El eterno conflicto entre árabes e israelíes está lejos de terminar, y el cine no permanece ajeno al mismo. Entre Dos Mundos es una propuesta que se vale de dicho conflicto como punto de partida de un debate igual de intenso: ¿Qué ocurre cuando dos personas en veredas opuestas de esta cuestión encuentran el amor? Entre la tradición y el odio: Un atentado terrorista deja a un joven en estado de coma. Amal, su novia, va a visitarlo al hospital, solo paracritica entre dos mundos encontrarse con la familia de él, a la cual no ve desde hace años y desconocen la relación que la une a su hijo. El hecho de que ellos sean judíos ortodoxos y ella de origen árabe no ayuda mucho a la situación. No obstante, Amal, haciéndose pasar por la pariente de otro paciente en coma, tratará de ganarse su confianza. El guion de Entre Dos Mundos es de una gran promesa dramática. Es una historia donde hay muchos valores en conflicto, principalmente en la elección entre el amor y la tradición. Tenemos, por un lado, el lazo que se construye entre Amal y la madre de su amado, y por el otro, la pesquisa de su padre por tratar de buscar una explicación racional sobre lo que le ha ocurrido a su hijo. De esta manera, la película cuestiona los límites de la tradición religiosa, arriesgándose a ilustrar que, si no se mide, es una fidelidad que puede cegarnos de nuestra más esencial humanidad. Un elemento a destacar es que la película desarrolla esta premisa mayoritariamente a través de acciones. Toda la información y los giros narrativos nacen de las imágenes. El espectador casi siempre tiene que hacer dos y dos, y durante una gran parte del trayecto la película sobresale gracias a esto. Infortunadamente, llegando el final, todos estos logros se dan contra una pared gracias a un final anticlimático, dando la sensación de que a la película le faltara un tercer acto, una resolución satisfactoria, sea a favor o en contra de la protagonista. Es uno de esos finales que dejan preguntas y no en el buen sentido. Por el costado técnico, los encuadres están compuestos con mucha habilidad, y sin importar lo que pase en el fondo, la cara de los intérpretes ocupa un lugar de privilegio en la puesta en escena que propone la dirección. Esta última está alineada con una prolija y no pocas veces intensa labor del plantel de actores, en donde todos gozan de una descomunal expresividad que les permite decir mil palabras con solo una mirada. Conclusión: Entre Dos Mundos es una propuesta que goza de una hábil puesta técnica y una sobresaliente labor actoral, pero la carencia de resolución es lo que impide que la película se luzca. Un verdadero inconveniente tomando en consideración la enorme sutileza y pulso con la que venían contando su historia. No obstante, la manera en la que la tradición religiosa es retratada será motivo de no pocos debates.
Cuando uno ve el poster de una película nacional protagonizada por dos figuras mediáticas, con un slogan que promete “en estas vacaciones de invierno la diversión está cantada” y “una comedia para toda la familia”, el espectador puede anticipar lo peor: otra concatenación de chistes completamente carentes de historia alguna, pero que generará rédito de la mano de aquellos espectadores que quieran seguir a los objetos de su admiración televisiva en una pantalla de cine. Si bien Cantantes en Guerra se vale de esto como su principal gancho, por lo menos hace el intento de entregar un producto lo más cuidado posible desde lo narrativo. Navajo, la película: Durante un casting, un inescrupuloso productor pone fin a la dupla musical que conformaban Ricardo y Miguel, al estar solamente interesado en el primero. Mientras Ricardo conoce la fama como el cantante Richie Prince, Miguel sienta cabeza con su familia y se dedica a ser profesor de música. 20 años más tarde, un accidente automovilístico los vuelve a encontrar y le da la idea a Ricardo de retomar su dupla con Miguel en un próximo concierto. Durante el mismo, Miguel consigue destacar con sus habilidades musicales, lo que será el principio de una rivalidad con Ricardo. El guion de Cantantes en Guerra no es una obra maestra de la narración cinematográfica, pero al menos es uno funcional y logra lo que se propone en materia de comedia. ¿Hay situaciones inverosímiles? Muy pocas. ¿Hay momentos donde el desarrollo adquiere una forzada rapidez? Desde luego. Sin embargo, y en esto tengo el deber de ser honesto, tiene sus virtudes. Para empezar, esta película trabaja un arco de personaje. Estos empiezan en un lado y terminan en otro, habiendo aprendido algo sobre sí mismos, sorteando obstáculos que los ponen en contacto con sus fallas. En concreto: consigue, aunque sea en lo mínimo e indispensable, que nos importe lo que les pase a estos personajes. Una historia a conciencia: Es de destacar cómo el guion trató de trabajar la historia tomando conciencia de las limitaciones actorales de José María Listorti y Pedro Alfonso. El personaje de Listorti tiene una reminiscencia a su Navajo de El Show de Videomatch, sumado a sus cómicos ataques de soberbia durante las cámaras ocultas a María Vázquez cuando leía poesía y se le reían en la cara. El personaje de Alfonso es escrito aprovechando esa imagen de chico de barrio de buen corazón que lo hizo ganarse el cariño de miles de espectadoras televisivas. Por otro lado, la película aprovecha la oportunidad para hacer una pequeña crítica sobre la superficialidad de la industria musical, vigilando que tenga sentido dentro del tono que viene manejando y que sea funcional al desarrollo de los personajes, incluso si las canciones son medio sosas y hasta infantiles. Muchos de los aciertos de la película tienen que ver con la dirección de Fabián Forte, donde desde el primer encuadre hasta el último demuestra ser un realizador con un claro manejo del lenguaje cinematográfico. La propuesta estética de producciones de esta naturaleza no suelen dejar mucho lugar para el rebusque; uno va, hace plano y contraplano, da un par de indicaciones y espera, a la hora del montaje, que todo pegue. Acá cada corte, cada encuadre, cada movimiento de cámara y cada marcación actoral están pensadas en el impacto que puede tener en el espectador. ¿Debería de sorprendernos? Tomando en cuenta los estándares en los que se vienen manejando habitualmente películas de esta naturaleza, les diría que sí. Naturalmente es necesario hablar de la labor interpretativa de José María Listorti y Pedro Alfonso. Empecemos por reiterar que todavía les falta un largo camino para consolidarse como actores, pero su química cómica es innegable. No obstante, cuando están separados, es Listorti el que se come la película con sus humoradas, acertando en todas las instancias cómicas que el guion pone a su disposición. Alfonso, por otro lado, es un poco más reservado, un poco más sobrio. Es también en dicha individualidad donde quedan expuestas, a grosso modo, las debilidades interpretativas de ambos, casi siempre de la mano de un puñado de escenas un poco más emocionales e intimistas que inevitablemente se sienten forzadas. Cabe aclarar el acierto de rodearlos de actores con más trayectoria y preparación para suavizar dichas desventajas. De este plantel de actores secundarios destaca Osvaldo Santoro, que se muestra muy eficiente como el interesado productor musical que encumbra a ambos personajes. Conclusión: Cantantes en Guerra no es ni por asomo una obra maestra del cine. Es más, si son de la opinión que Listorti y Alfonso no merecen estar en una película, no hay nada en esta película que pueda convencerlos de lo contrario. No obstante, sienta un ejemplo muy necesario: incluso si tu única meta es querer hacer dinero a expensas de la popularidad de dos reconocidas figuras mediáticas, necesitás sí o sí una historia lo mejor armada dentro de tus posibilidades. Tras años de ver cómo han utilizado el “diversión para toda la familia” como una excusa para ignorar la necesidad de una buena historia, es grato ver a una propuesta como ésta preocuparse en atender dicha necesidad. Esta película se propone hacer reír y lo consigue; al menos lo hizo conmigo, por lo que tengo la suficiente confianza para decir que si la eligen, mal no la van a pasar.
La persona cinematográfica de Spider-Man ha cambiado de actor como ha cambiado de calzoncillo, casi siempre a manos de actores que si bien habilidosos excedían un poco el rango etario de lo que se suponía debe ser un adolescente. Sin embargo, en esta ocasión, la factoría Marvel parece haber encontrado en el joven Tom Holland una oportunidad donde talento y edad están a la misma altura. Spider-Man: De Regreso a Casa es el desafío que enfrenta, y tanto él como Marvel eligen hacerlo de una manera única: priorizando su tema. El Hombre que Araña: Tras los eventos de Captain America: Civil War, Peter Parker tiene un traje que refuerza sus poderes arácnidos.crítica de spider-man: de regreso a casa Aunque no le encuentra nada de malo a interceder en delitos callejeros comunes y corrientes, el siente que Spider-Man está listo para desafíos más grandes: encuentra la posibilidad de demostrarlo en los planes de Adrian Toomes, el contratista frustrado devenido a criminal. El guion de Spider-Man: De Regreso a Casa es uno bien estructurado que sabe balancear la comedia con las escenas de acción. Los personajes tienen un desarrollo correcto y el antagonista principal, si bien con rasgos psicopáticos, tiene una motivación comprensible. Pero más allá de esto, más allá de sus valores de entretenimiento, esta es una película coming of age hecha y derecha, sobre la importancia de no quemar etapas, de frenar nuestro cortoplacismo y entender que para correr, primero hay que caminar. Porque solo atravesando las etapas de nuestra superación en el tiempo, entenderemos no solo nuestro valor, sino también las responsabilidades que debemos asumir y cómo debemos asumirlas. Por el costado actoral Tom Holland se lleva la película al hombro con muchísimo carisma, adoptando con soltura la timidez del personaje sin la máscara, y el tono jocoso cuando se la pone. Marisa Tomei es eficiente como la Tía May, una versión moderna del personaje sin perder ese dejo de maternidad que siempre la caracterizó. Robert Downey, Jr. no opaca con su Tony Stark, y Michael Keaton se prueba cumplidor como el villano de turno, abarcando lo justo y necesario para probarse como un obstáculo creíble para el protagonista . En el lado técnico tenemos una muy buena banda sonora, a cargo de Michael Giacchino, que sabe subrayar con precisión los momentos de acción. Los efectos visuales son prolijos y eficientes. No obstante, como un todo, cabe destacar la hábil mano del director Jon Watts. Y señalo a este apartado por una escena en particular, dentro de un auto cerca del tercer acto, construida con una filosa claridad de ideas respecto a cómo se construye una secuencia de suspenso con nada más que la lente adecuada y la expresión interpretativa justa. Conclusión: Spider-Man: De Regreso a Casa es una película de aventuras que llega a muy buen puerto gracias a un guión prolijo, una labor interpretativa carismática, y una mano en la dirección que se prueba hábil en más de un género. Por parte de quien esto escribe, Marvel cumplió con lo que prometió y, si la eligen, la van a disfrutar.
Una Serena Narración. Una Serena Pasión, lisa y sencillamente, cuenta la historia de vida de la reconocida poetisa norteamericana, haciendo énfasis en su particular personalidad y las diversas dificultades que contribuyeron a la creación de su poesía. El guion te da la sensación de estar viendo un libro de poemas de Emily Dickinson llevado al cine. El mismo está dotado de una buena estructura, que cuenta con sendos conflictos que oscilan entre las cuestiones de género (propias de la Norteamérica del siglo XIX) y las tragedias personales. No obstante, si bien en un principio pueden llegar a parecer interesantes los temas de conversación que se presentan entre los personajes y sea cautivante la fuerza de espíritu de la protagonista, a medida que progresa el metraje son recursos que se desgastan y se llegan a sentir como un relleno para hacer tiempo hasta la llegada del siguiente punto de giro. Párrafo aparte merece la utilización de los diálogos que pueden llegar a tener un tono demasiado literario, tirando a lo exagerado. Inicialmente se lo achacaría como un defecto, pero también, por otro lado, el material base del que parte está prestado a eso. Es precisamente este apartado el que me hace advertir al lector que su disfrute de esta película depende intensamente de cuan versado sea en la obra de la poetisa. En materia visual, por el costado de la escenografía y vestuario, es bastante prolija, casi sin llamar la atención, lo que es de destacar en propuestas como ésta donde lo que se busca es que la reconstrucción de época se note y mucho. La fotografía es de una enorme riqueza. Cada encuadre hace un buen uso de la luz y de la composición, logrando que cada fotograma sea un cuadro para colgar en la pared. Por el costado interpretativo, el plantel de actores como un ensamble también entrega un trabajo adecuado. Sin embargo el punto fuerte es la labor de la intérprete protagónica, Cynthia Nixon. Su trabajo consigue que el espectador aprecie lo que Dickinson atravesó a lo largo de su vida, aunque tampoco es algo que revolucione. Conclusión: Si bien rica desde lo visual y adecuada desde lo actoral, Una Serena Pasión puede llegar a dejar afuera a los públicos más generales por la intensidad de su tono literario. No obstante, aquellos que sí son versados en la obra de la poetisa a lo mejor le puedan sacar un mejor provecho.
Se requiere de un agudo ingenio para mostrarle al espectador que lo peor de la humanidad puede estar representado en el más acotado de los espacios. Viene de Noche viene a demostrar dicho punto, a pesar de que no esté tan alineado con el género de terror en el que desea venderse. Hay que salir del agujero interior: Un virus inespecificado está azotando al mundo. En una casa desolada, Paul vive resguardado junto a su esposa e hijo, tomando extremas medidas de seguridad. No obstante, las cosas se complicarán cuando una familia venga a su puerta buscando refugio.Tengo la sensación de que, por la manera en la que introduce y desarrolla su contenido, el guión de Viene de Noche está más en sintonía con el suspenso que con el terror. Si bien cuenta con algunos elementos de este último, la historia es netamente una narración sobre la paranoia y cómo el miedo puede ser la mecha que acabe por detonar los peores atributos de la raza humana. La primera mitad es una historia de convivencia, cuyos únicos elementos que podrían considerarse del género de terror son los sobresaltos y eventos sobrenaturales que resultan ser una pesadilla. No obstante, cuando entra en la segunda mitad es cuando pisa el acelerador y las cosas van de mal en peor para los personajes, obligándolos a tomar decisiones irreconciliables a cada paso del camino. Un crescendo con fortaleza no solo narrativa, sino temática, que consigue que la trama desarrolle todo su potencial. Suspenso a medias: Si hay una desventaja que le encuentro a su desarrollo narrativo es que Viene de Noche no abraza plenamente su esencia de suspenso. Cuando el relato hace un esfuerzo para probarse como película de terror, consigue resultados no muy diferentes de producciones recientes. No obstante cuando se inscribe dentro del género de suspenso es donde la narración consigue brillar un poco más. En materia de dirección, la película es impecable. Cada interacción entre los actores se nota que está preparada con muchísimo cuidado. No solo eso, cuenta con una cámara muy consciente del efecto psicológico que puede tener la composición de cuadro indicada en el momento indicado. Todo esto apoyado, desde luego, por una iluminación y dirección de arte que saben crear un clima. El montaje es prolijo, incluso ubicado. Sabe cuándo conviene que sea picado y cuando está en el bienestar de la escena dejar que un plano fluya hasta lo máximo de su potencia. En el apartado actoral tenemos labores muy decentes, pero quien se come la película es Joel Edgerton. El actor consigue llevar a buen puerto un personaje con muchos matices, que puede ser compasivo y que, al mismo tiempo, no le va a temblar el pulso en matarte si eso significa que su familia viva un día más. Conclusión: Los puntos que Viene de Noche podrá no gana por originalidad los compensa con destreza narrativa, que si bien al principio puede ser cansina, termina adquiriendo una velocidad e intensidad dramática que termina llevando todo a buen puerto. Como película de terror es una más del montón, pero como película de suspenso es donde encuentra la gran mayoría de sus virtudes.
llumination Entertainment se ha ganado su lugar como una de las firmas de animación más reconocidas del mundo; sin llegar al prestigio de Pixar o la trayectoria de Disney, pero definitivamente con reconocimiento. Por supuesto, cuando hablamos de reconocimiento hablamos de los Minions, que se han vuelto un enorme fenómeno de merchandising y han llegado a tener con mucho éxito su propia película. ¿Es posible volver a relegarlos al lugar de su origen y sostener ese éxito? Esa es la pregunta que Mi Villano Favorito 3 viene a contestar. Cosa de familia: Gru, junto a su esposa Lucy, son miembros de la Liga Antivillanos y tratan de frenar los planes de Balthazar Bratt, un villano que en un pasado fue una popular estrella de televisión. Cuando este último le quita de las manos un valioso diamante, la liga despide a Gru y a Lucy. Paralelamente, Gru se entera de que tiene un hermano gemelo (Dru) en un país lejano. Dru desea trascender como villano a su manera, con la ayuda de un arsenal descomunal. Por su lado, Gru aprovechará estos recursos para recuperar el diamante de las manos de Bratt y por ende, su lugar en la Liga. Sobrecarga de subtramas: El guión, aparte de abarcar la historia con el hermano de Gru, también relata varias subtramas. Una tiene a Lucy tratando de ganarse el título de “Mamá” ante las hijas de Gru, otra tiene a una de las nenas en busca de un unicornio verdadero. Otra, protagonizada por los Minions, bien podría ser una película aparte. Dichas subtramas gobiernan con eficaz comicidad una gran parte del segundo acto, al extremo de quitarle protagonismo a la trama principal, que retoma dicho papel pasada la mitad del metraje. No obstante, todas terminan confluyendo en el desenlace de un modo apropiado. No todo son rosas para la película. El relato sufre de dos problemas concretos. Por un lado, el antagonista principal, si bien activo y hasta hilarante, resulta ser bastante fácil de derrotar. Por el otro, la trama con Dru está prácticamente desaprovechada y sin consecuencias que pesen en el recorrido de la historia. Tomando en cuenta que dicha hermandad era la premisa principal con la que vendían esta película, considero su escaso desarrollo como un punto en contra. Por el costado técnico, tenemos una animación dinámica y con un buen uso del color. La musicalización cuenta con varios temas de los años 80 y sabe utilizar, con el fin de establecer –y por qué no, ridiculizar–, al antagonista. Conclusión: Mi Villano Favorito 3 cuenta con eficaces momentos de comicidad, aunque entre subtramas que acaparan más atención de la que deberían y no desarrollan del todo la promesa de la premisa. Por ese motivo, el resultado final es blando. Efectivamente ratificará la popularidad de los Minions para que los padres sigan desembolsando dinero en merchandising, pero deja en claro que en materia narrativa ya no le queda tanta potencia.
El cine japonés no sólo nos ha dado samuráis y grandes exponentes de la animación, sino que también brindó un sendo repertorio de títulos introspectivos, intimistas incluso. Sólo una lloviznita: Ryota no se encuentra en su mejor momento. Si bien debutó con una novela exitosa, la segunda languidece en una eterna etapa de desarrollo. Mientras tanto, trabaja como detective privado para pagar las cuentas, un sueldo que pierde apostando en las carreras. Esto es lo que le impide pagarle pensión alimenticia a su mujer y, por ende, no puede ver a su hijo tanto como quisiera. La llegada de una tormenta que obliga a toda la familia a quedarte encerrada en el departamento de su madre, puede ser lo que necesita para reencausar su vida y fortalecer aquellos lazos que descuidó. En materia guión, Después de la Tormenta se toma demasiado tiempo para describir sus personajes y su día a día, y se toma todavía más tiempo para abarcar una acción en concreto, cosa que puede parecer un poco desafiante para la paciencia del espectador. No obstante, cuando la película profundiza en la crisis familiar del protagonista es donde se suscita una razonable cuota de interés. De simbolismos y sutilezas: Cabe aclarar que la película está poblada de esos simbolismos tan frecuentes como sutiles en el cine japonés, que apuntan a retratar la falla de carácter que debe superar el protagonista; simbolismos que se presentan, casi siempre, en las conversaciones que este tiene con su madre. Por otro lado, tengo que reconocerle una gran cuota de originalidad, ya que esta es la primera vez que veo una historia de un detective privado que no está inscripta en el policial o la comedia. El mostrar este trabajo como uno más, sin meterse en las convenciones genéricas, es algo que debe destacarse, aunque sea por querer ofrecerle al espectador la opción de caminar por el sendero menos transitado. Por el costado de la técnica, Después de la Tormenta cuenta con una fotografía bastante naturalista, una dirección de arte que evade los preciosismos estéticos, y un montaje (cortesía del propio director) que responde con buen pulso a los aportes del apartado interpretativo. Respecto a este último, la gran mayoría del plantel de actores entrega trabajos prolijos, ilustrando con suficiente credibilidad el pasado de familia que existe entre los personajes que pueblan la historia. Dicho esto, es Hiroshi Abe quien destaca por encima de la media, entregando suficiente carisma para ganarse al espectador con la humanidad que dota al protagonista. Kirin Kiki, que da vida a la madre de este último, tampoco se queda atrás. Conclusión: Después de la Tormenta es una obra intimista y mayoritariamente contemplativa, pero con suficientes pizcas dramáticas que sirven para cortar el tedio. Cabe destacar que no es para cualquier paladar, y quienes han visto similares propuestas japonesas sabrán sacarle mejor provecho.
El género de terror sigue en boga, aunque lamentablemente no con la innovación de sus mejores épocas. No Toques Dos Veces llega a las salas argentinas sin la necesidad de revolucionar el género, únicamente interesada en asustarnos durante hora y media. Una intención que no carece de nobleza. Desgraciadamente no consigue siquiera mantener sus estándares. Mejor tocá el Timbre: Jess es una escultora casada con un banquero de buen pasar económico y quiere aprovechar la oportunidad para traer a su hija, Chloe, a vivir con ellos (una hija que ella tuvo cuando era adicta a las drogas y debió entregar al estado). Inicialmente, Chloe no quiere saber nada con su madre. Es una visita a una casa maldita la que cambiará drásticamente estos planes. Ahora, tanto madre como hija deberán hacerle frente a un ente maligno que tiene marcada a Chloe y no se detendrá ante nada hasta efectuar su cometido. Nada nuevo en el horizonte: En materia de guión, en cuanto a género de terror se refiere, No Toques Dos Veces no aporta nada nuevo más allá del repertorio conocido de sobresaltos y alucinaciones turbias que se han visto hasta la saciedad en otras producciones. A medida que progresa la trama, los giros son confusos más que sorpresivos. No obstante, a pesar de estas fallas, todas las escenas que tratan la relación madre-hija de las dos protagonistas poseen un adecuado sentido del drama. Uno de los pocos logros en una propuesta fallida. Por el costado técnico, la fotografía y la dirección de arte son prolijas; con un extenso uso de las sombras y los colores fríos. Si bien crea clima, no queda más que en esa intención, ya que esta producción visual termina volviéndose tan anticipable como su propuesta narrativa. Dichos atributos también se le pueden adjudicar a la banda sonora de la película, con unos violines que más que subrayar el ambiente, parece que tratan de avisarle al espectador “preparate que ahora viene el monstruo”. En el apartado actoral, tanto Katee Sackoff como Lucy Boynton entregan dignos trabajos, sea cuando están juntas como cuando están separadas. Su química es eficiente, ya que puede sentirse en el aire la enorme tensión que predomina en la relación de sus personajes. Sobra decir que ello aplica a los apartados netamente dramáticos: cuando entran en el terreno a donde esta película se inscribe, es otro cantar, ya que las intérpretes caen prisioneras de las debilidades narrativas de la historia. Conclusión: No Toques Dos Veces no es una propuesta que inventa la pólvora y tampoco sabe usarla para entretener. Si bien crea un clima visual y tiene las actuaciones adecuadas para llevar a buen puerto las cuestiones más emocionales de la historia, no asusta ni sorprende como debería, En consecuencia, cae indefectiblemente en todos los clichés del género. Otro título que entiende al terror como una cruza de climas y sobresaltos, cuando el género, en realidad, es capaz de mucho más.
Un país divididocritica de la red the net kim ki-dak Cuando hay un país dividido, cada lado convencerá a sus habitantes que el mal, si existe, está del lado opuesto. Con esta premisa, el director Kim Ki-Duk expone su opinión sobre el continuo conflicto entre Corea del Sur y Corea del Norte con su nueva película La Red. Nam Chul-Woo es un pescador norcoreano que sale todos los días al rio para poder mantener a su familia. Un día su red de pesca se traba en el motor de su bote, inutilizándolo y dejándolo a la deriva. El flujo del rio termina haciéndole cruzar la línea divisoria que separa a Corea del Norte de Corea del Sur. Tu país son los tuyos: El asunto se complica cuando las autoridades lo arrestan y lo someten a un extenso interrogatorio, creyendo que su llegada -más que ser un accidente- es en realidad el accionar de un espía que viene a perturbar la paz. El guion de La Red es sólido por los cuatro costados. Tenemos un protagonista con un objetivo y un conflicto claro, ambos sostenidos con un gran uso de la tensión. Lo que no hay que perder de vista es la manera en que Kim Ki-Duk ilustra el tema de la lealtad, y la crítica severa que hace respecto a la separación de un país: ni el Norte ni el Sur quedan bien parados ya que ambos obligan al protagonista a ser algo que no quiere ser. El Sur está convencido de que es un espía, mientras que su amado Norte asegura que es un traidor. La película, por lo menos en sus puntos más fuertes, abarca esta dicotomía, sobre todo en el ciego y dañino fanatismo que pueden llegar a tener ambos lados. Las dos caras de la verdad: Naturalmente, hay un énfasis en ilustrar las diferencias entre los dos pueblos en materia de libertades socioeconómicas, aunque Kim Ki-Duk las expone solo en lo necesario. Sabe reconocer la línea entre hacer que cualquier público alrededor del mundo lo entienda, y enfatizarlo a tal punto que le estás diciendo a la audiencia de tu país cosas que ya sabe. Lo más logrado de La Red es cómo elabora el tema sin hacer que el protagonista sucumba a un cambio forzado, propio del cine Hollywoodense. Entre el Norte y el Sur, el protagonista clara y vehementemente se alinea con el Norte. Pero entre el Norte y su familia, claramente elige a su familia. Es este ítem en particular el que le permite a Kim Ki-Duk expresar su postura (ajena a cualquier partidismo) a lo largo del metraje, sin la necesidad de mandar el mensaje equivocado o hacer que su protagonista se traicione. Desde lo actoral, Seung-bum Ryoo da contenida vida al protagonista de esta historia, donde cada expresión, cada ataque de impotencia o desesperación, son trabajados paulatinamente en vez de ser reacciones histéricas. Por el costado visual, en La Red no hay mucho que destacar más allá de que se trata de una labor sobria. Hay algún que otro encuadre que está desbalanceado, pero no son tantos para achacárselo como una contra. Aunque la dirección de arte consigue crear un ambiente claustrofóbico propio del turbio contexto en el que se mueve la historia, Kim Ki-Duk no insiste en preciosismos; esta es una película que descansa fuertemente en lo interpretativo, en esas expresiones que dicen mil cosas con una sola mirada. Ahí está la cámara del realizador. Conclusión: No conforme con abarcar con profundidad un tema muy complejo, Kim Ki-Duk se anima a hacerlo en el marco de una narración que engancha al minuto que empieza el conflicto. Apoyado por una labor protagónica conmovedora y una puesta técnica sobria, el resultado es recomendable no sólo para los seguidores del cineasta coreano, sino para todos aquellos que simplemente les gusta que les narren una buena historia.
Las historias de aquellos que buscan oro datan ya de los westerns que abarcaban el periodo histórico conocido como “la fiebre del oro”. El Poder de la Ambición, si bien basada en una historia real, cambia el escenario y lo trae a tiempos modernos (o tan modernos como los años ´80 lo permiten), ilustrando que la ambición no solo es universal, sino que trasciende todas las épocas. Cuán lograda es esta transición, eso ya es harina de otro costal. ¿Quien tiene el oro hace las reglas?: Kenny Wells maneja una compañía exploradora que está al borde de la quiebra. A raíz de un sueño que tuvo, decide ir a buscar oro en una zona inexplorada de Indonesia con la ayuda del consagrado geólogo Mike Acosta. Obtener los medios y realizar la búsqueda probará ser algo difícil, sin saber lo que les espera si consigue lo que busca. El Poder de la Ambición es un guión que sigue al pie de la letra “El Camino del Hedonista”, historias encabezadas por un personaje tan motivado como carismático, aunque no pocas veces su accionar sea cuestionable, cuando no ingenuo. Las consecuencias que enfrenta por sus actitudes impulsivas son la carne del relato, uno donde la narración es el punto más fuerte. Por otro lado, aunque tiene un conflicto sostenido y un tema claro, los picos y mesetas de su narración son demasiado pronunciados, muy a los extremos, y no pocas veces vas a estar bajo la influencia de que estás viendo el final de la película. Esto no es necesariamente malo, si bien tampoco es bueno: al meter al espectador en la montaña rusa que más de una película quiere para sí, el precio que paga es el de ponerlo en la posición de estar viendo muchas películas en una, haciendo que el metraje de dos horas parezca excesivo. McConaughey a la cabeza: En materia técnica, la película tiene una fotografía y un montaje decentes. Establece claras (aunque básicas) diferencias de estilo. Todo lo que transcurre en la urbe está filmado de manera más tradicional, mientras que la selva de Indonesia tiene un tratamiento más cercano al documental. En cuanto a lo actoral, Matthew McConaughey se lleva toda la película al hombro y se nota que el papel tiene una importancia enorme para el actor, ya que experimenta una de esas transformaciones físicas que -curiosamente- suelen coincidir con sus mejores trabajos. Pero no se queda solo en eso. El actor consigue comunicarnos con claridad y profundidad emocional cada una de las expresiones que componen su derrotero. Su partenaire, Edgar Ramírez, no desentona dando vida a un geólogo que es el sobrio ying del iracundo yang que es el personaje de McConaughey. En un lejano tercer lugar tenemos la breve (aunque suficientemente lograda) labor de Bryce Dallas Howard como la esposa del protagonista. Conclusión: El Poder de la Ambición es una de esas películas donde se puede disfrutar el camino tan cuestionable como desesperado de un hombre por conseguir el éxito. El carisma interpretativo es lo que sostiene un guión adecuado y con un personaje atractivo. No obstante, las intensas subidas y bajadas de la historia, aunque ayudan al interés del espectador, pueden ser el arma de doble filo que contribuya a su percepción como densa.