La venganza de los estereotipos mexicanos “Jodieron al mexicano equivocado”. Los caminos de la vida. Un delincuente condenado a 15 años de prisión se redime, se convierte dentro de la misma en campeón de boxeo, sale, entrena a Eric Roberts para pelear en Escape del Tren, comienza una segunda vida dentro del mundo del cine como entrenador, doble, extra… y un día, su rostro lleno de cicatrices de la vida llamaron la atención de los directores buscadores de estereotipos mejicanos y empezó a formar parte de pandilla de asesinos, criminales, etc. Pero un día, el reivindicador de los estereotipos latinos, llamado Robert Rodríguez lo llamó para formar parte de su obra completa. A veces, como villano, a veces como héroe, como se puede ver en la saga de Mini Espías. Pero el actor, californiano, pero descendiente de latinos, merecía tener un protagónico… y paradójicamente, lo consiguió para un trailer. Los caminos de la vida. Cuando Robert Rodríguez se unió a Quentin Tarantino para realizar el díptico Grindhouse, se le ocurrió dirigir uno de los cuatro falsos trailers que acompañaron a los dos largometrajes, Planet Terror y A Prueba de Balas. Aunque Don’t de Edgar Wright (el mismo de Scott Pilgrim y Muertos de Risa), Thanksgiving de Eli Roth y, especialmente, Werewoolf Women of the SS, de Rob Zombie (con Nicholas Cage como Fu Man Chú), tuvieron una manufactura técnica increíble, el único que realmente pareció pertenecer a una película real, y sobretodo a una de los años ’70 era Machete, con Danny Trejo y Jeff Fahey como protagonistas. El público enloqueció. Machete superaba a Planet Terror, y eso que duraba solo tres minutos y medio, y eso que la obra de Rodríguez es la obra más gore desde Muertos de Miedo de Peter Jackson (1993). El público lo pidió, el público lo tuvo: ¡Danny Trejo Super Star y Machete se volvió real! Es posible que al estar dirigida por Maniquis, alguno sienta que la película no es tan Rodríguez… Se equivocan. Rodríguez ha hecho su film más personal, riesgoso y anticonvencional, aun cuando cae en todos los estereotipos posibles. Machete se acerca más al trazo grueso de Y Donde está el Piloto? a una Grindhouse. Esto se debe a que Rodríguez decidió ubicar la historia en los tiempos modernos, y sacarle un poco la estética “película de cine viejo”, que es algo más propio del director de Bastardos sin Gloria que de Rodríguez. Esta vez no hay Tarantino a la vista. Rodríguez mezcla lo mejor de todas sus obras: el humor, la acción y la falta de escrúpulos para mostrar de forma estereotipada, pero a la vez con mucho respeto a la comunidad mexicana que tenía la saga de El Mariachi / La Balada del Pistolero / Érase una vez en México, con cierta narración superflua de Mini Espías, ciertas “actitudes” que parecen sacadas de un cómic (como lo fue La Ciudad del Pecado) y el gore de Planet Terror con algunos personajes de Del Crepúsculo al Amanecer. Pero hay algo nuevo: citas cinéfilas obvias y chistes internos de Hollywood, que parecen inspirados en las obras de Zucker y Abrams… o del propio Tarantino, sumado a un dreamteam de figuras, donde sobresalen Don Johnson, Robert De Niro, Cheech Marin, Steven Seagal, Jessica Alba, Lindsay Lohan, Jeff Fahey, Tom Savini, y por supuesto, su protagonista, Danny Trejo. Lo irónico, es que más allá de la sátira y la inverosimilitud de cada escena, o de cada minuto; del subrayado de algunos textos (pocas veces tan bien usado, prestarle atención al texto de la longitud de los intestinos), de las autoparodias de Lohan (con relación a su pasado de drogas) o el propio De Niro (conduce un solo auto en toda la película, adivinen cual), lo mejor de Machete, es el cinismo pero, a la vez, la seriedad, con la que encara el tema de la entrada de inmigrantes mexicanos ilegales en los Estados Unidos, y la sed de sangre, odio y xenofobia de los sectores más conservadores representados por los republicanos de Texas (el personaje de De Niro). Con humor y estereotipos, Rodríguez critica la política de crear una valla eléctrica (iniciativa de la familia Bush, por supuesto), y sugiere que tal vez este acto beneficie al narcotráfico. Y no es algo que sobrevuela la película, sino el tema principal: los mexicanos discriminados en los Estados Unidos le declaran la guerra a los republicanos. Violenta, surrealista, icónica. No hay plano de más y en cada encuadre se puede ver una cita u homenaje a otra película (incluida, Harry, el Sucio). Rodríguez y Maniquis crean una película muy imperfecta, pero planeadamente imperfecta que la hacen fresca, espontánea, más divertida y original. Algunas escenas con gran despliegue técnico contrastan con otras más pobres, pero a la vez, imprevisibles como los diálogos acerca de la “utilidad” de los mexicanos en Estados Unidos por parte de los guardaespaldas de uno de los villanos (entre los que aparece actuando Nimrid Antal, el director de Depredadores). Es cierto que hay escenas que no quedan claras (como la inicial, pero el misterio da pie a una segunda parte quizás) personajes que desaparecen repentinamente (el de Savini) y un supuesto incesto que da pie a la ambigüedad. Pero como dije, esta imperfecciones no hacen más que mejorar de alguna manera al film. Por momentos parece que a Rodríguez la película le importa muy poco, y otros que le preocupa mucho. Aun así, vale resaltar, que al director de Aulas Peligrosas, pone en un pedestal a “el mexicano” rudo y se burla de su protagonista (en pequeñas cosas), de la religión, de la política, de la mirada estadounidense. La falta de solemnidad y escrúpulos de Rodríguez provocan que Machete sea tan divertida. Con logradas actuaciones, un montaje que por momentos sorprende, una banda sonora soberbia y una mirada autoral meticulosa, el nuevo trabajo de Rodríguez supera todas las expectativas (mucho más que Los Indestructibles destruidos de Stallone). Esperemos que Rob Zombie, Eli Roth y Edgar Wright sigan el ejemplo. Todos los caminos se cruzan en un sagrado juramento: ¡Que Viva Machete!
Basada en una novela de Fabián Casas, otra película presentada en co producción por dos reconocidos críticos de El Amante (y tercer largo de Villegas además). Es la historia de una familia que debe superar la muerte de su madre. Tres hombres, un padre y dos hermanos. Andrés, el menor, no tiene trabajo, no tiene novia, no tiene motivación para vivir. Su vida es el ocio. O la búsqueda de un destino. Deambulará por el barrio, tratará de conseguir un departamento, un trabajo y le comprará una moto a unos choppers, junto a unos amigos, lo cuál le traerá más de un inconveniente. Oscura y deprimente, la película es la contemplación de la desazón en un periodo de transición de la vida del protagonista, que vive entre dos barrios de hinchadas de fútbol rivales (Boedo y Parque Patricios) en una época inestable (entre los ´80s y 90´s). Los directores no dan ninguna información. Dejan que todo se sobreentienda, lo cual sirve para escapar de los discursos, y los diálogos redundantes. El ambiente costumbrista no es un simple capricho. Los detalles de los decorados se relacionan con la nostalgia, con un dejo de melancolía que ayuda a construir el clima del relato. Austero, con buenas interpretaciones, se trata de otra película argentina de contemplación, con personajes tan cotidianos como estrafalarios, con un mundo que ahora resulta ajeno, pero a la vez se siente como muy familiar. Una película que respira tristeza por cada poro, pero que a pesar de todo, resulta atractiva y nunca llega a ser un relato lacrimógeno. Cada espectador la sentirá de forma diferente, se familiarizará más o menos con el barrio. Porque de eso se trata, de un homenaje a los viejos barrios, a las viejas costumbres sin llegar al absurdo o el patetismo. Tiene solvencia narrativa, no es pretenciosa. El final es un poco abrupto, aunque necesario porque la narración en la última media hora empieza a decaer un poco y tornarse algo repetitivo. Pero, a pesar de eso, es una película que da pie a la reflexión y deja calando algo más, que una simple moralina sobre el aburrimiento y la depresión.
Diferencia de Concepto Como ya dije cuando se estrenó Enterrado hace un mes atrás, estoy un poco saturado de las “películas” de terror que esconden un banal ejercicio cinematográfico nada más. Actividad Paranormal, el año pasado me había parecido por lejos la película más sobreestimada del año. A diferencia de El Proyecto Blair Witch, la película que revivió el género de películas de terror grabadas en forma casera (se hacía mucho y mejor esto en los años ’70, basta solo recordar El Loco de la Motosierra original de Tobe Hooper, 1974), la ópera prima de Oren Peli, al menos lograba crear un mínimo de tensión con pocos recursos. El uso del fuera de campo, era bastante inteligente. Se aprovechaba muy bien el encuadre de las cámaras ocultas y el bajo presupuesto. Pero lo cierto es que más allá de estos aspectos “técnicos” la película era muy floja a nivel narrativo, monótona, repetitiva y muy mal actuada por la pareja protagónica. Pero la agarró Steven Spielberg, le cambió el final (personalmente me gustó más el original, pero no daba pie a la secuela) y fue un verdadero éxito. $500 dólares se convirtieron en $100 millones. Nada mal. Pero lo cierto, es que el amauterismo de esta propuesta era alarmante. Hay películas de género que se proyectan en el “Festival de Cine Inusual” y el “Buenos Aires Rojo Sangre” que superan ampliamente propuestas como esta, con más o menos el mismo presupuesto. Cito, por ejemplo, Uritorco de Carlos de la Fuente. También grabada en primera persona (cámara en mano diegéitca) resulta más dinámica, divertida, menos solemne e incluso más política que estas propuestas estadounidenses mediocres. Incluso, un escalón más arriba (pero más parecida a un video juego en primera persona) prefiero las saga de Rec de Jaume Balagueró y Paco Plaza. Aunque, detrás de estas hay mucha producción y profesionalidad. Aunque narrativamente, son bastante pobres, al menos los directores no son meros estudiantes que quisieron hacer un experimento y les salió bien. Cada uno, tenía su trayectoria en el género. Similar es el caso de Enterrado. Rodrigo Cortés tenía ya una ópera prima, y se notaba la profesionalidad del trabajo cinematográfico. Lástima por el guión obvio. Y así, llegamos a Actividad Paranormal 2. Película que quería dirigir originalmente Kevin Greutert (El Juego del Miedo 6 y 7), porque el director original, Oren Peli, estaba encarando otro proyecto a estrenarse el año que viene, Area 51 (ya sabemos de que va ¿no?), pero no pudo romper el contrato con Lionsgates, que le pedía realizar la última parte de la saga de Jigsaw. Paramount quería que se estrene sí o sí para Halloween para competir con El Juego del Miedo 7, así que salieron con urgencia a buscar otro director. El primero en ser tentado fue… Brian De Palma. Hubiese sido hermoso, lo admito. El director de Vestida para Matar y gemas del suspenso y terror, venía de dirigir una película similar sobre la guerra de Irak que ganó en Venecia y fue abucheada en Estados Unidos como Samarra (Redacted), un excelente film, crítico contra el ejército estadounidense y los soldados en Irak. Por supuesto, era una locura pensar que Brian aceptaría y no lo hizo. En cambio, la posta la agarró, Tod Williams, que venía de hacer la comedia dramática, Las Aventuras de Sebastian Cole (sobre la historia de un travesti adolescente) y la interesante La Mujer Infiel con Jeff Bridges y Kim Basinger basada en la novela del prestigioso John Irving. ¿Qué hace este tipo con Actividad Paranormal? Le da aquello que Balagueró y Plaza le dieron a Rec, y Cortés a Enterrado: profesionalidad. Trabajo por encargo paga bien y Williams cumple, al menos en cuanto a lo cinematográfico. Para el guión contrataron a Michael Perry, guionista de la serie Millenium y el resultado, sin salirse de lo superficial y comercial, al menos se deja ver. No es un ejercicio sino una película de suspenso en serio. ¿De las buenas? Y… más o menos. Dan (Boland) y Kristi (Grayden) Rey viven en una mansión de los suburbios. Él trabaja para Burguer King (es dueño de varias franquicias). Ella acaba de tener su primer hijo, Hunter. Junto a ellos, está Ali (Ephraim), hija del primer matrimonio de Dan. Su madre falleció. Y por supuesto no falta la cocinera mejicana, Martine (Cortez). Ahh y un ovejero alemán (que como dijo un colega, es el mejor actor de la película). Un día descubren la casa destrozada, pero no falta nada. Ahí empiezan los ataques de este supuesto demonios o fantasma que tendrá como objetivo atacar principalmente a Hunter. A diferencia de la primera parte, esta es mucho más dinámica, gracias a que la mayor parte de la acción es grabada con grabadoras que usan los miembros de la familia y cámaras de seguridad que graban en colores reales. Esta vez, se ponen por seguridad y no para ver si hay o no “actividad paranormal”. Si bien por la noche, se ven algunas cosas en infrarrojo (o verde mejor dicho) lo principal toma un color más “real”. Esta vez, a nivel fotográfico y de montaje está pensada cinematográficamente. Los encuadres son más prolijos, las actuaciones de los intérpretes más cuidadas y verosímiles… hasta que aparecen Katie y Micah, la pareja protagónica de la primera parte. No, no son fantasmas. Actividad Paranormal 2 es una suerte de precuela (y si no lo entienden, por las dudas hay un cartel que lo explica, porque los espectadores no saben razonar) y epílogo. Mezcla entre Poltergeist de Hooper (y Spielberg sin acreditar) y películas de exorcismos, posesiones, etc, Actividad Paranormal 2, se destaca porque el suspenso está más dosificado. Su uso, clásico, esta vez es efectivo. Cuando empieza a caer el ritmo y regresa la monotonía de la primera parte, empiezan los efectos especiales… y el humor. SI bien la intención, obviamente es asustar, resulta imposible no reírse ante las vueltas absurdas que usa Williams y los demás creativos para despertar a los espectadores. Solo les voy a dar una pista: hay cierta influencia de Los Cazafantasmas 2. Si bien es cierto que, desde un punto de vista cinematográfico y narrativo es más sólida que la antecesora, también es verdad que acá se muestra y se explica demasiado. No hay nada peor que cuando se le agrega un McGuffin a un film sobrenatural. Justamente, cuanto más se empezaba a explicar Poltergeist, el relato decaía en intensidad. Pero bueno, la primera hora tiene una factura tan soberbia, que se le perdonaba. Acá las explicaciones no molestan porque le dan un poco más de peso al guión. La original era demasiada vacua. Igualmente, todo se dice muy rápido. Si lo agarras bien y sino, no te perdés. Esta vez, ya no hay pretensiones de que el público se coma que se trata de una historia real. Se nota porque hay una estructura narrativa de fondo. Pero por las dudas Paramount le dedica la película a los familiares, y deja dos minutos de silencio y pantalla negra antes de poner los créditos finales (la primera ni siquiera tenía). Actividad Paranormal 2 cumple con las expectativas de aquellos a los que les gusta el género y poco más. Sin embargo, es una lástima que un film que trata sobre fantasmas… no tenga alma. No es culpa de demonios, sino de un grupo de corporativos que solo buscan generar dinero con un producto que funcionó en el pasado. O sea, vampiros.
Viaje Repetido Hace bastante tiempo, cuando era adolescente tardío, vi una película en la línea American Pie, que siendo muy tonta, me divirtió bastante. Se llamaba Viaje Censurado. Una road movie acerca de cuatro amigos que realizan un viaje para visitar a la novia de uno de ellos una universidad a otra. Drogas, sexo y Rock and Roll. Según pude leer por entonces el director, Todd Phillips, nunca vio El Ciudadano o alguna película de Bergman mientras estudiaba cine. A Phillips no le fue nada mal en sus comienzos. Viaje… fue un relativo éxito. Al que le siguió, una aún mejor, Aquellos Buenos Tiempos (Old School) con Will Ferrell. Después esta vinieron la versión cinematográfica de Starsky y Hutch con Stiller y Wilson que no cumplió las expectativas y la aún peor Escuela para Tontos con la dupla Thorton / Heder. Parecía que esta promesa de director de comedias “zafadas” se había agotado hasta que salió, ¿Qué Pasó Ayer? el año pasado, que se convirtió en la sorpresa de la taquilla de la temporada estadounidense. Si bien me pareció divertida, ¿Qué Pasó Ayer? no me parecía una gran película. Buenas actuaciones, alguna que otra situación inesperada y paro de contar. Lo original era la premisa. Tres amigos que debían reconstruir lo que hicieron la noche anterior y encontrar al cuarto amigo antes de que se case. Una de las claves del éxito fue el elenco prácticamente desconocido, especialmente el gran Galifianakis. Extraña mezcla entre John Goodman, John Belushi y Jack Black, este actor gordito y barbudo sorprendió a todo el mundo con su personaje estrafalario, y de repente apareció también en Amor sin Escalas, y la comedie “Indie” inédita It’s a Kind of a Funny Story con la sobrina de Julia Roberts y la remake estadounidense de La Cena de los Tontos. Pero todos esperaban Todo un Parto. Nuevamente, Phillips toma el volante de la película, y en el viaje los acompaña Robert Downey Jr, uno de los actores del momento: desde Una Guerra de Película, pasando por Iron Man 1 y 2, y Sherlock Holmes, el intérprete que debutó en las comedias de John Hughes, pero ganó fama y respeto gracias a la magnífica interpretación de Charles Chaplin, en la biografía dirigida por Richard Attemborough, la viene pegando, y generalmente lo que levanta la película, es su presencia. Todo un Parto no es la excepción, solo que esta vez Galifianakis da una gran mano. Peter es un arquitecto “exitoso”, un empresario serio que está en Atlanta por viaje de negocios, pero debe volver a su casa a Los Angeles para el nacimiento de su primer hijo. Allá lo espera Sarah (Monahan que trabajó con Downey en Entre Besos y Tiros). Ni bien llega al aeropuerto empiezan los problemas con Ethan, un supuesto actor que viaja a Hollywood para buscar trabajo junto con su pequeño perro. Al igual que en Mejor Solo que Mal Acompañado de John Hughes, Peter y Ethan serán la típica “pareja despareja”. La pulcritud y seriedad de Peter contrasta con la locura y estrafalaria personalidad de Ethan, con quien finalmente tendrá que cruzar los Estados Unidos en auto para llegar bien al parto de Sarah. En el medio sucede lo de siempre: drogas (Peter nunca consumió, chiste extra cinematográfico sobre el pasado de Downey), golpes, persecuciones policiales, etc. No vale la pena develar mucho. Nuevamente Phillips hace una comedia road movie con personajes estereotipados de convencionales. Es más, son pocas las diferencias que hay entre el Alan de Galifianakis en ¿Qué Paso Ayer? y Ethan. El grave problema es que esta vez, Phillips ha madurado. Sus personajes no son siquiera adolescentes en traje de adulto. Son adultos y el tema de la película es paternidad. Ethan acaba de perder al padre, Peter va a ser padre. Y surgen las dudas, las dudas llevan a momentos sentimentales previsibles, que si Phillips sería una gran director de comedias habría evitado. El guión es bastante simplón y superficial. Muchos chistes son obvios, otros sorprenden y son efectivos, pero siempre termina dando la sensación que el gag se podría explotar mejor, que falta el remate final. Aún sin el “ingenio” de ¿Qué Pasó Ayer? y los chistes más morbosos de sus anteriores comedias, Todo un Parto es una comedia “liviana” de Phillips, pasatista, de transición hasta que se estrene la segunda parte de ¿Qué Pasó Ayer? con los mismos actores. Y si esta crítica no lleva un puntaje bajo es porque la fórmula, si bien no es extraordinaria, funciona gracias al humor y la espontaneidad de la pareja interpretativa que cumple con los roles correspondientes de forma previsible. Aportan el perro (sin dudas el tercer personaje relevante) y la apariciones de Lewis (trabajó con Downey en Asesinos por Naturaleza), Danny McBride (actuó en Una Guerra de Película con Downey y Amor sin Escalas con Galifiniakis), Jamie Foxx (trabajó con Downey en El Solista) y el propio Phillips con mayor tiempo frente a cámara que en otras películas. Se me ocurre al voleo, que en vez de hacer un guión “original” que deja un gusto a deja vú impresionante, con un fin tan banal, Phillips con ambos actores y fanático de las road buddy comedy movies podría haber hecho directamente y sin vueltas la remake perfecta de Los Hermanos Caradura. Por supuesto, la influencia está y la fórmula Aykroyd/Belushi/Landis es irremplazable, pero prefiero la remake honesta, antes que un híbrido de muchas cosas vistas, que terminan siendo prácticamente… nada. Pero bueno, para distraerse de los paros, cortes, caos diario, divertirse un rato y entretenerse sirve. No creo que haya otra pretensión más que esa. Un viaje muy efímero de ida y vuelta, que se olvida a los 5 minutos de terminarse.
Aquel Querido Mes de Abril “Cuando deseen filmar, elijan historias cercanas a ustedes. Relatos que sean amenos. Temas que conozcan” Esta frase me quedó impregnada en el recuerdo. La dijo mi profesor de dirección cinematográfica en el segundo año de la facultad. Su nombre: Gustavo Fontán. Muchos directores no son fieles a sus palabras, sus obras no muestran aquello que enseñan. Se contradice el discurso con la obra. Pero en el cine de Gustavo Fontán, esta norma es llevada casi al extremo. No hay película que no sea personal, y cuando me refiero a personal, no hablo solamente de un pensamiento, una ideología, una temática similar. Gustavo Fontán es un antropólogo de su propio árbol familiar, que logra converger la poesía, el cine y la memoria. Licenciado en literatura en la UBA, poeta, profesor y director de cine, Fontán empezó su carrera con cortos mediometrajes dedicados a la vida de otros poetas como Leopoldo Marechal, Macedonio Fernández y Jacobo Fijman. Desde ese momento, empezó la búsqueda de una estética que intercala ficción y documental. Su primer largometraje que no se basa en una historia verídica es Donde Cae el Sol (2002). Aunque se inspira en la relación que tenía él con su propio abuelo, este último trabajo de Alfonso de Grazia, demostraba que el realizador podía contar un pequeño cuento, con sencillez, sutileza, elementos amenos y cotidianos, pero sobretodo fluidez narrativa. Con El Arbol comenzó la trilogía de “La Casa” que, sigue con Elegía de Abril y terminará con La Casa. Recuerdo que para ejemplificar su pensamiento, Gustavo siempre nos hablaba sobre como estaba realizando El Arbol, en que se basaba para grabarla. Porque más allá del hecho de grabar a sus padres, y tener como actor fetiche a su propio hijo, el director utiliza elementos de su infancia que son palpables y se pueden conectar con el pasado de todos. Y ahí está la verdadera conexión del director con el público. No, en lo que provocan las imágenes en el momento, sino en lo que cada uno conecta con sus películas. Sus obras no solamente son audiovisuales, sino que son palpables, tiene aromas reconocibles. Esa casa, ese árbol, esa familia, no es nuestra, pero de algún modo es nuestra propia familia. Compañeros míos de la misma facultad donde da clases Fontán, Marcelos Scoccia y Cyntia Grabenja grabaron el corto La Mia Casa, ganador en el último Bafici, que justamente muestra lo mismo. Como el árbol familiar de uno se puede convertir en el nuestro, si reconocemos lo extra cinematográfico. Hablo de elementos que no necesitan explicaciones. Es por eso que valoro Elegía de Abril y El Arbol sobre el resto de las películas de Fontán. Porque a pesar de que Donde Cae el Sol y La Madre, sus obras llanamente de ficción tienen el lirismo y la temática, de estos seudos documentales, están ausentes de aquello, por lo que el cine el Gustavo más me gusta. Como su historia es la mía. En el medio de estas obras, también realizó un homenaje extraño y vanguardista sobre la vida de Juan L. Ortiz. Un trabajo más cercano al cine experimental: La Orilla que se Abisma. Un trabajo hermoso. ¿Por qué la hizo? Quizás la necesidad de que pase el tiempo… Ya que Elegía de Abril no se puede hacer en cualquier momento. Es una película sobre la espera… “Salvador Merlino, fue poeta. Su poesía celebra lo sencillo de la vida, la belleza de lo simple y, a su vez, los aspectos más trascendentes del hombre”. Esta es la definición que Fontán saca sobre su abuelo. Definición que quizas su nieto saque alguna vez de él. Elegía de Abril, a pesar de todo no es la historia de Salvador ni sobre el último libro del mismo. Sino una mirada sobre los que están vivos: sus hijos Mary (madre de Gustavo) y Carlos (el tío). A pesar de vivir juntos, Mary y Carlos están distantes. Les cuesta recordar la relación que tenían con su padre, y prefieren que su obra inédita, “Elegía de Abril” quede guardada en un ropero o se la lleve Gustavo. En el principio, el director sigue a ambos desde dos perspectivas: la suya y la de su hijo, Federico que graba todas las acciones con una cámara casera. Pero pronto ambos, se cansan de “actuar” y Fontán se queda “sin película”. Por lo que resuelve llamar a dos actores profesionales para que “reemplacen” a su madre y su tío: Adriana Aizemberg y Lorenzo Quinteros. El trabajo de ambos, obviamente es impecable, aunque los verdaderos son mucho más emocionantes. Al igual que en Aquel Querido Mes de Agosto de Miguel Gomes, se pasa del documental a la ficción en un paso. En el medio solo vemos al equipo técnico definiendo que van a hacer. Pero la estética no cambia en sí. Es un cine contemplativo, donde las conclusiones no se explican. El espectador se convierte en miembro de la familia a nivel literal y tiene que sacar sus propias conclusiones sobre porque las personas con las que vive, se comportan siempre de la misma manera, porque se relacionan de la manera en que lo hacen, porque se comunican como se comunican. Fontán no da respuestas, y no esperen un final conciliatorio de su parte. El cine de Gustavo no solamente es rico a nivel visual, no solamente es preciosista en cada plano detalle, sino que además tiene varios matices narrativos, capas que se van explorando sobre la memoria que se tiene sobre los muertos y el tiempo. Porque más allá de que se vuelva o no monótono el relato, lo verdaderamente admirable es la paciencia que tiene para realizarlo y la eficiencia que tiene al transmitirlo. Un lenguaje sencillo, belleza en lo simple, que a la vez habla de los aspectos más básicos y trascendentes del hombre. Salvador Merlino hubiese estado orgulloso de él.
Hombre Solitario III: La Gallina de los Huevos de Oro ¿Será acaso recordado como el 2010 el año de la soledad? ¿Cuanta más tecnología tenemos a nuestro alcance, más rápido envejecemos y más solitarios nos volvemos? Entre Michael Douglas (Hombre Solitario, Wall Street) y Adrián Suar (Igualita a Mí), quedó demostrado que es así. Incluso Leo Di Caprio está bastante solo en el mundo (La Isla Siniestra, El Origen). ¿Por qué vemos las mejores demostraciones de lo que significa la amistad en películas animadas que valoran las amistades entre juguetes o la que podría llegar a existir entre un chico y su mascota… un dragón? ¿Acaso la amistad está muriendo en el siglo XXI? Ya murió el amor para muchos… ¿la amistad sigue sus pasos? Claro, uno se justifica diciendo: “no… como voy a estar solo si tengo 500 amigos en el Facebook” ¿Pero será verdad eso, o solo una declaración de la soledad en la que está inmerso? Red Social es una película… antisocial en todos los aspectos. Por un lado, nos muestra la vida Mark Zuckerberg (Eisenberg), un joven brillante, un genio en matemáticas y computación, que vive dentro de su mundo de datos como John Nash o inclusive Raymond Babbitt, resentido porque su novia lo deja por ser un estúpido egocéntrico, misógino en cuanto a su visión de las mujeres, superficial y completamente aislado del mundo. Tiene compañeros de habitación, un seudo amigo al que llama cuando lo necesita y extrañamente no tiene ningún, ningún vínculo familiar. Durante 2 horas de película es un personaje que vive hablando y tirando datos, datos y datos, pero no parece humano. De hecho… ¿quiénes son verdaderamente amigos en una película que habla sobre el Facebook? Ninguno. Eso sí. Todos se volvieron millonarios. Desde otro punto de vista, la película parece imitar al personaje, al creador de la Red Social. Se trata de un film tan frío y estadístico como Zuckerberg. Una genialidad de guión acaso, pero tan ávido de sentimientos genuinos como cualquier comedia adolescente de los últimos años. Un ente solitario flotando en el ciberespacio cinematográfico, difícil de comparar con otras películas. ¿Acaso Zuckerberg es un Charles Foster Kane en potencia? Puede ser. ¿Acaso ha llegado a tener el poder de un Michael Corleone? Sí. ¿En que coinciden todos estos personajes? Todos terminan SOLOS. Y Zuckerberg tendrá poder y millones, pero terminará igual. Por lo menos eso muestra la película. Es un intocable. Nadie lo puede tocar. Se sugiere pero no se muestra. Y en los momentos más introvertidos, el personaje se encuentra solo, escribiendo en su computadora (como yo en este momento ja). ¿Acaso la computadora, la mejor fuente para “buscar pareja” en la actualidad no se trata del aislante más efectivo que tiene el mundo? Fincher y Sorkin son responsables de una “maravilla” cinematográfica según el cristal del que se mire. Tenemos diálogos creíbles, sofisticados, divertidos, irónicos, inteligentes que llevan una carga metafórica intensa. Hay escenas (aisladas, por supuesto) llenas de creatividad como la parábola entre la situación que viven los personajes de Zuckerberg y Saverín (co fundador del Facebook) y lo que este último hace con una gallina. Pero sobre todo, va a ser recordada por un prólogo y un epílogo de antología. Sutil pero a la vez directo discurso sobre el amor, el consuelo y la soledad. Narrativamente es clásica, pero a la vez tiene sus vueltas de tuerca. Por ejemplo, no es la historia de Zuckerberg como se vende a primera vista. Si bien los 45 primeros minutos aproximadamente se centran en él, después toman protagonismo los gemelos Winklevoss y Divya Narendra, quienes acusaron a Zuckerberg de robarle la idea, (la secuencia acaso más irónica y humorística del film), y posteriormente la relación de Zuckerberg con Saverín y su contrincante, Sean Parker, creador de Napster, en un tono más dramático. Pero al final, todo gira alrededor del verdadero protagonista de la historia. El guión de Sorkin es casi perfecto. Un poco discursivo, es cierto, y en el final tres personajes elementales quedan olvidados, pero aún así son elementos minúsculos de un guión soberbio y superlativo. A nivel visual es impecable. Uso y abuso de marrones, verdes y tonos barrocos son característicos en su filmografía y no faltan en esta obra. El problema es que sufre de la falta de personalidad autoral que tienen el resto de las sus películas. Me he preguntado en noches desveladas… ¿de que trata el cine de Fincher? Si Spielberg siempre habla del divorcio, si Burton habla de la reconciliación de los hijos con la familia, si Woody Allen habla de relaciones inadecuadas (y así podemos seguir con cada uno de los “maestros” del cine) de que habla Fincher no logro averiguarlo. En un comienzo hacía vibrantes thrillers con finales inesperados. Después de El Club de la Pelea, se puso más convencional acaso, y tras La Habitación del Pánico abandonó el género directamente (considero a Zodíaco un drama épico). Pero ¿cómo encuandran Benjamin Button y Red Social en su filmografía no logro definirlo. El hecho de “pertenecer” a un club o sociedad es el punto de partida de esta película y El Club… inclusive de Al Filo de la Muerte (The Game). Humanizar las películas de asesinos seriales, dándole una explicación moralista e incluso existencialista a los asesinatos fue el tema de sus dos mejores obras, en mi opinión, las más destacadas visualmente, menos pretenciosas e incluso mejor actuadas como son Zodíaco y Pecados Capitales. Acaso las dos únicas obras con… alma. Red Social carece de eso. Quizás es a propósito, pero no lo creo. Fincher fue llamado a hacer esta película tras cierta “desilusión” que terminó siendo Benjamin Button. Y lo que hizo fue un superficial, pero a la vez soberbio trabajo técnico. El montaje es excelente. La fotografía maravillosa y también se destaca en un rubro donde generalmente no le dan crédito: la dirección de actores. Si Fincher puede sacar una interesante interpretación (pero no asombrosa como decía algunos) de Justin Timberlake, y lograr que Jesse Eisenberg, que siempre ha interpretado a personajes “nerd”, lo haga una vez más pero con tal profundidad dramático y sicótica, al punto que asusta cada tic, cada gesto que tiene el personaje es porque en ese sentido tambien la tiene clara. Pero dirigir es más que eso. Es poner el corazón, el mentón, la frente, el pasado, la historia familiar, la memoria emotiva en función de la obra. Eso diferencia a un muy buen director de un artista cinematográfico. Hay directores que corren riesgos y fracasan, pero la intención y el sentimiento es tan honorables, que las “fallas” quedan perdonadas, pero Fincher es demasiado perfeccionista en este sentido. Ben Affleck o Clint Eastwood, son más sentimentales y falentes, pero sus obras, al menos respiran humanidad. Pueden llamarlo “director intelectual” a Fincher si quieren, pero lo cierto es que hubo directores intelectuales como Kubrick, Welles o Hitchcock que componían sus películas con sentimientos autóctonos. Fincher es un Zuckerberg en potencia. Esperemos que con la adaptación de Los Hombres que no Amaban a las Mujeres, volvamos a encontrarnos con la tensión y los excelentes climas logrados en Pecados… y Zodíaco (al menos espero que sea mejor que la adaptación sueca). Igualmente, lo que más me llamó la atención en forma negativa de Red Social, y que no escuché decir a nadie es lo misógina que es. No hay un solo personaje femenino fuerte o interesante, excepto por Erica, la antigua novia de Mark (Rooney Mara, la actriz de la versión de Fincher de los libros de Larsson). El resto son puro objeto sexual, casi inerte. Al igual que los personajes de las comedias sexuales universitarias. ¿Serán así realmente las mujeres en Harvard? ¿Será que Fincher/Sorkin solo quería mostrar lo que ven, obsesiona a los protagonistas? ¿O será que ellos mismos en su afán de convertirse en futuros Zuckerberg/Saverín/Parker son tan misóginos como ellos? Volviendo a la película destaco las interpretaciones de Eisenberg como Zuckerberg. Sin duda, su mejor actuación. Esperemos que lo ayude a salir del encasillado rol de “nerd looser”. Andrew “Hombre Araña” Garfield, se come la mitad de la segunda parte con un personaje clásicamente estadounidense y casi hitchcoiano: “el buen tipo traicionado”, y me encantaron el novato Armie Hammer en el doble rol de los gemelos Winklevoss (las diferencias en las personalidades, están muy bien trabajadas) y del ascendente Max Minghella (hijo del finado Anthony), del que pronto se va a ver una gran actuación en Agora de Alejandro Amenábar. ¿En que quedamos? Red Social puede ser la película más importante hecha sobre un tema contemporáneo. Está llevada a cabo con inteligencia y sagacidad por dos hombres que conocen muy bien su oficio como Fincher y Sorkin. ¿Es la película del año? No tiene la impronta. Además, el año no terminó. Mientras, espero LA obra del 2010, voy a ir posteando esta crítica en Facebook. Y aunque no creo que lea, la quiero terminar dándole un consejo a Mark Zuckerberg. La dijo el mejor filósofo del siglo XX: “Nunca seas socio de un club que te acepta como miembro”
C’ Est la Vie La vida no es color de rosa. Lo sabemos todos, y si por alguna razón sentimos que la segunda obra de Bezançon nos produce una sensación de deja vu es porque las situaciones son demasiado identificables. Se trata de una película que supone mostrar “la vida familiar” a través de cinco episodios concretos de los Duval durante 12 años. Cada episodio lleva su propio títulos y está protagonizado por un miembro distinto. Los Duval están compuestos por Robert, taxista (chiste fácil, la relación con el actor de Apocalipsis Now, interpretado por Gamblin), su esposa Marie Jeanne, ama de casa (Breitman), y sus tres hijos, Alfred, médico (Marmai), Ralph, el bohemio (Grondin) y Fleur, la adolescente rebelde (François, actriz de Unmade Beds del argentino Alexis Dos Santos). Cada uno tiene su lucimiento particular, pero a la vez participa y es fundamental en los episodios de los demás miembros. Cada episodio toma un día de su vida en un año particular: 1988, 1993, 1996, 1998, 2000. Siempre en un fecha relacionada con el día 3 de un mes distinto. Cada día representa el momento que cada personaje siente como el más importante de su vida: todos se relacionan en cierta forma con el conocer el amor, la ida o vuelta al hogar, la reflexión sobre el paso del tiempo o la muerte. Gracias a un guión sólido sin fisuras, muy calculado, este relato seudo coral, se convierte en una agradable comedia dramática, que sin salir de algunos moldes, logra trascender gracias a personajes e interpretaciones creíbles y divertidas que generan empatía con el espectador. A pesar de los previsibles momentos sensibleros y un par de golpes bajos, el director y guionista se propone no armar la típica telenovela o melodrama familiar, lo cual la acerca principalmente a la canadiense Mis Gloriosos Hermanos (C.R.A.Z.Y) o el cláscio de Ettore Scola, La Familia con Vittorio Gassman con remanentes de Vida en Pareja de Ozón. Más allá de compartir protagonista (Marc-André Grondin), Amor de Familia, comparte un tono y una estética pop muy interesante con Mis Gloriosos.... Cada episodio es encarado con estética levemente diferente (hay diferencia sutiles de colores, y según el episodio se pasa de planos fijos generales a primeros planos con cámara en mano), está muy cuidado el contexto artístico y musical. Los tres hermanos comparten pasión por cantantes de moda (especialmente por el grunge y heavy metal), y la habitación, y vestuario de cada uno concuerda con la moda imperante (prestar atención a un poster futbolero que aparecen en el fondo de la habitación de Alfred en un flashback). A diferencia del film canadiense, el de Bezançon no tiene momentos surrealistas, y los problemas padre-hijos no toman tanto protagonismo o son tan fundamentales. Acá, no hay un único narrador, y cada visión tiene un contexto, cada acto, una consecuencia y una fundamentación. Más allá del “realismo” que le quiere aportar el director hay secuencias muy divertidas que se salen de lo cotidiano, y collages visuales más cercanos a una estética videoclipera o publicitaria que le dan ritmo y dinamismo a los 114 minutos que dura la película. El montaje y la fotografía son fundamentales en estos aspectos, así como la elección de los temas musicales que van desde AC/DC, Janis Joplin, Lou Reed o Nirvana. La gracia de Gamblin como el patriarca de la familia es lo que más se destaca del elenco. Pero hay que aclarar que todo el elenco es versátil y eficaz en cada rol, incluido el abuelo interpretado por el veterano Roger Dumas. A pesar de algún plano acompañado por un acorde melancólico que busca la emoción gratuita y alguna mensaje moral subliminal, Amor de Familia (el título original se emparenta con la traducción que le dieron acá a Un Conté de Noël de Arnaud Desplechin) , es un agradable entretenimiento, que evita caer en el típico lugar seudo intelectual de cierto cine francés (de hecho parece más canadiense que francesa), da pie a la reflexión y a la reconciliación familiar,
Cuando la Ciudad se Despierta… Películas sobre ladrones, asaltantes de bancos, etc existen desde que el cine es cine. De hecho, a mi criterio la primera obra maestra cinematográfica e insuperable en ritmo y narración es El Gran Robo al Tren (1903) de Edwin S. Porter. Mezcla de western con thriller, Porter revolucionó el nuevo séptimo arte con esta historia de unos ladrones que robaban el tren que llevaba el dinero de los bancos. Ha pasado más de un siglo y el género de “robos” sigue más vigente que nunca. Quizás porque los asaltos siguen siendo cosa de todos los días, quizás porque resulta muy atractivo las nuevas tecnologías que usan los ladrones para asaltar, o simplemente porque siempre satisface ver una película de acción inteligente con ladrones inteligentes, personajes bien delineados y mucha, mucha acción. Hay ejemplos de todo tipo. Desde fines de los años ’30 hasta principios de los ’50 el film noir tomaba como protagonistas a los criminales, los humanizaba, pero al mismo tiempo castigaba sus fechorías. Por esos años, aproximadamente, se empezó hacer lo mismo en Francia con Jean Pierre Melville a la cabeza, e incluso hay buenos ejemplos en Argentina como El Asalto o Apenas un Delincuente de Hugo Fregonese. Muchas veces se dijo que el género murió con la llegada y difusión del cine color. En parte se perdió el misterio, el perfil romántico de los personajes que interpretaban principalmente Humphrey Bogart y Robert Mitchum en sus años mozos, pero en cambio se ganó en crudeza y realismo… En los ’70 esto quedó claro con policiales que incluyeron asaltos y persecuciones como Contacto en Francia (1971) de William Friedkin; Harry, el Sucio (1971) de Don Siegel o Tarde de Perros (1975) de Sidney Lumet. Por supuesto, que también la comedia dio pie a excelentes películas sobre robos: personalmente me encantó el trabajo que hizo George Roy Hill con El Golpe o Butch Cassidy con la dupla Redford / Newman. Por otro lado, un clásico también podría decirse que fue, con un tono seudohumorístico, Bonnie & Clyde del recientemente fallecido Arthur Penn. Y una comedia sobre robos de bancos que fue muy subvalorada, pero es muy divertida y original es No Tengo Cambio (1990) dirigida y protagonizada por Bill Murray. Todas ellas sumadas, a las dos mejores obras sobre robos de banco hechas, Mientras la Ciudad Duerme (1950) de John Huston y Casta de Malditos (1958) de Stanley Kubrick, fueron influencias para que una nueva generación de realizadores intente reproducir la tensión, el suspenso, el misterio y la humanización de los personajes de los film noir, con la crudeza de los ’70. La violencia de los asaltantes se pone frente a usos pocos dogmáticos de las fuerzas policiales. Ojo, no corruptos, pero sí con métodos inusuales, mostrando policías inteligentes, honestos, pero a la vez, antimoralistas. Némesis que en realidad provienen del mismo sitio, pero que cada uno decidió ponerse en veredas opuestas. No voy a incluir películas mafiosas destacadas como Los Infiltrados de Scorsese (o la versión original china) o Brasco, sino los mejores asaltos de los últimos años: Punto Límite (1990) con Keanu Reeves y Patrick Swayze de la ganadora del Oscar Kathryn Bigelow, Fuego contra Fuego de Michael Mann con la perfecta dupla Pacino / De Niro y sobretodo, uno de los más inteligentes asaltos vistos en la década (con esta se van a sorprender), El Caballero de la Noche, de Christopher Nolan. Sí, la última de Batman representa el espíritu de los film noir y la crudeza de los ’70 en su mejor nivel. Y una de las cualidades de los films de robos filmados en colores es su aspecto brillante y diurno. Películas muy nítidas, veloces… en fin, como los robos de hoy en día. Dentro de estos conceptos, Ben Affleck, retoma las riendas de la dirección cinematográfica y filma. En Busca del Destino (de la nota) Un grupo de ladrones que provienen de los barrios suburbanos de Boston, los barrios más humildes y marginales, se convierten en la pesadilla de la ciudad. Siempre usando disfraces diferentes tratan de no herir a nadie en el camino, gracias a que su líder, Doug (Affleck) es un tipo pacífico dentro de todo. La película comienza con un asalto con muchos remanentes del comienzo de El Caballero… Golpean al subgerente del Banco (Victor Garber) y se llevan a la gerenta (Rebecca Hall) como rehén, dejándola en un playa sola. Sin embargo a Jem, el miembro más violento de la banda (Jeremy Renner) esto no le gusta y Doug decide ir a vigilar sus acciones, pero termina enamorándose de ella. Al mismo tiempo, por un tenaz y persistente agente del FBI (Jon Hamm). Y la banda seguirá tocando… Affleck, criado en los suburbios pobres de Boston, situó en el mismo sitio su guión (supuestamente co escrito con Matt Damon) de En Busca del Destino (Good Will Hunting). Sus protagonistas están rodeados por las bandas callejeras que frecuentaba Will (Damon) en la misma película, y un entorno de drogas y prostitución. Generalmente los trabajadores de la zona son obreros o trabajan en la construcción. De hecho es bastante divertido ver en un momento a Affleck con el mismo traje que usaba en la película de 1997. Entre ambas vale recordar una película por demás curiosa como Desapareció una Noche, más cercana a un Clint Eastwood que a un Michael Mann, este thriller dramático sobre una nena que era secuestrada en complicidad con la policía planteaba debates interesantes sobre las consecuencias de ser criado en un ámbito social “peligrosos”. ¿Dónde debía recaer la educación y crianza de un infante de 6 años si la única cuidadora era una madre soltera drogadicta y alcohólica? ¿Mandarlo a un orfanato, lugar donde, según las perspectivas de los personajes, comenzaban las pandillas juveniles o dejarlo con la madre?, Ben Affleck daba un happy end con sabor ambiguo en dicha película. Esta vez, deja de lado las sutilezas, y le da prioridad a la acción antes que al debate social, que también está pero no tanto en primer plano. Quizás a modo de desafío, se tomo más en serio otros aspectos como el montaje y la fotografía, antes que la historia en sí, la cuál no escapa de los lugares comunes de las películas mencionadas previamente. Sin embargo no descuida a sus protagonistas y al igual que Eastwood encara una dirección actoral clásica. Las mejores actuaciones las logra, aunque sorprenda, de él mismo y sobretodo de Rebecca Hall. No digo que Affleck haya mejorado mucho, pero desde Hollywoodland ha madurado. Mientras tanto Hall, es maravillosa, un milagro interpretativo descubierto principalmente por Nolan en El Gran Truco y explotado por Woody Allen en Vicky Cristina Barcelona: sensible, dura, inteligente, una perfecta femme fatale, aun cuando el personaje no es malo. Pero ha tener en cuenta. Me recuerda un poco a Ava Gardner. En su frialdad hay algo muy sensual… En cambio, otros personajes son llevados al borde del absurdo y lo caricaturesco, como Jeremy Renner, totalmente acelerado y sobreactuado (en contraste con la frialdad que mostraba en Viviendo al Límite) y sobretodo Jon Hamm (el actor de Mad Men, con un gran parecido físico entre John C. MacGinley y Christopher Reeves), excesivamente superficial. Es más interesante la actuación y el personaje del asistente, Titus Welliver (el hombre de negro de Lost) Al elenco se suman la atractiva y prometedora Blake Lively, y dos monstruosos trabajos de dos sólidos veteranos como Chris Cooper y Pete Postlewhite. Atracción Peligrosa es más ágil que Desapareció… tiene buenas cuotas de acción, dramatismo (sin caer en lo telenovelesco) y reflexión. No alcanza la profundidad psicológica (ni la duración, por suerte) de Fuego contra Fuego, pero sí nos presenta a un actor, que muchos ya daban por muerto, encarando nuevamente un rol detrás de cámaras por demás interesante. Robert Elswitt como director de fotografía, ayuda que cada plano de la película tenga atracción para el ojo del espectador (excepto los flashbacks en blanco y negro, que están de más). Atracción… es un thriller de la vieja escuela, bien pensado, un poco frío en ciertos aspectos, y no tan humanizador (más cerca de Kubrick que de Huston se podría decir), que no sale de algunos estereotipos y situaciones previsibles, pero estos aspectos no le juegan demasiado en contra. Esperemos que mientras la ciudad duerma, esta nueva casta de malditos liderada por Ben Affleck, quizás en una tarde de perros en punto límite, siga dando golpes de este tipo… y que nuevas generaciones sigan honrando la memoria de Edwin S. Porter.
Se le acabaron las millas Le puede ir muy bien en los casinos de Las Vegas y de Europa, pero con el amor no tiene suerte hacer rato. George Clooney es un galán descorazonado. Al menos en sus últimas interpretaciones. Esta vez en El Ocaso de un Asesino, sino las puede tener… las mata. El personaje de Jack hace recordar un poco al Ryan de Amor sin Escalas, un hombre taciturno, con un pasado oscuro, solitario, sin hogar fijo, experto en lo suyo, que desea que cada nuevo trabajo sea el último porque siempre termina perdiendo una mujer en el camino. Rodeado de una típica villa italiana, se enamora de una prostituta hermosa, con la que se quiere escapar después de realizar una última misión, en la cual no va a tener que soltar disparos supuestamente sino solamente armar a una bella asesina. Este segundo largometraje de Corbijn prometía desde el trailer y el afiche inicial, mostrarnos una perspectiva europizada de las películas de asesinos profesionales. En ese sentido, el director de Control cumple, al menos en términos cinematográficos. Junto con el director de fotografía, aprovechan al máximo cada paisaje europeo (ya sea Suecia o Italia) para enfatizar la desolación de este personaje que solamente tiene que esperar… a que le llegue la hora. Corbjin trabaja el personaje de Jack en varios niveles psicológicos y existenciales, pero sin ser redundante o explicativo. El sutil, fino y elegante trabajo de George Clooney es muy interesante para entender el funcionamiento de la mente de este hombre. Corbjin trabaja con cuadros, no con planos. Trabaja con una simetría total completamente pictórica clásica, y aplica dicho clasicismo en la elección de las referencias cinematográficas que utiliza. La película remite a los policiales negros de principios de los ’50 con un protagonista al que no le queda mucho tiempo de vida, y a la vez por la elección de los principales personajes que lo rodean, Clara (la prostituta) y el padre Benedetto, un cura bonachón, con un secreto a cuestas. También se nutre, y muy bien a los policiales dramáticos europeos de los años ’60, especialmente los franceses como A Pleno Sol, de René Clement, donde por primera vez aparecía el personaje de Tom Ripley (Alain Delon), también reconocido en El Amigo Americano (de Wim Wenders con Dennis Hooper como Ripley). Si bien, Jack no es un sociópata como Ripley, el hecho de ser “un americano” forma parte fundamental de la estética narrativa de la película, donde se hace hincapié en la utilización del termino “americano” según la cultura europea: un café americano, el tema “No parlo americano” (que salía en El Talentoso Sr. Ripley para seguir en los paralelismos con el personaje de esta película). Y no falta tampoco la sensación de estar viendo un western crepuscular como A la Hora Señalada o Quién le Disparó a Liberty Valance, donde el “héroe”, debía esperar la llegada del villano en un pueblo pequeño y de paso, se enamoraba de la chica menos pensada antes de duelo final. Esta vez, el villano es dejado a un segundo plano para centrarse en crear a este antihéroe. Y en este sentido es donde encuentra más agujeros la película. Si bien desde un punto de vista visual e interpretativo, el talento artístico de fondo es innegable, la imagen está trabajada en sentido plástico, e incluso los tiempos son diferentes al de los thrillers estadounidenses contemporáneos, pero no por esto es densa o aburrida (aun cuando no hay mucha acción, Corbijn maneja muy bien los climas de suspenso y da falsas pistas al personaje, y al espectador), a nivel narrativo, la historia es demasiado previsible y convencional. Al hablar de Erase una Vez en el Oeste, Sergio Leone (quien tiene un homenaje justificado en el film) dijo: “Es una danza de la muerte: desde el principio sabemos que los personajes no van salir vivos”. Ahora bien, la comparación es un poco banal: mientras que Leone sabía como rellenar el desarrollo de la película con lirismo auténtico, humor y escenas de acción soberbias, Corbjin se limita a dejar que el tiempo pase… y pase… Por lo tanto, cuando termina el film, uno dice… “Al final, todo terminó como pensaba”. Nos quedaremos con los méritos de un director cinéfilo, excelente constructor de climas y encuadres, las soberbias interpretaciones de Clooney, Plácido (Clara), Bonacelli (el cura) y Leysen (Pavel, el jefe de Jack) antes que una historia tan remanida, con tantos lugares comunes. Demasiada película para tan poco guión.
Amor a Distancia Olvidémonos por un minuto del guión, de los diálogos, de los personajes. ¿De que se trata el cine? ¿De que se trata el arte en general? De miradas. Puntos de vista. Aprender a ver, observar. Se ha dicho por ahí que los cineastas son grandes vouyeristas del mundo que representan su visión a través de la cámara. Bueno, lo mismo se puede decir de los artistas plásticos, de los fotógrafos, incluso de los escritores. Pero en el cine, la visión está en constante movimiento, por lo cuál el receptor de la información no tiene tiempo “eterno” en realidad, para quedarse mirando una simple imagen (incluso en una película de Kiorastami). Cuando uno va al cine está obligado a moverse, a ver como el cuadro cobra vida y movimiento. Mirada y movimiento. Eso caracteriza al cine. ¿Y cuales son los pilares fundamentales de Gigante? Justamente eso: mirada y movimiento. Y no hablo de travellings. Es más el 80% de la película está filmado con planos fijos, pero cuando tiene que moverse, se justifica, y la técnica, ahora sí llamémosla travelling, está al servicio de la historia. Por lo tanto, esta autoconciencia de la importancia de las miradas, los encuadres y el movimiento en Gigante, hacen de esta “pequeña” película uruguaya, una de las mejores obras del año. Discípulo del cine de Robert Bresson más que de George Stevenson (cuac), Biniez apuesta por un minimalismo austero pero riguroso, sin nunca perder de vista a sus protagonistas, la historia e incluso, el propósito real de la película: contar un clásico relato de amor. El cuidado de la puesta en escena es proporcional al excepcional guión, apoyado por el Hubert Bals, en Alemania. Jara es el guardia de seguridad nocturno de un hipermercado en Montevideo. Es un hombre realmente corpulento, una bestia anatómica. Su trabajo consiste en vigilar un pequeño monitor por donde van pasando sucesivamente las imágenes que graban las diversas cámaras de seguridad, y anotar anomalías. En su tiempo libre juega a la Play con su sobrino y los fines de semana es patovica en un boliche de Heavy Metal. Un día, queda prendidamente enamorado de una de las chicas que limpian. A partir de ese momento, y en parte carcomido por la culpa, empieza a seguirla después que ambos terminan su turno nocturno. Al igual que el protagonista de la ópera prima de Christopher Nolan, Following, Jara sigue a Julia por el barrio, empieza a conocer su vida, sus rutinas e interiorizarse de su “vida amorosa”. Al mismo tiempo, en el trabajo debe luchar con las presiones diarias: un supervisor molesto, compañeros que se quejan de contracturas, y fundamentalmente, la amenaza de despidos masivos. Pero a Jara solo le importa una cosa: Julia. A pesar de ser algo rústico, este “seguidor” empieza a convertirse en una suerte de “héroe urbano” al tiempo que trata de pasar desapercibido ante los ojos de Julia. Biniez recrea una historia de amor clásica: la bella y la bestia, pero solo desde el punto de vista de este último. La “brutalidad” de su comportamiento diario contrasta con la timidez, ternura e incluso, comportamiento infantil cuando sigue a Julia. Los celos, el miedo, la protección. Biniez trabaja con un humor sutil, sencillo y efectivo. Cálido. Lejos de la pretensión intelectualoide. La manera en que construye ambos personajes es maravillosa. No vale develar mucho, pero préstenle mucha atención a las palabras que Julia dice en toda la película. Pero no es solamente el tacto de Biniez para crear esta historia y representarla, lo que convierten a Gigante en un film… gigante. Horacio Camandule, austero, natural, brutal es increíble. Desde sus pequeños ojos, se pueden leer muchas cosas, y al mismo tiempo, estamos frente a una persona sincera y honesta. Al mismo tiempo, la frágil interpretación de Leonor Svarcas, es perfecta como contrapunto de Camandule. Sin dudas, se trata de la pareja perfecta. Desde la cuidada fotografía que toma elementos del cine de Kitano (como Escenas Frente al Mar), los encuadres, la música incidental, el montaje externo y sobretodo el interno de los planos, Gigante es una de esas pequeñas películas, a las que uno le encuentra más elementos y facetas a medida que pasan los días. Porque si encanta por la historia, al tiempo que uno la está viendo, va creciendo en perspectiva cuando sigue reflexionando sobre ella (y especialmente cuando la compara con la mayoría de los demás estrenos de la semana). No se trata solamente de una historia de amor, es una película política, es una película sobre la cura de la soledad, de superar los miedos y aversiones de la sociedad, de ir en contra del sistema, incluso. Biniez se ha criado trabajando a la par de Rebella y Stoll (directores de Whisky y 25 Watts, donde colaboró) y ha tomado lo mejor de su lenguaje austero, su humor lacónico, melancólico pero a la vez querible Generalmente, no me gustan las comedias románticas estadounidenses. Me parecen todas iguales, por eso Gigante, sin ningún exceso me pareció increíble. La comedia romántica del año. Es cierto, que hay una escena promediando la hora de metraje, que queda un poco inconexa y no logra resolverse concretamente. Pero Biniez repara este descuido narrativo / formal con otra escena y un plano que resumen toda la película, donde la pauta es, que ni los personajes ni los espectadores lo sabemos todo. Que siempre hay otra mirada dentro de una misma mirada. Un solo plano, que sería la envidia de Orson Welles y emocionaría al propio André Bazin. Ganadora en Berlín del Oso de Plata: Gran Premio del Jurado, a la mejor Ópera Prima y el premio Alfred Bauer, Gigante, anuncia que del otro lado del río (aunque es argentino), Adrián Biniez es un realizador sensible y reflexivo a tomar en cuenta. A pura mirada… a puro movimiento… nos ha mostrado su visión del mundo, y compartido con nosotros, qué hay más allá del ojo de la cerradura, o en este caso, del otro lado de la pantalla.