Ronald y Reginald Kray son dos gángsters gemelos que hacen del crimen su oficio en los años 50 y 60 en Londres. Su imperio parece abocado al desastre cuando el segundo de ellos es conminado por su esposa a dejar “la mala vida”. Y es Tom Hardy (nominado al Oscar por su personaje en El renacido) quien se pone en la piel de los gemelos, quienes realmente existieron y que devastaron las calles de Londres llevando a cabo una carrera delictiva con una ola creciente de asesinatos, robos y extorsiones en la zona del East End. Leyenda está dirigida por Brian Helgeland (L.A. Confidential, Robin Hood), quien adapta la novela “The Profession of Violence: The Rise and Fall of the Kray Twins” de John Pearson en un intento de biopic que no alcanza para impresionarnos. El mayor error del film es querer mostrarnos el submundo londinense retratándolo como cualquiera de las películas sobre mafiosos que ya hemos visto. A excepción de la relación entre los hermanos, Leyenda no logra dispersarse de los lugares comunes a los que acude un film de este estilo. La mayor atracción de la película está dada por la doble interpretación de Tom Hardy interpretando dos papeles antagónicos y el trabajo de edición para llevar a cabo escenas muy bien logradas y sin suciedad. Además debemos decir que está muy bien logrado el diseño de vestuario y la ambientación de los escenarios. Hardy resulta muy convincente (incluso cuando interpreta a Ron) y le pone el cuerpo al film, pero la falla en la historia permite darnos a las claras que no es el mejor trabajo del actor, quien en algunas escenas acude a la redundancia. El guion deambula sin rumbo fijo y no sabiendo bien qué contar. Tampoco la voz en off de Frances (Emily Browning) aporta a la historia, quien como la esposa de Ronald intenta alejarlo de la mala vida y limpiar su nombre. Leyenda es un retrato de la mafia a lo Scorsese pero que se queda solo en lo superficial sin ahondar en otras cuestiones que podrían haberla llevado a trascender. Nos deja con ansias de más, aunque nunca llega.
Salven las ballenas En el corazón del mar (In The Heart of the Sea) se basa en el libro homónimo de Nathaniel Philbrick acerca de la expedición ballenera de 1820 que inspiró el libro Moby Dick de Melville. Ron Howard nos muestra en el siglo XIX la época y codiciosa sociedad en la cual el negocio de la grasa de ballena era la primera industria petrolera fuerte. Tenemos por un lado al Capitán George Pollard Jr. (Benjamin Walker), líder inexperimentado y que tan solo es promovido por portación de apellido. Y por el otro a Owen Chase (Chris Hemsworth), trabajador, hombre de mar preparado, quien espera ser el próximo capitán. Ambos estarán enfrentados desde un principio por sus distintas realidades. En una época más cercana se encuentran Melville (Ben Whishaw) quien busca entrevistar al último tripulante vivo, Thomas Nickerson (Brendan Gleeson) del ballenero hundido Essex. Y acá es donde a priori tenemos el primer inconveniente del film: la negativa de Nickerson por ser entrevistado y la insistencia de su mujer, hacen de esta primera parte toda una secuencia forzada y sin ritmo. La narrativa comienza a tomar vuelo de a poco, pero los flashbacks hacen que el relato vuelva a caer constantemente. Ya en altamar llega el momento de ver en acción a la ballena, y lejos de contener escenas fascinantes, es lo más validero del film: la venganza de la naturaleza, la locura, la supervivencia, el canibalismo puro. E inevitablemente nos ponemos del lugar del más grande, que por momentos resulta ser el más débil. El gran problema de En el corazón del mar es la falta de un fuerte conflicto dramático: lo poco que sucede resulta demasiado rápido y no logra explotarse la contracara entre ambos protagonistas. Y se suma a que el Nickerson de niño no es lo suficientemente importante dentro del conflicto. La película no nos ofrece nada nuevo sobre el horizonte de películas de este estilo, y aunque intente evitarlo, se termina hundiendo en la nada.
No hay catarsis al final del camino Diez años después de Sr. y Sra. Smith (Mr. & Mrs. Smith, 2005), película en la que se enamoraron, volvemos a tener a Angelina Jolie y Brad Pitt formando pareja. Esta vez es en Frente al Mar (By the Sea, 2015), drama producido, escrito, protagonizado y dirigido por Angelina Jolie Pitt. Roland (Brad Pitt) y Vanessa (Angelina Jolie Pitt) es un matrimonio que llega a un tranquilo lugar en la costa de Francia. Él es un escritor famoso que busca la inspiración que le permita escribir su próxima novela, y su bloqueo y lo lleva a beber cada vez más. Ella es una ex bailarina de apariencia fría, que por dentro desborda de angustia y dolor. El matrimonio se encuentra atravesando una crisis y la relación que entablarán con una pareja joven y excitante formada por Lea (Melanie Laurent) y François (Melvil Poupaud), intentará poner paños fríos y las cosas en perspectiva para ambos, sobre todo cuando un hueco en la pared de su residencia se convierta en un pasaje al voyeurismo terapéutico. El film intenta llevar cierta atmósfera de película intelectual europea: se desarrolla en la década del setenta en Francia, con crisis y drama existencial, lejos de cualquier tecnología que pueda hacer dispersar a nuestros protagonistas. La fotografía a cargo de Christian Berger y la música a cargo de Gabriel Yared (junto a algunas canciones de Serge Gainsbourg) son los puntos más acertados, que sugieren el ambiente y la emoción de los personajes, acompañados de los bellísimos paisajes que los rodean. El resto está bastante desacertado. Excesivas escenas en las que abunda el silencio, y en los momentos que hay diálogos, los mismos son bastantes chatos y las tomas repetitivas, como con la intención de insistirnos sobre determinados temas. Lo que hace que dos horas resulten tediosas. Las actuaciones están correctas, pero no se nos cuenta bien la historia: el conflicto trascendental no es tal, por lo cual el interés se va perdiendo a medida que corre la película. Tanto Angelina como Brad logran cautivarnos tan solo con su presencia, y tienen a sus espaldas muy buenos actores secundarios. Posiblemente ese sea un motivo consistente como para sentarse a ver esta historia emocional, que nos llevará a amarla u odiarla.
Desafiando los paradigmas Como reseñador de películas (no soy crítico sino más bien “mirador” de cine), acostumbro a investigar acerca de la película que iré a ver antes de una función privada para prensa. Y sinceramente lo que me ocurrió con Valdenses fue esa necesidad de saber mucho más: directamente desconocía sobre su existencia, por lo cual con todo lo que me encontré mi predisposición fue aún mayor al momento de ver el documental. ¿Y quiénes son los valdenses? Campesinos de más de ocho siglos de antigüedad que formaron una corriente religiosa muy opuesta al Vaticano. Para ellos el aborto, el matrimonio gay y la eutanasia se encuentra naturalizado dentro de su religión. Marcel Gonnet Wainmayer, director de este film, pertenece a una familia valdense y se propone contar la historia a partir del contrapunto entre los primitivos valdenses medievales y la actualidad, donde se pregunta acerca de la resistencia de la herejía valdense con el arte como herramienta para construir la identidad. Para ello Gonnet Wainmayer hace uso de distintos elementos, como la recuperación de la película muda Fideli per secoli (realizada por grupos de jóvenes italianos en 1924, la cual fue prohibida por el fascismo y sirvió de forma educativa para las futuras generaciones), la obra teatral Li Valdés (del Grupo de Teatro Angrogna que durante sus giras llega hasta colonias valdenses de Argentina y Uruguay) y la puesta en escena de la obra teatral From this Day Forward, realizada por valdenses en Carolina del Norte. Valdenses suma distintas voces y representaciones explorando en el interior de las diferentes colonias que alrededor del mundo profesan la fe. Seguramente los mayores momentos interesantes se permiten cuando se efectúa la superposición de texturas y el contraste de imágenes y fotografías, lo que le otorgan mayor fluidez al relato. Posiblemente lo único negativo a marcar sea hasta qué punto el documental se concibió desde un lugar objetivo, donde ciertamente su director se encuentra tan arraigado a los siglos de lucha y confrontaciones con los que conviven los Valdenses. Esta película elabora un verdadero discurso de fe e identidad, reivindicando una forma de pensar el mundo. Fascina por lo inexplorado que resulta para la mayoría y le otorga al relato lo necesario como para seguir investigando.
Qué le han hecho a tus ojos Si nos sentáramos a criticar desde un lugar de que cualquier remake nos dejará un sabor amargo frente a un excelente original, no seríamos objetivos. Secretos de una obsesión (Secret in their Eyes) es la versión americana de El secreto de sus ojos, la aplaudida película de Juan José Campanella del 2009, la cual fue merecedora del Oscar a la Mejor Película Extranjera. Esta nueva versión cambia algunas situaciones y escenarios, a fin de hacerla menos costumbrista y más apropiada a la realidad de Estados Unidos. Y ante el pedido de Julia Roberts que quería actuar en el film, también vemos un importante cambio en los personajes. La historia de Secretos de una obsesión nos sumerge en un Estados Unidos pre y post 11 de septiembre, y un equipo de agentes del FBI: Ray (Chiwetel Ejiofor) y Jess (Julia Roberts). Ellos se encuentran siguiendo a los integrantes de una mezquita; misión que se verá interrumpida al surgir un problema con alguien cercano al dueto inseparable. Escrita y dirigida por Billy Ray, hay pocas escenas que generen un real interés en esta película y termina siendo insulsa, carente de climax. La historia deambula por el romanticismo, el crimen y lo político, pero solamente en este último es que logra afianzarse (la relación entre Ejiofor y la fiscal que interpreta Nicole Kidman es muy superficial). Sí debemos mencionar al estupendo trabajo de Julia Roberts como la madre angustiada y dolida. Es quien levanta la película. Pero inevitablemente se ve opacada cuando el film deambula por otros lugares mucho menos interesantes. Secretos de una obsesión aspira a ser un policial y a la vez un drama a partir de una tragedia personal, pero termina siendo floja y sin la sutileza con la que cuenta El secreto de sus ojos. No termina de convencer y se transforma en un film totalmente olvidable.
Camino a la redención Operación Zulu es un muy buen thriller francés, del director Jérôme Salle e inspirado en la novela homónima de Caryl Ferey. El inicio se da con una pareja de policías (Orlando Bloom y Forest Whitaker) que encuentra muerta a una joven adolescente blanca que lleva a una investigación. Lo que parece un asesinato aislado abre muchos interrogantes y una historia policial cargada de de intriga, con un trasfondo de drogas, secretos informáticos, intereses gubernamentales, violencia y denuncia social. Operación Zulu en un filme duro y sangriento (impresionables abstenerse de verla) donde además de los demonios de la sociedad se ponen en juego los propios de nuestros policías protagonistas, en cuyas vidas conviven la infidelidad, problemas sentimentales y el alcoholismo. Son seres atormentados y solitarios, y se ven representados excepcionalmente por ambos actores. Nos muestran la contraposición natural que llevarían dos personas nacidas en lugares tan disímiles, pero que en definitiva no les imposibilita unirse y conseguir la redención. Y otro de los protagonistas indiscutibles de este film es Sudáfrica, con sus contrastes económicos y problemas raciales, que se presenta con una estética más bien cálida y con contrastes luminosos para retratar la sociedad. Se nota un elaborado trabajo de adaptación de la novela para llevarla al cine, de la mano de Jérôme Salle junto a Julien Rappeneau como co-autor. Llevaron a cabo una obra que de la forma en la cual está filmada, se asemeja a un documental sumamente real, saliendo del relato usual que abarcaría la investigación de un crimen. Las historias de los secundarios también resultan interesantes, justamente porque son quienes permiten graficarnos los desniveles que se viven en esa sociedad. Operación Zulu es una grata sorpresa que aparece esta semana en cartelera. Posiblemente su gran inconveniente sea la falta de publicidad para un producto tan efectivo y con dos actores de renombre. Son esas cuestiones que suceden a veces y jamás lograremos entender.
Me pareció ver un lindo dino Un gran dinosaurio (The Good Dinosaur) le llevó a Disney Pixar seis años de desarrollo y en el medio perdió a su director original (Bob Peterson), quien fue reemplazado por su compañero Peter Sohn. Al ponerse al frente del proyecto, decidió que la edad de Arlo, el dinosaurio, fuera de 11 años, en vez de los 20 que había imaginado Peterson. Claramente eso llevó a rearmar la historia y mucho de lo que se había pensado al momento. "Arlo, de alguna manera, está reflejando mi propia vida, yo represento una minoría en Nueva York, cuando yo era un niño no había allí muchos coreanos y cuando estaba en esa edad de Arlo había muchas cosas que me atemorizaban en el camino de encontrarme a mí mismo", comentaba Sohn El film reimagina la era prehistórica mostrando cómo habría sido la Tierra si el meteorito que chocó con el planeta jamás lo hubiese hecho y los dinosaurios no se hubieran extinguido. La historia se centra en Arlo, un dinosaurio que desde su nacimiento es diferente a sus hermanos Libby y Buck: es pequeño y débil. En el viaje hacia su descubrimiento y enfrentamiento a sus miedos, conoce a un niño humano perdido. En Un gran dinosaurio estamos frente a una clásica road movie, pero en esta ocasión es animada. El guion es sencillo, y posiblemente sea el único problema del film. Se diferencia poco y nada de otras películas animadas que hayamos visto, e incluso se repiten algunas escenas calcadas (recordarán al momento de ver la película, una secuencia de El Rey León). Pero sí tenemos buenos personajes secundarios que sobresalen por diversión y ternura, el humor y el toque infaltable de tristeza que este tipo de películas acostumbran llevar como marca insignia y nos pega en los sentimientos. Un párrafo aparte y merecido para la explotación visual de los paisajes naturales: son la estrella sin dudas de Un gran dinosaurio, sin dejar de lado las diversas secuencias de acción. Posiblemente la crítica rigurosa no sea para Un gran dinosaurio, sino más bien para Pixar, por todos los años en carrera que lleva y por acostumbrarnos a superarse cada vez más. Estamos frente a un film decente y prolijo. Se trata de una película recomendada para llevar a los más pequeño, porque haciendo uso del entretenimiento no deja de contar una lección de vida.
Nadie es lo que parece Testigo íntimo es el nuevo film de Santiago Fernández Calvete, director de La segunda muerte, película que sorprendió por su arriesgada puesta en escena, mezcla entre policial y fantástico. Nuevamente ingresando al mundo detectivesco, el realizador lleva adelante un film que va y viene en el tiempo con ayuda de diversas hipótesis donde es posible ver las contradicciones de los personajes. Combinación entre el thriller psicológico y melodrama familiar, indaga en la tecnología y su forma de exacerbar la vigilancia en los tiempos que corren, el individuo que siente placer al observar a otros en las redes sociales, y el narcisista que linkea su intimidad en la web. Si bien podemos mencionar que hay escenas que suenan a relleno y catalogar de previsibles algunos giros que se dan en la película, el guion no se aleja de las convenciones propias que maneja el género, consiguiendo sostener el interés por la trama a partir de la tensión e incertidumbre que genera. Es importante estar atentos a cada detalle que el director pone en escena, sobre todo en la relación entre los dos hermanos, personificados por Felipe Colombo y Leandro Saggese, y cómo se vinculan con una mujer. La técnica y artística son impecables, lo que hacen de Testigo íntimo una muy buena película de género para ver, en un momento del cine argentino donde da gusto recibir este tipo de propuestas en la cartelera cinematográfica.
¿Algún día seremos mejor que esto? Música, amigos y fiesta (We Are Your Friends) es la ópera prima de Max Joseph, y uno de sus principales argumentos es que para triunfar como DJ no se necesita más que una laptop, talento (apenas) y un sonido pegadizo. Y justamente ese toque pegadizo es lo que le falta a esta película, lo que caracterizaría a cualquier película del género musical. Música, amigos y fiesta es un producto exclusivamente para fanáticos de la música electrónica, y no se gasta en que sea mirable para el resto de los seres humanos, a partir de una historia que nos muestra los sueños de un chico por llegar a ser un famosos DJ y quien consigue la protección de otro ya consagrado y problemático. Ese chico es Cole Carter (Zac Efron) quien con nada para hacer abandona el colegio y se dedica a ser DJ en un club de Los Ángeles. Una noche conoce a James (Wes Bentley), un veterano DJ que lo invita a una fiesta que posteriormente se convierte en una mañana de resaca. Producto de su paso por la televisión para millennials el trabajo de Joseph podría haber tenido mucha más fuerza. Sobre todo hacia el final, cuando Carter sufre una experiencia reveladora que lo obliga a replantear su camino. El trabajo de Efron es normal, ni tan lejos ni tan cerca de aquellos en los que se ha desenvuelto en su carrera. Posiblemente la actuación de Emily Ratajkowski sea la más destacable, gracias a su mirada atractiva y movimientos sensuales. Durante poco más de 90 minutos, el film nos ofrece algunos detalles que permiten no condenarla al fracaso artístico, como ser una escena en la que Efron mezcla su concepto de la música electrónica con explicaciones sobre las pulsaciones por minuto y I Think I Like It de Fake Blood. Es eso lo que nos lleva a pensar que se haya concebido para dirigirse a un nicho en especial, y debemos decir que desde ese punto de vista es capaz de conectar con el público juvenil.
Hay química entre los dos En Operación Ultra, Nima Nourizadeh continúa la línea de su anterior film Project X: comedia teen donde utiliza un mundo juvenil, fumón y mucha acción para construir un relato bastante atractivo, mezcla entre Pineapple Express y la saga Bourne. En esta oportunidad conformó un combo muy eficaz a partir de la química entre Kristen Stewart y Jesse Eisenberg (recordemos la pareja de Adventureland), quienes definitivamente son el alma de la película. Y después tenemos a Topher Grace, como el villano agente del gobierno encargado de la operación de limpieza del experimento fallido, entre otros muy buenos secundarios, donde podemos destacar a Bill Pullman (un pequeño papel hacia el final) y el colombiano John Leguizamo. La trama es light (nada muy rebuscado), pero la mezcla de psicópatas, narcotraficantes, drones y agentes de la CIA creada por Nourizadeh y guion de Max Landis, hacen que todo funcione. Posiblemente la única crítica sea el exceso de violencia y la falta de coherencia entre todo lo que sucede y el rejunte de géneros, pero el ritmo no cae en ningún momento y mantiene la atención del espectador, donde el desenfado es uno de los principales responsables. Operación ultra es una comedia muy disfrutable y seguramente sin muchas ambiciones, pero que logra el objetivo primordial de entretener.