Vincent Gallo es un musulmán anónimo que tiene que sobrevivir al invierno montañés del este de Europa mientras es perseguido por un escuadrón secreto norteamericano. Jerzy Skolimowski aprovecha una historia sencilla para decir demasiado sin que el protagonista de su película emita palabra alguna. El personaje de Gallo se degrada a medida que pierde energías hasta convertirse en un animal y ahí, en los momentos más físicos y primitivos de esa transformación, Essential Killing cobra una fuerza que la convierte en una agradable rareza para la cartelera.
Pocos recordarán Comando especial, serie policial ochentosa que lanzó a una moderadísima fama a Johnny Depp. Phil Lord y Chris Miller, también directores de la atractiva animación Lluvia de hamburguesas, reformulan aquella serie en una operación que intenta asemejarse, por supuesto que sin conseguir ese nivel de perfección, a lo hecho por Todd Phillips con Starsky y Hutch. El tono paródico juvenil les sienta bien a Jonah Hill y Channing Tatum, aquí agentes encubiertos en un secundario para resolver un caso de drogas. Ellos dos, siempre dispuestos a subrayar sus personalidades opuestas, consiguen que no falle esta difícil misión de adaptar Comando especial al cine y, sobre todo, a estos tiempos.
The Avengers tal vez sea la más ambiciosa de las películas de superhéroes: junta a media docena de ellos, casi todos de perfil con la altura suficiente para la saga propia, en un relato que necesita ser equilibrado en la narración para no herir susceptibilidades relacionadas con el ego, la kriptonita de las estrellas. Pero cuando The Avengers despega se vuelve imparable y esa gran pelea final, esperadísima desde el primer minuto de película, no decepciona a nadie. Pero el gran mérito de Josh Whedon fue haber sido el primer cineasta que convirtió a Hulk en un personaje cinematográfico tan bestial como se merecía.
Muchos lo van a recordar por Jack Sparrow, pero el verdadero personaje hecho a la medida de Johnny Depp es su fallecido amigo Hunter Thompson o, mejor dicho, cualquiera de los alter egos del escritor en el cine. Esta especie de precuela de Miedo y asco en Las Vegas mantiene el espíritu libertino de esa película de Terry Gilliam a la hora de narrar, esta vez con tintes de cine negro, la historia de un periodista que llega a Puerto Rico, se enamora de la mujer equivocada y se involucra en un oscuro negocio de bienes raíces. Diario de un seductor demuestra que todo tiene mejor sabor con un chorrito de ron o cuando la pantalla es un espacio donde cualquier disparate es posible, una prioridad para Bruce Robinson ya desde ese inolvidable debut de culto ochentoso Withnail y yo.
David Cronenberg indaga en profundidad, una vez más, en el costado más oscuro de la mente humana en esta historia que triangula entre Sigmund Freud, en la piel de Viggo Mortensen; Carl Gustav Jung, interpretado por Michael Fassbender; y la Sabina Spielrein de Keira Knightley. El intelecto es fundamental en esta película centrada en el psicoanálisis, pero Un método peligroso se revela brillante recién a la hora del sexo, cuando Cronenberg demuestra, otra vez, que es el cineasta que mejor sabe filmarlo.
John Michael McDonagh debuta con este policial marcado por un humor oscurísimo que sigue al siempre afinado Brendan Gleeson como un policía turbio de un pueblito costero irlandés. Don Cheadle es un enviado del FBI que llega para ayudar en un caso de narcotráfico pero enseguida se vuelve el dispar compañero de Gleeson. Sin muchas más armas que la incorrección política, la búsqueda de redención, una buena intuición estética y la sólida base narrativa del policial, McDonagh ya promete tanto como su hermano Martin, que hace unos años deslumbró al debutar con Escondidos en Brujas.
El danés Nicolas Winding Refn se consagró como mejor director en la última edición del festival de Cannes por este retro noir protagonizado por Ryan Gosling. El conductor, tipo duro de quien no sabemos el nombre pero sí sus profesiones, conoce su femme fatale que le costará más de un dolor de cabeza y, sobre esa estructura típica del noir, el director condimenta Drive con actitudes típicas del western y con un aura setentista y/u ochentoso que por momentos invaden la película. Sin más recursos que los típicos para una película de clase B, Drive les brinda una humilde lección sobre géneros a más de un tanque de Hollywood.
Hace unos años irrumpió en la cartelera Criatura de la noche, una brillante película climática sobre la relación entre un chico de 12 años y una niña vampiro. Su director, Tomas Alfredson reafirma la importancia que le otorga a los tonos del relato con esta historia, esta vez centrada en un universo de veteranos, sobre un topo soviético infiltrado en las filas del MI6 británico. El topo es un film meticuloso que vale la pena seguir por los recovecos de su intrincada trama. Alfredson consiguió una película atractiva aún cuando está repleta de grises y nunca apuesta por el vértigo visual.
Spielberg vuelve al clasicismo y recorre la Gran Guerra al galope de uno de los animales más bellos que se hayan visto en pantalla. Caballo de guerra es una épica de batalla, pero al mismo tiempo es una historia de amor entre un joven y su semental. Spielberg aprovecha todo, incluyendo la más grasa de sus bandas sonoras a volumen once, para emocionar al espectador. Parece mentira que el cineasta lo haya conseguido tan fácil y que con un caballito haya plasmado esa humanidad y espíritu aventurero que en Tintín jamás llegó a transmitir.
Alexander Payne vuelve con otra mezcla entre road movie y película de crecimiento. Esta vez es George Clooney quien viaja en busca de madurez emocional. Su mujer comatosa lo deja a cargo de dos nenas, a las que nunca supo muy bien cómo criar, y de paso se entera que ella lo engañaba con otro. Payne hace gala, una vez más, de ese exquisito talento para armonizar desopilantes gags con situaciones emocionantes. Solo su habitual sarcasmo, exacerbado en algunas situaciones, resiente un poco a Los descendientes que, al mismo tiempo, precisaba alguna falla que le dé vida y ponga cierto humanismo en un film que da la sensación de estar demasiado calculado.