Contra la violencia machista. En su cuarto largometraje como directora, Ellas hablan (2022), la también actriz de origen canadiense Sarah Polley (El amanecer de los muertos, Exótica, El dulce porvenir, Mi vida sin mí) tomó como punto de referencia la novela «Women Talking» escrita por la autora Miriam Toews. Esta escritora, nativa del mismo país que la cineasta, fue criada en una estricta comunidad menonita, bajos fuertes mandatos religiosos y moralistas, y cuyos líderes eran desde tiempos remotos solo hombres. Para redactar su libro se basó un poco en su experiencia en esta comunidad de fe y mandatos; y por otro en un terrible caso real de abuso que sufrió un grupo de mujeres en una colonia menonita en Bolivia en el año 2005. Tras los detalles escabrosos y brutales de los abusos que tuvieron que tolerar sin ningún tipo de derechos en la sociedad (no se les permite ni leer ni escribir), Toews logró que los lectores sepan de estos delitos silenciosos, que no poseen justicia, y más que nada proponer que el diálogo y la unión entre estas mujeres quizás sea su única vía de escape a una vida injusta. Tras leer esta impactante novela, Sarah Polley decidió juntarse con la autora Miriam Toews y juntas escribieron el guion para la transposición/adaptación de la novela al cine, aunque con una fuerte impronta y puesta teatral en la mayoría de su metraje. En la película Ellas hablan las protagonistas son ocho mujeres de diferentes edades y generaciones. Todas están reunidas en un viejo granero para debatir qué hacer o cómo seguir reaccionando frente a las temibles situaciones que vienen soportando desde hace mucho tiempo. En su cerrada comunidad, todas las mujeres son drogadas por la noche con tranquilizantes para animales, para luego ser violadas y golpeadas sin piedad por hombres de la propia congregación. Estos hechos aberrantes, dadas las condiciones y regímenes de la comunidad, nunca fueron denunciados en la justicia como corresponden por su gravedad. Hasta que deciden decir basta y tomar sus propias decisiones, que debido a la formación patriarcal menonita lógicamente no son aceptables, pero ahora son más que nunca necesarias. En primera instancia por su sufrimiento y valor, y en segundo para intentar cortar con futuras generaciones de abusadores seriales que se apoyan en la fe para cometer actos tan horribles. Estas mujeres están interpretadas por grandes y reconocidas actrices como Claire Foy, Jessie Buckley, Rooney Mara, Frances McDormand, Judith Ivey, Michelle McLeod, Sheila McCarthy y Kate Hallet. Increíblemente las acompaña en su reunión un hombre (Ben Wishaw), quien fuera expulsado tiempo atrás de la comunidad debido a no querer ser partícipe de estas situaciones de violencia, y será quien tomará nota de sus dichos, pensamientos y propuestas (a ninguna de ellas se les permitió algo tan básico como aprender a leer y escribir). Los temas para debatir serán: seguir soportando y apoyarse en la fe, perdonar y entender a los hombres o huir del infernal lugar. También intentar superar algo de la toxicidad masculina más atroz. La directora Sarah Polley propone en Ellas hablan (nominada en las categorías a mejor película del año y mejor guion adaptado en los próximos premios Oscar) una sentida reflexión acerca del lugar que ocupan las mujeres en la sociedad actual. Después de colectivos femeninos contra la violencia machista como el #MeToo, su firme palabra y su empoderamiento son necesarios y para siempre. Hay situaciones abusivas que no deben ser contempladas nunca más y hasta en un tipo de sociedad tan arcaica y arraigada a costumbres como la menonita, las mujeres hablan y alzan su voz. Los primeros planos en los rostros golpeados de algunas de las mujeres de la historia son el reflejo de un flagelo sin final. Este casi único espacio o escenario donde transcurrirá la mayor parte de la acción es fotografiado virtualmente en penumbras y con la sensación de ser prisioneras de los hombres. Una película como Ellas hablan, con su concepto valiente, es profundamente necesaria. Ese granero, que está ubicado temporalmente en el 2010, pero bien podría ser a principios del siglo pasado debido a la vestimenta y costumbres de esta comunidad, quizás será el comienzo liberador para estas mujeres por fuera de una estructura patriarcal destructiva y cruel.
Esa quimera de vivir y dejar vivir. La ballena (2022) es una sentida película dramática dirigida por el realizador norteamericano Darren Aronofsky (Réquiem por un sueño, El cisne negro, ¡Madre!) y protagonizada magistralmente por Brendan Fraser, quien se encuentra nominado como mejor actor por su labor en los próximos Premios Oscar 2023. Esta no es una interpretación más para Fraser, al que estamos acostumbrados a ver en otro tipo de papeles a lo largo de su carrera, principalmente como héroe y galán de films de aventuras (La momia, Viaje al centro de la tierra). Aquí es Charlie, un profesor de literatura con un notable estado de obesidad. Sus 300 kilos de sobrepeso le impiden poder llevar una vida “normal”, y a duras penas aún mantiene su empleo en la educación gracias a las clases por zoom que da cada día a sus alumnos. Como una alegoría de su propia existencia, desarrolla y analiza con su alumnado la novela del autor Herman Melville, Moby Dick, relato clásico donde se narra la obsesión por cazar a una legendaria ballena blanca, un animal marino de enormes dimensiones. Seguramente después del impacto visual de ver a Brendan Fraser componer a un hombre con estas notorias características físicas, también apreciaremos el enorme compromiso y entrega de su parte. Ponerse en la piel de Charlie quizás no sea para cualquiera, por sus complejidades de existencia que pasan por un lugar mucho más profundo que el mero aspecto físico. Charlie sufre por la soledad, el destrato, por vivir oculto y discriminado. Brendan Fraser entendió a este hombre, a su vida, su dolor y así lo demuestra su mirada a lo largo de la película. Una mirada triste, de compasión, de agobio y cansancio, pero también de redención. El sobrepeso y los desórdenes alimenticios de Charlie son resultados de traumas y problemas personales que iremos conociendo a lo largo de la historia de esta película, que es más que nada una obra de teatro filmada por Darren Aronofsky, un director que también entiende y hasta tiene compasión por Charlie, pero que nunca lo victimiza. La ballena es una película que también requiere de la comprensión de los espectadores. Los diferentes conflictos emocionales que se irán desarrollando en su trama (la obesidad como enfermedad, el trato del sistema de salud para con quienes la sufren, el suicidio, la culpa, la sexualidad reprimida, entre otros) pueden llegar en un punto a ser verdaderamente agotadores. La aparición de la rebelde y arrogante hija adolescente del protagonista (Sadie Sink), a la que hace mucho tiempo no ve, será el comienzo de un cambio de vida para Charlie. Un giro inesperado y vincular para ambos, que unirá y fortalecerá a los dos. Es allí donde sabremos que Charlie fue otro, que amó y soñó con llevar una vida según las normas, pero que debido a problemas internos y personales le resultó imposible. También hay en La ballena una constante sensación de claustrofobia, más que nada debido a su cerrada puesta de realismo teatral. El encierro en el que vive y respira (como puede) Charlie realmente se siente por momentos en demasía. El guion, escrito por el mismo autor de la obra teatral en la que se basa la película, Samuel D. Hunter, trata de lograr una transposición cinematográfica lo más inteligente posible y que luzca a los protagonistas (además de Charlie y su hija, tenemos a la ayudante del profesor, Liz (Hong Chau), también nominada como mejor actriz de reparto al premio Oscar por su interpretación). Quienes vimos otras obras de Darren Aronofsky, como El cisne negro o mucho más en el caso de ¡Madre!, sabemos que la opresión y el ahogo son casi una norma en su narrativa y concreta puesta visual. Así como cierto toque de grotesco y poco tacto. Desde ya La ballena no es la excepción. Más allá de significar un gran y significativo retorno a las pantallas de Brendan Fraser, un buen actor pero con una irregular carrera, La ballena es, con todos sus pros y contras, una interesante reflexión social. Una que se pone del lado de los diferentes y excluidos. Aquellos que como Charlie viven ocultos (ya sea por su sobrepeso y condición sexual), pero que deberían poder llevar a cabo sus existencias en libertad y sin ser constantemente juzgados.
El origen de una mente asesina. El 2022 fue un año muy relevante para el director de cine norteamericano Ti West. El lanzamiento, con apenas diferencia de meses, de dos largometrajes pertenecientes al género del terror y de varios subgéneros cinematográficos (el slasher, el gótico americano, el porno o cine XXX, el de opresión religiosa, el horror psicológico, entre otros) lo volvieron a posicionar como un interesante realizador; personal, con oficio y bastante conocimiento de las reglas y códigos que se necesitan aplicar en el séptimo arte para que los resultados sean buenos y logrados. Por un lado tenemos a X (2022), un gran homenaje al cine de género de los años 70’s y cuyo eje gira en torno a la filmación casera de una película condicionada, con sexo real y para adultos, que llevarán a cabo tres parejas (dos mujeres strippers, un productor, un actor porno de color, un camarógrafo y su novia asistente) en una apartada granja en un lejano paraje. Pero acá nada saldrá como los involucrados se imaginan. Los dueños del lugar son Pearl (Mia Goth) y su esposo, dos ancianos con problemas mentales y de tolerancia. Uno a uno los intrusos serán eliminados (asesinados de diferentes maneras) debido a la frustración por el paso del tiempo, el deterioro del cuerpo y el deseo que aún late, pero que ya no puede ser consumado. De más está aclarar que las cosas terminan muy mal. Pero esta pareja de ancianos lógicamente también fueron jóvenes y desde ya tuvieron sueños. Justamente allí es donde comienza Pearl (2022), segundo largometraje de Ti West lanzado el año pasado y acertadísima precuela de X, que por estos días llega a la cartelera de algunos cines argentinos. Pearl (nuevamente en la piel de la actriz británica Mia Goth) es una joven que vive en 1918 junto a sus padres en una granja norteamericana. Su presente no es el ideal, está lleno de angustia y recelo. Su reciente y joven esposo tuvo que partir para luchar en la guerra. Mientras ella debe cuidar a su padre lisiado, y de paso soportar las órdenes y reclamos de su madre, una severa fanática religiosa. Para colmo una temible cuarentena, ola de gripe mediante, volvió la economía, del lugar y los alrededores, en nefasta y austera. De todas maneras y dentro de un entorno muy complicado, Pearl se permite soñar en convertirse en una famosa actriz de cine norteamericana. Los escapes al cine del centro cada vez que puede le permiten vivir otra realidad, a pensar en grande. Un amigo proyectorista del cine la acerca tanto a filmaciones de imágenes prohibidas, como a otras maravillosas y de gran envergadura. Pearl se imagina siendo protagonista absoluta de estás pintorescas historias. Se sueña siendo fuertemente aclamada por el público. Ese es el lado bueno de Pearl. Su mejor versión. Pero también existe su cara B: la de una mujer insana, cruel y que asesinará sin piedad a todo aquel que no le permite lograr sus cometidos, incluidos familiares o amigos. Pearl no tendrá piedad y este será el origen de su mente enferma. Ti West acertó con ambas películas, pero con Pearl logró un tipo de relato de horror mucho más convincente y aterrador. Pensar que el aislamiento y la alienación de una joven, que comienza a vivir su adultez, su matrimonio y está despertando a la sexualidad, puede ser la raíz de una psicópata en potencia es una conclusión muy acertada. Como para hacer todo mucho más opresivo el realizador aprovechó las limitadas licencias debido a la pandemia por el COVID 19 y partió a filmar ambas películas a una granja en Nueva Zelanda. Allí se encontró con que también estaban filmando la secuela de Avatar y con la ayuda de varios técnicos de esta, le dio a Pearl una calidad estética maravillosa. La apología del sueño americano, la época de oro de Hollywood y de películas clásicas emblemáticas como El ocaso de una vida (Billy Wilder, 1950) o El mago de Oz (Víctor Fleming, 1939), conviven con otra parte donde los cuerpos son atravesados y la sangre salta a borbotones. Este 2023 encuentra a Ti West y su musa, Mia Goth, filmando una tercera película acerca de Pearl llamada Máxime. Pero para eso aún hay que esperar un poco más. Mientras tanto recomiendo visionar tanto X, como la que hoy reseño, Pearl. Dos películas que demuestran que no todo está perdido para el cine de terror actual. Ambas están notablemente logradas, son inteligentes y hasta novedosas. Hacen referencia al pasado y la nostalgia, incluyendo imágenes poco habituales para una película del subgénero Gore. Pero también nos cuentan una historia, con una anti heroína y psicótica protagonista, que habla de los sueños, el cine, la locura y la muerte.
El cine, un bálsamo para aliviar el alma. El Empire, un antiguo cine ubicado en una bella zona costera del sur de Inglaterra, es donde Hilary (personificada por la gloriosa Olivia Colman), una conflictuada mujer madura, trabaja en la boletería y pasa sus días como puede, con una gran angustia existencial. Estamos en los convulsionados años ‘80s ingleses, con un entorno social y económico muy complicado gracias a la labor en el gobierno de la severa Primer ministro Margaret Thatcher. Es extraño, pero Hilary, pese a su experiencia de varios años en el complejo cinematográfico, nunca entró a las salas a mirar ninguna película. En su alma conviven la falta de inocencia, el miedo a la pérdida del trabajo y el silencio ante el abuso sexual cotidiano por parte de su jefe. Todo su panorama de vida se presiente triste, trágico y solitario. Será la llegada de Stephen (Michael Ward), un joven de color alegre y soñador que comenzará a trabajar en el cine, quien le cambiará la vida. El futuro estudiante de arquitectura le ayudará a disfrutar, amar y hasta incrédulamente, permitirse mirar aquellas películas que se proyectan diariamente con una luz de esperanza. Hilary es la protagonista de Imperio de luz (2022), la nueva película del reconocido director inglés Sam Mendes (Belleza americana, Camino a la perdición, Sólo un sueño, 007: Operación Skyfall, 1917), un sentido y sincero melodrama que retrata un momento histórico británico donde la censura y los conflictos de toda índole eran moneda corriente. Su trama está basada en la vida personal y experiencias que vivió la propia madre del director, la novelista Valerie Helene Mendes, y de paso es un correcto homenaje al séptimo arte, aunque retratado en modo inverso a Los Fabelman, de Stephen Spielberg, quien muestra a un protagonista (alter ego del realizador norteamericano) que descubre y ama al cine desde pequeño. Aquí Hilary también descubrirá al cine, pero en su adultez y en diferentes situaciones. Aparte del cine, el otro tema central en Imperio de luz será el amor interracial y la segregación. La incipiente relación amorosa entre Hilary y Stephen no será bien vista por la gente del lugar, que juzgan severamente a la mujer y violentan verbal y físicamente al joven. También hay quienes acusan a Stephen de ser un extranjero, a pesar de su origen británico como ellos, y de robarles su trabajo. Un tipo de conflicto que era moneda corriente por aquellos años. El movimiento Skinhead se siente y golpea en las calles. Nominada a mejor fotografía en los próximos Premios Oscar, en Imperio de luz los escenarios naturales costeros son retratados con oficio y preciosismo. Este importante rubro técnico, a cargo de Roger Deakins, es muy logrado. También acompaña muy bien al relato la banda de sonido, a cargo de la dupla Reznor/Ross, que incluyen temas de la emblemática agrupación musical de ska, punk y new wave, The Specials. Sam Mendes decide apartarse del punto político británico y enfocarse en la vida de Hilary, en su angustioso equilibrio emocional y su presente de resiliencia y valentía. Mucho colabora el gran trabajo de Olivia Colman, una actriz que logra una maravillosa interpretación. Ella es la estrella del film. Pero también lo es el cine, aquí una luz para calmar el alma. La suya, tanto como la nuestra, los espectadores.
El costado absurdo de los ricos y famosos. Ganadora de un premio internacional tan importante como la Palma de Oro en la última edición del Festival de Cannes, El triángulo de la tristeza (2022) es una notable comedia ácida dirigida por el renombrado realizador sueco Ruben Östlund (The Square). También nominada en el rubro a mejor película del año en los próximos premios Oscar 2023, esta película no tiene medias tintas, ni mucho menos grises en su desarrollo. Es por momentos un relato de índole extremista, de a ratos lleno de escatología, hasta llegar a un punto absurdo, y quizás sea a causa de estas particulares características que muchos espectadores se sientan ofendidos o hasta agredidos, pero en realidad lo que su director Östlund nos quiere demostrar es su acertado e irónico punto de vista acerca de la vida burguesa actual, ya sea dentro de un viaje en un crucero de lujo o en el despiadado mundo de la moda. Este es el cine de autor que habla de la desigualdad social y de un mundo cada vez más competitivo y despiadado. El filme está protagonizado por Harry Dickinson y Charlbi Dean (modelo y actriz sudafricana que murió tempranamente a los 32 años a causa de una enfermedad súbita en agosto del 2022). Ellos son Carl y Yaya, la pareja protagonista de las tres historias que se presentan en la cinta. Ambos son jóvenes, bellos y modelos. Son la quintaesencia de ese estándar de belleza que se impone en la sociedad. Pero si bien se presiente algo de cariño y deseo entre ambos, también hay envidia, celos e intereses económicos en su relación. Este comportamiento es de cierta forma normal para ellos, en los desfiles y castings como modelos de marcas de lujo donde se mueven lo importante es quién gana más dinero o quién logra posar para un diseñador conocido. Esto último sin tener el más mínimo decoro de humanidad o de compañerismo con otros pares. Todo esto lo podremos apreciar en el primer episodio de la película. Es por eso que Carl, tras una pelea con Yaya, decide regalarle un trip (viaje) en un crucero de lujo, para descomprimir cierta tensión entre ambos (la cuestión es que ella gana casi el doble que él y para colmo es más famosa en el ambiente) y de paso descansar. Allí, en este segundo tramo, los novios disfrutarán, tomarán sol y beberán, pero también se encontrarán con un grupo de personas ricas y bastantes particulares (prestar atención al capital alcohólico personificado por un sacadísimo Woody Harrelson). Las situaciones graciosas, pero también las ordinarias y hasta asquerosas serán de la partida en este viaje bizarro. En el tercer y último segmento de la película, junto a Carl y Yaya, se les unirá Abigail (Dolly De León), una tripulante que defenderá sus derechos a toda costa y a la que poco y nada le importará la riqueza de los pasajeros que debe atender en cada agotador viaje en el crucero. En ciertos recursos narrativos aplicados por el realizador sueco Ruben Östlund se aprecia la influencia del humor descarado e irreverente del aquel emblemático grupo inglés, los Monty Python, comandado por el director Terry Gilliam. Ellos utilizaban un tipo de técnica innovadora para la época (década de los ’70s), que iba más allá de lo aceptable en estilo y contenido, y por medio de sketches dónde privaba el absurdo y lo políticamente incorrecto. Buscando influencias más cercanas a nuestros días, podemos mencionar el tipo de comedia que filmaban los Hermanos Farrelly en los 2000. Aunque Ruben Östlund es un realizador muy personal, que filma notablemente y en resumidas cuentas su Triángulo de la tristeza es simplemente una burda sátira al capitalismo, tanto como al poder y el abuso en que caen en sus superfluas existencias algunos ricos y famosos. No mucho más.
La sinfonía de la locura. Lydia Tár, una respetada y talentosa compositora y directora de orquesta magistralmente interpretada por la actriz australiana Cate Blanchett, vive un gran dilema en la nominada al Oscar a Mejor película Tár (también cuenta con otras cinco nominaciones entre las cuales no podía faltar la de su protagonista excluyente). ¿Pueden sus traumas y problemas personales interferir notoriamente en su labor como profesional de alto nivel y en su producción artística? ¿Es su fuerte rigor y también su abuso de poder hacía otros músicos a cargo, conductas condenatorias y hasta cancelatorias en pos de su talento? Finalmente, propongo otro interrogante: ¿se debe separar la vida personal y privada del artista, de la laboral y creativa? Estas preguntas y algunas más son las premisas en donde se apoya el actor y director norteamericano Todd Field en su tercer largometraje, un sentido y por momentos complicado drama psicológico. Lydia, esta severa mujer madura, dirige la prestigiosa Filarmónica de Berlín. Todos sus colegas la admiran y respetan. Está casada con otra música, una violinista llamada Sharon (Nina Hoss) y ambas son madres de una bella e inteligente niña pequeña. Todo parece ideal en la vida de Lydia, pero una parte oculta de su ser demuestra lo contrario. No puede evitar tener el deseo de acosar a cualquier integrante joven de la orquesta, muchachas como la nueva violonchelista rusa Olga. O su autoimpuesto nivel de exigencia con su obra que la está dejando en un estado mental al borde del colapso y la locura. La acusación que enfrenta Lydia en un momento de la enrarecida trama complicará aún más su carrera, que está llegando a su apogeo, y de paso de su existencia. El trabajo de Cate Blanchett, como se dijo nominada al próximo premio Oscar como Mejor actriz, bordea lo soberbio. Lydia Tár es un personaje duro, complejo, lleno de matices, pero sin embargo Blanchett logra transmitir con su magnífica interpretación toda la intensidad que vive la directora de orquesta, función por la que es criticada sin miramientos en esta ficción. Tár no sería lo que es, un gran retrato sobre la extraña psicología de una artista, sin la subyugante presencia de Blanchett. Su director Todd Field, un realizador un poco fuera de lo común, con tres peliculas muy diferentes entre su carrera, En el dormitorio (2001), Secretos íntimos (2006) y la que hoy reseño, comenta que cuando comenzó a pensar en este proyecto, después de 16 años sin filmar, no podía imaginar una mejor actriz para ocupar el rol de la música Lydia que Cate Blanchett. Su intuición no falló. Uno de los grandes logros de Todd Field es plasmar formalmente en surrealistas imágenes toda la angustia que sufre Lydia. Ella comienza a tener inquietantes sueños dónde su cordura está llegando al límite. Dibujos, escenas reveladoras y muchos recursos más, serán parte de un relato que se tornará fascinante. La sintonía que le toca dirigir a Lydia, junto a la impresionante orquesta que la acompaña, es una donde la locura vive en cada nota. Tár es una película apasionante, llena de emoción. Pero también una concreta y maravillosa experiencia audiovisual. De los estrenos cinematográficos que nos ofrece este reciente año 2023 hasta la fecha, este film es de los más logrados, sinceros y recomendables que se puede ver y disfrutar. No es poco.
El Apocalipsis según Shyamalan. El director de origen indio M. Night Shyamalan llamó verdaderamente la atención a fines del siglo pasado gracias a su tercer largometraje, el thriller con toques fantásticos El sexto sentido (1999), una magnífica película que gozó tanto de los elogios de la crítica especializada, como del éxito del público en la taquilla en el momento de su estreno. Un comienzo tan prometedor en la carrera de un director de cine trae aparejadas cosas buenas y otras no tanto. Por un lado, la suerte de tener un apellido y una impronta de autor que se hace de repente reconocible en la industria y lógicamente en los espectadores, lo que también permite poder conseguir la financiación para próximos proyectos. Pero por el otro la presión que se ejerce en un realizador como el creador de La Aldea (2004), al que siempre se le exige un cierto nivel de calidad en sus películas (tanto visual, como narrativa), pero que en realidad no todas las veces se ha podido cumplir. Yendo al grano, Shyamalan tiene en su filmografía películas muy buenas como El protegido (2000), Señales (2002), Los huéspedes (2015) o Fragmentado (2016); y otras que son regulares como La dama en el agua (2006), El último maestro del aire (2010) o Después de la tierra (2013); por dar algunos ejemplos de ambas categorías. Su última producción Llaman a la puerta (2023), está en un punto intermedio. Posee en su intrigante relato tantos aciertos como pifiadas (por lo menos para quien redacta esto). En el cine de M. Night Shyamalan por lo general encontramos historias concretas que hablan de fe, religión, existencialismo y redención; intensos relatos que nos permiten reflexionar acerca de la humanidad y sus propósitos como sociedad. También, como buen narrador que es, nos deja un moraleja o lección en muchos de los finales de sus películas. Todo en un contexto visual de desarrollo convencional, pero no exento de sugerencia y misterio. Recursos estilísticos como el fuera de campo o el plano detalle son determinantes en la iconografía de su cine. Llaman a la puerta, que está basada en la novela “The Cabin At The End of The World” de Paul Tremblay, comienza de forma contundente: una pequeña niña china llamada Wen (Kristen Cui) juega tranquilamente en los alrededores de la casa de campo que comparte con sus dos padres, una pareja gay formada por Eric (Jonathan Groff) y Andrew (Ben Aldridge). De repente, aparece un hombre de grandes dimensiones, Leonard (Dave Bautista), quien comienza a hablar con ella y a pedirle para ingresar a la casa para poder así dialogar con sus progenitores, que la adoptaron siendo una bebé en un viaje a Oriente. Detrás de este extraño hombre vendrán tres personas más (dos mujeres y un joven), quienes también desean ingresar a la vivienda. La situación se pondrá muy tensa cuando la niña huya a la casa y estos intrusos entren allí por la fuerza. En su primer tramo, la película empieza como una del subgénero de invasión hogareña (por otro lado, bastante violenta), para luego mutar en otra que mezcla drama familiar, toques de fantástico y hasta del subgénero postapocalíptico. Ciertos dilemas morales y éticos serán planteados en la trama por el realizador, en una especie de antesala al fin del mundo. El miedo a la extinción de la raza humana es uno de los puntos centrales. Por medio de flashbacks iremos comprendiendo un poco más acerca de la vida de todos los protagonistas, especialmente de la pareja que adoptó a la niña. Todo es desarrollado casi a la manera de un cuento clásico. En Llaman a la puerta se destacan las actuaciones: se intuye un gran compromiso y entrega por parte de los intérpretes (destaco a Dave Bautista). También la angustia y la incertidumbre que se siente en la primera hora de metraje. Pero luego lamentablemente, por complicados giros de guion, la cuestión se pone difícil y el relato cambia, centrándose en un montón de cuestiones humanas que pierden credibilidad. Es demasiada información y uno no entiende para qué lado ir o qué punto de vista en la cuestión atender. Todo quizás sea una brutal teoría conspirativa, o quizás no. Este es el Apocalipsis según M. Night Shyamalan. Creo que corresponde a cada espectador sacar sus propias conclusiones. A está servidora le parecieron demasiadas y no tan claras.
Una misteriosa criatura del norte argentino. El Ucumar (2022) es una película de terror argentina, dirigida por el realizador Octavio Revol Molina y protagonizada por Clara Kovacic, Gastón Palermo, Santiago Zapata, Nicolás Obregón y elenco. Su trama refiere acerca de los avistamientos de una extraña criatura, de aspecto gigantesco y forma humanoide, que se vienen produciendo desde hace bastante tiempo en la selva de Metán, ubicada en el sur salteño de nuestro país. Hasta allí se trasladará la eficaz científica Josefina (Kovacic), en busca de más información sobre este monstruo que tiene aterrorizada a toda la lejana e inhóspita región. Un poco mito del folclore popular norteño, otro poco leyenda urbana selvática, El Ucumar es una misteriosa presencia que ya fue nombrado por el antropólogo Adolfo Colombres en su libro “Seres mitológicos argentinos” (2000). Físicamente El Ucumar es un mítico animal salvaje con ligeros rasgos humanoides, manos y pies de enormes dimensiones y cuerpo completamente lleno de pelos y con barba. Muchos paisanos del lugar lo comparan entre un oso y un yeti. Sus pisadas son muy detectables y dicen que es muy ágil y rápido. Se esconde en cuevas y escapa al contacto humano. Sólo se ha alimentado en alguna oportunidad de algún ganado o oveja. El director, productor y guionista cordobés Octavio Revol Molina se sintió interesado desde 2019 por esta criatura debido a un informe que encontró en internet, luego comenzando una ardua investigación del caso que finalmente da como resultado el largometraje El Ucumar, que contiene una historia con fuertes elementos del cine de suspenso y terror. La filmación de la misma se llevó a cabo en la selva de Metán, un complicado escenario natural lleno de inconvenientes (animales salvajes, altas temperaturas, poca iluminación por la profunda vegetación). Pero por otro lado este particular espacio dio como resultado darle al film un aura muy especial, ideal para un relato de terror y misterio. Es justamente Josefina, la heroína de la trama, una mujer llena espiritualidad y razón. La actriz que la encarna, Clara Kovacic, es llamada “La reina del grito argentina”, gracias a sus participaciones en las últimas y más relevantes películas del género del terror producidas en nuestro pais, entre ellas el neo-giallo Abrakadabra (Hnos. Loretti, 2018), El último zombi (Martín Basterretche, 2021), La parte oscura (Max Coronel, 2020) y la próxima a estrenar Demonio eclipse rojo (Samot Márquez, 2023). El Ucumar está narrada a través de una antología, o sea a través del conjunto de diferentes versiones acerca de la criatura, ofrecida tanto por los actores como por gente lugareña, mezclando así un poco realidad y ficción. Uno de sus mayores aciertos también es desde lo visual ir mostrando de a poco a la criatura, para de esta manera, ir generando intriga ante lo desconocido y miedo por su accionar en el espectador. El terror del tipo fantástico que ofrece, junto a la mística del lugar y sus habitantes, hacen el resto: el de hacernos reflexionar que la naturaleza más salvaje tiene sus misterios y dilemas y que, de una vez por todas, tiene que ser respetado.
Amar al cine desde pequeño. Si hay un realizador autorreferencial acerca de sus propias vivencias aplicadas a lo largo de su extensa obra, ése es Steven Spielberg. Nacido el 18 de diciembre de 1946 en el estado de Ohio, Estados Unidos, desde muy pequeño sintió un interés desmedido por el séptimo arte y este arte/medio fue su ancla para entender y comprender el mundo, amén su forma de relacionarse con la sociedad. Varios hechos que le tocó atravesar desde temprana edad definitivamente lo marcaron y dejaron una senda visible en su camino como director de cine: la abrupta separación de sus padres; la posterior conflictiva relación con su padre, un hombre severo y distante; su sentida lucha contra el antisemitismo; su inmediata conexión con los cómics y revistas de divulgación científica que se publicaban en la década de los 50’ y que de alguna forma le inculcaron una fuerte creencia acerca de la vida extraterrestre. También amaba las películas de corte fantástico y de aventuras de la misma época del siglo pasado, que fueron clave en su formación cinéfila. Revisando algunos de sus películas más exitosas e icónicas: Tiburón (1975), Encuentros cercanos del tercer tipo (1977), Indiana Jones y los cazadores del arca perdida (1981), E.T., el extraterrestre (1982), Jurassic Park (1993), La lista de Schindler (1993), entre muchas otras; en cada una de ellas se puede apreciar una referencia a su historia personal. Los Fabelman (2022), recientemente nominada al premio Oscar 2023 como Mejor Película y Mejor director, quizá sea su película más autobiográfica en su carrera cinematográfica, que ya lleva más de 50 años de recorrido, ni más ni menos. Su trama nos cuenta acerca de la niñez de Sammy (Mateo Zoryan), lógico alter ego del propio Spielberg. Desde la primera escena podemos apreciar toda la magia del cine: Sammy ve en una sala oscura y acompañado por sus padres la película El espectáculo más grande del mundo (1952, Cecil B. DeMille), un real y exitoso largometraje que es un gran homenaje al mundo circense. Es allí mismo cuando Sammy se enamora del cine, comenzando a filmar situaciones cotidianas familiares con una cámara Súper 8 de su papá. Luego seguirán sus propias películas o réplicas de otras, como la secuencia de un tren que descarrila en la película de DeMille ya nombrada. Su padre Burt (Paul Dano) es un tenaz ingeniero que lo capacitará en aspectos más técnicos referidos al cine, desde el uso de la cámara, hasta como darle movimiento a sus imágenes. Su madre Mitzi (Michelle Williams) en cambio es una persona soñadora y ve al cine como un arte fascinante. Al ser concertista de piano, posee una sensibilidad que tratará de transmitir a su pequeño y curioso hijo. Entre esta mezcla de enseñanza parental, Sammy crecerá feliz. Nacido y criado en New Jersey, luego en su adolescencia (ahora interpretado por Gabriel LaBelle) mudará con su familia en Arizona debido a una nueva oportunidad laboral para su padre. Es allí donde Burt y Mitzy comenzarán a distanciarse, principalmente con la aparición en escena del Tío Benny (Seth Rogen), un amigo de la familia. California será el próximo destino familiar. Allí Sammy vivirá tristes experiencias referidas al antisemitismo. El cine será el lugar donde nuestro joven protagonista va a refugiarse de todo el dolor y la injusticia de este mundo. La película se divide marcadamente en tres partes y momentos en la vida del protagonista Sammy/ Spielberg: la primera mostrará el descubrimiento del cine por parte de Sammy de pequeño, la segunda su adolescencia en Arizona, dónde le tocará vivir situaciones más complejas y que le ayudarán a entender el mundo adulto y finalmente su experiencia como estudiante en la universidad de cine. Los Fabelman es la declaración de principios de Steven Spielberg hacia su amor al cine. De lo que significó comenzar a filmar, de cómo cambio su vida y destino. El cine fue (y sigue siendo) su apoyo incondicional cuando la realidad se puso/pone difícil. También el séptimo arte es el que le permitió volver a soñar y ser nuevamente un niño gracias a la fantasía y la industria. Los Fabelman es lenguaje cinematográfico en estado puro. Dotado de una gran inteligencia desde muy joven, desde esa primera función de cine Sammy/Spielberg supo que ese sería su oficio y medio de vida. El poder transmitir detrás de una cámara, todas las sensaciones (algunas alegres, otras no tanto) que todos los humanos podemos transitar, desear o sufrir. Spielberg, a sus 76 años, no perdió ni un mínimo de su encanto, acompañado por el compositor John Williams y su director de fotografía Janusz Kaminski. Al contrario, sigue demostrando que es el mejor director de cine que pudo ser, ese que Sammy no llegó ni siquiera a imaginar jamás.
Aterrizaje forzoso. Alerta extrema (2023) es una película de acción, dirigida por el realizador francés Jean-François Richet y protagonizada por Gerard Butler, Mike Colter, Tony Goldwin, Daniella Pineda y elenco. Su estreno es este jueves 26 de enero en salas de cines argentinos. La trama nos cuenta acerca del experto piloto Brodie Torrance (un convincente Gerard Butler en modo action hero), quien debe realizar un complicado aterrizaje cuando al avión que maneja lo alcanza un rayo. Obviamente, con los pasajeros del mismo en estado de shock y con miedo, la nave termina varada en una isla en el archipiélago de Sulu, una zona de Filipinas donde la ley no rige y que casualmente se encuentra en un estado de sitio y destruida tras una guerra. Es entonces cuando Brodie deberá tratar de sobrevivir en un destino ignoto y peligroso, y también salvar, en su calidad de piloto, al grupo de 14 pasajeros. El responsable de Alerta extrema, Jean-François Richet, es un todo un especialista en un tipo de cine de acción, contundente y sin medias tintas. Suya es Masacre en la cárcel 13 (2005), acertadísima remake del clásico setentoso de John Carpenter, con Ethan Hawke y Laurence Fishburne. También la épica francesa criminal Mesrine: instinto de muerte (2008), con Vincent Cassel. Sus realizaciones están llenas de estilo, ritmo frenético y carismáticos personajes, más que nada en la figura de antihéroes o simples mortales en situaciones complejas e inesperadas. Volviendo a Alerta extrema, la película que nos compete, se la puede ubicar dentro del género de acción, pero también en los subgéneros de cine catástrofe y su posterior supervivencia. Confiado por su amplia experiencia en la aviación, Torrance se cree capaz de poder pilotear sin problemas, a pesar de que el pronóstico meteorológico anuncia que una gran tormenta eléctrica se avecina en la ruta de viaje. Luego nos enteraremos que sus ganas son consecuencia directa de su pasado: expulsado de una importante línea aérea tras golpear a un pasajero, su camino profesional quedó prácticamente sentenciado al fracaso o con pocas expectativas de crecimiento. El duro percance que le toca vivir lo pondrá en un lugar de salvador que no esperaba a esta altura de su vida. Lo ayudará en su difícil tarea uno de los pasajeros, Louis Gaspare (Mike Colter, el actor protagonista de Luke Cage, la serie de Marvel), quien está siendo extraditado hacía Estados Unidos tras cometer un asesinato y quien posee bastante experiencia con armas y cargamentos. Alerta extrema es un verdadero y noble entretenimiento. De justa duración, solo 107 minutos sin respiro, nos ofrece una historia interesante, violenta por momentos, humana por otros y con un gran protagonista, el británico Gerard Butler. Un auténtico aterrizaje forzoso y con bastante rigor.