Dogman: Instinto Básico. La última película de Matteo Garrone (Gamorra), nos mete de lleno en una historia de crueldad, violencia y una venganza atípica. El más reciente trabajo de Garrone tuvo su paso por el prestigioso Festival de Cannes el año pasado y se alzó con el galardón a Mejor Actor por el increíble trabajo de Marcello Fonte. Nuevamente nos encontramos ante un relato que busca hacer un análisis sobre la violencia y la crudeza en la sociedad italiana en sus estratos sociales más bajos. Igualmente, Garrone aclara que su deseo era destacar la universalidad de los temas tratados y en aquel detalle explica su vuelta a la locación de Villaggio Coppola. La historia gira alrededor de Marcello (Marcello Fonte), el dueño de una peluquería canina a las afueras de Roma que vende cocaína a conocidos del barrio para ganar un dinero extra. Lleva una vida austera, en la que divide su tiempo entre su hija pequeña con la que tiene una relación entrañable, el negocio donde demuestra tener un sumo respeto por los animales y su cuidado, y sus amigos con los que juega al fútbol regularmente. El problema está en otra de sus amistades, Simone (Edoardo Pesce), un violento ex boxeador que lo tiene al pobre Marcello a maltraer. Si bien este pugilista devenido en delincuente local, parece tener cansados tanto al protagonista como al resto de los habitantes de la zona, nadie parece hacerle frente por temor o quien sabe por qué otra cosa. Marcello tolera todo tipo de abusos de este individuo pero parece tenerle afecto ya sea por cuestiones del pasado o no, no obstante, su vida personal comienza a complicarse y decide tomar las riendas de la situación. El film se beneficia de su completa sinceridad, de la economía de recursos tanto técnicos como interpretativos y de una narración sobria que busca hacernos empatizar con el pobre personaje principal, y luego ir cambiando de posición a medida que se desarrolla la trama. Marcello tolera todo tipo de crueldad y agravio hasta que dice basta, el problema es que quizás sea demasiado tarde y se vea obligado a recurrir a la misma violencia con la que fue aporreado tanto tiempo. Un drama interesante con tintes de thriller psicológico que nos muestra ese contraste entre la amabilidad del protagonista y su coqueteo con la vida delictiva que lo llevan a codearse con individuos despreciables y a recurrir a los mismos mecanismos de los cuales es víctima. Una historia atípica, cinematográficamente hablando, pero universal en la temática. La búsqueda de Marcello de poder ganarse el respeto de sus pares comerciantes, de la comunidad en general. Al igual que poder juntar el suficiente dinero para llevar a su hija a bucear se contraponen con la falta de sensibilidad de sus vecinos que buscan sacarle ventaja con los productos que vende ilegalmente o con las cosas que empeña. El aprovechamiento que hace su “amigo” Simone mediante la cocaína que le termina sacando a cuenta y la imposición de llevarlo a delinquir sin darle la parte que le correspondía por su trabajo. La dudosa moralidad de todos los involucrados se yuxtaponen con la bondad de Marcello como padre y su especial cuidado y respeto hacia los animales. Respecto, a lo factura técnica de la obra podemos decir que se destaca la cuidada fotografía de Nicolai Brüel que nos muestra esa comunidad de una forma desoladora tanto desde la paleta de colores empleada como por el trabajo compositivo que se hace. Los momentos de agrado se dan con el contraste que nos da la relación de Marcello con su hija Alida. Por otro lado, si bien el trabajo narrativo y la progresión que realiza el director respecto a la evolución/transformación del protagonista es más que acertada, si puede resultar por momentos redundante o algo previsible y extensa. Sin embargo, «Dogman», termina redondeando una experiencia cinematográfica diferente que se nutre del talento tanto delante como detrás de cámaras y de su austeridad en términos narrativos. Un film que mezcla la brutalidad con lo apacible, la violencia y el lado primitivo de los seres humanos con el tierno trato que le da el protagonista a los animales. En definitiva, esa complejidad característica del ser humano cuando transita entre su costado más racional y aquel más básico y aterrador.
El humano enfrentando las diferentes fuerzas de la naturaleza es algo presente desde la creación del mundo. Es por ello que resulta un aspecto interesante para trabajar en el ámbito cinematográfico, algo que podemos ver en distintos subgéneros como el del cine catástrofe y también de aquel que tiene a personajes enfrentando grandes depredadores o criaturas. “Crawl” (título original de la obra) dirigida por el realizador francés Alexandre Aja (“Alta Tensión”, “Horns”), combina estas dos cuestiones en un entretenido film con espíritu de clase B. El largometraje cuenta la historia de Haley (Kaya Scodelario), una chica que pertenece al grupo de natación de una universidad en el Estado de Florida. Luego de finalizar un entrenamiento de nado intensivo se entera por los medios locales, y por una llamada de su hermana, que se acerca un huracán de categoría 5 a la zona en la que reside. Es por ello que intenta advertir a su padre para que busque refugio pero no logra dar con su paradero. Al encontrarlo se da cuenta de que está encerrado dentro de la casa y acechado por temibles cocodrilos que se inmiscuyeron en la residencia. Mientras ambos tratan de huir, la tormenta los deja encerrados dentro de una casa que se inunda y en la que tendrán que hacer frente a estos formidables y salvajes depredadores. Con un argumento más que sencillo, unos efectos visuales convincentes y una interpretación inspirada de Scodelario, la película atrapa por ese escenario apremiante para la protagonista y por la promesa de desarrollarse enteramente en una sola locación. Obviamente la cinta transitará por algunos lugares comunes de este tipo de productos, como el momento en el que Haley deberá nadar más rápido que nunca recordando por medio de flashbacks cómo entrenaba con su padre con quien se distanció. Igualmente, lo atractivo de la propuesta es que el film no solo no da respiro sino que va siempre al eje de la cuestión. El director francés demuestra tener la pericia que vimos en sus primeras películas para manejar la tensión, el suspenso y la sorpresa en todo momento, haciendo que el espectador se sienta igual de acechado que los protagonistas. A su vez, su gusto por este tipo de historias y la experiencia de haber dirigido algunas remakes de horror como “The Hill Have Eyes” (2006), “Mirrors” (2008) y “Piranha 3D” (2010), no solo hacen que se vea reflejado su entendimiento en el género sino que también su encanto por el gore que también da el presente en esta oportunidad. “Infierno en la Tormenta” es una película pequeña, estúpidamente divertida y disfrutable para los amantes del género. Un film menor donde se destaca el uso del suspense, la dirección de Aja y la composición de Kaya Scodelario, que se calza la película al hombro y nos demuestra su talento como joven actriz y como heroína empoderada que deja la desventaja a un lado para hacerle frente a los temibles cocodrilos. Si esperan ver un producto serio mejor abstenerse pero si buscan entretenimiento y desconectar el cerebro un rato, esta es su mejor opción.
Luego de su paso por el Festival de Cine de Mar del Plata llega a las salas comerciales una película proveniente de Brasil, que también obtuvo el reconocimiento del prestigioso Festival de Cannes con el Premio Especial del Jurado. Joao y Renée realizaron esta peculiar obra filmada en 16 mm con un equipo reducido en el seno de una comunidad de Pedra Branca, un grupo de indígenas que pertenecen a los pueblos originarios de dicho país. Es así como la dupla directora consigue meterse de lleno en la intimidad de este pueblo, haciéndonos testigos de sus costumbres, su cultura y su idiosincrasia. Lo destacable radica en que evitaron todos los lugares comunes y facilismos de este tipo de historias, priorizando una mirada cándida y comprensiva de sus participantes. El largometraje sigue la historia de Ihjac, un joven indígena de 15 años, que junto con su familia tienen la misión de organizar un funeral en nombre de su padre, con rituales autóctonos de por medio, para dejar atrás el dolor y seguir adelante con sus vidas. El problema está en que su padre se le aparece en un sueño señalando el camino, y el joven tiene miedo de que sus visiones lo estén transformando en el nuevo chamán de la tribu. Ahí es donde iniciará una especie de coming of age con tintes mágicos y/o fantásticos bastante atractivo, que no deja de sentirse como una suerte de documental de observación. Por otro lado, los autores brindarán parte del relato para hacer una comparativa entre el mundo de esta aldea y la sociedad brasilera aledaña que, a pesar de estar bastante cercanos, tienen tradiciones y recursos bastante diferentes. Es por ello que nuestro protagonista se planteará dejar atrás a su familia (incluyendo a su esposa e hijo pequeño) y quedarse en pleno mundo globalizado. Estos contrapuntos enriquecen un film extremadamente cuidado desde lo narrativo y lo técnico. “Chuva é Cantoria na aldeia dos mortos” es un retrato sumamente sensible sobre los pueblos originarios, que sorprende por su belleza poética y por una mirada sincera de sus autores. Quizás la primera mitad posea un ritmo muy pausado y eso desconecte a más de un espectador pero aquellos valientes que afronten esa mitad se encontrarán con una historia inspirada.
“La Espía Roja” (“Red Joan” en su título original) es un largometraje basado levemente en la vida de Melita Norwood, aquí rebautizada Joan Stanley, una científica británica que se convirtió en la espía más longeva de la KGB. Joan Stanley (Judi Dench en su vejez y Sophie Cookson durante sus primeros años) es una encantadora científica y especialista en física que trabajó al servicio de Inglaterra en la carrera por la elaboración de la bomba atómica. Tuvo una vida tranquila y en apariencia pacífica hasta una mañana del año 2000 donde agentes del MI5 la detienen, bajo la acusación de proporcionar información a la Rusia comunista. Ha salido a la luz uno de mayores casos de espionaje del KGB y Joan es una de las sospechosas. Durante el interrogatorio, Joan vuelve a recordar el año 1938, cuando estudiaba física en Cambridge y se enamoró de un joven comunista, Leo Galich (Tom Hughes), el mismo que tiempo después, durante la Segunda Guerra Mundial, la puso ante una difícil encrucijada: elegir entre traicionar a su país o salvar al mundo de una catástrofe nuclear. La película dirigida por Trevor Nunn comprende una mezcla de géneros donde se cruza el thriller de espionaje con el melodrama más clásico, predecible y plagado de lugares comunes. Si bien la historia real resulta atractiva e intrigante aquí se nos invita a ser testigos de un film que se queda en el molde e intenta alternar flashbacks y flashforwards poco motivados donde la protagonista va rememorando todos los acontecimientos que la pusieron en aquella difícil situación a los 87 años de edad. La intriga alrededor de la culpabilidad o inocencia de la mujer se diluye tempranamente y luego quedamos sumergidos en un drama romántico bastante cliché donde la mujer es manipulada por uno de sus intereses románticos y también relegada por medio del otro. A su vez resulta un poco naif el hecho de que se da cuenta que su trabajo hizo que se provoque un desbalance en el orden mundial a partir de la utilización de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, llevándola a filtrar información a los soviéticos para que se produzca un nuevo estado de equilibrio o paridad. Es como que la cinta se dedica principalmente a mostrarnos el romance dejando en un segundo plano al componente de espionaje que era mucho más seductor. El guion escrito por Lindsay Shapero resulta ser un clásico ejercicio de este tipo de films y nos remite más a las películas fallidas del estilo de la reciente “The Aftermath” que a grandes exponentes del género. No obstante, la cinta goza de algunos buenos pasajes que la salvan del fracaso estrepitoso mediante el compromiso de Sophie Cookson (“Kingsman: The Secret Service”) y su motivada interpretación de la espía en su juventud. Por el lado de Judi Dench (“Philomena”), si bien es una enorme actriz en esta situación se la ve un poco desaprovechada con una escasa participación y con escenas que no tienen un atinado tono dramático respecto de lo que está aconteciendo. En síntesis, “La Espía Roja” se presenta como un film regular, genérico y poco atractivo que desaprovecha un gran talento interpretativo y estilístico por medio de un guion bastante esquemático y predecible. Una historia que tenía mucho potencial por su trasfondo basado en hechos reales aunque esto no se vio reflejado en el producto final.
Llega la ópera prima de Jonah Hill (“Superbad”, “The Wolf of Wall Street”) como director. Un drama naturalista y nostálgico sobre los años 90 que intenta emular la ciudad de Los Ángeles en aquella década por medio de un grupo de chicos que pasa el tiempo andando en skate. Un coming of age que hace hincapié en el valor de la amistad en los tormentosos momentos donde uno atraviesa por problemas familiares o domésticos. El largometraje cuenta la historia de Stevie (Sunny Suljic), un chico de 13 años, el cual es golpeado diariamente por su hermano mayor (Lucas Hedges) e ignorado por su madre (Katherine Waterson). Así es como el protagonista decide refugiarse en el skate y más precisamente en un grupo de chicos más grandes que pasan el tiempo en un local que vende patinetas y accesorios para patinar. La diferencia de edad, de clase social, de núcleos familiares y otras cuestiones entrará en juego en este vínculo que hará que Stevie comience un proceso acelerado de crecimiento. El film, escrito y dirigido por el propio Hill, se nutre de situaciones realistas, de un aire melancólico y de cierta rigidez con la que se decide presentar los acontecimientos. Un retrato acertado, duro e inclemente de un contexto y una época muy particular para la cultura norteamericana. La pericia narrativa que maneja Hill sorprende por su cuidado naturalismo, hecho que se ve acrecentado por la excelente decisión de haber filmado la película en 16 mm, lo cual no comprende solo una decisión estética bien marcada sino que también le agrega un registro cuasi documental bien amalgamado y combinado con la música compuesta por Trent Reznor y Atticus Ross. Con un inspirado trabajo de guion, un desempeño técnico bastante acertado y un elenco extraordinario, “Mid90s” se presenta como un relato indie logrado que se aferra a su aparente simpleza y pequeñez para otorgarnos un retrato puro y emocionante sobre los años ’90. Un pequeño gran paso para Jonah Hill en su inicio como director.
El realizador chino conocido por películas como “Más allá de las montañas” (2015) y “Naturaleza Muerta” (2006) nos trae este melodrama que muestra una historia de pareja a lo largo del tiempo y cómo va atravesando/sorteando dificultades tanto personales como socioculturales relacionadas con la actualidad del país y la zona en la que residen. El largometraje cuenta una historia que se divide en tres partes en un período de tiempo prolongado (desde 2001 a 2018) donde se nos narran las desventuras de una mujer que se enamora del líder de una agrupación de gángsters que desarrolla sus actividades en el seno de la sociedad china. Qiao (Zhao Tao) está enamorada de Bin (Liao Fan), cabecilla de la mafia local de Datong. Cuando Bin es atacado por una pandilla rival, Qiao se defiende y dispara varias veces. Es condenada a cinco años de cárcel. Tras cumplir su pena, Qiao busca a Bin e intenta volver con él. Pero él no quiere seguirla. Diez años más tarde, en Datong, Qiao sigue soltera y ha salido adelante manteniéndose fiel a los valores de la mafia. Pero Bin, cansado de la vida, regresa buscándola, a la única persona a la que ha amado. El cine de Jia Zhang Ke es muy personal, sensible y activista respecto a las cuestiones sociales que tienen preponderancia en el país asiático. En esta oportunidad, el opus del director se encargó de enfocarse más que nada en sus personajes para ir erigiendo esta idea de amor/desamor a lo largo del tiempo. Es por ello que el autor deposita la mayor carga del relato y su plena confianza en Zhao Tao (esposa de Zhang Ke en la vida real), logrando que la actriz se cargue la película al hombro y nos entregue una excelsa interpretación. Su contrapartida masculina tampoco desentona a la hora de componer al tosco mafioso que no consigue olvidarse del amor de su vida a pesar de su incapacidad para reconocer la situación. Lo que resulta realmente interesante es la travesía que tiene que afrontar Qiao, donde deberá abrirse camino en una panorama desalentador donde la situación económica y social del país es muy cambiante e influenciante en las clases sociales más desfavorecidas. Por otro lado, ella también tiene que combatir contra el machismo y abrirse paso en un mundo dominado por los hombres (tanto en la sociedad china en sí como en la mafia). “Esa Mujer” o “Ash Is Purest White”, en su título original, es un excelente ejercicio cinematográfico de Zhang Ke que además de ser autoreferencial y de estar impecablemente realizado desde lo técnico y lo narrativo, con un diseño de producción destacado, sirve para mostrar la realidad sociopolítica, cultural y económica que viene transformando a China desde las últimas dos décadas. Una propuesta que no defraudará a ningún cinéfilo.
Elizabeth Chomko reúne a un elenco estelar para brindarnos un poderoso drama familiar cargado de sensibilidad y emoción sin caer en los golpes bajos que pueden traer este tipo de historias. La trama de esta ópera prima gira en torno a una familia quebrada por el paso del tiempo y las distancias. Bridget (Hilary Swank) cruza Estados Unidos de costa a costa para regresar a la casa familiar, a pedido de su hermano Nick (Michael Shannon), quien desesperado por la situación en la que se encuentran sus padres decide pedir su ayuda. La madre de ambos, Ruth (Blythe Danner), padece Alzheimer y durante la noche de Navidad se escapa de la casa como síntoma de un empeoramiento de la enfermedad. Igualmente, Burt, el esposo (Robert Forster), no quiere saber nada con la sugerencia de Nick de mudar a la mujer a un hogar donde sea asistida con los cuidados necesarios que requiere. Burt siente un apego demasiado enérgico para con su pareja y no ve los peligros que rodean al hecho de tener a su mujer en su propio hogar. Por otro lado, Nick le recrimina a su hermana la ausencia durante varios años y ahora quiere que lo ayude a convencer a la familia de tomar la decisión correcta. Mientras tanto, Bridget atraviesa por su propia crisis familiar con Emma (Taissa Farmiga), su hija que está a punto de dejar la universidad sin haberlo consultado con ella. Por otro lado, la mujer tampoco se encuentra feliz con su matrimonio y volver a su casa tras varios años harán que se replantee varias cuestiones. Con un guion simple pero funcional y un acercamiento sincero y realista sobre el mal de Alzheimer, la película transita por un camino sinuoso por el que sale airosa al motivar una perspectiva de drama con ligeros momentos cómicos que buscan descomprimir cada tanto para darle un alivio al espectador. Igualmente, la pieza clave de este film está en el casting, básicamente en todo su elenco, que se amalgama homogéneamente con el planteamiento convirtiéndose en parte fundamental para que la historia funcione. Swank y Shannon deslumbran con su duelo actoral completamente matizado con momentos catárticos y de introspección, al igual que Forster que defiende la posición de su personaje con pericia. Taissa Farmiga también se afirma como joven actriz en crecimiento pero los aplausos van para Blythe Danner que logra uno de los papeles más convincentes e inspirados de su carrera. Ardua tarea tuvo que afrontar la actriz con una enfermedad tan compleja como la que afecta a su personaje donde tiene que desarrollar una psicología sumamente enmarañada con una lógica interna muy particular. Por momentos se le puede recriminar al relato que tiene algunas escenas que reiteran continuamente situaciones que fueron planteadas previamente pero de todas maneras esto no empaña lo logrado por la directora en este largometraje. “Lo que Fuimos” es un film melancólico, sincero y sensible que busca darnos un pantallazo sobre las familias que tienen que afrontar el paso del tiempo tanto a nivel físico como emocional y psicológicamente. Una obra que funciona gracias al compromiso de sus actores, a un guion interesante y a la visión de Elizabeth Chomko.
“Annabelle” es uno de los spin offs del universo de “El Conjuro”, aquel empezado con “The Conjuring” (2013) dirigida por James Wan (“Saw”, “Aquaman”) que cosechó tanto la ovación del público como la de los críticos. Esta muñeca demoníaca representa, quizás, el spin off más exitoso y también el más explotado por Warner ya que es el primero en alcanzar el status de trilogía. Si bien la primera entrega no estuvo a la altura de las circunstancias, ofreciendo un producto de terror más convencional y estereotipado, el segundo capítulo representó una gran mejora que se ubicaba más cerca de lo concebido por el mismo Wan, siendo un producto entretenido y bien elaborado. Ahora es el turno de esta tercera entrega que se presenta a modo conclusión, exponiendo el largo camino de la muñeca del título hacia el armario de cristal donde la encerraron la pareja Warren para que no aceche más a ningún mortal. El largometraje nos muestra, nuevamente, a los demonólogos Ed (Patrick Wilson) y Lorraine Warren (Vera Farmiga), los cuales capturan a Annabelle y deciden llevarla a la sala de objetos oscuros que guardan bajo llave en su casa. La colocan en la ya mencionada vitrina bendecida por un sacerdote y salen de viaje apresuradamente prometiendo volver para el cumpleaños de su hija de diez años, Judy (Mckenna Grace), al día siguiente. No obstante, la pequeña niña queda al cuidado de Mary Ellen (Madison Iseman) que parece ser la niñera habitual de la familia. Esta adolescente percibirá que Judy no la está pasando bien en la escuela por ciertos casos de bullying, por una sensibilidad hacia los espiritus tal como la que tiene su madre y por el miedo de sus compañeros a los rumores que rodean a la familia Warren y su peculiar profesión. Es por ello que la niñera intentará animarla mediante juegos y la preparación de una torta de cumpleaños pero todo esto se verá alterado cuando Daniela (Katie Sarife), amiga de Mary, vaya a visitarlas con el objetivo de curiosear sobre los objetos que guardan los demonólogos en su cuarto. Como podrán imaginar, las cosas se volverán terroríficas cuando Annabelle termine siendo liberada y a su vez despierte al resto de los espíritus malignos que descansan en aquel cuarto. “Annabelle: Comes Home” es el raro caso de la secuela que termina siendo mejor que la producción original. Si bien la película no alcanza el nivel de los films de “El Conjuro”, dirigidos por James Wan, sí logra superar a todo el resto de los spin off que fueron derivando del “Universo Warren”, manteniendo los mecanismos propuestos por el realizador malayo y dándole el sello característico por medio de su estética, su manejo de la tensión e incluso la disposición y su estilo en el desplazamiento de la cámara en el espacio escénico. Resulta sorprendente porque además la cinta fue dirigida por el guionista devenido en director, Gary Dauberman, que fue el encargado de escribir las dos películas anteriores así como también “It” (2017) y su continuación, “It: Chapter Two” (2019). El guion de este episodio también fue escrito por Dauberman a partir de una historia concebida por el propio James Wan, y quizás ahí este la clave. Este cierre de trilogía se lo siente como una especie de “El Conjuro 2.5”, ya que no solo cuenta con la presencia de los Warren (una intervención acotada durante dos secuencias, una al inicio y otra sobre el final del film) sino porque también mantiene el espíritu de aquellas películas y porque explota el factor fan por medio de algunos easter eggs relacionados con las películas anteriores y con los conocidos casos del matrimonio real. Por otro lado, la obra se erige como un gran homenaje a los films de terror de la década de los ’70 en especial a aquellos que se orientaban alrededor de adolescentes desprevenidos y también cuenta con cierto grado de humor para descomprimir entre tantos momentos de tensión. Si bien la película tampoco es que reinventa el género, sí se nos presenta como un gran y entretenido capítulo en El Universo Expandido del Conjuro que está muy bien presentado a nivel técnico y narrativo, y que también cuenta con un sólido elenco para afrontar la tarea. El diseño de producción es otro de los aspectos a destacar junto con la fotografía que terminan de construir ese clima asfixiante y terrorífico. Igualmente, la base de este film y lo que supo hacer distinguir a “The Conjuring” de su competencia es el montaje y su administración del tiempo, es decir el ritmo narrativo, así como también el hecho de poner el jumpscare o el susto en el lugar menos previsible y pensado. Algo totalmente fundamental para el fan del género y para todo aquel que busca asustarse radica en ese punto para poder hacer más disfrutable y sorprendente la experiencia. “Annabelle 3: Viene a Casa” es un film entretenido y terrorífico que tiene sus buenas dosis de sustos y adrenalina. Una experiencia cinematográfica asfixiante y angustiosa que no dará respiro al espectador. La película de Annabelle que le hace honor al legado del Conjuro anteponiéndose a las familiaridades de los relatos de posesiones y demonios gracias a un buen trabajo de casting, a un sólido desempeño en el ámbito de la técnica y a una dirección inspirada de Dauberman.
“Toy Story 3” se presentaba como el cierre perfecto de una trilogía impecable creada y concebida por Pixar. Una saga que arrancó allá por el año 1995 convirtiéndose en el primer largometraje animado por computadora de la historia del cine y fundando las bases de la leyenda que constituye Pixar en ese campo. La compañía fue adquirida por Disney hace varios años pero sigue constituyendo uno de los grandes exponentes en el campo de la animación. Igualmente todos sabemos que el cine es un negocio y pese a que la tercera entrega de la saga sobre los juguetes vivientes era un gran punto final para aquella historia, no se hizo esperar el anuncio de una cuarta entrega que promete ser el cierre definitivo de la saga. Aquel detalle se verá más adelante, lo cierto es que más allá de todo pronóstico y del escepticismo originado tras la confirmación de la continuación de la franquicia, “Toy Story 4” se presenta como una digna continuación de sus predecesoras (aunque quizás un escalón por debajo), redondeando la saga perfecta de Pixar Animation Studios. El largometraje retoma luego de los eventos que describieron el pasaje de los juguetes protagonistas de Andy (ya convertido en universitario) a Bonnie una pequeña niña por arrancar su vida estudiantil. Es ahí que Woody (con la voz de Tom Hanks) y su pandilla deberán amoldarse a su nueva dueña. Los problemas surgirán cuando el vaquero atraviese una crisis cuasi existencial y decida buscar su nuevo propósito en el mundo. Mientras tanto su prioridad es cuidar de Bonnie durante sus primeros pasos en las clases de preescolar y a su extraña invención llamada Forky, un nuevo juguete de fabricación propia con objetos obtenidos en el jardín de infantes. Es así como arranca una nueva aventura que servirá para que Woody descubra con sus propios ojos lo grande que puede ser el mundo para un juguete. Con la participación de nuevos y desopilantes personajes (a Forky se le suman Duke Kaboom, con la voz de Keanu Reeves, Ducky y Bunny, con las interpretaciones de Jordan Peele y Michael Key Keegan) y el regreso de Bo Peep, el viejo amor del sheriff que regresa a la saga para brindar un poco de corrección política y Girl Power en consonancia con los tiempos que corren. El film resulta ser hilarante y entretenido para toda la familia, aquellos que crecieron viendo “Toy Story” se sentirán identificados con las problemáticas que atraviesan los personajes en su camino hacia la madurez emocional y los que recién inicien en la saga podrán disfrutar de un divertido y cómico relato que además se encuentra estupendamente animado (increíble todo el trabajo de fondos, texturas y movimiento de la película). Una tarea ardua que supo afrontar el director debutante, Josh Cooley, en su reemplazo del conocido John Lasseter que fue separado de su cargo como director tras la controversia que lo rodeó el año pasado. Por otro lado, se vuelve a hacer hincapié en que el verdadero protagonista de la saga es Woody y que el viaje que se nos ofrece es para ver si realmente alcanza sus objetivos en esta nueva etapa de autodescubrimiento. Quizás, la cinta peca de repetir ciertas temáticas (nuevamente se extravía un juguete) y también sufre el dejar de lado a personajes fundamentales en capítulos anteriores, pero lo cierto es que siempre termina sorprendiendo y emocionando por el amor que le brinda el estudio a sus conocidas creaciones y cuando las deja de lado ofrece nuevas que compensan dicha pérdida. En definitiva, es como en la vida que uno va cambiando de amistades y relaciones siendo una parte esencial para el crecimiento personal, profesional, etc. “Toy Story 4” es un epílogo inteligente, que no sabíamos que necesitábamos pero que existe y sirvió para acercarnos una vez más a estos entrañables personajes. Un cierre emotivo y conmovedor que disfrutará toda la familia, en especial aquellos fans que siguen a estos personajes hasta el infinito y más allá.
Jean-François Richet, director de la remake de “Assault on Precinct 13”, es en el encargado de llevar a la pantalla grande un nuevo retrato sobre Eugène François Vidocq, un criminal devenido en ayudante de la policía cuyo objetivo es el de recuperar su libertad. La figura histórica de Vidocq sirvió de inspiración para grandes autores como Víctor Hugo y Edgar Allan Poe. Un personaje llevado a la pantalla grande en más de diez ocasiones e interpretado por grandes actores como por ejemplo Gerard Depardieu, representa un verdadero desafío para cualquier artista. Como es de esperar, Vincent Cassel logra componer un rol más que acertado en esta libre adaptación de los acontecimientos que rodean al criminal y escapista francés que se dedicó a combatir a sus pares. El largometraje nos sitúa en medio del imperio napoleónico, donde François Vidocq, el único hombre que ha conseguido escapar de las más grandes penitenciarías del país, es una leyenda de los bajos fondos parisinos. Dado por muerto tras su última gran evasión, el ex-presidiario intenta pasar desapercibido tras el disfraz de un simple comerciante. Sin embargo, su pasado lo persigue, y después de ser acusado de un asesinato que no ha cometido, le propone un trato al jefe de policía: se une a ellos para combatir a la mafia, a cambio de su libertad. A pesar de sus excelentes resultados, provoca la hostilidad de compañeros del cuerpo así como del hampa, que ha puesto precio a su cabeza. La propuesta del director francés es más que atractiva y se luce por el excelso diseño de producción, el logrado vestuario y todo lo que respecta a la reproducción de la época. Quizás los problemas que maneja la cinta se den en el ámbito narrativo, donde este personaje histórico es retratado como una especie de héroe incorruptible y casi sobrehumano que se antepone a cualquier barrera que se presenta en su camino. Al final termina siendo más un thriller de acción que un drama que apela a la rigurosidad histórica. Todo esto hace que por momentos, la historia presente cierta diferencia en los tonos que se le busca dar a la narración, pasando del drama a la acción y a la violencia desenfrenada sin ningún tipo de transición o reparo. Es como que todo el conjunto de elementos que busca aglutinar la película hacen que esta se convierta en algo caótico y bastante heterogéneo dejando de lado ciertos aspectos del personaje real que hubieran sido interesantes de retratar en la pantalla grande. En síntesis, “El Emperador de París” es un film entretenido y bien actuado que se destaca por sus proezas técnicas y estéticas más que por una narrativa fresca y novedosa. Un relato que tampoco se destaca por su veracidad histórica sino por ser un divertimento pasajero envuelto en una superproducción gigantesca.