La reconstrucción familiar. En otro de esos interrogantes producto de una distancia cultural considerable, desde nuestra periferia no podemos más que preguntarnos qué le ven los anglosajones a Annie, una suerte de emblema de los relatos infantiles y los musicales en general. La puesta original de Broadway data de 1977 y desde entonces ha cosechado un éxito sorprendente a fuerza de brindar una versión accesible -y un tanto berreta- de la arquitectura narrativa de los trabajos de Charles Dickens. Si bien la obra estaba basada en una historieta de Harold Gray para periódicos, con una importante carga de crítica social acorde a la ambivalencia del “americano promedio”, el musical se centró en el esquema seudo chaplinesco del huérfano. Así las cosas, la primera adaptación cinematográfica fue la de John Huston de 1982, una propuesta bienintencionada aunque fallida que esquivaba el canon de la época vinculado al Nuevo Hollywood para retomar un clasicismo ya ampliamente superado por aquellos días. La segunda traslación de 1999, realizada para televisión por Rob Marshall, sin duda un futuro especialista en el género, corrigió algunos problemas en cuanto a las actuaciones y las coreografías pero tampoco constituyó un progreso sustancial, sobre todo porque el material de base -de por sí- siempre fue bastante anodino. Este panorama permanece inmutable en Annie (2014), el tercer ensayo en la cosmología de las familias fragmentadas. Hoy las transformaciones no son sutiles y supuestamente obedecen a un aggiornamiento que desplaza la acción de 1933 al presente: Annie ya no es más una nena pelirroja sino afroamericana, el millonario Oliver Warbucks ahora se llama Will Stacks y para colmo nos topamos con un puñado de canciones nuevas. La trama en esencia sigue siendo la misma e involucra la adopción por un tiempo limitado de la señorita del título por el magnate, quien en esta oportunidad desea convertirse en alcalde de New York, en función de lo cual planea sacarse fotos con la huérfana con vistas a mejorar su imagen pública (luego de salvar a la niña de ser atropellada por un auto y que el video correspondiente se propagase por la web). Muchos personajes secundarios desaparecieron debido a que la historia está apuntalada en la dinámica entre la protagonista y Stacks, interpretados con solvencia por Quvenzhané Wallis y Jamie Foxx. Inesperadamente aquí brilla Cameron Diaz como Hannigan, la cabeza del hospicio en donde residen Annie y sus amigas (no sólo acumula las líneas de diálogo más hilarantes sino que se luce con su histrionismo y belleza, dejando en el olvido las comedias patéticas de los últimos años). Con un fuerte énfasis en la percusión hiphopeada y una reconversión hacia el pop descafeinado para adolescentes, el film no pasa vergüenza pero carece de un verdadero villano que impida esta reconstrucción/ unificación familiar…
Annie es recomendable para pasar un rato agradable en familia pues los niños, a los cuales realmente está destinada, lo van a pasar bien gracias a las canciones (lamentablemente coreografiadas con poca creatividad) y el buen ritmo. No se puede negar que entretiene, pero es un tanto desprolija, carente de...
Salía de sala y me preguntaba el porqué a los latinos nos cuestan tanto los musicales. "Annie" es un título popular, tradicional que desde 1977 viene presentándose con distintos elencos en todo el mundo y la intención de llevarlo otra vez a la pantalla grande me parecía muy interesante. Para los que vivimos en el sur, ver este tipo de producciones es raro ya que son costosas y no estamos dentro de la primera línea de destinos para estos productos. Así que comprobar la vigencia de la historia de "Annie" (aquella que comenzó cuando Martin Charnin hace muchos años se deleitó tanto con el comic "Little Orphan Annie" que decidió transformarla en un musical hecho y derecho) era el desafío para las audiencias de este lado del mundo. ¿El mensaje familiar que cautivó tanta audiencia seguiría intacto en este formato? Supongo que esa cuestión será develada en horas en cuanto a nuestro país se refiere, en Estados Unidos (y más allá de los problemas que tuvo Sony con este y otros títulos en diciembre), hizo un aceptable papel en la taquilla. Lo que sí es importante subrayar (en caso de que el lector quiera bucear en las anteriores, o las recuerde) que esta es la tercer vez que hay una versión de "Annie" en largometraje. Tuvimos una en 1982 y otra en 1999, ámbas muy atractivas, aunque no memorables. La idea del director Will Gluck (de discreta actualidad, digamos) era la de aprovechar el carisma natural de la protagonista de "Beasts of the Southern Wild" y "12 years a slave", Quvenzhané Wallis, para acercarnos una Annie renovada y mediática, pero a la vez muy tradicional y respetuosa del espíritu de la clásica atmósfera de la historia. La trama es bastante simple y nos presenta a una húerfana dulce y simpática (esta vez, de color, detalle a tener en cuenta) quien vive bajo el cuidado de una mujer (Hannigan, jugada por Cameron Díaz) a quien sólo le interesa el dinero que el Estado le da por albergar niñas en su hogar. Annie vive con un grupo de amigas casi de la misma edad que sueñan con encontrar un hogar y una familia para modificar la realidad que viven. La casualidad hará que nuestra protagonista sea salvada de ser atropellada en la calle por el millonario empresario telefónico Will Stacks (Jamie Foxx) y comience con él una relación padre-hija extraña y novedosa para ámbos. Como el hombre se está postulando para alcalde, sus asesores de imagen le recomiendan pedir la tenencia provisoria de la niña para así fortalecer su llegada al electorado. La adaptación del musical es bastante moderna, están presentes el poder de los nuevos medios digitales (con YouTube y Twitter a la cabeza) y la película no aburre, pero elige transitar lugares comunes. Las canciones son un mix de las clásicas con algunas nuevas pero los cuadros musicales son desparejos: hay algunos muy buenos (los de Wallis son los mejores) y otros fácilmente olvidables. Foxx (quien debería ser el otro polo de las miradas) luce acartonado y sus líneas no ayudan a captar el favor del público. Entre los secundarios, Bobby Cannavale hace de un inescrupuloso empleado y Cameron Díaz caracteriza con oficio a una ex cantante venida a menos y cansada de perder, Byrne aporta la nota correcta como siempre. Sin lujos, con algo de eficacia, la fotografía también suma con bellos paisajes de New York. "Annie", por cierto, es una historia muy "blanca" y estructurada y esta versión refuerza esos valores. No hay muchos momentos para destacar y deben saber las generaciones actuales que su visionado no es algo que se produzca en forma natural. Creo que faltó trabajo en el guión y una cierta ruptura con el clásico de Broadway, de manera de aceptar que la pantalla grande demanda otro ritmo y explora otro tipo de público. Su falta de fibra y colorido conspiran contra el resultado final. Discreta a todas luces.
Usted, preguntará porqué cantamos Annie: Usted, preguntará porqué cantamosDos escollos atraviesan el camino sinuoso de Annie, nuevo intento de llevar el musical de Broadway protagonizado por una niña huérfana, quien entonaba que mañana saldrá el sol: un elenco que no sabe cantar –ni bailar- y la indefinición en lo que hace al público que puede colmar las expectativas de los productores, entre ellos Will Smith, ya que estamos ante esa zona gris donde el producto es demasiado soso para adolescentes y muy extenso para niños. El operativo de aggiornamiento que incluye, desde una banda sonora omnipresente, canciones nuevas, se acomoda a los ritmos del hip-hop y el pop arreglado para melodías al estilo de la serie Glee, aunque claro está sin la calidad interpretativa de ninguno de los involucrados en el film. Basta con ver el tráiler para saber absolutamente todo sobre el argumento de esta Annie recargada, con todos los tics de la cultura pop incluidos celulares, redes sociales y políticos en campaña capaces de comer el puré de los indigentes para ganar votos. En este caso el encargado de malograr ese rol entre patético y tierno es el interesante Jamie Foxx, un empresario con aspiraciones a convertirse en alcalde de Nueva York, rodeado de un grupo de asesores calculadores y dispuestos a todo en beneficio de su candidato. De ese grupo, se destaca Rose Byrne, a quien le toca el papel transformador a partir de la toma de conciencia de la historia de la huerfanita. El puñado de canciones que lamentablemente interpreta cada uno de los actores, incluida la protagonista afroamericana Quvenzhané Wallis, quien cumple pero no deslumbra, son directamente proporcionales a la efectividad nula de los chistes cuando el film busca escapar de la solemnidad y adoptar esa frescura que no logra aportar nunca desde la relación entre Annie y su tutor temporal
La pícara huerfanita Si bien es inevitable la comparación con el film original, la Annie (2014) dirigida por Will Gluck, es una película que puede armar su propio universo, dotando de una impronta diferente a la clásica historia de la huérfana que, con sus canciones y alegría, ayuda a transformar a seres que necesitan cambiar su posición en el mundo. Annie B (Quvenzhané Wallis) es una niña que vive junto a otras huérfanas en una casa/asilo que dirige la alcohólica ex cantante de pop, Colleen Hannigan (Cameron Diaz), quien las explota durante todo el día y ante el mínimo atisbo de alegría o descanso, siempre tiene una tarea nueva para darles. Cuando el multimillonario y candidato a alcalde de Nueva York, William Stacks (Jamie Foxx), rescata a Annie B de un accidente automovilístico, su inescrupuloso asesor de campaña (Bobby Cannavale) ve la oportunidad de hacerlo escalar en las encuestas de intención de voto primero con un simple plan y luego con un siniestro planteo. Pero el personaje de William odia a los pobres, a la gente, al mundo en general y apenas permite que su asistente (Rose Byrne) lo ayude. Al interactuar con la niña, verá como su concepción de mundo estructurado se derrumba. Al ser una película enmarcada en el musical, las canciones están presentes, pero a diferencia de su versión teatral y la versión de John Huston de 1982, acá el género se parodia y se repiensan las melodías desde un mix que incluye sonidos reales o golpes (al mejor estilo Stomp) evitando caer en clichés. No por nada en varias de las intervenciones el personaje de Cameron Diaz pregunta “me estás cantando a mí”, o se exagera la “dulzura” del film original con una clase cantada y bailada que da a sus compañeros. Annie también se despega de los lugares comunes del género mediante una critica a las clases sociales, la ciudad de Nueva York, el consumo, y la burocracia, que supera a cualquier producción de su tipo, con un mensaje que va mucho más allá de la esperanza y persistencia. Annie toma canciones y estereotipos de su predecesora, pero los mezcla con películas más corrosivas como Adorable Criatura (Problem Child, 1990) o La pequeña pícara (Curlie Sue, 1991) y termina construyendo una comedia con algunos altibajos pero que en el fondo revisiona a la original y se afirma como una interesante propuesta, con un elenco que se entrega sin temor al ridículo. Mención aparte las participaciones de Rihanna, Mila Kunis y Ashton Kutcher como actores de la ficción “Moonquake Lake”, y la breve aparición de Michael Fox como el personaje que apoya al candidato opositor a William.
Huérfana de cine Casi 23 años después del film original y a casi tres décadas de su estreno como musical en Broadway (éxito que luego se diseminó por el resto del mundo), se estrena esta apenas discreta remake dirigida por Will Gluck (Se dice de mí, Amigos con beneficios). Sin llegar a ser el horror que tantos críticos estadounidenses destrozaron, hay que consignar que la película no alcanza a convencer del todo en ninguno de los terrenos (ni en la comedia, ni el drama familiar más emotivo ni, mucho menos, en el musical). Gluck desaprovecha un elenco pletórico de figuras (ninguna con demasiados atributos para la danza), construye pálidas coreografías a-la-Stomp (a cargo de Zach Woodlee) que bien podrían verse en una muestra de fin de año de una escuela de arte y apela muchas veces a la fórmula más rancia para, de alguna manera, terminar traicionando un clásico que marcó, sobre tablas o en la pantalla, a varias generaciones. Dicho eso, tampoco es para caerle brutalmente encima a Annie como tantos colegas lo han hecho. La película se sigue por momentos con cierto agrado, con una que otra sonrisa y, si bien nunca levanta vuelo, al menos queda como un subproducto menor, fallido, pero medianamente entretenido. La historia original ambientada en la Depresión de los años ’30 es trasladada ahora a la Nueva York actual con la huérfana Annie (una muy simpática Quvenzhané Wallis, la revelación de La niña del sur salvaje) viviendo junto a otras niñas en un orfanato de Harlem manejado por la alcohólica, abusiva y despiadada Miss Hannigan (Cameron Diaz, lejos de sus mejores épocas, en el papel de una cantante frustrada). Casualmente, la pequeña es salvada en la calle de un accidente automovilístico por el multimillonario empresario de teléfonos celulares y candidato a alcalde Will Stacks (Jamie Foxx), cuya desvaída campaña empieza a repuntar cuando se conoce la noticia y la sonrisa de Annie empieza a acompañarlo en distintos actos. Ella terminará viviendo en su mansión y la vida de ambos ya no será la misma. Esta Annie reciclada, modernizada (y pasteurizada) no se decide por –o no encuentra– un tono preciso: no es estrictamente un musical (me hizo revalorizar bastante la reciente En el bosque), ni una comedia de enredos, ni una historia sobre las diferencias de clase que apueste a la redención aleccionadora y lacrimógena. Es un poco de todo eso, pero sin demasiadas luces, brillo ni ingenio. Una película menor, inocua en el mejor de los casos, que genera más nostalgia (por los recuerdos de las incursiones previas del personaje) que genuino placer cinéfilo.
Un musical aburrido y obsoleto. Annie es una pequeña huérfana de Nueva York cuya vida cambia de la noche a la mañana cuando queda a cargo de Will Stacks, un magnate candidato a gobernador de la ciudad. Cortame la música Basada en la tira cómica creada por Harold Gray en 1924 y, más tarde en 1977, adaptada como un musical de Broadway, Annie (1982) fue uno de los últimos trabajo del histórico director John Huston (El Halcón Maltés, El Tesoro de Sierra Madre). A pesar de resultar una película extraña para su filmografía, y con algunas opiniones lapidarias de por medio, el film logró hacerse un lugar entre los musicales más queridos del cine. Lo hayan visto o no es muy probable que conozcan algunas de las canciones, y el personaje de Annie (esa simpática e inocente huérfana pelirroja que se viste haciendo juego con su cabellera) les suene familiar. Pero más allá de todo lo bueno que podamos decir de aquella película, difícilmente la podamos catalogar como un clásico imprescindible del género, sino que más bien es un simpático musical de una época en que la Hollywood lentamente dejaba de producirlos por los indiferentes resultados artísticos y de taquilla. Esta nueva versión nos llega de la mano de los productores Will Smith y Jay Z, quienes aseguran que no es tan solo una simple remake. Es en realidad "una re-imaginación moderna del querido musical". Al parecer, para ellos, moderna implica simplemente cambiar a la protagonista pelirroja por otra afroamericana, porque ni siquiera se molestaron en actualizar la historia para hacerla sentir más cercana a nuestros tiempos. Aquel robo homenaje que fue Chiquitias de Cris Morena en la década del 90 se siente tan actual como este film. Si hemos de darle la derecha en algo a los señores productores, es que encontraron en la pequeña Quvenzhané Wallis una protagonista con el carisma y la simpatía suficiente para llevar adelante la película. Pero desgraciadamente nada ni nadie la acompaña. La historia podría haber funcionado perfectamente hasta hace dos o tres décadas atrás, pero hoy se la siente obsoleta. Los personajes secundario son uno más insufrible que el otro, con Jamie Foxx y Cameron Diaz entregando lo que muy probablemente sean las peores actuaciones de sus vidas. Y los números musicales están horriblemente coreografiados, pero mucho peor filmados y montados. El resultado final es una versión "pogre" de Annie pero solo en apariencia. Es una película sin energía, aburrida, que a pesar de durar algo menos de dos horas se hace interminable. Probablemente los más chicos, entre tantas canciones y baile, encuentren alguna razón para disfrutarla, pero les aseguro que encontrarán muchas más en la versión original. Conclusión Como espectador y ferviente seguidor de los musicales, honestamente creo que estamos ante la presencia de lo peor que dio el género desde La Mejor Casita de Placer o, más cercano en el tiempo, Noches de Encanto con Cher y Christina Aguilera en el 2010. Pero mientras que en esos casos, si las vemos con ojos permisivos, podrían funcionar por las razones equivocadas, Annie ni siquiera eso logra. Es una película sin encanto, predecible y fuera de su tiempo, donde lo único rescatable es la interpretación del personaje homónimo y un puñado de canciones, algo que tambien podrán encontrar en el film original de 1982 y que termina por volver a esta versión en una atrocidad que nunca debería haber existido en primer lugar.
Personaje huérfano de cine. En 1982, John Huston dirigió Annie, film basado en un musical inspirado en un personaje que ya había sido llevada al cine en otras oportunidades. Este gran maestro de la historia del cine, pero también uno de los más irregulares, no logró darle a la película el tono adecuado y aunque llevó hasta la actualidad algunas de las canciones más famosas, nunca llegó a tener la popularidad de canciones como "Tomorrow". Ahora la historia vuelve y transcurre en el presente. La huérfana adorable es usada por un político al que puede ayudar a limpiar su imagen. Los temas más famosos vuelven a aparecer, aunque adaptados a un estilo un poco más moderno. Las huerfanitas están a cargo de una tutora impresentable y disparatada. Hacer un musical no es sencillo, hacer una comedia tampoco y hacer una película que emocione es un dilema extra. Demasiadas cosas enfrenta Annie, y le cuesta salir airosa de todas. La protagonista es muy carismática y da todo para que el film funcione, pero las modernizaciones agregan muchas escenas sin gracia, solo para regocijarse con gadgets tecnológicos y demás distracciones. Pero posiblemente el problema más grave sea la falta de timing que atraviesa todo el relato, donde las actuaciones siempre están fuera de registro y carecen de encanto. Salvo la mencionada protagonista, a los demás les cuesta mucho que sea creíble o querible lo que hacen. La palma de oro de las malas actuaciones se la lleva sin duda Cameron Diaz: está tan mal que hasta resulta piadoso dejar de mencionarla y esperar a que este trabajo pase cuanto antes al olvido. Annie, el musical, volvió a perder otra oportunidad de ser una buena película. A juzgar por el resultado, va a pasar muchísimo tiempo antes de que alguien lo vuelva a intentar. Como ejemplo basta una canción: "It's a Hard Knock Life", que no le llega ni a la suela de los zapatos a la versión parodiada en Austin Powers: Goldmember.
Más pobre huerfanita que nunca. Remakes innecesarias no son, lamentablemente, una rareza. La de Annie, el musical ambientado en los años de la depresión cuyo encanto muchos de sus admiradores habrán considerado inagotable, es además bastante inexplicable. Salvo que se la haya concebido teniendo en cuenta la química que podía establecerse entre Jamie Foxx y la pequeña Quvenzhané Wallis, la prodigiosa "niña del sur salvaje" que hace un par de años estuvo cerca del Oscar. En ese terreno los responsables del film no estuvieron del todo despistados: esa química se produce en buena medida y es, seguramente, lo más rescatable de una película que falla en casi todo lo demás. Primero y principal, en la adaptación, forzadamente traída a nuestros días sin nada que lo justifique, salvo que se haya pensado en acercarles a las nuevas generaciones este clásico del musical, que ya tuvo dos versiones (la de John Huston de 1982 y la de Rob Marshall hecha por Disney para la TV, ambas bastante cuestionadas por la crítica, pero con todo superiores a la actual). La famosa huerfanita pelirroja es ahora una vivaracha negrita acogida que no pierde la esperanza de reencontrar a sus padres, aunque por el momento comparte vivienda con otros chicos abandonados como ella en un "hogar" regenteado por una malvada de historieta. Y el millonario, también afroamericano, con el que se tropieza en la calle y la toma bajo su custodia para utilizarla como prueba de su espíritu sensible y generoso, ya que está en plena campaña para la alcaldía neoyorquina, es el superpoderoso dueño de una de las mayores compañías de telefonía celular de la metrópoli. (Por motivos difíciles de determinar, el otrora Daddy Warbucks se llama ahora Will Stacks.) Y quizá para acompañar estas modificaciones y para "actualizar" la presentación de una historia que ha quedado bastante pasada de moda (además de desvencijada por culpa del guión, la chatura de la realización y la escasa imaginación de las sobreabundantes escenas musicales), un lavado rhythm 'n' blues predomina en la banda sonora sacrificando algunos números del musical original y agregando otros que poco contribuyen al atractivo del film, entre otros motivos porque tampoco abundan las buenas voces, con excepción de los protagonistas. Rose Byrne, la asistente del magnate, está desaprovechada en un papel que, como casi todos, ha sido pobremente elaborado. Y cuesta encontrarles la gracia a las sobreactuaciones de Cameron Diaz y Bobby Cannavale.
Saludable a los 90 años. Esta nueva versión del musical llega con varias novedades, entre ellas dos protagonistas negros. La nenita ya es una anciana -el año pasado cumplió 90 años-, pero Annie sigue vigente. En el origen fue una historieta -creada por Harold Gray-, que se publicó desde 1924 hasta 2010. En los años ‘30 hubo un par de adaptaciones cinematográficas y un programa de radio, pero fue en 1977, con el estreno del musical en Broadway, cuando la historia de la huerfanita adoptada por un millonario cobró fama mundial. Después, en 1982, llegó la película basada en el musical, dirigida nada menos que por John Huston. Hubo una versión de Rob Marshall en 1999, y ahora llega esta Annie con dos grandes novedades: transcurre en la actualidad y está protagonizada por dos actores negros. No son las únicas: hay canciones nuevas, y las clásicas -como Tomorrow, Maybe o It’s a Hard Knock Life- tienen otros arreglos, todo a cargo de la ascendente Sia y del productor Greg Kurstin (trabajó con Lily Allen, Pink y la propia Sia, entre otros). Si la gran pregunta de las remakes es para qué, hay que decir que esta versión de Will Gluck justifica su existencia porque consigue su objetivo de modernizar la historia sin traicionar su esencia. Para lograrlo, se apoya en cimientos sólidos. Uno de ellos es el musical, con un eficaz trabajo del equipo creativo mencionado. El elenco es otro: entre varias actuaciones buenas, se destacan las de Quvenzhané Wallis (la nena de La niña del sur salvaje) y Cameron Díaz como la villana. Y el guión, que abunda desde el primer minuto en guiños ingeniosos, con referencias a la Annie clásica y al carácter intrínseco de los musicales (se ríe, por ejemplo, de la ridícula situación en la que un personaje está hablando y, de la nada, se pone a cantar). Hay, también, un subtexto político, con críticas a los empresarios que utilizan a la política como un medio de potenciar sus negocios; a la frivolización de las campañas electorales, convertidas en shows por los asesores de imagen; y hasta a las corporaciones que tienen el poder de controlar a la ciudadanía. Un contenido que compensa un final desdibujado y unos cuantos minutos de más.
Historia de redención y superación La industria norteamericana del entretenimiento siente una particular predilección por la historieta Little Orphan Annie. Publicada desde 1924, la creación de Harold Gray fue objeto de radioteatros y dos películas en los ’30, saltó a Broadway en 1977 –multipremiada con siete Tony– y de allí otra vez a la pantalla grande en 1982, de la mano del director John Huston. Un telefilm de 1999 al mando de un operaprimista llamado Rob Marshall, hoy “experto” en musicales gracias a Chicago, Nine y la reciente En el bosque, era la última aparición resonante de la huerfanita pelirroja y pecosa, hasta que hace un par de años el actor Will Smith decidió que ya era tiempo de volver a explotar la superación y redención detrás de aquella historia y puso manos a la obra –además de unos cuantos dólares– para una nueva adaptación. Adaptación que se propone actualizar la mitología original, desplazando la acción desde el universo poscrisis de la década del ’30 hasta el tecnologizado e hiperconectado de la actualidad y mutando los rizos colorados de Aileen Quinn por la pelambre afro de Quvenzhané Wallis, la nenita, ya púber, de La niña del sur salvaje. Los cambios exasperaron a gran parte de la crítica norteamericana, que le saltó a la yugular diciéndole de todo menos linda. Algo de razón tienen, pero el resultado final, compuesto por partes iguales de liviandad y espíritu festivo, tampoco ameritaba semejante escarnio.El desplazamiento temporal conlleva un cambio de tono marcado desde el orfanato en el cual transcurre el período inicial de la trama. Si en el film de 1982 era gris y lúgubre, aquí se percibe una claridad estilizada digna de Chiquititas, con una fealdad apolínea y artificial distanciada de cualquier atisbo de realidad. En ese universo caricaturesco se inscribe la regente interpretada por Cameron Diaz. A diferencia del personaje original, ella aquí tiene única motivación concreta para albergar a las chicas: el dinero que recibe del Estado. Igual de artificial es el magnate de las telecomunicaciones y aspirante a alcalde Will Stacks (Jamie Foxx), quien por esas casualidades andaba por los barrios bajos y salva a Annie de un accidente automovilístico. El video rápidamente se viraliza en Internet, convirtiéndose en la llave de las puertas del poder. Ni hablar si el millonario decidiera adoptarla. O al menos eso creen su asistente personal (la australiana Rose Byrne) y su asesor político (Bobby Cannavale).A partir de ahí, el film de Will Gluck (el mismo de la aceptable Amigos con beneficios) muestra cómo la relación entre Annie y Stacks pasa de la desconfianza a la camaradería y de allí al más tierno vínculo filial, reconstruyendo por enésima vez la historia del rico que redime su avaricia cuando descubre que el dinero no es lo importante. Misma redención le esperará al personaje de Cameron Diaz, que al final resulta que era un pan de Dios. Los malos, claro está, reciben su merecido, todo en medio de canciones de un optimismo innegociable puestas a intervalos regulares, cuestión de airear la narración y, sobre todo, distribuir el protagonismo del plantel actoral. 5-ANNIE Estados Unidos/2014.Dirección: Will Gluck.Guión: Will Gluck y Aline Brosh McKenna.Duración: 118 minutos.Intérpretes: Jamie Foxx, Quvenzhané Wallis, Rose Byrne, Bobby Cannavale y Cameron Diaz
Publicada en edición impresa.
New York girl ¿Para qué Annie? La respuesta para los productores, entre los que se encuentran Will Smith, Jada Pinkett Smith y Jay Z, quizás pasará, como ellos mismos afirmaron, por realizar “una moderna reimaginación de un querido musical”: una forma de abordar un pequeño clásico cinematográfico, teatral y literario desde una perspectiva actual, donde también la cuestión de la raza aporta otro tipo de visión. Pero el “para qué” más grande, más enigmático, correspondía al director y guionista Will Gluck, quien tenía en su filmografía una comedia muy inteligente y graciosa en Se dice de mí, pero también un film algo fallido en Amigos con beneficios, que se quedaba a mitad de camino con la mayoría de sus ideas. La respuesta para Gluck termina pasando por seguir indagando en algunas de sus obsesiones que fue revelando en sus films anteriores. El realizador vuelve a interesarse por la construcción de la imagen a través de representaciones, artificios o discursos llevados a su hipérbole, con los medios de comunicación y las redes sociales como vehículos: la protagonista es adoptada por Will Stacks, un empresario que quiere convertirse en alcalde de Nueva York, cuyo asesor pretende llevarlo a ganar las elecciones básicamente construyendo una representación suya cercana a lo humano y familiar. Es así como Annie va exponiendo de manera bastante despiadada cómo los políticos pueden ser productos destinados al consumo de un votante, envases vacíos para que los electores depositen las expectativas que deseen, con el armazón de una familiaridad que no es tal, porque esa realidad que se está observando en verdad no es tal, está mediatizada y esconde otras superficies. El film luego va llevando su narración hacia un final donde lo humano y lo afectivo pueden adquirir un carácter verdaderamente real y tangible, pero no deja de haber una instancia de observación sobre la política como otra etapa del discurso publicitario y mediático que es sumamente cínica y hasta desesperanzada. Pero lo mejor de Annie no pasa tanto por este análisis de discursos, que por momentos cae en cierta redundancia y superficialidad de razonamiento, sino por cómo se va constituyendo en una película sobre Nueva York, ciudad que refuerza su carácter cuasi inabarcable a partir de la mirada de la niña protagonista. Gluck realiza un más que atendible trabajo con los espacios y objetos, poniendo a los cuerpos a interactuar con todo lo que los rodea y a la cámara a moverse en función de ellos. No sólo desde la puesta en escena, sino también desde el montaje y las canciones, Annie es un film que rehúye el estatismo como si fuera la peste y que está casi siempre en movimiento, yendo para adelante todo el tiempo, aunque tropiece unas cuantas veces, al igual que su protagonista. Se podrá señalar que las actuaciones en un elenco multiestelar no son parejas y que el realizador pierde en algunos pasajes el eje narrativo. Aún así, Annie no deja de ser una película con una identidad propia, con unos cuantos conceptos llevados a buen puerto y donde un cineasta como Gluck demuestra que sus virtudes, conocimientos y potencialidades siguen intactos.
Nueva “Annie” con demasiado almíbar. Según dicen, Sandra Bullock rechazó participar en "Annie" con un terminante "aborrezco ese musical". Lástima, porque el papel que le estaba destinado lo aceptó Cameron Díaz, sobreactuando deplorablemente todas sus apariciones. Por suerte la película también tiene cosas buenas, que hacen pasar el rato. Entre ellas, el chiste del comerciante resentido que acusa de mentirosos a los políticos mientras hace remarcar las fechas de vencimiento de sus productos. O el hombre serio en el cine, tratando de entender la lógica de una película fantástica para adolescentes. Y tampoco está mal ese diálogo en el helicóptero sobrevolando la gran ciudad. Así es, acá también un rico empresario lleva a una criatura de paseo en helicóptero, pero esta Annie es infinitamente más viva que Anastasia, y eso que todavía es chiquita. El personaje lo hace Quvenzhané Wallis, la revelación de "Bestias del Sur Salvaje", ahora en rol de nena pizpireta. La piba tiene talento genuino, actúa bien, incluso canta bien, y si no se salva del edulcorante es porque la obra chorrea almíbar artificial a cada rato. Coprotagonista, James Foxx, haciendo un empresario candidato a intendente, que se mete en más problemas de los debidos. Acompañan, Bobby Cannavale, Rose Byrne, David Zayas y Adewale Akinnuoye-Agbaje. Director, Will Gluck ("Amigos con beneficios"). Guión, Aline Brosh McKenna ("27 bodas", "Un zoológico en casa"), en base a la comedia musical de Thomas Meehan, Charles Strouse y Martin Charnin, ya llevada al cine en 1982, con Aileen Quinn y Albert Finney, y estrenada ese mismo año en escenarios porteños con Noelia Noto (debutante de 11 años) y Raúl Lavié. El personaje, una pelirroja pecosa de pelo enrulado, nació mucho antes, en 1924, con la historieta de Harold Gray "Little Orphan Annie", que dejó de publicarse recién el año pasado. En cine también lo interpretaron Mitzi Green, de flequillo (1932), Ann Gillis (1938), Ashley Johnson (versión muy libre, 1995) y Alicia Morton (1999). Con rulitos, sólo Aileen Quinn, Noelia Noto y ahora Q. Wallis.
Una peli muy esperada, que es remake de la versión de 1982 y que te aseguro te va a divertir mucho. Música, bailes, y una atmósfera para desconectarse un rato de la realidad y disfrutar de un buen momento en familia. Jamie Foxx, Rose Byrne, Cameron Díaz y la genial de Quvenzhane Wallis, se destacan en esta historia que te aseguro, saldrás cantando el super hit "Mañana". Película apuntada a las nenas (mi ahijada bailó toda la función arriba de la butaca junto a otras nenas presentes), pero que los nenes van a difrutarla tanto como ellas. Explosión de colores, hermosas canciones y un elenco de primeras figuras es lo que vas a ver en Annie. Super peli para ver en pantalla grande y sonido explosivo.
Ni sol, ni un mañana para esta nueva Annie Esta película empieza de la peor manera que podía hacerlo. Como esos boxeadores que suben al ring bailoteando, sobrando al rival, y minutos después están besando la lona, luego de recibir una brutal paliza. En la primera escena vemos a una pelirroja dando una lección ante sus compañeros de clase. Se llama Annie, y la muestran sin gracia para que a continuación la otra Annie, la morocha, quede como una copada y aplaudida por sus compañeros. Pero para cancherear así hay que tener con qué, y esta nueva Annie no tiene ni para empezar. La historia es bien conocida, se trata de un clásico de las historietas y del teatro musical. Annie es una huérfana que vive en un asilo manejado por una desalmada alcohólica. La pequeña tiene la esperanza de que sus padres vuelvan por ella, y no la pierde ni siquiera cuando un millonario la lleva a pasar un tiempo a su mansión. La historia transcurría durante la gran depresión de los EE.UU., con Roosevelt en la presidencia y un trasfondo político inevitable. Esta adaptación apesta a corrección política de la peor. La mismísima protagonista pide no ser llamada huérfana, sino "niña sin amparo filial". En serio, no es joda. Ni hablemos de la discriminación inversa. Esta idea de Hollywood de hacer películas antes hechas por blancos, ahora con negros. Annie es morocha, y su nuevo tutor también. Ni siquiera arriesgan a lo multirracial. Dejan en claro lo nefasto que es todo. Esta Annie no es la huérfana pendenciera, pícara y siempre lista para meterse en problemas que creó Harold Gray. Todo lo contrario, es adorable, todo el barrio la quiere y es tan simpática y autosuficiente que dan ganas de perderla en un shopping. El mundo del lujo al que de pronto accede, aquí se reduce a un mundo corporativo, frío, impersonal. Como la película misma. Cameron Díaz está en el lugar equivocado. Sencillamente no es la actriz adecuada para el personaje de la despiadada y borracha dueña del asilo, en tanto Jamie Foxx está derrochando el crédito que obtuvo al ganar nada menos que un Oscar por su labor en "Ray". Sobre el aspecto musical solo cabe decir que las nuevas versiones de los clásicos creados por Charles Strause han sido completamente arruinados con un insoportable y mediocre ritmo de hip hop, sin contar que los intérpretes no califican ni para un "Cantando por un Sueño". En 1982, el gran John Huston presentó su versión del musical "Annie". Fue un rotundo éxito de taquilla, pero la crítica no lo acompañó. Claro está que el viejo Huston se había metido en un terreno desconocido, pero al menos se rodeó de talentos del musical como Tim Curry, Bernadette Peters y Ann Reinking, sin contar al gran Albert Finney como el millonario Warbucks. Hoy, esa obra se ve engrandecida y revalorizada antes este esperpento. Los invitamos a que busquen a aquella "Annie" de Huston. La van a disfrutar, si gustan de los musicales, claro está.
Linda huerfanita. En esta nueva versión de Annie la historia de la niña se realza con logradas coreografías y un elenco de renombre con actores afroamericanos. Parece que en su país natal esta película suscitó polémicas y hasta comentarios adversos por el color de la piel y del cabello de la protagonista, que del tradicional bermellón de la versión anterior pasó al negro. Estados Unidos es un país con problemas raciales mucho más graves que los nuestros y tal vez eso haya influido en la apreciación artística de este largometraje. En la Annie de 1982, que dirigió John Huston, la niña protagonista era pelirroja, mientras que en esta que estrenó en Córdoba en 2015 es afroamericana. Es más: la actriz que la encarna ahora es Quvenzhané Wallis, una chica que se hizo famosa en Norteamérica hace relativamente poco cuando la cinta independiente Bestias del sur salvaje irrumpió en los Oscar con cuatro nominaciones. La variación en la paleta del pintor de esta remake debe obedecer más bien a razones empresariales. El matrimonio de Will Smith y Jada Pinkett produce el largometraje y como en tantos otros que pasan por la empresa que ellos tienen se nota aquí la intención de fomentar y cuidar algunos aspectos de la llamada cultura "marrón". La nueva Annie en todo caso es multiétnica. Cameron Díaz está genial en el rol de la madrastra casi alcohólica que cría a Annie, mientras que Jamie Foxx y Rose Byrne le ponen condimento al dúo bicolor que componen. Él es un empresario exitoso que quiere subir en las encuestas para llegar a alcalde de Nueva York y ella, la secretaria que no sabe ni quiere escapar del amor platónico que siente por ese jefe. En eso la presente Annie se parece a la añeja. La vida de la niña en el triste orfanato cambia cuando el rico se la lleva a vivir una temporada con él. El millonario la quiere para mejorar su imagen pública pero poco a poco empieza a encariñarse con ella. Aunque la idea de cruzar política y cuentos de hadas suena perniciosa de entrada, el filme termina agradando por su halo de musical contemporáneo, por su frescura urbana (a nadie le pasará inadvertida la "casa inteligente"), por su tacto bastante medido para tocar los sentimientos y por la simpatía de la pequeña, claro está. Dirigida por Will Gluck, en Annie los rubros técnicos sobresalen. La fotografía y el montaje tienen momentos destacados. Pero lo distinto está en las coreografías y sobre todo en la banda sonora, no solo en la parte cantada sino en los arreglos, que regala gran cantidad de sonidos de ambiente como sirenas, gritos, golpes y goteos convertidos en música, o en parte de ella.
Asesinos seriales, gángsters, narcotraficantes y estafadores. Durante 85 años Annie se enfrentó a todo tipo de criminales junto a su padrastro Daddy Warbucks en que lo representó durante más de ocho décadas uno de los grandes íconos del cómic norteamericano (ver nota). Sin embargo, la gran mayoría de la gente conoce a la querida pelirroja por el musical de Broadway y la recordada adaptación cinematográfica de 1982 que dirigió John Huston (ver nota). Una película que la prensa no trató bien en su momento, pero el publicó amó y convirtió en un clásico. En 1995 se hizo la continuación para la televisión, que no fue desarrollada como un musical y estaba más en sintonía con las típicas aventuras de Annie en la historieta. Unos años después, en 1999, Disney produjo la primera remake del film de 1982, que dirigió Rob Marshall (Chicago, En el bosque) y presentó una adaptación mucho más fiel del espectáculo teatral. Esta segunda remake concebida por Will Smith y el músico de hip hop Jay-Z es una propuesta que distorsionó por completo todos los buenos valores que tenía Annie. La nueva remake ya comienza mal desde la primera escena con la presentación pedante y soberbia de la protagonista, que no deja de ser un reflejo del ego inflado que tienen Jay-Z y Will Smith, quien concibió este proyecto para impulsar la carrera de su hija Willow. La chica luego creció mientras se desarrollaba la producción y el rol se lo dieron a Quvenzhané Wallis (La niña del sur salvaje). En la primera toma de este film se presenta a una niña pelirroja llamada Annie, quien aparece caracterizada con la vestimenta clásica del personaje del cómic. La nena casualmente es la actriz que protagonizó el musical de Broadway en los últimos años. Annie lee una composición frente a sus compañeros de la escuela y luego hace su clásico baile de tap. Los chicos la abuchean y la desprecian por considerarla aburrida y el profesor llama al frente del salón a la nueva Annie, una niña negra que se expresa como si fuera la nieta de Malcolm X e improvisa una coreografía de percusión que parece salida de High School Musical. Faltó que aparecieran en la escena Jay-Z y Will Smith y gritaran a la cámara, "la vieja Annie será un clásico pero es un bodrio que apesta , nuestra Annie es mucho más cool porque es negra". Si quisieron hacer un chiste la verdad que no salió bien y la presentación de Quvenzhané Wallis resultó bastante arrogante. No hacía falta despreciar a la vieja Annie para destacar la nueva versión del personaje. Es como si Daniel Craig en Casino Royale hubiera escupido una foto de Pierce Brosnan para dejar en claro que era el nuevo Bond. A partir de ese momento la película hay que remarla bastante, ya que como adaptación del musical es desastrosa. La trama original se desarrollaba en los años de la Depresión y esta vez el argumento se adaptó en la actualidad. Eso no es un problema y tampoco el hecho que Annie ahora sea negra. Podrían haber elegido una actriz coreana o mexicana y la película seguiría siendo mala por el enfoque que tuvo la historia. La nueva versión del musical está en sintonía con las producciones descerebradas que viene ofreciendo el Disney Channel en los últimos años, donde se les quema la cabeza a los chicos con la importancia de ser famosos en el mundo del espectáculo y las redes sociales. La bajada de línea materialista que tiene esta película es completamente irritante. La nueva Annie ahora está más preocupada por tener seguidores en Instagram que en encontrar una familia que la quiera. El mensaje original del musical expresaba que lo importante en la vida era ser feliz con las personas que te quieren sin importar la clase social a la que pertenecías. En la remake producida por Smith y su esposa Jada Pinkett la gran realización en la vida pasa por tener éxito en el mundo de los negocios de Nueva York y las redes sociales. Las dos canciones nuevas que se crearon para este film, "Opportunity" y "This City is Yours" parecen escritas por Tony Montana, donde se refuerza una y otra vez la importancia de triunfar con el único propósito de ser millonario a cualquier precio. Tendrían que haber incluido también un tema titulado "Los pobres no tienen onda" y la hacían completa. Por otra parte, las interpretaciones de las canciones clásicas resultaron una atrocidad con los nuevos arreglos musicales. Uno de los mejores momentos de espectáculo de Annie tiene lugar cuando la protagonista canta "It´s a Hard Knock Life" en el orfanato. En la película de 1982 John Huston brindó una escena maravillosa. En esta película el mismo número parece un acto escolar de primaria organizado a las apuradas. La dirección de Will Gluck (amigos con beneficios) es muy pobre y no supo estar a la altura de lo que significaba este clásico. Quvenzhané Wallis es una chica que tiene carisma y remó muy bien el personaje principal, pese a que no llega a destacarse como lo hicieron en el pasado Aileen Quinn (1982) y Alicia Morton (1999). Sin embargo, algunas escenas donde no canta y se relaciona con Jamie Foxx y Rose Byrne están muy bien lograda y representan lo mejor de este film. Foxx quedó bastante bien parado y Byrne es la figura más destacada del reparto adulto. No se puede decir lo mismo de Cameron Diaz y su infumable sobreactuación en el rol de Miss Hannigan. Uno recuerda lo que hicieron en el pasado Carol Burnett (1982) y Kathy Bates (1999) con el mismo papel y lo de Diaz la verdad que es lamentable. Me parece que el gran problema que tienen estas remakes horrendas que se hacen en la actualidad es que le presentan a las nuevas generaciones personajes clásicos completamente distorsionados, que poca justicia le hacen a las obras originales. Lo único positivo de este estreno es que va a durar un par de días en cartel y dentro de unos meses quedó en el olvido. Cuando se hable de Annie en el cine la única versión que se recordará seguirá siendo la que interpretó Aileen Quinn.
Annie´s Day Off La primera imagen de Annie-sigloXXI es una niña colorada enrulada, cantando a capella y parándose en pose de musical de Broadway. El rostro de los demás alumnos de la clase, e incluso de la propia maestra, transmite sopor. “Sentante Annie, que hable Annie P”. De esta forma, Will Gluck en un minuto deja de lado el tradicional rostro de la huerfanita protagonista de una novela, una serie de cómics, un musical setentoso y una fiel adaptación de 1982, realizada por John Huston, y la transforma en Quvenzhané Wallis, una estereotipada niña negra de vestuario chillón pero acorde a la actualidad. A diferencia de los penosos, teatrales, ampulosos, pretenciosos musicales de Rob Marshall, que tras su ostentación no dejan de ocultar su carácter misógino y vacío narrativo, al tiempo de poca imaginación para las puestas de cámara, reemplazada por el uso y abuso del CGI, Annie tiene la frescura de un musical filmado en la misma ciudad. Las referencias de Gluck están lejos de los escenarios. De hecho, Annie-sigloXXI es netamente ochentosa. Annie es una huerfanita de Brooklyn custodiada por una borracha ex cantante pop –Cameron Díaz, hermosa, absurda, sobreactuada pero completamente divertida- bastante ambiciosa y desagradable. Confía que sus padres regresarán en algún momento y por eso asiste religiosamente cada viernes al restaurante donde la abandonaron. Por circunstancias fortuitas, Annie se cruza en el camino del empresario Will Stacks –Jamie Foxx, correcto en el rol, decepciona como cantante-, quién está casualmente haciendo campaña para ser Alcalde de Nueva York. Sin embargo, está mal posicionado en las encuestas, porque su lema es dirigir la ciudad como si fuese una empresa. Salvarle la vida a Annie, le da una imagen más humana, y sus asesores –geniales Rose Byrne y Bobby Cannavale- aprovechan la circunstancia y adoptan a Annie, a cambio de seguir acompañando a Stacks durante toda la campaña. annie-mv-11 Aún con el uso y abuso de los celulares para fines narrativos Stacks tiene una empresa de comunicaciones- Will Gluck juega a ser John Hughes. La referencia más obvia es La pequeña pícara (1991), uno de los últimos films del creador Brat Pack, en donde una pequeña vagabunda con su padre, James Belushi, pasaban a vivir a la casa de una millonaria. En el film abunda el espíritu de John Hughes –como en Easy A, previo film de Gluck- y sin revelar demasiado, hay un número musical que parece inspirado en el famoso desfile de Experto en diversión –Ferris Buller´s Day Off (1986). Pero también hay otras citas: Secretaria ejecutiva, Quisiera ser grande, El secreto de mi éxito –con cameo de su protagonista incluido- entre otras. Y más allá de no tener grandes actuaciones, todos son simpáticos y autoconcientes de sus propias limitaciones para cantar y bailar. Wallis –nominada al Oscar por La niña del sur salvaje- empieza a sufrir del síndrome Drew Barrymore. No se destaca como actriz pero es tan carismática como Macauly Culkin en sus primeros films –vale recordar que las películas de Mi pobre angelito también las escribió Hughes- aunque es notable su capacidad para cantar, que supera la de sus co protagonistas adultos. Previsible, pero austera, sentimental, pero no sentimentaloide, Annie es un placer culposo de principio a fin. Se podrá criticar su defensa al New Deal de Roosevelt, que justifica la manera en la que Stacks hizo su fortuna, y que parece demostrar que el sueño americano, realmente es posible, pero al mismo tiempo, también rompe varias convenciones. Satiriza al universo del musical y no pretende ser más de lo que es. Las coreografías no son demasiado inspiradas –aunque hay un hermoso planito robado de West Side Story, donde sutilmente Gluck sigue demostrando cinefilia- pero la película es tan simple e ingenua, que se convierte en la mejor opción para congeniar al público infantil con el adulto.
Tal vez “Annie” sea uno de los pocos musicales en el que no aplica cuestionarse por la necesidad de revisitarlo, porque ha ocurrido un par de veces, desde su creación en 1976, tanto en cine como en TV (sin ir más lejos acá Cris Morena transformó la historia en un mega-éxito), y ni hablar del teatro en todo el mundo, algo similar a lo que sucede con “Los Miserables”. En todo caso está más cerca de la pregunta, y ¿por qué no? La fórmula funciona bien: Annie (Quvenzhané Wallis) es una huerfanita simpática (hasta cuando la retan sonríe) que anhela el regreso de sus padres, creyendo que estos van a volver algún día a partir de conservar la mitad de un medalla. Supuestamente ellos tienen la otra, por eso día a día va y se sienta a esperarlos en el cordón de la vereda frente a un restaurante. La niña tiene una "reclusión ambulatoria” en la casa de Hanningan (Cameron Díaz), una (pretendidamente) ex estrella de la música pop venida a menos, necesitada de la subvención del gobierno por albergar a ésta y otras niñas en la misma condición. En el interín de su espera se "topa" con Will Stacks (Jamie Foxx), un millonario con cierta aversión hacia los niños y a cualquier acto de bondad, aunque accede a realizarlos públicamente pues, además de cínico, está impulsando su carrera por la intendencia de la ciudad, rodeado de asesores no menos inescrupulosos (Rose Byrne y Bobby Cannavale). Quedará ver cómo el costado noble de su corazón es conquistado una vez más por la protagonista. Es un musical para toda la familia, o sea que es de esperar una impronta bien lavada y liviana de semejante dramón. Con lo dicho no hay nada que esperar en un género muerto y casi enterrado por la mala praxis de los últimos realizadores, con ejemplos poco felices como ”Nine” (2009), “Hairspray” (2007), casi toda la última versión de “Chicago” (2002), y ni hablar de “En el bosque” (2014), estrenada hace poco, demostrando que Rob Marshall es capaz de subestimar a cualquier público. Cómo será de chato y superficial el nivel que, por contraste, “Annie” sale bastante airosa en términos generales, y en varios rubros en particular. El primero, y más importante, es la dinámica narrativa. Will Gluck no permite que las canciones hagan decaer el relato, fundamental como premisa para aggiornar un género que, salvo por “La novicia rebelde” (1965), y un par de ejemplos más, no resisten el paso del tiempo. Luego, lo mejor de esta producción es no pausar la acción real en desmedro de los cuadros musicales. “Annie” fluye y se parece mucho, en el buen sentido, a la de 1982 dirigida por John Houston. El director se permite licencias que funcionan bien, aunque al principio parezcan meros golpes de efecto. Por ejemplo, el hecho insoslayable de tener una protagonista negra en lugar de la pelirroja; justificado en un gag muy bien insertado al comienzo en el cual, en plena clase una maestra, pide por “la otra Annie”. Los otros aciertos, con menos contundencia, pero no menos importantes, son: por un lado, la música propiamente dicha, con los dos o tres temas clásicos que se suman en versión "pop-Glee" a los nuevos y hace todo más “FM para chicos” del siglo XXI, en lugar de optar por la grandilocuencia tradicional. Por el otro costado está el elenco que si bien no brilla, se acomoda bastante bien a la protagonista, más allá de la sobre actuación de Cameron Diaz, y el poco talento de casi todos para cantar o moverse, pero en todo caso ni Albert Finney, ni Tim Curry, ni Carole Burnett cantaban bien tampoco. Era (y es) un elenco adulto girando alrededor de la frescura infantil, lo cual funcionaba bien por contraste puro. Como hace más de treinta años con Aileen Quinn, la frescura atorrante de Quvenzhané Wallis, nominada al Oscar hace dos años por “La niña del sur salvaje” (2013), es el eje por el cual se deja ver el atractivo inicial de la película y que por suerte se sostiene hasta el final. Lo dicho, el género está prácticamente condenado a los libros de historia, pero si hay una luz de esperanza esporádica habría que darle al realizador un guión original para a ver qué pasa. Mientras, ésta “Annie” entretiene bien.
Annie comienza con un buen guiño del director Will Gluck, una toma de postura que se diluye con el correr de los minutos. Una Annie pelirroja, referencia directa a la tira diaria de principios de los años '20 así como al film de John Huston, expone un trabajo ante una clase que manifiesta su desagrado, lo que da paso a la entrada de Annie B, interpretada por Quvenzhané Wallis. Es un chiste que funciona y augura cierta distancia respecto a las azucaradas versiones que se conocen del personaje. Se pasa después a poner en práctica uno de los mejores recursos con los que el musical contará, que es integrar sonidos de ambiente como instrumentos que dan ritmo a la narrativa. El film parece encaminado, pero hay algo que no está bien y esa sensación no hará más que crecer a medida que esta avance. Esta nueva versión deja de lado la época de la Gran Depresión y se ubica en la actualidad, con una historia más "sensata" respecto a cómo la huérfana del título llega a vivir con un multimillonario. El hombre es un magnate de la telefonía celular que quiere ser alcalde de la ciudad y una oportunista campaña para mejorar su imagen hace uso de la niña, quien se vuelve una sensación en redes sociales. Hay mucho de contenido moderno con el que se dota a esta remake, ni hablar de la música original que cuenta con arreglos de Sia y Greg Kurstin para acercarla a los tiempos que corren. Sin embargo, en su núcleo, es una producción pasada de moda. Como el comerciante que borra la fecha de vencimiento de sus productos para que duren una semana más a la venta, es un film que huele a rancio pero que se lo decoró de otra forma para que se lo consuma hoy. Con producción de Jay-Z y Will Smith, el film hubiera supuesto otro intento nepotista del actor por instalar a uno de sus hijos en la industria, dado que hace algunos años iba a ser Willow Smith la protagonista. Una maniobra así denota qué es lo que se buscaba con un proyecto como este, que sinceramente es una gran oportunidad para que todos los involucrados malgasten su talento. No se puede decir nada de la joven Wallis, nominada al Oscar por Beasts of the Southern Wild, una niña de 11 años eficaz y encantadora en su papel, o de una Rose Byrne a quien la comedia le hace muy bien y siempre cumple. Salvadas ellas dos, son un espanto los papeles de Jamie Foxx y, en mayor medida, Cameron Diaz. La sobreactuación de ambos lleva a que toda la puesta en escena sea poco realista y difícil de ver. Él no sirve en la piel de un empresario duro de corazón blando ni ella como una villana hiperbolizada, al punto de que se ruega que tenga menos tiempo de pantalla para ver si la película puede mejorar. Por fuera de quienes están delante de cámaras, es una chance malograda para Gluck y la guionista Aline Brosh McKenna, quienes parecen haber perdido ese filo de sus primeros años. Él, responsable de comedias románticas más jugadas como Easy A o Friends with Benefits, ella la escritora de The Devil Wears Prada, entregan un film aniñado e irregular que en ocasiones funciona pero a lo largo de sus dos horas atraviesa grandes dificultades. Sí, algunos números están bien y se emplean con tino algunos recursos que se han visto en sus trabajos anteriores –la falsa película, por ejemplo-, pero no son suficientes como para compensar el todo. Lo que en sus primeros minutos se anunciaba como distinto y punzante, a la hora de los créditos prueba ser mediocre y tibio. Annie es Chiquititas de Cris Morena pero con un presupuesto millonario.
ANNIE Nos trae de regreso la clásica historia de que la niña huérfana en busca de una familia en pleno New York. Remake del musical clásico de 1982, una versión más ligera y moderna que la recordada cinta de JOHN HUSTON. QUVENZHANE WALLIS confirma su enorme talento y se descubre como una gran cantante a la hora de interpretar las melodías pegadizas que van matizando una historia no muy original pero entretenida. JAMIE FOXX correcto en su papel de magnate/político en busca de redención y CAMERÓN DÍAZ como Miss Hannigan se luce en una caricatura grotesca que la posiciona como una enorme comediante sin miedo al ridículo. Entretenimiento familiar sin sentimentalismo, un cuento de hadas moderno, cuidado a nivel musical que apuesta al humor.
No hoy banda, no hay orquesta La historia de Annie, su argumento como su manto de influencias, ganó el corazón de al menos dos generaciones de norteamericanos. Con su versión comic de Harold Gray, su adaptación a Broadway y el film de 1982 dirigido por John Huston, con un inolvidable Albert Finney como “Daddy” Oliver Warbucks, la fábula de la huérfana que descubre una vida en el acomodado hogar de un magnate parecía no tener más nada que aportar. Entonces surge esta versión siglo XXI dirigida por Will Gluck (Amigos con beneficios), con un Warbucks que transmuta en el afroamericano Will Stacks y una controvertida banda sonora que mezcla originales del musical con nuevas canciones. La intención de vender está clara, pero sería más tolerable si la película rescatara el alma de la historia, ligada a una aceitada coreografía infantil. Mientras esto no ocurre (y se resiente), Gluck, hombre más cercano a la comedia que al musical, compensa las deudas hacia la historia por el lado de los personajes. Tanto Jamie Foxx como el billonario, Rose Byrne como su secretaria Grace y Cameron Diaz como la artera directora del orfanato entregan grandes actuaciones. Pero Annie carecería del menor encanto sin el protagónico de la pequeña Quvenzhané Wallis, la décima actriz afroamericana nominada al Oscar por su actuación en La niña del sur salvaje, de 2012.
Un musical para toda la familia con un gran elenco. En esta nueva versión de Annie (Quvenzhané Wallis) vemos a una niña negra huérfana, muy alegre, optimista, que trabaja en la casa de la señorita Hannigan (Cameron Díaz) una alcohólica que vive junto a otros niños .El anhelo de Annie es tener una familia real y busca constantemente a sus verdaderos padres. Por otro lado vemos el personaje de un hombre multimillonario que vive también en Nueva York, Will Stacks (Jamie Foxx) propietario de una compañía de telefonía móvil, que se encuentra en plena campaña para ser Alcalde y no le agradan mucho los niños ya que nunca se detuvo a prestarles atención. Él se encuentra transitando por la ciudad y su auto se queda, disgustado por la situación decide caminar para regresar a su casa, a punto de atropellarla se cruza con esta niña huérfana que se encuentra persiguiendo a unos chicos terribles y su intención es salvar a un perro. Una persona de forma circunstancial graba este hecho y todo cambia. Los colaboradores de Stacks son: Grace (Rose Byrne, "X-Men: Primera generación") mano derecha de Stacks y que se encuentra enamorada de este y Guy (Bobby Cannavale, "Chef: La receta de la felicidad") quien esconde sus verdaderas intenciones. A partir de ese encuentro casual la vida de ambos cambiará. Annie se traslada a la mansión de Stacks viviendo por una semana una vida de lujo y él fortalecerá su imagen. El resto de los personajes que viven o vivieron con ellos en distintas circunstancia intentaran sacar su provecho. Esta es la remake de “Annie” (1982) ahora dirigida por Will Gluck (“Amigos con beneficios”, “Fired Up!", “Se dice de mí”). No resulta muy original pero contiene canciones amenas, alegres y pegadizas. Es colorida, contiene una buena fotografía, es divertida y entretiene. Está interpretada por: la encantadora Quvenzhané Wallis (estuvo nominada con tan solo 9 años como Mejor actriz a los Premios Óscar por "La niña del sur salvaje", 2012), una buen actuación de Jamie Foxx, una sobreactuada Cameron Díaz, David Zayas, como Lou un hispano le da un toque de humor. Carece de coreografías y ritmo, le falta emoción y constituye una versión moderna de este clásico que tiene su encanto y es para toda la familia.
"El sol brillará mañana" “Annie” cuenta la historia de una pequeña huérfana que reside junto a otras chicas en un hogar de acogida a cargo de la cruel y alcohólica señorita Hannigan. En medio de sus esfuerzos por encontrar a los padres que la dejaron cuando era muy pequeña, la vida de Annie dará un giro inesperado cuando el empresario y candidato a la alcaldía de Nueva York, Will Stacks, la utilice como estrategia para su campaña. La esencia tanto de la obra teatral como de las películas anteriores de Annie permanece, pero podemos observar unas cuantas modificaciones con respecto al mundo que rodea a la pequeña huérfana, como también su personaje. “Annie” se adapta a un contexto mucho más moderno, a la actualidad, principalmente con la introducción de la tecnología a la historia y el remix de las canciones, haciéndolas sonar con un ritmo de hip-hop. Asimismo, el multimillonario de la obra deja de llamarse Oliver Warbucks para convertirse en William Stacks, cambian algunas situaciones, se omiten algunas canciones y se agregan nuevas, como también suele ocurrir en el traspaso de una obra teatral a la pantalla por cuestiones de tiempo. Es decir, que si bien la historia es la misma, “Annie” busca despegarse un poco de sus inicios para convertirse en una película más original y adaptada a nuestros tiempos, para que también los chicos de hoy en día se puedan sentir más identificados con la pieza cinematográfica. La película se enmarca en el género musical, sin embargo, no es todo íntegramente cantado, sino que también presenta bastante diálogo, lo que la hace más amena. Las canciones son pegadizas y, a pesar de tener una escasa coreografía y la que tiene no es tan original, el número musical termina funcionando. La elección de Quvenzhané Wallis como Annie fue muy correcta. A pesar de tener una imagen bastante diferente a la Annie original (parte de los cambios realizados para la remake), la pequeña es muy despierta y rebelde y transmite ternura y optimismo en todo momento. Completan el elenco Cameron Díaz, que por momentos parecería que sobreactuara en su papel de malvada señorita Hanning, Jamie Foxx como el millonario William Stacks, Rose Byrne, interpretando el papel de Grace, la asistente personal de Stacks y contraparte femenina de Díaz, Bobby Cannavale, el asesor político de Stacks y David Zayas como Lou, amigo de Annie y propietario de un local continuo al hogar. Independientemente de si se vio o no la obra teatral o las películas anteriores, “Annie” es un remake que te va a dejar una ternura y alegría luego de salir de la sala. Es una película sumamente familiar, emotiva y divertida, para compartir entre padres e hijos un momento especial. Samantha Schuster
Una pícara huerfanita “Annie” es una película pensada y diseñada para el público infantil, pero como siempre sucede, también porta numerosos mensajes que van dirigidos a un público mayor e hipotéticamente más informado que los niños. Desde todo punto de vista es un producto que responde a los cánones clásicos del entretenimiento adornado con grageas ideológicas y morales, que llevan implícita alguna mirada crítica de la sociedad. Como se sabe, el film de Will Gluck es una remake de una obra que tuvo varias versiones a lo largo del tiempo, en los campos literario, teatral y cinematográfico. Cuenta la historia de una niña que ha sido abandonada por sus padres siendo muy pequeña y ha debido crecer en situación de orfandad y bajo el amparo del Estado. La de Gluck es una versión aggiornada que se permite algunas libertades, pero también salpica con guiños a las versiones anteriores. En este caso, la protagonista, Annie, es una nena de color, como también lo es el ricachón que decide adoptarla luego de tener un encontronazo con ella de manera azarosa en las calles de Nueva York. Annie vive con otras niñas huérfanas en un hogar regenteado por una mujer que no demuestra tener demasiado afecto por sus pupilas ni mucha vocación de servicio, pero que se la rebusca con la ayuda estatal que recibe por dar asilo a las chicas. Este personaje está a cargo de Cameron Diaz y hay que decir que es uno de los más logrados de la película. La pequeña Quvenzhané Wallis da vida al personaje protagónico con gracia y soltura, en lo que se puede considerar los albores, tal vez, de una promisoria carrera actoral. Mientras que el millonario, Will Stacks, está a cargo de Jamie Foxx, actor, comediante y cantante de R&B (rhythm and blues). Stacks es un empresario de telefonía celular muy exitoso, cuya empresa está al frente en el mercado de las comunicaciones, manteniendo un imperio en la vanguardia de la tecnología. Pero ahora quiere dar un paso más en su carrera pública y se postula para el cargo de alcalde de Nueva York. Estando en plena campaña proselitista, un día tropieza con Annie en la calle y casualmente la salva de un seguro accidente al caerse justo delante de un vehículo que circulaba por ahí. Annie andaba en lo suyo, ella es una chica que está acostumbrada a ir de aquí para allá, haciendo amigos por todo el barrio, mientras alienta en lo más íntimo el deseo de alguna vez reencontrarse con sus padres. Los asesores de Stacks en seguida quieren sacar partido de este suceso en favor de la imagen del candidato y es así como se interesan por la situación de Annie. Como consecuencia de ello, la niña es adoptada temporalmente por el empresario, para que lo acompañe en sus actos públicos de campaña. Si bien el plan era ése, después de un tiempo de convivencia, nace el afecto entre ellos y la adopción tiende a ser definitiva, aunque esto no se logrará sin contratiempos, ya que siempre hay malos dispuestos a poner palos en el camino, respondiendo a intereses diversos. La película apela al musical en la dosis justa, sin exagerar. Tiene una trama muy dinámica y una excelente fotografía. Aunque abundan los clichés, la estructura de cuento infantil la hace amena y accesible para los chicos, dándole una gran preponderancia al mundo de las redes sociales.
El regreso de una “Annie” aggiornada El filme remake de la cinta de 1982 de John Huston apela a modificaciones sustanciales que la actualizan. Annie es uno de los musicales clásicos de Broadway, que obtuvo diez premios Tony en 1977; en 1999 tuvo una primera adaptación para televisión con dos premios Emmy y la nominación al Globo de Oro para Kathy Bates; y en 1982, Disney la llevó a la pantalla grande con dirección de John Huston y varios premios, entre ellos, el Oscar a la música, y nominaciones para la estrella Carol Burnett y la niña protagonista, Aileen Quinn, una de las tantas celebridades que no lograron despegar de su papel. La nueva Annie llega de la mano de la productora de Will Smith y familia, encarnada por una niña morena, Quvenzhané Wallis, la actriz más joven --y la primera persona nacida en el siglo XXI-- en recibir una nominación a los Oscar, por su trabajo en La niña del sur salvaje, en 2012, cuando tenía nueve años. También el rol del magnate Stacks es encarnado por un actor negro, Jamie Foxx, un dato no menor, dado que rompe con antiguos parámetros. Cuenta la historia de una huérfana que goza de la simpatía y astucia necesarias para abrirse camino en la selvática Nueva York. Abandonada por sus padres cuando tenía cuatro años y a las puertas de un restaurante, con una carta donde le prometían regresar por ella algún día, Annie monta guardia cada viernes a la noche, y atesora la esperanza de reencontrarse con ellos. Mientras tanto, asiste a la escuela y cumple con las labores cotidianas del hogar que comparte con otras huérfanas y Miss Harrington, una tutora desquiciada que les ofrece el mínimo de casa y comida por el dinero que el gobierno le retribuye. No es muy diferente el pacto que le ofrece el candidato a alcalde Will Stacks, a cambio de varias fotos con ella que le aseguren una mejor imagen pública, luego de que la salvara de ser arrollada por un vehículo en la vía pública y el video se viralizara. Este hombre pretende utilizarla como parte de su estrategia publicitaria, pero ese tiempo en el lujoso piso de Stacks le bastará a Annie para descubrir un corazón gigante, capaz de devolverle el amor paterno que tanto necesita. Modernizada en ese y otros conceptos, lidia con el peso de ofrecer un giro que enganche al espectador cansado de las historias de pobres criaturas salvadas por la magnificencia del oportuno rey mago o hada madrina. A favor, el carisma y despliegue de la actriz protagónica, un elenco conocido y banda sonora pegadiza.