Llega el estreno de Mandarinas de Zaza Urushadze, nominada al Oscar y al Globo de Oro. A partir de la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas varios estados comienzan luchas territoriales basadas en conflictos étnicos y religiosos. En la región de Abjasia, Margus, un agricultor estonio se niega a dejar la región, ya que se encuentra próxima la cosecha de su plantación de mandarinas. Contará con la ayuda de su vecino, Ivo, que a la vez, fabrica cajones para dicha fruta. Ocurrirá un tiroteo entre fuerzas opuestas, casi en las puertas de sus casas y ambos cuidarán a dos soldados enemigos, uno checheno, otro georgiano, heridos en el conflicto. Nominada al Oscar y al Globo de oro como mejor película extranjera representando a Estonia, esta película hace del “Pinta tu aldea y pintarás al mundo” el eje de su sentido. Cuando lo que no tiene sentido es la guerra, como gran monstruo de la humanidad. Vecinos en guerra y vecinos en paz. Todos puestos en situación de un apremio que no desean, pero que intereses superiores los arrojan a vivir. Una situación pequeña, que actúa como caja de resonancia de un conflicto mayor, el de la guerra, retratado por un guión que va entretejiendo situaciones de absurdo, como también lo es cualquier conflicto bélico. Zaza Urushadze pone en escena una pequeña obra de cámara, que podría ser una obra de teatro, porque lo central está en los diálogos y en las actuaciones de unos actores extraordinarios. Pero no es sólo eso lo que agiganta una película modesta, que de a ratos crece al ritmo del género bélico con explosiones y disparos y por momentos se transforma en un western de hombres que van midiendo su hombría, su honorabilidad y sus lealtades. Y que van aprendiendo y comprendiendo que luchan por un conflicto, que quizás del otro lado del bando, se mueva por intereses poderosos que les resultan ajenos. Película de gestos mínimos, de acciones pequeñas, de apuntes precisos (por ejemplo hay un soldado que en su vida normal es actor de teatro, no de cine, porque allí no se filma casi nada), de diálogos certeros, no exentos de comicidad (como cuando Ivo y Margus arrojan un camión por la montaña y uno dice: “– Pensé que explotaría”, “Estallan en el cine, el cine es una gran mentira”) y de situaciones de tensión permanente. Su duración es concisa, menos de una hora y media, pero le alcanzan para delinear personajes y situaciones. Hay quienes pueden confundir todo esto con levedad, pero en el fondo es su calma y su visión a pequeña escala, lo que hace que su mensaje antibelicista sea tan profundamente poderoso.
Llega el estreno de terror ingles, La Bruja de Robert Eggers; después de su paso por varios festivales del mundo. Una familia de colonos es expulsada de su comunidad, sin que sepamos el motivo. Se trasladan a vivir en las márgenes de un bosque, el padre , William (Ralph Ineson), Katherine, su esposa (Kate Dickie) , Thomasin, su hija mayor (Anya Taylor- Joy), el hijo del medio, Caleb (Harvey Scrimshaw) y los gemelos Jonas (Lucas Dawson) y Mercie (Ellie Grainer). Al poco tiempo nace el quinto hijo, Samuel, y es su desaparición lo que desata la desdicha de todo el clan, con la angustia de la culpa de sentirse atormentados por alguna maldición que ha caído sobre ellos. La opera prima de Robbert Eggers, está basada en leyendas y relatos folklóricos, trabaja sobre la descomposición de los vínculos de esta familia de Nueva Inglaterra de 1630. Cargada de símbolos :el macho cabrío, que se asocia con Satanás sobre todo cuando se le involucraba en ritos satánicos y con aquelarres (palabra que proviene de Aker, “macho cabrío” en euskera), el cáliz de plata, la manzana (representación del paraíso y del pecado) la sangre, la fiebre, la carne, la desaparición de un niño sin bautizar, la belleza de la mujer como tentación y todas las manifestaciones de fanatismo religioso que en lugar de proteger y dar paz a este núcleo, lo arrinconan en un entramado de degradación moral. Todos tienen algo que ocultar y son sospechados de haber pactado con el Diablo. El universo de desgracias se instala, no solo físicamente, a orillas de ese bosque en una tierra en la que nada parece germinar y los animales son difíciles de cazar, sino también en la mente de cada uno de los miembros de ese primer núcleo de la sociedad, que es la familia. Esa paranoia es lo que dará lugar a los sucesos que se instalarán muchos años después en la locura de los juicios de Salem. Y de menor a mayor, la tragedia será irremediable. Visualmente, La bruja, tiene una atmosfera inquietante pero realista, no hay efectos especiales, ni artificios, ni siquiera de maquillaje. La búsqueda del terror apela más al drama que a la consecuencia de lo inesperado. La desdicha conmueve más que lo diabólico. No hay casi atisbo de belleza en ese paisaje al borde de un bosque oscuro, donde ni el verde es agradable, donde siempre parece estar nublado, la pesadumbre lo invade todo, los niños son inquietantes, y los preceptos que van contra la voluntad de Dios circulan de manera notable, la lujuria, la pereza, la ira, la avaricia, en un lugar en medio de la nada. Las consecuencias del puritanismo repulsivo, la frustración y la tristeza como ejes existenciales en una película que sacude al género de terror, para colocarlo en un sitio de igualdad a otros de mayor prestigio, no ya como género menor. Y que en una de sus múltiples lecturas convierte al fanatismo religioso en una de las locuras que enajenan a las sociedades de todos los tiempos.
Vuelven Suar y Bertuccelli de la mano de Juan Taratuto con la comedia Me casé con un boludo. Adrián Suar es Fabián Brando, un actor con un ego inconmensurable, que se enamora de la coprotagonista de una película que él ha aceptado hacer sólo por dinero . Ella es Florencia (Valeria Bertuccelli) una actriz inexperta, que está allí por tener un romance con el director (Gerardo Romano). Se casan y al poco tiempo ella se dará cuenta que en realidad, se enamoró del personaje de su compañero en la ficción, pero que en la realidad, el es un tipo insoportable. Enterado él de esto, sin que ella lo sepa, recurrirá al guionista de la película para recuperar el amor de la actriz. Sobrevuela un aire a lo Cyrano de Bergerac. Esto es, pedir ayuda de otro para conquistar a alguien, tema que ya ha sido visitado por el cine en diferentes versiones de Cyrano, fieles a la original o adaptaciones como Roxanne, con Steve Martin, situada en un cuartel de bomberos o una variación sobre el tema en La verdad acerca de perros y gatos, con Uma Thurman, que sustituye a una veterinaria que conduce un programa de radio, en una cita a ciegas. El mismo equipo de la exitosa (en término de espectadores) Un novio para mi mujer, es decir, pareja protagónica mas director (Juan Taratuto) mas guionista (Pablo Solarz) intentan repetir la proeza de aquella, con un título que con su sola mención es un golpe a la mandíbula y cuyo poster tiene destino de photo booth. Quizás por eso, sus intenciones están colocadas mas en el marketing que los resultados artísticos. Me casé con un boludo tiene una lujosa puesta en escena. Es ambiciosa en cuanto a inventar fastuosos estudios de cine, escenografías y despliegues dignos de la época de oro del cine nacional, que hoy en día son más visibles en la televisión que en lo producido para la pantalla grande. Así como también en lo relativo a las fiestas y a las casas de las celebridades. Y es ahí donde pone el acento, en el deseo de convertir al cine en una industria con la pompa que hoy en día tiene la pequeña pantalla. ¿Acaso no tienen las ceremonias de premiación televisiva un brillo que las del cine nacional no logran? Para ello, el tema de la ficción dentro de la ficción le viene como anillo al dedo, pero desaprovecha situaciones de rodaje que podrían tener más potencial cómico. Limitándose a un par de momentos graciosos que tienen que ver con el ego del personaje de Adrian Suar, especialmente en lo relacionado con el trabajo con grandes realizadores, entre los cuales, la mención de haber trabajado con Polanski, es a todas luces absurda. Con evocar películas y directores extranjeros que filmaron en Argentina, alcanzaba. Una de las virtudes del film es Valeria Bertuccelli, tratando de despegarse de su personaje más famoso en el cine (la Tana de Un novio para mi mujer). En este caso, su Florencia tiene vulnerabilidad pero también brillo propio. Si en su anterior trabajo con Suar le bastó un monólogo para quedar en la mente de los espectadores, en esta ocasión, el guionista optó por repetir la fórmula de otorgarle pequeñas islas de lucimiento en una comedia que transcurre por carriles convencionales y que proporciona mínimas dosis de sonrisas. Adrian Suar es un comediante eficaz, pero de tics televisivos que en el cine no son necesarios. Por el lado de los actores secundarios, se lucen en pequeñas intervenciones Alan Sabbagh y Marina Belatti. El género está más cercano al romance, a como reconquistar un amor que a la carcajada. Y cuando elije el tono paródico, especialmente relacionado con el mundo de la televisión (Me casé con un boludo está plagado de celebridades de la pequeña pantalla haciendo de sí mismas) la cosa no pasa de la tontería.
La verdad oculta, estreno de esta semana con una gran actuacion de Will Smith. La verdad oculta cuenta la historia de cómo Bennet Omalu, un médico nigeriano residente en EEUU, logró identificar una enfermedad degenerativa (traumatismo craneoencefálico crónico) que afectaba exclusivamente a los jugadores de fútbol americano y que estaba causando serios problemas a algunos profesionales retirados. Omalu se especializó en temas forenses y realizando la autopsia de Mike Webster, una ex estrella de los Pittsburgh Steelers descubre lesiones parecidas a los de las personas que sufren de alzhéimer o demencia. Típico exponente de David contra Goliat, La verdad oculta, peca de excesiva corrección y muestra menos de lo que sugiere. En ese sentido, parecen leves los “aprietes” que el médico y su entorno sufren a raíz de su descubrimiento. El enfrentamiento de un hombre de ciencia, con pruebas irrefutables, contra una corporación poderosísima, la NFL (National Football League) que mueve millones de dólares. El director Peter Landesman se apoya en una sólida actuación de Will Smith quien interpreta a Omalu, un médico algo tímido, obsesivo, y con una pizca de soberbia. Cuenta además con un sólido reparto de secundarios como David Morse (el jugador cuya autopsia motoriza la investigación), Albert Brooks (el jefe de Omalu y su mentor) Alec Baldwin (un ex médico del equipo de Pittsburgh) Luke Wilson, como el villano de la NFL y la actriz Gugu Mbatha-Raw, una inmigrante de Kenia, alojada por Omalu, quien tiene a cargo la subtrama romántica. La verdad oculta (Concussion) sobrevoló la zona de nominaciones al Oscar, en el siempre atractivo mundo de las denuncias con contenido social, con el subtítulo “Basada en hechos reales”. No logró nominaciones en ninguna categoría. En parte debido a cierta frialdad con la que maneja el tema álgido de las lesiones en algunos deportes y la ambivalencia de glorificar el sueño americano (en el doble exponente de llegar a la gloria a través del deporte y del médico extranjero que descubre algo que puede causar la temprana muerte de muchos). O quizás por que los votantes son demasiado conservadores y prefieren no tocar al más exitoso de los deportes en Estados Unidos. Entre temas fríos y calientes, La verdad oculta no termina de definir que temperatura prefiere obtener, quedándose en un clima tibio. No obstante, es valiosa como denuncia de un tema desconocido fuera de las fronteras de EEUU. Sobre todo teniendo en cuenta que dentro de ese país, hay quienes prefirieron soslayar la crueldad de ese deporte, y acusar al médico que descubre la atrocidad causada por los infinitos golpes en la cabeza que sufren los jugadores, de querer “feminizar el football americano”. Es preferible no reconocer que a veces la verdad duele.
Mi abuelo es un peligro, nueva pelicula de Robert De Niro junto a Zac Efron. Un hombre que acaba de enviudar (Robert De Niro), convence a su nieto (Zac Efron) de viajar a Florida. El joven es un abogado muy serio, está a pocos días de su boda y su abuelo intentará persuadirlo de que debe divertirse y de ser posible, cancelar la boda. Todo en el marco del Spring- break en Florida con el ya visitado cambio de roles. El título debería haber sido Abuelo zarpado y transita todo lo peor de la comedia. Teniendo en cuenta la últimas películas realizadas por Robert De Niro, no cabe mas que preguntarse por su estado financiero, porque resulta inexplicable que un tipo que protagonizó El padrino, Toro salvaje, Taxi driver, El francotirador, Buenos muchachos, Cabo de miedo y Casino, entre otras películas memorables, haga tan malas elecciones de guiones que restan puntos a su carrera. Como es el caso de Mi abuelo es un peligro. Si hay un compendio de chistes que atrasan décadas y forman parte de la enciclopedia de las bromas más chabacanas, están todos en este guión. Cuyo responsable, John Phillips, no se contenta con colocarlos una vez, sino que inexplicablemente los repiten. Por ejemplo: un chiste relacionado con el color de un auto y la palabra vagina, se menciona al menos tres veces. Tratar al personaje de Zac Efron de lesbiana, otras tantas. Que el abuelo interpretado por Robert De Niro diga: “Quiero cog…” es repetido al infinito. Y los chistes homófobos son tantos que abruman. Ni hablar de la supuesta redención de la homofobia, es tan poco convincente que da vergüenza ajena. Aunque se la quiera disfrazar de políticamente incorrecta y zarpada en relación a las drogas, el sexo, la corrupción policial, entre otros temas, no logra pasar de francamente imbécil. En comparación con el trabajo de De Niro, lo de Efron al menos tiene dignidad, aunque peque de un excesivo exhibicionismo con sus desnudos (la historia lo requiere y el marketing también) y Zac tiene sobradamente con que. Quienes quieran verlo con el culo al aire, tendrán al menos justificado el precio de la entrada. Hay un cameo de Danny Glover que es penoso. Y así casi todo. Antes de que se enciendan las luces de la sala, usted ya estará olvidando Mi abuelo es un peligro. Y si aguanta hasta el final, pasados algunos títulos, hay una sorpresa más. No buena, claro.
Como ser soltera con Rebel Wilson y Dakota Johnson uno de los estrenos de la semana. Alice, Robin, Lucy, Meg, Tom y David, viven en la ciudad que nunca duerme, New York y hacen todo lo posible para conservarse solteros. Pero Como ser soltera no sólo habla de las mujeres, sino que el género masculino también tiene sus trucos para no involucrarse sentimentalmente. Por que en definitiva de lo que está hablando esta película, no importa el género, es el miedo al compromiso, el sexo casual, postergar intereses en pos de estar con alguien, no saber mantener la independencia estando en pareja, la prolongación de conductas cuasi adolescentes mas allá de los 30 y otros comportamientos universales, sin importar la ciudad del mundo en que uno viva. Los guionistas Abby Kohn y Marc Silverstein sobre una idea de Kohn Silverstein basada en el libro de Liz Tucillo, supieron acumular toneladas de situaciones graciosas que funcionarían perfectamente en una sitcom, pero que parecen no cuajar del todo en un guión cinematográfico, con un desarrollo mas acotado. En lugar de decidirse por hacer una comedia pura, le adicionan elementos dramáticos. Es como si quisieran conmover para ganar prestigio y es este quiebre en la comicidad lo que por momentos desconcierta. Además de que en algún momento sea notorio un salto de tiempo en relación con el personaje de Dakota Johnson y su relación con Damon Wayans Jr., allí algo fue quitado o agregado para encaminar la comedia hacía algo lacrimógeno. Y eso se nota, ya sea por presiones del estudio o falla en el montaje. Un elenco correcto, encabezado por Dakota Jonhson, Leslie Mann, Alison Brie, Andres Holm y el muy activo últimamente Jake Lacy (Navidad con los Cooper) es eficaz en sus retratos, con excepción del exagerado personaje de Rebel Wilson, que es el trazo grueso en medio de pinceladas. El director Christian Ditter tendría que haberse quedado en la comedia pura, esto hubiese sido una decisión más sabia, en lugar de sumarle seriedad para transformar a Como ser soltera en algo pretencioso, en lo que nunca se convierte.
Orgullo, prejuicio y zombies de Burr Steers. En el año 2009 el escritor Seth Grahame-Smith irrumpió en el mundo editorial con la novela Orgullo y prejuicio y zombies, una suerte de “intervención” a la afamada obra de Jane Austen. Los derechos de autor del libro clásico, publicado en 1813 son de dominio público, por lo tanto, nadie puede protestar, legalmente, claro. Seguramente los lectores adolescentes, que casi obligatoriamente deben leer el original en la materia de literatura inglesa, deben haberse deleitado con esta reversión de la que llega ahora su traslado al cine. Y es a ese público, al que esta especie de mash up, ese género impuro, sobre todo en lo musical, en el que se unen dos o mas canciones para lograr una tercera, al que está dirigido este producto. Un pastiche que es generalmente paródico, resultado de un híbrido, sin que el término resulte necesariamente peyorativo. Voluntaria o involuntariamente, en el caso de Orgullo, prejuicio y zombies, se navega en aguas peligrosas. Por momentos es muy fiel a la novela original de Austen, de la que mantiene su espíritu, con el agregado, al principio de manera elegante, luego desaforada, de zombies deseosos de alimentarse de cerebros humanos. A esto se le añade, la gente que los combate, en los personajes originales de la novela con una vuelta de tuerca, más alguno nuevo (en clave femenina-feminista). Baz Luhrmann, Tarantino y Almodóvar son cultores de este estilo posmoderno y han sabido transitar este camino (el del pastiche) transformándolo en un sello de fábrica. Quizás por ese motivo, su director Burr Steers (Las locuras de Igby, 17 otra vez) que no es un experto en este genero, obtiene resultados desparejos. El proyecto de gestación de esta película es de larga data, en algún momento iba a ser protagonizado por Natalie Portman y dirigida por David O. Russell ( Joy, el nombre del éxito) la actriz conserva su nombre en la película, pero en su rol de productora. Con dichos nombres se buscó financiación, seguramente luego del éxito de Walking dead, mas el agregado de un par de nombres de interpretes pertenecientes a Games of thrones. Por eso no hay que buscar aquí resultados puristas relacionados estrictamente con el cine, ya que el producto resulta de la ensalada cuyos ingredientes se nutren en la literatura clásica, las series de televisión, las estrellas ascendentes con seguidores jóvenes (Lily James (Cenicienta) James Riley (Maléfica) Bella Eathcote (Sombras tenebrosas) , los actores británicos de cierto prestigio (Charles Dance, Sally Phillips, Matt Smith). Además de los elementos monstruosos, los conflictos de clase, el romance, y el matrimonio por conveniencia. Con todos estos elementos se camina al borde del abismo y no siempre se esta seguro de no caer en el, en algún momento. Si se le perdonan los excesos es porque tiene momentos logrados, como la secuencia de títulos de créditos a la manera de los libros pop-up, aquellos troquelados en los que se despliegan imágenes. O cuando las hermanas Bennet, en lugar de estar reunidas bordando o tejiendo mientras toman te, están limpiando y puliendo armas todas alrededor de su padre. Chicas entrenadas para el arte… de la batalla. Todo es visualmente atractivo, con la apoyatura de la correcta dirección de arte. Orgullo y prejuicio y zombies juega con los géneros y no siempre gana.
La Quinta Ola, otro best seller juvenil llevado al cine. A no llamarse a engaño, la película no pertenece al género de cine catástrofe, aunque tenga un par de escenas con CGI, que a esta altura no causan ningún asombro, en las que se destruyen ciudades emblemáticas (como es el caso de Londres). Las olas a las que alude el título son mas bien eventos que comienzan con un corte de energía o del campo electromagnético que hace que caigan aviones, se corte la luz y se detenga la señal de celulares y toda clase de comunicación. La segunda es una subida de las aguas, que destruye todo sitio costero, la tercera es una plaga propagada por aves, la cuarta es un grupo de asesinos y la quinta… se develará en la trama, que tiene como protagonista a Cassey Sullivan. Ella es la clase de adolescente que vuelve a horario de una fiesta, pasa por el cuarto del padre a avisarle que llegó, el progenitor le levanta el pulgar, en señal de aprobación y luego va al dormitorio de su hermano menor, para asegurarse de que está durmiendo bien. Un encanto de chica que cuando las cosas se pongan feas, no dudará en recorrer kilómetros caminando, con el osito de peluche en su mochila, que el menor olvidó cuando la militarización los separó. Eso y un fusil. Lo que no sabemos es donde consigue los diferentes modelos de zapatillas que luce a lo largo de la película, que combinan con el resto de su vestuario. Lo cual sería un detalle menor en un relato cargado de lugares comunes, que por supuesto los adolescentes pasaran por alto. La quinta ola, Basada en el libro homónimo de Rick Yancey, que es el primero de una trilogía, cuya última parte se publicará este año, pertenece al género ciencia ficción y literatura juvenil, transformado en guión por Susannah Grant, Akiva Goldsman y Alex Pinkner. Lo que llama la atención es la naturalización del manejo de armas, en lugar de suplir con ingenio la defensa. Por mas que sea para protegerse de “Los Otros” (que son los alienígenas que causaron las olas), como si las tragedias de Columbine y otras similares no hayan existido. Sobrevuela cierto aire de “gatillo fácil” y daños colaterales. La glorificación de lo militar ante la pérdida de humanidad Chloe Grace Moretz es la heroína capaz de todo con el fin de reencontrarse con su hermano. Aunque jóven, es una veterana del cine y ya fue dirigida por Scorsese y Burton, entre otros, no tiene problemas a la hora de encarnar a la heroína . Maria Bello y Liev Schreiber son parte del elenco de los adultos con los que se trata de dar peso a la película, en personajes que no tienen consistencia. Alex Roe y Nick Robinson son los chicos carilindos, vértices de un triángulo amoroso a desarrollar en próximas entregas. La dirección de J. Blakeson en la quinta ola tiene un buen comienzo que rápidamente derrapa en la más convencional de las aventuras, que por momentos se transforma en una apabullante acumulación de situaciones estereotipadas. Es una ley de Hollywood, si un libro tiene millones de lectores, lo tendrá también su versión cinematográfica. Y si ese libro es una saga, como Los juegos del hambre, Crepúsculo y Divergente, entre otras, con mayor o menor suerte, la continuidad de la facturación está prácticamente asegurada, más allá de que los resultados cinematográficos sean abominables como en La quinta ola.
Guerra de Papás, una nueva comedia de Will Farrel. Una familia entra en crisis cuando reaparece el padre de los niños en la vida de un matrimonio ensamblado. Comedia de opuestos, de padre biológico macho- alfa versus padrastro buenazo que hace lo imposible para conquistar el corazón de los niños. La llegada del primero (no se sabe bien a que se dedica, pero en la llamada de teléfono para anunciar su llegada se escuchan tiros de fondo) pone las cosas patas para arriba. Sobre todo en lo referente al esfuerzo que viene haciendo el padrastro, directivo de una radio, para la integración de la familia. Lo siguiente al arribo será una guerra no declarada, con la madre y los hijos sufriendo los daños colaterales. El guión de John Morris, Sean Anders y Brian Burns golpea los cimientos de la familia americana con situaciones de incorrección y diálogos mordaces a los que suman gags físicos como el incidente con la moto y la electrocución en la pista de skate, que parecen remitir al Coyote y el Correcaminos. Guerra de papás es una comedia que pendula entre ser moralizante o políticamente incorrecta al satirizar situaciones de comedia blanca con condimentos picantes. A la familia idílica amenazada endogámicante se le suma un entorno de personajes satélites que tampoco ayudan a volver a los causes normales. En ese sentido intercala secundarios con intervenciones brillantes: el dueño de la radio, Tomas Haden Church, con aires de ganador, al que sus múltiples esposas han engañado sistemáticamente; Hannibal Bures, el albañil despedido que termina viviendo en la casa de la familia como un miembro mas y Bobby Cannevale, como el médico especialista en fertilización, que lleva a cabo una de las escenas con referencias sexuales de trazo mas grueso. Escena que demuestra que esta no es una comedia familiar (o en todo caso, si se la ve con niños, se quedaran afuera de los mejores chistes). ¡Prestar atención a cuando se menciona a Patrick Stewart! Otro hallazgo del guión es el cuento que le relatan ambos padres a los hijos antes de ir a dormir, que todo el tiempo es reformulado e intervenido. Por el lado del dúo protagónico, la química funciona. Will Ferrell y Mark Wahlberg transitan un borde con contención sin desbarrancar nunca, al encajar perfectamente en el arquetipo del grandote bueno y el musculoso canchero que siempre cae bien. Sorprende gratamente dejar de lado los prejuicios de estar en presencia de una tonta comedia de verano más, que sin llegar a ser perfecta, acumula muchos logros por aportar una mirada algo corrosiva a la típica familia americana. Eso es Guerra de Papás
Estreno Los 8 mas odiados de Quentin Tarantino Los 8 mas odiados, la nueva película de Quentin Tarantino que muchos esperaban. Años después de la Guerra Civil Norteamericana, ocho personajes se encuentran atrapados en un refugio en las montañas a causa de un gran temporal de nieve. En un comienzo viajan en una diligencia el caza recompensas John Ruth (Kurt Russell), conocido en esas tierras como “The Hangman” (El Verdugo), y su prisionera Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), que se dirigen hacia el pueblo de Red Rock donde Ruth pretende entregar viva a la fugitiva ante la justicia. En su camino se les une el Mayor Marquis Warren, (Samuel L. Jackson) un caza recompensas que fue soldado en el pasado, y que en cambio prefiere llevar a cuestas los cadáveres de unos fugitivos para cobrar por su recompensa. Se les unirá a su viaje Chris Mannix (Walton Goggins), un joven cuyo padre luchó con los Conferedaros, quien dice ser el nuevo sheriff de Red Rock. Debido a la enorme tormenta que se aproxima, los cuatro viajeros de esta caravana se ven obligados a refugiarse en una suerte de posada, posta y almacén en medio de la nada, conocido como Mercería de Minnie. Cuando llegan allí, la dueña no está por ninguna parte, y es Bob (Demian Bichir), el que está al cargo. La posada además, ya cuenta con otros huéspedes como el verdugo Oswaldo Mobray (Tim Roth), el vaquero Joe Gage (Michael Madsen) y un retirado General Confederado Sandy Smithers (Bruce Dern). Todos deberán esperar a que termine el temporal para seguir viaje. La tensión no tardará en aparecer, con la sospecha de que algunos pueden no ser quienes dicen ser. Convertido en uno de los niños mimados del actual panorama cinematográfico, reverenciado y denostado en partes (des)iguales, no es extraño que como buen infante, Quentin Tarantino, someta al público y a la crítica (aunque esto último no le importe) a sus caprichos. Tiene suficiente poder como para hacer de cada nueva película suya, un acontecimiento. Y, hábil campaña de marketing o no, los ecos de sus films se desparraman lejos, como las esquirlas y la sangre que brota siempre en alguna escena suya. Quentin es un mago pop, con algún truco viejo, o nuevo, repetido o reformulado. Pero siempre un entretenedor que dosifica a su antojo lo que se espera de él. No tiene la mínima intención de hacerse invisible en sus películas, al contrario, se ubica centralmente, su ego le permite colocarse en los títulos de esta manera: “El octavo film de Quentin Tarantino” ¿pero no es el noveno? No, Kill Bill I y II cuentan como dos volúmenes de una misma película. Ah, esta bien, como quieras. Uno tiene la impresión de que se le ocurrió la idea del guión a partir de enamorarse del número 8, que acostado se representa con las dos serpientes entrelazadas, símbolo del equilibrio entre fuerzas antagónicas. También representa el eterno movimiento cósmico base de regeneración y de infinito.Y en inglés, hateful (odiosos) y eight (ocho) tienen una sonoridad en la que una palabra contiene a la otra. Una de Tarantino dentro de otra de Tarantino. Así es que, arbitrariamente, pudo haber encontrado la excusa para escribir un guión que encajara con la palabra ocho, y que a esos personajes que aparecen como odiosos en el póster, y que están en la posada donde se desarrolla la acción haya que restarle uno y sumarle otro que si está en los títulos principales, pero que no conviene contar para no revelar la peripecia de la trama. Arbitrariedades a las que hay que sumarle un formato de características épicas, en 65 Ultra Panavisión, que casi ningún cine del mundo proyecta y que salvo en la primera parte, en el resto del film no agrega nada. Y por último, o en este caso, por que cada uno podrá agregarle a la lista lo que quiera, depende de que lado de la hinchada se sitúe, una duración excesiva, que provoca por momentos una sensación de tedio. Y esto lleva al agobio, que es una sensación que provoca el encierro, la asfixia. Y esto es lo que Tarantino quiere lograr, de manera que sus dotes de mago están totalmente cumplidos. Nos manipuló durante casi tres horas de Los 8 mas odiados. En un fluir constante. Como una cinta de Moebius, como la representación gráfica del ocho horizontal. Un infinito al que se llega al punto de partida, que autorefencialmente en este caso es a Perros de la calle, la primera película de Tarantino, que revolucionó al cine indie americano a principio de los ’90. En la que también había un grupo de tipos encerrados desconfiando unos de otros. La variante es que aquí hay una mujer, se podrá discutir si hay misoginia o no. Pero es innegable que ella es el centro de la escena. También puede decirse que la atmósfera de Los 8 mas odiados es comparable con la de El enigma de otro mundo, de John Carpenter con la que comparte actor (Kurt Russell) y compositor (Ennio Morricone) y con la mas famosa de las novelas de Agatha Christie, Diez indiecitos, cuyo título original es Ten little niggers, esta última palabra tiene una resonancia especial, por la manera despectiva de llamar a los afroamericanos y que es uno de los disparadores de la violencia latente en el nuevo opus del director de Django sin cadenas. La humillante palabra fue otro de los ejes de la controversia previa al estreno, sobre si Quentin es el más negro de los directores blancos. Polémica con Spike Lee mediante, por el excesivo uso de la palabra nigger en las películas del blanco. Cuando se llega al final de una película del realizador de Pulp fiction uno tiene la sensación de que cayó en una trampa, la de haber asistido a un ejercicio de violencia estilizada. Y haber sido cómplice de un placer culposo. Cuando en realidad el artificio está planteado desde un principio. En Bastardos sin gloria asistimos a la muerte de Hitler de una manera que no sucedió en la realidad, pero la forma es sumamente entretenida y la disfrutamos. Como cuando somos conscientes de que el tigre no desaparece debajo del trapo negro en el truco del mago. Pero nos divierte. Y el mago Tarantino lo hizo de nuevo… en la mas teatral de sus creaciones cinematográficas, Los 8 mas odiados.