El cine de las masas también puede ser cine Cerramos la 'Semana de los Oscars' con la gran ganadora. Mejor Guión Original, Mejor Actor Protagonista (Colin Firth, inmenso en su construcción del papel), Mejor Dirección y Mejor Película. ¿Merecido el premio mayor? Por supuesto, se trata de la Academia estadounidense. Cualquier película que no vaya más allá de un mensaje lineal merece un Oscar. Pero The King's speech (2010), así no estemos de acuerdo con su mensaje, es una gran película. Una gran película. Estéticamente, escapa a los vicios televisivos de su principiante director, Hooper, y acude a un trabajo fotográfico brillante por parte de Danny Cohen, con una construcción de encuadres detallista y una búsqueda de la información en el plano magnífica, para salvarse. El cuidadoso trabajo en la profundidad de campo pondría orgulloso a un Kubrick o un Wells, algo que quienes en el cine sólo miran las historias probablemente no valoren. La imagen es muy respetada en esta película sobre Jorge VI, el rey popularmente conocido en la historia monárquica por su problema de tartamudez. Hay, como decíamos, información medida, ya sea en los planos-detalle como en los granangulares ocupados en espacios íntimos del protagonista. La realidad inmediata del personaje tan sutilmente actuado por Firth se muestra distorisionada y complicada en la primera lectura, mientras la cámara lo acompaña como un amigo más. El público simpatiza con Jorge VI (aún cuando fue quien fue históricamente, a nivel político) y se preocupa por su condición, pero, incapaz de hacer algo a diferencia de Lionel Logue (otra gran actuación, a manos de Geoffrey Rush), se quedará inerte ante la pantalla hasta la resolución. Porque el guión está tan bien trabajado, que va dosificando la información a cuentagotas, sin caer en el esquematismo del in crescendo melodramático, y repartiendo esa cuota de comicidad que a veces pide una historia tan empalagosa como esta. Hooper cumple por eso: porque en una historia tan política como la que podía ser The King's speech, logra ser apolítico; porque en un melodrama barato como el que podía ser, logra diversión; porque logra romper y desmitificar la imagen monárquica, a pesar de la opulencia en la dirección de arte (algo inevitable, dado el contexto); porque no abusa de la situación histórica mundial, salvándonos de una típica cinta con trasfondo sobre la 2da Gran Guerra e invitándonos a una historia humana; porque en una trama ya conocida, con un final "feliz", logra conmover y cautivar. Y, básicamente, porque respira y suda cine en cada fotograma y en cada espacio del cuadro. Una obra de arte hecha a lo malabar. Es "oscarizable", pero también tiene méritos artísticos, como todas las que estaban ternadas en el premio mayor. The King's speech no es una mala película. Es una gran película, salvando alguna que otra escena tediosa como la secuencia final, en la cual no economiza en nada el discurso, algo que hubiésemos agradecido los que la disfrutamos en todo su metraje.
Sobre el talento de Steinfield, remakes, y una simple producción Amigos, está ante nuestros ojos una nueva estrella de Hollywood. No, más que eso: una señora actriz. Con ustedes... ¡Hailee Steinfeld! Con tan sólo 15 años de edad, la Academia estadounidense la nominó al Oscar como 'Actriz de reparto'. Pero, no me jodan, es una San Protagonista. De hecho, no entiendo el punto de dicha categorización. La Academia no la tiene en cuenta porque a su lado hay pesos pesado como Jeff Bridges (ganador del Oscar el año pasado), o un genio como Matt Damon. Y está Josh Brolin también... ... ... La cuestión es que Steinfield es la verdadera protagonista de este western. Es fácil decidirlo, porque en base a ella parte el primer plot de la trama, así como también los hermanos Coen encaran la perspectiva desde ella. Nuestro punto de vista en la película es a través de Mattie Ross. No vemos nada que ella no vea. ¿Es necesario un nombre reconocido para que además de eso te consideren protagonista? En fin. True Grit (2010), remake de un film del '69 -entonces estelarizado por John Wayne-, ahora dirigido por los hermanos Coen, no va más allá de los logros de esta joven promesa. Es una historia entretenida, que está rodada respetando a rajatabla las convenciones del Western (incluso hasta venerando sus clichés), ambientada magistralmente, pero nada más que eso. Un film digno de la industria, que en nada se parece a una de los Coen. Para nada es lo mejor que hayan hecho Joel y Ethan, e incluso podríamos estar hablando de lo más flojito de su filmografía. ¿Por qué? Porque, primero que nada, estoy totalmente en contra de las remakes. Me parecen un atentado a la originalidad. Y, tratándose de los Coen, el hecho de que sea un guión adaptado de una novela (y por mucho que la Academia se empeñe en súper nominarla) ya la pone en una situación en la que la miro con reparos, lo que al final la hace una cinta un tanto desdeñable. Ojo, no es mala, pero tampoco es la gran cosa. Uno cuando está por ver algo de los Coen sabe que va a ver buen cine. Porque quizás los Coen son los mejores de la industria. Es más, a muchos no les caben dudas de que lo son (empezando por Bridges, que sólo por eso aceptó el papel del caricaturizado Rooster Cogburn). Pero True Grit, siendo el divertimento que es, no deja de ser una propuesta a la altura de alguna de las historietas de Tarantino, por ejemplo. Es un cine simplón, sin mucho que ver más que la primera lectura que ofrece la pantalla. Sí hay homenaje para todos los gustos, que va desde la banda sonora, pasando por los planos detalle a las pistolas enfundadas, hasta el croma en la secuencia final. A propósito, el final es uno de los peores que he visto en mucho tiempo. Queda todo disuelto y abierto. Nada se explicita, e incluso quedan muchas cosas sin explicar. El personaje de Ross de grande, es cualquier cosa. La dirección de arte es asombrosa. El vestuario, el maquillaje, las escenografías, todas una verdadera maravilla y una hermosa ambientación. En cuanto a la fotografía de Roger Deakins, que muchos la tienen en los cielos, de ganar el Oscar sólo sería por su trayectoria. En esta película hay pura luz natural, ahí no hay gran mérito. Las escenas de noche sí están bien hechas, y el uso de las tonalidades claras también son bonitas. Pero el resto es más que nada una colección de encuadres sacados de viejas películas del género. No hay que engañarse, tampoco es para tanto. Si van al cine para divertirse, ver un buen trabajo de producción, y encima se llevan la grata sorpresa de conocer un potencial como el de Steinfield, se encontrarán con una muy buena película. Si entran a la sala pensando que van a ver una de los Coen, no esperen nada más allá de una desilusión.
Ree tiene pantalones En un ambiente rural se desarrolla la desoladora historia de Winter's Bone (2010), segundo film de Debra Granik, que triunfó en Sundance con dos premios -incluyendo el Especial del Jurado-. Cuenta la historia de Ree (apabullante actuación de Jennifer Lawrence), una adolescente que vive la desaparición de su padre en el momento más complicado de su vida: cuando le toca crecer. El film de Granik, coescrito para la pantalla con Anne Rosellini, es una historia sobre la madurez. Ree es un personaje visceral, que se cargó la familia al hombro justo cuando su padre los abandona sin dejar rastro y los deja a merced de Dios. Granik no sobresale por la labor estética, pero sí con la dirección de actores. Lawrence y un irreconocible John Hawkes se llevan por delante la pantalla, y encarnan los lazos de sangre (por fin un título bien inventado en Argentina) de una manera que llega al corazón. Su relación es inestable, y hasta bipolar, todo con un tono lisérgico pincelando el mar de fondo. Las mentiras, la violencia verbal, y física por momentos, toman protagonismo en un momento en que el in crescendo del guión ya no da más y busca estallar, como la sensible pero firme Ree. Y es que todo pasa por Ree. Ella es la historia. Ella encarna la búsqueda por cielo y tierra de su desaparecido padre. Ella lleva las riendas de un film independiente que rebosa ternura y angustia al mismo tiempo (secuencia final), o asco y vergüenza por otra parte (el pueblo corrompido como espejo de la sociedad retorcida por los vicios y las drogas). Ree se pone los pantalones y construye el puente entre el público y una película virtuosa y fría, pero sensible al mismo tiempo. Winter's Bone no será una novedad ni nada del otro mundo para los acostumbrados a thrillers contundentes. Pero la sangre y nervio que tiene esta historia es lo que tiene de particular. No vamos a encontrar en cualquier parte un drama familiar con tanta calidad y tanta mano dura para narrar el despojo y la soledad ante una situación desesperada como la que vive el personaje magistralmente encarnado por la joven y talentosísima Lawrence. Quizás nos remitamos a títulos recientes como The Constant Gardener (2005) para refutar esta idea, sólo que Granik no precisa un mega despliegue y nombres conocidos en cartelera para mostrar lo que quiere contar. Sólo le basta un microcosmos turbio, un personaje creíble y un poco de maleza en planos generales para hacerlo. Eso, obviando la tierna y devastadora lección de cómo crecer y sobrevivir, matando ardillas y disparando bien un rifle.
Con un brillante guión de Dan Fogelman, adaptado del famoso cuenta de hadas, Disney lo vuelve a hacer reinventando una historia clásica para hacerla propia, haciendo personajes creíbles y generando musicales preciosos, a la vieja usanza pero con tecnología súper actual. El trabajo de efectos especiales de esta cinta animada no es para pasar por alto. Hay una labor sensacional en la profundidad de campo, los encuadres y los "movimientos de cámara" (el travelling en gran plano general del puente, por ejemplo) que denostan muchísimo profesionalismo, sobre todo tratándose de una animación no-Pixar. Tangled (2010) no tiene nada que envidiarle a las demás cintas de éste tipo que se estrenaron en la temporada. Además, y como viene sucediendo con las últimas propuestas animadas de Disney, se nota mucha madurez al encarar el proyecto, apuntando al seno familiar y cuidando los mensajes para los más pequeños. Todas las decisiones tomadas por los realizadores -que van desde el título (que no es simplemente "Rapunzel") hasta la fotografía- son un indicador de los tiempos que corren en la empresa de Don Walt. Nada más que decir. Un film muy disfrutable, muy bien musicalizado -con la emotiva escena del bote y la canción "I see the light" como cumbre absoluta- y dirigido, que gustará a grandes y niños por igual.
¿A qué infierno va? Shyamalan nos entrega una historia muy interesante, que nada tiene que ver con lo que él viene dirigiendo (nota: servidor aún no vio The Last Airbender (2010), pero se está armando de valor para hacerlo). Devil se trata de esas películas que, revestidas de una trama de terror, intentan abordar el subgénero demoníaco con una intención más que palpable hacia el final, pero que por obvios motivos no revelaremos. Si hace poco hablábamos de Buried (2010) y su propuesta claustrofóbica, ahora el montaje paralelo cobra importancia para que el espectador viva la adrenalina de otra forma, con esa mirada omnisciente que el film de Cortés no brindaba, lo cual no está mal, sólo son exposiciones diferentes a la hora de contar la historia. Con una labor aceptable de los actores, más un frenesí en el desarrollo de la historia, el film resulta agradable, aunque tenga algunas cosas bastante agarradas de los pelos, como el círculo que se cierra cuando los personajes se empiezan a dar cuenta que tienen cosas en común (bien a lo Final Destination o Saw). Hay clima, hay tintes de comedia muy propios del realizador hindú, y hay momentos de auténtico suspense como los que alguna vez supo lograr con The Sixth Sense (1999). Devil tiene los condimentos para un buen rato, aunque no sea una propuesta demasiado atractiva -es incluso algo trillada, si se quiere-, y no pase de una remontada en la filmografía de Shyamalan.
You've got to be kidding me... Machete (2010) nace de un falso trailer de Grindhouse (2007), con el que Robert Rodriguez intentó inventar un héroe latino a la vez que homenajeaba al cine Clase B. La película es un chiste en sí mismo, pero su triunfo radica en si logra llegar al espectador o no con dicha finalidad. Es difícil digerir un film tan petético como Machete. La camada de producciones del estilo tarantinescas, que uno no sabe si van en serio o son producto de alguna deficiencia mental del realizador, de por sí son difíciles de digerir, y para complicar más el asunto llega esta película demasiado estadounidense, con una mirada demasiado xenofóbica, testosterónica y pochoclera, que sólo divertirá a los aficionados de Rodriguez y sus producciones 'sanguinarias-porque-sí' (con la cálida y refrescante excepción de Sin City). Como decíamos, la cinta es un chiste. Es como si los realizadores se divirtieran haciendo el film, logrando que de rebote los receptores se contagien con eso. De por sí, ver a Danny Trejo mostrando los dientes cada vez que está enojado es patéticamente chistoso, así como ver a Michelle Rodriguez con un parche en el ojo o Robert De Niro corriendo como embolsado para escapar de un tiroteo. Eso, sin contar los desnudos gratuitos, la escena de sexo en la piscina y todas las escenas en que Lindsay Lohan se ríe de su drogadicción. En definitiva, un gran chiste contado con clase... B. Hay mucho humor negro, bizarre, violencia extrema y una absoluta y anticipada carencia de porte cinematográfico. Todo está hecho para el deleite de los aficionados. Daba igual si Machete se hacía en VHS, con una camarita digital o lo que sea... el (des)propósito era ser ingenioso, respetar el estilo, y hacerlo bien. Y, mal que nos pese a los que buscamos un poco de juicio entre tanta fantochada, eso se logra con creces, a tal punto de que uno disfruta (en el tarantinesco e inocente sentido de la palabra) viendo a Machete matar, mientras soltamos incontables carcajadas en el proceso.
De timing, explosión semiótica y flashback en formato cómic Ya son muchísimas las películas que abordan historias salidas de cómics, y Scott Pilgrim vs the world (2010) no intenta ser la excepción. Sino al contrario, aborda la temática de la novela gráfica de Bryan Lee O'Malley en Oni Press con mucho ruido icónico, pastiche narrativo, pero principalmente mucha fidelidad al formato original, sobre todo en aquellas escenas en que Ramona Flowers (interpretada por la sensual Mary Elizabeth Winstead) rememora sus viejas historias con los exes que ahora le hacen la vida imposible a Scott Pilgrim (Michael Cera, desopilante en su papel). El film de Edgar Wright cuenta con un timing asombroso, basado en un montaje que no reserva palabras para describir su calidad. La edición en Scott Pilgrim... lo es todo. Sin ella no sería el boom cinematográfico que fue en su país, logrando muy buena recepción de la crítica. El aire jovial, sumado a la penosa historia del protagonista, intercalada con una serie de gags muy bien puestos (siempre resguardados en el timing), como cuando Scott se detiene a atarse los cordones de la zapatilla, son todos puntos a favor de una peli que para muchos será infantil, cursi, ñoña, y sobre todo muy videogamer. Porque si hay algo que explota el film es la cultura del video juego, con un guión escalonado, segmentado pero nunca unificado. Además no falta el homenaje al neopunk, las tendencias de tipo dark, gótico y hasta otaku. Scott Pilgrim vs the world es un estallido semiótico, un recital de luces y sonidos rimbombantes que son un buen aliciente para pasar un buen rato, aunque queda a consideración de cada uno si vale la pena soportar ciertas secuencias tan ñoñas como el musical del primer ex, o las sobreactuaciones de Chris Evans y Jason Schwartzman. Dicen que sobre gustos no hay nada escrito... pero sí de formas.
Innecesaria y forzada secuela, o lo que sea que es El concepto de "producto bien vendido" se definía casi en su totalidad con la propuesta de Paranormal Activity (2007), la cual fue promocionada como una obra maestra -no lo fue y nunca lo será- que nos dejaría a todos pata pa'rriba y temblando del miedo. No fue tan así, pero lo cierto es que fue la película más rentable de la historia del cine luego de una temporada gloriosa en la taquilla, incluso entregando un film convincente y entretenido para su género. No obstante, esta entrega que funcionaría como una suerte de paralelismo a la historia ocurrida en la primera parte no aporta nada ni siquiera básico a lo que la original logró. De hecho, hasta parece forzado (ni hablar del final patético que tiene). Quizás lo que más le jugó en contra a esta pseudo franquicia es que la primera parte tuvo muchos finales alternativos, en base al público al que estaba dirigido. Eso hizo que, por ejemplo, aquel que vio Paranormal Activity en un festival del 2007 al 2009 no entienda qué demonios hace la protagonista de esta primera en el final de la segunda parte (en la versión original la policía mata a Katie, en la comercial, no). En definitiva, Paranormal Activity 2 (2010) es como una mezcla del concepto de la primera entrega con algunos matices nuevos como el fuera de campo, extraídos de propuestas más justas como [·REC] (2007) y así sucesivamente. En fin, un disparate clicheado a más no poder que trastabilla por culpa de la indecisión en la presentación inicial y que no es creíble ni siquiera un poco (esta vez sólo pusieron lo de los "datos obtenidos gracias a la policía" como un mero cumplido al formato, e incluso hay secuencias eliminadas que sólo están en los trailers). No vale la pena verla, ya que no asusta, no entretiene, no aporta nada de nada, salvo algún que otro silencio intimidatorio que dure unos segundos.
El buen sentido de la urgencia Parece mentira que se hayan necesitado tantas cabezas para idear un film tan sencillo, pero así se hacían las cosas en los viejos tiempos. Todd Phillips se consagra con esta película como un auténtico explotador de fórmulas básicas, que con el cine las potencia para convertirlas en un gran espectáculo, digno de la talla de la era de oro de Hollywood. Timing sobresaliente, respeto en el desarrollo de los personajes, y narrativa ante todas las cosas. Bendito sea el cine; bendita sea la comedia. Si con The hangover (2009) Phillips logró deslumbrar con una historia que mezclaba Fear and Loathing in Las Vegas (1998) con un capítulo de Los Simpsons que parodia dicho film de Terry Gilliam, ¿qué queda para una cinta que hasta juega peligrosamente con el auto-homenaje? (hay quienes incluso la tratan de versión libre de Planes, Trains & Automobiles -1987-). Due date (2010) nace y muere con la clásica redondez de un encuentro forzado entre dos seres diametralmente opuestos (Downey Jr. y Galifianakis en la dupla actoral del año), y se nutre de cánones cinematográficos para impulsar una trama insalvable, pero riquísima. Phillips juega con fuego al idear una locura como Due date, porque no todos se bancan que una película tan básica sea tan, pero tan buena. A nadie le cae bien (nadie, siempre intentando despersonalizar a aquellos que no tengan pudor al disfrutar algo que hace reír) que una fórmula ultra-clásica como la dirección del realizador de la ganadora del Golden Globe 2009 a Mejor Comedia llegue tan bien a los espectadores (la sala con la que compartí la proyección no paró de estallar en risotadas descontroladas en cada una de las secuencias ideadas para ese fin). ¿Y saben qué? Está bien. No importa, porque yo no voy a escatimar al decir que Due Date es, sino la mejor, una de las mejores comedias de la temporada. Insistía con el timing porque la película goza de un ritmo asombrosamente pegadizo. Cada secuencia, cada escena, cada golpe de efecto, es como una droga para el espectador. Y es una droga casi mortal, que Phillips -apoyado en los maravillosos aportes de sus protagonistas- utiliza sin reparos para no dar respiro ni un segundo: cuando termina un gag implícito (las insinuaciones sobre infidelidad), arremete con otro (la ácida y negrísima escena del "café" que se toman los muchachos), y no contento con eso, nos da un zarpazo de dramatismo (la penosa situación del personaje de Galifianakis). Y así hasta el final. Puede pecar de grotesca (chistes físicos como reventarse contra una puerta de auto y sacarla de los goznes), puede pecar de exagerada (innecesario el acto en la frontera mexicana), pero es una historia que está muy bien equilibrada (la escena en el Gran Cañón, impagable). Due Date hace reír y nos hace pensar que, es cierto, la comedia americana pasa por tiempos muy difíciles, aunque siempre sabe como quedar bien parada. Lo último de Phillips no aporta nada al género, no brinda novedades. Al contrario, se reinventa una y otra vez con alusiones a su pasado filmográfico (por cierto, que técnicamente va mejorando) y así se concibe como un disfrute que sólo los que estén despiertos y sobrios de vieja usanza podrán esquivar. El resto, atrapados por la risa y la prisa.
El círculo se cerró Finalmente llega a su fin una historia que venía cansando a más de uno, pero que los que nos hicimos adeptos logramos quedar cautivados con una trama que se abrió en ramificaciones y secuelas que no hacían más que seguir manchando de hemoglobina una pantalla que ahora encima se prestó al formato 3D. Saw 7, o Saw 3D, se sigue inscribiendo en el género de thriller o policial ya alejado de aquel 'horror' que fue ver esa genialidad de la primera parte. Y de ésta se vale mucho esta última secuela, pero no vamos a contar nada. Lo cierto es que muchos se quejaron de la vuelta de tuerca final, que era muy predecible, pero la verdad que resulta curioso como la mayoría de los que dicen eso son los sinvida que se la pasan ideando finales para sus ídolos en pseudo-foros. Una vez dicho esto, queda aceptar que si bien se podía imaginar que las cosas sucederían así, resultó gratificante que ese "círculo" al que hacían referencia en Saw 6 se haya cerrado tan perfectamente, sin dejar ningún cabo suelto. Ahora, no vamos a tocar la cuestión ética que muchos huecos aluden, ya que sabemos de lo que estamos hablando y sabemos a qué estamos entrando cuando compramos la entrada para un film de horror y sangre agranel como lo es la saga de Jigsaw y sus trampitas macabras. Por cierto, este último se ha vuelto un personaje clásico, que nada tiene que envidiarle a Hannibal, Freddy, Jason, Scream, etc. En cuanto a la cuestión ética que mencionamos, cabe remarcar que el final de la historia es una bofetada a ese estilo de mostrar los "juegos": el juego final, el definitivo, resulta el más macabro, doloroso y tortuoso de todos en la saga entera... y no corre ni correrá una sola gota de sangre por ello. Un cierre a la altura, que significa la decisión estética y moral de una franquicia que se metió en la retina de todos desde aquel doctor que se cortó la pierna para ser libre. Saw siempre se prestará a esa confusa e incómoda reflexión sobre los valores que defiende el villano moralista: apreciar la vida, aún si eso implica la muerte. El final de la saga de Saw resulta satisfactorio, si cabe esa expresión entre tanto sufrimiento de los personajes (siempre, tenganlo en cuenta aquellos adictos al realismo como si este fuera el único cine legitimado, dentro de la FICCIÓN). Los guionistas lograron cubrir las expectativas, y ahora dejan en el recuerdo (y las cuentas bancarias) un legado de cine tipo clase B que logró atraer aficionados y dar esos buenos momentos que el terror como género supo dar en sus buenas épocas.