Los justicieros del azar. “Sin retorno” es una película sobre la justicia: sobre la institucional, la que se ejerce a nivel personal y la que se desprecia. El director Martín Cohan no cedió a ninguna tentación dogmática en su ópera prima. Al contrario, expone la trama como un mecanismo sometido al azar. De hecho todo comienza con un hecho banal como una licuadora que se descompone. Y sigue con dos adolescentes que van a buscar una de repuesto, en el camino atropellan y matan a un joven, encubren el hecho con una denuncia falsa y otra persona es condenada por el crimen. El filme también es un planteo sobre la decisión de asumir las consecuencias de los propios actos. Con un guión y un elenco comprometido y sólido, Cohan también muestra el envilecimiento personal, sin pontificar. Sólo con ideas.
El mundo en una burbuja. Después que pasó la peor parte del terremoto financiero global, Oliver Stone representa con imágenes la peor crisis económica desde la década del 30 y la “avaricia” de sus promotores. Lo hace rescatando al ex operador de Bolsa Gordon Gekko, otra vez interpretado por Michael Douglas. Stone no aporta mucho a lo ya conocido sobre la realidad en su crítica al despiadado mundo de las altas finanzas y el “capitalismo salvaje”, sino que transforma en ficción los hechos y los monta sobre una historia con villanos y honestos para darle densidad dramática al filme. Sin embargo la representación de ese panorama de caos global es altamente efectiva gracias a la pericia de Stone como un realizador con pulso para el ritmo, el excelente montaje, la heterodoxia del estilo narrativo y las posibilidades técnicas que le acercó esta millonaria producción.
El abismo de la felicidad. El filme sobre la obra del escritor chileno Antonio Skármeta fluctúa al intentar buscar el tono justo. Tiene el potencial para ser un buen drama romántico, a cargo de tres personajes estragados y con muchas ganas de mejorar su vida. Pero las pinceladas de un humor no siempre logrado, la apelación al realismo mágico o el drama que esconde la mudez de una de las protagonistas, hija de desaparecidos durante la dictadura de Pinochet, entre otros, resulta una superposición de temas. En el medio quedan las actuaciones de Ricardo Darín, como un legendario ladrón de cajas fuertes; Abel Ayala como su joven y romántico discípulo y una conmovedora Miranda Bodenhöfer, como la bailarina Victoria. Juntos logran los momentos más emotivos, con efectivas dosis de lirismo.
Una ventana indiscreta sobre los prejuicios y el poder de los símbolos. ¿Cómo una simple ventana puede hacer tambalear un mundo perfecto? Los directores Mariano Cohn y Gastón Duprat partieron de ese interrogante para construir “El hombre de al lado” con la cual suman un exponente singular al cine argentino. Es así por la profundidad y multiplicidad de digresiones que surgen a partir de una anécdota en apariencia simple, por la irreverencia en el tratamiento de los personajes y por la ironía un poco cruel con que los tratan. Pero todo tiene sus matices en esta película que conserva algunos rasgos de la forma en la que esta dupla de directores apela al humor y al drama, tal como lo hicieron en “El artista”, el filme que marcó su debut en la pantalla grande. Para empezar no se trata de cualquier ventana. Es una abertura que se hace sobre una de las medianeras de la Casa Curutchet, diseñada en 1949 por el arquitecto Le Corbusier en La Plata y la única en Argentina. Segundo, su propietario, como es de prever, es alguien valora y disfruta de saber que es el propietario de un símbolo de la arquitectura moderna, visitado y fotogafiado por turistas y estudiantes. ???Tercero, el autor de los mazazos que rompen ese símbolo (de exclusividad, de poder, de sofisticación) no sabe ni le interesa ni entiende que lo que hace es un sacrilegio para el afectado. El sólo, dice, pretende tener “un rayito de sol” de todo el que se derrama generosamente sobre la casa de su vecino. Así es como rompe la venerada pared, y al mismo tiempo abre grietas en una estructura familiar y personal y en una vida en apariencia inmejorable. ???Esos dos personajes, Leonardo y Víctor, representan dos mundos irreconciliables antes que opuestos o enfrentados: el de una persona algo rústica, pragmática y de modales simples, y el de un exitoso diseñador, sofisticado, arrogante y cuya sensibilidad parece sepultada debajo de una densa capa de esnobismo. ???El guión de Andrés Duprat no siente piedad por ninguno de los dos, interpretados con eficacia por el actor cordobés Daniel Aráoz (Víctor) y el director y actor Rafael Spregelburd (Leonardo). Durante las casi dos horas de película, guionista, directores y actores están al servicios de un filme con múltiples lecturas. ?En el trabajo se destacan una trama que complica el conflicto a medida que transcurren los minutos y deja al descubierto, sin estredencias y de una forma casi minimalista, el caos que puede generar una ventana indiscreta.
Una de espías peludos. Una película de espías, pero con gatos y perros súper equipados y con objetivos claros. Así se presenta “Como perros y gatos 2” que ofrece la posibilidad de verla en 3D. El filme tiene una resolución eficaz en los efectos que permitieron que los protagonistas peludos luzcan expresiones humanizadas. Con el pretexto de la venganza de Kitty Galore, que quedó resentida después de un accidente que la dejó completamente pelada mientras perseguía a un perro espía, la película avanza con gags efectivos y referencias a la saga de James Bond y “El silencio de los inocentes”. Con algo de dramatismo y guiños a los adultos, la película plantea que la solidaridad también puede ser divertido cuando hay una valioso objetivo compartido.
Un peligroso equilibrio. Al principio cuesta un poco aceptar que un personaje aparentemente tan racional como el de Catherine, que es interpretado por Julianne Moore, puede desbarrancar ante lo que siente como una amenaza de infidelidad de su marido David, interpretado por Liam Neeson. Para comprobar o descartar sus sospechas contrata a una bella joven, la Chloe del título, a cargo de Amanda Seyfried. El director Atom Egoyan reviste el relato de una efectiva capa de ambigüedad para la cual Seyfried resulta ideal con su expresión inocente. Moore apela a lo mejor de sus antecedentes para encarnar a un personaje que se destaca por su complejidad, y que con su obsesión, se expone al riesgo de descubrir más sobre ella misma que de su, también, ambiguo marido.
Un abuelito con onda. “Igualita a mi” tiene la estructura de las comedias clásicas. Un soltero que disfruta de su libertad intenta seducir a una adolescente que resulta ser su hija y que además está embarazada. Con lo cual en pocas horas se convierte en padre y abuelo. Luego de revelar ese secreto, la película se centra en describir la forma en que esos dos desconocidos construyen el vínculo. Pero como se trata de una comedia, la trama se desarrolla con sobresaltos para el personaje de Adrián Suar, una especie de niño grande que se resiste a enfrentar sus responsabilidades. Un guión que combina el humor con tramos que apelan a los sentimientos son la columna vertebral sobre la cual se apoya el filme, con el tono adecuado para que la comedia no se salga de unos límites bien definidos por el director.
Un puñado de personajes extraños en busca de un lugar en el mundo. Al guionista Damián Dreizik le gusta reírse de los clichés. Así lo muestra en “Pájaros volando”, película de la cual es responsable de los diálogos y en la que también compone un personaje que es un ejemplo de su desparpajo. Para hacer humor Dreizik se sirve desde la toponimia, hasta el nacionalismo, el folclore, los hippies, el rock y una sutil referencia a la política en el personaje interpretado con calidez por Antonio Cafiero. ?Con esa actitud iconoclasta, Dreizik y el director Néstor Montalbano dieron forma a una comedia bastante delirante y bizarra, con pinceladas de humor naif. Para interpretar a los personajes se reunió un elenco ecléctico, que incluye desde actores de larga trayectoria hasta referentes del rock. ?La historia transcurre en un pueblo de Córdoba donde va a parar José, el personaje de Diego Capusotto. Llega hasta allí convocado por su primo Miguel, a cargo de Luis Luque. Ambos tuvieron una banda en los 80, Dientes de Limón, y un hit, “Pájaros volando”, del que sólo unos pocos se acuerdan. ?Miguel es parte de un grupo de “delegados” elegidos por los extraterrestres para hacer un viaje interestelar que será algo así como un intercambio cultural en el cual les enseñarán a los humanos cómo preservar la Tierra. Algunos de los numerosos y extravagantes personajes de la película están forzados hasta el límite de la parodia y el absurdo, pero nunca dan el paso hacia el ridículo. Aunque son reconocibles, todos parecen fuera de la realidad en ese lugar en medio de la nada, donde se dedican a sostener como sea sus fantasías de un mundo ideal a pesar de los evidentes roces y un nivel de agresividad y recelos que no siempre pueden ser contenidos ni disimulados. El plan de Dreizik y Montalbano era ambicioso y desmesurado. Ese cóctel de humor disparatado que es la película hubiese naufragado sin el aporte de un grupo de actores que nunca cede a la tentación de apelar a la caricatura. Si alguien pretende ver alguno de los personajes de Capusotto quizás lo encuentre, pero Juan es original y por momentos no tiene nada de humorístico sino que resulta conmovedor por la certeza que tiene del fracaso en el que se convirtió su vida. Y así ocurre con el resto, como la criatura desaforada de Luis Luque, la muy eficaz Verónica Llinás o Claudia Puyó, con una breve y contundente intervención. Ellos son los que hacen creíble ese gran equívoco de un grupo de personajes que intenta con humor darle algún sentido a sus vidas.
Un grandiulón que sólo aspira a ser el malo más admirado del universo. “Soy la mente criminal más grande del universo” exclama Gru. Una afirmación tan desmesurda suena graciosa en boca de ese personaje de mirada alocada, ceño fruncido y sonrisa permanente. que sueña con robar la luna. Para ello cuenta con la ayuda del doctor Nefario y los Minions, unos seres amarillos con tanta inocencia como entusiasmo para apoyar los planes más alucinados de su jefe. Sus planes se complican cuando aparecen tres huerfanitas muy simpáticas y perseverantes que amenazan con descongelar su corazón helado. Gru, un grandulón con aspecto de tío Cosa y una versión masculina de "Las trillizas de Beleville", y el carácter agrio del Scrooge de Jim Carrey, es el antihéroe de este filme que encuentra justificación a sus delirios en una madre que nunca lo valoró. A pesar de cierta linealidad inicial, “Mi villano favorito” se despega de otras animaciones por varias razones: no hay buenos y malos. Sólo hay un héroe muy malo (aunque en el fondo de corazón tierno) con lo cual rompe la estructura del relato tradicional. Su objetivo es utópico: robar la luna. Y sus secuaces, los Minions, tienen un efecto disruptivo, con su aspecto extraño y unos sentimientos contradictorios muy humanos.
Sueños y desengaños en un filme entre colores flúo y música pop. Miss Tacuarembó tiene el clima de una pequeña epopeya, cálida, irónica y al mismo tiempo delicadamente dolorosa. Pero también está atravesada por un humor con gusto a nostalgia por los sueños perdidos. Claro que antes de entregar las armas o vencer a la adversidad, la protagonista dará batalla. Cada una de esas atmósferas que rodean a los protagonistas, una nena, Natalia, y su amiguito de la infancia, Carlos, son desarrolladas e ilustradas con una iconografía clara para cada época. El relato, basado una novela de Dani Umpi, adquiere consistencia bajo la mirada disparatada, sensible, y por momentos implacable, del director Martín Sastre. En el inicio de la década del 80, en medio del rigor religioso y las limitaciones y clichés de un pueblo chico en el que “nunca pasa nada”, Natalia y Carlos se preparan para cumplir su futuro de artistas desde los ocho años. Los sueños incomprendidos de esos nenes sensibles y soñadores son alimentados por algunos íconos de la época, como los romances de Jeanette Rodríguez en la novela “Cristal” y los éxitos de Los Parchís, todo perfumado con Coqueterías y charlas a través de unos modernos walkie talkies que tomaron prestados de dos compañeras de colegio, dos mellizas medio harpías. Ya en la adolescencia las fantasías de Natalia, ahora interpretada por Natalia Oreiro, se pueblan con el optimismo discotequero de “Flashdance” y la atmósfera cambia a los colores flúo, perfumada en esta etapa por Anaïs-Anaïs y First. Pero sobre todo por el sueño de ganar el concurso de Miss Tacuarembó que incluye dos pasajes gratis a Buenos Aires, meca de Natalia y de Carlos, a cargo de Diego Reinhold. Pero la ciudad, y ya cerca de los treinta, les depara algo muy distinto a sus proyectos del pasado: dos frustrantes empleos en un parque temático dedicado a Cristo, disfrazados de tablas de la ley con coreografías que dan la bienvenida a los escasos visitantes. Allí parecen cerrarse todos los caminos, pero el director les da siempre un bonus track a estos dos desamparados. Sastre elige el recurso del musical para aligerarles la carga en un clima que evoca a “Fama” y otros clásicos televisivos para adolescentes de los 70 y 80, pero con unos personajes más realistas que se atreven a increpar a Jesús por su escasa suerte. Las criaturas de Dani Umpi cargan como pueden con lo que les toca en suerte o en desgracia, pero a pesar de todo luchan hasta el final. Aun sospechando que la construcción de los sueños, quizás, puede fallar.