Hace dos años llegó a los cines «Escape Room», una película que tomó como punto de partida los juegos de escape, en donde un grupo de personas tiene que tratar de salir de una habitación a partir de distintas pistas que va encontrando en el camino. Recurriendo al estilo de otros films como «El Juego del Miedo» o «El Cubo», en este caso nos encontramos con un juego mortal que pondrá en peligro la vida de cada uno de sus participantes. «Escape Room» no nos ofreció una trama demasiado novedosa, pero sí entretenida para todos aquellos que disfrutan de ver cómo los protagonistas deben sobrevivir en un lugar acotado con una serie de reglas propias y obstáculos. Con una puesta en escena lograda, una profundización en la historia de cada personaje y un clima a pura tensión y suspenso, el final del film perdió un poco el eje, presentándonos una resolución demasiado sobre explicativa, un tanto absurda y que abría la puerta a una continuación. Es así como mañana llega su secuela a las salas argentinas para seguir explorando este universo. La misma sigue a Zoey Davis (Taylor Russell) y a Ben Miller (Logan Miller), los únicos sobrevivientes del film anterior que, a pesar de tener una segunda oportunidad, deciden tomar cartas en el asunto y desarticular a la empresa que se encuentra detrás de esta idea macabra para que no siga lastimando a más gente. Sin embargo, se verán envueltos otra vez en el juego, con un grupo de personas que tienen varias cosas en común. Con Adam Robitel nuevamente como director, «Escape Room 2: Reto Mortal» expande el mundo de los juegos de escape para ofrecernos una historia más ambiciosa pero menos efectiva que la original. Por un lado, la trama central se mezcla con algunas cuestiones periféricas que no eran necesarias agregar y que se vuelven un tanto rebuscadas y no demasiado creíbles. Toda esta lucha entre el bien y el mal, los participantes y los creadores del juego se siente un poco forzada, a tal punto que parecería que solo sirve de excusa para seguir realizando más películas de este estilo (y que de hecho su final nos deja con esa sensación). Si nos centramos solamente en el juego en sí, nuevamente vamos a encontrarnos con un buen e ingenioso desarrollo de cada uno de los escenarios, tanto a nivel visual como narrativo. Existe una conexión algo predecible entre las salas pero que igual está bien estructurada. Además, esta parte del film logra generar tensión, desesperación y sorpresa en el espectador, a medida que los participantes van avanzando y luchando contra todos los obstáculos que se topan. En cuanto a los personajes, en este caso repetimos a dos de los protagonistas, que pasaron de ser dos desconocidos a forjar un vínculo de amistad, que por suerte (o al menos por ahora) no hicieron que cayera en una cuestión amorosa como muchas veces sucede en este tipo de films. Tanto Taylor Russell como Logan Miller logran recrear esta química en pantalla de forma honesta y creíble. Las nuevas incorporaciones también resultan atinadas. A diferencia del primer film donde teníamos un acercamiento mayor hacia cada uno de ellos a través de flashbacks (un recurso que servía para profundizar su vida pero también cortaba con el dinamismo de la historia), acá tenemos simplemente un esbozo de quiénes son, por qué están ahí y parte de su personalidad, pero todos están muy bien en sus roles. Otra vez nos encontramos con actores no muy conocidos pero que pudimos ver en otras oportunidades, como Holland Roden, Indya Moore, Thomas Cocquerel y Carlitos Olivero. En síntesis, «Escape Room 2: Reto Mortal» es una película que no resulta del todo necesaria y que busca ser más ambiciosa que su antecesora, agregando algunas líneas argumentales más osadas pero también más absurdas, inverosímiles y forzadas que se relacionan con ese final del film original. En un escalón por debajo de la historia anterior, la parte de los retos y juegos se vuelve la más entretenida, ofreciéndonos nuevamente escenarios bien desarrollados, un clima dinámico de suspenso y tensión y personajes que solo buscan sobrevivir. Su resolución deja nuevamente una puerta abierta a una continuación, a pesar de que cada vez se vuelve menos efectiva.
Luego de sus películas «La Noche» (2016) y «Familia» (2019), Edgardo Castro decide quedarse únicamente detrás de cámara para ofrecernos «Las Ranas», una película que retoma el tema de la soledad entre la multitud a través de una mirada particular y un tema poco abordado. En la jerga carcelaria, las ranas son aquellas mujeres que visitan y acompañan a los presos. No necesariamente son sus novias o esposas, tampoco son prostitutas, sino que son una especie de sostén emocional y muchas veces suelen estar involucradas en el contrabando de drogas y celulares. En este caso particular conocemos a una de ellas, Barby, una joven de 19 años que vive en el Conurbano y hace poco fue madre. Sus días se dividen entre cuidar a su hija, tratar de vender medias para sobrevivir aunque no tiene mucho éxito y visitar a su pareja en Sierra Chica. «Las Ranas» nos muestra un costado no muy visibilizado de la cárcel, esta vez no nos centramos en los presos, las situaciones adentro o cómo llegaron allí, sino en aquellas mujeres que no eligieron esta vida pero es lo que les tocó atravesar y le ponen el cuerpo y alma cada uno de sus días. La película logra transmitir honestidad y emoción a través de las acciones, los gestos y las miradas, que dicen mucho más que las pocas palabras que podemos escuchar en la hora y 15 de duración. Se prioriza el silencio por sobre los diálogos, retratando la rutina de la protagonista y observando su andar, sus caminatas, sus viajes en tren y micro. La cámara nos ofrece un registro cuasi documental, siguiendo de cerca a los personajes pero sin invadir su privacidad. La banda sonora también refleja parte de esta realidad, conformándose con las canciones que se van escuchando en los distintos lugares. Por su parte, las actuaciones también nos generan esta sensación de realismo, se las siente muy naturales en todo momento, haciéndonos dudar si seguimos a personas reales o a personajes que las retratan. En síntesis, el director posa su cámara sobre personajes que muchas veces no son visibilizados, para retratar su vida y las situaciones por las que atraviesan. Con un registro que coquetea entre lo ficcional y lo documental, la película logra transmitir con naturalidad y honestidad la rutina de esta mujer, cuyos gestos y actitudes consiguen emocionarnos.
Tras los eventos de «Avengers: Endgame», la película nos narra los inicios de Shang-Chi, un joven con grandes habilidades para las artes marciales que es perseguido por su padre y su ejército los Diez Anillos para sumarse a su poderosa organización que derroca gobiernos y conquista pueblos. Es así como deberá confrontar cuestiones del pasado y tratar de salvar el que fue su hogar. A pesar de haber visto muchas películas de origen de distintos personajes de Marvel, en «Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos» nos encontramos con una historia que le dio una vuelta de tuerca para no volverse una fórmula más y brindarle a los espectadores un film entretenido y novedoso. Es la primera película de un superhéroe asiático, retratando de buena manera parte de su cultura, tradiciones, historias, magia y mitología, y acercándonos a ella de una manera honesta y profunda. Además, no solo es inclusiva en sus formas, sino también presenta un elenco lleno de personalidades asiáticas. Simu Liu se pone en la piel de Shang-Chi, realizando un gran trabajo tanto físico como interpretativo. A pesar de tener un conocimiento de base de artes marciales, tuvo una preparación especial y más intensa para encarnar este rol y eso se nota en la película. Al hacer sus propias acrobacias, sus movimientos resultan más creíbles y realistas. También es un personaje simpático con el que podemos empatizar. Por otro lado, Awkwafina hace de la mejor amiga del protagonista, quien lo va a acompañar en esta aventura. Una vez más la actriz pone toda su gracia y humor al servicio de su personaje, funcionando como el comic relief de la historia, sobre todo en los momentos de mayor tensión. Por último, y si bien hay otros secundarios que sobresalen, Tony Leun construye a un villano bastante digno, que resulta ser un verdadero obstáculo para el protagonista, mezclando cuestiones personales con la mera rivalidad. Como ya nos tiene acostumbrados Marvel, pero con un nivel superlativo, nos encontramos con muy buenas secuencias de acción, con coreografías de peleas impactantes en escenarios originales y sorprendentes que ponen en peligro al protagonista y a los villanos en todo momento. Tal vez se abusa un poco del CGI en la parte de la magia y la mitología, brindándonos fondos o personajes sobrenaturales no tan logrados pero esto no empaña a toda la experiencia que nos ofrece. Con una secuela que ya se está desarrollando, «Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos» nos demuestra que todavía quedan buenas historias para contar dentro del MCU, sin caer en las mismas fórmulas de siempre. Ahondando en la cultura asiática con un elenco inclusivo, el film es sumamente entretenido gracias a su humor y grandes secuencias de acción.
Escrita y protagonizada por Malena Pichot y Julián Lucero y dirigida por Nano Garay Santaló, «Finde» es una película que se centra en Agos y Santi, una pareja joven que está estresada y cansada de estar encerrados en su monoambiente debido a la pandemia. Es así como deciden escaparse un fin de semana a una casa quinta que encuentran a través de una aplicación. Sin embargo, al llegar al lugar, los dueños les proponen quedarse con ellos para atenderlos de manera personalizada. Lo que comienza como una buena idea para poder descansar y desconectarse, termina convirtiéndose en una pesadilla. «Finde» es una de esas películas que mezclan el humor con el suspenso para brindar una historia tan atrapante como entretenida. Gracias a la pluma de Pichot y Lucero que nos ofrece chistes atinados, absurdos, ingeniosos e irreverentes, como también situaciones incómodas o jumpscares en momentos específicos para generarnos tensión e impacto, logramos pasar 85 minutos de puro divertimento. El equilibrio de tonos está muy bien realizado y nada se siente fuera de lugar. Además se nota su buen timing para la comedia en sus logradas interpretaciones, que no solo permite empatizar con ellos, sino también ponernos en su lugar. Como dupla protagónica construyeron una relación dinámica, creíble y que puede representar a la mayoría de las parejas argentinas. También debemos destacar las actuaciones de Leonardo Sbaraglia, haciendo un personaje que no es de su estilo pero que lo realiza con creces, y la de Paula Grinzpan, que en su manera de ser dulce y tranquila genera aún más incomodidad e impacto. Los aspectos técnicos ayudan a construir este relato. El hecho de centrarse en prácticamente una sola locación hace que la tensión vaya en aumento, ya que los protagonistas no tienen a dónde ir, como también la banda sonora que acentúa los momentos de suspenso. En síntesis, «Finde» es una buena propuesta nacional que amalgama de manera perfecta la comedia con el thriller para traernos una historia que genera risa, tensión y nos hace divertir mucho. Esto se debe gracias al logrado guion de Pichot y Lucero, como también a las buenas interpretaciones de todo el elenco. Una grata sorpresa dentro de los estrenos.
María Estela Martínez de Perón, más conocida como Isabel o Isabelita, es una figura argentina bastante controversial. La mujer de Juan Domingo Perón, quien en 1973 asumió como vicepresidente y luego del fallecimiento de su marido quedó a cargo de la presidencia del país, convirtiéndose en la primera mujer en liderarlo. Sin embargo, su crecimiento a la sombra de Evita, su falta de experiencia política y su cercanía con hombres de poder que influían peligrosamente en sus decisiones, hicieron que su gobierno quede teñido por una de las etapas más oscuras de la historia de la Argentina. El documental de Julián Troksberg, «Una casa sin cortinas», busca interiorizarse en la figura de Isabel Perón, la cual con el tiempo se fue desdibujando, para entender cómo fue su llegada al poder, su relación con el ex presidente y cómo quedó plasmada en la historia argentina. A través de varios interesantes e importantes testimonios de personalidades de la política de ese momento, personas cercanas a la protagonista, varios que la conocieron y otros tantos que siguen en contacto con ella, artistas relacionados y una recorrida por un vasto material de archivo, tanto videos como fotografías, y sus distintos hogares, podemos tener un acercamiento bastante profundo sobre quién fue María Estela Martínez de Perón, su vida personal y su ascenso y descenso en el camino de la política. Es fundamental tener en cuenta, que este documental no solo representa un testimonio social y la construcción de una memoria colectiva, sino también un aporte personal a la historia de su director, quien nació bajo la presidencia de Isabel, su padre fue desaparecido meses más tarde con la dictadura y su madre relacionaría a la figura de aquella mujer como la encarnación de todos los males que vendrían después. En cuanto a los aspectos técnicos podemos decir que estamos frente a un documental bastante clásico y convencional, pero donde también existen algunas decisiones estilísticas que ayudan a crear este enigma que sobrevuela a la figura de la protagonista, como ver sus discursos en distintas escenas pero casi no tener acceso a escuchar alguno de ellos. En síntesis, «Una casa sin cortinas» resulta ser un documental valioso, que se centra en una figura controversial de la historia argentina pocas veces abordado. Un personaje al que se lo asocia con un momento oscuro del país, pero que gracias a una gran cantidad de testimonios cercanos a ella y a la época podemos entender con mayor profundidad su causa y el trasfondo político y social de ese entonces.
El thriller de venganza se tornó un género muy recurrente dentro de la industria cinematográfica estadounidense, donde alguna figura conocida decide ir en busca de aquella o aquellas personas que le quitaron algo muy preciado o las provocaron por alguna razón, ya sea Liam Neeson en «Taken», Denzel Washington en «The equalizer» o Keanu Reeves en «John Wick». Suelen ser un combo perfecto entre habilidades ocultas (o no tanto), buenas coreografías de pelea y un frenetismo desmedido. En esta categoría se encuentra «Nobody», que se iba a estrenar en nuestro país el 13 de mayo, pero debido a que los cines tuvieron que cerrar sus puertas por la segunda ola, llega recién ahora. Protagonizada por Bob Odenkirk, querido por todos por encarnar a Saul Goodman en «Breaking Bad» y «Better Call Saul», la película se centra en Hutch, un hombre tranquilo y rutinario que es víctima de un asalto en su casa a manos de principiantes. Este será un detonante para cambiar su apacible vida y sacar a la luz varios secretos que tenía guardados sobre su pasado y personalidad. A diferencia de otras películas de este estilo, «Nobody» no consigue estar entre las mejores propuestas ni ser tan sofisticada o tener una estructura más elaborada. De todas maneras, nos ofrece una historia entretenida, que va creciendo con el correr del metraje, y que se beneficia de su corta duración (hora y media) para ser más ágil y dinámica. A medida que nos vamos interiorizando en la vida de este hombre aparentemente común, y la trama va revelando algunos detalles poco a poco, la misma se va volviendo cada vez más interesante y atrapante. Queremos saber quién es el protagonista, por qué tiene estas habilidades, y cómo se va a terminar desarrollando todo. La mayoría de las secuencias de acción y pelea están muy bien ejecutadas y coreografiadas, acompañadas por una banda sonora que a veces utiliza a la música clásica para generar un impacto mayor y una cámara lenta que las enaltece. En cuanto al elenco debemos destacar a cada uno de sus miembros, empezando por Bob Odenkirk, un actor muy versátil al que no estamos acostumbrados a ver en este tipo de roles, pero que logra desempeñarse de una manera muy cómoda y creíble. Su carisma y gracia traspasan la pantalla, generando una empatía automática con el espectador. La participación de Christopher Lloyd como su padre suma muchísimo tanto para la trama como para esa cuota de humor que nos ofrece la historia, además de la acción y el suspenso. Con respecto al villano, Aleksei Serebryakov, sirve como un buen contrapunto del protagonista, aunque no siempre significa una gran amenaza para él. En síntesis, «Nobody» resulta ser una buena película de acción para aquellos amantes de estos thrillers de venganza. Puede que existan mejores, pero logra cumplir con su cometido de brindarnos buenas escenas de pelea, un protagonista carismático, un tono que varía entre la comedia y la tensión y un final abierto que nos deja la puerta abierta para una continuación.
Una madre recibe en una comisaría las pertenencias de Alexis, su hijo de 22 años, cuyo cuerpo fue encontrado en la intemperie por un hombre montado a caballo. Mientras se realiza la investigación correspondiente para determinar cómo murió, la autopsia y el funeral, deberá permanecer con su hijo menor en aquel lugar. «Nosotros nunca moriremos» es una película que habla sobre la pérdida y el duelo, a través de la mirada de una madre que debe vivir con este hecho impactante e inesperado y de un hermano menor que no termina de comprender del todo lo que sucede una vez que partimos. Pero también la cinta propone conocer, nuevamente, la identidad de un ser querido que hizo su propio camino, alejado de su pueblo natal, donde su familia profundiza más en su trabajo, su noviazgo, su departamento y los lugares que frecuentaba. Es una forma de estar cerca de alguien que ya no está para poder sanar heridas y transitar ese duelo. El presente se va mezclando con el pasado de una manera sutil y natural, sobre todo cuando los personajes realizan este recorrido por la vida de Alexis, donde nosotros como espectadores también podemos tener un mejor contexto sobre quién era este joven y por qué pasó lo que pasó. El silencio que predomina en la mayoría de las escenas por sobre los diálogos, el ritmo bastante pausado, la fotografía con paisajes amplios, desiertos y solitarios, y el sonido de la naturaleza, logran crear ese clima de pueblo estancado, vacío, melancólico, donde las cosas no pasan y todos tienen una única rutina. Algo que se asemeja demasiado a lo que uno vive cuando transita una tragedia. Un lugar en constante duelo, que se contrapone con la simpatía y la solidaridad de sus habitantes que sin ser demasiado demostrativos o caritativos buscan ayudar a los protagonistas en su camino. Romina Escobar como la madre y Rodrigo Santana como el hijo menor plasman muy bien sus emociones en pantalla, las cuales al principio están más contenidas y poco a poco las van dejando fluir. Para ella significa lidiar con una pérdida inusual y para él romper con la inocencia de ese niño que fue para dar paso a la adultez. En síntesis, «Nosotros nunca moriremos» nos ofrece una película que habla sobre el duelo y la angustia, a través de una historia sensible pero sutil, que no presenta demasiado revuelo a la hora de transmitir sus emociones. Al igual que ese pueblo sencillo, estancado y vacío los protagonistas deberán transitar un nuevo camino para sanar y crecer.
Cecilia es una profesora de sociología en la Universidad, está separada y vive con su pequeño hijo Juan. Una madrugada de tormenta, Kevin, el hijo de la empleada doméstica que trabaja en su casa y con el que no tiene demasiada relación, toca la puerta de entrada con desesperación. Sin embargo, entre la oscuridad y el miedo ella no atiende. Al día siguiente, el cuerpo de Kevin aparece en el río, asesinado por la policía. Es así como Cecilia comienza a ser acechada por este suceso. Al igual que realizó con «La Larga Noche de Francisco Sanctis», que dirigió con Andrea Testa, donde abordó el tema de la dictadura, el silencio y la complicidad, pero de una manera muy sutil casi imperceptible, Francisco Márquez vuelve a hacer una película de denuncia, en este caso sobre la violencia ejercida por la policía, principalmente hacia los sectores más populares. Nuevamente la historia corre del eje a la temática en sí, sino que la utiliza como detonante para contarnos el impacto que tiene este hecho en la vida de una protagonista con convicciones fuertes, que son completamente derribadas. «Un crimen común» nos ofrece un thriller intrigante, incisivo, con tintes de terror y lleno de momentos de suspenso y tensión pura donde la protagonista siente la presencia de alguien, de su propio fantasma. En este sentido los aspectos técnicos ayudan a generar el clima deseado y van cambiando con el correr del metraje a medida que sea necesario. La banda sonora se va volviendo cada vez más inquietante y tensa, los espacios se observan más solitarios y angostos, provocando un encierro asfixiante, y la iluminación se nota cada vez más oscura y tenue. Durante todo momento la película consigue ahondar en cuestiones éticas y morales sobre el accionar de una persona ante un determinado hecho, los límites entre lo que pensamos y lo que hacemos, las diferencias de clase, el destino, la responsabilidad, la culpa y la reflexión sobre lo que creemos que somos. Sin embargo, el film no juzga ni condena a sus personajes, sino que simplemente los retrata. Elisa Carricajo hace una labor excepcional a la hora de interpretar a Cecilia, una mujer simpática, dedicada y atenta pero que por una falta de acción o susto empezará a cuestionar todo su alrededor, su persona, sus convicciones, y a volverse completamente perseguida, afectando su profesión, su maternidad y hasta su propia psiquis. A medida que va avanzando el metraje, va retratando de buena manera su dejadez, su culpa, su inestabilidad, inquietando al espectador. Si bien está bien secundada por el resto del elenco, compuesto por actores profesionales y amateurs, como Mecha Martínez, la empleada doméstica, la actriz permanece siempre en pantalla, poniéndose la película al hombro. Francisco Márquez vuelve a demostrar con «Un crimen común» que sabe realizar buenas películas mezclando temas políticos y sociales a partir de un thriller atrapante e intenso, con aspectos técnicos que sustentan el clima ideal para que se desarrolle la historia y con un protagonista que lleva adelante la trama con gran oficio. El resultado es un más que satisfactorio film.
El 28 de septiembre de 2004 ocurrió la masacre escolar de Carmen de Patagones, en el cual un alumno de 15 años disparó con la pistola de su padre, que trabajaba en Prefectura, a sus compañeros de clase, provocando la muerte de tres de ellos e hiriendo a otros cinco. Años después de ese acontecimiento, Pablo y Rodrigo, dos de los sobrevivientes, se ponen al frente de «Implosión», film de Javier Van de Couter, en el cual viajan en busca de su agresor. A pesar del paso del tiempo, siguen lidiando con el pasado que todavía se encuentra presente y los marca día a día. Si bien «Implosión» es una ficción y se nota el trabajo de guion que hay detrás de cada escena, la misma se beneficia de este aire documental, al estar basada en hechos reales e incluir como protagonistas a los sobrevivientes de aquel hecho. Esto no solo resulta original y arriesgado sino que además nos permite entrar a un universo más intimista y conectar con los personajes desde otro lugar. No son actores, sino personas reales que se están interpretando a sí mismos y que hacen el mismo viaje introspectivo que sus papeles. Ellos también tienen que lidiar con ese pasado latente que vuelve en forma de recuerdos, de conversaciones o de relación con su lugar de origen. Por otro lado, debemos destacar que ambos protagonistas son muy naturales y creíbles. La película no se centra en la matanza en sí, sino que la usa como excusa o punto de partida para contar la transformación de estos jóvenes, el manejo de una tragedia, la postura frente a la vida, como también observar su relación de amistad. Una historia que por momentos muestra a dos hombres que parecen haber seguido adelante, mientras al segundo este hecho vuelve a surgir porque es un suceso transversal a su vida. Los aspectos técnicos acompañan bien a la trama, con una cámara que por momentos los sigue muy de cerca, algo que le da dinamismo y movimiento a la historia y que apoya a esta idea de seguir adelante. Lo mismo ocurre con los paisajes, por momentos bastante solitarios, resaltando la figura de los protagonistas y otorgándole un dejo reflexivo, y por otros llenos de gente. En síntesis, «Implosión» es una película distinta, una ficción que se beneficia de ese aire documental, gracias a que se centra en un hecho real y pone al frente de la historia a los verdaderos sobrevivientes. Un film sobre el seguir adelante, el paso del tiempo, el pasado que se vuelve presente y el convivir constantemente con una tragedia. Con aspectos técnicos acertados y buenas interpretaciones, tenemos un acercamiento al mundo íntimo y sensible de sus protagonistas.
Todd ha crecido en Prentisstown, ubicado en un planeta donde los hombres deben convivir con «el ruido», un proceso por el cual todos sus pensamientos se hacen visibles a las demás personas. Si bien las mujeres no fueron afectadas de igual manera, la tribu nativa las terminó asesinando. Con la llegada de una joven, y única sobreviviente, en una nave espacial, Todd se dará cuenta de que no todo es lo que parece y la ayudará a escapar de las garras de su pueblo para poder contactar a su gente. «Caos: El inicio» es una película distópica basada en la novela «The Knife of Never Letting Go», la primera parte de la trilogía «Chaos Walking» escrita por Patrick Ness. Por un lado su premisa resulta atractiva y su ejecución hasta divertida o graciosa por momentos por exponer los pensamientos de los personajes todo el tiempo pero a la vez la constante utilización de este recurso se va tornando un poco molesto y repetitivo con el correr del metraje. Al principio cuesta seguirle el hilo a la historia, entender su trasfondo y contexto, como también quiénes son algunos personajes y su vínculo con el protagonista. Sin embargo, a medida que avanza la trama se va brindando la información necesaria para establecer los orígenes y las relaciones. Algunas cuestiones centrales se vuelven bastante predecibles, sobre todo aquellas resoluciones que deberían ser más impactantes o sorprendentes, el espectador puede adivinarlas al poco tiempo de empezada la historia. Si bien muchos films solo buscan entretener, acá también se exploran algunos temas interesantes como el machismo, el miedo a lo desconocido, la violencia, entre otras cuestiones, desde un costado bastante superficial sin llegar a profundizar demasiado. De todas maneras la película nos propone entretenimiento a base de un ritmo dinámico, donde los protagonistas están en constante peligro. Todd está encarnado por Tom Holland, uno de los jóvenes actores más prometedores de la actualidad, quien logra equilibrar de una buena manera la inocencia de su personaje con la fortaleza que debe tener. Por su parte, Daisy Ridley se pone en la piel de esta chica que llega al planeta para poner su mundo patas para arriba, generando misterio y un detonante interesante para Todd. Ambos se complementan muy bien en escena, transmitiendo buena química entre sí. En cuanto al villano, tenemos a Mads Mikkelsen, que a pesar de que en un comienzo sus intenciones están aplacadas es una elección lógica como antagonista y como siempre lo realiza de una buena forma. En síntesis, «Caos: El inicio» es una película atractiva y entretenida, gracias a la química de sus personajes y al dinamismo de su historia. Sin embargo, existe una repetición de recursos hasta el agotamiento, decisiones que se vuelven predecibles o un inicio confuso que hacen que la interesante propuesta se quede a mitad de camino.