Los lindos también sufren Tengo ganas de ti es la secuela de “3 metros sobre el cielo”. La historia continúa con la vuelta de Hache (Mario Casas) a Barcelona, luego de haber pasado dos años en Londres, para alejarse de cosas que no habían terminado bien y que no quería recordar. Pero al volver, se reencuentra con todo eso y mucho mas. No puede olvidar, ni perdonarse ciertas cosas. Se encuentra entre el pasado que representa su ex novia, Babi (Maria Valverde), y Gin (Clara Lago), una nueva chica que conoció, que va por la vida haciendo lo que quiere, y que parece representar la posibilidad de volver a enamorarse. Planteada la historia, no hay mucho mas que decir. Ambas películas fueron exitazos en España, tanto en público como en recaudación, lo que no habla muy bien del cine español, o de los españoles. El protagonista sufre a montones y mas allá de sus problemas del pasado, da la sensación de que sufre demasiado, algo que sumado a una muy mala actuación provoca que el sufrimiento lo padezcan los espectadores. La película esta claramente enfocada al publico adolescente, al que aparentemente, no solo consideran joven, sino también falto de neuronas. Es una seguidilla de lugares comunes, el galán sufriente, la chica rebelde, y la nena bien. Todos tienen algo en común, además de ser estereotipados, siempre lucen como modelos de perfumes caros. No hay lluvia ni tragedia que los despeine o les corra el maquillaje. La película son dos largas horas de modelos tratando de actuar, con una estética digna de los vídeos de Aerosmith de los ´90. Tiene muy buena fotografía, de formas muy cuidadas, que nos haría comprar cualquier cosa que nos quisiera vender, pero lamentablemente no es una publicidad sino una película por la que hay pagar para verla.
En el medio del campo Sebastián Oviedo (Luciano Cáceres), es un arquitecto que no está pasando por su mejor momento; su mujer se fue a España a tomarse un tiempo, y la obra en la que trabaja no avanza, por eso decide irse al campo de un amigo, por unos días. El micro en el que viaja hace una parada en un pueblo inhóspito, y ahí se encuentra con Mariela (Camila Fiardi Mazza), una nena a la que cree en peligro. Tratando de ayudarla pierde el micro y se queda varado en ese pueblito, con una chica que no se despega de su lado, y que aparentemente necesita que alguien la ayude. Así va desentrañando su historia y conociendo a los extraños personajes del lugar. Unas gemelas (Silvia Bosco) -una de ellas maestra angelical y la otra una extraña recepcionista de hotel con aspiraciones de astróloga-, el cura del pueblo (Javier Lombardo), y Barrera (Carlos Belloso) dueño de medio pueblo, jugador, y un hombre al que Mariela le tiene mucho miedo. Sebastián se encuentra de repente en un contexto adverso, cuidando de alguien que apenas conoce, y con quien cada vez se involucra más. No es su pueblo, la nena no es su sobrina, como todos creen, aparentemente no tiene nada que hacer ahí, pero por alguna razón no puede alejarse, y el pueblo parece no querer que él se vaya, hasta que salve a la nena. Las primeras horas de Sebastián en el lugar están narradas con muchísimo suspenso, incluso con recursos clásicos de ese género; luego el suspenso se dilata, y la historia pasa a ser un drama, sobre alguien desmotivado en su propia vida, que sin buscarlo y de la noche a la mañana se encuentra en un ambiente totalmente desconocido e involucrándose en una historia ajena, la que lo motiva a ayudar a una nena de la que no sabe nada. Las actuaciones son correctas, al igual que la música y la fotografía. Está muy bien logrado el clima de pueblo fantasma, que nos da la sensación de que esconde algo. El relato decae durante la segunda mitad de la película, y así parece dejarnos con ganas de algo más. Todo se resuelve a último momento, pero aún así la historia es concreta y tiene un buen cierre.
Solas contra el mundo Dos amigas (Lourdes Rodas y Renata Mussano), viven en un pueblo pequeño de Formosa y se enamoran del nuevo profesor de biología (Juan Gil Navarro). Estas amigas no solo son muy unidas, sino que también parecen estar aisladas del resto de sus compañeros. Por momentos da la sensación de que tienen su propio mundo, en el que despliegan sus fantasías y celebran sus propios rituales. El codiciado profesor pronto se convierte en el centro de sus vidas, y conquistarlo parece ser su único objetivo. Primero intentan captar su atención convirtiéndose en las mejores alumnas de la clase, para luego terminar espiándolo, persiguiéndolo día y noche, y hasta practicándole magia negra. Para hacer las cosas más complicadas, una mujer llega a la vida del profesor, nada menos que la odiada profesora de gimnasia (Gabriela Pastor). Ahora las niñas tienen dos objetivos, no solo conquistar al profesor, sino también eliminar a quien se ha metido en el medio. El suspenso de la película radica en que no sabemos realmente de qué pueden ser capaces estas chicas; si estamos ante dos niñas inocentes, que no tienen verdadera conciencia de lo que hacen, o si son mucho más peligrosas de lo que parecen. El guión es simple pero efectivo. Sin embargo, algo falla en la narración, una enorme parte de la película se consume en los diálogos entre las amigas, pero parece que todo el tiempo estuvieran relatando lo que les pasa, como si leyeran los textos, o los dijeran de memoria, y así no es posible creerles lo que dicen, ya que no reflejan emociones y no parecen dos personas que están viviendo una obsesión. Tanto Juan Gil Navarro como Gabriela Pastor están correctos en sus personajes. La fotografía y la música logran un clima interesante, que refleja esa quietud de pueblo donde parece que todo es tranquilo, pero al mismo tiempo transmite la sensación de que hay algo escondido que no es tan apacible como parece.
Solo los chicos Por fin una película sin tantos guiños para los padres, y que en cambio apunta a temáticas más relacionadas a los chicos; como los sueños, el miedo, y los mitos infantiles. La historia reúne a un grupo de héroes: Santa Claus, el conejo de Pascua, el hada de los dientes, Sandman, y el protagonista, Jack Frost, quien une sus fuerzas a este grupo cuando el malvado Pitch intenta dejar a los niños sin sueños y con mucho miedo. Dreamworks apostó esta vez a los clásicos, con su típico perfeccionismo técnico, y una historia esencialmente infantil, en esta época de tantas propuestas bizarras e innovadoras para niños. El eje principal de la trama es el imaginario infantil, los niños como protagonistas absolutos, de cuya capacidad de soñar e imaginar dependerá el futuro de los héroes, algo que nos recuerda a un clásico como "La Historia sin Fin". Las aventuras de este Dream Team infantil incluyen mucho humor y acción, la clásica lucha del bien contra el mal, los obstáculos a vencer, y los buenos ganándole a los malos. Si bien, las temáticas, y la historia en sí, son bastante típicas, lo que destaca a la película es el desarrollo visual. Mas allá de un 3D manejado a la perfección, lo notable es el carácter estético que se le dio a cada personaje, no solo al diseño del personaje en sí, sino también, al espacio que habita, como el taller de Santa Claus, o el increíble mundo donde viven las hadas, inspirado en el Art Nouveau, donde los personajes parecen salidos de obras de Klimt. Una historia poco innovadora y no muy arriesgada, con los ingredientes emotivos y de humor necesarios, y visualmente a la altura de lo mejor de Dreamworks.
Relaciones convenientes Georges Duroy (Robert Pattinson) es un ex soldado que llega a París, procedente de Argelia, pobre y poco instruido, pero muy atractivo y consciente de ello. Una noche, en un cabaret, se encuentra con Charles Forestier (Philip Glenister) su superior en Argelia, quien ahora trabaja en un importante diario parisino, y decide darle una mano, invitarlo a cenar y presentarle a algunas personas influyentes; lo demás dependerá de Georges. Como una escena premonitoria, antes de la cena, se sientan frente a él tres mujeres que lo observan con entusiasmo: la esposa de Forestier, Madeleine (Uma Thurman), Virginie Rousset (Kristin Scott Thomas) y Clotilde de Marelle (Christina Ricci). Durante la cena, George, mal vestido e incómodo, comprende que a través de esos hombres de prensa, y sus esposas, él podrá conseguir lo que quiere. Y sale de allí con un trabajo de columnista. Por supuesto que como redactor no logra lucirse demasiado, y debe comenzar a desplegar sus otras habilidades, no para impresionar a sus jefes, sino a sus esposas. Las cosas no resultan tan simples como esperaba; a veces se manipula, y a veces se es manipulado. La gente con dinero no solo se dedica a gastarlo, sino también a generar intrigas para conseguirlo. George, parece a prueba de todo, y no solo resulta un gran seductor, sino también un gran estratega. La recreación de época es impecable, nada jugada en cuanto a lo estético, solo recrea la época en detalle. Hay muchos primeros planos, donde la cámara no necesita más que silencios y gestos, que no todos los actores pueden llevar con altura. La historia no es nada novedosa, ya hemos visto muchas películas sobre hombres que han trepado socialmente gracias a su encanto, pero la debilidad de la película recae en Robert Pattinson, que si bien genera mucho misterio con su mirada entre depresiva y bucólica, no parece tener toda la fuerza necesaria para sostener un personaje como este. Por otro lado los roles femeninos son muy interesantes, ya que no se limitaron a poner tres mujeres como simples objetos de seducción, sino como esposas que desde las sombras saben como lograr lo que quieren, en una sociedad de doble moral. El personaje de Uma Thurman es destacable, como una mujer brillante para su época, pero que no puede ponerle la firma a sus pensamientos, y necesita un esposo a quien manipular para poder escribir lo que piensa. Las tres actrices principales están correctísimas en sus roles, y logran alcanzar todos los registros necesarios para sus personajes. Una historia más, sobre un personaje que solo necesita de su encanto, para trepar en una sociedad con mucho dinero, pocos valores, y mucha hipocresía.
Con buenas intenciones... Otro corazón es una historia familiar que gira en torno a Leo (Mariano Torre) y María (Elena Roger), quienes esperan su primer hijo, al mismo tiempo que el padre de Leo (Carlos Moreno) enferma y necesita un trasplante de corazón. Leo debe atravesar la difícil espera de un órgano que salve la vida de su padre, se hace cargo de la financiera paterna, y así deja en segundo lugar a su esposa, quien será madre primeriza, con todo lo que eso implica. De a poco, Leo se va enredando en asuntos familiares, ya que su lejana familia paterna tiene una deuda con la empresa de su padre, su hermano no parece ayudarlo lo suficiente, y su suegra se ha instalado en su casa. Los personajes son muchos, y no aportan demasiado, en la presentación vemos ilustraciones con todos ellos y flechas que nos indican su parentesco y relación, lo que no alcanza para que no sintamos que algunos están de más en la historia. La trama es melosa, cae en infinidad de lugares comunes, y si pretende dejar un mensaje sobre la importancia de donar órganos, no lo logra realmente, ya que nos cuesta saber a que apunta con tantos personajes, tanta información y tan poco contenido. Suponemos que el mensaje gira en torno a que en los momentos difíciles hay que dejar de lado el dinero, y apostar a los afectos y al futuro, pero la idea no queda del todo clara. No terminamos de entender por qué cada uno actúa de la forma en que lo hace; tanto los personajes como las acciones parecen fichas echadas en un tablero, que nunca terminan de conectarse entre sí. Cabe destacar que tiene un muy buen elenco, pero no logran sostener un guión inconsistente, y personajes poco creíbles, algunos de ellos con muy poco para decir. Se destacan Elena Roger y Carlos Moreno. La música pretende conmover, y no lo logra, en tanto la fotografía es apenas correcta. Es claramente una historia con buenas intenciones, que pretende dejar un mensaje sobre la familia y las prioridades en la vida, llegamos a entender que esa es la idea, pero no lo logra.
Veo gente muerta Norman es un niño solitario que tiene la capacidad de hablar con los muertos, los ve, los saluda, y en la mayoría de los casos, puede entablar cordiales relaciones con ellos, como por ejemplo con su abuela, con quien mira televisión todos los días, aunque ya no esté en este mundo. En el colegio lo tildan de freak, todos lo miran con desconfianza, incluso en su propia casa; es el raro del pueblo. Un día su tío lo visita, un tío tan freak como él, quien le advierte que sobre el pueblo va a caer una maldición, y que él será el encargado de detenerla. La maldición fue echada por una bruja, a la que colgaron hace unos cuantos siglos en esas tierras, sobre aquellos que la juzgaron y condenaron; y se desata una noche, cuando unos cuantos muertos vivientes comienzan a deambular por la ciudad. Norman debe encontrar la manera de detenerlos con algunas pocas recomendaciones que su tío le hizo. Pero no hay nada clásico en el ataque de estos zombies. Por empezar la gente del pueblo no entra en pánico ni corre asustada, sino que los ataca, provocando desconcierto y terror en estos seres esqueléticos. Con el tiempo Norman descubre que estos zombies son nada menos que quienes condenaron a la bruja, y hoy vuelven malditos a caminar por las calles. Para detener el maleficio Norman debe descubrir qué pasó realmente durante el juicio a la bruja. Lo que descubre es algo muy triste, que convierte a la película en no recomendable para niños pequeños. Ante el desconcierto y tristeza que el hallazgo le provoca, Norman enfrenta a los zombies preguntándoles el por qué de tanta crueldad, a lo que estos solo pueden contestarle que lo hicieron porque tenían miedo. El mismo miedo tienen los habitantes del pueblo, quienes los atacan como en una especie de catarsis y pánico colectivo. Así la temática de la película deja por un momento de ser infantil, y se convierte en una reflección sobre el miedo, la sugestión colectiva, e incluso la defensa propia; un tema que tanto agrada en los Estados Unidos. Norman debe entonces usar su poder para hablar con la bruja, y tratar de hacerle entender que no puede usar con los demás el mismo odio y fuerza bruta que utlizaron con ella, y de algún modo como pasa en todas esta películas en que hay humanos que hablan con muertos, debe ayudarla a encontrar el camino que la lleve hacia la luz. La parte "infantil" de la película, que sí la tiene, está dada por todas las aventuras y peripecias que el protagonista atraviesa esa noche junto con sus improvisados compañeros, y por la resolución presentada al final de la película. Con muchísimo humor para padres, más que para niños, una exquisita estética bizarra y un impecable 3D, esta película es muy difícil de catalogar como infantil ya que aporta mucho más que un entretenimiento para niños, no solo en su guión, sino también en su estética.
Muchas vidas en una sola Henry Engler nació en Uruguay, hijo de inmigrantes, estudió medicina y durante sus años universitarios comenzó a militar políticamente, cada vez más comprometido con la lucha llegó a ser dirigente tupamaro. El documental narra la historia de Henry Engler, una vida digna de ser contada. Durante la dictadura fue capturado, torturado y encerrado durante trece años, en los que el aislamiento y las condiciones inhumanas en las que vivió, lo llevaron a la locura. Una vez liberado le ofrecieron asilo político en Suecia, donde retomó la carrera de medicina a los 42 años. Se especializó en neurología, y hoy es reconocido internacionalmente por su investigación sobre el Alzheimer. El documental muestra a Henry hoy, y lo acompaña durante un viaje a Uruguay en el que recorre los lugares donde estuvo cautivo, se reencuentra con sus amigos de militancia, con su familia y con otras personas y lugares que fueron parte de su vida. En ese recorrido geográfico e histórico, Henry cuenta detalladamente las razones que lo llevaron a militar, el encierro que padeció, y su paso por la locura. Lo hace en primera persona, con una naturalidad que nos atraviesa. Es estremecedora la claridad con la que describe sus años de encierro e insanía. En parte como protagonista, y en parte como el neurólogo que es ahora, hace una descripción detallada de la locura, del miedo, y de los mecanismos que desarrolló durante el encierro para poder sobrevivir, y luego del encierro para convertirse en quien es ahora. El filme tiene la estructura del documental clásico; ordenado, prolijo, aporta la información necesaria para contextualizar al personaje. La fotografía es excelente, y es un placer ver un documental que no esté filmado con cámara en mano, ni exagere en anécdotas ni detalles pintorescos. Mas allá de ser técnicamente tan prolijo, logra acercarse al protagonista con una gran sensibilidad, y mostrarlo de forma humana, sin necesidad de sacralizarlo ni mostrarlo como a un héroe. Henry Engler es un hombre que parece haber vivido muchas vidas en una sola. Y en este documental logra cerrar el círculo, en el que comenzó como un joven idealista, que vivió lo peor de la represión y la injusticia, que atravesó la locura y que sobrevivió para convertirse en un científico que, según sus propias palabras, y en base a las experiencias vividas, sostiene que la ética y los valores deben estar por encima de la ciencia.
El mismo ritual Con la misma temática que las versiones anteriores -en que los hechos sobrenaturales quedan grabados en video por medio de cámaras digitales, notebooks, y demás aparatos tecnológicos que parecen estar presentes, prendidos y siempre con batería, para registrar todos los hechos que suceden en esta familia feliz- se presenta esta cuarta entrega de una saga que no da para mucho más. En la primera parte de la película, vemos un video en el que una tía desaparece junto con su sobrino, y nunca más se sabrá de ellos. Años después un nuevo video registra otra familia, feliz, con dos hijos y una casa hermosa. Hasta que un pequeño vecino misterioso debe pasar unos días con ellos, y cosas raras comienzan a suceder. Mucho susto a base de efectos de sonido y alto volumen, combinados con imágenes "realistas" que buscan generar mayor cercanía con el espectador, no alcanzan para provocar un horror auténtico y apenas sí provoca una emoción más cercana a la que ofrece un laberinto del terror de un parque de diversiones. Si solo se busca esa mínima emoción, está bien; después de todo no pretende ser más que un entretenimiento absolutamente pasatista, y en ese sentido cumple.
Fantasmas en la casa La película, basada en los relatos de Silvina Ocampo, cuenta la historia de Cornelia (Eugenia Capizzano), una mujer joven, que vuelve a la casa de sus padres, para suicidarse. Durante su estadía en la casa, Cornelia se encuentra con diferentes personajes, y a través de ellos vamos conociendo su historia, y sus reflexiones. La muerte y el suicidio son temas centrales en los diálogos que Cornelia sostiene con los demás personajes, una mujer (Eugenia Alonso), un ladrón (Rafael Spregelburd), una niña que apenas llega hasta la puerta, y un policía (Leonardo Sbaraglia). La historia es suave, onírica, de a poco nos damos cuenta que ya no estamos en la realidad, es como si la casa nos transportara en el tiempo, en el espacio. La casa es un personaje más de esta historia, y es allí donde se da el paso entre la vida y la muerte. Con una estética exquisita, cada detalle de la casa nos va contando algo, una caja fuerte, una llave que no aparece, y otros objetos que fueron parte de la vida de la protagonista, y que tienen un peso importante en la historia. Mas allá de la estética tan detallista y cinematográfica, el exceso de diálogos la torna muy teatral, y un tanto opresiva. Así por momentos termina resultando un poco lenta, con algunos tintes aristocráticos que la acartonan un poco, y la hacen no del todo accesible. Las actuaciones son excelentes, sostienen muy bien los largos diálogos, especialmente Eugenia Alonso, y Eugenia Capizzano, quien lleva sobre sus hombros todo el peso de la historia, de manera satisfactoria. La música está a la altura de lo estético, y aporta lo necesario para llevarnos entre la realidad y los sueños, mientras escuchamos las reflexiones de estos personajes, entre reales e imaginarios, que nos llevan de un lado al otro del espejo, mostrándonos la vida y la muerte, y la doble cara que tiene la mayoría de las cosas.