Que se levante el telón Peter Bogdanovich dirige esta comedia donde su protagonista dice creer en la magia y los finales felices de las viejas películas de Hollywood, mientras una cínica periodista la entrevista con cara de desconfianza, y escucha la disparatada historia de cómo esta actriz encontró la fama. Izzy (Imogene Poots) es una aspirante a actriz que, mientras tanto trabaja como prostituta, un día visita a un cliente (Owen Wilson) en un hotel; la cita termina y creen que nunca volverán a verse. Hasta que audicionando para una obra en Broadway descubre que aquel cliente es el director de la obra, y no solo eso, su esposa (Kathryn Hahn) es la actriz principal y ha quedado tan fascinada con la lectura de Izzy que convence a su esposo para que la contrate. Ese es el enredo principal de la historia, pero no el único, el protagonista de la obra (Rhys Ifans), un mujeriego actor inglés, ha tenido un affair con la protagonista; la terapeuta de Izzy (Jennifer Aniston) es la novia del escritor (Will Forte) y alrededor de ellos hay otros cuantos personajes que entre encuentros y desencuentros aportan más confusión al asunto, que bajo el lema de que "el show debe continuar" tratan de llevar adelante la caótica producción. Con Nueva York como escenario, y los actores bajando y subiendo de taxis amarillos mientras la tensión aumenta, esta comedia tiene un muy buen ritmo, mucho humor y muy buenas interpretaciones. No es lo mejor de Bogdanovich y tampoco lo peor, es una muy buena comedia coral de enredos, sin nada demasiado nuevo, pero con todo eso que desde hace tiempo, siempre nos hace reir.
Para no crecer La protagonista de esta historia es una niña demasiado seria y responsable para su edad, con una madre muy exigente y estructurada que le ha trazado un plan de vida que ella debe seguir a la perfección para poder llegar a ser una adulta exitosa. Para seguir con ese plan se mudan cerca de la escuela donde la niña está por comenzar las clases. Mientras su madre trabaja, ella pasa todo el día sola estudiando y preparándose para el futuro, hasta que un día accidentalmente conoce a su excéntrico vecino, un viejo aviador que vive solo en una casa desordenada y llena de recuerdos. Es el aviador quien introduce a la niña en la historia de El Principito, contándosela como viejas anécdotas; le habla de la rosa, el zorro, el rey, y sobre sus aventuras y reflexiones. Así la niña va dejando de lado la estructura en la que vive y se permite jugar, soñar, y entender todo aquello que experimentamos en la infancia y luego de a poco vamos perdiendo. A través de la niña el director hace más accesible la historia del principito, desde la mirada actual de un niño, rodeado de computadoras, con padres que trabajan demasiado, sin mucho contacto con la naturaleza, donde lo lúdico siempre está detrás de una pantalla. La historia comienza con un moderno 3D con expresivos personajes, pero para narrar la historia principal se utilizó la técnica de stop motion, con hermosas texturas de papeles y colores acuarelados, que contrastan con la perfección y la prolijidad del 3D que representa la realidad. La nena y el anciano construyen una hermosa relación, El Principito ocupa un gran lugar en sus vidas, es quien les enseñó lo que realmente importa, y que lo esencial es invisible a los ojos. Hasta ahí la historia funciona muy bien, luego por algunos giros del guión la niña se sumerge en el mundo del principito -podríamos decir que a partir de allí la adaptación es libre- y las cosas no funcionan tan bien, la historia se alarga demasiado y se pierde un poco el sentido. No es necesario aclarar que estamos frente a una de las más hermosas y universales piezas de la literatura, un libro que tarde o temprano siempre pasará por nuestras manos, y puede tener varias lecturas e interpretaciones. Aquí el director ha elegido hacer hincapié en el valor de la infancia, la magia, los sueños, y lo oscuras que pueden volverse las cosas cuando todo eso se olvida. Visualmente es hermosa, técnicamente es impecable, con algunas alteraciones en el guión que la alejan un poco de la esencia del libro, pero si sirve para que los chicos conozcan a este gran personaje y se acerquen a la literatura, bienvenida sea.
Ya no es lo que era Al Pacino interpreta a Simon Axler, un viejo actor que supo conocer la gloria, pero de quien ahora ya nadie recuerda sus películas, motivo por el cual ha decidido dedicarse al teatro, donde tampoco le va demasiado bien. Luego de un pequeño accidente laboral decide retirarse y se recluye en su casa. La soledad, el encierro y la falta de buenos proyectos son un combo explosivo que lo terminan llevando a una breve internación, luego de la cual continúa su terapia por internet, ayudado por algunas pastillas. Encerrado en su casa y tratando de ver qué hace con su vida, una serie de extraños personajes lo visitan; entre enojos, alucinaciones, y algunos gritos, lo real y lo irreal se mezclan, mientras Simon trata de reconstruir su vida y lo que queda de su carrera, apoyándose en esos personajes, que tal vez no sean reales. El actor mayor venido a menos y otras cuantas similitudes, hace que al ver esta película enseguida se nos venga a la mente "Birdman", la gran película de González Iñárritu. Pero aquí las cosas no son tan buenas, esa ida y vuelta que Al Pacino recorre entre realidad y ficción parece no llevar a su personaje a ninguna parte y confunde al espectador. Salvo alguna que otra escena graciosa, algunos diálogos cínicos y alguna que otra ironía hacia el mundo del espectáculo, la película no tiene mucho que ofrecer. A pesar de la buena dirección y del buen trabajo de la mayoría de sus actores, Pacino esta lejos de sus mejores interpretaciones y Barry Levinson lejos de sus mejores películas. Aunque recorre la vida de un actor, el mundo del teatro y las complicaciones de una carrera cinematográfica, si la historia pretendía ser una interesante reflexión sobre el mundo de la actuación, no lo ha logrado.
Sin vocación Basada en la novela de Diderot y ambientada en el siglo XVIII, esta película cuenta la historia de Suzanne (Pauline Etienne), una chica de 16 años, la menor de tres hijas, a quien su familia obliga a tomar los hábitos, ya que no tienen dinero para su dote. La joven no tiene vocación religiosa y hace todo lo posible por librarse del mandato familiar, pero no lo logra. Suzanne enfrenta con estoicismo la dura vida en el convento, que se transforma en un calvario con la llegada de una nueva madre superiora, una mujer que representa lo más oscuro y retrogrado de la institución. Rezando y manteniendo la fe, Suzanne nunca deja de luchar para conseguir su libertad. La historia muestra lo peor de la doctrina religiosa, en una época donde la mujer estaba en inferioridad de condiciones, y ni siquiera podía decidir sobre su vida; el mandato social y familiar estaba por encima de ellas. Con una detalladísima reconstrucción de época y una hermosa fotografía, la historia es narrada de forma lenta, minuciosa y prolija. Los largos diálogos y la falta de dinamismo la hacen un tanto densa y demasiado lineal. Tanto Pauline Etienne como Isabelle Huppert realizan excelentes actuaciones, en una interesante historia que además de describir como era el lugar de la mujer en esos tiempos, muestra los dos lados de la religión: el de la institución que representa poder y el personal, que utiliza la fe como esperanza y resistencia.
Escapar en el otro Meira (Hemadas Yaron) es esposa y madre de una pequeña bebe dentro de la hermética comunidad judia jasídica de Montreal, donde cada día le resulta más difícil tolerar el riguroso y tradicional estilo de vida que le han impuesto, donde no se le permite hacer lo que más le gusta: dibujar y escuchar música. Felix (Martin Dubreuil) es un cuarentón bohemio, que siempre ha sido el hijo rebelde de una familia de clase alta y ha vuelto a Montreal a ver a su padre por última vez, quien en su lecho de muerte ya ni siquiera lo reconoce. Ambos se cruzan de casualidad por la calle, Meira paseando a su beba en el cochecito, Félix paseando sus penas, y lo imposible sucede, luego de una breve charla en la que Meira ni siquiera lo mira a los ojos, ya que su religión se lo prohibe, ambos quedan enganchados, buscando excusas para volver a verse. Iniciar un romance es algo normal para Félix, pero no para Meira, pero el amor entre ambos parece inevitable, y finalmente sucede, con todas las consecuencias que puede traer para ambos, viniendo de mundos tan diferentes. La película narra una historia de amor bastante atípica, sin lugares comunes, reflejando de modo íntimo todas aquellas barreras que nos impone nuestra cultura, nuestras costumbres, y también nosotros mismos. Maxime Giroux construye un filme sereno con una hermosa fotografía, lleno de pequeños detalles que ilustran aquello que las culturas se encargan de separar y que las personas deben aprender a unir. Tanto Yaron como Dubreil le otorgan una enorme sensibilidad a sus personajes, quienes de forma sencilla y sin grandes gestos son capaces de demostrar la enorme pasión que surge entre ellos. También es destacable la interpretación de Luzem Twersky como el estricto y represivo esposo de Meira, quien sorprende cuando finalmente logra demostrar lo que siente por su mujer. Félix y Meira es una hermosa historia de amor, sobre dos personas que no han encajado en la realidad que les toco, y que logran, cuando se enamoran, escapar de ese mundo que los ahoga.
Salir a buscar Quentin (Nat Wolff) consideraba que el día más importante de su vida fue cuando Margo (Cara Delevigne) se mudó frente a su casa, en el instante en que la vio se enamoró de su vecina, y muy pronto se hicieron amigos. Pero a veces lo que la infancia une, la adolescencia lo separa. Quentin se convirtió en un joven responsable y estudioso, y Margo en una aventurera con look de modelo, cuando llegaron al secundario el ya era un nerd, y ella una chica que hacía todo lo que quería. Margo pasaba los días entre novios, boliches, escapadas y amigas lindas, y Quentin juntos a sus dos inseparables amigos, Radar y Ben (Justice Smith y Austin Abrams) a quienes nunca invitaban a las fiestas. Una noche, inesperadamente, Margo entra por la ventana de Quentin, como cuando eran pequeños, y le pide que la ayude con unas cosas que debe hacer. A pesar de que al otro día hay que ir al colegio Quentin se va con ella, y la acompaña en un recorrido que incluye unas cuantas maldades para vengarse de un novio mentiroso y algunos amigos encubridores. Todo sale de maravillas, la química de la infancia parece estar intacta y Quentin pasa la mejor noche de su vida, pero al otro día Margo desaparece, no es la primera vez que se va de casa sin decir nada, pero esta vez parece ser diferente, Quentin cree que ella ha dejado pistas para que vaya a buscarla, y mientras rastrea el paradero de su amiga, convertido en un novato detective, convence a sus amigos para que lo acompañen en la búsqueda. Basada en el libro de John Green, autor de la exitosa y lacrimógena "Bajo la misma estrella", vuelve a sumergirse en el mundo adolescente, con una historia alejada de las típicas high school movies, nuevamente con dos protagonistas bastante particulares, inteligentes y que se hacen demasiados planteos. Durante la búsqueda de Margo el grupo expone sus miedos, sus inseguridades y sus deseos al estar terminando el secundario, y con ansiedad por todo lo que esta por venir. Si bien se plantean un par de cosas interesantes, todo queda en un existencialismo light, para poner en primer plano lugares comunes como la fiesta de graduación, la primera vez y los amigos que dejan de verse cuando llega el momento de ir a la universidad. Todo con una estética de publicidad, actrices que parecen salidas de la tapa de Seven teen, y chicos con autos y billeteras llenas. El filme resulta un buen producto, narrado con mucha naturalidad, con una atractiva pareja protagónica, en base a un libro que vendió millones de ejemplares y un autor que sabe atraer al publico adolescente.
Insulto al cine Gregorio (Alberto Fernández de Rosa) es el guardián de un zoológico donde los animales hablan, pero nadie lo sabe excepto él. Hasta que un malvado y poderoso empresario (Matías Alé) descubre el secreto y tratará de apoderarse de los animales parlanchines, para esto contrata a dos torpes detectives (Pachu Peña y Alvaro Navia). Con este guión simple, y una idea que remite a "Una noche en el Museo", se construyó este revuelto que con la excusa de las vacaciones de invierno y el entretenimiento familiar y pasatista presenta un desfile de actores y figuras de la televisión sin otro fin más que mostrarlos como figuritas de un álbum. Así vemos a Marley comiendo bichos, a Karina Jelinek mostrando el culo y haciendo trompita, a Pachu Peña y Álvaro Navia haciendo de tontos y torpes, y a Luciana Salazar en el rol de esqueleto sexy, entre otros. De factura televisiva y con un guión casi inexistente, los "actores" hacen sus gracias mientras los animales esperan a que nadie los vea para completar las escenas con chistes y remates que poco tienen de gracioso, aunque los monos que aparecen en el filme son más expresivos que la mayoría de los que participan en este filme. El resultado es una película que subestima al espectador, al considerar que un filme accesible a todo público debe ser una continuación de escenas berretas, humor físico del malo, y chistes que ya se hicieron miles de veces en televisión.
Pequeños, adorables y expresivos De tan bonitos y tan graciosos, los amarillentos secuaces de Gru se ganaron su propio filme, que narra los principios de estas criaturas con voz de corneta, hasta encontrar a su villano favorito. Así vemos a los Minions desde el principio de los tiempos tratando de servir a malévolos amos comenzando con un aterrador dinosaurio, pasando por el antiguo Egipto, Drácula y Napoleón hasta terminar recluidos en una cueva solos y deprimidos, luego de que su torpeza acabará con los amos a quienes querían servir y venerar. Uno de ellos, Kevin, decide terminar con la apatía y el aburrimiento y abandonar la helada cueva donde están refugiados en busca de un malvado ser a quien servir. Acompañado por el torpe pero entusiasmado Bob, y Stuart que no sabe bien que hace en la misión, recorren mar y tierra hasta finalmente llegar a Nueva York a finales de los años 60, una gran época que la película aprovecha para hacer varios chistes sobre la cultura de esos tiempos. Finalmente los Minions descubren que su objetivo es servir a la malísima Scarlett Overkill, la villana más malvada y famosa, junto con ella partirán hacia Londres con un complicado objetivo. Definitivamente estos pequeños seres son merecedores de su propia película; visualmente son adorables y muy graciosos, la historia no da respiro y los Minions hacen reir al espectador cada 20 segundos. Pero el guión no esta a la altura de las circunstancias, lo mejor de la película transcurre en la primera media hora, donde relatan los origenes e historia de los personajes, luego la trama se torna típica sin nada diferente a la mayoría de las películas infantiles, por lo cual funciona a las maravillas para el público más pequeño que disfrutará de la acción y el humor fisico, mientras los padres se aburren cuando la ironía y la gracia de los Minions decae. Técnicamente la pelicula es brillante, colorida y con un espectacular 3D, la época llena la pantalla de color, psicodelia y muy buena música, en este filme lleno de humor, con un guión que decae hacia la mitad de la historia, pero eso no le restará risas ni a los más chicos. Lamentablemente solo veremos de la versión doblada, así que en vez de disfrutar de las voces de Sandra Bullock, Jon Hamm o Geoffrey Rush, deberemos conformarnos con las de Thalia y Ricky Martin.
Entre dos tierras Valeria Bruni Tedeschi dirige y protagoniza esta historia en la que interpreta a Louise, una mujer que ha pasado los cuarenta, esta sola, no ha tenido hijos, y pasa sus días entre París, donde reside, y el castillo de su familia en Italia. Louise va y viene entre ambos idiomas e idiosincrasias, retratando la vida burguesa de ambas culturas. En Italia debe lidiar con su madre y su hermano gravemente enfermo, donde no encuentran solución para los problemas económicos que atraviesa la familia y se niegan a deshacerse de algunos tesoros familiares que pagarían sus deudas, pero que los bajarían del escalón aristocrático al que están subidos. En Francia comienza una relación con un joven bastante menor que ella, y se debate entre disfrutar de la vida con su amante veinteañero o forzarlo a comprometerse y tener un hijo, porque el reloj biológico la apremia. La compleja vida de la protagonista tiene varios matices y es interesante, pero la historia parece nunca encontrar el tono. No sabemos si esta narrada en tono de comedia o de drama, la actriz se pasea histérica por ambos géneros, sin lograr nunca un clima que le de verosimilitud al relato. La película termina resultando un simple retrato de una familia con un gran apellido que ha vivido años de esplendor que ya se han terminado, y deambula en un limbo lejos de la realidad. La actriz, guionista y directora ha volcado mucho de su propia vida en una película que a pesar del buen trabajo de sus actores, no tiene solidez y por momentos hasta resulta absurda.
Otra más de Hugh Grant Keith Michaels (Hugh Grant) es un guionista que luego de ganar un Oscar en 1998 no ha vuelto a pegar otro éxito, ha ido de un proyecto a otro hasta que a falta de trabajo y de dinero acepta un puesto de profesor en una pequeña universidad. Sin ganas, pero sin muchas opciones, deja Los Angeles para mudarse a un pequeño y frío pueblo al norte de Nueva York. La vida universitaria no lo atrae demasiado, no toma en serio su trabajo ni a sus compañeros, pero con el tiempo las expectativas y la energía de sus alumnos despiertan en él algo parecido a las ganas de enseñar, y al estar frente a la clase vuelve a conectarse con su juventud, sus recuerdos y aquello que lo motivó a escribir historias, antes de que la fama lo desviara de su camino. Marc Lawrence escribe y dirige nuevamente una comedia romántica -otra más en su lista- y al igual que en "Music and Lyrics" lo hace con Hugh Grant como protagonista, en un papel que ya ha hecho varias veces, pero que es el que mejor le sale, el de galán canchero que muestra su lado sensible cuando se enamora. El actor es el centro de esta historia, está en todas las escenas, tiene los mejores diálogos y la gracia suficiente para llevar adelante toda la historia. No sucede lo mismo con Marisa Tomei, su personaje de alumna cuarentona y positiva es bastante estereotipado y no despierta demasiada empatía, por lo que varios personajes secundarios terminan siendo mucho más interesantes que el de la protagonista femenina, como por ejemplo la estricta profesora fan de Jane Austin que interpreta Allison Janney, el solitario profesor de literatura que interpreta Chris Elliot, o el tímido alumno que intrerpreta Steven Kaplan, quien para sorpresa de su profesor resulta un brillante guionista. "Escribiendo de amor" es una comedia romántica de fórmula, con mucho humor, acertados toques de ironía en los que se burla de los estereotipos universitarios, linda música y moderados momentos emotivos, todo correctamente dirigido para pasar un buen rato.