Por las calles ¿Cómo poder seguir escapando a la censura, al control, a la necesidad de expresarse a pesar de no poder contar con todos los elementos tradicionales para narrar cinematográficamente? En este viaje que Jafar Panahi nos propone por las calles de Teherán en "Taxi, Teherán", una nueva lección de cine y de la pasión por dirigir que se esconde en la simple tarea de dirigir los destinos de ciertos pasajeros que indican dubitativamente algún punto de llegada. Habilmente Panahi captura algunos paradigmas de la idiosincrasia de su país en los diálogos casuales con las personas que suben a su taxi mientras recorre, a veces errabundando, las calles. Nunca sabremos si estos estan previamente pautados, pero no nos importa, porque en la naturalidad de la proxemica de los cuerpos, de las palabras, con el correr del viaje todo se libera. Porque además con su cámara habilmente reposada en los protagonistas, Panahí sae transforma en un confesor. Los escucha, en silencio, y pese a que algunas intervenciones son más afortunadas que otras, y que es reconocido por algunos imprevistamente, hay momentos de una lucidez sobre la tarea de dirigir que asombran, como cuando un "comprador" le pide recomendaciones de cine arte y él acepta el desafío, a pesar que la contradicción de las copias piratas y su proyecto de "Taxi..." bien podrían chocar ontológicamente. "Taxi, Teherán" es una experiencia única, en la que la subjetividad del realizador potencia algunos conflictos relacionados a la cultura de su país, una patria que lo expele pero a la que siempre desea volver. Brillante PUNTAJE: 8/10
A la búsqueda de la inocencia Nueva incursión en el clásico infantil del escocés James Matthew Barrie, porque a medida que avanzan los años la historia se debe acercar a las nuevas generaciones ¿verdad?, y si bien la última adaptación cinematográfica que realizó Steven Spielberg en Hook (1991) no funcionó en el público, la más cercana en dibujos animados Jake & los piratas del país de Nunca Jamás (2011) tomó parte del imaginario relacionado con los piratas de manera correcta, derivando en la lógica necesidad de una nueva puesta al día. Y para Joe Wright la oportunidad se presentó con Peter Pan (Pan, 2015) para nada mejor que hacerlo desde un punto hasta ahora desconocido, la amistad entre Peter Pan (Levi Miller) y Garfio (Garrett Hedlund) cuando el primero es llevado por Barba Negra (Hugh Jackman) a la tierra de Nunca Jamás a trabajar en una misteriosa mina. Pan es llevado pese a su resistencia, a un misterioso barco volador que tendrá como destino Nunca Jamás, y en donde miles de niños son sumados a la dificultosa tarea de poder encontrar en oscuras minas “pixies”, mejor conocido como el “poder” con el que las hadas obtienen sus encantos y que Barba Negra lo utiliza para “rejuvenecer”. Ni bien llega al lugar, Pan entablará una relación de amor/odio con Garfio, uno de los más antiguos buscadores de “pixies”, con quien intentará encontrar a su madre, que lo abandonó en el orfanato, para poder liberar y liberarse de la esclavitud de Barba Negra y sus siniestros planes. Junto a ellos se sumará una líder tribal llamada Tigra (Rooney Mara), quien guiará a la dupla hacia la tierra de las hadas para lograr el objetivo y que además acercará la película al público femenino. El preciso guión de Jason Fuchs, le posibilita a Joe Wright crear un universo mágico con claras reminiscencias a películas de aventuras de los años ochenta (no por nada Garfio tiene un registro muy a lo Indiana Jones), y con un despliegue visual y una reconstrucción de época única (segunda Guerra Mundial) además de una creativa narración que por momentos avanza digresivamente para luego terminar en un espectáculo que se apropia de la cultura popular para construir su verosímil (ingeniosa utilización de canciones contemporáneas como cantos de trabajo y lucha de los piratas), que harán de esta propuesta un nostálgico entretenimiento que puede sustentar sus ideas, gracias –también- a las solventes actuaciones protagónicas y algunos secundarios. Peter Pan es una interesante puesta al día de una historia conocida pero que en la posibilidad de narrar algo nuevo y desconocido supera –justamente- la traba de trabajar sobre aquello ya visto.
Ficción de Fórmula No hay que pedirle más a "Baires" (Argentina, 2015) que aquello que desde el propio arte impregna su espíritu de entretenimiento. Es que si alguien intenta encontrar algo más que un simple y puro relato de suspenso y acción, se verá incapacitado de poder disfrutar una historia que tiene mucho de fórmula pero también de buenas intenciones para capturar la atención de los espectadores. La historia, creada y dirigida por Marcelo Paez Cubells, comienza como una idílica comeda romántica en la que una pareja (Benjamín Vicuña y Sabrina Garciarena) llegan a Buenos Aires a pasar unos días de vacaciones. Una noche son invitados por dos desconocidos a compartir una mesa en el VIP de un local bailable y misteriosamente aparecen al otro día en una vivienda, maniatados y exigidos a cumplir con una dificil tarea para poder recuperar su libertad. A Mateo (Vicuña) lo obligan a hacer de "mula" llevando a España una cantidad de cocaína en su cuerpo para así poder lograr que Trini (Garciarena) quede en libertad. Pero Mateo es testarudo y duda del plan, tiene miedo de hacer lo que le piden, por lo que intespestivamente y a minutos de subirse al avión decide regresar y por algunos caprichos de la trama terminará por encontrarse con Nacho (Germán Palacios), un oficial que trabaja clandestinamente y conoce todos los detalles de la noche y sus negocios, y que lo asistirá para poder encontrar a su mujer. "Baires" posee el convencionalismo de la fórmula buddy movie que tan bien saben hacer los norteamericanos y franceses, pero que adaptada al localismo argentino posee ciertos trazos gruesos que puedan dispersar la atención de los espectadores. Cubells refuerza con la participación de varios actores secundarios el dinamismo de la trama para que la sorpresa gane por encima de la linealidad de la historia. Destaca en "Baires" la intención y las buenas actuaciones protagónicas, que hacen más llevadera una narración un tanto errática pero, como se afirmaba al inicio de esta reseña, termina cumpliendo con lo que promete. PUNTAJE: 6/10
Muchas veces uno se ha imaginado algunos fantasmas o cuestiones en torno a la idiosincrasia gitana que claramente distan de aquello que en realidad compone a este grupo. Muchas veces también el prejuicio y los clichés relacionados a ellos han configurado un imaginario popular basado en especulaciones y habladurías. Sin hacer una historia o antología de la vida gitana, el experimentado realizado Tomás Lipgot en “Vergüenza y Respeto” (Argentina, 2015) construye un panorama particular sobre una familia (Campos) y a partir de ahí plantea algunas cuestiones propias del gitanismo. Evitando caer en eufemismos, o en sesgos que pudieran coartar la libertad de acción y de plasmar sus ideas, el director estuvo reunido durante largas jornadas para poder reflejar aquello que dentro del seno familiar y puertas adentro sucedía. Varias generaciones componen a los Campos, y en estas distintas edades habrá también una mirada completamente opuesta sobre aquello que, por ejemplo, los más viejos consideran parte ineludible de su pertenencia al mundo gitano. “Vergüenza y Respeto” busca algunas respuestas, no todas, claro está, acerca de esta tradición milenaria y que tuvo epicentro en India para luego comenzar a circular hacia otras latitudes y que, en esta oportunidad, a través de algunas imágenes de archivo en blanco y negro, la problemática se contextualiza, haciendo hincapié en la persecución que padeció el pueblo gitano, quizás el motivo determinante para que en la actualidad sean tan reservados con su vida dentro de sus casas. Es que si bien la extroversión es una de las partes esenciales de su personalidad, siendo la música el principal vector para extrapolar todas sus particularidades, también hay un recelo por custodiarse y custodiar las costumbres de una cultura que quiere mantenerse viva a pesar de confrontar una realidad que ya supera cualquier intento por mantenerse al margen, por ejemplo, de la tecnología o los avances y el progreso. ¿Qué es ser gitano? Quizás el más pequeño de los Campos puede dar algunos bosquejos de respuestas que permiten cierta presunción sobre tópicos que son inherentes a ellos. Porque si bien el más grande de los Campos, todo el tiempo da lecciones para la cámara, y también hacia sus hijos, hay algo que se escapa y que proviene de la propia testarudez de sus orígenes y que busca más que nada seguir aferrado a algunas cuestiones que ya han quedado en desuso. Algunas costumbres son enumeradas, otras son plasmadas y acompañadas por la cámara. Pero principalmente lo que “Vergüenza y Respeto” ofrece, son aquellos momentos de acompañamiento en los que algunos miembros de la familia se liberan, y ante la presentación de la espontaneidad de un diálogo o de una confidencia es en donde el filme puede construir una verdad aparente que refuerza su propuesta. Aquel que intente conseguir todas las respuestas sobre el mundo gitano y sus costumbres debe seguir buscando en otro lado las respuestas. Pero aquel que intente un primer acercamiento hacia algunos puntos de la identidad propia de este pueblo, y no desee más que conectarse, como lo ha hecho el director, con el grupo familiar que retrata, “Vergüenza y Respeto” le ofrecerá algunos destellos que le permitirán empatizar con las diferencias que entre ellos mismos se mantienen y que apuntan a ver qué pasa en la actualidad con un grupo particular mientras todo avanza y se acelera.
La maratónica tarea que la realizadora Caroline Neal tuvo que realizar, primero para acercarse a los Salgán, y luego para poder condensar en el tiempo de una película las miles de horas que poseía filmadas, son uno de los puntos que pueden verse en el documental “Salgán y Salgán” (Argentina, 2014) documental que no sólo tratará, como se piensa, sobre el legado musical de un padre hacia su hijo, sino que, principalmente, hablará de elecciones y caminos que en algún punto determinarán el presente de las personas, y también su futuro. Horacio Salgán es una de las leyendas del tango. Supo construir una carrera que tuvo reconocimiento aquí y en el exterior. Pero su perfil reservado, tal vez, haya sido uno de los determinantes para que su carrera no explotara del todo, como quizás sí lo hizo la de algunos de sus contemporáneos. Entrado en edad, sabe que no puede continuar tocando y a la vez estar al frente de la orquesta típica que manejó durante años, por esta razón desea dejar a César, su hijo, ambos lugares. Pero entre padre e hijo la relación no es la mejor que se pueda imaginar, mucho menos luego de estar varios años sin hablarse, y de, por necesidad, tener que reencontrarse cada uno con un desconocido frente al otro. César se mantuvo al margen de la vida de su padre y viceversa, y mientras Horacio siguió de lleno en el mundo de la música, César, tal vez por rebeldía o tal vez por cortar de una vez por todas con los mandatos preestablecidos, se embarco en una aventura de adrenalina en las pistas de carreras, y ante cámaras recuerda con alegría esa etapa y también se asusta del cambio que asumirá cuando ocupe el lugar de Horacio ante la orquesta. Neal observa, acompaña, escucha, muestra, trabaja una relación con los actores de una cercanía total, pero también en algunas oportunidades se aleja, porque sabe que en el dejarlos interactuar obtendrá más información para terminar de completar el perfil de cada uno. Horacio mantiene sus costumbres, pese a saber que ya no puede estar solo, resiste ante la insistencia de su entorno por ir a vivir con su hijo. Y César también se quiere preservar, porque sabe que la convivencia podría potenciar algunos conflictos del pasado que ante la no interacción se han mantenido latentes. Neal bucea en la relación de este padre y este hijo, que por cuestiones de la vida son músicos, pero bien podría estar hablando universalmente de las relaciones filiales y cómo la proyección de los sueños y anhelos de uno pueden determinar a fuego los deseos de otro. “Salgán y Salgán” trabaja además sobre el sentido de pertenencia a un mundo particular, en el que los egos y la habilidad, tan sólo son una mínima parte de algo mucho mayor y que se manifiesta como la capacidad para superar diferencias en pos de planes comunes. Pero cuando esas diferencias, irreconciliables en muchos casos, son más fuertes que el amor y que la pasión, y todo se resiente para llevar las relaciones a lugares impensados y que sólo el destino puede hacer virar hacia un mejor lugar. “Salgán y Salgán” es un filme sobre la vida de unos pocos iluminados, que se resisten al paso del tiempo, pero que saben que en determinado momento de la vida hay que saber dar un paso al costado para poder continuar con una historia en la que la música sólo será la parte ínfima de algo mucho mayor. Íntima y lograda.
La vuelta al cine de Ridley Scott no podría tener mejor timming que el que tendrá por estos días con el descubrimiento de agua en marte y un eclipse de luna que durante horas ofreció un astro rojo como hace tiempo no se lo veía. Ni siquiera Fox pensó tamaña campaña publicitaria, ni mucho menos al ponerle el literal título regional a “The Martian” como “Misión Rescate” (USA, 2015) algo que coarta la posibilidad de imaginar un desenlace distinto al que se muestra en pantalla. “Misión…” es la trasposición que el laureado director realiza sobre la aclamada novela de Andy Weir, en la que un biólogo (Matt Damon), que es parte de una de las expediciones a Marte, ve como su suerte cambia al quedar varado y solo en el rojo planeta luego de una amenaza sobre la vida de todo el grupo. A pesar de los esfuerzos denodados por intentar comunicación alguna con el exterior, Mark (Damon) comprenderá su nueva situación y emprenderá un mecanismo de organización y control sobre los insumos que quedan en la estación para racionarlos y así mantenerse con vida hasta que envíen a alguien para buscarlo. Pero, las esperanzas sobre una posible búsqueda, ¿son reales? Ante la duda Mark decide avanzar con sus días y Scott realiza una cuidada y detallada crónica sobre los días de éste en Marte. Esta narración tiene además adherido un mensaje inspirador sobre las posibilidades de supervivencia ante la falta de contacto humano y la creación de salidas ante la adversidad. “Misión rescate” además posee otra vertiente, una mucho más fría, menos empática, que se vincula a los manejos detrás del poder que mueve millones de dólares en experimentación y exploración y que, principalmente, esconde intereses más allá de las personas. Justamente esta poderosa directiva (interpretada por actores de la talla de Jeff Daniels, Kristen Wiig, Sean Ben y Chiwetel Ejiofor, entre otros) será la que determine, o no, el rescate de Mark a pesar de que las expectativas de encontrarlo con vida sean escasas. Y la tercer parte de esta historia, estará conformada por el grupo que dejó atrás a Mark en el espacio, quienes también deberán decidir si es en la búsqueda de éste que podrán expiar la culpa de haberlo dejado abandonado en el medio de la nada. Ridley Scott toma la historia del “perdido” en las tierras rojas y genera un relato con el nivel de tensión necesario para poder capturar la atención del espectador, con la multiplicidad de los conflictos, principalmente, derivados de cada uno de los intentos de Mark por salir adelante en un espacio árido, agresivo, confrontativo, y a la vez lleno de oportunidades. En aquellas escenas en las que Scott juega con la soledad del “marciano” y se regodea con su capacidad por superarse, a pesar de las tormentas (logradas con tecnología de efectos especiales de última generación), de los inconvenientes para lograr que sus “cultivos” puedan emerger y de cada intento por conectarse consigo mismo desde otro lugar, el filme se supera. Pero “Misión Rescate” no habla sólo de eso, también coloca preguntas reflexivas sobre la idiosincrasia del hombre ante momentos decisivos y sobre puntos que terminan por llevar a lugares oscuros algunas respuestas, mientras alguien depende de nosotros para poder regresar sano y salvo hacia su lugar “humano” de origen.
Pocas cosas intrigan más a Woody Allen que la realización del “crimen perfecto”. Otras de sus obsesiones (personales ya, por cierto) es aquella que se deriva de la relación entre docentes y alumnas, y cómo de la proyección en esa relación se termina en una situación amorosa involuntaria, en muchas ocasiones y sesgada por la pasión irrefrenable. Estos temas han sido recurrentes en su filmografía, pero en “Hombre Irracional” (USA, 2015), su último opus, la apoteosis fílmica se produce cuando Allen se permite construir un relato nervioso, esquivo y luminoso, sobre un hipotético crimen, el que terminará en una confusión generalizada y un desenlace inesperado, a la altura de la propuesta. En “Hombre Irracional” hay un personaje central detestable, molesto, casi repelente, llamado Abe (Joaquin Phoenix), un docente de filosofía universitario que despierta tantas adhesiones como rechazos en el campus. Recién llegado a una pequeña localidad, los rumores sobre su persona y hábitos, pero también sobre su maravillosa capacidad para reflexionar sobre la vida, la muerte y los caminos del saber, le permiten manejarse con soltura a pesar de estar siendo controlado por todo el mundo. Una joven estudiante, hija de una de las familias más representativas de la localidad, Jill (Emma Stone), primero se sentirá atraída por el misterio que se esconde detrás de Abe, y muy a su pesar, y dejando de lado una relación de años, aprobada por todos sus conocidos y parientes, decide avanzar con el docente en una desenfrenada historia llena de pasión. Amantes ocasionales, Abe y Jill comienzan a sentir una sinergia de conocimiento entre ellos, siendo el debate y la reflexión casi o más importante que las tardes de sexo que comparten a escondidas de la comunidad educativa. Un día se topan con una noticia sobre la inexplicable exoneración de un juez ante un caso de violencia doméstica, por lo que Abe y Jill comienzan a elucubrar, primero hipótesis sobre la culpabilidad o no del letrado sobre la libertad del agresor, y, por otro lado, el desarrollo de siniestros planes en los que la muerte del juez permitirían hacer de la comunidad en la que viven un lugar mejor, en el que no existirá la posibilidad, nuevamente, de que esta persona tome una nueva decisión negativa ante un caso con una clara resolución. Y mientras Jill cree que todo quedaría en un plano metafórico, Abe se obsesiona al punto de llevar a cabo una decisión “irracional”, mucho más avanzada que otras en las que se involucró y que lo llevaron a colocarle el mote que da título al filme, y que terminará con el crimen del juez sin dejar una sola prueba. Pero Abe no cuenta con que Jill, quien estuvo tan obsesionada como él con el caso, desentrañará antes que las autoridades policiales locales el misterioso caso, razón por la cual Abe deberá tomar algunas decisiones muy a su pesar. Pariente cercana de “Match Point” o “Cassandra’s Dream”, este nuevo filme de Allen toma lo mejor del cine de suspenso y de crímenes para construir, a su usanza, una comedia que se regodea con detalles escabrosos y punchlines, ubicando “Hombre Irracional” como uno de los puntos más altos de su carrera. El contrapunto de Phoenix con Stone, como también la increíble actuación de Parker Posey, como una docente acabada que caerá en los brazos de Abe a pesar de los esfuerzos de éste por no relacionarse íntimamente con ella, son sólo alguno de los puntos más trabajados y logrados de un filme que recupera el timming más divertido de Allen y que termina construyendo una de sus más maduras películas.
La voz del esfuerzo En Victoria (2015), Juan Villegas (Sábado, Ocio) incursiona por primera vez en el documental contemplativo, y toma como punto de observación a una de las más ascendentes cantantes del panorama actual del tango argentino: Victoria Morán. Para poder armar el fresco, Juan Villegas se detendrá no tanto en la actividad profesional de la cantante (aunque dedica parte del film a escenas en el estudio de grabación), sino que enfatiza en el detalle de sus tareas diarias para poder completar una idea de lo que ella siente como profesional de la música. En el acompañar a su hija a la escuela, hacer las compras, prepararse para darle una sorpresa a un familiar en un geriátrico, y en muchas otras actividades, Victoria Morán vive para su familia aunque desea poder vivir de la música. Tarea nada fácil considerando la falta de oportunidades, y pese a que -si bien la prensa la apoya- el público nunca le responde de la manera esperada en cuanto a convocatoria y participación en sus espectáculos. La protagonista habla de su particular voz (cercana a la de las grandes trovadoras de antaño), de cuando superó la anquilosis de mandíbula para continuar con su vida. Villegas desanda los pasos de la cantante, la observa, por momentos desde atrás, por momentos mostrándola como mujer fuerte y decidida a conseguir lo que desea, destacando con humildad y simpleza su eterno esfuerzo, su trabajo dentro de un panorama musical particular del tango. El director la acompaña con su cámara como lazarillo a los muchos lugares donde Victoria presenta su segundo disco auto gestionando económicamente. El film es una oportunidad de conocer a una artista completa, que hace casi 20 años viene dando lucha, que además es formadora de nuevos talentos y que, a pesar de no saber cómo continuar para publicitarse, sigue intentando imponer su arte.
PERDIDA Una chica. Una ciudad. Una noche. Una toma. Así dice el arte de la nueva película de Sebastian Schipper "Victoria" (Alemania, 2015), que tras su paso por el 65 Festival de Berlín, logró que su distribución mundial sea asegurada, principalmente, por el hecho de estar filmada en un largo plano secuencia. Pero "Victoria" es mucho más que eso, porque gracias a la actuación de Laia Costa, y al grupo de actores que componen a la banda de inadaptados a los que la joven que da nombre al filme se acoplará, Schipper hablará de un estado de un rango etario sumido en la desesperación y el abandono. Victoria sale de un boliche y es abordada por unos jóvenes que no pudieron ingresar al lugar de donde ella se está yendo y, sin explicación mediante, acepta la propuesta de acompañarlos a una fiesta en auto. Pero el auto no será de ellos, y la fiesta nunca aparecerá, y sí una eterna sucesión de hechos que rondan el delito y que a Victoria la terminan seduciendo. Pero con el correr de las horas, todo se complica, y lo que era un plan divertido y entretenido, terminará siendo una suerte de aventura épica en la que un robo será tan sólo la excusa para poder determinar el involucramiento de la joven con sus nuevos amigos y con ella misma. Schipper explota la pantalla con imágenes y sensaciones, con música y sonidos, que superan la propuesta de la toma única para avanzar en la descripción de un mundo de marginalidad y dolor que sólo puede entenderse desde una empatía total con los personajes. "Victoria" termina así convirtiéndose en un fresco generacional con ciertas reminisencias a "Trainspotting" y "Corre Lola, Corre", pero que busca su propia identidad en medio de una vorágine de drogas y violencia que sólo profundizan aún más la búsqueda estilística y temática del director con su propuesta. Puntaje 8/10
Terror 2.0 En la superficie, en su artificio, y en su comercialización "Eliminar Amigo" (USA, 2015) posee un convencionalismo que termina devorando las pocas expectativas sobre ella. Pero a medida que avanza el relato, dirigido con habilidad por el director soviético Levan Gabriadze, "Eliminar amigo" rompe con las fórmulas y logra capturar la atención en una historia que transcurre, curiosamente, en la pantalla de una PC mientras varios amigos se comunican entre sí por Skype. Decididos a pasar el rato "dialogando", misteriosamente un "intruso" se hará notar en la llamada sin invitación de nadie, y creyendolo un "error" avanzan con sus diálogos hasta, claro está, que éste/a se manifieste. Aparentemente la fecha del suicidio de una joven, conocida por todos, será el disparador para un siniestro juego virtual, con muchas reminiscencias a "Diez Negritos" de Agatha Christie y en el que cada avance o retroceso en el puede llegar a determinar la vida de los protagonistas. Hábilmente la película va construyendo su verosimil con la incorporación de cada vez más tecnología y aplicaciones, multiplicando su discurso, y, a la vez, fortaleciendo la propuesta inicial. Las creíbles actuaciones de los protagonistas, como también el dinamismo del relato, además, posibilitan una empatía directa con la historia, algo completamente sorpresivo, ya que sólo vemos pantallas y más capturas de pantallas de aquellas comunicaciones que los jóvenes realizan entre sí. Si la persona "eliminada" en la vida real tomo la decisión por un lamentable video capturado durante una fiesta, o si la culpabilidad de cada uno de los jovenes expuestos al juego macabro es real o no, serán tan sólo algunos de los vaivenes que un sólido guión, escrito por Nelson Greaves, provea a esta experiencia novedosa que atrapa desde la primera puesta en acción. PUNTAJE: 8/10