Comparando esta película con las últimas que venía haciendo Kate Hudson, podemos decir que ésta supera con creces a todas las demás, tanto en la temática como en lo actoral. El guión, que narra un drama fuerte, intenta alivianar el asunto con abundantes toques de humor, pero el problema es que en la mayoría de las veces se sienten forzados y en otras....
Morir para creer en la vida ¿Qué pasaría si nos enteramos que nos queda poco tiempo de vida y no conociéramos el verdadero amor?. Algo similar plantea Nicole Kassell en esta realización en la que Kate Hudson interpreta a Marley Corbett, una joven que no se anima al amor y vive el día a día como una aventura, hasta que le detectan un cáncer. Entre ella y el poco sentido del humor de su médico, Julian Goldstein, (Gael García Bernal) nace una relación que irá más allá de lo profesional. El film cuenta con grandes cuotas de humor y esperanza, aunque la fantasía también se hace un espacio y dice presente cuando Marley conoce a Dios, que no es más ni menos que Whoopi Goldberg. Quien además le concede tres deseos antes de morir. A Little Bit of Heaven ofrece muy buenos climas y se aleja bastante de las comedias románticas convencionales, dando al espectador un aire fresco y reflexivo. En el reparto se encuentran la siempre convincente Kathy Bates, como Beverly Corbett la madre de Marley, y Treat Williams, como Jack Corbett, un padre que no encuentra la forma de acercase a su hija.
Preparen los pañuelos Nicole Kassell, la misma directora de "El hombre del bosque" con Kevin Bacon, cambia completamente de registro para contarnos una historia más convencional, que ya se ha visto demasiadas veces en el cine y a la que sólo en algunos momentos logra darle una vuelta de tuerca. El atravesamiento de una enfermedad terminal, con sus distintas variantes y en sus distintos registros es un tema demasiado visitado en el cine y el teatro -sin ir más lejos hace dos semanas se estrenó "50/50" lidiando con el tema del cáncer pero desde un lugar que se permitía jugar incluso con un ritmo de comedia (Reseña)-. Y se presenta como más fuerte y más subrayado cuando la enfermedad es cáncer, es entonces cuando pareciera que el melodrama ya está prácticamente asegurado. Y en este caso el guión cuenta la historia de Marley (Kate Hudson intentando vibrar en un rol un poco más "comprometido" para su carrera luego de algunos traspiés en películas que no han tenido demasiada trascendencia) una mujer exitosa en su trabajo, con una vida aparentemente tranquila y sin sobresaltos, cuando es diagnosticada con un cáncer de colon terminal. Esto, en apariencia no modifica sus fuerzas y sus ganas de vivir, pero obviamente tendrá notables dificultades en el momento de sobrellevar esta noticia, comunicarla a su familia y seguir sosteniendo su trabajo cuando su punto de vista sobre la vida, ha cambiado, por supuesto, drásticamente. Su encrucijada queda planteada cuando durante su tratamiento, Marley se enamora del Dr. Julian Goldstein (uno de los ingresos de Gael García Bernal a la factoría hollywoodense), quien la guia en su evolución y queda impactado por el espíritu de lucha y el buen humor con el que Marley encara su diagnóstico. Sólo con resumir algunas de estas líneas del guión, el espectador más avesado que haya tenido la oportunidad de pasar algunos años de su vida en las butacas del cine de barrio, ya seguramente ha visto esto en una, dos, tres o mil ocasiones... El guión no aporta demasiados elementos novedosos sino que quizás su objetivo haya sido el de poder contar en forma interesante y de factura atractiva, esta historia sumamente convencional sin tener mayores pretensiones. Kassell, sin embargo, si bien no cuenta con un guión brillante, SI cuenta con un elenco de primeras figuras desplegando interesantes trabajos en los roles secundarios. Lucy Punch como la amiga de Marley (a quien vimos en la versión americana de "La cena de los tontos" y sobre todo en "Conocerás al hombre de tus sueños" de Woody Allen), Peter Dinklage (el enano de "Muerte en un funeral" y la inédita y brillante "The Station Agent"), Treat Williams como el padre de Marley y sobre todo una madre de libro que encarna Kathy Bates (casi tan genial e insoportable como la Anjelica Houston de "50/50") hacen que pese a la liviandad del argumento la película sea sumamente llevadera. Como adicional, una aparición angelical de Woopi Goldberg completa este ensamble de roles secundarios que sostienen fuertemente a la pareja principal. Allí está Kate Hudson como Marley, con su belleza y su simpatía a flor de piel, más creíble en los momentos de comedia que en los más dramáticos, pero saliendo completamente airosa del desafío de un papel diferente al que desempeña generalmente en la pantalla grande. Como su médico de cabecera encontramos a un Gael García Bernal alejado de otros roles donde parece estar más cómodo (ni que hablar de "Amores Perros" o "También la lluvia" de Icíar Bollain o "Y tu mamá también" por mencionar solamente tres de sus roles más emblemáticos) y lamentablemente brinda una actuación en la que se evidencia que no pudo terminar de encontrar su lugar en esta comedia romántica con toques de melodrama clásico. Al vínculo que tiene con Hudson, le falta magnetismo, no hay una fluidez y una química que facilite que uno crea convencidamente lo que se (nos) pretende contar. Es más, en algunos momentos, pareciera que uno está esperando que aparezcan algunos de los personajes secundarios que levantan mucho más la película que la historia principal en si misma. Aún con los apuntes de un guión con pocas sorpresas y de una historia ya visitada -y más de una vez-, los buenos trabajos actorales y la correcta dirección de Kassell hacen que la película si bien no se destaca, pueda tener resultados dignos, sin que esto signifique que sea un film inolvidable. Ni mucho menos.
Alegría y dolor según Hollywood La idea era atendible: una joven exitosa y canchera que vive alegremente llena de amistades y encuentros sexuales y siempre huyendo de los compromisos afectivos, un día se descubre bastante enamorada de su médico. Lástima que al médico lo descubre el mismo día que éste le advierte un cáncer avanzado, ya irreversible. Igual se las sigue dando de canchera, sólo que ahora, cada tanto, también tiene algunos berrinches y creciente cansancio. Integrada a la amplia lista de cintas románticas con risas, lágrimas, y tratamientos oncológicos al gusto americano, esta película tiene ciertos méritos de entretenimiento y llamado de atención, pero también unos cuantos defectos que la hacen medio fastidiosa: es superficial, sobradora, irregular, poblada de canciones para la venta, saturada de grititos y chistes de mujeres que se creen adolescentes, situaciones impuestas por catálogo y estereotipos relamidos. Ah, también tiene un plus curioso: cuando la joven es anestesiada, sueña que anda por entre las nubes, se encuentra con Dios, que es una negra amable, y le pide tres deseos. Uno de ellos, un millón de dólares para gastar con la madre y las amigas. Deducidos los impuestos, solo tendrá medio millón, pero igual hará un despilfarro. En fin, las cosas han cambiado mucho desde que Bette Davis enfrentaba noblemente su destino en «Amarga victoria», y Dios solo podía representarse como una voz grave e imponente. Al respecto, esa voz famosa en «Los diez mandamientos» era la del asistente de dirección Donald Hayne. Después vendrían, con voz y figura completa, George Burns, Morgan Freeman y Alejandro Dolina en «Las puertitas del sr. López», hasta culminar ahora con Whoopi Woldberg, que por suerte está bien controlada. Así es actualmente la vida sobreterrenal según Hollywood. Kate Hudson cumple adecuadamente sus actuaciones de chica divertida y enferma. La acompañan Gael García Bernal (un médico judeo-mexicano como aporte a la integración), Kathy Bates, Treat Williams (los padres), Lucy Punch (la amiga flequilluda) y otros, pero quien casi se roba la película es el galán enano Peter Dinklage, como un inesperado taxi-boy de filosófico sentido realista. Guión y producción, la bonita Gren Wells, de profesión actriz. Directora, Nicole Kassell, que años atrás se hizo notar con «El hombre del bosque», un drama ambiguo y triste con Kevin Bacon.
Amor para siempre (A Little bit of heaven) es una comedia dramática con intenciones de comedia romántica, cuyo relato está centrado en la historia una joven y exitosa publicista de Nueva Orleans, un tanto desprejuiciada, - prototipo hollywoodense menos pacato que de costumbre- quien recibe de pronto la noticia de que tiene un cáncer de colon. Se lo comunica a sus amigos y a sus padres con la fuerza del personaje que ha decidido representar, no obstante el conocimiento de uno de los médicos que la trata hace tambalear la estructura de una mujer que no confía en los hombres, y que por ende tiene miedo a darse y a enamorarse. El tema del film es en realidad el camino por el cual ella llega a vencer el miedo, para por fin disfrutar de una relación que le permita ser ella. Y está bien que su directora haya elegido focalizar en ese impedimento, que como todos tienen su origen en la infancia, más precisamente en la imposibilidad del padre de transmitir los afectos. Ya que el tema médico en sí está absolutamente mal tratado, diría casi con una excesiva liviandad y desconocimiento. No obstante se puede decir que, sin recurrir a golpes bajos, el film por su argumento y por el trabajo de Kate Hudson en particular, alcanza momentos en que logra realmente emocionar al espectador. Ya que la tragedia es abordada desde el ritmo vital de su personaje. Aunque esa vitalidad, tanto de ella como la de los personajes que la rodean bordeen en algunas escenas la banalidad. Sería incomprensible por otra parte, que como personaje cuya elección es no tratarse de un cáncer para elegir supuestamente “una mejor calidad de vida” con la idea de disfrutar de su ultimo tiempo en esta vida, no generase emoción. De lo que resulta un film que podría ser duro, pero que cumple con las reglas del entertainment, con algunas escenas y personajes demasiado impostados, como el del personaje que da lugar a la traducción del mismo como “El pedacito de cielo”, sumada a una de las peores interpretaciones de Gael García Bernal –médico mexicano de origen judío- y enamorado. Con una estética hollywoodense convencional sumada a un guión lineal e inverosímil en algunas instancias en el peor de los sentidos, el film intenta dar cuenta de lo que puede ocurrirle a una persona cuya vida de pronto hace un giro de 360 grados. Son rescatables las buenas intenciones, ya que pretende reflexionar sobre los miedos, los afectos, el rol de la familia, los amigos, y porque no de las diferentes elecciones de los seres humanos en las mismas circunstancias. Por lo que a pesar de las convenciones, puede verse y disfrutarse, ya que logra transmitir el valor de la vida, al menos de esta que todos conocemos. Publicado en Leedor el 29-01-2012
Volver a construir la realidad Una vez más, Hollywood reúne juventud y enfermedades terminales. Esta vez, para contar la historia de Marley (Kate Hudson), una chica con un sentido del humor muy particular que, de repente, debe hacer frente a un cáncer de colon. Cuando Julian (Gael García Bernal) llega a su vida, el temor a enamorarse se volverá tan intenso como el de morir. Lo mejor de Amor por siempre es algo aún más meritorio que el haber podido despegarse –y aunque sea al cabo de treinta minutos de duración– del peso de un título mediocre y un trailer soso y con poca gracia. La redención de la película de Nicole Kassell llega, más bien, en el preciso momento en que la memoria hollywoodense se atrofia y el realismo de una enfermedad mortal como tema se vuelve prioridad. Así, la emoción genuina que constantemente se produce y que además se mantiene hasta el final es, en parte, el resultado de una conjunción de elementos que son funcionales a la idea de un verosímil realista. Es notable, en este sentido, el trabajo tanto sobre el maquillaje como el vestuario, que complementan perfectamente a una Kate Hudson rellenita, casi a cara lavada y con muy poco del glamour que suele acompañarla. Así, la sencillez en el aspecto de su protagonista (y también, por qué no, de la manera en que se la filma), juega como un pilar narrativo incluso antes de que la palidez de su rostro y sus ojos cansados tomen la ineludible iniciativa. Kassell no pasa por alto que hasta el más mínimo detalle puede influir en el universo que está intentando moldear, y por eso es que se inclina antes por el realismo que por la fidelidad al cúmulo de posibles construido por el género y la industria. Otro resultado de esa concepción toma su forma en Amor por siempre a través del manejo de tiempos exteriores y/o anteriores a lo que se narra. Es como si, de alguna forma, los personajes dieran cuenta de que sus vidas preceden a esta película, como si delataran a propósito las elipsis del relato que los incluye. En ese aspecto, la escena en la que Marley le pide disculpas a uno de sus mejores amigos es clave. Aquí, mientras se parodia a sí misma citando sus frases corrientes, Marley menciona lo mucho que últimamente habla de Vinnie, el stripper con quien hace unos días mantuvo una profunda charla. En ese momento nos enteramos del impacto que había tenido sobre ella ese encuentro de varios minutos atrás, ya que nunca hasta ahora habíamos vuelto a oír de éste. Luego, Marley le pide a su amigo si puede concederle “ese” baile, retomando una situación de la que no se tiene registro y que se asume como parte de la vida cotidiana y oculta de estos personajes. Lejos de querer revelar la inexistencia que la define por fuera de lo que duran sus tomas, Amor por siempre parece dejar abierta la posibilidad de que haya partes de ella que nunca se filmaron. Finalmente, y si bien todavía conserva algunas mañas (especialmente en esos primeros treinta minutos mencionados anteriormente), la mayor parte del film de Kassell enseguida hace olvidar sus defectos. Es que, en superposición, aparece el esfuerzo por situarse lejos de las marionetas en las que a veces Hollywood impone vestidos y peinados impecables y resistentes a todo clima –o clímax– desafiante; objetos y personas alienados del ambiente que los condiciona. En definitiva, la inquietud del realismo en Amor por siempre hace viable la emoción con pocos elementos y la convierte en prueba de que, para contar nuevas historias, es necesario hacer un ajuste en los estrictos manuales de cómo vivir y morir mientras la cámara está encendida.
El diagnostico de una enfermedad terminal suele ser el disparador para muchas personas de un replanteo personal sobre las relaciones que se han tenido en la vida y el cine ha sabido captar estos replanteos de las formas mas variadas. Pudiendo hacerlo desde un lugar más lacrimógeno como lo fue allí en los años setenta a través de Love Story que nos narraba la valentía de una joven pareja al enfrentar la enfermedad terminal de uno de sus miembros. Otro film icónico de la década de los ochenta fue Todo por amor donde una joven Julia Roberts ayudaba a un rico moribundo a tener una ultima conexión verdadera con la vida, aun a riesgo de enamorarse perdidamente de él. O de una forma al extremo romántica con el film Dulce Noviembre donde Charlize Theron prefería hundirse en el recuerdo antes que ser inmortalizada como una deteriorada enferma terminal. Un poco más cerca en el tiempo podríamos nombrar a la magistral cinta 50/50 donde se aborda el tema del cáncer con un fino equilibrio entre comedia negra y drama que solo los grandes malabaristas del cine pueden lograr sin perder el equilibrio del relato. El film que hoy se estrena en las carteleras porteñas tiene un poco de drama y bastante de comedia rosa . Se trata del segundo film de Nicole Kassell, quien luego del fuerte film El leñador interpretada por Kevin Bacon (que trataba el tema de la reinserción social de un pedófilo) hoy nos entrega Amor por siempre. El film interpretado por la pareja romántica compuesta por Kate Hudson y Gael García Bernal , nos narra la historia de Marley , una joven poco afecta a las relaciones serias, quien por un control descubre que esta enferma de cáncer de colon en estadio terminal. El encargado de informárselo será su doctor Julián ( Gael García Bernal ) y así entre ambos nacerá una complicidad teñida de destino trágico Para matizar el difícil momento Marley tendrá esporádicos encuentros celestiales con Dios , interpretado por la inefable Whoopy Goldberg quien acercará a la protagonista a su destino de manera armoniosa y ayudándola a reconciliarse con sus afectos antes de la partida Así el film nos traslada por el tratamiento de Marley y como cada uno de sus afectos la acompaña desde el lugar que cree mejor y con las armas que cree mas aptas , y en esto tal vez radique el principal acierto del film en demostrar la falibilidad de los seres frente a la difícil situación planteada. Tal vez los toques de humor sean un poco forzados y sea algo discutible la química de la pareja principal, sin embargo como comedia liviana se deja ver sin demasiados picos emotivos ni carcajadas. No deslumbra, pero cumple con su cometido de entretener.
Hablar mucho y decir poco. Lo peor que le pudo haber pasado a este film, es estrenarse a pocas semanas de la encantadora 50/50. La temática es muy parecida, una persona joven que se enfrenta ante un cáncer terminal y esto produce no solo una revolución en ella misma, sino en todo su entorno...
Y de pronto, un día volvió Kate Hudson, esa Kate desentendida y ligera que tanto se ocultó con comedias bodrio durante estos años, desluciéndose poco a poco. Lejos han quedado aquellos soberbios recuerdos de una groupie empedernida en Almost Famous pero, aunque bajo la dirección de Nicole Kassell no sobrepase sus límites antes conquistados, se trata de una gran vuelta en forma con una historia bastante agridulce para contar, narrada con gran pericia. Siguiendo una trama parecida pero diferente a la recientemente estrenada 50/50, A Little Bit of Heaven gira en torno a Marley, una treintañera que vive su vida despreocupada, siempre que tenga a sus amigos alrededor, un buen trabajo y visitas amorosas constantes. Esto hasta que su salud empiece a decaer y se entere que padece de cáncer de colon, enfermedad para la que si no comienza un tratamiento inmediato, morirá. Al contario de muchos pacientes, Marley se toma con gracia y ligereza su enfermedad, y ésta es la clave para transitar la película, y el mensaje subyacente en ella: no hay que tenerle miedo a la muerte si nos vamos de esta vida sin arrepentirnos de nada, rodeados de la gente que nos quiere. Mensaje duro si los hay, alejado totalmente del típico "El tratamiento fue un éxito, estas curada", pero que funciona por el sólo hecho de ver algo diferente en esta dramedia romántica. Digo dramedia romántica porque lo que comienza como una comedia simpática va virando hacia el drama, nunca perdiendo el toque picaresco, y con el hilo conductor de la pareja formada por Hudson y un correcto Gael García Bernal, al cual todavía lo ponen a decir ciertas palabras en su castellano mexicano, como si causara gracia. Juntos hacen una bonita pareja, con química, pero Hudson se lleva las palmas por sobre todo el elenco con un personaje fresco, carismático y con verdadero alma. Junto a ella está la incombustible Kathy Bates, haciendo un trabajo rotundo como siempre, y Lucy Punch, aquella colorada que sorprendió en Bad Teacher, cosa que vuelve a hacer aquí con el papel de mejor amiga. Un elenco sólido, atípico, incluido el cameo del reciente premiado Peter Dinklage en un papel lleno de ternura que arrancará las risas de la platea. Algo que me picó fue la aparición de Whoopi Goldberg como Dios, un claro guiño (o burda copia) al memorable Dios negro de Morgan Freeman en Bruce Almighty. No le hagan caso a la desconcertante campaña de publicidad, entren con la cabeza fresca y la película los sorprenderá, tal cual lo hizo conmigo.
Redención... y nada más Amor por siempre (A little bit of heaven, 2011) es una comedia dramática dirigida por Nicole Kassell y protagonizada por Kate Hudson y Gael García Bernal, el film aborda una temática -recurrente en estos días, ver 50/50 (2011)- el de las enfermedades terminales pero a partir de una propuesta cercana al melodrama. Por medio de una trama muy convencional el conflicto se desata cuando Marley (Kate Hudson) se entera que padece cáncer, hasta allí llevaba una vida sin compromisos la cual se trastoca con la aparición de Julian (Gael García Bernal) el médico que la ayudará a atravesar la enfermedad. El film en sí cae en un lugar muy predecible, desde la trama hasta la construcción de los personajes, el arquetipo de la pareja imposible separados por la fatalidad, la interpretación de Whoopi Goldberg como Dios roza la caricatura y si bien el reparto está formado por actores con cierto reconocimiento no han sido explotados dando personajes estereotipados. El eje de la película es la historia de amor y es en este punto en que el film se acerca a un típico melodrama clásico, al comienzo a Marley se la presenta como una joven con una carrera en ascenso quien vive las relaciones de una manera casual sin comprometerse pero a raíz de su enfermedad se encuentra con Julian enamorándose por primera vez. En síntesis Marley se redime por medio del amor y el sufrimiento. El drama se plantea de una manera superficial, los conflictos por lo que va pasando la protagonista no tienen fuerza dramática y los rasgos melodramáticos no se profundizan quedando en arquetipos vacíos donde la protagonista “aprende la lección” sin poder escapar de su trágico final.
Ingenio pedestre y ausencia de verosimilitud No es extraño que el cáncer sea un tema habitual en el cine, sobre todo en la industria norteamericana, hábil manipuladora a la hora de trasladar a la ficción las palancas emotivas de la realidad. Una larga lista de obras incluye esta enfermedad dentro de sus tramas, con un nivel dramático tan relevante que hasta puede decirse que se trata de un personaje más dentro de sus argumentos. Las hay lacrimógenas y también de aquellas que, sin desaprovechar las posibilidades trágicas, insisten en tomarse las cosas de modo menos sentencioso y con algo de humor. También Amor por siempre, segunda película de Nicole Kassell –cuyo trabajo anterior es la mucho más rica El hombre del bosque–, intenta circular por ambos carriles. Marley Corbett (Kate Hudson) es una chica trabajadora, graciosa, buena amiga, divertida, casi perfecta. Su única contra parece ser la repetida falta de interés para asumir compromisos sentimentales con los hombres, pecado que en el mundo conservador del statu quo hollywoodense es imperdonable. Un detalle no menor, ya que muchos guionistas y directores creen que no hay mejor recurso para redimir a sus personajes que castigarlos por defectos así. En este caso será un cáncer intestinal el que pondrá a Marley en vereda, para que pueda aprender al fin lo que es amar. Esta sería la parte triste del asunto, que tiene (o le encantaría tener) un contrapeso cómico. Porque como Marley es la más positiva de las almas, buscará soportar su enfermedad a través de la buena actitud. El problema no es ése, sino la abundancia de un ingenio demasiado pedestre, de la incorrección política mal utilizada, y una palpable ausencia de verosímil que pone en evidencia que tanta ligereza tiene como única función subrayar los trazos fatales del cuento. Todo agravado por personajes secundarios de molde y sin gracia, que cargan con una falta de sustancia propia de quienes han construido una vida rodeada de vacío. El retrato de un mundo en donde la gente es feliz sólo si, aun al filo de la muerte, tiene un millón de dólares para ir de compras. Y eso tampoco falta. Dentro de su costado “festivo”, Amor por siempre también tiene una arista new age. En medio de un viaje astral provocado por la anestesia durante una colonoscopia, Marley tiene la suerte mayúscula de ser recibida por Dios, quien le concede tres deseos a la moribunda en cierne. En tren de ser buena onda, la película no sólo convierte a un hipotético dios occidental en un remedo del genio de la lámpara, sino que le calza la piel, la voz y los berretines simpáticos de Whoopi Goldberg (suponiendo que alguien crea que Whoopi Goldberg sigue siendo simpática y buena onda). Los deseos de Marley por supuesto son tan obvios como vacuos: aprender a volar y aquel millón de dólares. Ambos acabarán por cumplirse arbitrariamente. Al tercer deseo, predecible como los anteriores, ella lo irá descubriendo a medida que avance en su odisea. Bastará decir que el coprotagonista es el mexicano Gael García Bernal, atípico galán que interpreta al joven oncólogo que lleva adelante el tratamiento de Marley... Para qué decir más.
Pasión de preembarque Una mujer con cáncer terminal se enamora de su médico. La cartelera veraniega vuelve a traernos romanticismo oncológico. Como en 50/50 , en Amor por siempre un tumor maligno irrumpe en alguien joven y vital que -en medio de un sismo íntimo- se enamora de su terapeuta. Ambas películas son tragicomedias (por lo tanto, irreverentes): la protagonizada por el inescrutable Joseph Gordon-Levitt tiene progresión lógica y una ácida impronta a lo Judd Apatow; la protagonizada por una expansiva Kate Hudson parece una combinación de Sex and the City con Antes de partir , filme en el que el cáncer era apenas el trampolín hacia ampulosas lecciones de vida. En Amor..., Hudson interpreta -con convicción, aunque el personaje bordee el absurdo- a Marley: una publicista simpáticamente avasallante, libérrima, que no quiere catorce de febrero ni cumpleaños feliz. Vive en Nueva Orleans, con saludable liviandad, hasta que, ay, un virulento cáncer de colon le cambia las coordenadas. No al punto de hacerle perder su estilo filoso, pero sí de rever sus vínculos (padre distante, madre sobreprotectora -Kathy Bates- amiga embarazada, etc) y, maravillas de Hollywood, de enamorarse de su médico (Gael García Bernal: anodino, más allá de que el personaje lo obligue a funcionar como contraste conservador de Marley). Irrealismo mágico: basta comentar que, en algo así como una nube, Marley tiene encuentros con algo así como un hada madrina (Whoopi Goldberg, otra vez en un personaje que procura mitigar la tragedia, como aquella médium de Ghost...). En Amor...casi todo falla: la pareja no tiene química -ella parece llevárselo, siempre, a él por delante-, el cinismo superficial alterna con la emotividad manipuladora -sin provocar mayor efecto, en ambos casos- y se respira un tufillo moralista. Veamos: una mujer desprejuiciada recibe castigo divino, procura -sin saberlo- redimirse a través del amor del que renegaba y se enfila hacia un paraíso... estilo new age, claro.
Ser optimista a pesar de todo Drama atemperado por una dirección que intenta no caer en el melodrama, no puede sin embargo escapar a esa tendencia, difícil de salvar con temas como éste. Joven y bonita, exitosa y decidida Marley Corbett se ha sabido ganar el lugar que la destaca en la importante agencia de publicidad en que trabaja. Aunque todavía no tiene una pareja estable, la conquista amorosa no es un problema para ella, porque sabe atraer a los hombres. Aunque no parece haber hallado a la persona adecuada. CIERTAS TENDENCIAS Dominar conocimientos, manejar situaciones, buscar los mejores momentos para presentar innovaciones en el trabajo o compartir con amigas son tareas que no tienen secreto para ella. Hasta que un análisis médico le dice que la vida es limitada, que nada es para siempre y un cáncer avanzado, que sólo hace unos días se manifiesta, puede dar por tierra una vida plena. Un médico joven, Julián Goldstein le da la noticia. Marley Corbett, con su clásico dominio de situaciones, lo toma con sorpresa, pero con cierta filosofía. Ella parece manejar también lo poco predecible y no tanto lo que vendrá después, ese médico austero y poco comunicativo que parece no serle indiferente. Hay tendencias temáticas que a veces son breves, o se retroalimentan en la industria hollywoodense. Ahora parece haber una que plantea una enfermedad generalmente terminal en gente joven y la resolución pasa por el humor y a veces la canción. Es el caso de la reciente ‘50/50’ con Joseph Gordon-Levitt o ‘La decisión más difícil’ dirigida por Nick Cassavetes y la de este filme de Nicole Kassell. La película está bien contada, mantiene esa línea ‘optimista a pesar de todo’. Está matizada por alguna broma pesada (la aparición del joven enano de ‘Muerte en un funeral’) y añade condimentos como la presencia materna, esa madre con la que uno nunca se llevó demasiado bien, pero con la que siempre se cuenta, ahora interpretada por la gran Anjelica Houston, a la que parece que Holywood olvidó. Gael García Bernal está correcto en su papel y Kate Hudson -hija de Goldie Hawn-, es una atractiva Marley Corbett. Drama atemperado por una dirección que intenta no caer en el melodrama, no puede sin embargo escapar a esa tendencia, difícil de salvar con temas como éste.
Anexo de crítica: -Un film que hace agua por donde se lo mire más allá de su enorme parecido con 50/50. Amor por siempre (A Little Bit of Heaven) derrapa como historia romántica dado que entre Hudson y el mexicano Gael García Bernal no hay química alguna y su romance no es para nada creible, así como tampoco lo es el forzado deterioro de la protagonista por no mencionar el costado de fantasía o revisión del mito del Fausto que quita todo tipo de seriedad a la historia.-
Reacciones ante el final cercano Kate Hudson y Gael García Bernal son los protagonistas de esta comedia romántica con un duro trasfondo: a ella le descubren cáncer. Elementos varias veces recorridos en otros films. Marley Corbett (Kate Hudson) tiene una exitosa carrera en el mundo de la publicidad, está rodeada de amigos que la quieren, deposita su amor en una sobrina, y mantiene esporádicos y funcionales encuentros sexuales con diferentes hombres, convencida de que una relación estable no es para ella, tal vez influida por la sombra del fracaso del matrimonio de sus padres. Todo ese tinglado más o menos efectivo se revela frágil e insuficiente cuando se le diagnostica un cáncer terminal. A partir de allí, lo que resta es preparar la despedida, hacer las paces con su historia familiar y bucear en su interior a ver si es capaz de aceptar el amor sincero que le ofrece su médico, Julian Goldstein (Gael García Bernal) en el último tramo de su vida. La idea de que una enfermedad terminal puede ser el camino para encontrar el sentido a la vida no es nueva para el cine y siempre fue un buen punto de partida dramático para explorar las reacciones ante el final cercano, tanto de quien sufre en carne propia los avances de la dolencia, en general cáncer, como de su entorno y cómo se preparan para el desenlace trágico. En los últimos años, la cuestión fue abordada desde otros ángulos, principalmente desde el humor negro. Sólo para citar las más cercanas en el tiempo, ahí está la efectiva 50/50, de Jonathan Levine, con Joseph Gordon-Levitt y Seth Rogen; Antes de partir, de Rob Reiner, con Jack Nicholson y Morgan Freeman; y la extraordinaria producción de HBO, Big C, con Laura Linney. Lo cierto es que Antes de partir concentra bastante de estos títulos, pero el tono liviano resulta forzado en tanto inevitablemente se inclina más por el drama del tipo Mi vida sin mí (Isabel Coixet, 2002), aun cuando en el esfuerzo de encaminar el relato hacia otro lado se animen incluso a un par de excursiones por el cielo, que incluye a una Whoopi Goldberg en su fase más odiosamente canchera, en plan James Mason en El cielo puede esperar, el recordado film de Warren Beatty.
VideoComentario (ver link).
Aunque cueste creerlo, Nicole Kassell es la misma directora que sorprendió hace casi siete años con El hombre del bosque , aquella provocativa reflexión acerca de la inserción social de un pedófilo que encarnaba Kevin Bacon. Allí, austera y rigurosa, abordaba un tema espinoso y complejo sin ceder a los golpes de efecto, los lugares comunes, las explicaciones tranquilizadoras ni las soluciones complacientes. Casi exactamente lo contrario puede decirse de Amor por siempre , su segunda realización, desarrollada a partir de un desdichado guión de Gren Wells. Aquí se intenta contar el proceso de una enfermedad terminal adaptándolo al formato de una comedia ligera y en un tono siempre indeciso entre el humor negro, el chiste frívolo a la medida de Kate Hudson, el romance lacrimógeno y alguna incursión en lo fantástico para que cierta visita celestial garantice la felicidad eterna y amortigüe el golpe del final anunciado. Total, una Love Story que aspira a transitar por un territorio parecido al de la reciente 50/50 . Nada más lejos. Cualquier aproximación titubeante a un terreno tan resbaladizo como ése sólo puede conducir al tropezón. Aquí los hay en cantidad y no vale la pena enumerarlos. Digamos que Hudson es una ejecutiva exitosa que sólo busca pasarla bien -para eso tiene un enorme y siempre creciente círculo de conocidos- y defender su libertad a salvo de cualquier riesgo de compromiso. Que un mal día se entera de que padece un cáncer terminal, lo que no le impide seguir riéndose con sus amigos, y que desde entonces, entre tratamiento y tratamiento, empezará a mirar con otros ojos al joven médico mexicano Gael García Bernal, que la hará conocer el amor. Todo para que una improbable platea llore a moco tendido (pero secretamente confortada por un Dios con la cara de Whoppi Goldberg) mientras se acerca el desenlace. Y el fin de este desatino. No es un film para el lucimiento de nadie, pero así y todo Kathy Bates y Treat Williams (papás de la protagonista) alcanzan a colar algún minuto de sinceridad.
Aparentemente en Hollywood se están dando cuenta de que la gente se enferma de cáncer y no pueden parar de incluirlo en los films. Como en el caso de 50/50, hay una paciente con pocas probabilidades de sobrevivir y hay una serie de personas que terminan siendo los daños colaterales. En un relato que le cuesta definirse porque empieza siendo excesivamente liviana, para construir un drama de a poco, conocemos a Marley una mujer que todavía se comporta como una adolescente, le tiene miedo a asumir compromisos, a involucrarse hasta que un día descubre que a lo mejor se queda sin tiempo. Claramente en el medio es una joven híper atractiva que rechaza a todos los hombres y una ejecutiva muy exitosa. La progresión de ese personaje será la que lleve el relato, reacia a sus padres (después comprendiéndolos o aceptándolos), los amigos, empezar una relación. Si bien el guion, tiene algunos gags, la verdad es que todo el cuento se cuenta desde Marley y Kate Hudson como ella nos entrega a esa misma chica adorable y un poco errática de siempre. Una siempre enorme Kathy Bates interpreta a la madre y nos da esa perspectiva de la paciencia absoluta pero cayendo en los tics de la tipa dura pero que siempre está que vengo viendo de ella hace mucho que no veo a esa maravilla que vi en Misery. El casting se completa con Gael García Bernal que, como nos tiene acostumbrados, tiene la gracia de una cabra en cuadro. Tengo que confesar que es de lo mejorcito, de todas maneras, ya que le da algo de cordura a la trama…porque el personaje de Kate Hudson es tan infantil por momentos que me hubiera cansado antes de la película si él no hubiera estado en pantalla. La dinámica, de esta manera, parece funcionar. Nicole Kassell, su directora, no nos trae nada de aquella maravillosa y perturbadora “El hombre del bosque”. La verdad es que cae en relatos típicos, transiciones típicas, a lo mejor porque esperaba mucho del carisma de su casting. La película me pareció floja, con golpes sensibileros que no terminan de cuajar con el humor que quieren plantear. La verdad, esperabamos más de Gael, a quien Hollywood parece ir minándole el talento. Sólo para parejitas que se están conociendo, ya que permite mirar mucho al compañero de butaca durante la proyección.
¿Cuántas veces vimos el romance entre un o una enfermo o enferma terminal y alguien? Bueno, es eso mismo, con la (mínima, intrascendente) diferencia de que la enferma en este caso es una persona alegre que acepta su fin y el enamorado renuente es el médico. Una de esas películas diseñadas para la lágrima fácil que manipulan al espectador de modo un poco obsceno, más allá de la simpatía de sus intérpretes.
Nicole Kassell es la directora que hace siete años atrás había realizado El Hombre del Bosque pelicula protagonizada por Kevin Bacon que nos mostraba la historia de un hombre que después de salir de la cárcel intentará reinsertarse en la sociedad luchando para no volver a reincidir, el delito del cual Walter (Bacon) había sido acusado era la pedofilia. En esta película Nicole Kassell se la jugaba en grande, se arriesgaba a mostrar el punto de vista de un pedófilo y le salía bien, llevaba adelante la pelicula de modo magistral. Ahora Nicole Kaseell vuelve con Amor por Siempre y esta película es todo lo opuesto a El Hombre del Bosque. Amor por Siempre es una película tibia que no se decide entre ser una comedia romántica o una comedia dramática. Si estuviese llevada como una comedia romántica su argumento resultaría algo original ya que en este género las fórmulas son siempre las mismas y nunca se cambian y el padecimiento del cáncer de Marley (Kate Hudson) sería un cambio en esa estructura pero la realidad es que la relación entre ella y su médico Julian (Gael García Bernal) es de las relaciones con menos química que he visto en el cine, los momentos que la pareja comparten en pantalla, sus diálogos, sus escenas románticas (que no son muchas tampoco) resultan inverosímiles, Gael García Bernal ofrece una de las peores actuaciones de su carrera, el personaje de ese medico judío-mexicano reservado al que representa no se entiende y creo que el actor tampoco lo entendió y por eso se obtuvo semejante resultado. Si lo tomamos como una comedia dramática nos va a pasar algo parecido, la película no resulta cómica ni dramática. Lo más positivo de la película es tal vez el hecho de que no cae en golpes bajos pero la película parece adoptar la misma postura que su protagonista Marley frente a la enfermedad, para hacer comedia sobre la muerte la persona debe tener una actitud fuerte y el humor casi siempre resulta en acidez asi como habiamos visto en la joya Antes de Partir, Marley (y la película) en cambio nos muestra una postura no cómica si no frívola, el tema siempre es evadido, en el "cielo" (con nubecitas estereotipadas y todo) está Whoopi Goldberg que hace de... Whoopi Goldberg y da consejos y deseos, esa es la postura de la película frente a la muerte. En resumen Amor por Siempre es una película cuyo visionado no se sufre por tener un buen manejo de los tiempos y los climas pero cuyo guión es bastante desafortunado.
La posibilidad de éxito de esta película será directamente proporcional a la cantidad de público que se renueve en este tiempo. Y cuando digo que se renueve, me refiero específicamente a espectadores que no vieron “50/50” hace un par de meses, o que no la estén viendo en alguno de los cines de barrio en donde todavía se proyecta. Ni que hablar de aquellos que hayan visto “Un milagro para Lorenzo” (1992), “Un par de colegas” (1991), “Antes de partir” (2009), “Mi vida” (1993), y todos los etcéteras que se le ocurran. El cáncer y el sida son LOS monstruos invencibles que ni Hollywood ni la humanidad han podido derrotar. Sólo por eso se convierten automáticamente en productos cinematográficos, y desde la textura de distintos filmes de todos los géneros ambas enfermedades tienen un tratamiento médico-artístico donde, por lo general lo médico, sólo ofrece un puente de información, casi nunca de contención y jamás de solución sino no hay melodrama. ¿Me comprende?) Supongo que debería dar por descontado que usted ya anda por estas líneas pensando: ¡Ufa! ¿Otra de alguien con cáncer que se quiere redimir o descubre que nunca amó a nadie? Si, caro lector, otra. Desde el último punto y aparte en adelante sólo quedan dos cosas por considerar. La primera, es si “Amor por siempre” está bien hecha. La respuesta es ni. O sea que es funcional a la propuesta de lágrima fácil. El melodrama pasa rápidamente de ser sólo un recurso a ser la herramienta principal, pero hay una especial habilidad en la directora Nicole Kassell para disfrazarla con la impronta de Kate Hudson quien, como todos sabemos, sonríe en la pantalla y conquista. Esto resulta una distracción. Confunde. La segunda, es si vale la pena ir a verla. Respuesta: si vio alguna de las anteriores empezando por “50/50”, no. “Amor por siempre” se parece a esta última sólo si uno hace una rápida síntesis argumental, pero con un análisis más minucioso uno descubre que esta producción peca de confiar demasiado en la actriz principal, en lugar de construirle un personaje desde la solidez de la palabra en el guión. Marley Corbett (Kate Hudson) tiene cáncer, por ende la historia trata de como va a lidiar con eso. Últimamente parece estar de moda encarar estas vicisitudes con personajes que construyen una coraza cómica alrededor de las mismas; pero a diferencia de esta, el humor de “50/50” nace desde un lugar mucho mas profundo que lleva a un optimismo mesurado y coherente. En “Amor por siempre” el humor está presente sólo porque las didascalias del guión de la novata Gren Wells dicen: "Marley Corbett es simpática, optimista, se ríe de todo, y nada parece afectarla". La trampita se deja ver cuando conocemos que Marley ha huido sistemáticamente de la posibilidad de enamorarse. Adivine cuando y con quién cae en los brazos de cupido... Acertó, el médico que la trata, Julian Goldstein (Gael García Bernal, en su primer paso fuerte en Hollywood). Muy poco puede hacer Gael con un guión que sólo le exige sonreír cuando da la situación. El joven anda por las escenas como tratando de que no se le note el acento latino en su inglés más que trabajar su personaje, aunque esto pueda resultar también un impensado golpe de efecto. Respondidas las dos cuestiones sabrá el lector con qué encontrarse. Por supuesto no faltarán las escenas con pianito emotivo, y amigos y familiares tratando de despedirse cada uno a su manera. Treat Williams, Kathy Bates y Whoopi Goldberg aparecen para manejar sus personajes de taquito, casi sin despeinarse, a la vez que para apuntalar un poco la trama cuando se marchita por la propia sequía de ideas. Por cierto, si nunca vio ninguna de las películas citadas es probable que “Amor por siempre” sea la primera de otras tantas que vendrán a comprobar si es verdad esto de que el público se renueva.
La graciosa y liberal Marley descubre que sufre de un cáncer de colon terminal. El doctor Julian Goldstein, encargado de comunicarle el diagnóstico, queda tan impresionado con el modo en el que Marley acepta su destino que decide acompañarla hasta el último minuto que le queda de vida. “A little bit of heaven” está concebida a la medida de Kate Hudson pero carece de todo el humor del que ella puede hacer gala (aclaremos que en esencia el filme es una comedia dramática y no un melodrama lacrimógeno al 100%). Desde el minuto cero sabemos qué ocurrirá a lo largo de toda la cinta y esperamos que suceda lo inevitable: la enfermedad pondrá patas para arriba su mudo, la hará ver la vida con otros ojos y se enamorará de su médico. Los pocos intentos de realizar escenas cómicas en el paraíso fracasan estrepitosamente y la participación de Whoopie Goldberg como el rostro de Dios es desastrosa. Hudson, por su lado, parece estancada en su carrera. ¿Cuándo volverá a interpretar roles como los de “Casi famosos” o “Cómo perder a un hombre en diez días”? Intentar una comparación con la reciente “50/50” ni siquiera entra en discusión. Un abismo se interpone entre ambas propuestas.
Muchas veces en Hollywood llegan modas y temas que se imponen. Sobre el tema de los enfermos de cáncer se puede sorprender, como ocurre en “50 50? o quedarse prendido al lugar común, a lo previsible, a la solución delirante, al poco vuelo. En “Amor por siempre” poco pueden hacer Kate Hudson y Gael García Bernal para combatir la falta de ideas.
Una historia sin remedio El cine tendría un variado menú para contar la historia de una chica linda, soltera, divertida, buena amiga y exitosa en su trabajo profesional de publicista, a la que, de un día para el otro, le diagnostican un fulminante cáncer de colon. El caso es un mal trago a todas luces, pero con un personaje central tan potente podría haberse jugado por el camino del sarcasmo descarnado, podría haber puesto a la joven ante un dramático replanteo de sus relaciones y hasta podría haber imaginado un diálogo de la protagonista con Dios, pidiéndole explicaciones o negociando sus últimos tres deseos. Tiene varios, pero el principal problema de Amor sin límites es que toma un poco de cada opción y frente a tanta pretensión narrativa, no consigue dar con ninguno de los tonos. No emociona, no hace reir, ni desdramatiza, ni interpela con la enfermedad. Cuando se pone irónica, cultiva un humor negro muy desteñido y cuando vira hacia la magia celestial, resulta todavía más incómoda. Recién promediando los 50 minutos, el filme se decide claramente por el camino del drama, pero ya es demasiado tarde para convencer. Nada puede hacer Kathy Bates (como la mamá de la chica) para remontar el incordio. Marley (Kate Hudson) se llama la joven en cuestión, que siempre se tomó la vida como un chiste y que recién conoce el verdadero amor cuando se topa con Julian Goldstein (Gael García Bernal), el abnegado médico oncólogo que le da la noticia. Alrededor de ellos circula un rosario de personajes que incluye desde un enano que le envía un amigo gay para que tenga una aventura sexual (!), hasta el mismísimo Dios en la versión de Woopi Goldberg. Si volviéramos a la idea del menú, Amor sin límites sería un plato sobrecondimentado, con pimienta, comino, estragón, salsa y almibar, uno encima de otro. Si hasta tiene una pizca de moraleja cuando vira en alegato a favor de la dignidad de los pacientes, contra las pruebas médicas y el encarnizamiento terapéutico. La historia en inglés se llamó algo así como un Un pedacito de cielo, y es una película con buenas intenciones. Lo que no tiene es remedio.
Hay temas graves, duros, ríspidos que, si se encaran desde un ángulo diferente al previsible pueden convertirse en digeribles, por lo menos para aquellos que no soportarán directamente sus consecuencias. Uno de estos asuntos es el de las enfermedades y en este caso se trata del cáncer, enemigo que parece haber incrementado sus ataques contra la especie humana. Una mujer autosuficiente, que se ufana de su despreocupación, recibe la terrible noticia de que padece la enfermedad y el futuro no le ofrece ninguna esperanza a la que aferrarse. Sin embargo, el mal pronóstico no aplaca su humor chispeante, aunque no deja de advertir que debe vivir con un reloj difernte al que utiliza el resto de sus congéneres, ya que el tiempo del que dispone cada vez es menor. La mujer también descubre que en su entorno, hay personas en cuyas vidas nunca había reparado. Enamorada del médico que la trata, la mujer se abandona a la pasión y la cruel verdad sale a flote y sólo falta que el golpe bajo se publicite en un cartel luminoso que diga “¡Qué pena que la mejor parte de mi vida aparece ahora que la estoy por perder!”. Un filme que hace llorar por donde se lo analice.
Gas Lacrimógeno A little bit of Heaven es un nuevo producto al estilo drama/comedia que no logra convencer en su historia central y deja una sensación de guión medio berreta que se quedó a mitad de camino. En cuanto a la pareja protagonista, no concuerdo con muchas críticas que le siguen dando con un mazo a Kate Hudson gratuitamente cuando creo que el tropiezo, al menos esta vez, es de Gael García Bernal, actor al que percibí perdido, desencajado, con poco carisma y lejos de su talento interpretativo. Entiendo que es una oportunidad de entrada a la mecánica protagonista de Hollywood, pero defender su participación en algo tan desabrido sería falso de mi parte. Algunos públicos más sensibles al combo amor/enfermedad terminal encontrarán atractiva la propuesta que busca la herramienta sentimentalista constantemente y combina risas con lágrimas. A mí ni me emocionó, ni me hizo reír mucho tampoco, quizás porque ya he visto este tipo de fórmula muchas veces en el cine y no me sorprende. El tema del cast fue acertado con la excepción de Bernal que no perteneció en ningún momento, aunque ni la presencia de talentosas figuras, ni la vuelta de la gran Whoopi Goldberg pudieron disimular la carencia de la trama. Hay algunas intervenciones individuales que son buenas como es el caso de Kathy Bates o Peter Dinklage, pero nada relevante como para subirle el puntaje a este "Amor por Siempre". Insisto en que hay espectadores que van al cine buscando un poco de romance y momentos lacrimógenos a los que podrá parecerles atractiva la película, para los demás será una pérdida de tiempo y dinero que dejará gusto a poco.
Publicada en la edición digital de la revista.