Un melodrama duro, un drama familiar y la manipulación de un hombre hacia una mujer son el telón de fondo de este sentido relato dirigido por Catherine Corsini (“Tiempo de revelaciones”). Pocos directores/as tienen la sensibilidad necesaria para retratar la vida de sus personajes a través del tiempo mostrando las diferentes vicisitudes que van atravesando a lo largo de sus existencias. Algo que es clásico de realizadores orientales como Xiaoshuai Wang, que lo mostró en su último largometraje “So Long My Son” (2019) o Jia o Zhangke en varios de sus films y teniendo como último antecedente el de “Ash Is The Purest White” (2018). En el cine occidental es más raro ver este grado de compasión al presentar las vivencias de los personajes pero la realizadora francesa no tiene nada que envidiarle a aquellas obras con la propuesta que aquí nos convoca. El largometraje se sitúa al final de los años 50, en Châteauroux, donde Rachel (Virginie Efira), modesta oficinista, conoce a Philippe (Niels Schneider), brillante joven proveniente de una familia burguesa. De esta relación breve pero pasional nacerá una niña, Chantal. Philippe se niega a casarse fuera de su clase social por lo que decide abandonar a la mujer y a su propia hija. Rachel deberá criar a la pequeña ella sola. Poco importa, porque Chantal es su mayor alegría, y es por ella que lucha por conseguir que, a pesar de ser un padre ausente, Philippe le dé, al menos, su apellido a su hija. Una batalla que durará más de diez años y que acabará por quebrar las vidas de Rachel y de Chantal. El guion escrito por la directora junto a Laurette Polmanss, que adapta la novela de Christine Angot, propone un viaje sensible que se toma su tiempo para desarrollar las psicologías de sus personajes haciendo que por momentos el film se sienta un tanto extenso pero intrigante y motivador. El realismo con el que se describe a Philippe como un perverso manipulador no hace más que acrecentar el sentimiento de angustia y desolación que transita la protagonista como madre soltera. No solo la cinta denuncia el machismo imperante de los hombres de la época sino también un montón de transgresiones impunes como el abandono de la familia y hasta ciertos tipos de abuso tanto físicos como psicológicos. Lo que fue clave para que la cinta se sostenga es la soberbia interpretación de Efira que le pone el cuerpo a esta mujer fuerte que intenta salir adelante más allá de cualquier adversidad. Un tour de forcé para la actriz que se vio reflejado en ese período ficcional de 10 años donde tiene que lidiar tanto con su ex pareja como con una hija que va creciendo e independizándose. Schneider tampoco se queda atrás con su parco y arisco personaje que se contrapone con la protagonista. Una historia bella y triste con varios altibajos como la vida misma. Un sentido melodrama que sirve como buen reflejo de la década de los ’50 y que se ve motivado de una forma más realista que tantos otros productos norteamericanos del estilo. Un relato que pone en evidencia las relaciones familiares toxicas y sus repercusiones. El film se beneficia de una sobria puesta en escena, de un diseño de producción bastante atractivo y de una fotografía destacada como producto del ojo sensible de Jeanne Lapoirie (“120 Battements par minute”). “Un Amor Imposible” es una película atractiva y sensible, más allá de resultar un poco repetitiva y pesada en ciertos pasajes, además de resultar ser un gran vehículo para Virginie Efira (a quien próximamente veremos en la nueva película de Paul Verhoeven) como actriz. Un film sincero y desgarradoramente bello que no dejará indiferente al espectador.
La ópera prima del director brasilero Joe Penna, tiene como protagonista al actor danés Mads Mikkelsen (“Rogue One”, “Doctor Strange”) quien interpreta a Overgård, un tripulante de avión que luego de un accidente aéreo queda varado en el desolador paisaje del ártico, sufriendo las bajas temperaturas, la falta de comida, la soledad y el acecho de depredadores temibles como lo es el oso polar, uno de los aterradores mamíferos que viven en aquel inhóspito paraje. “Arctic” (título original de la obra) comprende uno de aquellos relatos minimalistas que vimos en infinidad de oportunidades, donde el protagonista deberá sobrevivir en circunstancias adversas, hay que comprender que la temperatura en aquel lugar puede llegar a descender hasta los -70° C. En este desierto helado y hostil alejado de todo, los restos del avión le servirán de refugio, mientras que aprenderá a luchar contra las tormentas y a conseguir alimento mediante la pesca. Todo eso mientras espera que alguien lo socorra, el tema es que no sabe cuándo llegará ese día pero mientras tanto deberá estar preparado. Lo interesante de esta propuesta es que se toma su tiempo para ir desarrollando la intriga que motivará al espectador a seguir viendo. Desde el comienzo no sabemos cómo el personaje llegó allí ni quién es. A medida que transcurra el relato nos irán brindando información a cuentagotas que nos darán una mayor idea de quién es el personaje. Igualmente, no sabremos demasiado sobre el personaje al final del relato pero sí podremos ir viendo vestigios de la vieja vida del protagonista que nos harán empatizar con él. Mikkelsen hace un trabajo superlativo, ya que casi la totalidad del largometraje lo tiene a él en soledad haciéndole frente a la narración de una forma naturalista/realista. No tendremos muchos datos otorgados mediante diálogos o soliloquios del personaje sino que la película prioriza, más que nada, que se nos transmita la información de forma visual y puramente cinematográfica. Esto embellece al relato que además explota la soberbia labor de Tómas Örn Tómasson en la gélida fotografía del film y nos hace sentir aislados y abandonados al igual que el personaje principal. Quizás, la película pierda fuerza y se la sienta un poco extensa promediando el segundo acto del film pero igualmente sobre el final vuelve a tomar ritmo para brindar una conclusión acorde a las circunstancias. “El Ártico” vuelve a traer en su mejor forma a este subgénero de películas de supervivencia donde hemos visto miles de relatos asombrosos de individuos solitarios tratando de sobrevivir en distintos escenarios, como “127 Hours” (2010) o “Cast Away” (2000) a modo de ejemplos rápidos. Sin embargo, esta propuesta asombrará por su realismo y por su extrema sensibilidad, además de una interpretación impresionante de Mikkelsen.
Casi 20 años pasaron del estreno de la primera entrega de “X-Men” y llega la conclusión de todo el universo creado por Fox para dar paso a una nueva era de los mutantes bajo la tutela de Disney Studios. Algo de eso se siente en “Dark Phoenix”, ya que, si bien no llega a ser un desastre como “X-Men Origins: Wolverine” o “The Wolverine” (dos de los spin-off/precuelas de la saga principal), no está a la altura de la primera película y de su secuela ni de las dos primeras de la nueva generación, “X-Men: First Class” y “Days of Future Past”. Es como si Fox se hubiera apresurado para darle un cierre al universo concebido a lo largo de todos estos años antes de pasarle la antorcha al estudio del ratón. Para aquellos desprevenidos que no sean habituales consumidores de esta saga comiquera se encontrarán con varias similitudes a lo que fue la vapuleada “X-Men: The Last Stand” (2006), donde intentó contarse uno de los arcos de estos personajes más celebrados por los consumidores de comics que es la historia de “Dark Phoenix”. Un relato que mostraba a uno de los personajes más populares de los mutantes poniéndose de la vereda de enfrente y desafiando a sus colegas X-Men. Ella es Jean Grey, que se convierte en una poderosa enemiga luego de ciertos hechos fatídicos. Durante una misión de rescate en el espacio, Jean casi muere al ser alcanzada por una misteriosa fuerza cósmica. Cuando regresa a casa, esa radiación la ha hecho más poderosa, pero mucho más inestable. Mientras lucha con la entidad que habita en su interior, Jean desata sus poderes de formas que no puede controlar ni comprender. Jean cae en una espiral fuera de control haciendo daño a aquellos que más ama y empieza a destruir los lazos que mantienen unidos a los X-Men. Aquí nuevamente se relatan dichos hechos pero manteniendo el origen de la causa de los problemas de Jean, cosa que no sucedía en “The Last Stand”. Obviamente, Simon Kinberg, guionista de películas como “Mr. & Mrs. Smith” y varias de las películas de la saga mutante, hace su debut como director tratando de revertir aquel amargo sabor de boca que dejó “X-Men: Apocalypse” y la predecesora antes mencionada que buscó adaptar la historia de Fénix. Lo que consigue es un film menor dentro del mundo concebido por Fox pero que pasa por algunos momentos interesantes y entretenidos que nos recuerdan lo disfrutable que supo ser la franquicia en sus inicios. El problema, más allá de un guion algo convencional y chato, es esa sensación de apuro que se ve reflejada en cuestiones como unos villanos flojos y unidimensionales que no son introducidos correctamente. Estamos hablando de unos seres extraños liderados por Vuk (Jessica Chastain) que buscan hacerse con el poder de Fenix para poder destruir la humanidad y quedarse con el planeta Tierra como propio al carecer de un mundo suyo ante la destrucción del mismo a manos de esa poderosa fuerza cósmica. Por otro lado, varios personajes interesantes que fueron explotados con sapiencia en capítulos anteriores aquí son relegados a simples apariciones o interacciones menores (el Quicksilver de Evan Peters por ejemplo que fue una pieza clave en “Days of Future Past”). No obstante, el casting sigue siendo impecable y el elenco entero parece haber sido elegido cuidadosamente ya que James McAvoy, Michael Fassbender, Jennifer Lawrence, Nicholas Hoult, Sophie Turner, Tye Sheridan, Alexandra Shipp y Kodi Smit-McPhee se lucen componiendo a estos icónicos héroes. Asimismo, cabe decir que las escenas de acción y las coreografías de trabajo en equipo de los mutantes son impecables y funcionan muy bien, no así el CGI que por momentos es impactante y por momentos resulta ser desastroso, algo realmente inexplicable ya que en ciertos pasajes es sumamente sorprendente pero en otros las texturas, las partículas, los rayos o los fluidos muestran cierta falencia donde se nota el artificio. “Dark Phoenix” se presenta como un film con varias falencias, con un aire de familiaridad por la historia y con oponentes genéricos pero no deja de ser un cóctel pochoclero disfrutable para los fans de la saga con buenas secuencias de acción (aunque quizás un poco escasas), con un ligero repunte respecto a la película anterior y con una poderosa banda sonora compuesta por el siempre genial Hans Zimmer (“The Dark Night”, “Inception”, “Gladiator”). Un viaje entretenido que merecía una conclusión un poco más épica.
Existen infinidad de películas como “Mia et le Lion Blanc” (título original de la obra) donde se busca dar un mensaje ecológico mediante una fábula para toda la familia con un guion algo chato, un villano estereotipado y ciertos acontecimientos que rozan lo inverosímil con el objetivo de agrandar la épica y el sentido de la experiencia cinematográfica. No obstante, la propuesta que nos viene del país galo se destaca por su honestidad, por contar con una protagonista destacada que se carga al hombro el relato y por no edulcorar la cuestión del turismo furtivo que busca cazar leones y otros animales exóticos como trofeos. La caza forma parte de la industria del turismo en Sudáfrica y eso hizo que vaya disminuyendo considerablemente el número de grandes felinos en tierras africanas. Nadie puede dudar del mensaje altruista que presenta la cinta, pero sí podemos juzgarla por lo chato de la mayor parte de su elenco, de la simpleza narrativa que presenta y de los lugares comunes que propone en su recta final. El largometraje cuenta la historia de Mia (Daniah De Villiers), una adolescente que sufre la mudanza de su familia desde Londres a África. Ella no logra adaptarse a su nueva vida y extraña a sus amistades en Inglaterra. Su familia busca ganarse la vida mediante una especie de reserva donde crían, cuidan y rehabilitan leones. Mia, negada a adaptarse a su nuevo entorno, desarrollará un vínculo sorprendente y especial con un león blanco salvaje. Su increíble amistad la impulsa a viajar por la sabana africana para ponerlo a salvo de su padre que quiere venderlo a un despiadado hombre que ofrece el servicio de caza de felinos a los turistas. La simpleza de la obra de Gilles de Maistre resulta ser un arma de doble filo, ya que si bien es un poco convencional lo que se nos está narrando, su mensaje esperanzador y la búsqueda de luchar por los derechos de los animales la convierten en un relato disfrutable para toda la familia. Un clásico crowdpleaser que se beneficia de la interpretación y el compromiso de la joven Daniah De Villiers, pero que desaprovecha al resto del elenco en personajes desdibujados y unidimensionales. La gran Melanie Laurent (“Inglorious Basterds”) está sumamente desperdiciada en un rol secundario que no aporta más que una leve oposición/ayuda como madre de Mia cuando lo requiera la narración. Por otro lado, a nivel producción y puesta en escena no hay nada que objetar. La película se filmó a lo largo de tres años para que las jóvenes estrellas de la película, Daniah De Villiers y Ryan Mac Lennon, pudieran vincularse y desarrollar relaciones reales con los leones y otros animales que aparecen en la película. Las escenas entre los actores y los animales son reales y no dependen de CGI. Kevin Richardson, un experto en leones también conocido como “Lion Whisperer”, supervisó todo el proceso de producción y todas las interacciones entre los leones y los niños, lo que garantizó la seguridad de los animales, el reparto y el equipo en el set. Es por la dinámica de actores y animales, por la búsqueda de concientización sobre una problemática seria y por algunos pasajes destacados que la experiencia no resulta ser del todo una decepción. “Mi Mascota es un León” es un film para toda la familia que disfrutarán los amantes de los animales, los niños y todos aquellos que pasen por alto lo formulario de su guion y los diálogos acartonados de la cinta.
Gilles Lellouche nos brinda esta “feel good movie” francesa que transita por varios lugares comunes típicosde este estilo de relatos pero que su talentosísimo elenco y algunos momentos sumamente entretenidossacan adelante. “Le Grand Bain” (“Nadando por un Sueño”) es una comedia dramática que posee el estilo característico de las comedias francesas y ciertos mecanismos del drama que funcionan a pesar de que a veces el tono parece no ser del todo acertado. Esto no es problema de la moderna y estupenda edición que ofrece el film o del sentido que parece darle el director a la cinta sino más bien una cuestión de guion, ya que al presentar un relato casi coral de un grupo de amigos con una pasión en común y con varios problemas en sus vidas personales, algunos de estos acontecimientos son bastante más oscuros de lo que pretender ser la cinta. Quizás la obra no gane puntos por originalidad pero igualmente se lucen sus intérpretes haciendo que la película se eleve por sobre la media de este tipo de films. El largometraje cuenta la historia de un grupo dispar de hombres que se encuentran atravesando la crisis de la mediana edad, con todo lo que eso conlleva: problemas económicos, laborales, afectivos y familiares. Es ante este escenario que deciden formar el primer equipo nacional de nado sincronizado masculino de Francia. Ello los llevará a desafiar estereotipos, ignorar la incomprensión de los que los rodean y encontrar un espacio en el cual todos comenzarán a sentirse cómodos y conformar una amistad que trascienda el deporte y las crisis personales. Un insólito relato que les hará hacer frente a las dificultades y a sacar lo mejor de sí mismos gracias a la ilusión y el trabajo en equipo. Es de esas películas que siguen la clásica progresión del grupo de inadaptados que encuentra su lugar, alza la voz, atraviesa por largas sesiones de entrenamiento y finalmente se presenta en la competencia, en la cual, más allá del resultado aprenderán que la amistad los une y los fortalece en su búsqueda por un lugar dentro de la sociedad que los tiene como incomprendidos. Mathieu Amalric (“La Escafandra y la Mariposa”), Guillaume Canet (“The Beach”), Benoît Poelvoorde (“The Brand New Testament”) y Virginie Efira (“Elle”) son los más destacados de un elenco superlativo que se hace cargo de mantener la película a flote en todo momento. La química de este grupo de actores es indispensable para que el film continúe funcionando en los instantes en los que el tono se muestra dispar. Se nota que Lellouche estuvo conforme con la película y su entonación despreocupada, ya que hay momentos bastante hilarantes, frescos y genuinos. La banda sonora es otro de los aciertos de la cinta, donde se puede ver que hubo una búsqueda desde la nostalgia misma de este grupo de individuos quedados en el tiempo y con ganas de encajar nuevamente (como dice en el film que el cuadrado solo a veces puede encajar en el círculo). “Le Grand Bain” es una propuesta poco innovadora pero ampliamente disfrutable que llevará al espectador a pasar un buen momento y salir de la sala con una agradable y positiva sensación. Una impresión que quizás no dure demasiado si se analiza lo visto en demasía pero que al fin y al cabo resulta placentera por el gran y talentoso grupo de intérpretes al frente, aun cuando el tono no este del todo sincronizado con ellos.
Godzilla II – El Rey de los Monstruos: ¿Larga vida al rey? Llega la secuela del reboot cinematográfico del monstruo favorito de los japoneses. «Godzilla II: El Rey de los Monstruos» tiene más de lo que pedían los fans en la película anterior: grandes peleas del personaje y una trama más apoyada en él. Nosotros nos preguntamos: ¿Fue esa una decisión acertada? Godzilla es uno de los monstruos más reconocidos de la pantalla grande. Su primera aparición se remonta al año 1954 en un film dirigido por Ishiro Honda, donde se presentaba a la criatura como una gran metáfora del ataque nuclear que había sufrido Japón con la culminación de la Segunda Guerra Mundial. En el año 2014, y ya con más de 30 largometrajes en su haber, el Kaiju nipón fue rebooteado en una nueva aventura proveniente de Hollywood y dirigida por Gareth Edwards, quien venía de presentar una intrigante y entretenida ópera prima titulada «Monsters» (2010). El resultado fue una poderosa, atractiva y disfrutable entrega en la saga de la bestia que sorprendió por haberse apoyado en los personajes humanos de una forma inspirada, y dejando más en un segundo plano a la destrucción provocada por Godzilla. Muchos vieron esto como un aspecto negativo, pero realmente significó un quiebre en el paradigma de este estilo de películas y también hacía mucho más valederas las apariciones del gigante. Fue tal el éxito de aquella cinta que no solo sirvió para que Edwards jugara en ligas mayores dirigiendo «Rogue One: A Star Wars Story» (2016), sino también para iniciar un universo cinematográfico de monstruos, en el cual se prometía un eventual y futuro enfrentamiento con King Kong (el simio gigante también tuvo un genial reinicio cinemático con «Kong: Skull Island» -2017-). Antes de que se produzca ese choque de titanes, primero se nos presenta otra batalla campal entre Godzilla y sus más famosos y recordados oponentes: King Ghidora, Mothra y Rodan. El largometraje cuenta la historia de Mark Russell (Kyle Chandler) y su ex-esposa, la Doctora Emma Russell (Vera Farmiga), que dirige un grupo de criptozoólogos de la agencia Monarch, que tras los fatídicos eventos de la cinta anterior aquí buscan una forma de poder comunicarse y “controlar” a los titanes que fueron encontrando en distintas partes del mundo. No obstante, cuando terminen de encontrar la forma de crear dicho dispositivo bautizado como “Orca”, se verán amenazados y perseguidos por el fanático y radical activista ecológico Jonah Alan (Charles Dance -o Tywin Lannister de «Game of Thrones»-), que tiene como objetivo acabar el problema de la superpoblación mundial mediante la liberación de las criaturas encontradas. Estos antiguos titanes harán todo lo posible por sobrevivir, poniendo en riesgo la existencia del ser humano en el planeta y pondrán a prueba a nuestros héroes. En primer lugar cabe decir que todo lo relacionado con los efectos especiales; el diseño de las criaturas, los efectos visuales y el CGI se presentan en un nivel elevado teniendo en cuenta los requerimientos técnicos de lo que se nos narra. Resulta increíble ver cómo están relatados y constituidos los enfrentamientos entre las distintas bestias. Si uno tiene en cuenta todas las aventuras de Godzilla, es probable que las secuencias de pelea de este film se ubiquen por encima de todas las demás, siendo realmente convincentes. Por otro lado, dichas secuencias representan, en esta ocasión, gran parte del metraje, por lo cual los fans más acérrimos estarán más que satisfechos. Sin embargo, todo lo relativo al ámbito narrativo resulta bastante pobre y decepcionante si tenemos en cuenta tanto la entrega anterior como la de su contrincante King Kong. El guion presenta varios fallos narrativos que hacen que la experiencia cinematográfica sea un poco accidentada. Los personajes están algo desdibujados y sus evoluciones o actitudes son bastante pobres e injustificadas, por lo cual resultan esquemáticos y poco trascendentes. Asimismo, los diálogos son un poco paupérrimos y torpes debido a que tratan de exponer constantemente lo que está pasando e incurriendo en una sobre-explicación de la trama. Por otro lado, una constante que atraviesa toda la cinta es la de los deux ex machina, o elementos externos que resuelven ciertos detalles haciendo avanzar la trama “porque si” en lugar de seguir su lógica interna. Incluso hay problemas de continuidad donde personajes estaban en ciertas posiciones en el espacio y luego aparecen en sitios mucho más alejados. Por otro lado, se sienten sumamente desaprovechados grandes actores secundarios que no aportan demasiado a la trama, como por ejemplo Thomas Middleditch (Silicon Valley), Sally Hawkins (The Shape of Water), Bradley Whitford (Get Out), Ziyi Zhang (The Cloverfield Paradox) o la misma Millie Bobby Brown (Stranger Things), cuyo personaje también está relegado. Michael Dougherty (Krampus, Trick ‘r Treat) tampoco logra dotar al relato de su impronta, cosa que sí había logrado Edwards en la primera entrega y Jordan Vogt-Roberts en la película de Kong; una lástima ya que el realizador había demostrado varias cosas interesantes en obras anteriores. Si bien la película presenta todas estas fallas que no tenía su predecesora, igualmente se exhibe como un espectáculo pochoclero sorprendente a nivel visual. La desilusión pasa por no ser algo más fuerte en términos narrativos y dramáticos. Si bien hay personajes que mueren o que atraviesan por situaciones apremiantes, en esta oportunidad no son tan efectivas o emocionantes como en la obra de 2014, donde sus protagonistas tenían una mayor injerencia y peso en los acontecimientos narrados. “Godzilla II: El rey de los monstruos” resulta ser un film entretenido pero también desparejo y accidentado. Una historia que se hubiera beneficiado de un mayor desarrollo de sus personajes y de un guion más sólido. Por otro lado, la gran variedad de villanos puede resultar excesiva, aunque a veces eso también amplía un poco la escala y lo épico de lo relatado. Un film que no resulta ser un desastre pero tampoco logra salir de la sombra de ese primer gran capítulo de 2014.
El cineasta encargado de finalizar “Bohemian Rhapsody” (2018) tras el despido de Bryan Singer, fue el elegido para dirigir este film que nos presenta la historia del cantante británico Elton John. Otro ícono de la música internacional en las manos de Dexter Fletcher (“Eddie The Eagle”), actor devenido en director y productor. Aparentemente con el boom de la película que contó la historia de Queen empezó a surgir una tendencia a las biopics de grandes cantantes, bandas, estrellas y nombres rutilantes de la escena musical. Hace varias semanas Netflix presentó una cinta que nos mostraba los pormenores tras el ascenso de Mötley Crüe y ahora en pantalla grande se nos presenta “Rocketman”, una obra que profundiza en la infancia, el ascenso y las adicciones de Elton John producto de una carrera exitosa, de un ámbito familiar atribulado y de amores fugaces que no llenaban su vacío afectivo. Lo interesante de esta propuesta, que abarca varios temas y cuestiones que ya vimos en las películas antes mencionadas, es que se muestra como un musical puro presentando nuevas versiones de los temas de Elton, interpretados por el joven y enérgico Taron Egerton (“Kingsman”) y el resto del elenco compuesto por otros nombres destacados como Jamie Bell (“Billy Elliot”), Richard Madden (“Game of Thrones”), y Bryce Dallas Howard (“Jurassic World”). En este punto la película se destaca e incluso supera a lo visto en “Bohemian Rhapsody”, ya que hace uso de las letras y las melodías del músico para la creación de nuevos números y pasajes sonoros. La modalidad de musical le da mayor libertad para volar, para crear secuencias oníricas y para alternar el presente y el pasado con flashbacks armoniosamente motivados. Un triunfo en todos los aspectos, ya que no solo es excelso todo lo relacionado a las nuevas versiones sino que también hay coreografías agraciadas que adornan mediante el baile las distintas secuencias. Por otro lado, también se destaca todo el vestuario y la reconstrucción de época que sacan a relucir toda la parafernalia grotesca, ridícula y extravagante del artista, dándole sentido a la figura de su nombre y a la creación de la leyenda que impone su nombre. Otro punto a favor del largometraje pasa por la audacia del director y los guionistas de mantenerse fiel al espíritu y a la figura del cantante. El film no pretende esconder los errores, las caídas, las adicciones y/o la sexualidad del artista. Es totalmente abierta y honesta con esas cuestiones y eso enriquece la experiencia al evitar edulcorar la figura del Sr. John. Y también es más atrevida en el hecho de presentar un estilo más hibrido y variado como el que pueden llegar a exhibir las películas de Baz Luhrmann (respecto al musical y las secuencias coreografiadas). Punto aparte merece la composición de Taron Egerton del protagonista ya que se lo nota cómodo en un papel al que le puso el alma y el corazón (también sumó bastante el hecho de que el propio Elton fue asesor suyo), demostrando verdadera pericia tanto para bailar y cantar como para tocar el piano en ciertas secuencias. El guion puede transitar por algunos lugares comunes durante las dos horas de metraje que se nos presentan pero la realidad es que la película cumple con todo lo que se plantea ofrecer en un principio. Es entretenida, emotiva, exagerada y sumamente disfrutable tal como la discografía del músico. “Rocketman” es una celebración a la figura de Elton John pero también una fiesta audiovisual (reitero un musical verdadero). El hecho de que se mezcle la estética videoclipera con ciertos aspectos del musical clásico hace que la experiencia sea realmente gratificante, incluso para aquellos que no somos fans o conocedores de la música del cantante. En ese sentido es muy superior a “Bohemian Rhapsody” que se movía en un terreno más seguro de biopic clásica. Un film extremadamente disfrutable.
El nuevo film de Nuri Bilge Ceylan (ganador de la Palma de Oro en Cannes en 2014 por su trabajo titulado “Sueño de Invierno”) continúa profundizando en las temáticas más queridas y visitas a lo largo de toda su filmografía. En esta oportunidad, el largometraje cuenta la historia de un joven aspirante a escritor, Sinan, que regresa a su pequeño pueblo natal en Turquía luego de haberse recibido en la facultad. Allí comienza a notar que su familia atraviesa por problemas económicos derivados de la adicción de su padre a las apuestas. Por otro lado, el mismo se debate sobre qué hacer en su futuro: si seguir su sueño de convertirse en escritor, ser profesor o terminar como muchos jóvenes siendo policía o militar en las fuerzas de seguridad turcas. También tendremos la mirada juzgante de sus amigos y de un viejo amor, que no tuvieron la suerte de salir del pequeño poblado. Una propuesta diferente que a lo largo de sus 188 minutos va ramificandose como el árbol del título y abriendo un gran número de subtramas para luego ir cerrándolas poco a poco. El trabajo del realizador turco resulta ser muy particular, ya que utiliza un gran abanico de recursos para hacer una crítica social sobre la situación en su país pero al mismo tiempo se dedica a meter en casos particulares sobre las relaciones familiares. A su vez, incluirá varias charlas de tinte existencial del protagonista con otros interlocutores en las que se tocarán temáticas como el arte y la cultura, las profesiones, la religión y el pensamiento racional, el amor, el enojo, los vínculos con sus padres, entre tantos otros. Es como si la película hiciera hincapié en las contradicciones y en los opuestos. El largometraje, pese a ser de una larga duración, tiene el atractivo de ir tejiendo nuevas visiones de sus personajes, haciendo que la trama se mantenga interesante de principio a fin. Por momentos dichas conversaciones cobran un protagonismo absoluto, como las que solemos presenciar en el cine de Hong Sang-soo, dando lugar a encuentros y desencuentros y desembocando en más charlas del mismo carácter. Lo interesante radica en la universalidad de los temas tratados más allá de algún que otro caso particular de la idiosincrasia turca. Ceylan demuestra tener buen ojo y un profundo entendimiento de la condición humana. Los personajes se encuentran continuamente involucrando en cosas que tendrán repercusiones en sus familiares y/o allegados, haciendo que confluyan las distintas miradas, en especial la de los lugareños en contraposición con la de Sinan (Aydın Doğu Demirkol), que tiene otra lectura en principio más fresca aunque llena de condescendencia para con su lugar de origen. Con un trabajo privilegiado a nivel guion y un destacado abanico de actuaciones, “The Wild Pear Tree” nos ofrece un drama sensible sobre las relaciones y los conflictos familiares, al igual que un retrato acertado del retorno al hogar. Pese a su larga duración, el relato no desentona en ningún momento y se presenta como una propuesta atractiva para cualquier cinéfilo.
En el año 2014, David Leitch y Chad Stahelski dieron comienzo a una saga de acción súper exitosa que se caracteriza por la crudeza de la violencia representada en las secuencias trepidantes del film y un buen entendimiento del espacio representativo así como también de las coreografías en función de la puesta en escena y los distintos ángulos de cámara. Todo esto fue brindado nuevamente en la secuela de 2017 y ahora llevado a un punto todavía más elevado en la tercera parte de John Wick. “John Wick: Chapter 3 – Parabellum” nos trae nuevamente al personaje representado por Keanu Reeves (“Matrix”, “Bill & Ted”) en una secuela directa del film anterior retomando justamente donde finalizó aquella entrega. El personaje del título regresa a la acción, solo que esta vez con una recompensa de 14 millones de dólares sobre su cabeza y con un ejército de mercenarios intentando darle caza. Tras asesinar a uno de los miembros del gremio de asesinos al que pertenecía en el territorio neutral del hotel The Continental, Wick es expulsado de la organización, pasando a convertirse en el centro de atención de multitud de asesinos a sueldo que esperan detrás de cada esquina para tratar de deshacerse de él. En esta oportunidad el film retoma ese espíritu de las cintas de acción brutales de los años ’80 con ciertos toques del cine oriental de artes marciales en ese afán de mostrar la fluidez y la claridad de las coreografías mediante un limitado uso de la fragmentación. Es decir, la duración de los planos es más larga y estos también son más abiertos en términos de focal para poder tener un claro entendimiento del espacio escénico y de las posiciones de los personajes. Algo que Hollywood pareció dejar de lado últimamente para favorecer la edición, el frenetismo desmedido y la confusión. Es sumamente interesante este costado explotado por Chad Stahelski (que antes de dedicarse a la dirección fue doble de riesgo y coordinador de stunts) para explotar la técnica y ponerla en beneficio de lo narrativo. Esta tercera entrega decide justamente concatenar o yuxtaponer a John Wick, sus numerosos oponentes y sus aliados (Halle Berry, Lance Reddick y unos perros) a través de elaboradas e impresionantes coreografías que embellecen la acción. Asimismo, tenemos esa reminiscencia al cine oriental en escenas que recuerdan al cine coreano y al japonés, en especial la escena de las motos que nos remiten a la famosa persecución de la cinta coreana de 2017, “La Villana”. Más allá de toda la pericia del trabajo de coordinación de los stunts, la sutilidad del CGI y un inspirado trabajo de fotografía de Dan Laustsen elevan la propuesta aun más por sobre la media de este tipo de relatos. A nivel guion se sabe que la película no es ninguna joya pero igualmente cumple con una trama simple, clara y un desarrollo de una mitología de este clan de asesinos bastante interesante como para darle cierta dimensión a la historia. Interpretativamente, Reeves compone un personaje de pocas palabras, bastante parco y estoico que sorprende por su parte física y de entrenamiento. Acompañan de manera acertada un elenco estelar compuesto por: Halle Berry, Ian McShane, Anjelica Huston, Laurence Fishburne,Lance Reddick, Asia Kate Dillon, Jason Mantzoukas, Mark Dacascos. “John Wick 3: Parabellum” es un excelente ejemplo de lo que tendría que ser una secuela de película de acción, dando aun más de lo que se vio en entregas anteriores de una forma entretenida, original y fresca. Una saga que ya eleva al personaje a la categoría de “culto” gracias a una buena dirección de Chad Stahelski y un estupendo trabajo a nivel técnico.
Assayas vuelve a ofrecernos un relato personal y una mirada interesante sobre el mundo de los escritores y su relación con las tecnologías emergentes. Todo esto a través de una comedia que parece simple a primera vista pero que termina siendo sumamente profunda respecto a los mecanismos narrativos que emplea y a su lectura de las relaciones amorosas. Alain (Guillaume Canet) es un exitoso editor parisino que posee una relación casi de amistad con Léonard (Vincent Macaigne), uno de sus autores que lo acompañó a lo largo de toda su carrera. A ambos les cuesta aceptar por completo el mundo digital actual y la creciente tendencia a la literatura en dispositivos móviles. Cuando se reúnen para debatir sobre el nuevo manuscrito de Léonard, Alain debe encontrar una manera elegante de decirle a Léonard que se está quedando atrás, de exponerle sus dudas, mientras que la esposa de Alain, Selena (Juliette Binoche) cree que por fin Léonard ha conseguido realizar su obra maestra. Selena tiene un affair con Léonard y Alain con su asistente de la editorial. Todo parece complicarse tanto en el ámbito profesional como en el afectivo, más si tenemos en cuenta que Léonard se basa en su vida personal para crear sus ficciones. Esta nueva propuesta de Assayas se sustenta en grandes e inteligentes diálogos, enredos amorosos y en personajes que atraviesan una crisis de la mediana edad o bien una resistencia al cambio de paradigma en lo laboral y una disconformidad en los vínculos afectivos. Una propuesta interesante que probablemente no hubiese funcionado en manos de un autor menos experimentado, pero que Assayas saca relucir con elegancia y oficio. A nivel interpretativo se destacan Binoche y Macaigne que demuestran sus aptitudes para llevar adelante una comedia de este estilo. Un film entretenido que llama la atención por su falsa simpleza y cuya fuerza radica en un mordaz entendimiento de las relaciones desgastadas, de las mentiras, y el paso del tiempo en función de las cambios culturales. Por el lado de su factura técnica también hay una especie de sencillez bajo la cual se esconde un tremendo trabajo de composición y movimiento de cámara en el espacio diegético. La fluidez con la que se maneja el director sirve para acentuar las diferentes posiciones de poder en las conversaciones, para darle mayor dinamismo a los temas tratados y para exponer los distintos cambios a nivel narrativo de lo que sucede en las psiquis de los personajes. En síntesis, “Double Vies” comprende un atractivo retorno del director francés a través de una comedia más profunda de lo que aparenta. Un relato disfrutable que se beneficia de tener un elenco de primera línea y un impecable trabajo a nivel técnico.