Un poco de Miyazaki, otro de King Kong, algo de El Libro de la Selva, y otro de Jurassic World -incluida la presencia de la colorada Bryce Dallas Howard-. Con todo eso, curiosamente, se obtiene una feliz sorpresa del cine de aventuras para toda la familia como Mi amigo el Dragón. Es la historia de Pete, que crece en el bosque al amparo de Elliot, el dragón verde que lo protege hasta que, claro, la civilización, tan contenedora como amenazante, descubre que estuvieron ahí todo ese tiempo sin que nadie supiera. Hay grandes emociones sin golpes bajos, aventuras fantásticas y personajes queribles, tanto humanos como animales.
Precedida por un trailer genial a ritmo de Queen y por la expectativa de sus fans, el Escuadrón Suicida, -que no es ni una mala película de superhéroes y mejora el precedente de Batman vs. Superman- se revela como un diluído producto de fórmula. El nihilismo y la anarquía pretendidas contrastan con una puesta demasiado prudente para tratarse de un grupo de archivillanos psicópatas convocados a hacer el bien. Hay buenos apuntes biográficos de cada personaje, el carisma de Will Smith, un Joker sociópata bastante insufrible y su novia, Harley Quinn, anti heroína en micro camiseta. Lo demás es piloto automático que se cuida de no pisar ninguna banquina.
Los refugiados que llegan y siguen llegando a Europa es el tema de este premiado documental que cuenta dos historias con la isla de Lampedusa como contexto. Allí vive Samuele, que es un niño, y Pietro, el médico que atiende a los refugiados que llegan, si vivos, en terribles condiciones. Una realidad terrible mostrada de cerca que conmueve profundamente.
Remake del gran éxito del cine francés, Intocables, traslada a la Argentina casi escena por escena la historia del tetrapléjico rico y su asistente suburbano. Si vieron la original conocen ya la eficacia del material para emocionar, con su catálogo de apuntes sobre diferencias sociales. El director Marcos Carnevale, aún filmando lo ya filmado, no logra pintar dos caracteres realmente verosímiles, y la progresión dramática es floja. Además, tiene una tendencia clara a endulzar demasiado. Si la película se ve con placer es gracias a sus actores, principalmente Oscar Martínez, contenido, creíble y natural en uno de esos roles comprometidos y consagratorios.
Durante dos horas, los directores de este documental van del ring de barrio al escenario del Luna Park, del presente de los viejos luchadores al archivo que contrapone un tiempo en que el catch ocupaba los titulares de los diarios. Con buen trabajo de recuperación de la historia de esta lucha teatral, circo popular que mantiene una vigencia enorme en países como México, proponen un rescate que será emotivo, sin duda, para los amantes de la lucha libre. Tanto como los testimonios de sus protagonistas, como Rubén El Ancho Peucelle, Vicente Viloni.
Un médico de campaña, tal el título original de esta película, enfrenta una enfermedad recién diagnosticada mientras recorre las zonas rurales atendiendo, curando y escuchando pacientes. Hombre de pocas palabras, el doctor Werner -Francois Cluzet, el de Intocable- guarda su secreto. Por eso le cuesta aceptar la presencia de una asistente, por quien sentirá un afecto creciente. Humana y sutil, dirigida por un ex médico rural, la película es, en buena medida, una observación del heroico, solidario, fascinante y sufrido ejercicio de la medicina.
La historia de la pésima cantante de ópera Florence Foster Jenkis es tan fascinante que después de la francesa Marguerite, el británico Stephen Frears vuelve a meterse con ella. Esta suerte de comedia farsesca se vale, además, de dos intérpretes que se lo pasan bomba: la gran Meryl Streep y un inspirado Hugh Grant para inyectarle vida a la excéntrica socialité que insiste en cantar, se empeña, tiernamente, en cumplir su sueño. Con Streep como vehículo capaz de unir, entre el drama y la comedia, los múltiples matices de este relato, Frears redondea una biopic hecha desde el cariño, con alma.
El segundo largo de Maximiliano Schonfeld es un extraño ejercicio cinematográfico. Entre el docudrama y el misterioso relato rural, inscribe a Ailín Salas, musa del cine independiente argentino, en la comunidad alemana de Villa María, en Entre Ríos, entre actores no profesionales. La presencia de la mujer parece natural y a la vez mágica, mientras una helada amenaza los sembrados. La sensación de rareza se subraya con fundidos y texturas visuales que se suman a una cuidada y bella fotografía y a la captura de los sonidos del campo. La helada negra consigue más en el rubro estético que en el narrativo. Hay una aspereza, una sequedad que nos deja afuera, en el rol contemplativo de una serie de escenas cuyo núcleo entrañable, o atrapante, el director no logra del todo transmitirnos.
La nueva entrega de la saga animada evidencia serios signos de desgaste. Esta vez, la ardilla Scratt desencadena una catástrofe cósmica a partir de la eterna búsqueda de su bellota esquiva. Sid, Manny y su familia, y los demás personajes, se organizan para evitar el colapso del planeta con un meteorito gigante que avanza hacia ellos. Sin ideas centrales para desarrollar ese argumento, los directores se limitan a llenar minutos con gags y bajadas de línea sobre los valores familiares a repetición. El resultado es poco entretenido, aunque los más chiquitos –sub 7- pueden divertirse.
En Viajo Sola, Irene tiene un trabajo fantástico y antipático. Es la huésped misteriosa, espía, inspectora de hoteles de lujo que califica y dictamina cuántas estrellas son dignos de ostentar. Una mujer elegante que viaja y se hospeda, sola, en lugares idílicos calibrando el olor de las sábanas o la perfección en la atención al cliente. La directora María Sole Tognazzi, hija del comediante Ugo Tognazzi, filma con medios tonos que deja en primer plano el ir y venir de esta mujer, casi como una crónica seca de la vida moderna, simbolizada por esos espacios lujosos, acogedores y provisionales que son los grandes hoteles. Sutil, elegante y atrapante, se mantiene en una tibieza que no dejará huellas, pero que sí se ve con sostenido interés.