Moacir dos Santos es un cantautor brasilero que recupera su libertad después de unos años en el Borda. Junto al director, Tomás Lipgot, pergeña y realiza esta película que es a la vez un documental sobre su historia y sobre el making of de Moacir III. El cine dentro del cine es un marco inteligente, que aliviana y oxigena la premisa de la locura en primer plano.
Esta crónica de una mujer rica con tristeza, adaptación del clásico de Maupassant, sorprende por su capacidad para trazar un retrato de época sin naftalina. Brizé acompaña a Jeanne muy de cerca, en las distintas capas de una intimidad a veces dulce y a veces amarga. Es la historia de una mujer que pasa de un entorno feliz y amoroso, como hija, a un matrimonio humillante. Al que suceden otros capítulos de una vida que no merece, pero no puede impedir. Un drama antiguo, sí, pero con eco feminista y actual. Algo parsimonioso en su desarrollo, pero sin duda virtuoso y atractivo.
La aventura de un grupo de emoticones que vive en el smartphone de un chico tímido parece casi excusa para un desfile de product placement de apps conocidas -Spotify, Twitter, Instagram-, en esta película de animación que los transforma en personajes. Con un argumento deudor de ideas de films anteriores -desde Toy Story a Intensamente o Ralph, el demoledor- se centra en el emoji que quiere dejar de ser sólo un gesto y, en esa rebeldía, se convierte en una falla: un problema. Para evitar que se apague el sistema, deberá viajar al interior del chip acompañado por un grupo de colegas emojis. Entre los personajes está Popó, el de la caquita, con la voz del argentino Darío Barassi en la versión doblada al castellano -James Corden en la original-, una participación demasiado chiquita. Los chicos a los que está dirigida van a querer verla. Lo que no está tan claro es que se diviertan con una "aventura" tan poco imaginativa, en la que la historia es pretexto. Además, para salvar culpas, Emoji: la película suma bajadas de línea en pro de la lectoescritura por sobre el idioma de las caritas. Y críticas a los chicos que viven pendientes del celular en las escuelas. Una especie de mensaje -¿a los padres?- que sería algo así como: "comprenles este producto, pero quédense tranquilos, que les vamos a decir lo malo que es".
Pedro siente una pasión desbordada por el fútbol, no ya como hincha de un equipo, sino de todos. Tan adicto es a todo lo que pase entre once jugadores y una pelota, donde sea y a la hora que sea, que su vida estable se resquebraja. En manos de Adrián Suar, el personaje genera la empatía y provoca la simpatía a las que nos tiene acostumbrados. Una puerta por la que se entra rápido, fácilmente, a la propuesta de esta nueva comedia que lo tiene como protagonista. Claro que el foco está en el matrimonio. Una pareja (Julieta Díaz) linda, gamba y buena onda que lo viene bancando hasta que empieza a mostrar signos de cansancio. Y para colmo, el juego de seducción que inicia el vecino de al lado (Rafael Spregelburd), la reafirma como la mujer sensual que es, opacada por la obsesión futbolera de Pedro, con la que no puede competir.
Documental sobre el último heredero de la lengua chaná, etnia nativa de Sudamérica que se consideraba extinguida hace más de 200 años. Es Blas Jaime, jubilado y reconocido por Unesco como último chaná parlante del mundo. Un documental que con sensibilidad registra, y alerta, sobre la pérdida de idiomas y culturas, pero que suma bajadas de línea que le quitan, a su tema, la fuerza que solito ya tenía.
El dúo cómico italiano Ficarra y Picone dirige y protagoniza esta comedia sobre la política a través unas coloridas elecciones a alcalde de un pequeño pueblo siciliano. Pintoresquismo y folclorismo desatado, en un film con excesos de simpatía -música permanente, gente que habla a los gritos todo el tiempo- que más que divertir, termina por aturdir.
El paso del aviador Antoine de Saint-Exupery por Concordia, Entre Ríos, es eje de este documental que reconstruye, con testimonios y archivo, la historia y los mitos que se tejieron sobre la relación del autor de El Principito con las adolescentes de la familia que lo recibió, a quienes llamaba princesas. Y la inspiración que encontró, en nuestro país, para su obra más famosa.
Ganadora de la competencia argentina en el festival de cine de Mar del Plata, esta es la historia de Pablo, un aprendiz de cocina en Necochea que lidia con una madre alcohólica y depresiva y juega con la delincuencia de pequeña escala, junto a un grupo de amigos poco recomendables con los que merodea los suburbios industriales de la ciudad en un auto colorado. Huele a espíritu del nuevo cine argentino, desde El bonaerense a Pizza, birra y faso, sí. Pero sin una búsqueda de lo nuevo, en lo formal o argumental, ofrece un relato que atrapa, con la tensión que suma el policial, y un muy buen trabajo de su protagonista, Nahuel Viale. Una buena ópera prima.
Un policía recoge a un hombre herido y lo lleva al hospital, sin imaginar que está llevando una catástrofe y que será difícil salir de ahí. Cine de terror canadiense, con guiños cinéfilos y una acción atropellada, que acumula sustos y efectos perdiendo eficacia y dejando por el camino ideas prometedoras.
Un navegante solitario (Julio Chávez), descubre en pleno Río de la Plata que una mujer (Pilar Gamboa) se ha escondido en su barco. Rodeados de agua, los dos personajes dejarán de ser desconocidos, entre ellos y para el espectador, mientras algo parecido al afecto nace entre ellos. La nueva película de Matías Lucchesi (Ciencias naturales) es un drama intimista que explota el recurso de apoyarse en el despliegue de sus actores para desarrollar su trama. Y lo agota, alternando momentos de lucimiento, despliegue histriónico, de los dos protagonistas, una estructura que se percibe algo formateada y previsible. Aunque la intriga que aporta el trasfondo policial suma interés.