Se estrena La habitación, dirigida por Lenny Abrahamson., una co producción canadiense-irlandesa que se convirtió en una de las sorpresas de la temporada de premios y está nominada a 4 Oscars. Las consecuencias. Inspirada en numerosos hechos reales, la guionista Emma Donoghue adapta su propia novela La habitación en formato cinematográfico con notables resultados. El film se divide en dos partes bien diferenciadas. En la primera, conocemos a Jack, un niño de 5 años que convive con su madre, Joy, -Brie Larson- dentro de un cobertizo, cuya única conexión con el exterior es un tragaluz que les permite ver el cielo. Jack no conoce el mundo. Su universo es únicamente esta habitación, y su mundo es su joven madre, que le enseña lo mejor posible y con las herramientas que tiene a su disposición como es la Tierra fuera de esa habitación. El confinamiento tiene una raíz bastante horrible y gracias a su voluntad e ingenio, podrá sacar a Jack de adentro. La segunda parte del film, lleva al espectador al exterior, dejando de lado la arista policial o judicial para centrarse en el drama íntimo, en las consecuencias psicológicas y la hipocresía social acerca de una mujer que tuvo que pasar prácticamente 7 años recluida en un espacio reducido. La habitación propone una mirada original y social acerca de la violencia, pero a la vez intenta buscar un perfil optimista, que se va construyendo gracias a las soberbias interpretaciones de un gran elenco encabezado por el joven Jacob Tremblay. Al igual que en la novela, la historia está narrada desde su punto de vista, lo que permite al realizador, enfocarse sobre las relaciones humanas y no priorizar los hechos per sé. Las miradas, y subjetivas sirven para comprender de que forma Jack se sorprende ante el nuevo mundo que se le abre fuera de esa habitación. Por este motivo también se acude a un relato off de parte del protagonista, que termina siendo innecesario y redundante con lo que se brinda de manera audiovisual, dado que la expresividad de Tremblay son suficientes para construir sus emociones internas. El director Abrahamson, prioriza la dirección de actores y construye una verosímil relación madre-hijo entre sus dos principales intérpretes. Los mejores instantes del film suceden cuando ambos están juntos, y cuando Joy, intenta explicarle los hechos a Jack, sin caer en didactismo ni juegos demagógicos. Abrahmson es ingenioso con la forma en que disipa la información en la primera parte, organizando un relato angustiante y con mucha tensión. Sin embargo, se deja en claro que no se trata de un thriller. El film impone los códigos del drama familia prácticamente desde el inicio. En la segunda mitad, Abrahamson introduce a los padres de Joy, la maravillosa dupla Joan Allen y William H. Macy, incorporando el ojo ajeno, el juicio a las decisiones de la protagonista y la negación. Por último, está el lugar de los medios y la cultura crítica estadounidense, que pretende imponer un juicio pedagógico y moral ignorando el espíritu de supervivencia de los protagonistas. Abrahamson – que venía de dirigir la extraña comedia Frank– otorga una carga emotiva no gratuita. El film goza de sutilezas gracias para que el director evada ciertos clisés y lugares comunes, especialmente porque decide no crear climas claustrofóbicos debido a un sensato pensamiento: Jack no conoce la claustrofobia. Aún cuando La habitación roce la demagogia sentimentalista y otorgue al espectador un final conciliador, no se pueden dejar de destacar notables detalles sobre la construcción de espacios, de relaciones y evolución de personajes. Un pequeño gran film, inteligente que da lugar a múltiples lecturas y reflexiones.
Se estrena Mustang: Belleza salvaje, de la directora Deniz Gamze Ergüven, representante de Francia al Oscar como mejor película extranjera y una de las obras más premiadas del 2015. Represión y confinamiento. El cine turco, así como el iraní demuestra nuevamente las difíciles circunstancias que deben atravesar las mujeres para poder conseguir la independencia de un mundo misógino, atado a dogmas religiosos y sociales. Así como en el maravilloso film Offside, de Jafar Panahi –hoy en día apresado y censurado en Irán- Gamzé Ergüven denuncia de que manera la sociedad turca más conservadora reprime a sus hijas y las aísla del nicho masculino, comprendiendo una doble moral aterradora que simboliza el universo del régimen fundamentalista musulmán. En un pequeño pueblo campesino, cinco hermanas concluyen su año escolar y salen a celebrar con muchachos a orillas del mar. Lo que para ellas significa un juego inocente, para los vecinos, su abuela y su tío es símbolo de conducta amoral y fuera de las normas religiosas. A partir de ese momento, los adultos le imponen a las protagonistas, cuyos padres fallecieron años atrás, un confinamiento completo en su propio hogar, convirtiéndolo en una suerte de prisión domiciliaria, obligando a las hermanas a aprender tareas domésticas para servir a sus futuros maridos, y organizando matrimonios arreglados con familias aledañas. Inspirada en una historia real, la directora turca radicada en Francia, construye un relato dinámico y dramático pero con matices de humor, que derivan en un thriller con alto contenido de tensión. Gamzé Ergüven no juzga la cultura, pero sí las tradiciones que imponen los hombres a fuerza del abuso, la violencia y la hipocresía. El punto de vista de Mustang no se separa del de Lale –excelente la pequeña Günes Sensoy- la menor de este mini clan y la más alerta de todas. La directora no solamente explora la represión ajena, sino también la interna de cada personaje que se contempla así mismo si debe luchar por sus creencias o seguir los dogmas de la familia. Se trata de un Coming of Age en una sociedad reprimida sexualmente, que castiga cualquier tipo de “desvío” de las normas. Los personajes, que van de la preadolescencia a la casi mayoría de edad, sienten el despertar de sus sentimientos y no pueden exhibirlos, por miedo del castigo de la figura autoritaria representada por el oscuro y violento tío, lo que termina transformándose en represión física interna. El film está atravesado por la idea de fuga: los personajes son como presos políticos que buscan su libertad e intentan por diversos medios organizar un gran escape hacia el paraíso, que sería, en este caso, la ciudad de Estambul. La inteligencia de la directora de mitigar la alta carga dramática –y un par de golpes bajos- apelando a la sutileza, los silencios y el cruce de géneros es efectivo. El resultado de Mustang es un film hermoso y dinámico con soberbias interpretaciones de cinco actrices no profesionales, expresivas y austeras al mismo tiempo. Un guión sin fisuras y una estética invisible, que no intenta resaltar por encima del poderoso ritmo narrativo derivan en una película de lenguaje clásico y personal, que dan lugar a la reflexión y discusión.
Se estrena La gran apuesta, dirigida por Adam McKay. Un retrato de las causas que provocaron la crisis económica del 2008 en Estados Unidos, y como se pudo haber evitado. “Greed is good” – Gordon Gekko La crisis económica del 2008 dejó a millones de personas desempleadas y sin hogar en los Estados Unidos. Se han filmado numerosos documentales acerca de las causas y consecuencias. Desde Errol Morris hasta Michael Moore. Faltaba algún testimonio ficcionado y La gran apuesta es, en cierta forma, ese material audiovisual que necesitaba la población estadounidense para comprender un poco mejor porque quedaron en la calle. Básicamente, todo se resume a términos técnicos y números, por lo que es comprensible el poco interés que puede haber de un cierto lugar del público a evitar ver un documental con economistas frente a cámara explicando que es lo que llevó a la bancarrota a numerosos bancos y grupos económicos, por lo que el film de Adam McKay se podría resumir como un librito explicativo for dummies, paso a paso y subestimando la inteligencia del espectador. Pero lo cierto, es que es tan autoconciente de que el espectador está tan perdido y es tan idiota que el film resulta cínico y simpático, al tiempo que aterrador y realista. Acá no estamos frente al pequeño empleado público que perdió su puesto de trabajo o el pobre ciudadano que pierde su casa. No, este es el punto de vista de aquellos que apostaron y previnieron la crisis económica, que jugaron contra la especulación bancaria e irónicamente fueron los únicos ganadores. Basado en el libro de Michael Lewis, La gran apuesta tiene tres puntos de vista. En primer lugar, el de Michael Burry –Christian Bale, nuevamente, un héroe solitario y ermitaño- quién fue el primero en anticipar que la burbuja del negocio inmobiliario explotaría entre el 2007 y el 2008. Su participación es acotada, pero brilla por la inteligencia del personaje, una suerte de Quijote con todo el mundo en contra. El segundo punto de vista es el de Mark Baum –Steve Eisman en la vida real- interpretado por un Steve Carrell grotesco y caricaturesco. Acaso, el personaje más rico del film, Baum fue el dueño de un pequeño grupo inversionista que creyó la teoría de Burry y también apostó en contra del sistema, y en cierta forma, llevo a la práctica a través de la investigación casa a casa, aquello que para Burry era solo teoría. El tercer punto es del de dos amigos, Charile Geller y Jamie Shipley -John Magaro y Finn Wittrock, los más sólidos del elenco- que con la ayuda del gurú de la economía, Ben Rickert – o Ben Hockett en la vida real- interpretado por un austero Brad Pitt, también apostaron en contra del negocio inmobiliarion, de manera independiente. La unión de estos personajes es un miembro del Deustche Bank, Jared Vennett –Ryan Gosling- que funciona como narrador, y posiblemente, sea el único personaje ficticio, fusión de múltiples personajes, incluido Jordan Belfort, el protagonista de El lobo de Wall Street. Justamente, el film es como una especie de secuela temporal de lo que sucedió en Wall Street post década del 90. Sin embargo, donde la obra de Scorsese se hacía fuerte era en el retrato de un personaje. Acá los protagonistas son solamente vehículos, rostros que tratan de acercar un discurso al espectador: como funciona la especulación bancaria, cómo se podría haber evitado y de que forma los banqueros y millonarios le chupan la sangre a la población. Más o menos, lo que representa el capitalismo salvaje. Son realmente bastante básicos en su concepción. McKay se aleja de la comedia absurda de films como Anchorman, Talladega Nights y Step Brothers –todas con Will Ferrell- y construye este film coral con estética bastante televisiva y seudodocumental. En cierta forma, se trata de un film de HBO que fue llevado al cine por el impacto de sus “estrellas”. Efectivamente montada, con detalles del diseño sonoro brillantes, La gran apuesta resulta más interesante por su información o relevancia histórica –algo así como los últimos documentales de Pino Solanas- que aún sobreexplicada es difícil de digerir completamente, que por su propuesta cinematográfica. El discurso es prioritario a punto de ser autoconcientemente didáctico. Es un acierto en este sentido apelar a varias personas del ambiente –económico, televisivo y hollywoodense- que le explican a la cámara, quebrando la cuarta pared, el lenguaje de Wall Street –palabras, términos técnicos, etc- de la forma más pedagógica y estúpida posible. En La gran apuesta puede resultar agotador tanta información y reiteración, pero también es efectivo: la corrupción en la economía es un monstruo mucho más aterrador que cualquiera creado por el arte; es real, nos consume y le damos la mano porque nos vende una sonrisa.
Se estrena Macbeth, film del australiano Justin Kurzel protagonizado por Michael Fassbender y Marion Cotilliard. “El mundo es un escenario” decía William Shakepeare, autor que goza de una contemporaneidad como pocos en la historia del teatro y la literatura. Sin dudas, el genio del autor contempla que sus escritos trascienden la formalidades históricas para concentrarse en los instintos más básicos del ser humano. Fue uno de los primeros existencialistas. Sus personajes se mueven por la codicia, la marginalidad, la pasión, el miedo y lo locura. Y una de las razones por las que aún, a 400 años de su fallecimiento siga siendo popular, se debe a su poder de atracción que ejerce sobre el lector o público. Acaso una de sus obras más violentas, sádicas y sangrientas es Macbeth. La historia de un general escocés que no parará de mentir, engañar y asesinar con el fin de cumplir con la profecía de tres brujas que lo anuncian como el próximo Rey. Pero también es la historia de su mujer, que funciona como conciencia y manipuladora, del débil carácter del protagonista. Justin Karzel, director de gran Los crímenes de Snowtown, se pone detrás de este proyecto ambicioso cuyas pretensiones son trasladar palabra por palabra de Shakespeare a la gran pantalla -inaudito es que se hayan usado tres guionistas para hacer copy/paste- pero con un concepto formal/estético extremadamente cuidado, casi como una publicidad o video clip. El relato es atrapante y no hace falta subrayar su violencia con una estética gladiadora. Pero es lo que se necesita, hoy en día, para capturar un público joven: sangre, tripas y violencia. Sin embargo, hay un antecedente mucho más sólido y descarnado: el film que Roman Polanski filmara en 1971 con Jon Finch. O sí se prefiere un concepto más teatral, la versión de OrsonWelles. Karzel, sin embargo, le presta demasiada atención a la estética y poco al relato. Fidelidad al texto no es poner a un actor delante de cámara recitando histriónicamente un texto, con un fondo digital retocado en post producción. Básicamente así es esta Macbeth. Visualmente es estimulante y cuidada, narrativamente hace agua: es densa, aburrida, monótona y reiterativa. A los actores se les da la libertad de expresar sus textos en la forma más sobreactuada posible, como es el caso de Fassbender o ser más minimalista de la Cotilliard, que sostiene en un solo plano fijo de cinco minutos, el maravilloso monólogo de Lady Macbeth. Mientras que la puesta, la reconstrucción de época y los paisajes son estimulantes y maravillosos, en lo narrativo, Kurzel confía que el material se va a contar todo, pero no. Los detalles de la meticulosa puesta de cámara olvidan el factor humano. Los protagonistas parecen seudo robots que repiten forzadamente escrituras de 400 años atrás. Por suerte existen Cotilliard y Paddy Considine para hacer más atractiva la labor expresiva/interpretativa. Sí, la fotografía y la dirección de arte, la música a cargo del hermano del director, acompañan bien las acciones –especialmente las escenas de batalla- pero parece que ahí se limita la visión de Kurzel. No hay más por debajo de lo que dice el autor original. Fassbender grita, simula muecas y hace lo que puede para sostener un protagonismo que se le va soltando. Este Macbeth carece de carisma. Kurzel apuesta por la solemnidad más fría, imposible para empatizar. Aunque puede resultar muy atractivo apoyar una propuesta que se sostiene solamente por la estética, Macbeth demuestra que la pasión por un texto es apostar por la gracia innata. No sirve que cada letra esté donde deba estar.
Se estrena Krampus, segundo film de Michael Dougherty, un clásico de culto instantáneo que combina sátira y terror. El director de la subestimada Terror en Halloween -2007- regresa al género de la comedia de horror, pero con un producto que se podría haber filmado en los años 80, y que se nutre de la influencia de Steven Spielberg, Robert Zemeckis, Joe Dante, Richard Donner, John Hughes, y especialmente, los primeros guiones de Chris Columbus. El eje central es una típica familia estadounidense: madre, padre, hermana adolescente y el pequeño Max, cuyo ferviente entusiasmo por los valores y tradiciones navideñas lo obligan a pelearse con aquellos que no creen en el espíritu de las fiestas. Como no podía ser de otra forma, a la cena previa a la semana de noche buena caen los primos del campo: salvajes y obesos en comparación con la ordenada familia de Max, y la tía alcohólica que no deja de criticar los platos de la madre. La primera parte de Krampus no hace más que remitir a una mezcla entre Vacaciones en navidad -1989, tercera parte de la saga con Chevy Chase- y la primer Mi pobre angelito. Dougherty satiriza la locura navideña y las diversas clases sociales de los estadounidenses de los suburbios. Los contrastes y discusiones entre ambas familias, llevan a que Max pierda la fe en la Navidad y destruya su carta a Papá Noel, creando una maldición que sacudirá a todo el barrio, y especialmente a su familia: la llegada de Krampus. En poco tiempo, serán invadidos por una sucesión de símbolos navideños que adquieren formas aterradoras e irán sustrayendo a cada miembro familiar, uno por uno. Sin embargo, está lejos de las intenciones de Dougherty crear una película de horror. Se trata de una comedia familiar oscura, más cercana en tono y originalidad a Gremlins o Los fantasmas contraatacan, que a Black Christmas. Apelando a efectos artesanales e incluso animación stop motion, Dougherty crea un cuento navideño con destino de clásico que disfrutarán grandes y chicos. Krampus, inspirada en la misma leyenda navideña de la finlandesa Rare Exports -2010- es fascinante. Su ritmo se incrementa minuto a minuto creando un entretenimiento puro, donde el humor está siempre presente. La película está hecha para los nostálgicos, sin dudas, y donde algunos podrán ver un final sentimental, otros encontrarán un gran homenaje al clásico Laberinto, de Jim Henson. Apoyada por un elenco talentoso, encabezado por versátiles comediantes como Adam Scott, Toni Collete, David Koechner, Alison Tollman y Conchata Ferrell, Krampus es una de las sorpresas del año. Una obra relativamente pequeña, ingeniosa, divertida, pero con destino de clásico de culto que se suma a los mejores exponentes del género navideño de los años 80.
Se estrena Un gran dinosaurio, de Peter Sohn, la segunda gran apuesta de Pixar para este 2015. El cine de Pixar es un viaje de ida y vuelta. Los viajes transforman a los personajes, los ayudan a madurar, aportan aventuras y enseñanzas, pero sobretodo los enfrentan a peligros y prejuicios que deben aprender a superar. En estos viajes, la compañía se vuelve esencial, y así como Alegría y Tristeza debían complementarse para regresar a la mente de la protagonista de Intensamente, en Un gran dinosaurio, la relación entre Arlo y Spot es la esencia del crecimiento –seudo coming of age- del “gran dinosaurio”. Todo comienza con una suposición. ¿Qué habría sucedido si el meteorito que acabara con la vida de los dinosaurios se hubiese desviado de su ruta y pasado de largo? A partir de ahí, Sohn transporta al público millones de años atras y presenta a una familia de Apatosaurios que viven en las montañas como campesinos, formando huertas de maíz, recolectando alimento para el invierno. Como todo cuento clásico, Arlo, el menor de la familia, es un dinosaurio miedoso, que no puede estar a la altura de sus hermanos. El padre le enseña que debe ganarse su posición trabajando. Diversas circunstancias derivan en que se encuentre con un niño humano, que se comporta mezcla chimpancé y mezcla perro. En su persecución, Arlo cae al río y para encontrar el camino a su casa, deberá atravesar diferentes paisajes acompañado de este niño que se convertirá en su mascota, guardián y mejor amigo. Como sucede en toda la factoría Pixar, la amistad entre seres opuestos es un eje central de la narración. Arlo y Spot vivirán diversas aventuras y conocerán amigos y enemigos, entre los que se destacan, una familia de T-Rex que cumplen un rol de ganaderos, y que se alejan del estereotipo malvado que se le da en la mayoría de las películas de animación. Sohn construye una narración clásica con algunos pasajes ya transitados por el cine Disney. Se pueden ver varias escenas, e incluso personajes, que inevitablemente, remiten a El rey león, acaso una de las obras cumbres de los últimos 25 años. Sin embargo, lo que acá resulta más novedoso es que el verdadero enemigo no son las diversas especies que se oponen o intentan poner en peligro la vida de los amigos, sino la fuerza de la naturaleza en sí: los ríos y tormentas son la verdadera fuerza opositora del relato y adquieren una espectacularidad visual admirable. Nuevamente, Pixar y Disney se superan en lo que respecta a diseño de paisajes –mención aparte, los fondos salieron de la cabeza de un argentino- y efectos audiovisuales, imponiendo una verosimilitud poca veces vista en el género de animación. Humor, drama, aventura y suspenso conviven en Un gran dinosaurio, donde los valores familiares resaltan con sutileza. Un gran dinosaurio carece de la originalidad que siempre se le exige a Pixar, pero en cambio construye un cuento sin fisuras y emotivo, visualmente estimulante y disfrutable para todas las edades. Imperdible el corto que precede al film.
Se estrena El Crazy Che, documental de Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi, que narra la increíble vida de Bill Gaede, un espía industrial argentino. Hay historias que son más extrañas que la ficción. Si alguien decidiera ficcionalizar la vida de Guillermo “Bill” Gaede posiblemente le sería bastante dificultoso conseguir algún productor que no cuestione la verosimilitud del relato. Pero es así. El Crazy Che existe y camina entre nosotros como un ciudadano más. El film dirigido por Pablo Chehebar y Nicolás Iacouzzi es un documental con algunos momentos de recreación de escenas, diseñadas a través de animación. Estamos ante una historia de espionaje. Gaede es un ingeniero electrónico que trabajó paralelamente en Intel y AMD durante los años 80. Después de vender información cibernética, sobre un nuevo chip, a ambas compañías en forma simultánea, no tuvo mejor idea que ofrecer, solo por motivos ideológicos-políticos, su conocimiento a las Embajadas de Cuba y la Unión Soviética, en plena Guerra Fría. EL FBI dio con el paradero de Gaede y le ofreció ser un espía para ellos. Pero “Bill” en cambio empezó a “vender” secretos del FBI -y más tarde de la CIA- a los soviéticos. Sí, estamos ante un doble agente industrial o ante el mayor “vivo” que se vio nacer en territorio argentino. A partir del punto de vista de Gaede, los directores construyen un relato prácticamente unilateral -esa hegemonía del personaje es también su mayor limitación narrativa- donde el protagonista cuenta su historia, interrumpida brevemente por las mencionadas recreaciones animadas que le adhieren un poco de tensión y suspenso al relato; momentos costumbristas, que demuestran la vida cotidiana actual del personaje, y pequeñas intervenciones de su mujer y otros compañeros de la vida, que se fueron enterando de las actividades de Gaede con el paso de los años. Sin embargo, el punto más álgido del documental son las propias grabaciones que Gaede realizó con una cámara casera, registrando las entrevistas inéditas y ridículas que sostuvo con el FBI. Sí, un argentino engañando a las organizaciones caza espías y criminales más importantes del mundo, es algo que no se puede dejar pasar.
Llega a los cines Peter Pan, una particular visión de los personajes creados por J.M. Barrie a cargo del realizador de Orgullo y prejuicio. Hace bastante tiempo, en una tierra no tan lejana, acaso desconocida, un niño se negaba a crecer y lideraba a una banda conformada por niños de su misma edad, muchos de ellos, aborígenes para luchar contra una banda de piratas, que desean acabar con las hadas. La historia de Pan cautivó a numerosas generaciones a través de los tiempos y fue el estudio del gran Walt Disney el que realmente la inmortalizó con una hermosa adaptación animada. Y si bien originalmente se trató de una obra de teatro, que fue llevada al escenario en numerosas oportunidades, nunca tuvo una verdadera transposición cinematográfica hasta 1991, que Steven Spielberg, realizara Hook, que narraba el regreso del protagonista a “Nunca Jamás”, desde una mirada adulta, como una continuación del relato clásico. Hook, más allá de lo que digan sus detractores, es una propuesta original, divertida y que integra todos los conceptos temáticos que el realizador viene trabajando desde sus primeros tiempos: familias divididas, las implicaciones sociales del crecimiento y la madurez, un padre ausente, etc. Años después, el australiano P.J. Hogan –realizador de La boda de mi mejor amigo– dirigió una adaptación más fidedigna a la obra de Barrie que no tuvo la repercusión que merecía, y posteriormente, apareció Descubriendo el País de Nunca Jamás, donde Johnny Depp se puso en la piel del autor para descubrir los orígenes de su creación. Posiblemente, debido al éxito de la saga animada Tinkerbell, Joe Wright agarró por el encargo la historia de Pan y le dio un giro argumental un poco más novedoso, imaginar como el personaje llegó a la Tierra de Nunca Jamás, que conflictos lo llevaron a querer no crecer y enfrentarse con el Capitán Garfio. El guión de Jason Fuchs utiliza como base, la información suministrada en detalles en el cuento de Barrie, lo amplía y magnifica para darle una coherencia narrativa, y posiblemente, comenzar una saga. Esto lo combina con la mitología del nacimiento del héroe, y en ella no puede faltar una princesa, un maestro, un renegado hosco pero de buen corazón y el villano despiadado. Peter es huérfano, su madre la abandonó en un hogar que parece salido de la imaginación de Charles Dickens, pero en el siglo XX. Al tiempo que Londres es bombardeada durante la Segunda Guerra, Peter descubre junto con un amigo, que están desapareciendo niños del orfanato. Pronto, ambos se darán cuenta que la malvada monja -bastante estereotipada- a cargo, se los está dando a un barco pirata que llega volando por los cielos, secuestrando menores y dejando suministros. Peter es llevado hacia la Tierra de Nunca Jamás tras participar de una persecución aérea que remite demasiado al final de La guerra de las galaxias –la original-. En esta tierra anacrónica, un grupo de piratas que parecen salidos de un circo burtoniano –similar al de Batman vuelve pero viven en el cañón de Mad Max: Furia en el camino– utiliza niños para esclavizarlos en las minas –alguien mencionó Indiana Jones y el templo de la perdición– mientras buscan polvo de hadas que permitirá rejuvenecer a su líder, el malvado Barbanegra, interpretado por Hugh Jackman. Peter con la ayuda de James Garfio, un muchacho grande que creció en las minas escapan y se refugian con los aborígenes que, defendiendo a las hadas, le están haciendo la guerra a Barbanegra. La primera parte de la película es bastante divertida y entretenida, aún cuando Wright da rienda suelta a su imaginación y plantea un collage de CGI demasiado pomposo, pretencioso y estético, fiel a lo que hizo en sus obras anteriores. Más que argumentalmente remite bastante a la saga creada por George Lucas, también hay guiños visuales que parecen indicar un simil fanatismo del director con la historia espacial. Así mismo, también aparecen numerosas referencias a films de Spielberg, ya sea Indiana Jones, como incluso una pequeña secuencia fundamental en la historia y características del personaje, filmada igual que Hook. Una especie de homenaje que no sale bien, porque tampoco este eje pierde relevancia en la segunda mitad del film, donde este decae bastante en ritmo y narración. Es muy extraño el villano que interpreta Jackman, en forma bastante sobreactuada. Al principio tiene una carga emotiva que lo lleva a empatizar un poco con el público, pero con la llegada de Tigrilla –Rooney Mara, lejos lo mejor del elenco, junto con el niño Levi Miller- pierde relevancia. Extraño resulta el vestuario de Barbanegra, identificado cual rock star –incluso sus entradas son con canciones a cappella de los años 90- pero se viste como zar ruso que parece salido de la película previa de Wright y guarda –como se puede observar en una escena-tributo a El imperio contraataca– bastantes reminiscencias a Darth Vader. Pan es un híbrido. Por un lado, imaginativa, por otro demasiada influenciada por las obras ya mencionadas de Lucas y Spielberg. Tiene rasgos demasiado infantiles, pero también termina siendo bastante violenta. La primera parte del film es dinámica, la segunda plantea una moraleja ecológica y peor aún resulta densa, extensa y extremadamente emotiva. El trabajo de Jackman no logra destacarse. Es exagerado y grandilocuente. Es similar lo que sucede con Garret Hedlund, al que se lo ve un poco perdido dentro un personaje tan importante como Garfio, en tono amistoso, pero con características de Han Solo. Pan es un pastiche, que debido a sus múltiples pretensiones y referencias, se queda en la superficie de la historia, convirtiendo su narración en convencional, y a la película, en un producto mediocre y demasiado ruidoso.
El jueves pasado tuvo el estreno de Cuerpo de Letra, segundo largometraje de Julián D´Angiolillo. El director de Hacerme feriante es un especialista en explorar microuniversos, personajes que muchas veces pasan inadvertidos, y bajo el lente de su realizador, adquieren un estatus de antihéroes contemporáneos, urbanos, narradores y protagonistas que abren las puertas de mundos que parecen ajenos, pero no lo son. Cuerpo de letra, recorre y permite conocer a los protagonistas de los graffiteros políticos. Es tiempo de elecciones, y las autopistas, fronteras sin dueños, son los sitios perfectos para que los líderes partidistas contraten a artistas de murales para que pinten sus apellidos. A través de los ojos de un debutante, el espectador entra de lleno en una contienda, un enfrentamiento a contrarreloj para depositar un mensaje en el subconsciente de la población. Es un film político, pero al mismo tiempo no intenta serlo. Su tono distante, contemplativo, frío en cierta forma, permite que solamente se vea el trabajo de los protagonistas sobre su hombro. La cámara funciona como testigo de discusiones y charlas cotidianas. Conflictos a diario que deben enfrentar los personajes. La carrera a contrarreloj de dos grupos opuestos por terminar antes, va en paralelo de la campaña política per sé. El ingenuo espectador comprende que detrás de cada mensaje, se esconde una maquinaria organizada y sindicalizada. No se trata de arte, no se trata de expresión. Simplemente es un trabajo, de donde se puede desprender una mirada irónica acerca de la manipulación de los candidatos, la hipocresía y prejuicios de la sociedad. Pero D´Angiolillo no juzga, deja que el espectador saque sus propias conclusiones, y eso convierte al film en un documento ingenioso, singular, imprescindible en este contexto social. El realizador tiene un estilo donde pendula entre el clásico film de cámara-testigo, con una leve ficcionalización, que le permiten sostener una estructura narrativa y empatizar con los protagonistas. Cuerpo de letra, es un drama social, pero también una sátira. La entrada a un micromundo repleto de soñadores y artistas que para seguir concretando su manera de expresarse deben venderse al sistema: el lobbismo, los punteros, las reuniones sindicales. Donde cualquier cineasta con pretensiones de armar un análisis político, falla, D´Angiolillo sale airoso. Porque no abandona su punto de vista, su mirada es puramente formal y social, comprometida con la ideología de los personajes, pero sin llegar al punto de criticarlos.
Llega a las salas de cine, el film argentino Noche de Perros de Nacho Sesma, presentado en el último Festival de Cine Independiente de Buenos Aires BAFICI. Richard, un abogado que trabaja para su padre, acepta la invitación de su amigo Enzo para ir a tomar una cerveza. La noche recién empieza y Enzo ya está empezando a meter la pata. Toma prestado un Mercedes del garaje donde trabaja, y piensa en romper la noche. Cuando el coche es sustraído, los amigos comienzan una noche que incluye mafiosos, perros y cocaína. Influenciada por Después de hora de Scorsese, 76 89 03, de Nardini y Bernard y la saga Qué pasó ayer,Noche de perros es una comedia de enredos, una buddy movie, un absurdo cuyas pretensiones no son más que divertir y entretener al espectador. La química de sus jóvenes protagonistas, Facundo Cardosi y Nicolás Goldschmidt, ambos intérpretes de numerosas obras del teatro off, es lo más sobresaliente de este film un poco desparejo narrativamente, con momentos más verosímiles que otros, con algunos clisés que por momentos suman y en otros restan. Sin dudas, el contraste de personalidades de ambos protagonistas funciona más que la estructura narrativa. Además de ellos, se destacan por pocos minutos, Darío Levy, Mónica Gonzaga y Marcelo Sain. El film es divertido, pero sus últimos minutos son poco concretos, lo que deja una sensación un poco amarga, como que la película que fluye y tiene buen ritmo, daba para más, y se terminó en forma apurada. Como work in progress funciona un poco mejor. Aún así, se destaca la fotografía que acompaña la acción y el desafío de filmar de noche en Buenos Aires, que nunca es fácil.