Bacurau está concebida como un western europeo de los 70 (y en esto la presencia de Udo Kier como el líder de los extranjeros es paradigmática), y como tal apoya sus resortes narrativos en zonas transitadas del género: los buenos y los malos propenden lúdicamente a la caricatura, las escenas violentas desbordan la verosimilitud del realismo, los personajes se definen rápidamente y todo el relato puede ser leído como una alegoría. Que esté concebida no significa que esté ejecutada a imagen y semejanza; Mendonça Filho y Juliano Dornelleses son lo suficientemente cultos en la materia para trabajar sobre apropiaciones precisas y exógenas.
Si hay algo que prodiga de inicio a fin La Gomera es placer. Su liviandad indisimulada, una característica poco frecuente en el cine de Corneliu Porumboiu (Policía, adjetivo; El tesoro), cuyas películas combinan muy bien la indagación filosófica con el humor, es el tono que prevalece. El difuso tema de la trama pertenece al universo del noir. Hay mafiosos, policías corruptos, una femme fatale, traiciones y también una historia de amor.
El mundo de La sabiduría es vetusto. El imaginario machista que tal vez pretende destronar sigue vigente, aunque ya no del todo, en el presente. Los clérigos, los policías, los empresarios, los indios y los gauchos comparten una visión del orden de las cosas: la civilización y la barbarie están inscriptas en el poder de los machos; las mujeres están para servir, someter, castigar, fornicar. Esta cosmovisión se apodera del film pasados unos 20 minutos; la ilustración literal asfixia de ahí en más y paulatinamente todo indicio de cine, y así, en el tercer acto, La sabiduría apenas puede verse, con buenas intenciones, como una parodia del universo que pretende menoscabar.
García Blaya reconstruye aquí la intimidad familiar. En la mirada de Amanda y en la inteligencia afectiva que expresa en palabras y gestos, la más grande de los tres hijos, ya en su preadolescencia, el film encuentra el hilo conductor. Todo se organiza en su percepción, tan piadosa como angustiante, porque es ella la que mejor entiende que, si se van con su mamá a vivir a Paraguay, verán muy poco a su padre. En torno a esa decisión, el film prodiga su suspenso; a partir del entendimiento de la niña, su punto de vista. (Y en esto el trabajo de Amanda Minujín es precozmente consagratorio).
El cuidado de los otros, Argentina, 2019. Escrita y dirigida por Mariano González Ya en Los globos, una película más personal pero no menos visceral y angustiante, González empleaba una estética general regida por lo necesario: ningún plano parecía estar de más; cada secuencia se encadenaba a otra sin la displicencia de tantas películas que extienden sus escenas por capricho o inconsciencia. Del primer al último minuto, en El cuidado de los otros cada escena contribuye a darle vida a un universo de ficción. El plano inicial constituye un punto de vista; el mundo de González es de la una clase media trabajadora, y el trabajo manual es un signo inevitable. Por otro lado, el momento elegido para cerrar el film, con un magnífico juego de fuera de campo en el plano final, señala el crecimiento del cineasta. Darle final a un film no es fácil, menos aún cuando el plano escogido contiene una potencia anímica como este, del que se prefiere extraer solamente su expresión directa y sin atributos.
La quinta película de Paula Hernández ciñe su relato al machismo. Dicho así, solamente, se perdería la variante del caso. Es una forma distendida, acaso cool, del machismo, propio de una clase media intelectual en la que la ejecución del poder luce menos evidente. El goce del dominio del otro está en la entonación y el uso de palabras y asimismo en la administración ya no solamente del dinero, sino también del capital simbólico. Un buen ejemplo: en el imaginario de los hombres de Los sonámbulos, al personaje de Érica Rivas le corresponde traducir a otros, no escribir su propia literatura, una versión menos ostensible del ama de casa abnegada lavando platos y planchando camisas.
Nada resulta más difícil para el discurso civilizatorio que anida en las leyes, en la retórica de la historiografía y en las intermitentes discusiones sobre los orígenes de una nación que la posición de quienes habitaban antes de la institución del Estado argentino. En las formas descriptivas para referirse a los indios reverbera inintencionadamente el reconocimiento de una violencia explícita y asimismo una incomodidad política en la materia. Se podrá decir pueblos originarios, indígenas o indios, según la época y la episteme empleada para pensar la historia y sus protagonistas, pero, sin duda, aquellos grupos diseminados por el territorio nacional en el pasado fueron denigrados y asesinados en masa, un lastre de la presunta epopeya civilizatoria que conlleva cálculo, menosprecio y crueldad.
Hay un motivo recurrente en ¿Yo te gusto?:un astronauta gira en el espacio como si se tratara de un recreo infinito en las estrellas, reiterado espectáculo cósmico que resulta en una visión de un universo abierto e ilimitado, exacto reverso del orbe asfixiante y sin horizonte en el que viven los personajes del filme. El espacio infinito está en las antípodas del orbe en el que transitan Nati, de 17 años, y su hermano Seba, un poco mayor, quienes viven con sus padres en ese yermo territorio camuflado de cemento al que llamamos conurbano.
La vida de un sereno no parece ser un tema cinematográfico, sobre todo si el paso del tiempo, siempre muerto y sin ningún evento que funcione como promesa de una aventura, se mantiene uniforme en su repetición. Una gran mayoría se acerca al cine para olvidar y evadirse. Un cuidador de edificios en construcción en pleno ejercicio está en las antípodas de las peripecias y las sorpresas que se anuncian en el cine. Sin embargo, Fernando Restelli cree que la vida de Pedro irradia un drama universal y que este sí puede ser parte de una película. En principio, la experiencia del tiempo en el trabajo le pertenece a cualquiera, como el contracampo de ese tiempo productivo, el tiempo del afecto, el descanso y el ocio. ¿Cómo filmar entonces una experiencia tan conocida y a la vez poco filmada? ¿Cómo transformar en un hecho estético los tiempos de una vida común?