Una puesta dinámica que no consigue tapar su endeble desarrollo de personajes. En el 2011 se dio a conocer Ready Player One, novela debut de Ernest Cline, que se ganó rápidamente un lugar entre los best sellers por insertar en su narración múltiples referencias a la cultura pop (los ‘80 en particular). El destino, sumado a un largo tiempo de desarrollo, determinó que uno de los más grandes contribuyentes a la creación de ese nicho, Steven Spielberg, se haya puesto al hombro la adaptación. La pregunta que se cuece acá es si conseguirá darle un toque de emoción o quedará sepultada bajo un mar de referencias a productos preexistentes. Insert Coin Es el año 2045 y la ciudad de Columbus (Ohio, USA) es una de las más superpobladas. Por los diversos avatares que esto conlleva, el único escape del público es una realidad virtual llamada OASIS. Uno de los usuarios de esta tecnología es Wade Watts, quien encuentra más alegrías en este universo que en su monótona y decadente realidad. Todo cambia cuando fallece el creador de dicho universo: le heredará poder absoluto sobre OASIS a quien sepa encontrar un “huevo de pascua” oculto. Ready Player One destaca por sus escenas de acción como solo Spielberg sabe hacerlas. Lamentablemente le cuesta muchísimo hacerlas encastrar con los objetivos emocionales de los protagonistas. La razón es que, básicamente, no están bien desarrollados. El guion no consigue que empaticemos con ellos. Nos afecta más la historia del creador de OASIS que la del propio protagonista, porque una tiene el detalle y la profundidad que la otra no recibe. La subtrama romántica es introducida de forma forzada. Hay personajes que declaran amor ni bien empezado el segundo acto. No importa que la contraparte romántica le tire una batahola de comentarios sobre que “lo que siente no es amor”: el daño ya está hecho. No consigue que le tengamos miedo a su antagonista, reduciéndolo a un pelele corporativo. De nuevo, no importa cuántas ordenes de mandar a matar haya dado: el daño ya está hecho. No consigue que el grupo se haga querer o que nos preocupemos por su destino o su separación. No importa cuánto carisma y remates a la hora de dialogar se les den. Sí, son graciosos, pero el daño ya está hecho. También cabe señalar que explican constantemente sus orígenes, y sus vínculos tampoco están tan desarrollados de manera tal que nos preocupe que estos se destruyan a través de la abducción o la muerte. Por muchos que sean los desaciertos a señalar en este título, debo señalar que hay una secuencia donde se homenajea a la película The Shining que vale la pena y es la que consigue, aunque sea ínfimamente, el objetivo de entretener, narrar y emocionar teniendo a la trivia como el corazón de todo. En materia técnica Ready Player One presenta un gran despliegue visual que consigue sumergirnos exitosamente (y con radical diferencia) entre la realidad distópica y el lúdico mundo virtual. La música de Alan Silvestri se desempeña con naturalidad en el universo Spielbergiano: uno no puede evitar notar que de haber sido John Williams de la partida, sus elecciones no hubieran sido muy diferentes para subrayar las emociones que la película desea evocar. En materia actoral, Tye Sheridan yOlivia Cooke se prueban eficientes como pareja protagonista, más allá de que el guion no les da mucho con qué trabajar. Dicha eficiencia también aplica a Ben Mendelsohn, aunque por más dignidad que le aporte a su interpretación no puede evitar caer preso de las falencias ya presentes en el libreto. El único que consigue ir más allá de lo correcto es Mark Rylance, como el creador de OASIS, simplemente por tener su personaje una carne que al resto le falta. Conclusión Si bien consigue evocar el dinamismo característico del universo de los videojuegos y las referencias de diversos iconos le sacarán una sonrisa a más de uno, Ready Player One se queda a mitad de camino por no poner ese mismo empeño a la hora de desarrollar los personajes propios de su universo narrativo. Una cuestión acentuada también por un desenlace que extiende su bienvenida por unos 20 minutos.
Una narración atinada sobre la pérdida de la inocencia. La pérdida de la inocencia en la niñez es un tema que se ha tratado sendas veces en el cine, pero casi siempre de una manera anunciada. Es de apreciar cuando un cineasta se anima a ilustrar dicha experiencia como lo que fue, algo repentino, doloroso y que viene para quedarse. Los norteamericanos tienen una expresión denominada “Pull the rug from under your feet” que significa “Sacar la alfombra de debajo de tus pies” Esa es la sensación que acertadamente comunica Sean Baker con Proyecto Florida. Una rodaja de vida Proyecto Florida cuenta la historia de Moonee, una niña de 6 años que vive y juega con sus amigos en un complejo hotelero de bajos ingresos. La historia oscila entre las travesuras que lleva a cabo y la convivencia con su madre, una joven mujer a quien se le dificulta alcanzar su supervivencia, teniendo que recurrir no pocas veces a métodos cuestionables para conseguirla. Inicialmente, la película da la impresión de no tener un guion y que se trata de simplemente una serie de viñetas sobre el verano de una niña bastante particular. No es así. Lentamente y con paso seguro abandona esa serie de viñetas para adentrarse en lo que realmente es: las consecuencias que paga una hija por el ejemplo que recibe de su madre. Salta a la vista que en esa relación no falta amor y no hay una onza del antagonismo típico entre madre e hija, pero del mismo modo Halley es una madre que no hace el más mínimo intento por ejercer autoridad o sentar un buen ejemplo para su pequeña, y el comportamiento de esta es una consecuencia directa de aquella negligencia. Para poder sentir esa progresiva destrucción de la inocencia como algo natural, se tiene que correr el riesgo de mostrar un montón de escenas que pueden parecer inconexas aunque ilustran la filosofía de vida de estos personajes. Se ilustra también su pequeño paraíso, muchas veces conseguido a expensas de otros, pero paraíso al fin, y cómo este puede ser destruido por la irresponsabilidad. En esa palabra nos tenemos que detener, ya que la película muy sutilmente trata de esto: el riesgo de la irresponsabilidad en la paternidad. Trata de ilustrar que ser padre es una tarea que no se enfrenta a la ligera: es una prioridad que no puede ocupar un segundo lugar de ningún modo, manera, o forma. No hay lugar para egoísmos. Sean Baker resuelve la gran mayoría de las escenas de la película en un solo plano, máximo dos. Es clave para entender cómo pudo sacar actuaciones tan eficientes de su reparto infantil, donde más de un integrante hace su debut: se requiere de intérpretes hábiles para cubrir una acción desde varios ángulos y que en todos esté la misma intensidad. Una movida inteligente que beneficia a la película y al lucimiento interpretativo. Willem Dafoe es sólido y querible como el encargado del edificio. Destaca Bria Vinaite en su rol de la negligente madre de la protagonista. Desde luego, Brooklynn Prince sostiene con mucha dignidad su papel como la niña central de la historia. Conclusión Proyecto Florida es una atinada rodaja de vida, el paraíso de la niñez retratado con plena naturalidad tanto en su establecimiento como en su dura conclusión. Un ejercicio de paciencia narrativa que sabe cuándo experimentar y cuándo valerse de la tradición. Disfrutable.
Un argumento endeble sobre el amor trascendiendo los límites del tiempo y el espacio. El amor lo conquista todo. A ese mensaje se han anotado incontables películas desde los orígenes de la cinematografía, con distintos métodos, sea sutiles u obvios. No es necesario señalar cuál enfoque es el que mejores resultados ha producido, y sí es necesario señalar que Un Viaje en el Tiempo es un ejemplo rotundo del daño que puede hacer la obviedad y la superficialidad a la hora de desarrollar un tema, por más arraigado que esté en la fantasía. Un Teserear Glorioso Meg Murry es una adolescente tan inteligente como infeliz que tiene problemas en la escuela. Sus compañeros la viven molestando y los docentes ya no saben cómo responder a su bajo rendimiento académico. Esta tristeza tiene mucho que ver con el hecho de que su padre, un prestigioso científico, desapareció dejando solas a ella, su madre y a su pequeño hermano. Un día todo esto cambia cuando tres guías celestiales entran a su vida con la intención de ayudarla a encontrar a su padre. El guion de Un Viaje en el Tiempo es uno bastante endeble en su proceder. Su percepción del bien y el mal es exagerada, unidimensional y completamente carente de sutileza, incluso para los estándares de una película para niños. Sus diálogos carecen completamente de subtexto, oscilando entre lo explicativo y la comedia involuntaria. Es una película que se toma muy a pecho la cuestión de “el amor es la respuesta” para la resolución de sus conflictos, a tal extremo de tener que enrostrárselo al espectador a cada paso del camino. Esto es una muleta que la narración no sacrificará por nada del mundo y tiene su más clara consecuencia en lo cansino de su ritmo, alargando innecesariamente (y no pocas veces) las escenas. El desarrollo de personajes se adentra peligrosamente en el terreno de la indiferencia. Uno ve que sufren, entiende de dónde viene ese sufrimiento, pero no llegan a conmover; te da igual sus triunfos o sus fracasos. No conforme con tener ese concepto exagerado y nada sutil, también lo es el cómo eligen encararlo visualmente. El uso de colores y texturas que propone es digno de una publicidad de impresoras por su excesiva saturación. El vestuario reduce a sus protagonistas a un chiste lamentable. Oprah Winfrey es un Goku canoso, mientras que el vestuario de Reese Witherspoon muchas veces parece una sábana amontonada y arrugada que le pusieron encima. En materia actoral, a riesgo de generalizar, todos y cada uno de los miembros del reparto se encuentran en un callejón sin salida. Por más pericia que tenga como directora Ava DuVernay, y la capacidad que puedan tener los actores, no pueden superar las falencias del guion. El elenco no puede bordar las acciones y los diálogos de estos personajes sin hacerlos quedar como niños caprichosos. Conclusión Ni toda la brillantina del mundo puede salvar a Un Viaje en el Tiempo de zozobrar estrepitosamente. Entre su ritmo cansino y su humor involuntario, es un fallido absoluto tanto a nivel narrativo, como visual e interpretativo. Suban bajo su propio riesgo.
Propuesta bíblica con suficientes puntos por encima de la media. Llegada la temporada de Pascuas, no es nada extraño que desembarque en salas alguna película con Jesucristo como personaje o tema. Habitualmente ellas suelen adolecer de materia narrativa, pero este año con María Madaglena lo que nos toca ver es algo cercano a una excepción. Es decir, una película que narrativamente hablando tiene equiparada la balanza de las virtudes y los defectos, cuando suele ser todo lo contrario. Sobre esta piedra edificarás mi Iglesia María Madgalena cuenta la historia de la figura bíblica en cuestión, desde que es una joven que se rehusa a seguir el mandato paterno para unirse a la cruzada de Jesucristo, siendo testigo de todos los eventos cruciales que ayudan a forjar su leyenda. En materia guión, la primera mitad de la película se mantiene bastante firme, develando detalles de la historia de Maria Magdalena que no son muy conocidos por el público general, arriesgándose a proponer una versión radicalmente distinta de la reputación que tenía: acá no van a ver apedreamientos por ser adúltera, el apedreamiento es un ahogo en el río para “sacar los demonios”, y el adulterio aquí es el “descaro” de salir a rezar por su cuenta y no al mismo tiempo que los hombres. La segunda mitad desinfla un poco, ya que se adentra en la historia Crístiana con la que todos hemos crecido y por lo tanto no guarda ninguna sorpresa. No obstante, es necesario señalar dos detalles: primero, que en todo momento elude los lugares comunes o los limita a lo esencial. Por ejemplo, la Última Cena no tiene nada de la intriga de predestinación conocida por todos, sino que queda reducida simplemente a eso: una cena. Se parte el pan, se reparte y nada más. Breve, sencillo y sin tanta elaboración. El segundo detalle es que jamas abandona el punto de vista de la protagonista. Desde luego que la cuestión romántica que se le adjudica junto a Cristo es abarcada y palpable desde el subtexto, pero -sin importar que sea en la superficie o debajo de ella- es siempre un amor ilustrado de una forma más afectiva que lasciva. En materia interpretativa tenemos una muy buena labor protagónica de Rooney Mara. Joaquin Phoenix es un Cristo competente, siendo una figura pacifica pero también haciendo hincapié en la rebeldía que se sabe tenía aunque pocas veces fue abarcada. Chiwetel Ejiofor entrega una labor digna como un Pedro muy distinto del que hemos escuchado hablar. Todo esto está complementado por una competente dirección de Garth Davis, con una propuesta visual en la que predomina una paleta de colores clara y desértica, aparte de saber jugar con lo que cada lente de la cámara tiene para ofrecer. Conclusión María Magdalena es un producto logrado. Si bien le queda grande el mote de “obra maestra”, está bastante por encima de muchas epopeyas bíblicas recientes. Una mirada distinta, literal y metafóricamente.
Un desacierto narrativo que deja muchas preguntas. El cine experimental da para todo. No solo para experimentar con las formas narrativas, sino con su total carencia y, desde luego, con las reacciones que el espectador pueda tener. Borra todo lo que dije del amor porque no sabía bien quién era parece apuntar a esto. ¿Qué acabamos de ver? Usualmente se inicia el análisis describiendo una breve sinopsis de la obra a ser analizada, pero como lo que ofrece la película por si misma es difícil de describir, nos limitaremos a la propuesta por la propia realizadora Guillermina Pico: Las orejas de los caballos de pie se recortan sobre el amanecer cerrado. Una chica patina en rollers sobre el parquet de un departamento vacío. En el jardín con color de lluvia, un rosal blanco con rocío. Borrá todo lo que dije del amor porque no sabía bien quién era, es una película de proceso, de observaciones y notas sobre el paisaje interior y la belleza que tienen los instantes perdidos. Si esta película tuviera que ser analizada simplemente por lo que se expuso en la pantalla, tendría que decirse que no tiene historia o hilo temático siquiera. Se trata de un montón de imágenes al azar, editadas juntas, con una mezcla de sonido bastante precaria y unos textos que no se entiende a qué apuntan o qué relación pueden guardar con las imágenes. Claramente no estamos hablando de una película con aspiraciones comerciales. Un público general no le tendría mucha paciencia que digamos, mientras que solo un grupo muy (pero muy) reducido de conocedores podría quedarse hasta el final. Albert Einstein decía “Si juzgas a un pez por su habilidad de escalar un árbol vivirá su vida creyendo que es un estúpido.” Son varias las preguntas que se pueden hacer en respuesta a este visionado, pero particularmente son dos: “¿Qué acabamos de ver?” y “¿Qué quiso decir la realizadora?” Preguntas que surgieron durante y después de la proyección. Si se investiga, se rastrean entrevistas o cualquier texto que pueda contestar a estas preguntas, uno no puede evitar llegar a la conclusión de que probablemente esto haya sido algo buscado. Cualquier arte busca la reacción de quien lo observe, y que esa reacción quede con él mucho tiempo después de haberse retirado del lugar de exhibición. Una reacción de elogio es lo que busca todo artista, pero si esa reacción fuese un “¿qué acabo de ver?” tampoco sería un desacierto: el verdadero fracaso sería la total indiferencia de un espectador que sale de la sala y solo piensa “¿a dónde vamos a comer?” Cuando uno se sigue preguntando qué quiso decir la realizadora es porque algo de la obra se quedó, incluso si narrativamente no se le encuentra ninguna virtud. Conclusión Como narración, Borra todo lo que te dije del amor porque no sabía bien quién era no funciona en lo más mínimo. Una calificación aprobatoria o una recomendación laudatoria sería un engaño, tanto de quien escribe como hacia el lector. Es un rejunte que dejará a más de uno rascándose la cabeza sobre lo que acaba de ver, y rascándose todavía con más fuerza ante la duda de si este desconcierto pudo haber sido algo buscado.
Durante los últimos 20 años más o menos, los realizadores del cine ATP tratan de adoptar una propuesta inclusiva. Es decir, que los adultos disfruten a la par de los niños. Esto ha traído como resultado que no pocas veces los guiones hayan madurado, sin necesidad de caer en una oscuridad excesiva pero tampoco cayendo en una nube rosa. No obstante, es algo que debe ser vigilado, sino se corre el riesgo de exponer a los chicos a un humor (aunque efectivo) que dificilmente puedan asimilar. Es en este debate donde encontramos a Peter Rabbit Temporada de Conejo Peter Rabbit vive con sus hermanas en una madriguera bajo un árbol. Están bajo el cuidado de Bea, una pintora que es como una madre para ellos. Paralelamente tienen una relación antagónica con el Señor McGregor, dueño de la huerta vecina, escenario de muchas de sus travesuras. Todo cambia cuando fallece McGregor y su estricto sobrino, Thomas, hereda la propiedad, la cual desea vender. La cosa se complicará cuando se enamore de Bea, y esto cause no pocas fricciones entre Peter y Thomas. En materia guion debe concedérsele a la película que es entretenida y goza de sendos obstáculos que el protagonista debe superar, aparte de que genera muchas risas en dicho recorrido. El desarrollo de personajes es, durante la gran mayoría del metraje, prolijo: protagonista y antagonista tienen motivaciones muy claras. Es esta oposición de deseos lo que permite la fluidez dramática y, desde luego, será la principal fuente de humor. Sin embargo, hay dos inconvenientes que señalar. Primero: la película tiene logrados momentos de humor, pero su búsqueda del mismo puede ser tan frenética que a veces no pueden evitar sucumbir a un humor subido de tono que excede a la premisa ATP en que está inscripta. El segundo inconveniente tiene que ver con el desenlace, que está basado en una enorme contradicción a la propia lógica establecida. En materia actuación tenemos una labor sólida de Domhnall Gleeson: ya ha incursionado previamente en la comedia, aunque aquí prueba que el humor absurdo le sienta todavía más. Sam Neill está tan irreconocible como eficiente en el breve rol antagónico que la película deposita en él. Por otro lado debemos destacar el gran trabajo de voces donde figuran James Corden, (como el conejo protagonista), Daisy Ridley y Margot Robbie, con esta última tomando también el rol de narradora del film. El cuanto a lo técnico debe decirse que es impecable. Habitualmente cuando el live action convive con lo digital, la animación de este último apartado suele ser exagerada. Sin embargo Peter Rabbit no toma ese camino. Si bien adopta un claro antropomorfismo, en su mirada de los animales, las texturas, los pelajes y las expresiones guardan cierto nivel de realismo. Conclusión Aunque a menudo incurra en un humor que dista del ATP al que claramente apuntaban y tenga un desenlace que pudo ser mejor, Peter Rabbit es una entretenida propuesta que va a sacar no pocas risas. Si es para niños ya es materia de otro debate; pero de ser así, se tendría que decir que no es para los muy chicos.
Incluso estando en una época donde los videojuegos son prácticamente pensados como una película, sus adaptaciones cinematográficas (ya sea por pereza narrativa y/u ostentación de recursos técnicos) todavía no consiguen sacarse el gualicho de no poder hacerle justicia al material fuente. Tomb Raider, adaptación y lavada de cara de la aparición que tuvo recientemente el personaje, no consigue ser una excepción. No esa clase de Croft Lara Croft es la heredera de un imperio, pero prefiere deambular por las calles de Londres siendo una repartidora. Esta sencilla existencia llega a un alto cuando le informan que se han cumplido siete años de la desaparición de su padre y debe firmar los documentos que lo pronuncien legalmente fallecido. Lejos de asumirlo, ella decide embarcarse en una búsqueda tomando como punto de partida el último paradero de su padre: una isla remota que alberga los restos de una mítica y poderosa hechicera japonesa. Una búsqueda no exenta de obstáculos impuestos por cazadores de tesoros que desean adquirir dichos poderes para su propio beneficio. El guion de Tomb Raider lamentablemente tiene sendos problemas narrativos. Estamos hablando de sospechosos habituales como incoherencias, predictibilidades y situaciones resueltas por casualidad más que por una acción directa de la protagonista. Las escenas de acción están bien ubicadas y desarrolladas, pero sus resoluciones no pocas veces cuentan con los problemas ya mencionados. Aparte cabe aclarar que hay muchos personajes que están prácticamente de adorno y otros cuyo pobre desarrollo ponen demasiado en evidencia que estamos hablando de otro intento desesperado de empezar una franquicia. Sólo que en este caso es tan pero tan notorio que contribuye a que la resolución haga quedar a la protagonista como una completa estúpida. Las comparaciones son odiosas pero a veces son inevitables, por lo que muchos se preguntarán cuál es la evolución, si la hubiere, respecto de la versión del personaje encarnada por Angelina Jolie en el 2001. Lo único que puede decirse es que esta Lara Croft es más terrenal y no tan exagerada. En aquella versión el personaje luchaba con robots y saltaba en bungee dentro de su propia casa. En esta, la afición a los deportes extremos es retratada mediante una persecución en bicicleta por Londres donde también muestra la inteligencia del personaje para despistarlos. Un detalle apreciable, por ínfimo que sea, en una narración que deja bastante que desear En materia técnica tenemos una apropiada fotografía y montaje, adjetivo también aplicable a los efectos visuales utilizados, destacándose más en las escenas de acción. En materia actoral, Alicia Vikander hace lo que puede, pero lamentablemente el guion no la ayuda. Caso también aplicable al antagonista que encarna Walton Goggins. Un poco mejor parados quedan Dominic West y Kristin Scott Thomas, pero por una simple cuestión de ser intérpretes de mayor trayectoria. Conclusión Tomb Raider es un ensamble de acción que propone escenas propias de sus orígenes informáticos, pero es endeble en su fundación y operación narrativas. Ni su apropiada propuesta visual o competentes actuaciones ayudan a que la película llegue a buen puerto.
De ritmo desafiante, pero desborda sutileza Paul Thomas Anderson es uno de esos realizadores donde salta a la vista su cinefilia. El cuidado y el nivel de detalle que le imprime a cada encuadre es siempre digno de estudio. Si bien El Hilo Fantasma no es una excepción, destaca más por tratarse de la última (así ha sido anunciada) interpretación de Daniel Day Lewis: naturalmente con esta noticia, la expectativa cinéfila puede ir en aumento. Sin embargo, grandilocuente no es la palabra que usaríamos para definir este trabajo. Hilando fino Londres en los años ’50. Reynolds Woodcock es uno de los diseñadores de alta costura más destacados. Su bien ganada fama es producto de una obsesiva atención a los detalles que lo lleva al extremo de tener affaires con las modelos de sus vestidos. En esta historia ese lugar lo ocupa Alma Elson, una camarera que deja embelesado a Reynolds. No obstante, Alma no es lo que se dice una chica callada y sumisa, y el que Reynolds siempre la ponga en segundo lugar después de su trabajo generará no pocas fricciones. El Hilo Fantasma es uno de los guiones más clásicos de la carrera de Paul Thomas Anderson, el que tiene una noción más clara, tradicional y reconocible de una estructura de tres actos. El tema que borda es claramente el de la obsesión, no tanto la del protagonista sino la de su contraparte romántica que no puede soportar ser la segunda en su interés, llegando a extremos peligrosos para rechazar ese segundo lugar. Cabe aclarar que es una historia en donde reina la sutileza a tal extremo que se vale de una cocción muy lenta para contarla, lo que puede resultar cansino al paladar de algunos espectadores. En materia actoral, Day Lewis entrega un trabajo apropiado en el rol protagónico. Los que crean que por ser su último trabajo el irlandés entregará un despliegue de virtuosismo a la altura de sus roles más recordados, se pueden decepcionar. Esta es una labor contenida, meticulosa, a la par del ritmo narrativo que propone la película. Sin embargo las que destacan son sus co-protagonistas. Vicky Krieps hace un gran esfuerzo para estar a la altura de un grande como Daniel Day Lewis y sale lo suficientemente bien parada del desafío. Lesley Manville sobresale por su frescura y naturalidad como la asistente del protagonista. En materia técnica, la película goza de una fotografía y una dirección de arte deliciosas, balanceándose muy bien entre los tonos cálidos y los tonos fríos, donde la luz cae de una forma muy suave sobre los personajes, incluso durante las escenas más tensas. También se debe resaltar el vestuario, ya que siendo una película ambientada en el universo de la moda de alta costura, es algo que no se podía tomar a la ligera. El uso de telas, colores y texturas es manejado con un enorme nivel de detalle, no solo en la creación de los vestidos del protagonista, sino en lo que viste cotidianamente todo el reparto, ya sea de entrecasa o en una cena elegante. Párrafo aparte merece la partitura de Jonny Greenwood: sabe subrayar con mucha habilidad todos y cada uno de los climas emocionales creados por Anderson. Conclusión El Hilo Fantasma es una propuesta sobria, dueña de una enorme sutileza en todos los aspectos que la integran. Aquí la única grandilocuencia son los vestuarios; cualquier cosa por fuera de ellos carece de rimbombancia. Aunque coherente en todo momento con lo que propone su historia y sus personajes, su cocción lenta puede poner a prueba la paciencia de algunos espectadores. Ahora, si están entre aquellos que entienden ese juego, pueden llegar a encontrarle gran disfrute a la propuesta.
Los retratos intimistas sobre familias disfuncionales son moneda corriente del cine independiente en cualquier parte del mundo, a tal extremo que el molde estándar de estas historias (habitualmente desacuerdos generacionales) se puede notar a millas de distancia. Ante esto, es un intento muy noble querer jugar con las mismas fichas pero en un tablero distinto al que se acostumbra. Esta es la búsqueda que se propone Adiós Entusiasmo y lo hace con un afán demasiado excesivo para su bien. Un asunto de familia Axel, un niño de diez años, vive con su madre y hermanas en un departamento. Esta convivencia tiene un detalle peculiar: su abuela vive encerrada en una habitación como parte de un tratamiento, y se rehúsa a salir en todo momento. Esta interacción generará no pocas fricciones entre los miembros de la familia. En materia guion tenemos personajes bien establecidos, cada uno con un conflicto personal a superar. No obstante, la falta de un hilo narrativo concreto es lo que le impide a estos personajes tener un desarrollo que alcance su plenitud. Lo único que se asemeja a un conflicto concreto es cómo los protagonistas intentan persuadir a la abuela a salir de su encierro. La película no da motivos de por qué se metió en el cuarto o por qué se rehúsa a salir, sino que se inclina a ilustrar cómo dicha situación afecta a los miembros de su familia. Cuando este conflicto es dejado de lado, dicho lugar lo ocupan una serie de secuencias aleatorias entre las que destacan un juego de roleplaying y una cena que transcurre en un pasillo. En materia actoral, tenemos trabajos interpretativos decentes; no hay mucho para admirar o para elogiar. Pero quien consigue destacar es Veronica Llinás: va de la calma a la furia con mucha naturalidad, como es esperable de una actriz de su trayectoria. Por el costado técnico Adiós Entusiasmo goza de una fotografía y una dirección de arte sobrias. También debe señalarse que tiene una relación de aspecto muy ancha para su propio bien. Se entiende que se buscaba hacer del lugar cerrado un lugar más grande, pero se tiene la sensación de estar viendo la totalidad de la historia a través de una rendija. Por otro lado, si lo que buscaban era meter al espectador en el papel de un voyeur puede decirse que lo lograron, pero de nuevo es solo una suposición. Conclusión Ir a contracorriente de lo que se suele mirar es una movida siempre bienvenida, pero sin importar cuál sea el camino a seguir (ser distinto o igual al resto), la meta debe ser siempre la historia y los personajes. Aunque esta historia no carece de dichos componentes, el camino que elige no logra que el espectador conecte con ellos. Adiós Entusiasmo es un drama familiar diferente, pero con un deseo tan grande de serlo que no consigue que el espectador siga el hilo de su historia. Es una película que va a dejar preguntas. Lo que el tiempo dirá es si el espectador se las seguirá haciendo más allá de la sala.
La enfermedad y la mortalidad, a riesgo de mencionar lo obvio, están íntimamente ligados y son un detonante poderoso a la hora de hacer a un lado la mirada de los otros y concentrarnos más en la nuestra. No obstante, son verdaderamente escasos aquellos ejemplos donde la mortalidad se da por sentado y el temor está fijado en otra cosa, resultando ser un punto de partida más que rico para otra discusión, para desarrollar un conflicto al que cotidianamente priorizamos pero que el cine no ha encontrado la manera de abarcar dignamente sin que sea percibido como vanidad. Este es el desafío del que sale airoso La Más Bella. Le Full Monty Lucie se ha recuperado de un cáncer de seno pero las secuelas de la quimioterapia la han dejado con una tremenda inseguridad sobre su cuerpo, y desde luego en su psiquis. Todo esto empezará a cambiar cuando conozca a un hombre y, junto a las enseñanzas de una profesora de striptease, trate de conseguir perderle el miedo a la vida. La mayoría de las películas que tienen por conflicto dramático principal al cáncer se inclinan por tomar como tema el confrontar a la muerte. Es en este detalle donde La Más Bella se separa del montón, ya que el tema que abarca la película es el de la desnudez, tanto física como emocional. La de mostrarse al mundo tal y como uno es, ser aceptado (incluso amado) por ello. Las escenas no reducen el conflicto meramente a la necesidad de la protagonista de ocultar al mundo los estragos estéticos que la quimioterapia hizo en su cuerpo, sino que muestra paulatinamente el progreso hacia dicha auto-aceptación; no solo en cuestiones románticas, sino también en cuestiones familiares (y dentro de estas, generacionales) así como emocionales, recurriendo con iguales niveles de sutileza -cuando la situación lo requiere- tanto a la comedia como al drama. Este es uno de esos pocos títulos que puede oscilar entre ambos géneros de una forma nada abrupta y sin caer en la trampa del golpe bajo de uno o la exageración del otro. Un equilibrio que es menester para tratar dignamente una historia sobre los estragos que puede generar una enfermedad como la abarcada aquí. En materia actoral la película descansa en los hombros de su protagonista, Florence Foresti, dueña de una gran riqueza expresiva en su rostro y movimientos. Su gracia es un elemento fundamental para que el tema de la película llegue a buen puerto. La acompaña muy apropiadamente Mathieu Kassovitz, que sabe cuándo dar la cuota extra de sensibilidad y sinceridad para un personaje que, desde donde se lo mire, es un galán de turno. Conclusión La Más Bella triunfa por igual, y con gran sutileza, tanto en la comedia como en el drama. La inteligencia y sensibilidad arraigadas en su guion y en sus actuaciones son lo que hacen de este título una propuesta recomendable.