Con este relanzamiento, film de aventuras/terror, se inicia una serie intitulada Universal Dark Universe que quiere resucitar a los monstruos clásicos y no va a parar hasta Drácula, con paradas en El Hombre Invisible, con Johnny Depp, y Frankenstein, con Javier Bardem. Aquí, la momia milenaria tiene la belleza de la actriz Sofia Boutella, y el héroe a su pesar es Tom Cruise, en plan Indiana Jones. Y ya sabemos que el hombre todo lo hace bien, incluso esto de tomarse el pelo a sí mismo mientras corre como un joven de veinte o se golpea contra las paredes de un avión en picada, todo sin dejar de derrochar humor y simpatía. Cruise juega, en La Momia, con dos guionistas talentosos, sus colaboradores habituales (David Koepp y Christopher McQuarrie) y hay, por lo menos, tres muy buenas escenas de acción. También hay un divertido Russell Crowe como Dr. Jeckill, adicto a la sustancia que lo mantiene de este lado de lo monstruoso. Lo demás es menor, sobre todo en una segunda parte enrevesada y estirada sin sentido, con plots centrados en el poder de una piedra, pavadas que de ninguna manera se justifican por enfocarse en un target juvenil.
Una periodista investiga las razones por las que alguien compró la casa donde su hermana fue asesinada y luego se llevó la habitación donde sucedió a un pueblo perdido. Junto a su ex detective, se meterá en un asunto de mitología largo y complicado, cruzándose con un predicador que ha construido una casa encantada: formada por habitaciones donde pasaron cosas terribles. Hay buenas ideas en Abattoir, pero la paciencia empieza a escasear a medida que pasan los minutos y el asunto, a pesar de sus locaciones y villano interesantes, se vuelve, más que terrorífico, bizarro.
Desde el primer minuto, con imágenes de dioses volando entre las nubes, Mujer Maravilla alecciona, con el dedo en alto, sobre el desastre sin solución de la Humanidad. Otra vez sopa, piensa uno, con dos horas por delante, en la línea solemne y discursera de las últimas incursiones del universo del cómic de DC en el cine (la ridícula Batman vs Superman, la fallida El escuadrón suicida). Pero lo cierto es que esta nueva apuesta, film entero para la heroína que aparecía como invitada en Batman vsSuperman, lanzado como feminista para los tiempos que corren, logra mejores y más entretenidos momentos que sus precedesoras. En su primera y mejor mitad, la película se detiene en el prólogo, origen de Diana de niña a mujer amazonas, en la isla protegida del mundo que se entrena para luchar, ignorando su verdadero poder. Un derrotero visto y contado, detalles más o menos, en la historia de otros superhéroes, pero aquí con el contexto fantástico de las guerreras a caballo. Cuando un espía americano (Chris Pine) cae en las aguas de la isla, Diana decide irse con él para acabar con el dios de la guerra. Y en esa incursión de una belleza de otro mundo en el de los hombres y mujeres en la Londres de la primera guerra mundial está lo mejor del film, cuando la directora Patty Jenkins y su elenco se divierten y nos divierten, paso de comedia, con los choques culturales e históricos entre Diana (Gal Gadot) y una sociedad en la que las mujeres no entraban a las reuniones de hombres y mucho menos dirimían los problemas a golpes y patadas. Ahí se desarrolla también, con humor blanco y simpatía, el romance entre los protagonistas. Lo que sigue incluye el avance de un villano muy pobre para la magnitud de la propuesta, una Elena Anaya con el rostro tapado con una máscara como en La piel que habito de Almodóvar (!) y la sustitución de las escenas bélicas por toneladas de efectos especiales macro, al servicio del mismo mantra: los hombres son malos y no conocen la paz, están condenados y no merecen diosas que vengan a salvarlos. Una batalla final que alterna destrucción masiva con filosofada, hiriendo la inteligencia del público de cualquier edad y ya ni parece cine.
Claire Breton es una experimentada partera, madre soltera de un estudiante de medicina, que vive sola, come sano, no fuma ni bebe. La mujer, una estupenda Catherine Frot, parece poner todo su corazón en su increíble trabajo, trayendo niños al mundo. Sólo en el jardín que cultiva parece desacartonarse y permitirse la risa franca. Así se encuentra con una antigua amante de su padre, que se suicidó poco después de que ella lo dejara. Por ese recuerdo doloroso, Claire accede a encontrarse con gran reticencia. Pero Beatrice -gran trabajo de la gran Catherine Deneuve, en un papel ideal- es una mujer en decadencia, enferma de cáncer y maestra en el arte de disimular la ruina con glamour. La nueva película del director de la premiada Seraphine es una complaciente crónica de esta relación, que arranca con desconfianza y termina con profundo afecto, mientras parece traccionar otros cambios en la vida de Claire. Sin sorpresas ni grandes pretensiones, una película concebida para gustar y emocionar que gusta y emociona gracias a su mayor virtud: la performance de sus fantásticas intérpretes.
Una mujer alcohólica, echada de casa por su novio, harto de sus resacas, descubre que está conectada con un monstruo gigante que aterroriza Seúl. Así de disparatada, de colosalmente atrevida es la premisa de esta película dirigida por un español, Nacho Vigalondo, y protagonizada por la estrella Anne Hathaway, con unos kilos de más, rulos frizados pero frescura intacta. Ella es Gloria, que llega desde Nueva York, con su vida en dos valijas, al pueblo de su infancia para ocupar una casa vacía. Pero esa pausa forzada no termina de funcionar como espacio de reflexión, porque pronto se reencuentra con un amigo de la infancia, que le ofrece trabajo en su bar, y así las noches etílicas siguen desembocando en mañanas de blackout. Hasta que la noticia llega: un monstruo gigantesco causa muerte y destrozos en Corea. A Gloria la impacta la imagen, más que a los demás, como si fuera algo que tuviera que ver íntimamente con ella. El asunto la obsesiona al punto de dejar de beber y constatar que no estaba borracha, sino que efectivamente, el monstruo de Seúl se mueve -cada día, a la misma hora- según se mueve ella, como un títere colosal manejado a distancia. Vigalondo rodea a su atípica antiheroína con una serie de relaciones ambiguas, el amigo (Sudeikis), tan atractivo como pueblerino y resbaloso, y sus amigos, mientras el novio (Dan Stevens, el de Dowton Abbey y La Bellay la Bestia) se mantiene como un deber vía skype. Colosal no disimula la ridiculez del asunto, por el contrario, abre cada vez más el juego de sorpresas directas. Y si se ve con semejante interés y placer es por ese cruce de intrigas, enormes y pequeñas, que tensan la historia de Gloria y su monstruo, un vínculo que Vigalondo tiene el tino de no sobrexplicar, para que el espectador sea quien llene ese espacio, con la carga poética, alegórica, o con la literalidad que quiera. Al menos hasta el muy discutible desenlace.
Hablar del Equipo Argentino de Antropología Forense dispara enseguida imágenes y sentimientos. Su trabajo, como se sabe, fue fundamental para que muchos familiares de desaparecidos pudieran encontrar y enterrar, despedir a sus seres queridos. Gracias a ellos y su tarea minuciosa, silenciosa, se sabe todo lo que hasta ahora se sabe sobre las consecuencias humanas del terrorismo de Estado. Este documental observa ese trabajo no sólo en Argentina, sino en El Salvador, con sus espeluznantes cifras de violencia en décadas pasadas. Hay protagonistas tocados por distintos costados de su trabajo, hijos de desaparecidos que recuperaron su identidad, madres, abuelas y todas esas mujeres y hombres que con guantes de goma quitan la tierra de los huesos humanos para devolverles un nombre.
Un pichón de gorrión queda solo en el nido y es adoptado por una cigüeña. Crece convencido de que pertenece a la misma especie, pero resulta que su familia migra, de Europa a África, y claramente no puede ser parte del viaje. Así de conmovedora es la premisa con la que los directores de Una cigüeña en apuros arman esta aventura, una road movie con plumas y picos, que llevará al pequeño gorrión, negador y desesperado, a cruzar fronteras y mares, con dos amigos del camino: una lechuza pigmea que habla con un amigo imaginario, y un loro homosexual, egoísta y vedette. La animación es virtuosa, sobre todo en los paisajes y detalles, y hay muchísimo humor en esa ruta, y la inteligencia suficiente como para hablar de diversidad sin bajar línea.
Matilde es una mujerona del conurbano que no ha tenido una vida fácil. La muerte violenta de su marido la deja sola, y encima con la noticia de que el difunto la engañaba. Por si fuera poco, el policía a cargo (Gustavo Garzón, divertidísimo) le recita Neruda apenas la ve e intenta seducirla sin miramientos ni freno. Amenazada, aterrorizada, la madraza de "la Vani" (Sofía Gala), hija de una adicta que no pudo criarla termina matando, y así, transformándose en la asesina gozosa del póster"tarantinesco" de la película. Opera prima de Hernán Aguilar, Madraza tiene la impertinencia de meterse en un territorio poco explorado en el cine argentino, el de la comedia negra, y sus apuntes sociales, presentes en toda su dureza pero también tratados con desparpajo y bienvenida naturalidad, lo acerca también al cine de un Campusano, una rara cruza entonces, tanto de parentescos posibles como de géneros. La paraguaya Loren Acuña, aún con su raro acento argentino, es una presencia arrolladora en cámara. Su personaje evoluciona -adelgaza, gana en coraje y confianza- mientras se profesionaliza en el sicariato, y la relación con el detective enamorado suma ambiguedades, sospecha y matices que hacen al suspenso del asunto. Aguilar sabe también aprovechar y sacar partido de su buen elenco, parejo en personajes con tremenda personalidad, para nada menores. Divertida y fresca, esta Madraza da la bienvenida a una heroína distinta.
Philippe Mars es un buenazo. Tan buen tipo, tan tranquilo, que termina recogiendo la caca del perro ajeno, cuidando al de la hermana y aceptando a los chicos cuando no le toca porque la ex, periodista televisiva, tiene que viajar de apuro. Al hombre le cuesta decir que no. Atemperado, rey del sentido común, contesta con modos gentiles los ataques de sus dos adolescentes y soporta estoico al nuevo compañero de trabajo, rudo y desmañado, hasta que el tipo tiene un brote violento y termina internado. Esta comedia excéntrica, absurda y tremendamente simpática parte de un planteo interesante: la relación con ese colega empieza a partir de su locura. Que es casi lo que le faltaba al bueno de Philippe para que las cosas, por mucha onda que les ponga, sigan saliéndole tan torcidas. Es virtud del guión, y de la dirección del alemán Dominik Moll, en este film francófono, sobrevolar a sus personajes rozando temas y registros de emoción diversa, sin caer en estereotipos ni grotescos, sin sentimentalismos pero con una emoción genuina que crece con el relato. Siempre desde el tono de comedia agridulce, rica en sorpresas y vuelo: literalmente, porque Philippe sueña que es un astronauta flotando sobre la tierra, y si el sueño es deseo como enseñó Freud, imposible no comprenderlo. Por el camino, además, Noticias de la familia Mars regala unos cuantos momentos absolutamente desopilantes.
Gran espectáculo, generoso, con buen timing, para toda la familia y el cine de pantalla grande. En esta nueva entrega, Piratas del Caribe parece volver a sus orígenes, después de derivaciones que fueron, a una vez, pasteurizando y solemnizando imperdonablemente una propuesta de cine de aventuras. La venganza de Salazar tiene un jóven héroe que ha vivido obsesionado con romper el hechizo que mantiene a su padre (Will Turner/Orlando Bloom) bajo el mar. Para eso debe encontrar el Tridente de Poseidó, siguiendo un mapa que ningún hombre ha visto pero conoce una astrónoma acusada de bruja. El camino lleva a Jack Sparrow, que no está en su mejor forma, y juntos, pero bastante revueltos, se enfrentarán a Salazar, un muerto vivo en permanente descomposición que interpreta con marcado acento castizo Javier Bardem. La venganza de Salazar es una película de aventuras física, con secuencias de acción chispeantes de buenas ideas puestas en marcha por un elenco que parece divertirse tanto como los espectadores. Y que tiene su espacio para lucirse, a pesar del peso del Jack Sparrow de Depp. Si es cierto que lo hace en piloto automático y está aburrido de su personaje, hay que decir que la repetición de sus manías no aburre aquí, gracias a los buenos chistes que le tocan en un guión atravesado por el buen humor. Los directores noruegos, que tienen en su cv la muy atendible Kon-Tiki, parecen amantes de ese viejo y querido cine de aventuras XL preocupado por entretener y hacértelo pasar bien.