La costurera que amaba las novelas de misterio. Ambientación y contexto para el cine no son sinónimos ya que si existen incongruencias entre un espacio y las acciones de sus personajes significa entonces que algo falló a la hora de pensar cómo se pensaba o actuaba en determinada época, por más detalles de elementos que acompañen una puesta en escena prolija. Por eso Algo con una mujer, dirigida por Mariano Turek y Luján Loioco, además de respetar la ambientación y esos modismos de la época también se ocupa del contexto y de la manera de hablar y pensar de los personajes. Este aspecto ubica a la protagonista de este relato (adaptación de una obra teatral) en el ojo de la tormenta cuando la norma que regía a nivel social requería de la mujer una actitud sumisa ante los hombres más allá de las convenciones domésticas de la época. Si a eso se lo traslada a las reglas del policial noir, entonces el protagonismo de una costurera -que resulta para los parámetros normales un tanto díscola- gana el peso de la historia y la vuelve más atractiva tanto en lo que hace a su interacción y a su desplazamiento en ese micro universo machista y secretista. La funcionalidad de haber sido testigo de un asesinato y la complicidad de no haberlo denunciado hacen de Rosa (María Soldi) un personaje ambiguo. Por un lado, la necesidad de ganarse el respeto de su esposo (Manuel Vigneau), militante político, que siempre la relega y trata despectivamente y por otro un ímpetu poco natural, producto de su enorme imaginación y avidez por salirse de la cotidianidad de ama de casa que espera a diario la llegada de su esposo del trabajo. Nada de esa dinámica haría explosión sin la presencia de un tercero en discordia (Abel Ayala, recordado por su protagónico en El Polaquito) y un trasfondo de violencia en sintonía con el momento histórico, 1955, en que transcurre la historia. Salvo por pequeños deslices y detalles en la ambientación que no corresponden al tiempo en que transcurre la acción, Algo con una mujer logra mantener un tono de un cine de otro tiempo pero sin dejar una sensación agridulce o contraproducente.
Un revolver, un engaño y muchas tazas de café. “Las películas de época son posibles”. Este fue el pensamiento que repetía en mi cabeza mientras veía “Algo con una mujer” (2019), de Luján Loioco y Mariano Turek. Son difíciles, pero no imposibles; y eso es lo más lindo que tiene el oficio de realizar cine. Cada guion tiene sus complejidades y sus particulares objetivos. Es un desafío complicado y por momentos denso, pero nunca imposible. “Algo con una mujer” es una película ambientada en la Argentina de 1955. Una realidad diferente en cuanto a lo social y a lo político. Pero también muy distinta desde un aspecto cultural y, por lo tanto, visual. Las casas, los vehículos y la vestimenta, son algunos de los elementos que aparecen en la cotidianidad de Rosa (María Soldi) que, a su vez, forman parte de una estética eficiente y de una sutileza ingeniosa. La historia sigue a Rosa, una ama de casa infeliz. Su objetivo es quedar embarazada y ser una “buena esposa”, pero evidentemente esa no es la verdad. Una noche durante una fiesta, Rosa se convierte en el testigo de un brutal asesinato y su vida cambia radicalmente. Correspondiente a una estructura clásica, la narrativa explora a una protagonista con contradicciones claras y características muy bien logradas por la actriz María Soldi. El conflicto se irá desarrollando bajo la lógica de una perspectiva feminista, de la cual se pondrá en cuestión el rol de la mujer en una época conservadora, donde la lucha política y el peligro se centraba únicamente en los hombres. Se podría pensar como una historia que, por error, ingresa en un territorio propio del policial negro. Volviendo al tema de la estética, es inevitable pensar la manera en la que se construye la escenografía y la caracterización de los personajes. El uso de planos cerrados son un recurso perfecto para enfatizar elementos de la época, como tazas de cerámica, posters de políticos o paredes empapeladas de colores claros. El contexto social está completamente atravesado en el arte y hasta en los sonidos de cada escena. "En conclusión, creo que “Algo con una mujer” es una película muy bien lograda. La historia es un atrapante relato, conducido por una protagonista interesante."
Las nebulosas de la verdad a medias.Crítica de “Algo con una mujer”. Quién narra la historia una testigo, cómplice o detective. Florencia Fico La película aproxima una sólida trama de thriller policial negro donde el marco histórico se ensambla con el clima oscuro y criminal del filme. Por. El argumento del filme pasa en la época de 1955 en Argentina. Rosa una ama de casa harta de la rutina de una localidad de provincia se transforma inesperadamente en testigo de un crimen. En una etapa conflictiva y agresiva, la averiguación del delito despertará su interés y marcará su futuro para la eternidad. La dirección y guion de Mariano Turek y Luján Loioco crea un filme líneas de suspenso y policial negro. Donde la protagonista Rosa (María Soldi) toma relevancia al comportarse con la habilidad de un detective para registrar, hallanar o pesquisar los espacios del asesinato; sin ser una representante de la ley. El marco histórico también fue un buen ángulo. Principios de 1955 cuando cae el presidente peronista Juan Domingo Perón y comienza la dictadura militar o Revolución Libertadora con Eduardo Lonardi. El perseguimiento a militantes era lo usual, ya que había inhabilitación de agrupaciones políticas y proscripción en específico al peronismo. Rosa y su marido Paulino(Maniel Vignau) eran adeptos a éste último. El crimen también dio cuenta de una violencia propia del bajo fondo; a la par del régimen autoritario que usaba los servicios de inteligencia. Para saber quién participaba de esas asociaciones partidarias. Ellos se encargaban de señalarlos como “detractores” o “subversivos” para sujetarlos a interrogatorios, detenerlos, torturarlos y asesinatos. La narrativa de la película dio un ambiente con espacios de negocios turbios como: robo, homicidio, lavado y cobro de dinero. En los que Rosa era una figura dual, testigo o cómplice, al estar tan cercana a su casa las mafias de por medio que cometían sus actividades criminales. Con ingenio los realizadores yuxtapuntaponen dos historias para la investigación. La más próxima a Rosa, el asesinato. Y la situación de perseguimiento social, hostigamiento interrogador de las autoridades policiales y el terrorismo de Estado que la pertubaba a Rosa con los mandatos de “no te metas”, “no seas metiche” y ” andar con cuidado”. Además evidencia el machismo de esa época con frases como: “Eso es lo que me gusta de usted que sea silenciosa” o “Te hice caso como toda la vida, descolgué los cuadros, me quedé encerrada, no fui a la policía, no vi ninguno, nunca te das cuenta de nada” y las órdenes de la Guía de la buena esposa. El filme es una adaptación de la obra teatral “La Rosa” de Julio César Beltzer. La dirección de fotografía Gustavo Biazzi propició escenas con tomas a espejos que daban éste guiño sobre la doble cara de Rosa por un lado coqueta y por otro intrépida. Los planos con enfoque y desenfoque dieron esa idea de un lugar con luces y sombras, lo invisible o a la vista de todos; las muertes . Los encuadres enfrentados o partidos en los planos demuestran los conflictos o la tensión dramática. La musicalización de Nahuel Palenque asumió un rol de inquietante. En momentos de agresión o persecución se usó el arpa, flauta o violines, en tiempos de baile ritmos como la salsa. A veces para mostrar alcurnia los pianos. Los sonidos como el teclear de una máquina de escribir o el reloj fueron buenos detalles para incrementar el temor o incertidumbre. Hay una frase continua en Rosa “Los hechos no fueron así si no de otra manera” y se vincula con la letra de una canción “Si tú mueres primero yo te prometo. Escribiré la historia de nuestro amor. Con toda el alma llena de sentimiento. Lo escribiré con sangre, con tinta sangre de mi corazón”. Lo que abre el debate de quién redacta el relato un victimario omnisciente. El elenco compuesto por la actriz María Soldi como Rosa quien desplegó tines de ira, obsesión, miedo, ternura y enigma resultaron fascinantes; un papel que le permitió ser dura y amigable, insensible y dulce, leal y traicionera. El actor Abel Ayala como Vargas lo ubicó como el malehechor con lo llevó a ponerle el cuerpo a la composición del personaje asimismo con frialdad como su colega Daniel Lambertini como Anzarda líder de una mafia. El debut actoral de Oscar Lapiz como el investigador Salcedo demostró su faceta inquisitiva y parca. La actriz Miriam Odorico interpretó a la amiga de Rosa “Mecha” con humor y emotividad. La dirección de arte de Alice Vazquez puso la idea de dar aspecto de época con los diseños típicos de una vida austera, costumbrista y pueblerina. La vestuarista Mariana Seropian expone trajes para ellos y vestidos plato o campana para ellas. El montaje y utileria como: la plancha de acero, la máquina de escribir y los retratos de boda o peronistas completan la escenas. Las locasiones como la Iglesia o el barrio donde Rosa va apurada para hacer las compras o confesarse exhiben la imponencia del otro tipo de órgano de castigo, culpa y deshaogo. Rosa tiene una esencia Amélie. El filme se impone con la habilidad de mezclar un policial negro con un thriller .La acrtriz María Soldi es un hilo tensor para desarrollar una entramado con suspenso, drama y contexto sociopolítico. Puntaje: 85 Dirección Reparto Música Guion Fotografía El filme se impone con la habilidad de mezclar un policial negro con un thriller. La acrtriz María Soldi es un hilo tensor para desarrollar una entramado con suspenso, drama y contexto sociopolítico.
“Algo con una mujer” de Luján Loiocco y Mariano Tunek. Crítica. Un thriller doméstico dentro de una Argentina convulsionada. Bruno Calabrese El jueves 18 de junio en CineAr Tv y el viernes 19 en CineAr Play se estrena la película basada en la obra “La Rosa” de Julio César Beltzer y protagonizada por María Soldi, Abel Ayala y Manuel Vignau. Por Bruno Calabrese. La película nos ubica en el año 1955, en un barrio de mala fama de una ciudad de provincia. Rosa (María Soldi), costurera y aburrida ama de casa, amante de las historias de detectives, pasa gran parte del tiempo sola, su marido es militante político y no está muy presente en el hogar. De pronto se produce el hecho que lo cambia todo: Rosa se convierte en la única testigo de un crimen. A partir de allí su mundo de fantasía y la realidad se encontrarán y Rosa se convertirá en la protagonista de su propio policial. Al ubicar la acción en una Argentina en plena ebullición, el film nos sumerge en un contexto político y social conflictivos del país. Un año marcado por sucesos violentos, manifestaciones populares y tragedias. A partir de allí se construye un relato desde el policial, más específicamente desde el domestic noir, una variante en la que quien encarna el rol del detective del caso es una persona común. El voyeurismo, algo de erotismo, la siempre presente idea de crimen y castigo se concita en este thriller de claras inspiraciones en el cine del maestro Alfred Hitchcock, con pequeñas pistas que ayudarán a desentramar un crimen del otro lado de la vereda. Pero quien aparece como héroe no es un hombre con sillas de rueda o un detective jubilado con fobia a las alturas, nuestra heroína es Rosa, una costurera que vive sus días entres tareas de la casa y su trabajo atrás de la máquina de coser. La interpretación de María Soldi es fundamental dentro de este juego detectivesco. Una mujer con defectos, temerosa, débil; que pasaba sus tardes aburrida, yendo al cine sola, y que ahora se encuentra en peligro latente. Un personaje salido de melodramas del momento como “Breve Encuentro” de David Lean. “Algo con una mujer” es un thriller que hace énfasis en la narración visual en lugar del diálogo, pero que aprovecha un contexto traumático de la Argentina para contarnos un atrapante relato que homenajea y recuerda a clásicos del cine policial y los melodramas propios de la época. PUNTAJE: 80/100. Actuación Arte Fotografía Guión Música Un film que aprovecha un contexto traumático de la Argentina para contarnos un atrapante relato que homenajea y recuerda a clásicos del cine policial y los melodramas propios de la época.
La historia comienza con un cartel que describe las tensiones alrededor de la segunda presidencia del General Juan Domingo Perón. Luego un montaje repasa los eventos previos a 1955, el año de su derrocamiento. Rosa (María Soldi) es ama de casa y esposa. Su marido (Manuel Vigneau) la trata a los usos más habituales de esa época. En esa sociedad machista y convulsionada en lo político se desarrolla la historia. Rosa no consigue quedar embarazada y eso suma una frustración a su vida. Es la mujer que espera la llegada de su marido limpiando y arreglando la casa. Pero Rosa es testigo de un asesinato y eso abre en su vida todo un espacio de aventura y novedad. Una mezcla de film noir y melodrama, la película es una versión humilde de films como Lejos del paraíso, el gran film de Todd Haynes, que a su vez buscaba emular a los grandes exponentes del Hollywood clásico. Mientras su marido la ningunea, ella se transforma en la protagonista de su propia historia. Varias metáforas se mezclan dentro de Algo con una mujer, y aunque el contexto político es el más flojo, no hay error algunos en la pareja realizadora, eso es lo que quisieron contar. Como suele ocurrir, las metáforas hablan de la época que describen y a la vez sirven para hablar de otros momentos. La dirección de arte y la ambientación están utilizadas con inteligencia y de forma práctica. Pero la película se siente algo acartonada y poca fluida. Sus ambiciones estéticas son innegables, aunque al final ese cuidado no se transforma en una narración dinámica o un suspenso atractivo. Algo con una mujer entra en la categoría de películas argentinas que apuestan y buscan, que no se conforman con lo básico sino que intentan ir un poco más allá.
La ópera prima del realizador Mariano Turek co dirigido junto a Luján Loico (La niña de tacones amarillos, 2014), nos ofrece un interesante y original relato policial ambientado en la Argentina de 1955, basado en la obra de teatro “La Rosa” del santafesino Julio César Beltzer. Algo con una mujer narra la historia de Rosa (María Soldi) una costurera y ama de casa, que ama las historias de detectives. Su esposo, Paulino (Abel Ayala) es un militante peronista que enfrenta una época dificil y se siente perseguido. Su actividad, lo mantiene bastante ausente de la casa. Rosa siempre lo espera, y en el mientras tanto, va al cine, mantiene impecable el hogar, y también se distrae espiando la vida de otros; entre ellos, la de un tal Vargas (Manuel Vignau). Su obsesión y el placer que le provoca “investigar”, la llevan a descubrir un asesinato, que la transformará en la única testigo, de su propio policial. Filmada en San Antonio de Areco, la localidad le aporta una ambientación tradicionalista y art- decó, que resulta ideal para la reconstrucción de época. Un espacio pueblerino, donde se logra generar un clima de tensión y misterio constante, acorde al contexto político que llevó a la Revolución libertadora y posterior derrocamiento de Perón. Por ende, la persecución y el espionaje de la derecha antiperonista está latente en la calle, y en los personajes masculinos. Las mujeres, en cambio, parecen están alejadas de esos temas, viviendo una fantasía paralela a esa realidad, donde ponen en juego sus deseos, y los roles de género para la época. El foco del relato está centrado en Rosa, una mujer joven, con deseos de ser madre, atenta a su marido y a la casa. La mayor parte del tiempo está sola. Ve películas policiales, escucha radioteatros, consume novelas, y es muy curiosa. Le encanta espiar a la gente de su entorno, y elucubrar historias oficiando de detective. Así, crea un imaginario en torno a su vecino Vargas; un tipo oscuro, que anda en algo raro, pero no por eso, menos inquietante. Rosa cultiva su mundo propio, un rasgo que la define y la independiza como mujer, teniendo en cuenta la sociedad patriarcal de los cincuenta. “Adaptar una obra de teatro siempre conlleva un riesgo”, comentan sus directores, “y en este caso, en lugar de hacer una adaptación literal, decidimos enfocarnos en los elementos del policial que se encuentran en la historia”. Algo con una mujer adopta la estética tomada del policial negro, no sólo por el trabajo de iluminación y fotografía, sino en relación a la forma en que se desarrolla la trama. Los realizadores trabajan con indicios y supuestos en torno a los hechos y a los personajes, los cuales, intentan suplir la falta de información que carece el espectador. La historia, lentamente, va acumulando los elementos que llevan a Rosa a protagonizar su propia película; aquella exportada del cine que consume, donde los finales ponen luz a los secretos. ALGO CON UNA MUJER Algo con una mujer. Argentina, 2020. Dirección y guion: Mariano Turek y Luján Loioco. Intérpretes: María Soldi, Abel Ayala, Manuel Vignau, Miriam Odorico, Oscar Lapiz y Daniel Lambertini. Dirección de Fotografía: Gustavo Biazzi. Montaje: Nicolas Goldbart. Dirección de Arte: Alice Vazquez. Diseño de Sonido: Nahuel Palenque. Vestuario: Mariana Seropian. Productora: Libre Cine. Duración: 90 minutos.
En el relato de los días de una mujer que ama los detectives, los radioteatros y también la moda, los realizadores tienen la excusa perfecta para hablar de un momento particular de la historia argentina, atravesado por el peronismo, sus usos y costumbres y su cultura. Un trío protagónico perfecto para una historia distinta, que a pesar de los escasos recursos amplifica sus ideas con estilo y potencia.
“A veces me pregunto si realmente soy una buena esposa”, dice Rosa (María Soldi) durante una de sus habituales confesiones en la Iglesia de su barrio de la provincia de Buenos Aires. Ella es una joven costurera, amante de las novelas policiales, casada con un hombre del que siente cada vez más lejana debido a que su militancia política lo lleva a ausentarse durante largas horas de su casa. Un tiempo difícil para la militancia y el ejercicio del catolicismo: mediados de 1955, meses antes del derrocamiento de Juan Domingo Perón. Basada en la obra La Rosa, del dramaturgo santafesino Julio César Beltzer, Algo con una mujer es una propuesta anómala para un cine independiente argentino que suele mirar el pasado a través de documentales centrados en las experiencias personales de sus responsables o de quienes lo vivieron. Lo es también por su ambiciosa dirección de arte y ambientación, dos elementos que los directores Mariano Turek y Luján Loioco utilizan de manera pragmática, priorizando la pertinencia antes que el regodeo visual. La monótona vida de esa mujer sometida a los mandatos de aquellos años da un giro de 180° cuando presencia un brutal crimen. ¿Quién fue el responsable? ¿Por qué no denunció el hecho ante las autoridades? El guion, aunque por momentos demasiado anclado en sus orígenes teatrales, logra hacer de Rosa un personaje ambiguo. Sucede que ella es la protagonista de su propio policial, alguien capaz de hacer todo lo que esté a su alcance por ganarse el respeto de su marido pero también de moverse como una observadora silenciosa del comportamiento de su entorno. En la complejidad de esta mujer anida el principal mérito de este interesante film que mixtura el modelo narrativo de los domestic noir con el de los melodramas de la época.
Luego de varios años de producción, la película «Algo con una mujer» será estrenada este 18 de junio, en televisión abierta por el canal Cine.Ar. Un día después se encontrará disponible de forma digital en la plataforma streaming de la cadena. La obra es co-dirigida por Mariano Turek, quien anteriormente se desarrolló como director de series televisivas, y Luján Loioco, directora de «La Niña de Tacones Amarillos», cinta que ganó el concurso Ópera Prima del INCAA (2010), entre otros. También es fundadora de Libre cine, productora de cine independiente que se hizo cargo de la producción de la cinta que nos convoca aquí. Se trata de un audiovisual basado en la obra «La Rosa» de Julio César Beltzer, que a su vez está inspirado en un hecho real que tuvo lugar en la década del 50. El filme ambientado en el año 1955, relata la historia de Rosa, una ama de casa promedio con el único propósito de ser buena esposa y quedar embarazada. Contrario a su deseo, se encuentra sumergida en la soledad y el aburrimiento ante la ausencia de un marido comprometido en causas políticas. Su profunda devoción y esperanza hacia un futuro mejor, se verán arriesgadas luego de presenciar un asesinato. Solo se me ocurren elogios para este humilde thriller policial que, sin demasiada pomposidad ni derroche de elementos, logra una pieza audiovisual muy bien acabada, con detalles interesantes y un gran manejo del suspenso al mejor estilo Hitchcock. El primer acierto corresponde a la ambientación. Y es que el contexto político y social (Revolución libertadora) tan caótico que se nos plantea, no es un simple atractivo histórico o estético, sino que cumple un papel preponderante en la historia. Saliendo de su función narrativa, es notable el despliegue de escenografía, arte y vestuario para una correcta adaptación a la época. Cabe señalar que los exteriores fueron rodados en la Ciudad de San Antonio de Areco, un lugar famoso por conservar las fachadas de los inmuebles intactas desde hace décadas. Desde lo técnico, podemos mencionar la cuidada fotografía, a cargo de Gustavo Biazzi, que denota la dedicación de sus realizadores dentro del set de grabación. El efecto de sentido toma más fuerza al saber que solo contó con escasas cuatro semanas de rodaje. No por tratarse de poco tiempo se limitó a una producción convencional, sino que se dieron la libertad de enmarcar escenas arriesgadas con mucho juego lumínico en donde tiene amplia presencia el uso de la oscuridad e iluminaciones puntuales (entiéndase luminarias leves, velas, linternas, cigarrillos). También es de gran agrado la banda sonora, encabezada por Gabriel Chwojnik, que obtiene composiciones enigmáticas que combinan perfectamente elementos de misterio con sonidos característicos de aquel entonces como la milonga y la cumbia. Si bien Abel Ayala y Manuel Vignau están muy sólidos y pintorescos en su labor co-protagónica, los aplausos se los lleva María Soldi, quien se pone la obra al hombro y con una presencia casi total dentro del relato, dota de matices a su personaje y nos sume en la búsqueda de la protagonista. Algo muy cautivador que no podemos evitar mencionar es el parecido físico y estético que logran en Rosa, evocando a Audrey Tautou en «Amelie» (2001) con escenas como la del cine o el reflejo en los espejos. Simplemente adorable. Dada la temática de la película es interesante ver el fuerte, pero sutil, abordaje de la historia desde una perspectiva femenina. Esta decisión le da un aire fresco al género y pone en tela de juicio varias cuestiones en torno al machismo que, aunque se trate de una cinta ambientada en otro tiempo, siguen vigentes en muchos sectores. Turek y Loioco logran una película redondita y entretenida con momentos atrapantes y un desenlace sugerente.
Transposición de La rosa, obra teatral de Julio César Beltzer, Algo con una mujer (2019), de Mariano Turek y Luján Loioco, llega a la plataforma Cine.ar. Entre el policial noir y la mirada sutilmente crítica sobre el relegamiento doméstico de la mujer durante la década de los ’50 transcurre este relato de elaborada dirección de arte. - Publicidad - Al comienzo de Algo con una mujer, Rosa (sólido trabajo de María Soldi) le cuenta a su frío, distante marido, que poco antes de que él llegara de viaje ella fue al cine a ver Días de odio (1954), verdadero clásico del cine nacional. Es la transposición del cuento policial Emma Zunz, de Jorge Luis Borges, dirigida por Leopoldo Torre Nilsson. Y al igual que ese personaje, Rosa mentirá para distorsionar algunos aspectos vinculados a un crimen del que -en su caso- fue solamente testigo. Aquella película también refiere al clima de época: las postrimerías de la presidencia de Juan Domingo Perón ante el avance de la denominada “Revolución Libertadora”, contra la que el esposo de Rosa milita. En medio de un clima social convulsionado, esta película de cuidada ambientación (ni pintoresca ni desmedida: cuidada) se detiene en cierto bovarismo que define a Rosa, mujer esperanzada con quedar embarazada y dedicada al cuidado de su esposo, quien está más preocupado por la avanzada militar y algunos hechos de dudosa ética también. Algo con una mujer es una película infrecuente para la “factoría FUC”, en donde estudiaron Turek y Loioco. Y lo espor varios motivos; en primer lugar, porque respira el aire de cierto policial poco frecuentado hoy en día. En segundo lugar, porque si bien en la historia hay pasiones (maritales, políticas, criminales), el relato se caracteriza por su estilizado equilibrio. Es, a la vez, una bienvenida revisión de un periodo significativo de la historia argentina, percibido desde un universo cotidiano, intimista. Aunque por momentos se haga evidente su origen teatral, estamos frente a un filme singular en donde la ambigüedad del personaje principal se destaca y le da una dimensión más interesante a la historia entera.
Si la opera prima es más o menos exitosa según su capacidad para grabar el nombre del autor novel en la memoria de los espectadores, es decir, para sembrar una semilla de reconocimiento futuro, entonces Algo con una mujer constituye el mejor debut para los argentinos Mariano Turek y Luján Loioco. Por lo pronto, la pareja de realizadores debería ser recordada por una tarjeta de presentación que supera con creces la mayoría de los esfuerzos de nuestro cine nacional a la hora de retrotraernos décadas o siglos atrás. Transcurre entre junio y septiembre de 1955 esta versión libre de la pieza teatral La Rosa de Julio César Beltzer. Segmentos de viejos noticieros, exteriores ambientados en San Antonio de Areco, la fotografía de Gustavo Biazzi, el vestuario a cargo de Mariana Seropian auspician el reencuentro con una sociedad que presiente el derrocamiento del segundo gobierno peronista. Algunos espectadores sucumbimos ante el tratamiento discursivo de los parlamentos, que recrea el castellano rioplatense de mediados del siglo veinte. Cabe resaltar este trabajo lingüístico meticuloso que nuestros guionistas suelen pasar por alto cuando escriben películas de época. De las canciones que conforman la banda de sonido, El nocturno, Perfume de mujer, Alma triste, Cuando llora la milonga de Juan Maglio y Arrabal amargo de Alfredo Le Pera y Carlos Gardel también transportan a la Argentina de antaño. La ilusión de altri tempi aumenta mientras Rosa mira arrobada escenas de Mala mujer de Fritz Lang y de Boda real de Stanley Donen. El thriller del realizador alemán refuerza además la relación que Algo con una mujer mantiene con el género policial. Por si hiciera falta, vale adelantar que Turek y Loioco retratan a la protagonista –joven ama de casa subestimada por su marido– en tanto testigo único de un crimen sin aparente resolución. A cargo del rol protagónico, María Soldi se carga al hombro el peso de casi toda la película; a medida que avanza el film, la actriz luce las capas que su personaje viste debajo del arquetipo de mujer de su hogar. La acompañan con similar solvencia Manuel Vignau, que encarna al esposo, Miriam Odorico y Abel Alaya (que porta el rostro más reconocible del elenco, acaso por los personajes que encarnó en las series televisivas El marginal y El maestro). Sin dudas, Turek y Loioco supieron sacarle jugo cinematográfico a la obra de Beltzer, que a su vez se inspiró en hechos reales ocurridos en la ciudad de Santa Fe. La tendencia fotográfica al color sepia, la inclusión de material de archivo, la musicalización de las vidas rutinaria y secreta de Rosa, el aceitado desempeño de los actores integran la lista de aciertos que seguro recordaremos cuando veamos la próxima película de esta novel dupla autoral.
Testigo y protagonista Son tres las maneras de sumergirse en el film Algo con una mujer (2020): desde la adaptación de una obra de teatro, desde la estructura de un policial o desde la detallista riqueza visual de un film de época. Estás tres “dimensiones” funcionan en conjunto en la película de Mariano Turek y Luján Loioco (La niña de tacones amarillos) para imponer una mirada de reivindicación femenina en la Argentina de 1955. Algo con una mujer (2020) La historia de Rosa (María Soldi), una costurera afín al peronismo que vive en la Argentina pos derrocamiento del General Perón, está basada en la obra La Rosa de Julio César Beltzer. Los tres actos se notan claramente con una primera parte decididamente descriptiva sobre la época, con fachadas de casas y edificios sin faltar los autos antiguos, pero sobre todo con un detalle exhaustivo sobre el clima enrarecido del momento, similar a una guerra fría entre los que tomaron el poder por la fuerza y los peronistas que pasaron a la clandestinidad. El terror es latente y la amenaza de peligro se percibe en el aire. El film es contado desde los ojos de Rosa, una mujer subestimada por su género que desconoce los pormenores políticos del momento y nadie, ni siquiera su marido (Manuel Vignau), le dice ni explica nada. Pero una noche, al modo de La ventana indiscreta (Rear Window, 1954), otra referencia a la época, ve desde su casa a su vecino (Abel Ayala) asesinar a alguien. Ese crimen la inquieta y empieza a investigar las causas. En ese momento aparecen los elementos del cine policial en el relato, marcando la segunda parte de la historia. El último acto es el mas teatral, con la cámara en un plano abierto dejando que los actores hagan todo el arco dramático en una sola toma en la que brilla María Soldi, al pasar de la alegría a la catarsis en una misma secuencia. Rosa se convierte en sujeto modificador de los hechos, tomando las riendas de su vida. El nivel de tensión es magnífico y cierra la idea acerca del rol femenino en tiempos netamente patriarcales. Algo con una mujer es una película que encandila desde su concepción visual, incluso en los momentos en que la narración parece ceder ante la descripción (con detalles de copas, vestidos, peinados y hasta modismos en los comportamientos) la imagen atrapa por su estilismo formal. De esta manera buceamos en la Argentina de 1955 desde la mirada de una mujer decidida a dejar de pedir permiso para poder ser.
La mujer indiscreta Hay un germen, al menos en muchas de las películas argentinas estrenadas durante la cuarentena, que radica en utilizar los procedimientos de los géneros para motorizar inquietudes sobre temas urgentes, sin caer en trazos gruesos. Algo con una mujer, de los directores Lujan Loioco y Mariano Turek, busca articular los últimos días de Juan Domingo Perón en el gobierno con la vida de una ama de casa amante de las películas y novelas de suspenso llamada Rosa (María Soldi). Es el año 1955 y las mujeres tienen un solo lugar: la casa. Rosa, de todos modos, no parece ser la esposa promedio de esos tiempos, y es así que pone en marcha su curiosidad más allá de las actitudes represivas que tiene su marido con ella, aunque casi siempre está ausente o yéndose de la casa. No hay que ser muy avispado para entender qué papel juega este hombre en el candente momento histórico que ambienta la película, ni tampoco para advertir que será parte del entretejido de una trama policial que se divisa en el horizonte del relato. Las producciones de época en nuestra pequeña industria resultan verdaderamente un desafío porque se lucha contra dos obstáculos: el presupuesto y el escaso valor que se le da a la preservación de edificios y fachadas históricas en las ciudades argentinas. Sobre este segundo punto surge uno de los mayores inconvenientes retóricos en esta película, compuesto por el uso excesivo de planos cortos en exteriores y de archivo documental. La trama tarda en alcanzar un punto de giro, el cual divaga entre una narración de ritmo cansino y de largas presentaciones de personajes. Esta otra articulación, la de una producción austera para una película de reconstrucción histórica con un guión parsimonioso para desenvolver el misterio, desvanece las ideas interesantes sembradas en los primeros minutos e incluso no logra recuperar la tensión sobre aquello que Rosa vio, nada menos que el conflicto de la película. Una subtrama que corre en paralelo tampoco adquiere sustancia y se pierde en la previsibilidad, bajo el concepto del triangulo de personajes. Son casi tangibles las similitudes con muchas películas del film noir pero es imposible no pensar la trama como una variación de La ventana indiscreta (1954). De hecho se estrenó en Argentina en el mismo momento de la película; apenas unas dos semanas antes de la toma de poder por parte de la “Revolución Libertadora”, como se la llamó a la Dictadura Cívico-Militar que derrocó a Perón en Septiembre de 1955. A pesar de contar con aceptables interpretaciones de María Soldi y de Abel Ayala (el hombre misterioso), la película se debate entre el estiramiento de situaciones y la modestia en ciertos aspectos que enriquecen a una producción con las intenciones de representar un momento histórico. El cine de planos cortos y pocos desplazamientos, respecto de las películas de género, quedó emplazado en los viejos telefilms que todavía sobreviven en el canal Lifetime, pero ya quedó demodé en sus formas. El final y algunas estrategias de fotografía (encuadres y uso de colores) hacen de Algo con una mujer una decepción porque denotan una materia prima explotable, además de contar a favor con un estreno en el momento del aniversario de los momentos aquí representados. Por lo que, como sucede con La noche de Francisco Sanctis (2016), podría haberse tratado de un gran ejemplo cinematográfico, construyendo un relato de género que acompañe la recreación de un acontecimiento de la Historia argentina sin usar un marcador grueso ni apelar a la solemnidad tan recurrente en nuestro cine.
Una amante de los policiales se transforma inesperadamente en protagonista importante de una trama perfecta para una buena ficción de ese género. Eso es exactamente lo que le pasa, de repente, como si se tratara de una oscura pesadilla, a Rosa, prolija modista y abnegada ama de casa que responde puntillosamente al canon de mujer sumisa de su época. Testigo de un asesinato del que sabemos poco y que, una vez consumado, dispara diversos interrogantes relacionados con el contexto en el que se produjo, Rosa es una dama refinada, misteriosa y bastante impredecible, todas características que María Soldi logra transmitir eficazmente con una interpretación muy ajustada. Adaptación de la obra teatral La Rosa , del experimentado dramaturgo santafesino Julio César Beltzer, esta historia cargada de tensiones y enigmas también focaliza en los dilemas de la militancia política (encarnados en el agobiado personaje de Manuel Vignau ) y las filtraciones domésticas de la convulsión social de la Argentina de mediados de los 50, la época en la que el peronismo fue violentamente desalojado del poder y se consolidó en el país una disputa ideológica (la famosa grieta) que dura hasta hoy. La ambientación de época del film es consistente, y el trabajo de cámara y fotografía de Gustavo Biazzi revela solidez y una gran inventiva para apuntalar la trama.
Basada en la obra teatral La Rosa, de Julio César Beltzer, llega a las plataformas de Cine.Ar TV y Cine.Ar Play la película Algo con una mujer, dirigida por Mariano Turek y Luján Loioco. Argentina, 1955. Rosa (María Soldi), ama de casa, tiene dos objetivos en claro: quedar embarazada y hacer feliz a su marido, un hombre que poco interés y tiempo dedica a la relación. Una noche, tras una frustrada fiesta, la joven decide ir a fumar un cigarrillo a la terraza del PH donde vive. Desde su ubicación logra ver cómo uno de los vecinos del lugar asesina a otro. Es así que entra en una dicotomía sobre qué hacer al respecto. Algo con una mujer nos sumerge en un policial negro donde la protagonista, por momentos (y muchas veces en contra de su propia cabeza), tomará los elementos disponibles a su alcance para ponerse en el rol de detective y averiguar así más cosas sobre este brutal crimen. Qué pasara finalmente con los involucrados es una cuestión que nos mantendrá en vilo durante toda la trama. Para entender el accionar de la protagonista es importante trasladarnos a la época en la que se ubica la historia. Rosa es una joven sumisa. Su voz, su opinión, parecen no tener importancia alguna. Lo único con valor es el deseo de su marido (y el de otros hombres). Y en este caso, el deseo del susodicho es que la joven mantenga la boca cerrada sobre aquel crimen. Claro que ella, más allá de todo, decidirá apartarse (un poco) de aquel rol e investigar ciertas cuestiones por su propia cuenta. Algo con una mujer se muestra en sintonía con la época que evoca. De esta manera, estamos frente a una ambientación cuidada, pensada en cada uno de sus detalles. Esto no sólo se ve reflejado en el arte de la película, sino también en la manera de hablar, de pensar y de actuar de cada uno de los personajes. Mariano Turek y Luján Loioco nos trasladan de lleno al pasado, sin romantizarlo ni endemoniarlo: simplemente nos muestran cómo eran las cosas. Algo con una mujer es un policial correcto, que logra atrapar con el misterio en torno al crimen. Sin embargo, destaca principalmente por sobre cómo logra reflejar de manera eficaz la época en la que se ubica, no sólo en el arte, sino en el comportamiento de sus personajes.
La ventana indiscreta Algo con una mujer, con dirección y guion de Mariano Turek y Luján Loioco, es la muy buena película basada en la obra teatral “La Rosa”, de Julio César Beltzer, que se estrena esta semana y está disponible en CineAR Tv y CineAR Play. La naturalidad en la construcción del universo de la protagonista es de gran relevancia, por los detalles que hacen al todo y son de lo mejor de la película, pero no, claramente, lo único relevante de esta producción, en que también la fotografía, a cargo de Gustavo Biazzi, hace lo suyo. Cierta naturalidad en el trabajo de armado y enlace de los personajes con sus historias, con sus sensaciones y desavenencias (externas e internas) preparan un piso excelente en esta historia en que una joven ama de casa que gana dinero con sus dotes para la costura vive y llena sus huecos emocionales con las películas de crímenes y misterio. Pero en un momento todo se da vuelta y deja la chatura (a la que ella misma se cree expuesta) y comienza la verdadera película… en más de un sentido. Porque, aunque parezca que no, el contexto en que lo ocurrido se narra, y de lo que se nutren los personajes (Nota: la historia tiene lugar pocos meses antes del golpe del 55, en Buenos aires). La fantasía se mezcla con la realidad y las cosas de las que “no se debe hablar”. Es ese contexto gris, pleno del miedo que flota en el aire, todo se ve natural, aunque no lo sea del todo. Los intervalos en los que Rosa (María Soldi) se confiesa sirven de punto de unión y muestra de las dudas que la aquejan,y de cómo en el fondo ella nunca duda ni de lo que vio ni de lo que siente debe hacer. Todo ello englobado en la tensión política que está al tiro y la violencia que se ve venir con el próximo golpe. En suma, Algo con una mujer es una gran producción que vale la pena ver y disfrutar. Una muy buena adaptación de una pieza teatral con oportuno y delicado trabajo de dirección, arte y fotografía.
ASESINATO SOBRE LAS TABLAS Hay un rasgo común que atraviesa a varias de las ficciones que, desde que las salas dejaron de funcionar (suena apocalíptico, sí), se estrenan semanalmente por Cine.Ar: si bien trabajan sobre temas alejados de lo que suele proponer el cine nacional, y a pesar de tomar algunos riesgos formales, no logran superar una calidad media. Son películas competentes y con buenas intenciones, pero con algunos aspectos fallidos. Es un fenómeno curioso, con excepciones, y se podría intentar una explicación abordando la cuestión desde lo artístico, lo cultural, lo económico e incluso lo geográfico. Pero es un análisis que excede el propósito de esta crítica, y que también excede los límites de quien suscribe. La observación, en todo caso, resulta útil para pensar algunas cuestiones en torno a Algo con una mujer, una película que, como otras de su época, lo intenta sin conseguirlo del todo. Con guion y dirección de Mariano Turek y Luján Loioco, el film se sitúa en un tiempo y un espacio políticamente convulsos: la Argentina de 1955 sirve como telón de fondo para contar la historia de Rosa (María Soldi), una ama de casa que trabaja de modista y pasa sus días encerrada y aburrida, con un marido que se deja ver poco en la casa, y que cuando lo hace, aparece armado y con el cuerpo golpeado. Rosa intuye, sabe, pero no pregunta. Es una esposa devota, silenciosa, que va al cine a ver películas de detectives para distenderse de los problemas que la cercan: un matrimonio con pocas satisfacciones, una rutina agobiante, la persecución por ser peronista, y un embarazo que nunca llega. Una noche, Rosa va a ser testigo de un crimen, y a partir de ahí, todo se va a complicar. Algo con una mujer está basada en la obra de teatro La rosa, de Julio César Beltzer; el dato, que la mayoría de las veces no implica ninguna peculiaridad, en este caso resulta crucial para entender un problema que se extiende por toda la película, dando muchas veces la sensación de estar viendo teatro (bien) filmado, o incluso, un ensayo con vestuario. Sobre las tablas, los actores se mueven y hablan de una manera distinta a la que lo hacen frente a una cámara. Es una obviedad, porque cada formato requiere de características particulares para entablar una dinámica con el espectador, y es por eso que llama la atención lo que sucede con las actuaciones en la película. Es como si los modos del teatro se impusieran la mayor parte del tiempo; si uno cierra los ojos, es posible escuchar a un grupo de actores leyendo sus textos. Dejando de lado el registro actoral (también víctima de diálogos demasiado literarios y afectados para parecer de otro tiempo), la película propone un policial que avanza con bastante seguridad, dejando caer algunos apuntes sobre el rol de la mujer en un contexto social opresivo, pero sin dejar que estas observaciones desplacen al relato. En una época apuntalada por un discursividad más preocupada por el qué que por el cómo, el detalle no es menor. La historia de Rosa como una improbable detective, a la vez víctima y victimaria, se construye como un ejercicio de género efectivo, quizás un poco lenta, pero capaz de mantener la tensión hasta un final que, sin ser una maravilla, se ajusta a la propuesta. Es una pena que el tránsito malogrado del teatro al cine termine por empañar una experiencia que, por lo demás, resulta atendible e interesante.
Peronista, católica y criminal Esta la historia de Rosa, una joven costurera casada con un marido que no le presta demasiada atención, vecina de un barrio en apariencia tranquilo y aburrido. Decimos en apariencia porque en realidad el barrio metaforiza a nuestro país: estamos en 1955, a meses del golpe contra el presidente Perón. En las calles hay asesinatos, robos y traiciones. Hay violencia. Y el barrio de Rosa, su casa, su mismo cuarto, serán sus representantes. Algo con una mujer es un film de género. Pero no solo por el género cinematográfico, un melodrama policial, sino también porque es un film sobre la mujer. Y sobre las telas y sus distintos géneros. Recordemos que Rosa es costurera. Aquí la primera nota brillante de este relato: saber engazar en una misma cadena de sentido todos sus eslabones. Porque Rosa está aburrida de su vida personal, empieza a mirar hacia afuera; porque le gusta el cine empieza a proyectar una investigación detectivesca (o criminal); porque es costurera, serán los hilos, las agujas y las tijeras sus armas. Loioco y Turek parecen comprender que una buena puesta en escena no se basa necesariamente en el exceso, el movimiento o la amplitud. Con pocos elementos bien elegidos, con su reiteración, con sus sentidos trabajados en los empleos que se hacen de ellos dentro de la trama, es como se consigue hacer cine. Como enseña el melodrama y el noir, la vida burguesa está dividida por la marca de lo doble: la vida de la apariencia social y la vida de lo privado. División necesaria para que los negocios, sean limpios o turbios, puedan ser llevados a cabo. Los directores de este film saben aprovechar los espejos para mostrar a nuestro trío protagónico en imágenes espejadas que dan cuenta de su doble vida. Amas de casa tentadas por lo criminal, maridos que desaparecen por misteriosas causas, amantes que seducen y amenazan a la vez. Esta duplicidad es rica porque estamos en las puertas de otra división que pronto arrasará en con sangre al país. Pero es también una duplicidad que pone en crisis y genera preguntas incómodas. ¿Qué fue el peronismo? ¿El estado convertido en Robin Hood? ¿Una organización criminal que se terminó fagocitando a si misma por sus propia traiciones internas y por los que se metieron de afuera? ¿O quizás la historia de una ilusión perfecta que como toda ilusión debe terminar con el golpe de la tragedia? El film no responde ninguna de estas cuestiones, pero pone en escena y hace pensar. Porque a la vez que vemos a Perón expropiar la cervecería Quilmes, vemos también a una banda peronista que asalta a un usurero. Pero es esta misma banda la que a su vez se termina traicionando a sí misma, sea por dinero, por una mujer, o por sus ideales rotos. Algo con una mujer incomoda por su trágico gesto final. En el colchón donde se ejecuta uno de los planos más eróticos y efectivos de los últimos años, también se concluye un crimen. En el gesto final de Rosa está la invitación a la última pregunta, la más importante de todas. ¿Es nuestra protagonista finalmente libre para cumplir su sueño? ¿O es ella misma un país que deja a su descendencia una herencia manchada de sangre, una herencia de compañeros separados, una herencia de crimen, violencia y falsas ilusiones? Argentina es mujer. Y aunque se merezca el cielo y sea católica, no es ninguna santa.
Estamos en 1955, “tiempos difíciles para ser creyente y peronista” dice Paulino, el marido de Rosa, que anda a tientas por la ciudad a sabiendas de que la mano viene pesada. Mientras tanto, mientras espera, Rosa se consagra a los vestidos, a elegir la ropa para su esposo y a mirar películas en el cine. En esta descripción aparece condensada la operatoria principal del filme, que utiliza un trasfondo histórico para construir un relato atravesado con los elementos del noir. Y el hecho de que lo político esté concebido dentro de los códigos genéricos la emparienta con La larga noche de Francisco Sanctis (Francisco Márquez y Andrea Testa, 2016), otra historia de secretos guardados y presiones donde el afuera devenía en pesadilla. El comienzo nos presenta a la protagonista declarando en una dependencia policial. Le preguntan por una discusión, dice que no fue así y se activa el relato en un largo flashback. Su respuesta da cuenta de que Rosa ve las cosas de otra manera. Es decir, mira y habla a través de las películas que ve y que conforman su propio mundo (al igual que la moda). Es su forma de armar una fábula, una vía de escape ante una rutina en la que es sometida a esperar, a no dar explicaciones, a tener una vida programada mientras su marido se mueve misteriosamente como un gato. Por un lado, la casa como guarida, con sus colores, sus objetos y las estampas de Eva y Perón (próximas a ser bajadas por precaución), un espacio donde se cocina (con los colores y las formas del melodrama) el deseo de Rosa a partir de espiar a los vecinos y de adivinar movimientos sigilosos. Por otro, el afuera, con la opresión de los rumores, los que miran, los que fichan y los que deben esconderse. En el medio entre esos dos espacios, Rosa idealiza a su marido, lo viste como los personajes que ve en pantalla y adopta el rol de la mujer de algún detective suelto por ahí. Una escena en particular es significativa, cuando le toca presenciar un crimen, un homenaje (como otros que se alternan) exacerbado a La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954). Rosa espía los movimientos de un vecino (y cómplice de su marido) llamado Vargas en el preciso momento en que asesina a un hombre. Lo interesante es que la forma en que está filmado ese momento nos pone desde el punto de vista de una mujer que mira lo que ocurre como si fuera una película de las que es habitué. Entonces (como en Hitchcock) el asesino le devuelve la mirada. Allí se abre otra arista interesante, el poder de fascinación/deseo que se activa en Rosa por ese tipo que suplirá a su marido cuando esté ausente, y que tendrá consecuencias fatales hacia el final, donde un baño de realidad romperá la pared que ha levantado la imaginación de Rosa. Mientras tanto, la duda se instala en el relato: ¿Rosa espía a Vargas para dilucidar la verdad del asunto o porque le calienta? Otra cuestión es cómo se trabaja el contexto. Los realizadores parecen tener en claro que no se trata de una película de época, ni que el discurso se imponga sobre el trabajo genérico. Y está bien que así sea si no hay nada nuevo que aportar a un episodio dramático de nuestra historia del cual libros y otros filmes han abordado. El peso del marco histórico está apenas esbozado explícitamente al comienzo con un breve epígrafe y algunas imágenes documentales que se alternan con los créditos de apertura. Durante el resto la historia, los indicios serán afiches, pintadas y registros radiofónicos. En el modo en que se arma la reconstrucción (más cercana a la obviedad que a otra cosa) queda en evidencia que es más relevante para la mirada de los directores un bolero bailado en el interior de la casa (melodrama), unos tipos asediando a otros con sus trajes y sus autos (cine negro) y un orden perteneciente a los secretos, que pesan y mucho. Además, no deja de cobrar especial relevancia el juego con las versiones a partir de relatos diferidos que ya aparecen desde el comienzo con el testimonio distorsionado de Rosa, que se reforzará luego con el de Mecha, su amiga, a partir de lo que escucha de Rosa. Como en los policiales, ella también debe deshacerse de un cadáver, el de su conciencia, el del peso del deseo y el de la infidelidad, y la única forma posible es sacarlo a Vargas, el vecino que vive al otro lado del patio. Mientras todo esto sucede en una dimensión más asociada con la interioridad de Rosa y sus ilusiones, en el afuera ocurren cosas también dramáticas. Dirá Paulino “nos están sacando a patadas”. La sombra de las dudas persiste incluso en el final con una imagen bastante sugerente de alguien que dramáticamente había confesado antes que sin su marido se moría, y que ahora se aferra a un colchón lleno de guita. Estamos en el terreno de la filosofía nihilista del noir. Por Guillermo Colantonio @guillermocolant
Argentina, 1955. El Gobierno de Perón está a punto de caer con el golpe de Estado de la Revolucion Libertadora, y mucha gente se siente especialmente inquieta. Por ejemplo, el matrimonio no demasiado avenido de los protagonistas de esta original película de época con algo de drama psicológico y algo de policial negro, armado en un contexto político. Maria Soldi es Rosa, una esposa católica y obediente que no la pasa demasiado bien debido a que su marido, Manuel Vignau, la deja sola durante días, utilizando la excusa de la inminente caída del Gobierno. Ella, además, ya ha perdido varios embarazos y sueña con tener un bebé. Pero una noche, después de un baile, sube a la terraza de su casa y termina siendo testigo de un asesinato que podría implicar a su esposo, que está especialmente nervioso para que ella le diga a la Policía que no vio ni sabe nada. “Algo con una mujer” tiene una ambientación de época realmente atractiva, que se aprecia doblemente si se tiene en cuenta el limitado presupuesto del film. También hay buenos clips de films clásicos con Edward G. Robinson y Fred Astaire cada vez que los personajes van al cine, así como noticieros de época. La trama policial no es especialmente tensa, y la historia, pese a ser pequeña, está bien contada, lo que junto con las buenas actuaciones ayuda a mantener el interés.
La directora de La niña de tacones amarillos vuelve al cine con su pareja, para traernos esta historia de época que vincula la respetuosa y sutil reconstrucción con asuntos que se relacionan con los detalles de la vida cotidiana, la política y... el crimen.
Es el primer proyecto de escritura, dirección y producción de Mariano Turek y Lujan Loioco, que se basaron como punto de partida en una obra teatro y que remite a una época de nuestra historia, l955 y a un lejano hecho real. Una audacia para esta sociedad artística que implica no solo meterse de lleno en un policial, sino sumergirse una época determinada. Toda la historia está en la cabeza y los hechos que determina un ama de casa aburrida y fantasiosa que se transforma en la protagonista de los melodramas que tanto le gustan en el cine de su pueblo. Lo que suele llamarse dentro del género “domestic noir” una variante donde el rol del detective lo desempeña una persona común. Ella ocupa finalmente un rol protagónico y satisface sus ansias. En ese tiempo donde todavía imperan los mandatos de la sociedad patriarcal, tallados a fuego en las mujeres, adquiere toda la fuerza cuando es una testigo casual, colma sus deseos insatisfechos, ve que sus plegarias son atendidas y finalmente lograr asumirse libre. Un interesante filme, bien armado, muy bien actuado especialmente por María Soldi y Abel Ayala (El marginal, El polaquito). La ambientación aún con un presupuesto acotado está realmente bien lograda y marcada la época de cambios sangrientos.
Un poco por miedo al afuera y otro poco por voluntad de su esposo, Rosa (María Soldi–Historia de un Clan) se mantiene encerrada en su casa trabajando de modista y soñando con quedar embarazada. O al menos con tener alguna aventura como esas de las novelas de detectives que le gustan. Pasa mucho tiempo sola en esa casa, con un marido capaz de desaparecer por varios días sin dar muchas explicaciones más que el estar militando políticamente en los peligrosos meses previos al golpe de estado de 1955. Él teme que la afinidad peronista de ambos los convierta en un blanco para sus opositores, insistiéndole a Rosa que mantenga un perfil bajo; pero ella está más preocupada por sus frustrados planes de maternidad y su matrimonio poco feliz. Es ese sentimiento el que la lleva a abandonar temprano una fiesta en el barrio y refugiarse en la soledad de su terraza a fumar en silencio, un sitio que resulta accidentalmente perfecto para atestiguar el asesinato de un supuestamente adinerado y peligroso vecino. Algo Con Una Mujer peronista y con sueños de más La dupla de Luján Loioco (La Niña de Tacones Amarillos) y Mariano Turek se basó en la obra teatral La Rosa, de Julio César Beltzer, para darle forma a este noir doméstico que es Algo Con Una Mujer, una producción independiente explorando la soledad y el aislamiento de un ama de casa que siente que no puede cumplir con el rol que se supone le corresponde. Se concentra en pocos personajes y una historia contenida dentro de la casa que es casi una prisión para Rosa, tomándola prácticamente como la única persona relevante de ese pequeño mundo. Aunque a primera vista parece insinuarlo, el eje de Algo Con Una Mujer no es un crimen complejo que resolver, ni un drama político centrado en una época que no es muy revisitada por el cine interesado por esas historias. El conflicto principal que enfrenta Rosa es mucho más íntimo, hogareño. Desde un primer momento sabe quién cometió el crimen y tiene algunas ideas de lo que podría o debería hacer al respecto, si se permitiera ese momento de valentía y desobediencia. Allí radica el verdadero conflicto de Algo Con Una Mujer, el que vive su protagonista cuando tiene que decidir si se atreve a seguir sus propias ideas, en vez de contentarse con la vida gris devenida de obedecer las instrucciones de un marido que tiene varias otras cosas antes que ella en su lista de prioridades. Hay una buena historia detrás de esa idea, pero la realización que la construye no la refleja con la solidez o la contundencia que necesita para resultar tan interesante como podría ser. Todo lo que muestra resulta verosímil y bastante coherente, pero deja la sensación de que falta alguna pieza en la construcción de los personajes para que todo encaje, sus acciones cobren verdadero sentido y pueda justificar mejor sus decisiones, aunque solo sea por su propia mezquindad individual. En este tipo de apuestas, el mayor problema no suele estar en la historia que pretende narrar sino en los recursos con los que cuenta para llevarla adelante, especialmente cuando se trata de una película de época como Algo Con Una Mujer. Aunque hace sus esfuerzos por mantener contenida lo más posible la recreación para no exponer de más sus limitaciones, desde expresiones extrañas en boca de los personajes a objetos que se ven antiguos cuando se supone que son nuevos, tanto en la ambientación como en las interpretaciones se rompe el verosímil más de una vez, algo que no ayuda a sostener una propuesta que -ya de por sí- no ofrece mucho como para distraer la mirada de esos detalles.