La necesidad de probarse vital en la tercera edad, ha sido no pocas veces materia prima para la comedia. Con esta premisa llega a las salas argentinas Por Siempre Jóvenes, comedia italiana que -aunque no aporta ninguna novedad, ya sea por tema o formato- se muestra funcional a las metas que se propone. Joven aún… Por Siempre Jóvenes nos cuenta cuatro historias: la de una peluquera que tiene un affaire con un joven mucho menor que ella, la de un fanático del deporte a quien la salud le juega una mala pasada y tiene a mal traer tanto a su hija como a su yerno, la de un productor de radio que engaña a su joven amante con alguien de su edad, y la de un DJ que se ve desplazado por un joven un poco arrogante. El guión se nos presenta de forma coral, y durante la primera mitad de la película tiene su interés puesto en desarrollar cada una de las historias, para que luego de la mitad se nos detalle con naturalidad cual es la conexión existente entre ellas. Este procedimiento termina beneficiando al costado cómico de la historia que cumple con lo que se propone, tratándose de humoradas que contribuyen tanto al avance de la trama como al desarrollo de los personajes. Los únicos defectos que le encuentro son que la resolución de una de las historias queda a la deriva y que, llegando al desenlace, el relato incurre en un ligero abuso de la elipsis que contribuye a que este flujo que se sentía natural durante gran parte del metraje, no lo sea tanto. Temáticamente hablando, la película no se queda en el simple temor a envejecer, se atreve a calar un poco más hondo en el por qué de ese temor, lo que radica no tanto en no poder hacer lo que se hacía de joven, sino en que la juventud actual los deje de lado (no pocas veces de un modo irrespetuoso y arrogante). En materia actoral, el plantel de intérpretes está a la altura del desafío, particularmente Pasquale Petrolo, quien da vida al DJ venido a menos; y la particular química existente entre el atlético personaje de Teo Teocoli y Stefano Fresi, personificando a su yerno violinista. Por el costado técnico, no hay mucho que decir ya que es funcional a lo que propone el apartado interpretativo. Cabe aclarar que la selección de los temas preexistentes que componen la banda de sonido está hecha con cierta inteligencia: muchas veces lo que dice la letra está siendo escenificado en ese mismo momento por los personajes. Conclusión: Aunque no ofrece novedades en materia comedia o narrativa, Por Siempre Jóvenes se limita a usar lo conocido para entretener al espectador. Con base en un guión decente, y apoyada por un plantel de actores a la altura de las circunstancias, estamos hablando de una propuesta cumplidora y disfrutable.
Mi expectativa por ver La Cordillera no es muy distinta de la suya, lector. Durante mucho tiempo no se supo de qué iba la historia, pero contó desde el vamos con una premisa difícil de ignorar: Ricardo Darín interpretando al Presidente de la Nación. Ahora bien, la pregunta que se cuece es si la calidad de la narración consigue ir más allá de ese gancho. El Presidente de la Nación, Hernán Blanco, llega a Santiago de Chile para participar de una cumbre energética de crucial importancia. Como si debatirse entre sus aliados y negociar acuerdos no fuera suficiente desafío, debe lidiar con una amenaza que puede derrocar su presidencia, la cual resulta venir de su entorno más íntimo. Más allá de la premisa a la que aludo en el párrafo principal, el guión de La Cordillera tiene ciertos elementos en orden. El elemento verosímil, por ejemplo, está ahí, ya que nos adentra con profundidad de detalle en un universo ajeno al ciudadano promedio. El drama está allí, ya que los conflictos padre-hija están presentes, y también los conflictos de estado propios del contexto en el que se mueve la historia. En particular, la actitud que se adopta ante los aliados y qué se hace ante el avasallamiento de un país más poderoso. Sin embargo, encuentro un problema en el guión de La Cordillera y es que las dos líneas argumentales que corren en la película nunca se afectan mutuamente. Esto trae como consecuencia que la alternación entre escenas se sienta más como producto de una distribución equitativa del tiempo de pantalla que de una progresión dramática, donde una escena debería incidir sobre la otra. Ello consigue que el final tenga toda la apariencia de ser un clímax pero no se sienta como tal; su falta de recorrido y energía hace que sea un final y basta. En materia actoral, la película es prolija. Darín nuevamente despliega ese carisma que lo caracteriza, pero le suma una inusitada cuota de actitud que lo hace plenamente creíble como el primer mandatario. Gerardo Romano sorprende como su jefe de gabinete. Christian Slater se anota uno de los mejores momentos de la película como el secretario de estado norteamericano, una labor con gracia y elegancia que no se la vi ni en su mejor interpretación Hollywoodense. Siento la obligación de señalar que los puntos altos que tiene la película a nivel interpretativo son, sin lugar a dudas, Erica Rivas y Dolores Fonzi, en particular esta última por una riqueza expresiva que va más allá de las palabras. Respecto a la factura técnica de la película, casi no hay manchas. Hay un gran trabajo de fotografía y dirección de arte como en raras ocasiones se ve en una producción nacional. La música de Alberto Iglesias es una de cal y una de arena: si bien, por un lado, crea climas de modo pocas veces escuchado en una banda sonora nacional, por otro lado sobreestima su estridencia y se entrega a tareas que debería estar haciendo el guión. Conclusión: Aunque virtuosa en los apartados técnicos e interpretativos, lo que impide que La Cordillera brille del todo son las debilidades argumentales por sobre sus fortalezas. Si lo que busca es a un Darín creíble como primer mandatario, lo encontrará sin dudas, pero en lo que refiere a la narración más allá de esa atractiva premisa, debo decir que mi voto no es positivo.
Cuando niños, la figura del director de escuela al incurrir en el más mínimo despliegue de autoridad, se convertía inmediatamente en antagonista y, no pocas veces, blanco de parodias y humoradas como una manera de desafiar dicha autoridad. Con esta premisa, y siempre desde el contexto de la inocencia infantil, desembarca en las salas argentinas Capitán Calzoncillos, adaptación de las novelas para niños creadas por Dav Pilkey Pequeños Traviesos: George y Harold son dos amigos inseparables que escriben cómics juntos y perpetran travesuras que se convierten en dolor de cabeza para crítica de Capitán Calzoncillosel director de su escuela, el Sr. Krupp. Un día, cuando los agarran in fraganti en una de sus recientes bromas, este director toma la medida de ponerlos en clases separadas, amenazando su amistad. No obstante, ellos consiguen hipnotizarlo y convencerlo que él es el Capitán Calzoncillos, un superhéroe de su creación. Mientras tanto, un científico loco se las ingenia para conseguir trabajo en la escuela como parte de un plan para erradicar la risa del mundo. Estando en una época donde los proyectos animados tratan de pensar tanto en los adultos acompañantes como en los niños que son los principales destinatarios, Capitán Calzoncillos no tiene ningún prurito en manifestar un código narrativo y humorístico destinado pura y exclusivamente para la platea infantil. Esta postura no es necesariamente desacertada, pero en materia guion puede traer sus desventajas. Por un lado, la película maneja hábilmente el balance entre expectativa y resultado que suscita el interés en una buena narración, pero por otro, la autoconciencia del target al que apuntan se expresa con tal énfasis que contribuye, especialmente en su segunda mitad, a que la narración tenga tropiezos y contradiga no pocas veces su propia lógica. Los niños se divertirán, naturalmente, y se compenetrarán sin ningún problema; a esa edad los giros de guion inverosímiles no tienen mayor importancia. Los adultos podrán notar con mayor facilidad las costuras a medida que avanza la trama. Por el costado técnico, la animación es eficiente y dinámica, con un apropiado manejo de la dirección de arte y la fotografía. Esta es deudora del estilo establecido por los libros originales, y en algunas ocasiones toma pequeños desvíos del formato generado por computadora que rige en la mayoría del metraje. El 3D no es indispensable; no suma más detalle que una mayor profundidad de campo en algunas escenas. Por fuera de eso, los lentes sólo sirven para ver la película en foco, nada más. Del trabajo de voces, dado a que vi la versión doblada, sólo puedo decir que está a la altura del desafío. Nada para criticar, tampoco mucho para elogiar. Conclusión: Apropiada desde el costado visual y suficientemente entretenida desde lo narrativo, Capitán Calzoncillos consigue lo que se propone, al menos con la audiencia a la que apuntan. Pese a ello, los mayores acompañantes no podrán evitar sentirse un poco excluidos y encontrarle la quinta pata al gato tanto en cuestiones narrativas como cómicas.
La libertad sexual seguirá siendo un tema de debate, más que nada porque en oposición a otras épocas, ahora no solo hay libertad sino también responsabilidad. Por otro lado, si vas a contar una historia que describe un universo definido como “turismo sexual”, el riesgo que se corre es el de apañar o juzgar en exceso una postura. Afortunadamente, Monger no cae en ninguna de esas trampas. How much?: El documental ofrece un retrato del turismo sexual en Argentina desde tres puntos de vista: un guía turístico que facilita estos servicios, un turista que desea tener sexo con 400 mujeres antes de su cumpleaños y un hombre que en una de esas travesías tuvo un hijo, cuya tenencia está disputando con su madre. Monger tiene dos aciertos fundamentales: primero, se inclinó por elegir a sujetos con metas claras y tangibles; segundo, que en ningún momento la película plantea juicio alguno (moral o de cualquier índole) sobre las acciones de sus personajes. Simplemente los muestra; el juicio si lo hubiere, ya pasa por la opinión del espectador. Es un relato fluido que no pierde el tiempo en ningún momento. Es una narración sin vueltas y al punto, donde cada escena del recorrido de estas personas tiene peso e incidencia en el resultado final. A su vez, es una película que pudo haber hecho hincapié en los aspectos más sórdidos de este universo, y sin embargo el director tiene la confianza (y ya que estamos, la sabiduría) de ilustrarnos ese adjetivo pura y exclusivamente a través del testimonio de estos personajes. La realidad como punto de partida Donde muchos documentales usan el pretexto de “mostrar la realidad” para justificar golpes bajos y adolescencias narrativas de todos los sabores y colores, Jeff Zorrilla lo toma como un punto de partida para contarnos una historia más jugosa. He aquí un realizador que entiende el peso trascendental que tiene la estructura narrativa, incluso en un género como el documental, que por mucha preparación previa que tenga, está prácticamente obligado, al menos a la hora de lidiar con el resultado de las entrevistas, a operar sobre la marcha. En el costado técnico, si bien la película goza de una eficiente fotografía (que sorteó no pocos obstáculos de formato y admisión de cámaras a lugares públicos), el lauro para mí se lo lleva el montaje. Que podamos conocer tan bien a estos personajes, tener tan claro lo que son, lo que desean, lo que deben sobrellevar y que lo hagan con un desarrollo tan acotado como dinámico (y no por ello menos profundo) se debe en gran medida a cómo se construyó esta película en la isla de edición. Conclusión: Monger es una historia sobre un universo que podríamos considera sórdido, controversial incluso, pero está narrada con el más objetivo de los planteamientos. Una propuesta segura de sí misma, sin prejuicios, pero también dueña de una gran humildad y sutileza. Es un documental que, con sencillez y sensatez, se limita a mostrarte un mundo desconocido. Si no te gusta, te va a irritar que exista y si te gusta, vas a querer saber más. No importa en qué lado del espectro estés, vas a estar informado de su existencia, y sólo por eso, Jeff Zorrilla ya ganó.
El fútbol es pasión de multitudes. No pocas veces, quienes estamos de la otra vereda no podemos evitar preguntarnos: “¿Es para tanto?” “¿Es tan grave perder tal copa o quedar afuera del mundial?” Si bien una pasión es una pasión, y algunas tienen explicaciones más lógicas que otras, es innegable que los matices excesivos que puede llegar a adquirir la pasión futbolera son materia prima atractiva para una comedia. Un potencial que El Fútbol o Yo no termina de desarrollar. Una cosa que no puede cambiar: La vida de Pedro está entregada al fútbol, y dicha pasión ha llegado a un extremo tal que Verónica, su mujer, ya no lo soporta más. Todo se complicará cuando pierda su trabajo y sea echado de su casa, lo que lo obliga a replantearse muchas cosas e intentar corregir el rumbo de su vida. El guion de El Fútbol o Yo tiene sendos problemas. Principalmente, que casi no genera risas, lo que para una comedia es mala señal. Pero más en concreto, tiene un inicio demasiado intenso, y como el resto de la narración no duplica la apuesta (y por lo tanto el riesgo del protagonista) con el devenir del metraje la propuesta no tarda en desinflarse, al extremo de dejar casi completamente de lado al fútbol al que hace referencia el título. Pasada la mitad de la película, se vuelve más la cuestión de un macho con el orgullo herido que la de un adicto al deporte que debe superar este problema. Se gastaron todos los cartuchos en el primer acto, sólo para que esta premisa vuelva mágicamente en el desenlace. Exceso de neurosis: Adrián Suar entrega nuevamente esos papeles neuróticos que habitualmente le salen muy bien, aunque en este caso el guion no lo ayuda. Caso aplicable también a Julieta Díaz, quien es capaz de realizar mejores trabajos que el de esta película. Los excesos en ilustrar esas neurosis no le juegan a favor a ninguno de los dos. Alfredo Casero es el único en acertar en su interpretación: las pocas veces que quien esto escribe se rió durante la película, fue cuando el actor de Cha-Cha-Cha recibía su parte del tiempo de pantalla, dando vida al peculiar padrino de rehabilitación que ayuda al personaje de Suar. El apartado visual está adecuado, a la altura de las intenciones de la película; nada que criticar, tampoco mucho para elogiar. No obstante, debo hacer una mención al apartado de efectos visuales por hacer creíble la imagen de tener una cancha llena. Conclusión: El Fútbol o Yo toma un estereotipo conocido por todos, pero en vez de profundizar lo exagera, y no pocas veces lo deja de lado. Esta falta de fidelidad a la premisa no solo contribuye a que los momentos humorísticos no lleguen a la meta: logra además que los momentos emotivos tampoco tengan tanta resonancia.
Había una vez un barco chiquito. Fernando padece una enfermedad terminal que lo tiene consumiendo pastillas constantemente. Un día decide ignorar las desesperadas llamadas de su hijo e irse a la mar en su velero. En pleno viaje, descubre que se le metió de polizona Carla, una joven llena de sangre, quien le pide que la cruce al Uruguay. Fernando accede a regañadientes, pero el verdadero obstáculo lo tendrá en la figura de Marcos, un oficial de prefectura bastante entrometido. El Pampero es una historia sólida por donde se la mire. No abusa de los diálogos y trata de valerse de lo visual siempre que puede. El protagonista no deja de recibir obstáculos en su camino; ya sea de la naturaleza, de otras embarcaciones, de parte de Carla, o del policía arriba mencionado. Su relación con Carla le da oportunidad de desarrollar un vínculo y un objetivo emocional que aporta el componente humano justo entre tanta acción directa. Tanto Julio Chávez, como Pilar Gamboa (El Incendio) y César Troncoso brillan, aportando desde su interpretación pequeños chispazos de la idiosincrasia de sus personajes. Troncoso se prueba un antagonista sutil y multidimensional. Pilar Gamboa logradamente entrega muchísimo misterio, y el espectador tiene la duda hasta el final de cuáles son sus verdaderas intenciones. Pero no se equivoquen, el que se come la película es incuestionablemente Chávez, que dice miles de cosas, y muchas de ellas sin la necesidad de palabras. La fotografía es -desde el punto de vista de composición e iluminación- muy rica, y el montaje responde con mucho ritmo y sin perder el tiempo. Conclusión: El Pampero es una película que no se conforma con ser sutil, sino que usa esa sutileza para enganchar al espectador en esta travesía. De sus 77 minutos, ni uno solo es aburrido y todos son claros en sus ideas. Si a esto le sumamos la preciosidad de la puesta técnica y la sólida labor actoral de cada uno de sus intérpretes, da como resultado un título nacional altamente recomendable.
Subí que te llevo… Baby es un joven con una tremenda habilidad para el volante, que lo hace el número puesto del hampón Doc para sacar a sus pistoleros sanos y salvos de los atracos que organiza. Lo que separa a Baby de otros chóferes del bajo mundo es su necesidad de estar escuchando música constantemente, debido a un zumbido adquirido de niño en un accidente. Sus habilidades no son tanto un servicio, sino el pago de una deuda que ha incurrido con Doc, la cual está cercana a ser paga y representará el comienzo de una nueva vida con una joven camarera a la que conoció. Lo que no verá venir Baby será al desequilibrado atracante que Doc sumó a ese último trabajo. El guión de Baby: El Aprendiz del Crimen es uno prolijo, con todos los elementos -en apariencia- que necesita un guion sólido para poder fluir; la estructura está bien y el desarrollo de personajes también. Las escenas de acción y los conflictos dramáticos se sostienen con la tensión que uno espera. Sin embargo, lo que tendría que ser toda una virtud, se ve ligeramente manchada por dos desventajas: primero que, a la larga, el desarrollo narrativo no guarda muchas sorpresas; y segundo, el desenlace se estira demasiado para su bien. Música y montaje excepcionales: Por el costado actoral tenemos un muy buen trabajo del protagonista Ansel Elgort, que transmite con eficiencia el carisma, rareza y misterio que distinguen al personaje. Cabe aclarar que mucho de la labor de Elgort puede destacar gracias a las pulseadas que sostiene junto al trabajo de notorios intérpretes secundarios como Kevin Spacey, Jamie Foxx y Jon Hamm. Lily James no pincha ni corta durante una gran parte del metraje; el arquetipo de la damisela en apuros. En el costado técnico, en particular lo que es montaje y música, la película no tiene un solo punto en contra. Es más, no descarto la posibilidad de que lo modesto del guión haya sido algo deliberado, con la idea de proveer una base lo suficientemente sólida para poder entregarse por completo al estilo, sin tener que descuidar la substancia. No pocas veces, los mejores momentos de la película son cuando saltan a la vista la combinación de estas dos herramientas mencionadas. Conclusión: Baby: El Aprendiz del Crimen es un cuidado ejercicio de estilo, con el relato necesario para funcionar y con un carismáticamente funcional plantel de actores. Una narración que cruza las tes y puntea las íes, pero no es más que una justificación para hacer un despliegue de montaje y música que (hay que concedérselo a Edgar Wright) logra en gran medida cumplir las promesas que hizo con el trailer. Disfrutable.
Roberto Fontanarrosa era dueño de una gran habilidad para balancear el humor con la emoción y, naturalmente, con un gran sentido crítico e irónico. Pero, por encima de todo, es un narrador que consiguió la faena de tomar lo cotidiano y volverlo una historia extraordinaria, o por lo menos algo que cuando te lo cuentan no te deja indiferente, sobre todo por la manera en que te lo cuentan. Ese estilo es el que consiguieron capturar los realizadores detrás de cada uno de los cortos que componen Fontanarrosa: lo que se dice de un ídolo. Las Partes: No sé si he sido claro: El primero de los cortos comienza con la historia de un encargado de club de barrio citado como testigo ante un tribunal. El hecho delictivo en cuestión involucra a uno de los socios del club, conocido en el barrio por tener un órgano sexual de inusual tamaño. El desarrollo narrativo del corto es remate tras remate tras remate, siempre involucrando el descomunal tamaño del miembro del socio en cuestión. Entre el ritmo fluido y el uso de los eufemismos con muy cómicos resultados, hacen que la antología empiece con el pie derecho. Mucho de esto tiene que ver con la interpretación de Dady Brieva, no solo por la manera en que entrega los diálogos sino por el lenguaje corporal que utiliza a lo largo de la narración. Vidas Privadas: Un matrimonio, compuesto por un empresario exitoso y su mujer, pelean en los confines de su departamento a raíz de una indiscreción cometida por esta última. Las complicaciones surgen cuando se suma a la discusión el dramaturgo que aparentemente está escribiendo sus vidas. Lo que le otorga comicidad a este corto es el lenguaje exageradamente formal que utilizan sus protagonistas. Los chistes funcionan de un modo directo, pero estas exageraciones elegantes del habla hacen que se revalorice el remate. Gaston Pauls, Julieta Cardinali y Jean Pierre Noher sostienen con mucha habilidad este episodio, pero si tuviésemos que contabilizar puntos, la posta se la llevan la pareja formada por los dos primeros, otorgándoles una capa extra de exageración llevando al relato a buen puerto. Sueño de Barrio : Una familia ––padre, madre y la muy atractiva hija–– van a una comisaria a realizar la reconstrucción de un delito sexual cometido hacia esta última en manos de un muchacho. ¿El problema? Dicho delito es en realidad solo una fantasía sexual ocurrida en un sueño. Este es un corto que fácilmente pudo haber caído en una excusa, ya que pasa de lo lógico a lo exagerado, y hacia el desenlace duplica la apuesta hacia lo bizarro. No obstante, lo que hace que funcione es que no pierde de vista por un solo minuto el objetivo concreto: develar que fue lo que pasó… en el sueño. Otro detalle que contribuye a su funcionamiento es la hábil actuación de Pablo Granados, toda una sorpresa. El comisario que le toca interpretar, si bien no se aleja de sus parodias en Videomatch, cuenta con suficiente carnadura para que el espectador vea al personaje que interpreta aquí en concreto y no haga asociación alguna con interpretaciones anteriores. El Asombrado : Un traductor descubre de un día para el otro que no puede proyectar sombra. Las complicaciones surgirán cuando una conductora de la televisión se entere de este problema y lo quiera convertir en una estrella. Este corto si bien parece estirar mucho una premisa peculiar, y si bien consigue risas en el tratamiento mediático que involucra al personaje, el acierto recae más en cómo trabaja la comedia respecto de las asociaciones psicológicas que tiene su condición. Desde el costado interpretativo, el humor se sostiene mucho mediante el rostro sin expresión (lo que se conoce como deadpan comedy) de Dario Grandinetti, y alcanza su potencial en las escenas que comparte con Claudio Rissi, quien da vida al psicólogo que trata al personaje. Elige tu Propia Aventura: Un hombre solitario en un bar debe elegir entre dos mujeres, sorteando en su cabeza los pros y los contras que cada conquista puede tener. Cualquiera que intentó hacer una conquista se va a sentir identificado con el protagonista de este cuento, donde hace o dice lo que sea con tal de conseguir su meta. Si bien su desarrollo no es tan efectivo en comparación a los demás cortos, sí lo es el remate de sus elecciones. La interpretación de Luis Machin es bastante efectiva a los usos del relato, sabiendo transmitir esa falsa seguridad del pseudo macho cabrío que lo es en su cabeza, pero no tanto en la realidad. Semblanzas Deportivas: Empezando, promediando y cerrando Fontanarrosa: lo que se dice un ídolo, tenemos tres cortos animados con el fútbol como universo principal. Los momentos más conmovedores de la antología los vamos a encontrar aquí, y si bien no parece tener a la comedia como prioridad, tampoco la deja de lado: una de las carcajadas más potentes puede que les salga durante uno de estos segmentos. El Todo: Si tuviera que decir un componente que une a todos los cortos, mas allá de pertenecer a un mismo autor, es que en cada uno hay -con más o menos sutileza dependiendo del corto- una necesidad muy consciente de hacer notar la puesta en escena a la hora de contar la historia, pero no sólo cinematográficamente, sino como cuando alguien le cuenta el cuento a un conocido sobre algo que le acaba de pasar. Cada uno de los cortos consigue sumergirte en una atmósfera única que solo podría existir en esa historia o en ese punto de vista; algunos se valen de recursos teatrales y otros se valen de recursos más dignos del realismo mágico. Es precisamente este detalle el que me hace decir que esta película es un acierto. Los relatos, a nivel guion, son bastante directos, mientras que las novedades y los aportes parecen venir más de la actuación y el aspecto técnico. Es el cómo aplicaron el espíritu de Fontanarrosa a estos dos aspectos, lo que hace de esta antología algo verdaderamente disfrutable. Conclusión: Fontanarrosa: lo que se dice un ídolo es una antología que se prueba no solo entretenida, sino emotiva y desternillante. Una obra que guarda un enorme respeto hacia las palabras del autor, y llega a muy buen puerto de la mano de inmersivas labores técnicas y actorales.
“Pelearemos en las playas”. Dunkerque está ambientada en la Segunda Guerra Mundial; es una dramatización de la Operación Dinamo, que consistió en el salvataje de 400.000 soldados británicos de la isla francesa de Dunkerque antes de que esta sea atacada por los alemanes (la historia real te la contamos ACA). Dicha evacuación es contada a través de tres puntos de vista: En tierra, con un joven soldado que busca desesperadamente formar parte de la evacuación, al descubrir que es probable que no todos se salven. Por aire, con un escuadrón de dos pilotos que tratan de derribar a unos cazas enemigos antes de que lleguen a la isla. Por mar, con un civil, cuyo barco ha sido requisado por la Marina para participar del operativo de rescate. El guión de Dunkerque es uno sin vueltas y al punto, o como se dice en criollo: va derecho a los bifes. Empieza la película y empieza el conflicto. No hay mucho que filosofar; si te quedás quieto, ligás un balazo. Es así de sencillo. Una lógica narrativa casi les diría de cortometraje, y lo digo en el mejor de los sentidos. No obstante, por más sencillo que sea, esto es al fin y al cabo una película de Nolan, y no sería tal sin plantear alguna jugarreta para el cerebro del espectador, manteniéndolo activo entre tantos tiros y bombardeos. Como la psicología y la filosofía en historias tan directas como ésta pueden ser un estorbo, Nolan acude al viejo y confiable recurso de manipular el tiempo cinematográfico que tan buenos resultados le supo traer en la primera parte de su carrera. Los tres escenarios de Dunkerque se dividen y entremezclan en el tiempo, anunciándolos incluso en el primer acto: la historia en tierra transcurre a lo largo de una semana; la del mar a lo largo de un día; y la del aire a lo largo de una hora. Mientras vos estas ahí todo tensionado por el horror de la guerra que deben sobrellevar estos muchachos, te tiene pendiente de donde están las pistas, o cuándo va a ser el momento donde estas tres historias se crucen. Una historia de supervivencia: Es una película que no profundiza en los personajes simplemente porque no tiene tiempo de hacerlo; es una historia de supervivencia, lisa y sencillamente. La película casi no tiene diálogos; las acciones físicas están a la orden del día. Los únicos personajes que tienen un mínimo de desarrollo emocional son los de la historia marina, donde una familia debe lidiar con un perturbado soldado al que acaban de rescatar. Acá se plantea un debate sobre el deber patriótico que puede sonar medio propagandístico (falta que digan “Inglaterra prevalece”) pero, a la postre, alcanza ribetes más dramáticos que temáticos. Respecto a los demás personajes, reitero, derecho al grano, sin ninguna otra complejidad más que la de moverse para sobrevivir. Por el costado actoral, las tres historias tienen un plantel interpretativo que oscila entre actores de peso y actores no tan conocidos para el público general. Si bien Kenneth Branagh entrega una competente interpretación en la historia terrestre, y Tom Hardy es expresividad pura en la historia aérea (sobre todo por estar en primer plano toda la película), quien se lleva la torta es definitivamente Mark Rylance, por dar sensata vida al padre de familia que con su pequeño barco quiere aportar su granito de arena en la resolución del conflicto. Desde lo visual, la película aprovecha muchísimo la calidad del 70 mm, y cuenta con un montaje preciso, fluido y dinámico, que contribuye a que los 106 minutos del metraje pasen bastante rápido. Lo que verdaderamente destaca es el diseño de sonido, por las capas y la forma en que contribuye a la tensión de gran mayoría de las escenas; les recomiendo: si ven la película, háganlo en sala IMAX o en una que tenga un muy buen sistema de sonido. Conclusión: Sencilla, por priorizar las acciones físicas, y a la vez compleja, por saber jugar con los tiempos cinematográficos, Dunkerque es una historia directa cuya narración no le permite al espectador pasividad alguna. Aunque si conmueve o no ya depende del ojo de quien mira, no puedo negar en lo más mínimo que estamos ante una disfrutable e inmersiva experiencia.
El colmo de la ostentación técnica y los chistes malos. Michael Bay una vez más se ha orinado en nosotros sin la cortesía de llamarlo lluvia. Este señor benedictino se bajó los pantalones, se puso de cuclillas, y depuso una LENTA defecación de 150 minutos llamada Transformers: El Último Caballero. Sepan disculpar mi escatológica introducción, pero cuando alguien subestima de tamaña manera la inteligencia del espectador, la cortesía se vuelve un desperdicio. Sobredosis de Agaromba: Con Optimus Prime desaparecido, los Autobots y los Decepticons siguen en guerra con la Tierra como campo decrítica de Transformers: El Último Caballero batalla. Cade Yeager se encuentra con un robot ancestral malherido, quien le entrega un amuleto que debe proteger. Pronto descubrirán que dicho artefacto es clave en la próxima confrontación de ambos bandos, y que oculta un secreto que data de la era del Rey Arturo. El guion, o el rejunte de ideas a medio cocinar que responde a ese nombre, se basa en dos cosas (y dos cosas solamente): escenas de acción sobrecargadas y chistes sin gracia a mansalva. No hay intento alguno por desarrollar un personaje, y si lo hacen lo dejan a la deriva. No te importa en lo más absoluto lo que le pueda pasar a ellos, y cuando el “guion” intenta colar un momento emotivo llorás… pero de la rabia. Esta película no sigue una línea clara; tiene incidente incitador y clímax por una simple cuestión de convención. No obstante, todas las escenas que están en medio son tan desordenadas, tan improvisadas, tan carentes de lógica interna, y se van tanto por las ramas sin desarrollar tema, trama o personajes, que podés ponerlas en el orden que se te cante y no cambia nada. La peor de todas estas faltas es que es aburrida y totalmente carente de ritmo. Es un desorganizado e hiperexpositivo calvario que no justifica sus 150 minutos de duración; a los 10 minutos de empezada no querés saber más nada. Por el lado técnico, la realización sigue siendo el colmo de la hiperkinesia tanto en fotografía como en montaje. Las explosiones y las luchas entre los Transformers están tan cercanas en plano que no podes seguir la historia o siquiera discernir lo que estos personajes están haciendo. Si lo que quisieron es ilustrar lo confusa que puede ser una situación crítica, lo consiguieron, pero no del modo que esperaban. En el costado actoral, lo único medianamente rescatable es Anthony Hopkins. Respecto a todos los demás, salta a la vista el tremendo piloto automático en el que se tuvieron que desempeñar. Conclusión: Escapa a mi entendimiento cómo puede seguir existiendo esta franquicia de películas. Está bien, nunca fue su intención ser arte de alto nivel, pero Transformers: El Último Caballero no llega siquiera a sopesar el entretenimiento. Es un rejunte de explosiones y efectos digitales, que más que ilustrar una gran factura ilustran una grosera subestimación de la inteligencia y la imaginación del espectador. Lo peor de todo no es que esta locura esté lejos de terminar, sino que Bay y compañía no tienen intención alguna de hacerlo.