He visto bastante de la filmografía del realizador independiente Ernesto Aguilar y hay que destacar que este año se han estrenado tres títulos suyos en Espacios INCAA: "Ivi", "Lucy en el Infierno" y este que nos convoca hoy, "De despojos y costillas". Aguilar trabaja con una productora bonaerense pujante, con mucha fuerza y compromiso (Margen Cine), y tiene una extensa carrera como realizador, aunque sus títulos más emblemáticos no son conocidos por el gran público en nuestro país. Para los que me leen habitualmente, brego por que sus trabajos tengan un soporte técnico acorde y que mejore la capacidad de desarrollo de sus proyectos, a través de guiones más interesantes y acordes a las posibilidades de realización concreta. Resistí mucho títulos como "Lucy en el infierno" y por eso, creo que a Aguilar le viene bien explorar otro tipo de tópicos, como el que trae en "De despojos y costillas". La primera impresión es que este es un título que conecta temáticamente con una gran película nacional del 2012, "Abrir puertas y ventanas" (de Milagros Mumenthaler). Escenarios de casa grandes, en el suburbio de la ciudad, y un duelo. Alguien falta. Y esa ausencia es reciente, dolorosa, punzante. Y tres mujeres jóvenes se reunen, a elaborar, de alguna manera, esa pérdida y avanzar con motorizar resoluciones que les permitan seguir adelante. Alejandra (Florencia Carreras), Daniela (Florencia Repetto) y Laura (Yanina Romanin) se reunen en la casa de su mamá, recien fallecida. Cada una viene de universos distintos, la vida las llevó por diferentes caminos y deben reencontrarse, (y reconocerse) en esta díficil circunstancia. Una de ellas está embarazada y viene de una situación complicada con su pareja, otra tiene problemas de relación para sostener a sus compañeros, y la tercera, directamente, vive en el exterior (Canadá) y está de regreso después de un tiempo largo. Aguilar presenta un relato que intenta instalar la discusión sobre las formas de duelar. ¿El impacto de la pérdida es igual para las tres? ¿Qué rencores aparecen a la hora de la desaparición física de su madre? Pero eso no es todo. Dos hermanas quieren vender la propiedad y para eso necesitan una sucesión y la firma de todas. Una de ellas no parece convencida. ¿Qué sucede en esa vinculación con respecto al pasado? ¿Qué sucedió en el último período donde su madre estuvo con vida? Estas y otras preguntas, aparecen naturalmente en el devenir de la cinta. El problema es que su tratamiento no tiene la profundidad dramática necesaria para dar esas respuestas. No creo que sea deliberado. Me da la impresión que el contrapunto entre las hermanas debería registrar mayor voltaje, así como las escenas donde se conectan con la vida. Algo sucede y las actrices describen ese momento, pero no hay pulsión ni energía en esos intercambios. Eso no sucede, y "De despojos y costillas" muestra su costado frío, en términos de calor de pantalla. La cinta avanza, pero las cuestiones, no necesariamente se resuelven. No es que tengan que serlo. Pero al dejar todo abierta, la pregunta natural es... ¿Y qué estamos intentando establecer? Se percibe a "De despojos y costillas" un tanto débil en los diálgoos, hay descripción pero no tanta conexión emocional. No se percibe que haya una intencionalidad que profundice el conflicto y sólo presenta algo de las angustias de tres hijas, conectándose (en mayor o menor medida) con el recuerdo de su madre. Las tres tienen temas sin resolver pero su abordaje no cobra fuerza en ningún momento del film. Los flashback y las apariciones (o alucinaciones), sólo aportan color y quizás no hayan sido necesarias. (Sí por ejemplo conocer más sobre porque las hermanas se llevan como llevan, en términos de afecto y comunicación). Desde ya, que más allá de esta percepción, esta es de las mejores películas de Ernesto Aguilar. Sabe donde va, el camino es claro y su elenco responde al ordenamiento que propone para encuadrar la acción. El hecho de que ruede la mayoría en interiores (excepto el patio de la casa), le permite dominar más los encuadres y el film evidencia un avance en cuanto a cómo venía produciendo Aguilar sus últimas películas. Se nota cierto progreso en la dirección de actores y es una buena noticia para quienes seguimos su cine. "De despojos y costillas" es un producto independiente que muestra una idea sencilla, ejecutada con intérpretes competentes y con un esquema de producción que la hace más amistosa para el gran público que la mayoría de títulos de la trayectoria de Aguilar. Estará en el Gaumont y en la red INCAA y es una buena posibilidad para apoyar a un cineasta que parece haber encontrado la conexión entre sus intenciones creativas, y lo que el espectador promedio necesita para ingresar a ese mundo particular. Celebramos entonces el valor que "De despojos y costillas" ofrece en este contexto.
Cuenta la leyenda que en la segunda mitad de la década del 70', el primer policía de color del departamento de Colorado Springs, Ron Stallworth, comenzaba una investigación fuera de lo común. Arriesgada. A niveles, inimaginables. El, desde ya, era un oficial bastante particular. Transgresor, sin dudas. Tanto, como para encontrar en el diario un aviso del KKK y llamar para contactarlos!! Con ese disparador, todo puede esperarse en un relato. Y mucho más cuando quien lo moldea, es Spike Lee. Sí, el equipo que adaptó el libro de 2014 que cuenta esta historia (porque como ya dijimos es un caso real), está integrado por Charlie Wachtel, David Rabinowitz y Kevin Willmott. Pero quien corta el bacalao (como diría mi abuela), es el viejo Lee (mete mano en el guión y recrea con potencia visual). Su estética, la forma en que registra las conexiones y miradas, el desparpajo y la lectura política que propone, le da a esta material otra relevancia. Su forma de conectar este "episodio" con lo que sucede en Estados Unidos hoy, en tiempos de Trump, también. Y eso es lo que hace que "El infiltrado del KKK" tenga un nivel fuera de lo común. Lo crean o no, Spike Lee volvió, un día, retomó su carrera de gran cineasta. Le tomó su tiempo, pero está de vuelta. Y eso, amigos, no es poco. Tenemos aquí una construcción de escenario que presenta dos personajes fundamentales, el polícia rookie de look afro (John David Washington quien hace de Ron), y su colega blanco que será su alter ego, cuando le toque interactuar con los amigos del clan, Flip Zimmerman (Adam Driver). Ellos dos componen el equipo que tratará de destruir la cédula del KKK de su zona y tal vez, sus ramificaciones más encumbradas. Comienzan a trabajar juntos, ante la atenta mirada de sus jefes, pero eso no les dará todas las protecciones del caso. Básicamente, los dos conformarán un equipo que funcionará de una extraña manera: uno habla por teléfono con el KKK y el otro pondrá el rostro y será el encargado de interactuar con los racistas blancos en el campo. Ellos irán haciendo una infiltración singular, contada de manera divertida, llena de idas y vueltas que mantendrán al público interesado y entretenido. Muchos de los tópicos que presenta, tienen gran actualidad, como verán en el desarrollo de la cinta. Pero Spike Lee no sólo se ocupa de la persecusión blanca sino que mira también del otro lado de la acerca. Ron se acerca a ver cómo funcionan las Panteras Negras y adentrarse en su lógica para entender la relación de fuerzas. Allí se topará con Patrice (Laura Harrier), con quien abrirá una pequeña subtrama amorosa. Spike Lee juega a varios niveles y cuando creemos que estamos disfrutando una "buddy movie" (porque esto sucede), cambia de frecuencia y se pone a tiro con la sátira política o hasta se permite un tiempo corto para el romance y las grandes "definiciones" en la vida. Es quizás... difícil de explicar porqué deben ver "El infiltrado del KKK" pero en pocas palabras, creo que es una cinta divertida, política, bien contada y con una ambientación y una OST excelente. Puede parecer en algunos tramos lenta (y larga, ya que supera las dos horas de proyección), pero está justificada en toda su extensión. Es una agradable sorpresa en tiempos de pocas ideas.
Agustina Comedi presenta en la Sala Lugones, un documental que viene precedido de una mención especial del jurado en el #BAFICI20 de este año. "El silencio es un cuerpo que cae" es un fascinante relato que reconstruye, a través de retazos de "found footage" y entrevistas, la vida de Jaime, un abogado cordobés que supo ser gay durante los difíciles 70' y 80' y militó por la causa revolucionaria en forma comprometida y sostenida. Pero ese es sólo el punto de partida para un análisis más profundo, sobre lo complejo que era expresar la preferencia sexual en esos duros años. Comedi cuenta la historia a través de fotogramas y material fílmico recuperado de la casa de sus padres. Jaime (su papá), era un hombre muy culto, preparado y tuvo muchas parejas en su condición de homosexual, hasta que decidió que necesitaba atravesar la experiencia de ser padre, y abordó una etapa distinta de su vida. Se casó (ya un poco más grande, en sus 40) con la mamá de Agustina, para vivir un tipo de existencia de otro tipo, hasta el momento de su muerte, producto de un accidente en un campo. Lo primero que hay que decir es que las 160 horas de VHS que encontró Comedi sobre vacaciones, eventos, cenas, reuniones y salidas, ella encontró material muy interesante que muestra lo carismático que era su padre, pero cómo los silencios y lo "escondido" marcaban la agenda de ciertos acontecimientos. En cierta manera, muestran una configuración silenciosa en la que hay cosas potentes que se juegan en miradas, con opiniones (la secuencia de entrada es muy gráfica) e incluso, con ausencia de las mismas. Se suceden entrevistas a gente que conoció a Jaime, en sus épocas de militante y activista. Se reconstruye un perfil de hombre que parece tener dos etapas bien marcadas en su vida. Además, estos testimonios contribuyen a conocer al padre de la cineasta, a quien se lo percibe como un líder nato, que llevaba adelante una vida militante peligrosa, que siempre puso al servicio de los demás. Puede decirse que hay una parte bien documentada que explica que pasó en esos años, hasta que sentimos que se llega a un punto de inflexíon en el film. Agustina trae el recuerdo de un amigo de su papá que le dice, luego de su desaparición física..."cuando vos naciste una parte de Jaime murió para siempre". Todo este universo de contradicciones es lo que gobierna el sentido del film. ¿Cómo reprimir lo que uno siente y quiere exteriorizar, en el marco de una sociedad cuyos valores condenan la homosexualidad?¿Qué cuestiones tuvo en consideración Jaime para cercenar una parte de sí? Jaime probablemente pueda ser un emergente de esa trama de opresión cultural que estigmatiza y lastima, y ese costo, se paga caro. Es en definitiva, el panorama que la comunidad LTBG tuvo que enfrentar durante los años oscuros de nuestra dictadura, y los que siguieron, que tampoco fueron fáciles. "El silencio es un cuerpo que cae" es un trabajo que se asemeja a una despedida, puesta en valor. Una suerte de homenaje de una hija a un padre, que fue, mucho más de lo que se podía percibir en la superficie. Ese trayecto, está bien presentado, es emotivo y sobre todo, tiene una potencia gráfica y un montaje que lo hace destacado. Un pequeño hallazgo en la cartelera porteña, en término de un género (a nivel local) que ha tenido un enorme año.
Uno de los directores de documentales con mayor proyección en los últimos años en la escena local, es Tomás Lipgot. El hombre detrás de la cámara en la saga "Moacir", abre la puerta a un universo íntimo que lo conecta con su aficción personal, los palíndromos. Porque sí, Lipgot es palindromista. Y como tal, está conectado vía internet con otros sujetos del mundo que comparten su pasión. Este documental cuenta la historia de una búsqueda exploratoria sobre el mundo de quienes aman esta simetría verbal, cualquiera sea su profesión. Para ello, el director viaja a Cataluña, Francia y Alemania para conocer a los miembros del Club Palindromista Internacional. Y en ese viaje, estará dispuesto a dejarse llevar por el entusiasmo de sus colegas, y aceptará toda prueba o comentario que enriquezca el registro documental que está rodando. Lipgot genera una atmósfera relajada, divertida, inocente, a través de la música y la forma en que relata cada tramo de sus aventuras palindrómicas. No deja de ser curiosa la estrategia, porque (debo reconocerlo), el tema mucho a priori no me llamaba. Sin embargo, la forma en que me conducen a la historia y el humor que se desprende de lo que se muestra, terminaron por redondear un film muy atractivo. Hay realmente de todo, y creo que vale la pena descubrirlo (la obra de teatro erótica con palíndromos, es sólo una muestra). Se escucha en el documental (aportado por un entrevistado), "El palíndromo es una frase que se resiste a ser escrita y en la que puede pasar cualquier cosa". Pues Lipgot da forma a esta idea y reviste su propuesta de una serie de recursos vistosos para mostrar el valor de los palíndromos y su impacto en un reducido, pero colorido, grupo de adeptos y fans. Es un gran documental, pero creo que Lipgot es tan talentoso, que logra que aquello que parece extraño y banal, se transforme en un contenido atrapante luego de pasar por su mirada e intervención. Ese es su poder creativo. Y lo hace con un correcto uso de los ajustados recursos con los que cuenta. Sorprende realmente. Es muy divertida. "Viva el palíndromo!" acordamos entonces, es una grata sorpresa en cartelera. Puede verse en el Centro Cultural de la Recoleta desde hoy.
Lo que los nazis hicieron en términos de "investigación médica", fue nefasto. Lo sabemos. De hecho, hay un prolijo racconto de sus crímenes en el llamado "juicio de los médicos" ( USA versus Karl Brandt, primero de los 12 juicios en Núremberg), donde se demostró fehacientemente que los alemanes, conducían experimentos sin el consentimiento de quienes participaban de los mismos. Apoyados en ese hecho, y dando rienda libre a la imaginación, Billy Ray y Mark Smith (dos guionistas de carrera, con mucha experiencia detrás), guionaron una historia, que tiene influencias de "Inglorious bastards" (2009), "Shock waves" (1977) y "Outpost" (2008) y que ofrece un relato bastante lineal de una misión cuasi suicida, para contribuir al desembarco aliado en la Francia ocupada de 1944. El protagonista principal es Boyce (Jovan Adepo), quien en poco tiempo (unos escasos tres meses) pasó de cortar el pasto en su casa, a ser soldado en el frente de batalla. El será el eje del relato de un pequeño pelotón, cuya misión es destruir una torre en un pueblito costero galo, para que el desembarco norteamericano sea efectivo. La historia arranca en el avión mismo donde el grupo se prepara para saltar a territorio enemigo. Ahí Julius Avery (el director), muestra porqué fue elegido para la tarea. Ofrece una secuencia increíble de todo lo que sucede en la nave, hasta que los soldados logran saltar y llegar a un bosque en las cercanías del pueblo. Ya eso nos predispone muy bien. Pero una vez que Boyce, junto a el cabo Ford (Wyatt Russell), alinean sus energías, liderarán a los sobrevivientes del batallón, a avanzar con una misión difícil, que es adentrarse en las líneas enemigas y dinamitar la torre en cuestión. El problema, sin embargo, no será sólo ese. En las instalaciones alemanas, hay un laboratorio que al parecer, se dedica a peligrosos experimentos con los pobladores locales. Hay muchos soldados y una sensación de peligro inminente. Para sumar al escenario, el pelotón dará con Chole (Mathilde Ollivier), una jóven mujer del pueblo, que los ayudará en la tarea de resguardarse de las razzias nazis que se producen sin pausa. Ya aquí comenzará a ponerse en juego que algo muy complejo sucede detrás de los fortificados muros que protegen la torre... "Operación Overlord" muestra su mejor faceta en la primera media hora de proyección, donde el ritmo es frenético y logra cierta inmersión en el espectador. A medida que se avanza en el relato, las referencias a films anteriores son constantes y algunos empecinamientos (la cuestión moral acérrima de Boyce, por ejemplo) conspiran contra una construcción más intensa y novedosa. La construcción del villano es previsible (el danés Pilou Asbæk) y los secundarios aportan poco y nada. Russell se esfuerza por mostrarse comprometido, pero sus líneas no lo ayudan demasiado. Del resto, poco para destacar. Cuando el film vira hacia confrontaciones al estilo "Resident Evil" (con incluso una conexión lejana a "Re-Animator"), ya comenzamos a dudar de su propuesta. Lo más sólido de "Operación Overlord", sin embargo, viene como se imaginarán por el diseño de arte y los rubros técnicos (fotografía y sonido a la cabeza). Son los responsables de mantener la tensión de la película y lo hacen en forma marcada pero convincente. El inicio y el cierre de la cinta son los momentos más entretenidos de la producción, pero sólo contribuyen a posicionar al producto y ofrecer dosis de sangre y cuerpos deformados a raudales. Sinceramente, esperaba un poco más de este trabajo. Creo que JJ Abrams, en su rol de productor, podría haber buceado en un guión distinto, con recorrido menos transitado y dotando a su cast de otro perfil. Si les gustan los films de terror y acción simples y directos, probablemente puede que salgan de la sala satisfecho.
Luego de varias ficciones exitosas, Tamae Garateguy explora un universo distinto, particular y muy interesante: el de la colectividad coreana en Buenos Aires. Se cumplen 50 años de las primeras oleadas inmigratorias de este país oriental a nuestra tierra y Garateguy utiliza este disparador, para comenzar a transitar un camino de conexión con lo vincular de ámbos países. “50 chuseok” hace referencia a una festividad, en el cual se realizan rituales de agradecimiento a los ancestros por la abundante cosecha, y donde la comida cobra importancia, pero aquí el título busca conectar esa celebración, con la importancia de haber encontrado otra tierra que albergue esa cultura y permita desarrollarse sin prisa ni pausa. Podemos decir es un homenaje particular, que pone en relieve los procesos de adaptación y enriquecimiento cultural que se dan en los inmigrantes orientales que han venido a trabajar y desarrollarse en nuestro país. Para hacerlo, “50 chuseok” se vale de un eje muy potente: el popular actor Chang Sung Kim, quien oficiará de guía de esta travesía. El partió de su Corea natal hace más de 40 años y a pesar de sentirse cómodo y desenvuelto aquí, siente que ha llegado el momento de reencontrarse con sus orígenes, su pueblo… Situación ideal para explorar las contradicciones y pensamientos de cada extranjero en terreno no propio. Pero vamos más allá porque Chang Sung Kim viajará a sus pagos, y pondrá en superficie esta tensión bajo la inquieta cámara de Garateguy. Sung Kim arranca la peli con amigos actores (muy conocidos en el medio local), comiendo un asado y debatiendo sobre costumbres culturales propias, modificadas y reformuladas… para pasar a un escenario donde recupera historia de hijos de inmigrantes a los cuales les costó mucho mantener pautas férreas conductuales impulsadas por sus padres ( por ejemplo, la consigna de “casarse sólo con alguien de su nacionalidad”). Hay mucho color en los relatos y la atmósfera invita a estar conectados con el film. Pero como decíamos antes, Sung Kim regresará a Corea, y eso será el plato fuerte del documental a partir de la segunda parte. Los potentes contrastes y la reflexión que lo atraviesa en cada recorrido que hace por Seúl y su pueblo, será mostrada cuadro a cuadro por la directora, dentro de un marco relajado y divertido. Hay mucha química en el equipo que lleva adelante “50 chuseok” y quizás eso permitirá registrar las emociones fuertes que provocará el viaje en el gran protagonista de la película. Tenemos buen clima, reflexión cultural, humor (en un evento en Corea, hasta le saca un saludo al público de Oh Dal-Su!) y hasta K-Pop! Sí, supongo que el hecho de que Corea esté “en el centro del mundo”, mediáticamente, le da mucha fuerza al documental y todos sabemos bien que está pasando. De hecho, salís con ganas de comer kimchi y beber soju… Muy recomendada. Lejos del estilo tradicional y no intervencionista de muchos documentales, Garateguy tiene presencia y comparte el estilo desinhibido de Sung Kim, para darle forma a una cinta que describe un proceso de transculturación decididamente original.
Si bien hoy en día, las ciudades de todo el mundo pueden estar empapeladas de afiches con la imagen de Rami Malek luciendo como Freddy Mercury, es justo decir que el camino para que el film llegara a salas, no fue nada sencillo. Imaginen a priori, un proyecto para describir parte de la trayectoria del cantante de una de las cinco bandas más legendarias de la música pop mundial (¿The Beatles, Rolling Stones, The Police, Pink Floyd podrían ser las otras cuatro?) Piensen en el guión, los acuerdos por derechos musicales, los aportes de los protagonistas presentes de la historia, pero por sobre todas las cosas, no dejen de pensar que la figura más rutilante y vital de ese grupo, era un hombre único viviendo una historia disruptiva e increíble que marcó para siempre, la escena musical mundial a fines del siglo pasado. La pregunta surge naturalmente: ¿Por dónde empezar? ¿Qué destacar?¿Cómo sentar las bases de un relato que alterne la singularidad de Mercury en función de sus compañeros de grupo? Sin dudas, este proyecto era un gran desafío. Y a la luz de los resultados, amerita cierto análisis. Creo que hay cosas que están muy logradas (todo lo referente a la "cocina" de los procesos creativos de la banda, la recreación de época, las destacadas presentaciones en vivo), y otras que no (el implante bucal de Malek era necesario? y sin dudas, la falta de intensidad dramática en instantes crudísimos para la vida de Freddy). Pero vamos por partes. Lo primero que hay que decir es que "Bohemian Rhapsody", rodada por el exitoso Bryan Singer (aunque terminada y editada por Dexter Fletcher), fue guionada por Anthony McCarten ("Darkest Hour" pero por sobre todo, "The Theory of Everything") luego de un arduo proceso de producción que insumió muchas horas hombre y gran cantidad de acuerdos complejos. La cinta inicia presentandonos a Farrokh Bulsara (Malek), aka Freddy, un chico de origen pakistaní nacido en Zanzíbar, inquieto, talentoso y con intenciones de trascender desde su estilo, personal y único. Estamos en los 70' y la aventura inicia en los bares universitarios. Freddy dará con una banda que lo gusta y de la que querrá ser parte. Y sus futuros compañeros Brian May (Gwilym Lee) y Roger Taylor (Ben Hardy), al escuchar su registro y la calidad de su voz, lo aceptarán rápidamente como el gran integrante que estaban esperando para dar el salto. Al poco tiempo se sumará al trío, John Deacon (Joseph Mazzello), el bajista que les faltaba y se lanzarán al ruedo de conquistar audiencias con su música. Primero localmente, luego recorriendo Gran Bretaña en su pequeña van, hasta llamar la atención del productor adecuado, en el momento justo, para firmar su primer contrato con el sello EMI. La dupla Singer y McCarten eligen estructurar el relato basados en el ascenso de Queen a la categoría de súper banda y a la vez, mostrar los vaivenes emocionales de la vida de su cantante principal. Freddy Mercury, además de sus excepcionales cualidades vocales y la riqueza de su repertorio como artista, era un personaje disruptivo para la escena musical. El buscaba innovar y alterar la lógica tradicional inglesa, en cada pequeña acción que encaraba. "Bohemian Rhapsody" intenta entonces mostrar cómo la banda resolvía sus diferencias creativas a través del diálogo y apuntalando el valor de ser familia, elemento que permitió que estuvieran unidos (más allá del intervalo que muestra el film) durante toda su existencia como sociedad creativa. Es importante en este punto recordar (sobre todo para los lectores jóvenes), que Mercury falleció muy joven, por haberse contagiado de virus del SIDA, en tiempos en que no había medicación y paliativos para enfrentarlo. El impacto de su muerte contribuyó a concientizar a su audiencia y le dio dimensión de leyenda a Freddy, quien sobrellevó la enfermedad, con gran hidalguía hasta el final. El guión de "Bohemian Rhapsody", sin embargo, elige no anclar tanto espacio para esta cuestión (a mi juicio, central en cualquier biografía de Mercury), y dedicar un tiempo importante al vínculo del cantante con su esposa Lucy (Mary Austin) y a la relación que sostenía con Paul Prenter (Allen Leech), amigo y mánager, quien potenció el espíritu más superficial y vano del cantante. Donde sí el film se hace fuerte, es en las recreaciones de los shows. Ahí hay mucha magia en recrear los movimientos y la mística de Queen. Y funciona a la perfección. La última media hora de la película es absolutamente hipnótica y si viviste en los ochenta, la emoción te va a hacer lagrimear, sin dudas. También debemos decir que en líneas generales, los secundarios están bien (la banda es casi idéntica desde lo físico a la original!), pero sin descollar. La intensidad la pone Austin, responsable de darle cierta altura dramática a sus intervenciones, no siempre resueltas con éxito. La trama se estructura de manera simple y bastante lineal y no ofrece demasiadas sorpresas. El relato posee una carga moral importante y sus picos de tensión se ven venir, conozcas o no la trayectoria de la banda. Es cierto que Malek intenta de estar a la altura de Freddy, pero le falta fibra y presencia en los momentos críticos del film. Hábilmente, el guión escapa de las situaciones más dramáticas de la vida de Freddy (el proceso de la pérdida de su voz es breve aquí y anticipa lo que vendrá), y los enmarca como episodios de una sinfonía en avance. Ergo, son resueltos en el siguiente cuadro sin detener el ritmo de la acción. Más allá de eso, creo que "Bohemian Rhapsody" es una experiencia cinematográfica necesaria, para el público interesado en conocer el legado y la obra de uno de los grandes intérpretes de la historia de la música pop /rock de todos los tiempos. Desde lo cinematográfico, es una biopic clásica, en la que la selección de material parece no haber hecho lugar para muchas cosas por las cuales, Mercury, es leyenda. Más allá de eso, es una cinta que se disfruta y debe verse en una sala con el Dolby que de auténtico valor al visionado.
Benjamín Naishtat es un jóven realizador local, que sorprendiera allá por 2014 con una excelente ópera prima llamada "Historia del miedo". En ella, el cineasta comenzaba a delinear sus intereses, explorando la relación sobre individualidad y seguridad, prejuicios sociales, vínculos entre poderosos y división de clases. Luego vino su segunda obra, "El movimiento" (regalo casi de despedida de Pablito Cedrón en un rol increíble) y ahora nos Naishtat nos instala en los meses previos al golpe de Estado en Argentina. Más precisamente en 1975. En el interior del país, en un pueblito más, el clima del cambio de gobierno se percibe en el aire. Tenemos a un abogado local, muy arraigado y con gran influencia en la vida del lugar, el "doctor" Claudio Morán (Darío Grandinetti). Morán es un tipo que hace pata ancha en todos los lugares que transita. Casado con una mujer de alta alcurnia, (la eficiente Andrea Frigerio) y con una hija (la propia del actor), su existencia es fácil y ordenada. Todo sus negocios van bien y es el gran referente de su pequeña comunidad. Cierta noche, mientras Claudio espera a su mujer para cenar en un restaurant, tendrá un incidente con un sujeto conflictivo, un hombre de unos treinta años, agresivo e impredecible (Diego Cremonesi) que dejará una semilla peligrosa en el terruño del abogado. Unos meses después, un detective contratado por la familia de ese hombre, vendrá al pueblo a investigar su desaparición (Sinclair, jugado por Alfredo Castro) y pondrá a Claudio en la lista principal de sospechosos desde un principio. Esto sucederá en un momento complicado para el abogado, merced a varias cosas que se entrecruzan en este tramo de su vida invocarán su atención o tenderán a desmadrarse, sin remedio... El de Naishat es un cine directo, potente y con un excelente uso de los climas y metáforas. El sabe como decir lo suyo con los elementos que posee, para lograr involucrar al espectador en los aspectos crudos de su historia. Todos hemos conocido historias de hombres de poder en pueblos lejanos a las grandes ciudades. Sabemos del poder que tienen. Lo que nos presenta el director es familiar e incómodo, potenciado por el hecho de que mientras eso sucede, vemos como la grieta de esta sociedad se muestra, en pequeños actos (la obra que está preparando la hija de Claudio, por ejemplo) pero todos aportando a esa inquietante sensación de saber que algo malo sucederá, irreversiblemente, para modificar ese escenario. Se discute sobre la violencia, la identidad nacional, la impunidad y los relaciones de sometimiento. Se pone en relieve la energía de los jóvenes, su carga de interés sexual y el deseo por hacerse grandes, a la luz de los ejemplos que son valorados socialmente. En definitiva, "Rojo" es un film potente y crudo. Grandinetti tiene una actuación perfecta y sus compañeros están a la altura del desafío. Todo el cast luce ensamblado y brilla en la construcción de una historia con final abierto. Las escenas iniciales de la película se encuentran dentro de las mejores diez de la historia del cine nacional (la del restaurant es increíble) y sólo por ellas, "Rojo" vale sobradamente el visionado. Naishtat rueda con oficio y en cada fotograma muestra su intensión de poner en tensión nuestra mirada, con ese imaginario que habita en sus personajes. Y lo logra. La historia argentina, pasa por aquí y no hay dudas que lo que se describe conductual y actitudinal aquí en estos habitantes, podría ser el reflejo de una sociedad en crisis, dispuesta a aceptar que otro tome el mando, en pos de salvaguardar lo que ya no puede cuidarse ni protegerse... Pero hay mucho más en profundidad, en esta obra conceptual única, un gran hallazgo del cine argentino para cerrar un año que difícilmente podrá olvidarse, en cuanto a calidad y cantidad de ficción.
Se ha formado una pareja. Eso podríamos decir del director Peter Berg y de su intérprete Mark Walhlberg, quienes van por su cuarto proyecto juntos, y se nota para vuelven a elegirse a cada paso del camino: hicieron juntos "The lone survivor", "Deepwater horizon" y "Patriot's Day" hasta llegar a "Mile 22". En todos los casos, films de acción, con presupuestos importantes y una característica general básica: ninguno ofrece guiones ingeniosos y su fuerte se apoya en el carisma de Walhberg, como ariete taquillero. Y se ve que Mark se siente bien en las atmósferas sencillas que Berg le recrea. Mucha gente siente que este muchacho rueda al estilo Michael Bay. Y con todo lo que se le puede objetar al prolífico productor y cineasta, Berg todavía no aprendió cosas básicas del oficio. Tomó lo que todos le discutimos a Bay: su tendencia a recargar los ambientes al punto que nadie entiende que sucede y sus libretos vacíos, sin nada de interés para el espectador inquieto. Si, mejoró la duración promedio: aquí todo se resuelve en hora y media. Lo que a priori atraía de "Mile 22" era la presencia de Iko Uwais, el tremendo peleador de "The Raid" I y II, obras maestras de lucha callejera y artes marciales. Curiosamente y teniendolo en el equipo, Berg no lo utiliza en su plenitud y lo confina a algunas escenas, lejos de lo que esperamos de semejante coreógrafo. Y la historia se puede explicar en un par de oraciones. Un comando de elite (Wahlberg), que lidera un grupo parapolicial (Overwatch) que se ocupa de misiones donde el estado americano no quiere quedar expuesto. Hay una situación compleja porque un asiático , Li Noor (Uwais) se presenta en la embajadada norteamericana de un inexistente país (sorry, era necesario?), para informar que es el único sujeto que puede detener un cargamento nuclear robado, a través de un código que posee. El tipo pide que lo saquen como sea del país a cambio de esa valiosa información. Claro, hoy en día, nada es fácil. Drones, espías digitales, francotiradores, digamos que la cosa está complicada para el equipo que pretende sacar a Li Noor y llevarlo a su puerta de salida: que está a... 22 millas de distancia. Transportarlo, es la historia del film. Como en aquella "16 blocks" de Richard Donner (con Bruce Willis), el camino hacia la supervivencia, no es ni fácil ni director. En cuanto a quienes secundan, no aportan demasiado (Lauren Cohan, William Dourglas y John Malkovich entre los más conocidos) al escenario (tampoco tienen demasiado que decir), pero si prestan su intención para dotar al film de credibilidad. Su resultado es irregular. Hay cierta dosis de humor extraño y un clima de película de sábado a la tarde que no se corresponde con la inversión en este largometraje. Si la pregunta es si hay acción.. Si, la hay. Tendremos armas, secuencias desbordantes de adrenalina, muchos gadgets y tres equipos enfrentados por un mismo hombre: llegará Li Noor a escapar ? Berg ofrece mucho movimiento de cámara, cierta concepción vertiginosa de los ángulos para mostrar los combates urbanos y una cadena de diálogos, cuando menos discutibles (ya los escuchamos en "Patriot's Day" y la verdad no me hace gracia) sobre el terrorismo, la libertad y... Olvidables. Yo espero más de Wahlberg. Y creo que Hollywood tiene que adoptar a Iko Uwais. No podemos dejar que semejante acróbata del cine de acción no mejore su repertorio de films con capital occidental. Creo que esta fue una oportunidad perdida de hacer una cinta memorable, sin dudas. Ojalá en la segunda entrega (por qué creo que habrá otra?), esto se de. Y si no, siempre podremos anhelar "The Raid 3" no?
Esta es una película bastante controversial dentro del género que transita. Ha generado cierta resistencia en sectores especializados y también, ha cosechado muchos halagos, en un grupo de críticos y cinéfilos que ven en ella, un interesante homenaje a los films de Amicus Productiones (que trabajara el terror al estilo británico, con predilección por historias cortas, sugestivas y entrelazadas, entre las décadas del 60' y 80'). En lo personal, me ubico justo en el medio de esas dos posiciones, en relación a "Ghost stories" de Andy Nyman y Jeremy Dyson. Ellos llevan adelante una obra famosa en Londres (actualmente en el Lyrics Hammersmith) con gran éxito y han recorrido en tour China, Australia, Canada, Italia y Alemania con un espectáculo de 80 minutos, bastante singular y que vende bien. Esta "Historias de ultratumba" es el sustento de esta propuesta fílmica. Concebida para teatro entonces, pero potenciada por el hecho de apoyarse en el espíritu clásico de los films de misterio y terror clásicos británicos, tenemos aquí un film que se construye desde un núcleo primario, una presentación en la que encontramos a un investigador y mediático presentador, cuya actividad central es "desenmascarar" a aquellos que intentan engañar o estafar a la gente haciendoles creer que existen entidades "espirituales". El hombre en cuestión, el profesor Goodman (el mismo Nyman), recibirá una invitación para encontrarse con Charles Cameron (Leonard Byrne), un colega suyo que fuera de inspiración en su infancia (hacía una actividad similar a la de nuestro protagonista) y que se encontraba desaparecido de los medios hace un tiempo. Cameron, quien ya no es quien solía ser, le presenta tres casos a Goodman, que según él, lo han llevado a replantearse sus creencias más primitivas. Allí empiezan los tres episodios que conforman el núcleo compartimentado de "Ghost stories" que son estas tres historias, breves, intensas, sutiles, llenas de atmósfera siniestra, que serán el ejemplo de porqué todo lo que estos hombres creían, se pone en duda. Este tramo tiene como personajes principales a actores conocidos, (de series, primoridialmente) : Paul Whitehouse y Alex Lawther y al popular (este sí, en cine), Martin Freeman. Las tres historias tienen su gracia, aunque hay un desnivel en cuanto a realización que conspira contra el resultado. La calidad de la primera es superior a la segunda y la segunda supera a la tercera. Conclusión? "Ghost stories" va cayendo a medida que avanza. Los trucos y artilugios que funcionaron bien al principio (la atmósfera), van cediendo interés y cuando llega nuevamente el nudo que conecta los tres casos, se producirá una resolución discutible, en cuanto a lo visto. Digamos que no me gustó, tampoco el cierre. Más allá de eso, considero que el film exhibe los típicos valores británicos que hicieron grande el suspenso en esa tierra. Tiene todo ese espíritu clásico y teatral, que es curioso para lo que vemos en el género hoy en día. El planteo es claro, pero al interior de cada episodio, se hace difícil mantener la unidad y eso distrae, perdiendo peso específico en la propuesta. Está bien actuada, los rubros técnicos utilizados son escasos, pero efectivos. Aunque, es cierto, son repetitivos. "Historias de ultratumba" está hecha con esmero, pero no se esfuerza por reinventar su propuesta teatral y queda presa de esas limitaciones. Es, sin dudas, un producto llamativo para nuestra cartelera por sus características. Creo que vale la pena su visionado, para conocer "aggiornado" cómo hace tiempo planteaban este tipo de historias, los ingleses que hacían suspenso en serio.