Cuanto más conozco a la gente más quiero a mi monstruo En esta historia, Drácula tiene una hija llamada Mavis. Por las noches le leía terribles historias sobre humanos, y así les enseñó a temerles. Tanto quiere proteger a su hija que creó un hotel, un paraíso para monstruos, con todas las comodidades y absolutamente libre de humanos. Cada año cientos de monstruos, frankensteins, momias, hombres lobos, y hasta el hombre invisible se reunén en el hotel a festejar el cumpleaños de Mavis, con una maratónica fiesta organizada por su dueño, y cuidada en todos los detalles. Pero este año Mavis cumple 118, y le plantea a su padre las ganas de salir a ver el mundo, cosa que aterra a este vampiro sobreprotector. Sumado a eso, y por cosas del destino, un humano perdido llega al hotel, un joven mochilero llamado Jonathan. Drácula hace todos los esfuerzos posibles para que nadie se entere de que hay un humano en el lugar, algo que acabaría con su buena fama y la tranquilidad de todos. Lejos de asustarse, Jonathan se transforma en el alma de la fiesta, y roba el corazón de la joven Mavis. La historia plantea de modo bastante lógico el miedo que los monstruos pueden tenerle a los humanos; después de todo tienen sus razones, han sido cazados, perseguidos con antorchas, y otras cuestiones. Por otro lado, es interesante como muestra el miedo como algo a superar, ya que tanto pánico les ha impedido salir a ver que las cosas han cambiado en los últimos siglos. Lo gracioso de la historia radica en que mas allá del miedo, los monstruos están bastante “humanizados”, el hombre lobo esta extenuado ya que cría a un montón de cachorritos traviesos, Frankenstein tiene una esposa insoportable, y el hombre invisible parece tener algunos traumas. La película es muy dinámica, ofrece persecuciones, huidas, fiestas y una seguidilla de gags y detalles ingeniosos relacionados con el aspecto sobrenatural del hotel, como pequeñas cabezas de jíbaros colgadas de las puertas que se encargan de advertirle a los huéspedes que no deben molestar, o mesas voladoras que se acomodan solas. Como sucede últimamente con las películas para chicos, hay mucho humor que parece más accesible a los padres que a los niños. Es una de esas películas en las que el 3D realmente está bien aprovechado, no solo en las escenas de acción sino también en cada detalle del hotel, y sobretodo en las expresiones de los personajes. Tanto en lo estético como en lo musical la película es muy efectiva, y el diseño de los personajes es lo más destacable. Es una historia de monstruos con una vuelta muy interesante, y con muchísimo humor, con unos cuantos lugares comunes, como suele suceder con las historias para niños, y con lo necesario para entretener durante una hora y media.
Una que sepamos todos Damián (Gastón Pauls), Luciano (Fernán Mirás), Marcelo (Ignacio Toselli) y Facundo (Rafael Spregelburd) son cuatro amigos de la infancia a los que un día, literalmente, les cayeron vinilos del cielo. Desde entonces, la música los acompaña y esos discos, un verdadero tesoro, se convertirán en la vara con la que midan a los demás. Así, sostienen que no hay mejor manera de saber cómo es una persona que no sea conociendo sus bandas y canciones preferidas. Los amigos andan un tanto revolucionados, Facundo esta por casarse después de diez años de relación; es el único de los cuatro que pudo sostener una convivencia tan prolongada. Luciano es un hipocondriaco obsesionado hasta el extremo con su novia, una cantante muy desestructurada, que no tarda en fletarlo porque necesita espacio. Marcelo jamas ha podido mantener una relación, pero hace veinte años que lidera una banda tributo a los Beatles, que no tiene demasiado éxito; y Damián no termina de recuperarse de una ruptura amorosa con una crítica de cine snob y pretenciosa, que no solo le destrozó el corazón, sino también su película. Los cuatro tienen algo en común: las relaciones amorosas no parecen ser su fuerte, y sus vidas estan llenas de referencias no solo hacia la música, sino también hacia la infancia. Los días previos al casamiento de Facundo, los amigos pasan por toda clase inconvenientes y aventuras. Nuevas mujeres que se les cruzan por el camino, intentos de escribir guiones, de cambiar de trabajo, y de superar nuevos obstáculos, y otros problemas que vienen arrastrando desde hace tiempo. La historia es simple, accesible, como para que el espectador se ría, no por recurrir a lugares comunes, sino más bien por esa cosa de "una que sepamos todos". El guión es redondo y efectivo, todo cierra y funciona. Entramos en la historia de forma natural, viendo la infancia de cada uno de los personajes, con un relato en off, como una especie de video clip, que de algún modo nos explica, de forma sintética y ganchera, como fue la vida de cada uno, y como llegaron hasta ahí. Es imposible no relacionarlo con una sitcom, no solo por lo dinámico, sino también por los diálogos muy trabajados, donde todos los personajes tienen frases y remates ingeniosos. Visualmente es tan detallista y cuidada, que eso la hace aún mas dinámica. Cuenta con muy buenos actores, todos creíbles y cómodos en sus roles. La química entre los amigos funciona de maravillas. Se destaca Fernán Mirás, como un sensible y obsesivo conductor radial, que no tiene mucha suerte con las mujeres. Leonardo Sbaraglia tiene pequeñas, pero brillantes apariciones, parodiándose a si mismo, mientras Damián trata de convencerlo para que lea su guión. Mas allá de la redondez y del buen resultado final, ya vimos bastantes historias de jóvenes ya no tan jóvenes, que parecen no poder salir de una adolescencia eterna. Otra cosa un tanto flojita, es ese lugar común de ver a la mujer como algo inentendible, y por momentos como las malas de la película. Pero por otro lado, todas las actrices resuelven muy bien sus roles, tratando de encontrar la vuelta, para no caer en lugares fijos y estereotipados. Inés Efrón está excelente, como una vendedora de cosméticos y aspirante a actriz, inocente y colgadísima, pero que parece ser la única que puede despabilar al deprimido Damián. Maricel Álvarez compone a una obsesiva y enérgica Karina. Y le encuentra la vuelta para mostrarla como una mujer compleja, pero que sabe lo que quiere, más que como a una novia obsesiva a punto de casarse. Emilia Attias y Carolina Peleritti, están un poco mas estereotipadas en sus roles, como la cantante bohemia y la critica estirada. Después de días agitados, en que estos amigos parecen perder el rumbo, para en realidad, enfrentarse a ciertas cosas que no pueden seguir como estaban, la historia se va resolviendo, se escuchan un montón de clásicos, y cada uno parece encontrar su camino.
Un cielo lleno de dudas ablo (Juan Minujín) es un cura joven, con una crisis de fe. Sus dudas parecen las típicas que un cura podría tener al comienzo de su carrera, sus planteos parecen lógicos. Pero a medida que la película avanza cada vez hay más factores que atentan contra su fe: una joven que visita la parroquia y quiere acercarse demasiado, secretos oscuros que guarda su superior (Osmar Núñez), y un viejo cura (Osvaldo Bonet) al que debe cuidar, que no hace más que perturbarlo con sus planteos, y parece empeñado en alejarlo de su camino. La película comienza como un drama que muy pronto se convierte en un thriller, por su estructura oscura, porque cuesta saber quién es quién, a la espera de una traición o una revelación, que no se sabe por donde vendrá. Así acompañamos a Juan durante su búsqueda, sus dudas, y el camino que recorre para saber qué es lo que quiere y en qué cree. Hasta ahí el planteo de la película es interesante, pero después los temas se multiplican. La tentación, la duda, la corrupción en la iglesia, un crimen, y hasta un guiño hacia lo sobrenatural, elementos que deberían cerrar en algún momento. Técnicamente, el filme es de una prolijidad absoluta, impecable en lo visual como en lo sonoro. Es destacable el comienzo de la película, cuando Pablo entra a una cárcel durante un motín, llamado por uno de los presos. Realmente entramos en la película, y queremos acompañar a ese joven lleno de dudas que no sabe qué hacer con todo lo que está presenciando. Las actuaciones también son muy buenas, especialmente las de Osmar Núñez y Osvaldo Bonet. Pero más allá de las buenas actuaciones y lo bien filmada y narrada que está la historia, hay una importante falla en el guión, que no hace más que sugerirnos cosas, y agregar demasiados hechos aislados, opciones de lo que podría llegar a ser, pero finalmente la historia nunca cierra, todo el tiempo creemos que hay algo más, y finalmente no hay nada.
Matrimonio en piloto automático No es la primera vez que un título se traduce de modo inexplicable. Este es el caso de "Hope springs" a la que tradujeron como "Que voy a hacer con mi marido?", y poco tiene que ver la película con ese nombre de comedia ochentosa. Por empezar no tiene demasiado de comedia, o al menos, no de comedia ligera. La historia se centra en Kay (Meryl Streep) y Arnold (Tommy Lee Jones) quienes llevan casados más de treinta años, y cuyo matrimonio está inmerso en una rutina aplastante, casi no se hablan, hacen lo mismo día tras día, y ya ni siquiera duermen en la misma habitación. A Arnold no parece molestarle esta situación, pero Kay lo vive con mucha angustia, es por eso que decide buscar ayuda y no renunciar a su matrimonio, al menos, sin haber intentado todo lo posible por salvarlo. Kay encuentra la ayuda buscada en un terapeuta, el Dr. Felds (Steve Carell), quien va a dar una intensiva terapia para parejas, durante una semana, en un pueblo costero llamado "Hope Springs"; de ahí el verdadero título de la película. Con todo su esfuerzo, la abnegada esposa logra que su marido suba al avión y la acompañe a visitar al terapeuta, en el que ha puesto todas sus esperanzas, para recuperar lo que alguna vez fue un matrimonio feliz. Desde que llegan todo se hace complicado; las sesiones de terapia les resultan tortuosas, a él por ser un hombre frío y estructurado y a ella por ser tan recatada. Kay pone toda su voluntad y Arnold solo está preocupado por el dinero que gastan. Las cosas comienzan complicadas, pero de a poco pareciera que la terapia comienza a dar resultado. Más allá de lo angustioso que puede resultar la frustración de la protagonista, o el tener que plantearse que los buenos tiempos ya han pasado y tal vez no vuelvan, la película logra hacer reir. Nos reímos de su rutina, de todo lo que no se dicen, de las ridiculeces a las que se enfrentan durante la terapia, y de todo lo que atraviesan en su esfuerzo por recuperar la química perdida. Elencos como estos atraen más allá del guión o la historia, está de más decir que ambos protagonistas están excelentes en sus roles, y Steve Carell correctísimo en un personaje diferente al que nos tiene acostumbrados, esta vez como un terapeuta centrado y comprensivo. La rutina matrimonial ha sido tema de varios films, en ese sentido, la película no innova demasiado, el relato es sencillo, y nos lleva hacia una sola pregunta: ¿Es posible salvar un matrimonio?. Bien filmada, detallista, con música acorde, y nada que destaque demasiado, el guión -con un poco de drama, un poco de comedia, y finalmente bastante efectivo- es simple pero con unos cuantos clichés.
Solo contra todos Luke Wright (Jason Statham), es un expolicía que ha tocado fondo. Luego de un problema de apuestas que termina en el asesinato de su esposa se ve obligado a vagar por las calles, solo, sin nada, y al borde del suicidio. Pero un día en el subte encuentra a una niña china que es perseguida por unos cuantos maleantes, nuestro héroe salta a defenderla y es así como proteger a esa niña indefensa le vuelve a dar sentido a su vida. Mei (Catherine Chan), la niña en cuestión, tiene una mente prodigiosa, es capaz de hacer cálculos imposibles y de retener enormes cantidades de información. Por eso la mafia china la tiene cautiva, trabajando para ellos como una especie de computadora humana. La niña retiene en su memoria un código secreto muy importante tanto para la mafia china, como para la mafia rusa y la policía de Nueva York. Exactamente los mismos enemigos que tiene su protector. En adelante la película no hace más que mostrar todas las habilidades pugilísticas del protagonista, que puede limpiar a 10 rusos, 5 chinos, y 3 patrulleros en cuestión de minutos, y como si esto fuera poco, mientras reparte patadas y piñas a discreción, planea una estrategia perfecta y redonda para engatusar a todos sus enemigos, y alzarse con un botín. Está de más decir que a la película le sobra acción, y le falta contenido, hay peleas coreográficas, autos que salen volando y toda clase de recursos típicos de las películas del género con gran presupuesto. Statham hace una vez más el mismo personaje, que siempre le da resultado, y no hay ninguna actuación sobresaliente entre los muchos personajes típicos que tiene la película, como polícias corruptos y mafiosos despiadados. Podría decirse que es más de lo mismo, mucha acción, muchos efectos especiales, mucha sangre, un sonido que aturde, un poco de humor y una película que pasa rapidisímo y entretiene.
Pectorales en 3D La historia comienza con Alejandro Ferraro (Mariano Martinez) viviendo y boxeando en Colombia, ya que abandonó Argentina hace casi 10 años, luego de haber sido descalificado en una pelea, dejando carrera, amigos y novia atrás. Luego de un incidente se ve forzado a dejar Colombia y volver a su país. A su regreso, tiene un lacrimógeno y emotivo encuentro con sus amigos y entrenadores de toda la vida. Reencontrándose con su pasado, se entera de que su novia murió hace años, y que tuvieron un hijo, Juani (Alejandro Porro) que vive con su padrastro Bruno Molina (Federico Amador) quien también es boxeador, y campeón de la categoría medianos. El único papá que Juani conoció es Bruno, y así lo trata; ambos se adoran, hasta que Alejandro entra como puede en la vida de su hijo, se hace su amigo, con la pretención de ganar su lugar como padre. Entonces ambos boxeadores tienen algo más por qué pelear, además del título. Juani se convierte en el objetivo y sostén de Alex, quien encuentra en su paternidad la razón para volver a pelear, y encaminar su carrera, de tal modo que en muy poco tiempo logra retar a Bruno por el título mundial. La historia es tan melosa como conocida, y la hemos visto varias veces en películas, telefilms, y novelas enlatadas. Todos los protagonistas son lindos, los hombres tienen biceps lustrosos, y las mujeres están siempre espléndidas, como por ejemplo Belén (Lali Espósito) quien siendo la niñera del pequeño, jamás abandona los vestidos y los tacos altísimos, muy prácticos para cuidar chicos. La película fluye, técnicamente está muy bien filmada, cada cosa está en su lugar, y el 3D le agrega más emoción a las peleas. Visualmente utilizaron todos los recursos posibles para crear un mundo ficticio, donde los únicos problemas son emotivos y fuera de eso el mundo es un lugar precioso, con hermosas y cuidadas escenografías, todo es lindo y prolijo hasta el hartazgo, las casas, los gimnasios, los colegios y hasta las comisarías. Las actuaciones son funcionales a este tipo de películas, bastante estereotipadas, el manager inescrupuloso, el entrenador que es como un padre, la madrastra superficial, la niñera buena, el campeón que parece duro pero en el fondo es un padre sensible, y el heróico protagonista que todo lo puede. A una historia conocida y sensiblera, se le suman recursos estéticos y técnicos, como el 3D, lo que la hace más ágil y atractiva, pero no compensa un guión que no tiene nada nuevo para ofrecer.
A cielo abierto Pilo Molinet es un niño que vive con su mamá Bebel, en un pueblo dentro de un asteroide que gira alrededor del planeta Ankj; tiene una amiga que se llama Niza, y un abuelo llamado Seblé Molinet. A Pilo y a su abuelo les gusta mirar las estrellas, él siempre le cuenta una historia: hay una máquina que fabrica las estrellas cada noche y, si algún día falla y las estrellas desaparecen, un miembro de su familia será el encargado de repararla. En esa misión salió el papá de Pilo hace unos años y nunca volvió. Pilo es el único que cree en las historias de su abuelo, y está convencido de que un día, el podrá reparar la máquina y traer de vuelta a su papá. Finalmente la profecía se cumple, las estrellas se apagan y Pilo debe emprender la aventura a la que cree que está destinado, reparar la máquina que hace estrellas. Pilo se lanza hacia el cielo en su motoneta espacial, sin mucha información, pero con todas las ganas. En su recorrida por el cielo, hace nuevos amigos, un robot llamado 19, y Jiva, un Pandabás luminoso. Finalmente Pilo encuentra al malvado Asura, quien controla la máquina que absorbe la energía de las estrellas, y a él se enfrentará para lograr su objetivo. La película tiene guión simple y eficaz, que contiene todos los elementos clásicos de una historia para niños, la valentía en los momentos difíciles, el valor de la amistad, creer en los sueños, vencer a algún malvado, y contar las aventuras vividas para cerrar con un final feliz. La estética y la música son destacables. El 3D y la animación no son un terreno fácil para competir con el cine extranjero, pero más allá de que está muy bien hecha, usaron otros recursos estéticos, como cielos que parecen pintados a mano y texturas latosas, que le dan otro valor visual a la película. Hay naves espaciales con aspecto de barco pirata, y un malvado que recuerda a la ciudad de los niños perdidos de Jeunet y Caro. La música por momentos recuerda a Piazzolla, y le aporta junto con la estética un clima muy interesante a la historia, que si bien la torna un poco oscura, la convierte en un producto diferente al que por lo general los chicos están acostumbrados a ver. Molesta un poco dentro de todo ese clima que los personajes hablen en español neutro, como salidos de una serie de Disney Channel. La película es un buen producto, una historia simple para chicos, con recursos estéticos que la diferencian de otras películas infantiles.
Algo le pasa a la nena Una de las primeras imágenes que vemos en la película es la de una antigua caja de madera. Estas cajas se llaman Dybbuk y, según una leyenda judía, un demonio vive en su interior. Por eso nunca deben abrirse. La escena cambia por completo, y vemos en un bonito vecindario a un matrimonio, Clyde y Stephanie Brenek (Jeffrey Dean Morgan y Kira Sedwick) con dos hijas. Acaban de divorciarse hace unos meses y están adaptándose a su nueva vida. Una tarde Clyde y sus hijas, Hanna (Madison Davenport) y Em (Natasha Calis), van a una venta de garage, y la más pequeña encuentra la caja, la compran y se la lleva a su casa. Como es de esperarse el comportamiento de Em se va tornando cada vez más raro y violento. Primero piensan que se trata de una reacción ante el divorcio de sus padres, pero cosas extrañas y sobrenaturales comienzan a suceder alrededor de la niña, y no tardan en darse cuenta de que se trata de otra cosa. Investigando descubren que esconde esa caja con la que tanto se ha encariñado Em, y recurren a la ayuda de un rabino. La historia es conocida, hay muchas películas sobre exorcismos, algunas mejores que otras. Aquí el toque diferente es que el exorcismo lo practica un rabino, y la leyenda sobre la caja Dybbuk también aporta algo no tan típico a la historia. Si bien es una película más sobre posesiones demoníacas, esta es de las que están bien hechas. Se nota la mano de Sam Raimi -un experto- en la producción, y la prolija dirección del danés Ole Bornedal. A diferencia de otras películas similares, no hace tanto hincapié en lo sangriento o escatológico, sino en el suspenso. No se recurre al impacto porque sí, sino que va creando climas de suspenso muy intensos, acompañados de una buena fotografía. Las actuaciones son correctas, el guión no aporta nada nuevo, pero es sólido. La película es, finalmente, una buena historia de terror, de esas que dicen “basada en hechos reales” para dar un poco más de miedo.
Hay equipo José (Carlos Issa) es un empleado público, casado con Andrea (Natalia Lobo), y lo más importante en su vida es el fútbol. Sigue jugando en su adorado equipo, juventud Unida, donde fue ídolo en su juventud. Los años pasaron, la gloria no llegó, pero conserva la misma pasión por su club, y a sus amigos de toda la vida, Rossi (Héctor Díaz) y Fede (Fernando Pandolfi), con los que ahora comparte el banco de suplentes. José esta enfermo, no sabemos qué tiene, pero podemos percibir que es grave, y la primera recomendación de su médico es que no haga esfuerzos, que se olvide de jugar. José se reune con sus amigos y les cuenta que debe retirarse, no les dice por qué, inventa un problema en la rodilla. Pero no quiere retirarse sentado en el banco de suplentes, quiere retirarse en el campo de juego. Algo tendrán que hacer sus amigos para lograr que José se retire jugando, y no mirando desde el banco. El partido que el equipo va a jugar por los puntos para no descender va a llevarse a cabo en la costa. Entonces José alquila una casa rodante para ir hacia el partido, y además pasar el fin de semana con sus dos amigos del alma y su esposa. La despedida empieza desde que los protagonistas suben a la enorme casa rodante, ahí comienzan los recuerdos, vemos todo lo que estos amigos tienen en común, lo que construyeron durante los años, las subtramas que hay entre ellos, y cada vez entendemos más por qué José no puede despedirse de otra forma que no sea jugando. La película está filmada de forma cercana, amena, emotiva, pero sin golpes bajos. Es una historia muy bien contada, correctamente filmada, con un guión claro y efectivo, que no pretende ser más que eso, no necesita situaciones exageradas para mostrar la pasión por la camiseta, o el amor por los amigos, y el sostén que estos significan en los momentos difíciles. Las actuaciones son muy buenas, no grandiosas, y lo más destacable es la química, el vínculo que hay entre los tres amigos, cosa que no funciona tan bien entre el matrimonio. Falla un poco la música, algo rudimentaria, por momentos molesta, y nos impide concentrarnos en la historia. Es destacable el uso del humor, basado en los chistes entre amigos, en el humor barrial y futbolero, aportado en gran parte por la naturalidad de Pandolfi, que está impecable en su personaje. Sobre la base simple de la amistad y el amor por la camiseta, se sostiene una historia sobre el fin de una etapa, sobre un final no elegido.
Donde los chanchos nadan, caminan y vuelan Jafaar (Sasson Gabai) es un pescador palestino, al que las cosas no le van nada bien; la pesca es muy mala, y sus condiciones de vida son al menos precarias. Un día Jafaar está en su barco, levanta sus redes, y de ellas sale un chancho. Su primera reacción, como es de esperarse, es de pánico, se asusta y no puede entender que hacía un chancho en el medio del mar. Cuando el miedo y la sorpresa se van disipando, Jafaar se encuentra sin dinero, sin pesca, y con un chancho. El animal es considerado impuro en su religión, por eso desde su llegada, este debe vivir en la absoluta clandestinidad. El chancho se convierte para él en una especie de maldición, teniendo en cuenta su significado religioso, y luego en un secreto un tanto indigno, pero averiguando por aquí y por allá, Jafaar descubre que el animal puede ser rentable, ya que según algunos rumores, los israelíes de las colonias tienen criaderos de chanchos, porque aún siendo impuros también para su religión, son utilizados para detectar explosivos. Luego de diferentes maniobras e intentos, Jaffar logra, alambrado de por medio, concretar una relación comercial con Yelena (Myriam Tekaïa), una inmigrante rusa de las colonias que se dedica a la cría de porcinos. Las transacciones comerciales son por demás complicadas, ya que todo debe hacerse de forma clandestina, en un ambiente hostil, tanto para el vendedor como para la compradora. Pero son estas situaciones las que convierten a la película en una comedia. La conducta de Jaafar comienza a levantar sospechas, en un lugar donde todos son sospechosos, la vigilancia abunda y cualquier cosa fuera de lo normal puede ser considerada una ofensa o un ataque. A pesar de todo, esta es una comedia, basada en un hecho que podríamos catalogar como surrealista, pero su contexto también lo es; Jafaar no sale de su asombro al encontrar un chancho en sus redes, pero se acostumbró a vivir con dos soldados israelíes en su techo, que usan su baño y hasta ven la telenovela con su esposa. Las desventuras de este pescador devenido en comerciante de esperma de porcino, no solo son graciosas, sirven para mostrarnos que aún en las peores circunstancias los hombres y mujeres podemos adaptarnos a cualquier situación para poder vivir y arraigarnos fuertemente a nuestra cultura y creencias para resistir, porque al fin y al cabo, cuando no hay dinero, eso es lo único que no nos pueden quitar. A través de las idas de venidas de Jafaar en su vieja bicicleta, vamos conociendo a varios personajes que en sus frases, chistes y costumbres nos muestran como es la vida en ese lugar del mundo tan complejo y doloroso. La fotografía y la música se deslizan acompañando a la cámara, que sigue de cerca a Jafaar como si fuera un amigo que nos está contando esta historia. Las actuaciones son naturales y creíbles aún en un contexto tan poco común; no hay actuaciones exageradas, ni lugares comunes. El director eligió el humor para contar esta historia, por lo tanto hay un continuado de situaciones graciosas, a veces cercanas al grotesco y a lo irreal. Así y todo, resulta un poco molesto y facilista que haya elegido un final poético y musical para una historia en la que, por más humor que encontremos, el protagonista la pasa realmente mal. No es fácil encontrar un cierre a una trama que transcurre en un lugar tan complicado, y más difícil todavía es no herir susceptibilidades e intentar no tomar una posición al respecto. Aún así la historia merece ser vista, por la calidad de sus personajes, y la forma en que su director nos muestra de manera tan simple, graciosa y cercana, una situación atravesada por tantos conflictos.