunos de los adjetivos que describen a esta cinta, que presenta una vuelta de tuerca poco convencional y que no solo trabaja la hibridación de géneros como pocas, y pone en relieve todo un dilema moral, sino que además nos deja apreciar a una Anne Hathaway sucia y desprolija, alejada de los estereotipos hollywoodenses que suele interpretar.