Las películas que viene desarrollando Warner Bros, pertenecientes al DCEU, no están teniendo buena repercusión a excepción de la trepidante “Wonder Woman” (2017). A partir de allí pensamos que la historia cambiaría, no obstante, “Justice League” trajo críticas mixtas. Es por ello que nos preguntamos: ¿Es realmente tan malo el film que reúne a los superhéroes más poderosos e icónicos del mundo? Comencemos indicando que esta entrega representa una mejora por sobre “Batman Vs Superman” (2016) y la pésima “Suicide Squad” (2016), lo cual no es decir demasiado realmente. Ahora bien, la película presenta varios inconvenientes que terminan restándole puntos a una experiencia cinematográfica que debería haber sido mucho más espectacular. Esta primera aventura de la Liga de la Justicia nos cuenta la historia tras los eventos de “BvS”, donde Bruce Wayne (Ben Affleck), motivado por la fe que había recuperado en la humanidad e inspirado por la acción altruista de Superman (Henry Cavill), consigue la ayuda de su nueva aliada, Diana Prince (Gal Gadot), para enfrentarse a un enemigo aún mayor. Juntos, Batman y Wonder Woman se mueven rápidamente para intentar encontrar y reclutar a un equipo de metahumanos que combata esta nueva amenaza. El problema es que a pesar de la formación de esta liga de héroes sin precedentes –Batman, Wonder Woman, Aquaman (Jason Momoa), Cyborg (Ray Fisher) y Flash (Ezra Miller) – puede que sea demasiado tarde para salvar el planeta de una amenaza de proporciones catastróficas. Esa amenaza estará representada por Steppenwolf, un Dios que viene a traer la destrucción de la Tierra mediante un ejército de Parademonios de Darkseid. Para ello deberá reunir las tres Cajas Madre en la Tierra, que se encuentran desperdigadas en Atlantis, Temiscira, y una que es ahora parte de Victor Stone, ya que se utiliza como elemento de una solución para reparar sus heridas antes de convertirse en Cyborg. La trama es súper sencilla sin demasiadas luces o ideas y presenta varias incongruencias en los aspectos narrativos, brindando un relato que argumentalmente no tiene peso. Básicamente tendremos una pelea entre los héroes y el villano de turno (que tiene muy poca fuerza y desarrollo, uno de esos malos cuyas motivaciones y/u origen no quedan claros), al mismo tiempo que la liga intentará revivir a Superman para poder afrontar el inminente apocalipsis. De esta forma, también seremos testigos de una continua sobreexposición de información para poder entender algunos asuntos que vienen del material de origen comiquero. Habiendo dicho todo eso, y con esas falencias narrativas que además se ven reflejadas en la condensación de la historia y en las retomas que mandó a hacer el estudio (otra vez lo volviste a hacer Warner, no cambias más), podemos decir que nos hallamos ante un producto sumamente entretenido y disfrutable. Entre el apuro del estudio por sacar el film cuanto antes, (Nolan comentó al respecto diciendo que cuando él planeó la trilogía de Batman, le habían dado tres y cuatro años para crear la secuela, y por eso podía dedicarle mayor atención al guion y a la narrativa) y los conflictos particulares de este largometraje (Zack Snyder tuvo que abandonar el proyecto por motivos personales y dejar la dirección en manos de Joss Whedon) es muy difícil pensar en un “mejor” resultado. Lo más destacable de la primera reunión de estos míticos personajes tiene que ver con la dinámica y la estupenda química que lograron los protagonistas. Funcionan muy bien como grupo, aún cuando por ahí no se los ve trabajar tanto en equipo (cosa que los Avengers sí lograron en sus films). Sin embargo, la búsqueda estética de DC si es mucho mejor que la que viene elaborando Marvel, ya que tiene un trabajo en la fotografía para lograr un clima/atmósfera particular, a veces ese entorno se ve perjudicado por un mal uso de las imágenes generadas por computadora y por algunos fondos artificiales, pero al menos hay una exploración en los aspectos visuales del film. Algo parecido pasa en la banda sonora, donde también se puede ver una gran construcción de identidad musical que deja en ridículo a cualquier producción de la casa de las Ideas (a excepción de “Avengers 1”). Cada personaje tiene su theme y variaciones del mismo que van sonando en momentos particulares donde cada individuo cobra un mayor protagonismo al de sus compañeros (también funciona bien el fan service de introducir las melodías de “Superman” (1978) de John Williams y las de “Batman” (1989) de Danny Elfman). En síntesis, “Justice League” es una película que a pesar de tener varias fallas narrativas, logra componer un relato entretenido y disfrutable. Un paso adelante en el universo de DC que viene fundando Warner Bros, que se beneficia del buen casting de sus personajes y la química que tienen entre ellos. Un film que logra encauzarse en el sendero de la búsqueda de identidad propia.
Finalmente llega a nuestro país “The Square”, la película ganadora de la Palma de Oro en el prestigioso Festival de Cannes. Esta interesante propuesta fue dirigida por Ruben Östlund, que se ganó a la crítica con “Force Majeure” (“Turist”, 2014), su film anterior al que se estrena esta semana, que también fue galardonado con el premio del jurado en el mismo festival. Resulta muy complicado escribir acerca de la obra que aquí nos convoca. Principalmente porque es mucho más compleja de lo que aparenta y toca varios temas relacionados con el mundo del arte pero también con el panorama social y cultural actual. El film sigue la historia de Christian (Claes Bang), el mánager de un museo de arte contemporáneo en Estocolmo, que se prepara para estrenar una nueva exhibición titulada “The Square”, la cual fomenta valores humanos y altruistas, y que pertenece a una artista argentina. Cuando contrata a una agencia de relaciones públicas para difundir el evento, la publicidad produce malestar en el público. A su vez, la cinta desarrolla paralelamente una segunda línea narrativa que tiene que ver con un robo que sufre Christian (celular y billetera) y cómo decide tomar cartas en el asunto. El sujeto es impulsado por un asistente, al enterarse del paradero de sus pertenencias mediante un software de ubicación del aparato, a intentar recuperarlas. Así es como una trama terminará convergiendo con la otra al ver cómo ciertos eventos de su vida personal influyen en la obra que estrenará el museo. En el medio aparecerán algunas escenas que parecen no tener relación, pero servirán como plataforma para que el director (también guionista del relato) pueda desarrollar un mensaje y una visión del mundo artístico en general y la cultura sueca en particular. Ruben Östlund hace uso de la comedia y la sátira para realizar una profunda crítica social a lo largo de todo el metraje. En realidad todos los elementos, la fotografía, la música, el montaje, y la cuidada composición se limitan a estar en función de la narrativa que propone brindarnos este autor. Las actuaciones también giran en torno al objetivo mayor del cineasta, el cual consiste en plantear cuestiones como el egoísmo, la petulancia, el individualismo, el abuso de poder y la egolatría de los personajes que se ven como elementos exagerados ante las situaciones que les toca vivir. Por otro lado, el humor negro y la comicidad en general juegan un papel importante a la hora de juzgar al ambiente artístico y su idiosincrasia. Se ponen en tela de juicio algunos temas relacionados con la crisis del arte moderno contemporáneo, la hipocresía del submundo que rodea a los artífices creativos, la eterna puja entre el arte y el negocio, entre otras cosas. También se hace mención a la aplicación del marketing en función de generar una estúpida y banal controversia, restándole importancia a la creatividad/originalidad de la obra y solo buscando la trascendencia y la viralización de la exposición. Un momento muy interesante tiene lugar en el comienzo de la cinta cuando Anne, el personaje secundario compuesto Elisabeth Moss, entrevista a Christian y le pregunta sobre un concepto de lo que es arte y lo que no, a partir de una exposición del museo. En aquel momento se deja en evidencia que el curador del museo tampoco tiene bien en clara la respuesta y comienza a responder otra cosa. Una vez más podemos ver cómo el autor nos deja bien en claro su opinión sobre la forma en que estos individuos conciben al arte. El film exuda irreverencia e inteligencia en sus planteos sobre ese sector elitista de la población en contraste con la vida cotidiana, las redes sociales, el arte propiamente dicho y lo superficial. Lo interesante es ese aire polémico, arriesgado y transgresor que busca sorprender y provocar cierto extrañamiento en el espectador. El propio protagonista busca alcanzar algo utópico con su exhibición, “tener un espacio, un santuario de confianza e igualdad de derechos y obligaciones”. Algo totalmente contradictorio si se analiza su accionar y algo difícilmente alcanzable. A lo largo del relato vamos viendo varios “cuadrados” donde se desarrollan diversas situaciones, y es quizás en los niños (las hijas del protagonista y sus compañeras de colegio) que ese sentimiento de igualdad y camaradería se pueda llegar a conseguir (revisar la escena de la rutina de porrista de las nenas). Los límites del cuadrado irán cambiando a lo largo de las dos horas y media que dura la película, según vayan mostrándose las verdaderas caras de los personajes. “The Square” resulta una propuesta cinematográfica diferente. Una cinta entretenida, por momentos sórdida y ácida pero siempre genialmente calculada e invitando a la reflexión del público. Ruben Östlund brinda un film de autor, muy personal que fue perfecta y fríamente ejecutado.
Llega una nueva adaptación del clásico de Agatha Christie que tiene como personaje central a uno de los detectives más famosos del mundo, Hercule Poirot. “Asesinato en el Expreso de Oriente” es un clásico de la literatura de misterio, pergeñado por la gran Agatha Christie en 1934. Como sabrán, la novela cuenta con dos adaptaciones previas, un telefilm de 2001 donde Alfred Molina componía al mítico detective, y la que considero la mejor adaptación hasta la fecha que es el film de 1974 dirigido por Sidney Lumet (“Tarde de Perros”, “Serpico”) y protagonizado por Albert Finney. Aquella película del ’74 fue aclamada por la crítica y tuvo 6 nominaciones a los premios Oscar, llevándose el de Mejor Actriz de Reparto por la labor de Ingrid Bergman. Tanto esa adaptación como la que hoy nos convoca cuentan con elencos estelares que dotan al relato de cierto atractivo interpretativo, y cabe destacar que ambas cintas funcionan como adaptaciones logradas. No obstante, este relato queda relegado a la sombra del de Lumet por algunas cuestiones narrativas y decisiones del director. En la nueva versión el encargado de llevar el universo concebido por la escritora británica es ni más ni menos que su compatriota Kenneth Branagh (“Henry V”, “Frankenstein”, “Hamlet”), un director a primera vista perfecto para la enorme tarea de volver a llevar al detective belga a la pantalla grande. El guion corrió a cargo de Michael Green, quien tuvo un excelente año con muy buenos trabajos en “Blade Runner 2049″, “American Gods” en la TV y “Logan” en el universo cinematográfico de los X-Men. La combinación Branagh/Green no falla, pero tampoco llega tan lejos como uno podría pensar. Para los que no están familiarizados con el relato, la película cuenta la historia que transcurre arriba del legendario tren Orient Express, donde tiene lugar un asesinato y el detective Poirot se ve obligado a salir de unas aparentes vacaciones para tratar de desentrañar el misterio que circunda alrededor de una extraña muerte donde hay varios sospechosos. Una intriga, un muerto, un espacio cerrado y la presencia de varios desconocidos terminan de conformar el escenario donde se va a desarrollar la acción. El largometraje cuenta con estructura clásica hecha y derecha compuesta por tres actos bien delimitados. En una especie de prólogo, se nos presenta al detective que se encuentra terminando de resolver un robo en Medio Oriente. Con cierto aire cómico y buscando innecesariamente la complicidad del espectador, uno termina conociendo a esta versión moderna de Hercule Poirot, donde mantiene ciertas características del personaje original como por ejemplo su obsesión por el orden, su método deductivo y su tranquilidad a la hora de considerar todas las pistas posibles. Nunca se apresurará a establecer una teoría y siempre sus sospechas y/o certezas serán informadas en el final del relato. Sin embargo, en este film se le imprimió un sentimiento de megalomanía, convengamos que nunca fue modesto, pero tampoco llegó a considerarse “El Mejor Detective del Mundo”. Por otro lado, también se lo ve como un personaje sin grises donde las cosas están bien o mal (moralmente hablando) y quizás su visión tanto en el libro como en la versión de Lumet no era tan así. Luego de aquel prólogo introductorio, la acción nos llevará a Estambul, donde se le comunica al detective que tiene que ir inmediatamente a Londres por un caso a resolver. Así es como acude a su amigo Bouc (Tom Bateman) para conseguir un lugar en el impresionante Expreso de Oriente. Será ahí en la estación donde se nos irán presentando algunos personajes mediante un gran plano secuencia que describe el movimiento del protagónico de Branagh desde que llega hasta que aborda el tren. Otros los vimos previamente en pequeñas escenas de presentación, y el resto los terminaremos de conocer una vez que el relato nos lleve arriba del transporte de lujo. El segundo acto, y quizás el más interesante, es luego de que se produce la muerte (no profundizaré demasiado en detalles para los que no conocen la historia) y Poirot es impulsado por su amigo para que tome el caso. Es así que el protagonista procederá a investigar a todos los pasajeros del tren mediante una serie de interrogatorios/entrevistas que respetan en mayor medida el espíritu de la novela. Si bien como es lógico se producen algunos cambios, la esencia se mantiene. Será durante el desarrollo que seremos testigos de la excelente dirección de fotografía de Haris Zambarloukos (“Thor”, “Locke”), un gran trabajo de vestuario y dirección de arte para la reconstrucción de época y un buen trabajo interpretativo por parte del multiestelar elenco reunido para la ocasión. La principal falencia de la película tiene que ver con el último tramo del film y algunas decisiones que toma el director. Si bien la obra es más que digna y atractiva, Branagh provoca una suerte de corrimiento del género, impulsando más el drama que el misterio o el suspenso producto del modus operandi detectivesco/policial. Además, la dicotomía por la que atraviesa el protagonista producto de su inquietud moral en el final del relato, le resta importancia a la investigación y vuelven al asunto más teatral y catártico en vano. Esa quizás es el arma de doble filo del largometraje de Branagh. La teatralidad producto del bagaje shakesperiano del director resulta contraproducente en cuanto a la intriga y la tipología genérica, pero por otro lado es eso lo que hace que el director pueda dotar al film de una agraciada dirección de actores. Al igual que en la película, tenemos dos opciones/formas de ver el relato. Una más sencilla y una un poco más compleja. La primera es ver al film como una agradable y entretenida propuesta que podría haber sido mucho más pero que sin embargo, no defrauda. Una cinta con una lograda estética, un sublime manejo de cámara y un elenco a la altura de las circunstancias, donde seremos testigos del retorno de Hercule Poirot. La otra opción es verla como una obra a la sombra de su homónima de 1974, con una tendencia a la sobreexplicación, una narrativa que sufre un poco la falta del thriller, entre otras cosas. No se ustedes, pero yo me quedo con la primera opción.
Llega el último film del realizador de cine independiente más importante de Estados Unidos. Jim Jarmusch nos presenta “Paterson”, una oda a la vida rutinaria y ordinaria. Jarmusch es de aquellos directores cuyas películas dan que hablar. Quizás en algunas ocasiones sus films se hacen esperar (su film anterior fue del 2013), pero ciertamente vale la pena ser testigos del resultado. En esta oportunidad, el director nos propone una historia sencilla, pero narrada con su estilo característico y con una sensibilidad fantástica. La cinta cuenta la vida cotidiana de un conductor de colectivo (Adam Driver), quien en sus ratos libres se dedica a escribir poesía, ir al bar local donde habla con el cantinero, pasear al perro de su mujer (Golshifteh Farahani) y ayudar a esta última con sus emprendimientos e inquietudes artísticas. Antes de iniciar su ruta de trabajo, Paterson decide recitar sus más recientes composiciones poéticas y anotarlas en un cuaderno personal. Su inspiración es el resultado de las cosas más simples y mundanas que rodean su existencia, compone un poema mientras desayuna mirando una caja de fósforos. Su vida se desarrolla sin grandes complicaciones y cada día se levanta para comenzar su viaje (tanto literal como metafórico) en colectivo donde es testigo de conversaciones ajenas que le servirán para ver las relaciones humanas y el día a día que viven los ciudadanos de Paterson, Nueva Jersey. Sí, nuestro protagonista se llama Paterson y habita una ciudad homónima. Algunas personas son víctimas de la rutina, Paterson no. Él disfruta de la semana y espera pacientemente la hora de salida de su trabajo para poder escribir, ir al bar a tomar una cerveza y pasar tiempo con su mujer que es todo lo contrario a él. Ella todos los días hace algo distinto y no posee un trabajo fijo. Los fines de semana vende muffins en una feria, en la semana pinta y decora la casa, aprende a tocar la guitarra, etc. Quizás sus aspiraciones artísticas se deben a su admirado poeta local William Carlos Williams, autor cuyo compilado de poemas llevaron el mismo nombre de la ciudad. Paterson es empujado por Laura a afianzar ese rol de escritor por medio de una posible publicación de sus poemas. Sin embargo, las dudas del personaje principal más algunas eventualidades pueden llegar a dificultar el logro de convertirse en un artista consolidado. Tal vez, su apego a la escritura pasa por otro lado. La película, al igual que los escritos del protagonista, se desarrolla de una manera elegante y poética. Su estructura narrativa es simple, pero esa misma simpleza esconde una gran complejidad. Una complejidad que tiene que ver con los estados de ánimo, las aspiraciones, y el nunca dejar las pasiones que nos hacen quienes verdaderamente somos. Desde los aspectos técnicos, el montaje compone esta poesía que se divide en los siete días de la semana y que marca el ritmo del relato que se nos propone. Los fundidos a negro y los fundidos cruzados servirán para mostrarnos el transcurso del tiempo y la cadencia de los eventos que rodean y transforman a los personajes. El relato es acompañado por una sutil y minimalista banda sonora que transmite ese sentimiento de melancolía y nostalgia que rodea a la ciudad de una manera efectiva. Resumiendo, “Paterson” compone un peculiar relato que se distancia mucho de lo establecido. Es un canto al lado luminoso de la rutina y a la celebración de la vida cotidiana. Jarmusch logra dotar de belleza a los tiempos muertos, las repeticiones y la reincidencia de diversas situaciones que componen este microcosmos urbano en el cual viven sus queridos personajes.
Allá por el 2004, James Wan (“Insidious”, “The Conjuring”) nos presentaba la primera entrega de lo que sería una exitosa saga. Estamos hablando de “Saw” o “El juego del Miedo”. Aquel film inicial presentaba una atrapante premisa que traía una investigación policial detrás de un asesino serial que sometía a sus víctimas a juegos macabros, donde ellos mismos se encargarían de “decidir” quién muere o quién vive. Esta independiente y pequeña película tuvo un costo de 1.2 millones de dólares y recaudó 103.9 millones. El éxito fue tal que las secuelas no tardaron en llegar. El problema estuvo en que las continuaciones solo explotaron el costado gore del asunto, y resultaron repetitivas, pobremente actuadas y en cierto punto hasta estúpidas. Tal es así, que el conocido asesino Jigsaw muere en la tercera entrega y se hicieron 5 secuelas más con imitadores o discípulos del otrora famoso homicida. La frescura del film original, los momentos cruentos, y el aire clase B mezclado con la investigación policial paralela a los juegos tenebrosos, fueron replicados en las continuaciones pero no lograron el mismo atractivo que la primera parte. La saga fue exprimida hasta al hartazgo logrando desde el 2004 hasta el 2010 una película por año para el mes de octubre durante la época de Halloween. La saga se creía concluida, pero ahora siete años después de su último film, vuelven los rompecabezas retorcidos de la mano de los hermanos Spierig. Michael y Peter Spierig son dos realizadores de origen alemán, que fueron puestos bajo la lupa luego de entregar algunas propuestas interesantes y atractivas como “Daybreakers” (2009) y “Predestination” (2014). Este último largometraje se convirtió en un verdadero fenómeno de culto y es la principal razón por la que gozan del éxito que atraviesan en la actualidad. Es por ello que sorprendió su elección para dirigir “Jigsaw” y a su vez lo que devolvió la fe a los fans de poder ver un producto revitalizado e insuflarle algo de aire fresco a la ya desgastada saga. Y el resultado es bastante aceptable. Mucho no podemos esperar de la octava parte de un film de terror que busca sorprender a través de formas creativas y cruentas de mostrar a los protagonistas torturados. Sin embargo, los hermanos Spierig pudieron dotarle de su impronta al relato y otorgar un film sin nada nuevo u original pero entretenido al fin. La película nos dice que Jigsaw está de vuelta o al menos eso parece. Desde el primer momento no sabemos si está vivo o no, y se juega con eso durante todo el metraje. En esta ocasión, atrapará a cinco personas y las enfrentará en una serie de juegos sangrientos como castigo por sus delitos. Al mismo tiempo, tiene lugar una investigación en la que científicos forenses y detectives tratan de encontrar y capturar al asesino, con la sospecha de que alguien del equipo puede ser el responsable. De esta forma veremos la estructura ya conocida de montaje paralelo entre los protagonistas atrapados y atormentados, y los que se encuentran llevando a cabo la investigación policiaca. Lo interesante es que la cinta prioriza más el costado del thriller que el de las muertes escandalosas. No se confundan, hay sangre y hemoglobina para los fans del gore, pero quizás esta vez los asesinatos no tengan un número elevado y su tiempo en pantalla sea escueto. Obviamente que la película está pensada para los fans y tendrá esos personajes estereotipados que querrás ver morir, la acostumbrada exposición de la trama en los diálogos y los famosos flashbacks que preparan o anticipan el giro del final. Como bien dije antes, “Jigsaw” no representa nada que no hayamos visto antes, pero la realización es correcta y la película entretiene. Algunos momentos son predecibles y el guion hace aguas en varias oportunidades, no obstante, la investigación por sobre el sadismo, el fanservice y la digna ejecución de sus directores, hacen de esta octava algo disfrutable.
Loving Vincent: Pinceladas de una muerte misteriosa. Dorota Kobiela (The Flying Machine) dirige esta cinta de animación que, además de ser visualmente increíble, cuenta una historia interesante y atrapante sobre la muerte del famoso pintor holandés Vincent Van Gogh. Loving Vincent es el primer largometraje compuesto por pinturas animadas. El film fue realizado por 115 animadores y busca homenajear a Van Gogh, logrando que cada fotograma sea un cuadro pintado sobre óleo, como si el propio Vincent lo hubiera llevado a cabo. Sus 80 minutos de duración están compuestos por 65.000 fotogramas que han sido pintados, uno a uno, a lo largo de varios años, todos inspirándose en el estilo y arte magistral de Van Gogh. Ahora bien, uno pensaría que semejante logro técnico/artístico se podría haber quedado solamente en ese hecho anecdótico, sin embargo, la película nos otorga un relato biográfico realmente atractivo. La pieza que se puede ver como una pintura postimpresionista animada de casi hora y media nos cuenta la historia de Armand Roulin (Douglas Booth), hijo de Joseph Roulin (Chris O’Dowd), el cartero habitual de Vincent. Armand tiene el encargo de su padre de entregar una carta que el pintor le envió a su hermano Theo, previo a su fallecimiento. Así es como el muchacho de mala gana iniciará una tarea que terminará sumiéndolo en el lugar donde Van Gogh pasó sus últimos días, antes de suicidarse. El joven se verá atraído cada vez más por las circunstancias sospechosas en las que muere el artista, a medida que transcurre el metraje. Así es como casi sin querer, empezará una investigación pseudo policial antes de terminar de completar su verdadera tarea. Armand irá entrevistando a las personas que lo rodearon previo a su muerte, y a través de varios flashbacks en blanco y negro el espectador irá descubriendo dicha información. Así iremos conociendo a personajes como el médico Paul Gachet (Jerome Flynn), un aspirante a pintor que atendía a Vincent y que estaba celoso del excesivo talento de su paciente, o a su hija (Saoirse Ronan) que genera un vínculo afectivo con Van Gogh. Como verán el argumento parece salido de una novela policial, y es ese detalle (junto con la proeza de la técnica de animación obviamente) que terminan de redondear un film atractivo y llamativo. La película construye una espectacular ficción a partir de su espíritu de crónica biográfica sobre sus últimos días. Recordemos que gran parte de los detalles de sus últimos días que podemos ver en la cinta están basados en la correspondencia que mantenían Vincent y Theo. Con buenas interpretaciones del elenco, una lograda banda sonora que transmite ese sentimiento de melancolía y soledad que atravesaban la vida de Vincent, ese magnífica y excelsa belleza pictórica que representa la animación del film, y un logrado guion, Loving Vincent se presenta como uno de los relatos animados más importantes de este año.
Llega a los cines la última película de Sofia Coppola que le valió el premio a Mejor Director en el Festival de Cannes, y nosotros te contamos qué podes esperar de ella. “El Seductor” (“The Beguiled”, 2017) es una remake de la película homónima dirigida por Don Siegel y protagonizada por Clint Eastwood. Está ambientada en el año 1864 durante la guerra civil norteamericana. Nos cuenta la historia de una escuela femenina de Virginia, donde solo viven mujeres, y la tranquilidad que rodea al lugar se verá alterada con la llegada de un soldado “yanqui” de la Unión (Colin Farrell), que fue herido durante la batalla. La directora y dueña del lugar (Nicole Kidman) le cura la herida de bala en su pierna. Ella, la maestra (Kirsten Dunst), y las cinco alumnas (entre ellas, Elle Fanning) deciden no entregar al soldado de la Unión por motivos que no saltan a simple vista, pero que iremos descubriendo a lo largo del metraje. Coppola intenta traer al siglo XXI los asuntos planteados en el film de 1971, donde se tocan temas como la represión sexual, los deseos de las mujeres y las pulsiones. El objetivo de la directora se realiza pero a medias. El problema de la película es que evita o saca todos los componentes que hacían interesante al relato original. En la cinta de Siegel, el personaje del soldado se nos mostraba como un verdadero seductor y mentiroso, que jugaba con los sentimientos de las mujeres y que abusaba de la confianza de ellas solamente para lograr tener relaciones con las distintas féminas que habitaban la escuela de señoritas. A su vez, el montaje paralelo con la voz en off de Eastwood, que dejaba en evidencia sus crueldades y calumnias frente a la audiencia, aquí fueron eludidos y le resta aquella tensión que estos recursos le generaban al relato. Por otro lado, el personaje de la esclava que vivía en la escuela en la cinta del 71 fue eliminado y también perdemos esa perspectiva en esta versión moderna. Otras cuestiones como la venganza y las secuencias oníricas que sugerían orgias, lesbianismo, pederastia e incesto también fueron dejadas de lado. Sin embargo, todos estos temas no hacen que la versión de Coppola sea “mala” sino que ponen el foco en otros asuntos y le quitan irreverencia y descaro. Esta película se presenta más como un drama que hace hincapié o pone el acento en las mujeres y no tanto en el personaje de Farrell. Su principal virtud es contar esta historia desde un punto de vista femenino a diferencia del largometraje original, debido a que el elenco está integrado en su mayoría por mujeres. Mientras que la versión de Siegel proponía a un soldado que se encontraba prisionero en un lugar donde mandaban las mujeres (cuya forma de defenderse era mediante la seducción y la mentira), fuera del orden patriarcal que reinaba en el mundo exterior, la versión de Coppola opta por mostrarnos ese universo femenino aislado, donde se encuentran tanto protegidas como reprimidas al mismo tiempo. No obstante, lo más destacable de “El Seductor” no se da a nivel narrativo sino a nivel técnico e interpretativo. El diseño de producción realizado por Anne Ross (colaboradora habitual de Sofia) es tremendo y representa uno de los puntos altos del film. A su vez, la fotografía de Philippe Le Sourd (“Un Buen Año”) deslumbra y cautiva por su belleza con tintes naturalistas. Por el lado actoral, las interpretaciones de Fanning y Dunst son realmente logradas y acompañan de excelente manera a la siempre sólida y camaleónica Nicole Kidman. “El Seductor” es un film visual e interpretativamente atractivo, que termina siendo inconsistente como actualización de la película de 1971. Se desarrolla en un terreno que a Sofia Coppola le resulta conocido y cómodo, pero justamente le quita ese sentido de transgresión y frescura que tenía el relato original. Una remake que podría haber sido mucho más por el conocido talento de su directora.
Más Allá de la Montaña: Hace frío y estoy lejos de casa. Idris Elba y Kate Winslet se ponen al frente de este melodrama de corte clásico, donde los protagonistas deberán unir fuerzas para sobrevivir tras un accidente aéreo. El realizador palestino Hany Abu-Assad (Paradise Now, Omar) se pone detrás de cámaras para ofrecernos este largometraje que si bien nos muestra algo que ya vimos cientos de veces, sale adelante gracias al talento de sus protagonistas y a una eficaz narración de la historia. Se nota que el director tuvo en cuenta qué era lo que quería lograr/contar desde el primer momento y eso se transmite en la realización, ya que consigue brindarnos un relato con cierto encanto y atractivo. La película nos cuenta la historia del doctor Ben Payne (Idris Elba) y la fotoperiodista Ashley Knox (Kate Winslet), que se quedan varados en un aeropuerto por la cancelación de un vuelo y deciden compartir un viaje en un avión privado para llegar a sus respectivos destinos. Él necesita realizar una operación y ella tiene que llegar lo antes posible porque está por casarse con su novio. Es en ese momento que contratan los servicios de un piloto local (Beau Bridges), y mientras el aviador sufre un infarto, el aeroplano pierde el rumbo y terminan estrellándose en lo alto de una montaña. Ben y Ashley, dos desconocidos en una situación adversa, deberán confiar el uno en el otro para sobrevivir las hostilidades climáticas, naturales y salvajes que rodean a las montañas de Colorado. Como bien dije al principio, la película está lejos de ser una obra maestra. Tiene algunas dificultades en el comienzo, por ejemplo al establecer un encuentro fortuito entre los personajes de forma rápida, desprolija y un poco inverosímil, pero se va acomodando con el correr de los minutos. Lo interesante radica en la química que establecen los dos intérpretes de origen inglés que demuestran una vez más su talento. Por otro lado, la historia a pesar de ser conocida, por momentos anticipable y con algunas secuencias sorprendentes e improbables, logra ser narrada con habilidad y oficio, haciendo que el transcurso del relato se desarrolle consiguiendo el interés del espectador por los personajes correctamente construidos. Lo cierto es que el guion escrito por Chris Weitz (Rogue One) y J. Mills Goodloe (The Age of Adaline) basado en una novela de Charles Martin, evita caer en situaciones ridículas o cursis. Es probable que uno sepa cómo va a terminar la historia desde el momento en que ve el póster del film. Lo interesante es ver cómo nos lleva el realizador a ese punto final un poco predecible. En los apartados técnicos lo único que se destaca por sobre la media es la fotografía a cargo de Mandy Walker (Hidden Figures, Australia) que hace un buen trabajo al retratar de manera emotiva y naturalista el paraje gélido e inhóspito que enfrentan los personajes. Además, demuestra una gran destreza en la forma en que fue contada desde la cámara la secuencia del accidente aéreo. Nos encontramos con una historia de amor y de supervivencia bastante convencional, que presenta a dos excelentes actores que consiguen una buena química entre ellos. Con cierto encanto mediante una buena narración, La Montaña entre Nosotros servirá para pasar un buen momento. Si nos ponemos exigentes, podríamos afirmar que la historia la vimos en infinidad de oportunidades, pero nuevamente, el punto fuerte de la cinta radica en su naturalidad, su sinceridad, el cuidado de los detalles, su sencillez y falta de pretensión.
“Morir por la causa correcta. Es lo más humano que podemos hacer” Hace 35 años Ridley Scott nos deleitó con “Blade Runner”, un film basado en un libro de Philip K. Dick, que se convirtió en un verdadero clásico de la ciencia ficción y que serviría de influencia para el género y el cine en general. Es por ello, que cuando se dio a conocer que se haría una continuación tres décadas más tarde surgieron dudas sobre si era realmente necesario. Cuando Denis Villeneuve (“Arrival”, “Prisoners”) fue confirmado como el encargado de realizar la tardía secuela, se generó cierta expectativa por su marcado estilo y su talento narrativo. Lo cierto es que “Blade Runner 2049” no solo resulta la mejor secuela posible, sino que además se convirtió en una película necesaria y con identidad propia, que amplía aquel universo creado en la cinta original. La propuesta del film original era básicamente un film neo-noir de ciencia ficción donde nuestro protagonista es Rick Deckard (Harrison Ford), un policía especial conocido como “Blade Runner”, cuya tarea era la de encontrar a unos robots conocidos como Nexus 6 y eliminarlos, ya que se habían rebelado y escapado. Todo eso traía aparejado algunas cuestiones filosóficas y morales sobre la creación, la consciencia, el alma y la trascendencia más allá de la muerte. En esta oportunidad, nos encontramos 30 años después de los eventos del primer film, donde un nuevo Blade Runner llamado K (Ryan Gosling) descubre un secreto largamente oculto que podría acabar con el caos que impera en la sociedad. El descubrimiento de K le lleva a iniciar la búsqueda de Rick Deckard, el agente al que se le perdió la pista hace 30 años. El resultado de esta segunda parte es alucinante. Se nota que Villeneuve era consciente del reto al que se enfrentaba y se encargó de afrontarlo de manera serena y con el respeto que merece la obra original. Esta continuación no solo mantiene la iconografía, la estética retro-futurista cyberpunk y el acercamiento neo-noir, sino que incluso se erige bajo una base filosófica similar a la de su antecesora. Si los tintes existencialistas de la original se basaban en que los “robots” pueden ser más humanos que los humanos, en esta oportunidad la tesis irá más allá, haciendo hincapié en la obediencia, el libre albedrío y la capacidad reproductora de estos seres creados por los humanos. Cabe destacar que Villeneuve no estuvo solo en esta enorme tarea de brindar un relato nuevo que expanda el universo creado por el largometraje de 1982, sino que tuvo a su disposición un equipo de lujo para la ocasión. Por un lado, contó con Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch para tratar de reproducir aquel sentimiento de futuro gélido e impersonal creado por los sintetizadores reconocibles de Vangelis en el film original. Y digamos que los autores lograron concebir una banda sonora increíble que sirvió como actualización y clara evolución de ese sonido característico de los ’80. Además, Dennis Gassner supo encarar la ciclópea tarea de realizar un diseño de producción acorde a los tiempos que corren, pero en consonancia con la primera parte de la historia. La escala de los decorados, el diseño del vestuario y los efectos visuales componen un contundente escenario para toda la parte visual del relato. Mención especial merece la Dirección de Fotografía a cargo del maestro Roger Deakins (“Skyfall”, “Fargo”, “Shawshank Redemption”), cuyo talento y labor merecen ser recompensados en las futuras entregas de premios (recordemos que fue nominado a los Oscars en 13 oportunidades y aún no pudo quedarse con el galardón). Los efectos dramáticos y las atmósferas que genera su fotografía hacen eco del extrañamiento y la confusión por la que atraviesan los personajes de la película. Cada plano que elabora es un cuadro o una representación pictórica perfecta que puede ser encuadrada tranquilamente para reposar en una pared in aeternum. Los escenarios que nos presenta (junto con el departamento de arte obviamente) son de una belleza extraordinaria. El guion de Michael Green y Hampton Fancher (este último también escribió la película de Scott), terminan de redondear un trabajo superlativo. La narrativa se toma su tiempo para fundar las bases del drama y el conflicto principal, pero sin caer en momentos vacíos o carentes de sentido. Además, establecen una fuerte psicología en el personaje de Ryan Gosling, quien batalla internamente entre el deber y su propia concepción de los hechos. Esta lucha personal quedará determinada una vez que se encuentre con el personaje de Harrison Ford que aparecerá promediando el tercer acto para brindar una épica conclusión a los eventos narrados. Si bien el personaje de Deckard no tiene demasiado tiempo en pantalla, su funcionalidad para la trama es vital y concluyente. Tanto Deckard como K están muy bien secundados por unos personajes perfectamente interpretados por Ana de Armas, Jared Leto, Robin Wright, Mackenzie Davis y Dave Bautista. En definitiva, “Blade Runner 2049″ es un film atrapante, visualmente impactante y un relato con significado propio que logra continuar y ampliar de manera efectiva a su predecesora. Villeneuve muestra realmente de qué está hecho, y porqué es uno de los directores más importantes de los últimos tiempos. Un verdadero triunfo cinematográfico que prevalece a pesar de su extendida duración (163 minutos). Un largometraje que vale la pena disfrutar en cine con el objetivo de ser testigos de todo su esplendor.
“En ocasiones cuando despierto en la mañana estoy llorando. Aquel sueño que tuve no lo puedo recordar. Pero esa sensación de que perdí algo no desaparece tiempo después de despertarme. Siempre siento que hay algo o alguien a quien estoy buscando. Tengo ese sentimiento en mí desde aquel día…Ese día las estrellas caían. Era como si estuviese presenciando un sueño. Simplemente era una hermosa vista”. El párrafo que antecede a esta reseña funciona a modo de introducción de la película, donde los dos personajes exponen sus pensamientos a modo de discurso dialogado, donde ya desde el primer momento se nos adelanta que nos encontraremos con algo extraordinario. Tras un largo retraso, llega a nuestras salas el famoso anime de Makoto Shinkai (“5 centímetros por segundo”), que se posicionó como la película animada más taquillera de la historia de Japón, superando a “El Viaje de Chihiro” del maestro Hayao Miyazaki. Algunos catalogan a Shinkai como el sucesor del fundador de Studio Ghibli, y la verdad no es para menos. Su frescura en la narración, la impecable animación de sus relatos, y su capacidad inventiva consecuencia de una tremenda imaginación, lo vuelven un combo infalible a la hora concebir relatos modernos sobre cuestiones universales. En esta oportunidad, su más reciente film cuenta la historia de Taki y Mitsuha, dos jóvenes que descubren un día que durante el sueño sus cuerpos se intercambian, y comienzan a comunicarse por medio de notas. A medida que consiguen superar torpemente un reto tras otro, se va creando entre los dos un vínculo que poco a poco se convierte en algo más romántico. Quizás resulta un poco simplificadora esta descripción del argumento, pero ahondar más en su trama implicaría contar ciertos mecanismos del relato que sorprenderán al espectador, siendo mejor que cada uno lo descubra por sí mismo. Lo interesante es la sensibilidad con la que el director narra esta peculiar ficción, utilizando un trillado recurso de “cambio de cuerpo” para brindar una cinta brillante que evita todos los lugares comunes de esta dinámica, otorgando al espectador un relato original y atractivo. Los sentimientos, la amistad, la nostalgia, la adolescencia, el amor, la soledad, la memoria y el transcurso del tiempo son algunas cuestiones que toca el realizador para otorgarnos este film que mezcla géneros continuamente de una manera eficaz. Lo que comienza como un film adolescente de enredos se convertirá en una comedia, un drama romántico, y una cinta de ciencia ficción y fantasía. Esta masa heterogénea podría haber sido un rejunte o un sinsentido en manos de un director corriente, pero Shinkai es un hábil narrador y sabe meter las dosis justas de cada elemento teniendo como eje principal las emociones. Además, resulta realmente increíble el nivel de realidad que logra en sus personajes, tratándose de un producto con un verosímil intrincado. Por el lado de los apartados técnicos, debemos decir que el resultado final es realmente impresionante. La animación no solo es totalmente moderna, fresca e innovadora sino que además lleva al anime a un plano de realismo y naturalidad nunca antes visto. Mezclando animación tradicional con 3D con una paleta de colores visualmente extraordinaria y una fotografía que nos da la sensación de ser real, en el sentido literal/existencial de la palabra, y totalmente expresiva como si se tratase de un film live action. Por el lado de la música, la película cuenta con una excelentísima banda sonora que acrecenta las emociones por las que atraviesan los personajes y empatiza con sus estados de ánimo. Respecto al guion ya hablamos de la originalidad de esta suerte de fábula moderna, sin embargo, otro aspecto a destacar tiene que ver con los personajes. Los protagonistas y los personajes secundarios están psicológicamente bien definidos y componen interlocutores tridimensionales bastante complejos y bien delineados. Todo esto hace que el espectador genere empatía con ellos y que se interese por el conflicto que los involucra. En síntesis, “Your Name” resulta ser una excelente propuesta de animación que atrapará a grandes y chicos por igual. Un film inteligente y bien dirigido que resalta tanto a nivel técnico como narrativo. Una verdadera sorpresa cinematográfica.