Los lectores de Nick Hornby encontrarán los rasgos característicos de los personajes del autor de otras novelas suyas llevadas al cine como "Alta fidelidad", "Un gran chico" y "Enseñanza de vida": personajes obsesivos, exasperantes pero queribles, amores en crisis, y, sobre todo, un humor amable en historias a veces disparatadas. Ese el es caso de "Amor de vinilo", una buena adaptación de la novela "Juliet, naked". La historia transcurre en una pequeña ciudad costera de Inglaterra. La pareja protagónica está formada por Annie (Rose Byrne), directora del decadente museo local cuya pieza estrella es el ojo conservado en formol de un tiburón que murió en la playa, y Duncan (Chris O'Dowd), un docente estadounidense obsesionado con Tucker Crowe (Ethan Hawke), un rockero que tuvo sus 15 minutos de fama, pero que hace 20 años desapareció sin dejar rastro, algo que generó una leyenda a su alrededor. Duncan dirige un blog sobre Crowe que comparte con unos pocos fans y Annie se está cansando de compartir la vida con su pareja y con ese personaje que no le parece nada extraordinario. Así pasan los días hasta que ocurre un hecho extraordinario, cuando Annie, solo para molestar a su pareja, escribe una reseña adversa a Crowe y el rockero retirado le responde elogiando su sinceridad.
Desde la década del 30 el oso Winnie the Pooh protagoniza de uno de los relatos infantiles ingleses más famosos. Disney lo rescató nuevamente, esta vez con acción real y Ewan McGregor como protagonista. En esta ocasión, el director Marc Foster retomó el relato unos diez años después del momento del final del filme que dirigió Simon Curtis en 2017. La película de Curtis -director de "La dama de oro" y "Mi semana con Marilyn"- es un excelente biopic sobre Alan Alexander Milne, el autor del relato escrito en la década del 40. Allí cuenta como Milne, dramaturgo y veterano de la Primera Guerra, escribió esta historia basada en los juguetes de su hijo Christopher y cómo ese éxito casi arruina la relación. Foster retoma la historia con Christopher adulto, casado, con un trabajo estresante y una hija que comienza a sentir las consecuencias del exceso de responsabilidades de su padre. Winnie the Pooh tuvo en la década del 60 una competencia inesperada: otro oso llamado Paddington. Quien haya visto alguna película sobre Paddington encontrará similitudes, pero ahí termina todo ya que "Christopher Robin: un encuentro inolvidable", aunque apunta al mismo segmento de espectadores, conserva la ingenuidad del Winnie the Pooh original.
Venom es un antihéroe que llega al cine procedente de Marvel. La película narra la llegada a la Tierra de los simbiontes, criaturas amorfas que necesitan un huésped para sobrevivir, lo parasita y después tiene la capacidad de tomar el control de su mente y su cuerpo. Villano por naturaleza, es un depredador despiadado con la clara intención de convertir a los humanos en el alimento de su especie, pero algo sale mal cuando un simbionte parasita el cuerpo del protagonista, Eddie Brock. Brock es un periodista estrella que denuncia crímenes de todo tipo sin importar qué tan poderoso sean los corruptos, pero fundamentalmente en una persona honesta y con valores. El conflicto se desencadena cuando recibe la información de que un laboratorio está experimentando con humanos. Justamente recibe el pedido de entrevistar al director de la firma pero en lugar de elogiar el trabajo supuestamente en favor de la humanidad, denuncia su corrupción. Parasitado por el simbionte, Brock se convierte en Venom, con la singularidad de que la nueva criatura resulta un villano empático al que Brock logra controlar de alguna manera. La película, grabada en su mayor parte en base a tecnología, tiene el humor necesario y el guiño habitual de un cameo de Stan Lee, una leyenda de Marvel.
"¿Qué es peor, el hijo de una víctima o el hijo de un asesino?". Esa es una de las líneas de "El intérprete" y la que guía esta película de origen eslovaco estrenada en el pasado Festival de Berlín. Uno de los dos personajes protagónicos es Ali, un hombre de 80 años que descubre un libro escrito por un ex oficial nazi que mató a sus padres durante la ocupación alemana de la ex Checoslovaquia. Decidido a tomar una revancha viaja a Viena a buscarlo, pero allí se encuentra con Georg, hijo del ex nazi, otro hombre ya mayor que está avergonzado del pasado de su padre fallecido. Sin embargo Georg le propone que lo acompañe como intérprete a los lugares en los que su padre cometió sus crímenes. A pesar de las evidentes razones para rechazar a Georg, Ali acepta iniciar ese recorrido. El resto del filme es un viaje entre el presente y el pasado en el que se muestran el daño que provocó el nazismo y que aún sale a la superficie. "¿Sabe qué se siente vivir con miedo de que algo así vuelva a pasar?", le dice la hija de Ali a Georg cuando descubre el pasado de Georg, un hombre al que todos apuntan como el culpable de una tragedia que marcó a dos generaciones y que el director describe en profundidad, sin golpes bajos y con un poco de humor.
En los 70, cuando Uruguay cayó bajo la dictadura, los integrantes del movimiento Tupamaros fueron perseguidos como ocurrió en otros países de América latina con agrupaciones de izquierda. "Una noche de 12 años" pone en foco el destino de tres de sus integrantes: José "Pepe" Mujica, Mauricio Rosencof y Eleuterio Fernández Huidobro. El director uruguayo Alvaro Brechner narra cronológicamente los hechos a los que refiere el título: el cauteverio durante más de una década de los tres militantes que luego tendrían un lugar en la historia del país. Mujica fue senador y luego presidente; Rosencof, escritor, y Fernández Huidobro se desempeñó como ministro de Defensa durante los gobiernos de Mujica y de Tabaré Vázquez. La película, que llega después de su paso por los festivales de Venecia, San Sebastián, Biarritz y Berlín, en el que Brechner ganó dos premios por la dirección, se basa en el libro "Memorias del calabozo". La obra fue escrita en forma conjunta por Rosencof y Fernández Huidobro, por lo cual el filme resulta un detallado recorrido por las condiciones del confinamiento de los tres protagonistas. En ese tiempo, según el filme, como no podían eliminarlos, el gobierno militar se había propuesto "volverlos locos". Sin embargo, dejaron la prisión con sus convicciones fortalicidas y las aplicaron en democracia, como fue el caso paradigmático de Mujica.
La antigua tradición inglesa de fantasmas y casas embrujadas encuentra en "Historias de ultratumba" un giro en lo que es uno de los hallazgos de esta producción británica. Estructurada como tres relatos independientes unificados por un personaje protagónico, el filme muestra el recorrido del profesor Goodman, un escéptico que se dedica a refutar las teorías y testimonios sobre fenómenos sobrenaturales de reconocidas figuras. Decidido a desenmascarar a quienes considera estafadores que se aprovechan de la fragilidad y el dolor de otras personas, Goodman termina involucrándose con uno de ellos, un popular personaje que mostraba su trabajo por televisión y que un día desaparece sin dejar rastros. La aversión entre los mediums y Goodman es mutua. Sin embargo un día el personaje desaparecido le pide tener una reunión con él y lo desafía a explicar tres casos que nunca pudo resolver. Así comienza una incursión por un antiguo hospital para enfermos mentales, el delirio de un adolescente y los trastornos de un hombre de negocios después que muere su esposa. Hasta ahí la ópera prima de Jeremy Dyson y Andy Nyman, también protagonista de la película, no difiere de otras similares, pero el ingenio de los realizadores queda en evidencia en la resolución, sobre la cual van dando pistas a través de todo el filme.
El director Shane Black, conocido por haber sido el responsable de "Iron Man 3" y "Dos tipos peligrosos" se lanzó en "El depredador" a revivir una saga icónica de fines de los 80 y principios de los 90, una de cuyas películas fue protagonizada por Arnold Schwarzenegger. La trama no difiere de la original: un extraterrestre que llega a la Tierra y despliega una violencia extrema en su cacería de los humanos. La diferencia en este caso es que el alien llega en una nueva versión más más letal después de haber mejorado su ADN con el de los seres más desarrollados de cada planeta que invadió su especie. Los encargados de combatirlo son los integrantes de un grupo de soldados, todos con algún trastorno de estrés postraumático de diverso grado. A ellos se suma una científica tan inteligente como aguerrida y entrenada en el uso de armas y un niño genio, introvertido y capaz de resolver como un juego los misterios más difíciles. Con un alto porcentaje de escenas digitales y de acción, algunas completamente inverosímiles pero ingeniosas, el gran atractivo del filme radica en el espíritu lúdico de los directores para contar una historia conocida y revivirla hasta dejar en claro la posibilidad de una nueva saga.
Los Angeles, en 2028, está en guerra por el agua. Motines en toda la ciudad, el ejército en la calle, el toque de queda por la noche, drones que disparan a objetivos potenciales. Paralelamente cierto tipo de delitos se desarrollan en sus formas más básicas en medio de una cultura con una tecnología hiperdesarrollada y grandes capos que dominan los negocios más rentables. En medio de ese caos existe el hotel Artemis, un búnker al que llegan los delincuentes a curar sus heridas previo pago de una membresía y el cumplimiento de unas pocas reglas estrictas. El lugar es dirigido por una mujer a la que se la conoce sólo como la enfermera, interpretada por Jodie Foster, y sus clientes toman el nombre de la suite que ocuparán. Todo funciona perfecto hasta que alguien rompe la regla más importante y se termina de complicar cuando uno de los pacientes descubre que le acaba de robar un botín millonario al capo mafioso, justamente internado allí, mientras una huésped tiene planes que nadie sospecha. El filme es una distopía que rinde tributo a algunos clásicos. Aunque bien resuelta, el trabajo pierde impulso cuando las subtramas adquieren más relevancia que la historia de esa enfermera con más de un secreto que guardar.
Fusión de drama, aventuras, road movie y relato con elementos fantásticos, “Yanka” viene a ocupar un espacio en el segmento de cine argentino dedicado a los adolescentes. El relato está protagonizado por Yanka, una chica que hace años que busca una respuesta a la ausencia de su madre que desapareció cerca del volcán Copahue, en el sur argentino. Todas las respuestas que recibe son ambiguas hasta que un día decide ir con su abuelo a averiguarlo. Allí se encuentra con duendes y seres fantásticos que la ayudan o la perjudican en su búsqueda, hasta encontrarse con el mismísimo Pillán, el espíritu del volcán que está furioso porque ya nadie le rinde honores. El filme marca el debut de Maite Lanata como protagonista en el cine después de la repercusión de su personaje de adolescente trans en la serie “100 días para enamorarse”. Lanata, que antes había trabajado en “Mia”, una película que reivindicaba la identidad de género, acierta en la construcción de Yanka como una chica que no acepta un no por respuesta. El director Iván Abello ofrece en su ópera prima un relato bien resuelto en lo formal y con un argumento original al llevar al cine una historia de aventuras y reconciliación con el pasado que involucra la mitología y las ceremonias del pueblo mapuche.
Casi 40 años más tarde, la saga de "La masacre de Texas" sigue viva. Los directores franceses Alexandre Bustillo y Julien Maury se hicieron cargo de desempolvar una de las franquicias más rentables del cine, pero no apelaron a una estética que pudiera captar la atención de las nuevas generaciones. Al contrario, se remontaron a la década del 50 y permanecieron fieles a la época en la que se desarrolla esta precuela. Quien haya seguido la saga no encontrará demasiadas sorpresas argumentales, con excepción de una explicación sobre el origen de la locura del protagonista. Y desde el primer minuto queda claro que en esa familia nadie puede esperar nada bueno del futuro. Bustillo y Maury dejan claro en esa secuencia qué puede esperar el espectador, pero no se rindieron al gore durante la hora y media que dura la película. Si bien la sangre y las escenas más cruentas están allí como ocurrió siempre, no se tentaron con secuencias extensas a la hora de las mutilaciones. Como consecuencia, "La masacre de Texas" tiene más suspenso que terror y también algo de drama al no soslayar las razones que determinan la transformación de un adolescente en un asesino fuera de control. Quizás el tratamiento del villano, y el trabajo del actor que lo interpreta, sea uno de los atractivos de este filme.