El cuarto largometraje de Haigh supone su primera incursión en el paisaje y la cultura norteamericanas; en concreto, la cara marginal de Portland, Oregon. Allí comparten un sórdido departamento Charley (Charlie Plummer, todo un descubrimiento) y su mujeriego padre. Arrastrado a la ociosidad por la falta de estímulos, Charley ve la luz cuando empieza a trabajar para Del (Steve Buscemi), un cuidador de caballos de carreras de segunda fila. Parece que a Charley se le abre un horizonte de sosiego, pero la tendencia del padre a meterse en líos romperá esta utopía serena. En un momento determinado, el joven Charley, de solo 16 años, decide lanzarse a la carretera en busca de paz y libertad acompañado del caballo Lean on Pete; un territorio, el de la road movie, nuevo y hasta cierto punto ajeno a Haigh. Una distancia que permite al inglés abordar el imaginario y los paisajes estadounidenses de un modo original. Apóyate en mí asordina el contenido épico y romántico del clásico relato de iniciación norteamericano, como si se tratara de un Colmillo blanco en miniatura o un En el camino sin euforia. La propia dirección del viaje, de Oeste a Este, contradice el sentido de la conquista de nuevas tierras y libertad que subyace en el imaginario estadounidense: una disposición a contracorriente de la que tiene mucha culpa Willy Vlautin, el autor de la novela en la que se basa el film. Cabe destacar que la relación de Charley con su caballo remite a Kes (1969), el segundo y mejor film de Ken Loach, mientras que, del lado de lo problemático, algunos giros dramáticos, más propios de lo novelístico que de lo fílmico, no terminan de ajustarse a la sutileza de Haigh. En su cuarto largometraje, el británico se confirma como un director que domina a la perfección todos los resortes del naturalismo psicológico. Como en Wendy and Lucy, de Kelly Reichardt, aquí tenemos a un personaje que va perdiendo sus pequeñas posesiones y vínculos con lo social; sin embargo, existe todavía un largo trecho entre la sabiduría cinematográfica de la directora de Old Joy –en cuyo cine la realidad parece siempre un territorio virgen para el tránsito misterioso y orgánico de sus personajes– y el talento dramatúrgico de Haigh, en cuyo obra se percibe la mano de un cineasta que necesita controlar con mano firme el destino del relato y sus personajes.
Hay películas que parten de una premisa simple y generan un desarrollo consistente y prolongado de gran manera. Que consiguen a partir de pocos hechos que desentrañar el camino de un personaje, imponerle un rumbo y una solidez durante la historia. Que por su composición y el mensaje que se intenta enviar, no necesitan acudir a una red de subtramas que complejicen el relato, sino que a partir de una historia sólida de base logran una identidad y una realización que aparenta ser acorde a los objetivos. “Lean on Pete”, a pesar de algunas extrañezas en la narración, pertenece a este estilo de películas. Este film cuenta la historia de Charlie Thompson, un adolescente de 15 años que vive con su padre en una zona rural de los Estados Unidos y parece no tener mucha noción del mundo que le es externo. El conflicto comienza cuando conoce a Del, un propietario de caballos de carreras, quien lo contrata para un trabajo temporal y así le enseña el estilo de vida que rodea esta actividad y cómo sobrevivir allí. Por una cuestión favorable a la trama, a partir de una serie de sucesos, asesinan al padre y el chico escapa con un caballo al cual le tomo cariño, Pete. En consecuencia, evitando caer en las manos de la asistencia social, emprende un largo camino a través del desierto hacia donde cree que se encuentra su tía, con quien hace años no tiene contacto. Es muy interesante cómo se va transformando el personaje principal, de un niño que quiere trabajar a un joven adulto que, a través de la conexión con un animal y fuertes golpes de la vida, se va reencontrando con sus sentimientos y su fortaleza interna a medida que avanza. El relato tiene una gran solidez, aunque tenga una estructura que no termina de dejar en claro el cambio al segundo acto. No cae nunca en contar la historia de una forma simplista, sino que los conflictos y hechos se toman el tiempo necesario para tener un desarrollo completo. A medida que avanza, las acciones de los personajes se corresponden con la personalidad que se les fue sembrando durante su transcurso. Puede sentirse tediosa para quien va a verla esperando algo más hollywoodense, pero es un estilo correlativo a lo que se pretende representar mientras nos interpela emocionalmente. El promedio de las actuaciones es muy bueno. Charlie Plummer, quien interpreta al protagonista, realiza un trabajo superlativo por el cual nunca pierde credibilidad la historia. Él es acompañado por muy buenos papeles de actores de renombre como Steve Buscemi y Travis Fimmel, también con una sorpresiva Chloe Sevigny. Esta cuestión es escoltada por un gran trabajo técnico y artístico, que nos ofrece planos hermosos que nos logran transmitir el crecimiento y estado del Charlie. En conclusión, “Apoyate en mí” es un film con un relato sumamente sólido, que se toma su tiempo para desarrollar la historia y así mostrarnos de gran forma el crecimiento de su protagonista sin caer en historias paralelas que pueden perdernos. Colaboran de buena manera las actuaciones de primer nivel y una dirección de arte sutil y bella.
La aventura del adolescente Apoyate en mí es un relato de iniciación; clásico modelo del cine estadounidense que no solo aborda el crecimiento en cámara de un personaje sino que también ilustra un territorio particular, aquí una cara poco vista de Portland, Oregon, donde vive el joven Charley (Charlie Plummer), de 15 años, junto a un padre permeable a las relaciones problemáticas con mujeres. El mar de ocio que habita el protagonista durante el día lo lleva a explorar los margenes del pueblo. Allí conoce a Del (Steve Buscemi), dueño de caballos de carrera de poca monta que le ofrece un trabajo, algo que al menos sirve para ayudar en la casa. El panorama armonioso se resquebraja cuando una de las aventuras de su padre termina peor que de costumbre; allí la película se parte en dos y comienza una road movie de manual. Cuando Pete (el caballo de Del) pierde una importante carrera y su venta a unos mexicanos es inminente, Charley decide escapar con él por rutas desconocidas a una aventura de Oeste a Este del país. Basado en la novela de Willy Vlautin, este cuarto film (primero en Estados Unidos) del británico Andrew Haigh se divide en dos mitades. La primera desarrolla una historia más reposada y casi anclada en las bases del telefilm, pero tal quietud es resignificada en el quiebre que da lugar a la segunda parte. La velocidad de la transformación de Charley como personaje también se atribuye al andar casi continuo, y como correlato de ello está la idea de la pérdida, proporcional a ese espíritu nómade bien efervescente que se despierta en él. Haigh aborda la novela con el pulso de un cineasta nacido en Estados Unidos, como si conociera cada pedazo de tierra que encuadra; una idea impensada si revisamos sus películas anteriores, mucho más contenidas y más opresivas por sus espacios casi asfixiantes (ver 45 años). En el pulso está el equilibrio logrado para no caer en la tentación más ramplona del golpe bajo, sendero que eligen sin reprimirse muchos realizadores para alcanzar un efecto lacrimógeno más eficaz. Incluso hay un freno de mano puesto en aquellos momentos en los que los hilos de la novela emergen para eclipsar la narración cinematográfica. La mano de Haigh hace posible que la inercia de los sucesos no se lleve puesto todo lo construido hasta el final del segundo acto. Al trabajo de Haigh como guionista y director hay que sumarle el tour de force de Charlie Plummer (está en casi todo los planos de la película), quien transita diferentes estados de ánimo, situaciones y peripecias que conforman un cambio, un pasaje del estatismo al dinamismo. Su Charley es un modelo casi perfecto para presentar lo que es el recorrido de un personaje clásico dentro de ese contorno llamado “camino del héroe”. Lo rodea, además, un séquito de secundarios entre correctos (Travis Fimmel y Steven Zahn) y perfectos (Chloë Sevigny y Steve Buscemi, especialmente). El film expone cierto trajín hasta el momento en que se desata el conflicto y que también estira el final en sus tiempos como si regresara al primer acto. Las acciones y los diálogos vuelven a ser más aletargados pero de ninguna manera entorpecen el camino seguro presentado por su realizador. Andrew Haighes es un nombre a descubrir para los que no vieron su obra, ya sea en tierras norteamericanas o en su Inglaterra natal.
Tras lucirse en 45 años con la observación minuciosa, densa y profunda del viaje en el tiempo de una pareja, el inglés Andrew Haigh encara en Apóyate en mí una nueva travesía, esta vez más cercana a las clásicas road movies estadounidenses de iniciación y descubrimiento interior a través de extensas geografías. El protagonista es Charley (Charlie Plummer, a quien vimos como el adolescente John Paul Getty en la serie Trust), un muchacho lleno de buenas intenciones que parece condenado por el destino a sufrir toda la vida. Víctima de las desgracias de un entorno familiar autodestructivo, el chico encuentra en el mundo de las carreras de caballos un porvenir más o menos optimista, hasta que se entera de que al equino que le asignan cuidar (y con el que previsiblemente se encariña) le preparan un porvenir igual de desolador. La decisión de Charley de escaparle a ese nuevo guiño negativo de la fortuna convierte rápidamente a los personajes más atractivos del relato (el cuidador de caballos encarnado por Steve Buscemi y la jockey que interpreta Chlöe Sevigny) en anecdóticos. Y esa huida sin fin se transforma, en vez de en una historia sobre el fin de la inocencia en una sociedad marcada por el egoísmo, en un agobiante despliegue de comportamientos miserables y sórdidos. La impasible languidez de Plummer es el reflejo perfecto del modo distante y aséptico con que Haigh se asoma a ese mundo.
Del director y guionista Andrew Haigh llega una historia diferente acerca de un joven llamado Charley Thompson (Charlie Plummer), quien vive con su padre, un hombre que se ocupa de él a medias. Lo quiere, pero también es mujeriego y eso lo mete en problemas. Su hijo es dócil y no conoce otra cosa, son ellos dos y nadie más, aunque hay una tía, que tendrá peso luego. Se desconoce por qué no está estudiando. Lo que vemos es que viven en una zona rural y que necesitan dinero. Por eso cuando Charley conoce a Del (Steve Buscemi) y éste le ofrece trabajo cuidando a sus caballos de carrera de segunda categoría, no duda en aceptar. Se encariña de manera intensa con uno en particular llamado “Lean on Pete”, y cuando las cosas se complican en su casa y él está viajando con Del y la jockey (Chloe Sevigny) decide emprender un viaje escapando para salvar al caballo de un futuro que el joven no puede aceptar. De la introducción acerca de su vida triste y anodina, pasa a vivir aventuras, hambre y situaciones extremas. Es excelente la entrega del joven actor, así como la del resto del elenco. --->https://www.youtube.com/watch?v=nzlazAyylw8 ---> TITULO ORIGINAL: Lean on Pete ACTORES: Charlie Plummer, Steve Buscemi, Chloë Sevigny. GENERO: Drama . DIRECCION: Andrew Haigh. ORIGEN: Reino Unido. DURACION: 121 Minutos CALIFICACION: No disponible por el momento FECHA DE ESTRENO: 18 de Octubre de 2018 FORMATOS: 2D.
El desamparo Uno de los recursos clásicos del séptimo arte a la hora de narrar historias de crecimiento, madurez dolorosa o supervivencia bajo condiciones ásperas suele pasar por la invocación de la amistad entre seres humanos y animales, quienes muchas veces representan todo lo bueno de nosotros -de hecho, efectivamente lo condensan- y por ello mismo las cruzadas que los protagonistas encaran en pos de defenderlos o liberarlos se convierten en misiones tan angustiantes, tan porfiadas, porque la crueldad del mundo de los homo sapiens por lo general no aminora su marcha ante nada y así los ataques contra la vida que nos rodea adquieren la forma de ataques contra nuestra faceta más bondadosa, más benigna, a la que no le importan las justificaciones maquiavélicas vinculadas al dinero y la codicia ya que lo que ella pretende es salvaguardar la dignidad de una existencia en paz y sin sometimientos. Apóyate en mí (Lean on Pete, 2017), una película escrita y dirigida por el británico Andrew Haigh a partir de la novela homónima de 2010 de Willy Vlautin, trae a colación esta fórmula y la combina con eficacia con un retrato respetuoso y sutil de una minifamilia norteamericana de clase baja compuesta por el joven Charley Thompson (Charlie Plummer) y su padre Ray (Travis Fimmel), un hombre consagrado a las aventuras sexuales y que apenas si gana lo suficiente para mantener a ambos lejos de la frontera que separa a una mínima tranquilidad económica de la pobreza lisa y llana. Cuando Charley comienza a trabajar para Del (Steve Buscemi), un amargo dueño de caballos de carreras que ha visto tiempos mucho mejores, se le presenta la oportunidad de conocer los secretos de los equinos mientras efectúa distintas tareas relacionadas con su mantenimiento y cuidado. Haigh, director de las interesantes Weekend (2011) y 45 Años (45 Years, 2015), le reserva dos grandes cataclismos al muchacho, léase la muerte de su padre de la mano del esposo celoso de una de sus amantes y la posibilidad de que Del, quien hace correr a sus animales hasta matarlos, venda a un frigorífico al caballo que le da el título al film, un corcel -cuyo desempeño en las carreras viene en baja- al que Charley le tiene mucho afecto porque lo considera un amigo más que una simple mascota. Así las cosas, la trama nos regala una primera parte centrada en una presentación sosegada de la familia Thompson y una segunda mitad que arranca cuando Charley se roba a Lean on Pete, ya con su progenitor fallecido, y ambos marchan hacia Wyoming en busca de su tía Margy (Alison Elliott), una mujer que se peleó hace muchos años con Ray y nunca más volvió a hablar con él ni con el adolescente. El realizador mantiene en todo momento un tono narrativo muy cercano al del indie yanqui de las décadas del 80 y 90, con preeminencia de pasajes desérticos, mucha soledad existencial, catástrofes que se ven venir a la distancia y una cierta ingenuidad bucólica que atraviesa de punta a punta las relaciones entre los personajes, los cuales porfían y porfían por más que la tragedia esté esperando a la vuelta de la esquina. El desempeño de Plummer es fenomenal: el actor logra un balance entre la madurez que el personaje no encuentra en su entorno (su carácter calmo y sensible compensa la falta) y una melancolía constante por no poder llevar una vida más “tradicional” y no recibir el apoyo necesitado (el cinismo oportunista de Del, y hasta de su jockey Bonnie, interpretada por Chloë Sevigny, nada tiene que ver con la perspectiva humanista de Charley para con el encierro, el dopaje y la explotación que padece el pobre caballo). Tanto una fábula certera sobre la dignidad de los marginados como un alegato en contra del maltrato animal y las inmundas carreras del rubro equino, la obra a fin de cuentas no consigue ir mucho más allá de lo esperable en términos retóricos pero incluso así, desde una bella corrección, llega a un muy buen puerto gracias a que su corazón está puesto en el amor fraternal, un bálsamo que ayuda a continuar la lucha y a sobrellevar las tragedias que construimos paulatinamente y/ o que nos depara la coyuntura comunal, laboral o familiar, a veces la principal artífice de nuestro desamparo…
Esa eterna resistencia del western Charlie Plummer, Steve Buscemi y Chloë Sevigny le ponen especial carnadura a una representante del género que se corre de los tópicos habituales, una especie de relato en reversa que termina abrevando en algunas características de la road movie. El western es, como el musical, un género que tuvo su esplendor en la época de gloria del cine clásico pero aún hoy, en pleno siglo XXI, circula por las pantallas de forma esporádica, como quien se resiste a abandonar la lucha contra el olvido. Eso sí, ya no hay lugar para grandes épicas ni pastoreos filmados con gran angular. Tampoco para la construcción de los mitos fundacionales de una nación. Al contrario, si sobrevive es gracias a un puñado de películas que toman algunas de sus características principales para releerlas desde un presente teñido de tristeza y desencanto. Así lo hizo un par de meses atrás la australiana Dulce país, que abrazaba el aura revisionista de los westerns crepusculares de los 60 para narrar la brutal imposición del hombre blanco en el país oceánico a principios del siglo XX, y así lo hace ahora la británica Lean on Pete, estrenada aquí con el espantoso título de Apóyate en mí. Pero el cuarto largometraje del inglés Andrew Haigh (45 años, con Charlotte Rampling) está lejos de ser un western puro. Es, en todo caso, un western en reversa cruzado por un relato madurativo y estructurado como una road movie. Lo de reversa se debe no sólo a que el recorrido no es de este a oeste, como el de los viejos cowboys, sino desde las costas del Pacífico al centro de los Estados Unidos. También, y sobre todo, a que el protagonista atraviesa un arco simbólico opuesto al de los grandes héroes del género, yendo de la falta de contención y la soledad a la búsqueda de un techo y un rostro familiar, de la incertidumbre y la aventura involuntaria a la necesidad de límites impuestos. Quien trajina largos kilómetros de llanura es Charley (Charlie Plummer, visto aquí hace unos meses en Todo el dinero del mundo, de Ridley Scott), un joven de quince años abandonado por su madre cuando era chico y que desde entonces vive en los suburbios de Portland al cuidado de un padre cuyas características lo ubican bien lejos del ejemplo a seguir. Era muy fácil condenarlo, empujar al pobre tipo al rol de único culpable de las futuras desgracias de su hijo, pero Haigh suma un puntazo evitando la caracterización monstruosa. Porque el padre será alcohólico, mujeriego y poco atento a las necesidades de Charley, pero también honesto y laburante. Lo suyo no es maldad; sí imposibilidad, ignorancia, ausencia de herramientas y posibilidades. Charley pasa largas horas trotando sin rumbo. En una de esas giras conoce a un cuidador de caballos de carreras venido a menos llamado Del (Steve Buscemi, extraordinariamente contenido) y a su jocketta habitual, Bonnie (Chloë Sevigny). Son dos personajes quebrados, al borde de un abismo emocional y económico, a los que Charley asistirá en diversos eventos para ganarse algunos billetes verdes. Y aprenderá menos sobre caballos que sobre la crudeza del mundo. Con ese primer contacto asomará el inicio de un relato de descubrimiento, el primer paso del camino del protagonista rumbo a la adultez. El segundo lo da cuando escapa con uno de los caballos rumbo a Wyoming, donde supuestamente vive una tía a la que no ve desde hace años. Incluso ni siquiera sabe si sigue allí. La huida empieza en auto y termina a pie, con largas horas de caminata por una inmensidad campestre que Haigh retrata mediante los clásicos planos generales y abiertos del western, siempre junto a ese caballo devenido en confidente, durmiendo donde se pueda y recibiendo ayuda de quienes lo compadecen. Inevitable escuchar en esa travesía los ecos del clásico beatnik En el camino, de Jack Kerouac, pero Apóyate en mí es tanto un western en reversa como un anti-Kerouac: el viaje idealista y romántico de esos chicos burgueses muta por otro duro, ripioso, violento y marginal, que retrata una “América profunda” deprimida. Ocupar casas deshabitadas es un juego de hippies con Osde al lado de las vivencias de Charley junto a esos hombres empujados a los márgenes del sistema, desde una familia con un soterrado núcleo de violencia interna hasta la de un white trash que cuando se emborracha trompea a quien se cruce. En la última parte del film, con el ansiado arribo a destino, se revela si Charley encuentra o no a su tía. Y entonces la desesperanza, los pesares y el desamparo podrán quedar atrás para un nuevo comienzo, una nueva vida para ese chico que ha dejado de serlo.
Salir adelante En oportunidades el cine acerca propuestas que desnudan situaciones llevadas a la pantalla con anterioridad y que, inevitablemente, pueden ser evocadas al momento de pararse frente a ellas. El caso de Apóyate en mí (Lean on Pete, 2017), película motivacional, cuadra en este planteo desandando los pormenores de Charlie (Charlie Plummer) y su caballo Pete, que buscan salir adelante pese a todos los obstáculos que se les presentan. El best seller de Willy Vlautin, llevado al cine por Andrew Haigh (Fin de semana, 45 años), transcurre en la América profunda, alejada de los neones y el éxito, y en donde el rodeo, el trabajo en el campo y los tiempos muertos (como así también la falta de dinero), expulsan hacia los márgenes a los individuos y sus sueños. Recientemente, y con otro conflicto, Sin nada que perder (Hell or High Water, 2016) también reflexionaba sobre ese grupo de personas que la industria cinematográfica jamás toma como punto de partida para sus historias. Gente de márgenes que en la cotidianeidad de sus días, con un tiempo que nunca avanza, la posibilidad de progreso es negada y la ilegalidad o la delincuencia se vislumbran como única salida. A diferencia de esa propuesta, en Apóyate en mí Charlie es uno de los afectados, pero busca salir adelante pese a que la realidad le diga lo contrario y lo impulse a bajar los brazos. Viviendo con su padre (Travis Fimmel), un hombre conflictivo y que sólo atiende a su hijo si se trata de la escuela o su alimentación, Charlie intenta cumplir con sus obligaciones y siempre busca algo más. La dirección de Andrew Haigh refuerza esta decisión de avanzar con bellos planos que recuerdan muchas de las puestas de sus películas anteriores. Cuando conoce al dueño de una serie de caballos de carrera (Steve Buscemi) comenzará una relación con Pete, un equino al que debe cuidar para mantenerlo (y mantenerse) y con quien se encariña desde un primer momento, y ante la posible separación de éste, decide emprender un viaje iniciático en donde juntos se enfrentarán a la adversidad del destino. El guion hábilmente construye a Charlie como un héroe, algo necesario para seguir con un relato que está plagado de golpes bajos y situaciones límites que radicalizan las acciones que se presentan. La historia avanza por laberintos insospechados en donde la ilegalidad son aún peores que la realidad en la que vive, dividiendo en dos los actos: en el primero se presentan los personajes con detalle para luego, en el segundo con formato de “road movie”, se profundiza la tenacidad y fuerza interior del joven pese a todo. Con algunas obviedades y la constante búsqueda de emocionar a fuerza de música incidental, Apóyate en mí funciona porque se apasiona por sus personajes, los muestra bellos en medio de la miseria que atraviesan. En particular Charlie, quien se descubre en la vulnerabilidad para luego fortalecerse cada vez que las amenazas lo acechan. Charlie Plummer logra una sólida actuación como ese joven que a pesar de todo decide avanzar mirando hacia el futuro, buscando las posibilidades desconocidas que aún tiene, transmitiendo su carga interna y dolor, pero también su alegría y sus ganas de seguir adelante.
Un film que comienza redondeado una historia convincente, avanza en su trama a un desarrollo emocional, y luego cambia el rumbo hacia una situación distinta y no bien resuelta. La historia de una adolescente criado por su padre, un seductor y borracho, poco responsable, que termina asesinado por un marido celoso. Frente a ese desamparo, el chico ese refugia trabajando para un criador de caballos a quienes explota en las carreras. Se suma a ese incipiente grupo afectivo una joketa. Muy buenos Steve Bucemi y Chloê Savigni. Pero luego para evitar la venta de un caballo que quiere, el protagonista huye con ese animal a traves de la norteamerica profunda donde encuentra hostilidad, situaciones límite y una última reivindicación. El joven Charlie Plummer hace un trabajo convincente, pero las buenas intenciones y el talento del director no alcanzan para elevar el nivel de un film contradictorio, lento por momentos y de soluciones extremas y rápidas en otros.
El protagonista Charley (Charlie Plummer), le va dando buenos toques a sus personajes, lleno de matices, con un buen manejo de su físico en distintas situaciones que le tocan vivir, todo se desarrolla bajo un buen guion y gira en torno a él, aunque dentro del elenco secundario se destacan: Travis Fimmel, Amy Seimetz, Steve Buscemi, Chloë Sevigny, entre otros. Tiene momentos conmovedores, habla del amor, de la aceptación, de la esperanza, de la soledad, del abandono, de un ser que busca su identidad, de los sueños, de las segundas oportunidades, de la lucha, todo bajo la sublime fotografía de Magnus Nordenhof Jønck, pero uno de sus problemas es su desenlace que resulta algo convencional.
Apóyate en mí, la nueva propuesta del director británico Andrew Haigh —Weekend (2011) y 45 Años (2015)— tal vez lo parezca, pero no es una usual película coming of age o la típica road movie estadounidense. Tampoco se trata de un film sobre la amistad entre humanos y animales, sino que va más allá. Y es que, basada en la novela homónima de Willy Vlautin, el film se esmera en retratar profundamente la soledad; pero no la generada por el derrumbe de la identidad, de los sueños, o de alguna relación en específico, sino la que surge cuando realmente todo se desmorona para el protagonista. ¿Qué pasaría si te encontraras en la adolescencia sin plata, casa, amigos ni familia en los que sostenerte?. ¿Qué tipo de soledad sería esa?. Eso es lo que se refleja en este film, en el que vemos como Charley (Charlie Plummer), un joven de quince años, cuya madre lo abandonó y que reside en los suburbios de Portland con su padre Ray (Travis Fimmel), conoce a Lean On Pete, el caballo a quien debe cuidar para su nuevo jefe Del (Steve Buscemi). De este modo, la película sigue los pasos de Charley, quien luego de encariñarse con el animal, decide huir junto a él. Charley se aferra y necesita a Lean On Pete para sus propios propósitos —tener a alguien a quien poderle hablar y cuidarlo, como a él le gustaría, seguramente, que cuidaran de él— pero en la película jamás se intenta probar que existe una relación recíproca entre el animal y el joven. Esa es la razón por la que, por ejemplo, no se utilizan planos cerrados de Lean On Pete mirándolo o jugando con él; y ese es un gran acierto de la película, ya que el hecho de que el ser con el que Charley tiene más relación (su caballo) nunca pueda llegar a comprenderlo, es lo que convierte a su soledad en algo aún más radical. Otros de los logros de Apóyate en mí son tanto la destacable actuación de Charlie Plummer, quien se luce en su segundo papel protagónico (había sido protagonista en King Jack de 2015); como la cinematografía, que refleja el lado humilde, mayoritariamente inexplorado, y desértico de los Estados Unidos; y, en especial, el saber retratar la tragedia con pureza sin caer en el sentimentalismo ni en el melodrama barato, en el que todo queda demasiado explícito. Si bien el protagonista atraviesa varios conflictos externos, lo que carga realmente con el peso de la película no es lo que pasa sobre la superficie, sino lo que sucede por debajo, y por esta misma razón puede que a algunos no les guste el film y, en simultáneo, a otros les encante. Las acciones más diminutas, menos explícitas, son las que marcan en definitiva la evolución del relato. Cómo Charley dialoga, en qué momentos calla e incluso la manera en la que el protagonista realiza una simple acción como correr, se convierten en algo fundamental para la historia. Y lo conmovedor es como se llegan a plasmar universos gigantes a través de, precisamente, esas acciones pequeñas, de sentimientos que quedan implícitos pero que se palpan, se transmiten y se sienten.
CHARLIE Y PETE El intento por superar las pérdidas de los seres queridos resulta ser un tema difícil de abordar en el cine, ya que muchas veces es complicado reflejar sentimientos y sensaciones, siendo la principal vía para lograrlo la empatía con el espectador sobre tal o cual circunstancia. Buscando ahondar en esta temática, Apóyate en mí presenta la historia de Charlie Thompson, un chico de 15 años que decide robarse un caballo de carreras para salvarlo de ser sacrificado, y emprender juntos un peligroso viaje en busca de su tía, de la cual no tiene noticias desde hace tiempo. De desarrollo pausado pero preciso en su camino, el film va narrando de manera real, sin un dramatismo excesivo, ni golpes bajos, las desventuras del joven por tratar de sobrevivir en la búsqueda de un nuevo hogar. Quizás este tono “poco sensible” le quita cierta emoción, pero a su vez lo convierte en crudo y oscuro, potenciando la historia desde otro lugar. Tal vez en determinados momentos, Apóyate en mí cae en cierta monotonía y aburrimiento pero despabilarse a tiempo para continuar vigorosa y concreta en lo que quiere contar. Con bellas locaciones que se destacan por un correcto trabajo visual, la producción tiene como principal sostén la precisa labor de su protagonista, Charlie Plummer, que representa de manera sobria pero acertada las contradicciones y sentimientos de un adolescente viviendo una situación traumática. Intentando principalmente que el espectador se interese por la historia del chico, en varios momentos Apóyate en mí logra impactar en forma real con una historia alejada de la sensiblería, que apunta a hablar sobre las pérdidas y el tratar de seguir adelante, en vez de intentar la emoción fácil con la típica relación entre joven y animal. Y esta circunstancia hace que cobre un valor aún mayor al que posee.
Charlie Thompson, un chico de quince años que queda solo al morir su padre, emprende junto a un caballo de carreras robado un peligroso viaje en busca de su tía, de la cual no tiene noticias desde hace tiempo, y un nuevo hogar.
Probablemente el británico Andrew Haigh sea uno de los cineastas independientes con mayor sensibilidad a la hora de narrar dos polos opuestos como la vejez y la adolescencia. “Greek Pete” y “45 años” ya mostraban sus cualidades detrás de cámara, y con su nueva cinta, “Apóyate en mi” (“Lean on Pete”) reafirma toda su capacidad. El joven Charlie Plummer, de solo 19 años, protagoniza casi al completo esta película dramática que tiene como secundario a Steve Buscemi, actor que está atravesando un gran momento luego de meter doblete con “Nancy”, cinta dirigida por Christina Choe. En “Apóyate en mi”, Charlie Plummer encarna a un chico que queda solo al morir su padre. Con la sola compañía de su caballo preferido –Lean on Pete-, decide escapar en busca de su tía a la cual hace muchos años no ve. De vuelta Andrew Haigh nos regala una película notable en sus búsquedas y en su humanidad. “Apóyate en mi” es una pieza dura, pero lo es no por el hecho de caer en el golpe bajo fácil, al contrario, el enfoque del cineasta evita esa caída, aún cuando la historia está todo el tiempo en el límite. Haigh logra trabajar la búsqueda, el desarraigo, la vida rural, y la exploración de un chico de 15 años que se ve obligado a madurar de golpe. El protagonista inicia su travesía junto al caballo, y dentro de ese viaje interno-externo va conociendo a una serie de personajes que muestran la decadencia rural, el machismo, y un paulatino descenso a los infiernos. Otro aspecto que claramente está presente en la obra es el pasaje del campo a la ciudad, la diferencia social que esto implica. Haigh consigue muy bien esa traslación entre espacios, que además esta brillantemente fotografiada por el danés Magnus Nordenhof. La actuación de Charlie Plummer es extraordinaria. Gracias a este papel ganó en Venecia como mejor actor joven revelación, y no es para menos, son impresionante los matices dramáticos que consigue. No es sencillo tener todo el peso de la trama encima de un actor, y Plummer lo sabe llevar muy bien. Toda una sorpresa que nadie se debería perder en el breve tiempo que estará en cines. Escribe Fabio Albornoz para Ociopatas.
El cuarto largometraje de Andrew Haigh, Apóyate en mí, es un relato épico, en el pasaje de la niñez a la adolescencia y de ahí a la edad adulta, de un chico apabullado por situaciones dramáticas. Charley Thompson (Charlie Plummer) es un chico de 15 años que vive con su padre, casi abandonado a su suerte. Consigue trabajo, a fuerza de insistencia, con Del Montgomery (Steve Buscemi) un entrenador de caballos que circula por hipódromos menores y que ocasionalmente trabaja con una jinete, Bonnie (Chloë Sevigny). Charley se encariña con un caballo, Lean on Pete -tal es el nombre original de la película-, que hoy puede ser ganador, pero si muta a perdedor se puede convertir en alimento. Forzado por los giros inesperados del destino, entabla un viaje con el equino en busca del único familiar de sangre que le queda: su tía. Basada en una novela de Willy Vlautin, Apóyate en mí presenta episodios, a cada cual más desesperanzado, en una suerte de vía crucis en la vida de Charly, que no duda en moverse empujado por las circunstancias. Las opciones para avanzar en su camino no son tantas y lo que el film relata es la superación de escollos, aunque para sortear alguno de ellos se recurra a varios actos delictivos de poca monta. Además, si hay algo que caracteriza al personaje principal no es la astucia con mayúsculas, sino más bien cierta inocencia al recorrer un tramo de la vida con determinación a pesar de pruebas durísimas. El relato de Andrew Haigh -en su cuarta película luego de la aquí inédita Greek Pete, Weekend y la maravillosa 45 años- es, como en sus anteriores trabajos, introspectivo, pausado y reflexivo. Los personajes principales parecen tener más cosas en la cabeza que lo que sus actos reflejan. Charley deja que los demás hablen, observa, reflexiona y se mueve en consecuencia, con una lógica propia, equivocada o no, con cierta dosis de ingenuidad. En Apóyate en mí hay ecos del cine social británico, especialmente de Kes, uno de los primeros largometrajes de Ken Loach, que cuenta la relación entre un chico rebelde, bastante desamparado y un halcón. En ambos casos, la relación joven y animal funciona como reflejo de libertad y desamparo. A la vez que los animales son imposibles interlocutores que sólo mueven a la propia reflexión.