No entendí tu plan Si hay algo bastante interesante en Todos tenemos un plan es que no da lástima, ni pide consideraciones por ser argentina. Pero la falla se sitúa en la promesa de algo que en realidad no existe. El clima, los diálogos e incluso la música mantienen a la expectativa al espectador como si algo interesante fuera a pasar. Sin embargo, ese algo nunca llega. Es una lástima que se pierda la calidad de la producción por no poder redondear la idea o hacer una premisa más fuerte. Bastante lejos se sitúa esta película de lo que generó El secreto de sus ojos. Aunque han querido seguir con ese modelo para Oscar, aquí falla la narración. En resumidas cuentas Agustín (Viggo Mortensen) lleva una vida que no lo satisface junto a su esposa (Soledad Villamil). Ambos deciden adoptar a un hijo y él a último momento opta por echarse atrás. Después de una pelea de pareja, ella decide irse de viaje. Es allí donde el hermano de Agustín, Pedro, llega a saludarlo, después de haber estado bastante tiempo sin verlo. Es entonces cuando Agustín decide tomar la identidad de su hermano gemelo para poder desprenderse de su vida. Ya partiendo de este breve resumen, vemos una idea bastante utilizada por el cine: alguien inconforme con su vida que decide ser otra persona para escapar. Pero se intenta, de todas formas, hacer algo distinto. Yo diría que no salió. Al cambiar de vida, también cambia el lugar del protagonista. Es la buena utilización del paisaje del Delta, donde vivía Pedro, lo que más fortaleza le da a la película. De haberle dado una vuelta de rosca, sin dudas hubiera funcionado mejor. Son paisajes lúgubres y oscuros en los que se nos sitúa y generan gran impaciencia y expectativa. Son imágenes sublimes las que se presentan porque se encuentran rozando la belleza y lo tenebroso. En este sentido, la fotografía toma gran presencia y es muy agradable. Pero al no estar acompañada con una idea concreta, pierde su fuerza. Es decir, la trama y los recursos trabajan por separado, con lo cual hacen del producto algo muy débil y hasta confuso. Asimismo, el hecho de generar tanta expectativa para luego terminar con algo tan liviano da un sentimiento de bronca que tapa mucho de lo bien logrado. En lo referido a las actuaciones, el elenco presenta un buen desempeño. Daniel Fanego resulta el más interesante de todos: el papel de villano le sienta muy bien. Pero es de poco agrado ver actuar a Sofía Gala, quien nunca puede desprenderse de su personalidad.
El perfume de una nueva tierra Prefiero, antes de centrarme en la película, mencionar algo que me parece de verdadera relevancia. La traducción del título que ha llegado a la Argentina es Cuando los chanchos vuelen. Claramente es muy diferente al título original. Esto no es para sorprenderse, estamos acostumbrados. Lo raro sería que realmente se respetasen los títulos. Lo que llama la atención, eso sí, es que siendo la película un canto a la paz y un llamado al pacto entre los pueblos palestino e israelí, suena a burla la traducción que le han hecho, hasta puedo decir que parece maliciosa. Sacando este “boicot”, al que considero intencional, podemos decir que la película nos lleva de la mano a conocer desde adentro uno de los conflictos internacionales más intrincados. Y digo esto porque ya llevan más de sesenta años en lucha por un territorio. Aunque, si empezamos a ver mejor, el conflicto ya se fue desarrollando desde antes. Lo cierto es que en 1948 Israel aparece en el mapa mundial como un nuevo país. El territorio se llenó de utopías porque sería la salvación de un pueblo históricamente perseguido. Pero a medida que pasó el tiempo el conflicto se ha agravado más. El territorio asignado por la ONU para el nuevo país ya estaba habitado. Muchos palestinos se vieron forzados a irse de su hogar. Para peor, como producto de las continuas guerras entre los pueblos, Israel se fue apoderando de más territorio. La realidad de hoy es que los palestinos se encuentran cercados en su mismo suelo y encima Israel lo ha hecho todo con un gran respaldo mundial en un principio y ahora con su fiel colega que es Estados Unidos. Le cochon de Gaza nos sitúa en una Palestina bastante cruda pero, sin embargo, lo hace desde la comedia. Una de las mayores virtudes del film es encontrar calidez en la tristeza. Desde la imagen del mar y esas idas y venidas en bicicleta se fomenta un estado de tranquilidad, sin por ello hacer vista gorda a los problemas que tiene el pueblo palestino. Son, sin duda, las palabras finales el redondeo de un mensaje de paz que se va construyendo durante toda la película. Son constantes, también, los enfoques que contrastan este mensaje antes mencionado con los cercos, el muro que delimita el territorio y los policías que vigilan que todo esté en orden. Observamos en un momento un cielo dibujado en el muro, simulando una abertura. Es de todas formas un pasaje más pero que marca una distinción. Así son los comentarios de los protagonistas: pequeñas gotas que forman un gran caudal de información. Dentro de la comicidad existe un claro mensaje ideológico, pero al estar planteado desde lo cotidiano resulta mucho más atractivo. Obvio que no es muy cotidiano que digamos pescar un chancho, pero entra dentro de esta especie de sueño y realidad en que se plantea la película. El final tampoco pertenece a lo rutinario, pero ese absurdo es en parte el sentimiento que se tiene sobre el conflicto palestino-israelí (sin desmerecer, en absoluto las convicciones de ambos). Se nos muestra al final cómo los protagonistas huyen y sin embargo su solución es la vuelta a su hogar, aunque con un cambio de visión. Vemos también cómo se desmitifica a la figura del terrorista. En mi opinión resulta muy interesante porque se manifiesta cómo tendrían que ser y cómo deberían comportarse. Fueron y son los terroristas utilizados por los grandes medios para infundir el miedo y justificar intromisiones como las de Estados Unidos a Irak. Sin embargo, aquí la figura del terrorista es presentada como una construcción mediática. Resulta asimismo interesante cómo a través de los trabajadores se construye un panorama político de pleno conflicto. En la figura de la joven campesina rusa aparece el sueño de su padre frustrado. Ella va a Israel porque su padre siempre quiso conocerlo, pero no se encuentra con el país que les prometieron a los judíos. A pesar de la complejidad que presenta el conflicto de estos países encontramos en la película una simpleza tal que permite poner en el tapete la discusión de por qué tantos años el mundo avaló o mejor dicho dio la espalda a esta lucha.
Un grito de liberación Por Melody San Luis Cuando terminé de ver El secreto de Albert Nobbs, algo seguía resonando en mi cabeza (algo fantástico por suerte). Me había quedado encantada por varios momentos. Albert Nobbs era un hombre. Realmente veía a un hombre moverse como camarero. Un hombre que a costa de borrar todo tipo de sospecha de ser mujer se oculta bajo el manto de la introversión. Pero, a su vez, en el film vi a la mujer. Un grito de liberación del género femenino recorre el film, intencional o no. Glenn Close hace un papel excelente. Su personaje es alguien sumamente interesante. Pero más allá de la actuación de Close, lo que me enamoró fue el guión, que si bien está basado en la novela de George Moore, no deja de tener importancia el trabajo del director, Rodrigo García. Albert Nobbs y Hubert Page (interpretado por Janet McTeer), el pintor, son los personajes más interesantes del film. Ambas son mujeres que interpretan a hombres. Sus historias de vida muestran cómo tras ser violentadas por hombres deciden cambiar de sexo. Es en esta película, a mi parecer, casual el hecho de tener que conseguir un trabajo. No creo que sea ese el objetivo del disfraz, sino más bien lo que antes he mencionado: la mujer opta por ser hombre para protegerse de los hombres. Dicen que los artistas, cuando vuelven al pasado para traerlo al presente, lo resignifican. En este caso, la vuelta es al Siglo XIX en Dublín. Desde esa época hasta ahora, vemos que los derechos de las mujeres han cambiado, para bien. Pero, sin embargo, cada año somos protagonistas de la violencia que sigue ejerciendo el hombre por sobre la mujer. Ver la vida de Nobbs nos reencuentra con la lucha de un sector oprimido. La parejita de Helen Dawes (Mia Wasikowska) aparece en el film mostrando la tercera historia más importante de la película. Es en sí la única mujer en la que vemos la violencia de género: las demás fueron narradas por las protagonistas. Aaron Johnson como Joe, pareja de Helen, no logra estar a la altura de los demás actores y queda un tanto descolgado. Resulta poco armonioso verlo actuar. Pero más allá de eso, esta pareja funciona como vehículo para ver los condicionamientos de la mujer. Por suerte, la figura de Mia está bien cuidada y eso hace que el film tenga una coherencia argumental. Aún siendo muy bonita, su participación no está llevada por el lado de la belleza sin más, sino más bien se la presenta como una adolescente que está conociendo el mundo. Es interesante ver cómo funciona la mirada del niño en la película. Hay un pequeño de clase burguesa en el hotel que aparece al menos dos veces en el film. Una de las veces mira a Nobbs con detenimiento y la otra se queda observando a Page. El pequeño encuentra en esos hombres algo más, ve algo que los demás no. El film es de por sí algo lento, pero esto tiene relación con la figura de Nobbs. Rodrigo García compara al protagonista con Chaplin y es realmente esa la figura que queda de Nobbs. Es una mezcla de ternura y tristeza, con movimientos puntillosos, lentos y suaves. Muestra a un hombre postergado y luchador. En ningún momento nos damos cuenta si Nobbs o Pages son lesbianas, pero sí vemos que con el sólo hecho de vestirse como hombres los demás las reconocen como hombres. Ahí observamos cómo ese juego de apariencias hace caer a las aptitudes asignadas socialmente a cada sexo. Se rompe de esta forma con la visión de que la mujer es de una forma y el hombre de otra con el sólo hecho de vestir como si lo fueran. Si hay algo que no me convence demasiado es ese intento de redondeo que se da a lo último. Esa explicación de cómo termina cada uno de los personajes me parece una subestimación al espectador. Pero más allá de esta simple observación, creo que el film está muy bien logrado y es una muestra de que la visión del mundo va cambiando.
La complejidad de la simpleza Ya desde el título, el director Philippe Le Guay se sitúa desde un punto en especial para narrar el film. Las mujeres son aquí el eje de la cuestión. La película nos transporta a lo que pasaba en Francia cuando paralelamente en España se vivía el franquismo. El contraste social de la época se logra mediante un edificio en el que conviven tanto las empleadas domésticas como las damas adineradas que contratan su servicio. Con la llegada al poder del general Francisco Franco muchos de los españoles deciden exiliarse como método de escapar de ese régimen autoritario y hostil. Uno de los lugares de escape, sin duda debido a la distancia, fue Francia. Philippe Le Guay construye el exilio de seis mujeres españolas que van a parar a Francia. Ellas son amigas y parientes y fortalecen sus vínculos trabajando como empleadas domésticas en las casas de varios ricachones. Lo particular es que todos van a convivir en un mismo ambiente, en un edificio en el que por un lado estarán los pisos de los empleadores y por el otro el piso en el que viven todas las empleadas, el sexto. Es una gran obsesión el hecho de que la empleada conquiste a su empleador. Perder o abandonar la asimetría por un sentimiento más importante que el dinero sería tal vez la hipótesis. Pero en este caso no es un amor deslumbrante lo que destruye al poder dominante y lo vuelve par. Es una nueva visión del mundo la que María (Natalia Verbeke) le presenta al señor Jeaubert (Fabrice Luchini). Después sí, este hombre tendrá la posibilidad de conocer a las demás mujeres que hacen que rompa todas aquellas estructuras de cómo había que vivir. Cuando aparece, el humor sólo lo hace para aplacar la melancolía y la nostalgia de la época; y las imágenes y los colores cumplen el objeto de transportar en el tiempo. Asimismo, los detalles de las casas son muy importantes: de un lado tenemos la belleza y los lujos que en ningún momento se cuentan sino que son las imágenes las que hablan. Por el otro lado aparecen las habitaciones de las empleadas domésticas, pequeños cuartos que no tienen nada más que lo esencial. El baño era compartido por las mujeres que vivían en el sexto piso y su ducha era mediante una palangana. En cuanto a las mujeres, como expresaba en un principio, constituyen el tema central. Además del contraste de dinero entre francesas y españolas, está la diferencia de personalidades. Quedan muy expuestos los modos de las mujeres de cada nacionalidad. Más allá de que cada mujer sea un mundo, la crianza y los valores son propios de la sociedad en que se vive y definen sin duda el trato con los demás. Quizás al ser mujeres de un mismo país la película pasaría a ser una más, pero sin embargo explora contrastes continuos y atractivos. Es muy notable la alegría española (llamativa por los pesares que les tocaba vivir) y en definitiva es la que hace mover los pisos del edificio convulsionando a sus propietarios. Aunque en realidad lo que está haciendo es modificar los cimientos, construir una nueva forma de ver la vida mediante la mezcla de dos percepciones diferentes. Por último, es bueno resaltar que el director no cierra a sus personajes, sino que los representa en un momento. Sí hay un final marcado y el mayor conflicto se soluciona, pero no condena a los protagonistas principalmente a ser felices para siempre por tratarse de un film de amor. Porque este amor sobrepasa al de dos personas y pasa a ser colectivo.
Resignificación de los cuentos de hadas Sin ninguna razón válida llega a Mar del Plata Espejito, espejito sólo en versión doblada al español. Definitivamente no es una película para niños. Más bien su público podría ser adolescente o por qué no, adultos. Es por tal razón que no se entiende bien por qué no podemos contar con los tan deseados subtítulos que nos ahorrarían unos cuantos disgustos. Ahora sí, en cuanto la argumentación el film es bastante alucinante. Ya tenemos el ejemplo de Shrek como pionero de la parodia de películas infantiles. Pero en este caso se centra en un cuento más específico y sobre un tema: la visión que el mundo de hoy en día tiene de la mujer. Los grandes símbolos del clásico se trastocan para decir una cosa totalmente contraria. Los personajes se adaptan a una fisonomía contemporánea sin dejar de situar la narración en un tiempo lejano de castillos, reyes y vestidos armados. Para empezar, el eje de la película no se basa en la envidia por la belleza como en sus versiones anteriores. Es el dinero y solamente el dinero lo que moviliza a la madrastra de Blancanieves a tomar la decisión de matarla. Por supuesto, el dinero aparejado con el poder y el prestigio que este da. Ya partiendo desde ahí las bases son otras. La figura de la mujer es muy importante en Espejito, espejito. La heroína deja atrás todas sus antecesoras débiles y dependientes absolutas de los hombres para empezar a transitar un camino más acorde a los tiempos modernos. Esta Blancanieves peleará a la par de los hombres y no se afligirá por rasgarse el vestido. Los hombres también mostrarán otra faceta. Se les permitirá verse débiles y ayudados por una mujer. Tal como en el cuento original, Blancanieves y el príncipe se enamoran a primera vista. Pero invirtiendo todos los códigos de los cuentos de hadas, él se encontrará frágil y ella con una gran fortaleza (recordemos que en el cuento de los hermanos Grimm, el hijo del rey se encuentra con el ataúd de cristal donde estaba Blancanieves y se enamora básicamente de una persona que cree muerta). Se expresa el cambio de visión desde este punto, que se podría considerar indirecto, hasta lo más directo, que sería cuando la heroína le explica al príncipe que ya es hora de cambiar la posición de las mujeres en las historias como esa. Es interesante porque justamente el posicionamiento que toma la muchacha con respecto a los enanitos no es de una sirvienta sino de una colega de batalla. Hay también un resignificado en los enanos, que ya no cantan felices y trabajan duramente, sino que emiten un gran juicio de valor sobre los prejuicios humanos. Tampoco tienen un trabajo decente sino que se dedican a robar. No son agradecidos con la vida. No es que disfrutan de la naturaleza y por eso viven en el bosque sino que fueron expulsados. No son inocentes como niños por ser bajitos, son adultos enanos y se comportan como tal, con las debilidades amorosas que presenta cualquier hombre. Por eso pueden babosearse con Blancanieves y no verla con carita tierna de un niño. Asimismo, la vestimenta y la estética resultan sumamente atractivas. Aunque no sea eso lo principal, como tampoco son los actores, igualmente hacen del film un producto más acorde a la época que se relata. Es la parodia la base de la película pero para identificar de qué se habla, ciertas cosas son necesarias que se respeten. Es genial el hecho que se presenten los mismos elementos pero con una simbología adversa. Es, sin duda, una crítica que va más allá de una burla. Es más, resulta un film bastante feminista, ya que saca a la mujer de la cápsula patriarcal con la que contaban todos lo cuentos de hadas.
Una burla sin sentido Mi ilusión por indagar en algo de la historia de parte de los pueblos originarios se vio totalmente frustrada ante la falta de respeto a esas culturas que significa Tiempos menos modernos, de Simón Franco. Si bien la mayoría de las críticas fueron positivas hacia esta película argentina vista en el último Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, desde lo personal quedé totalmente enojada con esta propuesta. El director intenta hacerse el chistoso dejando de una forma muy ridícula al personaje principal y cuando lo quiere salvar, ya es tarde. Payaguala es hijo de tehuelches, vive en la Patagonia alejado de todo tipo de tecnología. Sus actividades cotidianas son su único quehacer, ya que vive solo. El mismo se provee de alimento. Es su tarea, o él lo siente así: cuidar los terrenos de sus antepasados que son acechados a menudo por extranjeros. Para generar algún conflicto, en Tiempos menos modernos se hacen presentes un televisor y un teléfono que llegan hasta la casa de este hombre por medio de un plan del gobierno (menemista). Sin dudas, todo el discurso que Franco plantea, aquellos valores incorruptibles de Payaguala, se destruyen mostrando al hombre como un bobo frente al televisor. Realmente resulta muy poco creíble que un pariente de tehuelches con tradiciones tan fuertes como se marcan en un principio y también al final, aparezca cantando con su guitarra las canciones de la novela de las tres de la tarde (literalmente), abandonando sus canciones en lengua natal. Y si eso les parece mucho, imagínenselo haciendo ejercicio con la tele. Realmente patético.
Ensamble de actores acartonados Para empezar hay que aclarar que La suerte en tus manos, junto a su predecesora Mi primera boda, de Ariel Winograd, nos lleva a replantearnos un nuevo rumbo en las comedias argentinas. Ambas plantean un estilo diferente de film, abandonando esa cuasi implícita lástima o compasión que uno como espectador tenía que tenerle a las producciones nacionales por sus bajos presupuestos. Es importante decir que cuando hago este tan despectivo comentario, excluyo muchas de las películas que no han entrado en el círculo comercial y también poseen nacionalidad argentina (ya personificando y dándole entidad de humano al film). En fin, a lo que quiero referirme es a la prolijidad con la que ha trabajado el director Daniel Burman. Se nota y deja una marca ese esfuerzo porque se respeten los enfoques y los estilos de música. Parece un tanto conformista resaltar que da una sensación de armonía. Pero considerando que desde hace ya mucho tiempo convivimos con la desprolijidad de los directores, parece buena la oportunidad de resaltarlo. Más allá de todos estos halagos debo decir que el contenido del film es bastante pobre. Los actores resultan acartonados y absolutamente distanciados de sus sentimientos. Es Jorge Drexler una de las grandes incertidumbres. ¿Qué hace una persona que no sabe actuar siendo protagonista? Sabe cantar (es más, lo hace muy bien) pero en ningún momento su papel es ese. Demás esta decir que Valeria Bertuccelli hace siempre de ella, aunque debo resaltar que en películas como Un novio para mi mujer su papel es mucho más atractivo que el que se le da aquí. Existe últimamente en el cine y en la televisión esa suerte de costumbre de poner a dos o tres actores reconocidos para que salven o nivelen la poca calidad de los demás. Esto también se ve en La suerte en tus manos. Pero, como es de esperarse, el resultado no varía mucho al incorporar a Luis Brandoni y Norma Aleandro. Cuando la argumentación y los actores no acompañan, difícilmente un parche como tal conduzca a la salvación. Pero son estos dos últimos quienes aportan (más que nada Brandoni, porque Aleandro está medio pintada) ese tono de chascarillo y humor al producto. El argumento es una historia de amor con un toque de comedia y drama (si se puede decir que se logra). Uriel, interpretado por Drexler, es un cuarentón separado y con dos hijos. Hace una vida de galán encontrando aventuras con cuanta mujer se cruce por su camino. Como todo galán, miente para lograr que sus chicas escuchen lo que quieren escuchar. A esto se le agrega su afición al póker: es un amante de las fichas y las cartas. Para todo esto, del otro lado aparece Gloria (Valeria Bertuccelli). Ella recién llega de España y su situación es de absoluta desolación. Su padre ha muerto y con su madre no mantiene una buena relación. Peor que eso, porque se ven pero no congenian en nada. La suerte los encontrará en un evento de póker. Allí recordarán la relación que tuvieron de jóvenes e intentarán conocerse más. Así de vacía, como este resumen del argumento, es la película. Sin más que entretener un rato, está destinada al olvido. Es de esos films correctos (en lo que refiere a imagen y sonido) pero que no dejan absolutamente nada.
Cuando el hablar fue el principio Hay temas que no pierden vigencia, heridas que no cierran. El dolor causado a las personas de color negro aún sigue latente. Lo que más inquieta y perfora nuestro ser es ver cómo se hablaba de superioridad cuando se actuaba como enfermos que no utilizaban la razón. El guionista y director Tate Taylor vuelve a sacar las imágenes de las personas que fueron condenadas a la esclavitud por el sólo hecho de tener la piel más oscura. En la década del 60´ Estados Unidos vivía el racismo con bastante intensidad. Las clases más pudientes, con ideas más conservadoras, eran las que más discriminaban. Sin embargo ya empezaban por aquella época a circular por la sociedad algunas corrientes de igualitarismo y derechos civiles para todas las personas sin importar raza. En Historias cruzadas es la letrada Eugenia Skeeter quien propicia una nueva visión en Mississippi, su lugar natal al que vuelve después de haberse graduado. Aunque la protagonista siempre resultó distinta entre sus amigas, nunca se habían acentuado tanto esas diferencias como en su regreso. Con la idea de empezar su carrera como escritora y periodista, Eugenia ingresa a trabajar en un periódico haciendo una columna de limpieza, con lo cual realiza el primer contacto con las sirvientas de las amigas para que le expliquen del tema. La gran idea de hacer un libro vendrá a su mente después de enterarse que la señora que la había cuidado toda la vida, la sirvienta de la casa, ya no estaba más entre sus padres. Sin saber con ciencia exacta qué había pasado, ella suponía que la habían echado. Esa ausencia, sumada a los aires de nuevos pensamientos que obtuvo en su paso por la Universidad, la llevan a proponerle a una de las sirvientas de sus amigas hacer unas entrevistas sobre la situación de vida que tenía junto a las personas blancas. Después de mucho insistir sobre el tema, Eugenia logra establecer varias visitas que la ayudarán a la conformación de su libro. A pesar de lo peligroso que resultaba en Mississippi que una mujer blanca visitara a personas negras la protagonista, con mucho cuidado, logra sumar a varias mujeres más a su propuesta. Historias cruzadas, a pesar de su extensa duración, logra mantener al espectador atento durante toda la proyección. Resulta conmovedora y triste, pero combina momentos graciosos que hacen posible un desahogo después de oír tanto sufrimiento. Representa el compromiso de Taylor con su sociedad aunque ya hayan pasado varias décadas y no lo complique tanto hablar del tema. Es la ayuda necesaria para no cerrar una herida, para despertar quizás al pueblo sobre las discriminaciones del siglo XXI, aquellas que hoy se ejercen cotidianamente sobre los sectores de más bajos ingresos. En cuanto a las actuaciones, Emma Stone (Eugenia Skeeter) no logra realizar una producción que se amolde con el personaje que encara. Resulta un tanto insulsa y hasta poco comprometida (absolutamente lo contrario al personaje). No está a la altura del personaje que le tocó hacer. Sus gestos y reacciones parecen sobreactuadas. En contraposición a Stone aparece Viola Davis, quien encara su personaje de una manera alucinante. Mantiene en todos sus movimientos y actitudes el dolor y sufrimiento. Davis se compromete y entra en el personaje mostrándonos el dolor de una raza, pero también a una mujer sensible y adorable capaz de criar a una niña como si fuera su hija siendo sólo su sirvienta. El potencial que despliega tapa varias de las nebulosas que tiene el film, sobre todo esos momentos cursis que no aportan a la historia.
Un mar de sensaciones Como el mensaje que recorre el mundo en una botella en el mar, va un niño buscando su lugar. Son varios los planteos que trabaja Pedro González Rubio en la película que dirige. Pero por sobre todo sabe imponer su estilo y experiencia de vida tanto en el sonido como en las imágenes. Alamar es una pequeña historia que provoca un cúmulo de sensaciones. El film transcurre con la serenidad que tiene el mar, pero así como este es impactante e imponente. Uno de los grandes dilemas del Siglo XXI es los hijos de padres separados. Esta película trabaja sobre este punto pero se le agrega algo más. Natan con sólo 5 años vive la separación de sus padres quizás un poco más extraña que cualquier chico. Su padre vive en México y su madre en Francia, distancias que hacen que el niño tenga que hacer el trastornado viaje y separarse no sólo de su padre, sino de una cultura y un país. Asimismo, a la madre y al padre los diferencia algo físico, ella una mujer de ciudad y él un hombre de mar. La película encara la llegada de Natan a México. El pequeño conocerá un mundo totalmente distinto al que había vivido hasta ahora. Pasará del asfalto a dormir en una cama paraguaya en una casa en el mar. De todos los lujos y ruidos de cuidad pasará a entretenerse con los animales y despertar con el cantar de los pájaros. Y una más, dejará de ser quien consuma el producto terminado y pasará a pescar y preparar el alimento para su distribución (no hablo de trabajo infantil, Natan sólo es observador de esto). Difícil es precisar cuál es su mayor acierto. Posiblemente es porque sea una combinación de cosas. Por un lado, ese constante y hermoso sonido de fondo que funciona casi como un somnífero. Es alegre y bella la combinación del sonido del mar con el de los animales. Después, las imágenes son fantásticas. La delicadeza con la cual se toma enfoque a los pies pequeños de Natan junto de los de su padre es genial. Todo el tiempo logra mostrar con las imágenes de una manera muy dulce el afecto padre e hijo. Así como también la demostración de protección. De más esta decir que el lugar donde acontece la película es muy hermoso y beneficia por los colores y la vitalidad. Un pequeño siempre llama la atención, en este caso Natan es ideal para el film porque muestra una personalidad tan serena como el mar; una sonrisa más bella que el desplegar de los pájaros; la tenacidad y paciencia de una tortuga. Natan es una especie de guía para el espectador que nos lleva a la infancia, al disfrute máximo de cada momento. La sonrisa con la que mira el mundo es la mejor imagen que trasmite la película. Sin duda, Pedro González Rubio logra explotar al máximo el lugar de la filmación. Realiza una combinación de imágenes y sonidos excelente. Pero así también el guión es importante. Los diálogos no son demasiados. Es como si volviéramos a la teoría de por qué sirven los sonidos y por qué el cine empieza a tener sonido. Rubio demuestra en su film que la imagen y el sonido no se pisan sino que se complementan. Entiende que con los dos recursos está trasmitiendo su mensaje.
¡Oh que sufrimiento es ser rico y bello! Parejas, pruebas de amor e infidelidad: he aquí La última noche. Aunque los tiempos han cambiado y las reglas también, los cuernos siguen siendo una gran problemática. Sobre todo porque casi siempre denotan un problema anterior en la pareja. Massy Tadjedin trabaja sobre este tema, que si bien resulta liviano y superficial sabe cómo manejar los tiempos para que no resulte aburrida. Voy a contar el argumento con un tono de burla, sepan disculpar mi atrevimiento. Michael y su esposa Joanna viven una vida sin preocupaciones, con trabajos más que buenos y grandes comodidades. El pobre Michael realiza un viaje de negocios durante el cual la pareja tendrá que sobrepasar el dilema más grande de su trágica vida: decidir sobre ser fiel o no serlo. Michael se verá buscado por una hermosa compañera de trabajo y Joanna se reencontrará con un colega (ambos escritores) que disputará un lugar mayor en su corazón. Esto es sencillamente el argumento, sin más. “Soy sólo una película de amor”, esta sería la frase que emitiría la película si hablara. Pero sin irnos al delirio (sin continuarlo) vamos a enfocarnos en este tema. Da pena que se hagan películas tan vacías de contenido como esta. La directora tiene una idea concreta, la sigue y la concluye. Perfecto, mantiene una línea correcta. Pero es un film fácil de olvidar, como todos aquellos que manejan temas livianos. No desmerezco la infidelidad, pero me parece un tema bastante superfluo. Hay que hablar de lo malo pero también resaltar lo bueno. Es increíble que no sea pesada una película con tan poco para contar. Destaco así la estructura narrativa que permite que sea llevadera y agradable. Repito, el tema está bien trabajado no se pierde en ningún momento del objetivo. Entretiene pero no sorprende ni impacta. Falta ese gustito de quedarme con alguna parte inconclusa o encontrada por la cual dialogar y rever el significado o por qué no construirlo como espectador. No hay impacto, es absolutamente lineal y trascurre por un solo camino. No abre puertas ni invita a pensar un poco más. Es sólo una historia de amor encontrada por el dilema de enfrentar la tentación que representa hacer lo prohibido o dejarse llevar por el momento sin medir consecuencias a posteriori. Es una película ideal para un domingo por la tarde en la que no te interesa pensar demasiado, al contrario querés descansar la cabeza. Un producto masticado que requiere que el espectador sólo lo consuma.