El asesino a sueldo que se enamora de una mujer que poco sabe del trabajo de su marido y que se interpone continuamente en su camino, es una fórmula algo gastada que funciona si se la usa correctamente y si va acompañada de delirantes o innovadoras escenas. Aquí la temática vuelve a aparecer y lamentablemente no solo carece de sorpresas, sino de humor y de acción.
Como digo siempre, no es recomendada para los que buscan comedias inteligentes o con un muy buen tema, pero sí van a pasar un gran momento aquellos que son afectos a desenchufarse de sus problemas en el cine y ver acción y espionaje en una trama...
Un espía en la familia El realizador de películas como Legalmente Rubia, Una Suegra de Cuidado o La Cruda Verdad (También protagonizada por Heigl), Robert Luketic, trae a dos intérpretes que se saben manejar con comodidad en este género. Ashton Kutcher interpreta a Spencer, un superagente secreto con licencia para matar, papel que le sienta mejor que su última incursión en Amante a Domicilio (y tuvo que adherir a su cuerpo algunos quilos de masa muscular que le sientan bien). Spencer decide abandonar su excitante trabajo al conocer a la mujer de sus sueños, Jen Kornfeldt, papel encarnado por la siempre creíble Katherine Heigl (27 bodas, Levemente Embarazada). Jen no sólo viene de una mala relación, sino que trae consigo a un padre sumamente controlador (el siempre recordado por su papel en la serie de los ´80, Magnum) Tom Selleck, como Mr Kornfeldt, y una madre alcohólica y poco útil para los consejos, la eficaz, Catherine O'Hara (como Mrs Kornfeldt). Cuando la vida de Spencer y Jen comienza a tomar un cauce normal de pareja con tres años de casados, es donde se inicia la diversión para el espectador. La cabeza de Spencer tiene precio y todos la quieren. Ya no se podrá confían en nadie y cuando se dice nadie es nadie. El relato resulta divertido tanto por las interpretaciones de los protagonistas, como por la de los padres, vecinos y conocidos que aconsejan a Jen en todo momento. El ritmo no decae y cuando amenaza con hacerlo siempre ocurre un hecho que introduce acción y humor. El guión, que no es muy creativo, se acomoda bastante bien al género. Spencer y Jen deberán hacen buen equipo y averiguan quiénes son los misteriosos personajes que quieren verlos muertos, antes de que los matones acaben con ellos…¡y con su matrimonio!
Ashton Kutcher parece haber encontrado la fórmula para sentirse cómodo en determinado tipo de películas y, a pesar de haber incursionado alguna vez en un terreno más dramático (Guardianes de alta mar, Efectos personales) siempre vuelve a lo que (supuestamente) mejor sabe hacer. Lo que sucede es que elige pésimos guiones y, si bien las producciones de las que participa son importantes (por elenco, por locaciones, por puesta en escena), cuando no hay una buena historia bien contada, ningún efecto especial puede salvar ninguna película. En este caso su protagonismo está mano a mano con Katherine Heigl (Grey´s anatomy, 27 bodas); ella es una informática que viaja con sus padres a la Costa Azul tras una disolución de pareja. Allí conoce a un sexy hombre, un espía del gobierno que le oculta su verdadera identidad. Pocos años más tarde se casan y empiezan una nueva vida en un barrio suburbano. Alejado de su arriesgado trabajo, al joven no tardará en venírsele en contra, y deberá huir de sus enemigos, involucrando a su flamante mujer. Sin aportar nada nuevo al subgénero que mezcla acción-romance y comedia, más que trepidantes escenas de persecuciones y sex appeal (ya lo había hecho mejor James Cameron con su “Mentiras verdaderas”), la pretendida comicidad se centra en la incompetencia de la mujer para enfrentar los peligros. El joven director Robert Luketic, responsable de "Legalmente rubia", "Una suegra de cuidado", "21, blackjack" y "La cruda verdad", también parece haber encontrado una línea de dirección en la que se siente mejor... Tom Selleck y Catherine O’Hara aportan desde un rol secundario sin salvar del bodrio a esta repetitiva historia.
Ashton Kutcher garpa El lindo de Ashton incursiona en el género de aventuras sin dejar la comedia romántica de lado con Asesinos con estilo (Killers, 2010), un híbrido tan flojo como sus anteriores películas. Eso sí, su discurso acerca de la política de seguridad de EE.UU. deja mucho que desear. ¿Pero a quién le importa? El espía Spencer Aimes (Ashton Kutcher) conoce a Jen Kornfeldt (Katherine Heigl), con quien se casa sin mencionarle nunca su oficio. Sus padres, interpretados por Tom Selleck y Catherine O´Hara, están siempre con ellos. Un buen día el pasado de Spencer vuelve poniendo la vida de él y su mujer en peligro. En ese momento descubrirán que tiene un precio puesto sobre su cabeza y todos sus seres queridos intentarán matarlo. Todo los galanes de Hollywood incursionaron en este híbrido en algún momento de sus carreras: Mel Gibson tuvo su Dos pájaros a tiro (Bird on awire, 1989), Brad Pitt su Sr. y Sra. Smith (Mr. & Mrs. Smith, 2005), Tom Cruise su Encuentro explosivo (Knight and Day, 2010), hasta Schwarzenegger tuvo una historia muy pero muy similar con Mentiras verdaderas (True Lies, 1994). No confíes en nadie, esa es la propuesta de Asesinos con estilo, planteo peligroso si los hay. De hecho así se genera la intolerancia racial, el exterminio de cualquier ser humano, la fabricación de armas nucleares, y demás cuestiones que alegran al mundo. Todo estructurado como un film de James Bond en esta pavada del nuevo carilindo de Hollywood. Su mejor amigo, sus vecinos, la mujer de la esquina, cualquiera puede querer matar a Ashton Kutcher (no los culpamos) aunque este discurso es peligroso, sobre todo el plano final del film –que no develaremos- hace alusión a que no se puede confiar ni en la propia familia, hecho que establece la inseguridad como modo de vida para cualquier norteamericano. Igualmente hay algo de luz al final del túnel. La trama del fugitivo sigue funcionando y las vertiginosas persecuciones evitan que se noten problemas graves de guión y montaje. Esto hace un film levemente digerible hasta los títulos de crédito finales. Su breve duración (90 minutos) es otro de los pocos puntos a favor. La pregunta es ¿Por qué Asesinos con estilo no se estrena directamente en Dvd? La respuesta es simple: Ashton Kutcher garpa.
Una comedia que se vio antes De Robert Luketic, es una suma de clichés del género. La ingesta de arroz sin condimento, de tan repetida puede cansar, aburrir, sencillamente porque ya no se le encuentra sabor a nada. Algo similar ocurre con Asesinos con estilo , comedia romántica sin una pizca de originalidad, con todos los clisés del género “marido-que-lleva-doble-vida-laboral”, que por supuesto su mujer ignora, hasta que se entera. Tal vez sí sea original suponer que Jen (Katherine Heigl), a los treinta y pico salga de vacaciones a Europa con sus padres (un Tom Selleck teñido y una Catherine O’Hara regordeta, lejos de la mamá de Mi pobre angelito ), pero es poco creíble. Menos original aún es que se enamore de Spencer (Ashton Kutcher), a quien conoce cuando éste está en plena misión. Spencer es un asesino, y decide abandonar todo por Jen. Y sí, adivinó: la mentira tiene patas cortas, el pasado vendrá a buscarlo, y por más que la pareja se la pase corriendo a partir de entonces por toda la película, la chica descubrirá el secreto del chico, se pelearán, volverán a amigarse y el amor todo lo podrá. El problema con este filme es que prácticamente no tiene gags. O si los tiene, han sido ya tantas veces vistos y probados que pierden gracia. El australiano Robert Luketic ya había dirigido a Heigl en La cruda verdad , y también tiene en su haber Legalmente rubia , aunque lo mejor que haya hecho sea 21 Blackjack , que no tenía nada que ver con la comedia romántica, sea o no subida de tono. Asesinos con estilo carece de ídem, aunque a los espectadores menos exigentes, que sólo quieran pasar un rato, les sirva para eso. Eso sí: no olviden llevar aceite, manteca o queso de rallar.
Otra corona fúnebre que se suma al entierro de la comedia romántica en Hollywood. Asesinos con estilo es una de esas películas donde los actores desde la pantalla transmiten en sus interpretaciones que ni ellos tenían ganas de contar esta historia. Es una película que intentó combinar la acción con el humor como Sr. y Sra Smith sin éxito. La diferencia es que mientras Brad Pitt puede ser creíble y gracioso interpretando un asesino a sueldo, Ashton Kutcher a veces puede ser divertido si tiene un buen guión. De otro modo sólo es un sujeto que tiene muchos seguidores en Twitter, nada más. El film arranca bien con la presentación de los personajes principales, donde la pareja se conocen y se revela la verdadera ocupación de Kutcher. Sin embargo, cuando pocos minutos después se presenta a los protagonistas casados todo se encamina cuesta bajo y el director Robert Luketic no logra remontar una historia que se hunde en el aburrimiento y la estupidez, debido a un argumento trillado al que ni siquiera le pusieron la mínima onda como para que de última resultara un entretenimiento decente. Catherina O´Hara (Mi pobre angelito) es quien mejor queda parada con algunas escenas graciosas pero el trabajo del resto del elenco es totalmente olvidable. La película no funciona como comedia, mucho menos como propuesta romántica y desde la acción las escenas que se ven son patéticas. Especialmente las coreografías de pelea. Salvo que las últimas versiones de la Pantera Rosa, con Steve Martin, te hayan parecido películas memorables este es un estreno para el olvido.
Luego de romper con su novio, Jen (Katherine Heigl) decide acompañar a sus padres en un viaje a Niza, Francia. En ese atractivo paraje conoce al no menos atractivo Spencer (Ashton Kutcher), un joven que se dedica a la poco salubre actividad de matar gente por encargo. Pero ambos se enamoran, y Spencer decide abandonar su trabajo para vivir con la chica. Corte a tres años más tarde. Los recién casados viven en un típico barrio de clase media, rodeados de vecinos amigables y llevando una vida rutinaria. Pero el pasado siempre regresa: Spencer descubre que un grupo de asesinos, vinculados a un ex jefe suyo, pretende quedarse con su cabeza. Él y su esposa deberán correr por sus vidas en medio de tiros, choques automovilísticos, gags y comentarios jocosos. Asesinos con estilo pretende ser una comedia romántica de acción, al estilo de Mentiras verdaderas y Sr. y Sra. Smith, pero el resultado está muy por debajo de las dos mencionadas. Le falta onda, le faltan chistes buenos, le falta imaginación. Kutcher (también productor) está flojo, pero queda claro que lo suyo es la comedia. Katherine Heigl demuestra que es una buena actriz, y le pone garra a los momentos románticos y humorísticos. Pero, en materia actoral, las perlitas pasan por el lado de los padres de Jen. Por un lado, Tom Selleck, con el inolvidable bigote que inmortalizó —y lo inmortalizó— en la serie Magnum; aquí hace de un padre guardabosque, atento a los detalles. Por otro lado está Catherine O'Hara, otrora madre de Wynona Ryder en Beetlejuice: el superfantasma y de Macaulay Culkin en Mi pobre angelito y su segunda parte. En esta oportunidad, compone a una señora que vive pasada de copetines, pero que no por eso deja de querer a su hijita. El director Robert Luketic supo hacer películas como Legalmente rubia, su ópera prima. Es evidente que este australiano tiene talento y sabe manejar la comedia, el romance y también el drama en determinados momentos. Pero también es evidente que a la hora de filmar este film no estaba demasiado inspirado. Algo similar debió sucederle al guionista Ted Griffin, quien escribió La gran estafa y Los tramposos, dirigida por Ridley Scott. Dato curioso: Griffin y su hermano Nick corrigieron el guión de la reciente Encuentro explosivo, otra de agentes secretos, asesinos y persecuciones, pero no aparecen acreditados. Los Asesinos tendrán Estilo, pero la película, por desgracia, no.
Maten a Ashton, por favor Asesinos con estilo se inscribe dentro del rubro comedia mezclada con acción, aderezada con romance al mejor estilo Mentiras verdaderas, pero no es ni la mitad de esa obra de James Cameron, básicamente por tratarse de una historia demasiado lineal, con personajes sin desarrollo y un cúmulo de buenas escenas de acción. Pese al insoportable Ashton Kutcher, quien en este caso hace de una suerte de James Bond incomprendido (ni él se lo cree) y a la simpática Katherine Heigl en el típico rol de esposa ingenua que no sabe que su pareja lleva una doble vida, el film del director Robert Luketic (La cruda verdad) parece siempre estancado en la anécdota de la cacería humana en una trama que acumula la paranoia como disparador de las escenas de acción y de humor. En el terreno de la acción surge cada vez que aparece en escena algún asesino contratado para acabar con Kutcher y en el ámbito de la comedia a partir de la sospecha de cualquier persona que se acerque a la pareja. La premisa es sencilla: Jen Kornfeldt (Heigl) acepta una invitación de sus padres (Tom Selleck y Catherine O''Hara) para recomponerse en la Costa azul de su reciente ruptura amorosa. Conoce a Spencer (Ashton Kutcher), un espía letal que le oculta su verdadera identidad y termina enamorándola. Tiempo después se casan y en coincidencia con la primera crisis matrimonial irrumpe -de la peor manera- el pasado de Spencer, que pone en riesgo la continuidad de la pareja, pues ambos ahora están en la mira de cuanto asesino a sueldo se le cruce. Por momentos la comedia entretiene porque la pareja protagónica maneja el ritmo y se complementan sin esfuerzo en la pantalla, pero también es cierto que promediando la última mitad el film se cae y se desinfla.
Asesinos con poco estilo y mucha menos gracia Al cabo de un rato de proyección, uno se pregunta si Catherine O´Hara (puesta en los zapatos de la madre de la protagonista) anda casi siempre con una copa en la mano porque así se lo exige el personaje o porque es el mejor paliativo que encontró para sobrellevar con algo de ánimo el compromiso de participar en una historia tan insulsa, aburrida y falta de chispa como la que aquí propone Robert Luketic. El director de origen australiano, que se dice admirador de viejos cultores de la comedia como Blake Edwards, Frank Tashlin o Richard Quine, parece haber olvidado lo poco que aprendió de ellos y que apenas mostró en Legalmente rubia (2001): a su film no solo le falta el brío que él no puede inyectarle; también le falta un guión con alguna coherencia y un mínimo de ingenio. Lo poco que resta, además de algún escenario atractivo, queda a cargo de Ashton Kutcher y Katherine Heigl, que pueden ser muy fotogénicos y a veces bastante simpáticos, pero carecen del contagioso espíritu juguetón que les ha permitido a otros comediantes salvar del naufragio a otros proyectos tan desdichados como éste. Así y todo, son ellos -además de O´Hara, que mantiene el buen humor- los que sostienen el exiguo interés del cuento. La intención es insertar una intriga de espionaje en medio de una comedia doméstica: ella está de vacaciones (con sus padres), tratando de recuperarse de un fracaso sentimental en la Costa Azul cuando lo conoce a él, que es una especie de 007 con flequillo, tan dado a lucir sus pectorales como a desembarazarse por cualquier medio de enemigos y sospechosos. Tiempo después (él ya ha dejado el oficio del que ella nunca se enteró) ya están casados, con casa propia y siempre rodeados por la familia, cuando una voz del pasado (la voz de una central de inteligencia) vuelve para complicarles la vida hasta convertirlos en blancos móviles. Al desenlace sólo le cabe un adjetivo: ridículo.
Revise la programación de su sistema de cable La nueva estrellita de la comedia pasatista estadounidense se llama Katherine Heigl y esta vez intepreta a Jen, una desamorada mujer, quien con la intención de dejar atrás un desplante amoroso, viaja con sus padres a Niza para pasar unas vacaciones y olvidar. Una vez instalada en el hotel conoce a Spencer, a cargo de un Ashton Kutcher que no termina de acertar con un proyecto decente y que ahora está en la piel de un asesino profesional que se enamora a primera vista de ella, decide dejar su oficio y emprender una nueva vida en pareja. Pero las cosas no son tan simples en el mundo de los asesinos a sueldo. Luego de tres años, Jen ignora el pasado de su marido y de pronto se ve en medio de una balacera descomunal porque el vecindario quiere eliminar a Spencer. ¿Por qué una película como ésta se estrena en los cines argentinos? No tenemos la respuesta. Carece de los méritos necesarios para que alguien gaste dinero por algo que puede ver en tv y mejor hecho. Porque la fórmula es remanida, el guión previsible, falto de gracia y nadie en el elenco hace el esfuerzo mínimo como para ganarse los pesos que cuesta una entrada.
Robert Luketic nunca volvió a esa perfección ramplona que fue Legalmente rubia, su debut como director, pero se ha convertido en el gran director de esas pequeñas y entretenidas comedias románticas que hoy escasean en la industria. Otra vez con Katherine Heigl como musa y con un afiladísimo Ashton Kutcher, Luketic recurre a la historia de una mujer que descubre de la peor manera (a los balazos limpios) que su esposo tiene en realidad una doble vida como agente secreto. Sin ser una película inolvidable, Asesinos con estilo es un pequeño paso adelante de Kutcher como comediante más que “esposo twittero de...” y de Heigl en pos de transformarse en la heredera de Drew Barrymore como reina de la comedia romántica.
Un argumento trillado. Spencer es un superagente secreto del gobierno que decide abandonar su trabajo cuando encuentra a la mujer de sus sueños y, entonces, se casa con ella. La felicidad dura poco, ya que han puesto precio a su cabeza. No sabe quién va tras él, pero sabe que puede ser cualquiera... hasta su más próximo vecino. Se trata de una de las tantas comedias de acción norteamericana que busca, una vez más, sacarle jugo al tema de maridos espías esposas que no saben nada de su doble vida. El filme llega con el buen precedente de estar dirigido por el director de "Legalmente rubia", pero, lamentablemente, el guión parece escrito por guionistas novatos y algo tontos. Por otro lado, afortunadamente todo sucede rapidísimo y la pareja protagónica rema el filme de la mejor manera. También es muy graciosa la aparición de los temibles asesinos.
Matando del aburrimiento Con El cazarecompensas, Encuentro explosivo y esta Asesinos con estilo -y alguna otra que se me debe estar escapando- Hollywood quiso recuperar este año algo de aquel cine ochentoso-noventoso, donde dos estrellas -un hombre y una dama- se veían inmersas en tramas que mezclaban la acción con la comedia y, cuando no, algo de romance que surgía en medio de la aventura y los tiros. Salvo el film de Mangold y Tom Cruise, que funcionaba por medio de la sátira y el despropósito y el ridículo, deberíamos estar hablando de un fracaso de la fórmula. Asesinos con estilo, a pesar de tratarse de una sobre asesinos a sueldo, (chiste malo) no levanta la puntería: atosigada por una mala elección de casting y una indefinición en el tono, el film de Robert Luketic (que va perdiendo lentamente las fichas que se le pusieron luego de Legalmente rubia) termina sepultado por el peso del aburrimiento que genera. El primero de los inconvenientes que debe sortear el film es su elenco: nadie se cree demasiado que Ashton Kutcher pueda ser un asesino a sueldo; ni siquiera desde un punto de vista paródico: Kutcher es una especie de Meg Ryan masculino que se desvanece en los puros mohines; por su parte Katherine Heigl es una actriz afortunada, que a alguien se le ocurrió que era graciosa y ha logrado aparecer en algunos productos importantes pero que, si funcionan, es porque tienen una contrafigura masculina fuerte: verbigracia Ligeramente embarazada. Desde ahí, Asesinos con estilo avanza sin demasiada convicción con la típica historia del amante que oculta su identidad de asesino o espía o policía o lo que sea, mientras la dama ingenuamente confía en el amor del caballero. La revelación de la identidad del muchacho debería disparar el humor lunático, cosa que aquí nunca ocurre. Luketic maneja dos posibilidades en su película que podrían haber hecho funcionar las cosas mucho más allá de la medianía con que lo hacen. Cuando se ponga una recompensa para eliminar al asesino que interpreta Kutcher, otros colegas querrán hacerse del dinero. Sorpresivamente, varios personajes que hemos visto hasta entonces se revelerán como sanguinarios matones: esto permite un juego mínimo con el suspenso y una interesante visión sobre cómo en los suburbios existe una sociedad con dobleces y ambigüedades. Y, en segundo lugar, se intenta construir una visión crítica sobre la familia a partir de los padres de ella: los siempre dignos Catherine O’Hara y Tom Selleck. Y esto último, que podría haber potenciado el interés en lo que se cuenta, se resuelve con una mediocridad y un alto nivel de conservadurismo, donde la familia y los hijos y el matrimonio todo lo pueden: el final es de esos burgueses donde todos terminan alrededor de una mesa o de una cuna. Si a la comedia le faltó disparate y a la acción, espectacularidad, además sorprende la falta de rigor para contar lo que se está contando: cuando Jen (Heigl) descubra cuál es el verdadero trabajo de su esposo, su reacción será la misma que si le anuncian que el fin de semana va a llover; es más, Jen pasa de mujer estructurada e ingenuota amante de su esposo, a Bonnie de un Clyde medio pelo que maneja autos robados en una milésima de segundos y sin despeinarse. Un dato curioso une a Asesinos con estilo y El cazarecompensas: mientras en la primera actúa Rob Riggle, en la segunda aparece Jason Sudeikis, dos estupendos comediantes con paso por el Saturday Night Live y con mejores experiencias en comedias como Hermanastros o Amor a distancia. Y si bien tanto Riggle como Sudeikis son lo mejor de estas dos películas que les han tocado en suerte, esto es prueba suficiente de en la industria norteamericana también funciona aquella máxima de que “de algo hay que vivir”. Talento desperdiciado.
Este Filme que se presenta, o intenta presentarse, como una comedia, es nada más y nada menos que una mezcla de varios géneros, tal cual viene sucediendo en los últimos años Entonces tenemos que la propuesta sería una trama divertida (que no lo logra), con gagas entre previsibles y tontos, acción a rajatabla, con escenas de persecuciones, explosiones, muertes, bien filmadas, esto es, tomas cortas temporalmente hablando, a gran velocidad de montaje, corte y corte, con el soló espíritu de generar excitación en el espectador. Pero también los responsables, o sea, realizador, guionistas, productor, pretenden darle a la producción un toque de suspenso, pero de la pretensión al acto consumado hay un largo camino que se olvidaron recorrer. Si a todo esto le sumamos que de original tiene poco y nada, entonces el resultado final es pobrísimo. Ya cuando el encuentro fortuito en plena construcción de los personajes, punto inicial de toda comedia que se precie de tal, no es demasiado creíble y/o verosímil estamos en mal pronóstico. Para colmo la historia se dirige irremediablemente a la comparación con “Sr. y Sra. Smith” (2004) con Brad Pitt y Angelina Jolie, que ya era una remake, o más recientemente la de Tom Cruise y Cameron Diaz en “Encuentro Explosivo” (2009), entre otras. Pero sin la química de los actores de las mencionadas. ¿De qué trata la historia? Una joven, Jen Kornfeldt (Katherine Heigl) decide ir con sus padres (Tom Selleck y Catherine O´Hara) a unas vacaciones con el propósito de elaborar el duelo por una ruptura amorosa, con la firme decisión de no enamorarse nunca más. El lugar elegido es la Riviera francesa. Se podría comparar con alguien que decide comenzar a realizar una dieta hipocalórica y se instala en un restaurante cuyas especialidades son las pizzas, las pastas y los postres. El fracaso esta asegurado, ¿no? Por supuesto que la joven, en la primera secuencia ya conoce al “bombon” de su vida (siguiendo con la metáfora culinaria). Spencer Aimes (Ashton Kutcher) es un turista, pero que en realidad no lo es, su estancia ahí tiene que ver con su ocupación, y el es un asesino a sueldo. Pero el amor que todo lo puede, transforma al asesino en un fiel siervo de su joven mujer que acaba de conocer, decide casarse, abandonar su profesiónedicarse a tareas más normales, ocultándole su verdadera identidad a su bella y amada esposa y a sus nunca bien ponderados suegros. Pero como el pasado nos condena, y retorna……. Bueno el resto, ya es demasiado conocido.
La industria del cine suele deparar objetos de a pares, gemelos o mellizos que pueden mirarse extrañados o guiñándose el ojo ante el hallazgo de una filiación secreta. Este año los espías vienen con todo. Agente Salt era una fiesta de disfraces un poco macabra en la que se descubría, de golpe, que debajo de una de las máscaras había un alma que jadeaba. En Asesinos con estilo no se descubre nada semejante. Un espía difuso (Ashton Kutcher, sorprendentemente correcto) se enamora y quiere dejar la profesión. Él y la oportuna chica (que ignora de qué vive su príncipe) se casan y se van a vivir a un barrio que no es cerrado pero se le asemeja, por las casas bien prolijas y de una opulencia rancia, y las sonrisas de los vecinos, que trasmiten la sensación de que es lindo pertenecer a esta comunidad con rentas anuales tan altas. Sonríen, por lo menos hasta que se pudre todo. En el comienzo, unos planos de las playas de la Costa Azul habían servido para despachar apresuradamente tres o cuatro postales que indicaran que alguno de los responsables de la película vio Para atrapar al ladrón, por ejemplo, y que no se olvida de los titanes de antaño: Kutcher va en cueros, camino a zambullirse en esas aguas míticas mientras una rubia (Catherine Heigl) lo mira con ganas. Un minuto después, en un diálogo se menciona “el día en que Cary Grant empezó a tomar ácido”. Para los que desconocen el dato, el bueno de Cary fue uno de los primeros voluntarios de renombre que se ofrecieron para hacerse pruebas ingiriendo L.S.D., la droga pergeñada en un laboratorio estatal norteamericano en los años cuarenta. Es cierto que en Para atrapar al ladrón no hay espías, pero acá tampoco, en realidad. El personaje de Kutcher parece más un asesino a sueldo que otra cosa, y la película chirría haciendo entrar los cadáveres (gente que se convierte en fiambre de modo muy violento, hay que decirlo) en el tono de comedia romántica sofisticada que intenta evocar con dichas menciones. Asesinos con estilo se permite por momentos esgrimir gracias exquisitas como esas para simular un espesor del que a todas luces carece, pero sus fichas verdaderas se juegan en otra parte, como se ve enseguida. Es que, previsiblemente, el pasado de juegos violentos del personaje de Kutcher no lo quiere dejar en paz, a solas con su esposa y su prosperidad: hay una recompensa de muchos ceros para quien lo mate, y de inmediato se desata una cacería, podríamos decir que humana. Entonces sí, se da una cosa muy impresionante: el barrio tan pituco y pulcro se vuelve un campo arrasado, una zona de guerra. Aunque no es solo eso: como un reverso aterradoramente gracioso de Agente Salt, cada rostro se enrarece, cada cual se vuelve un desconocido. El tipo que se quedó en un sillón durmiendo del día anterior porque la fiesta terminó muy tarde y, pobre, no era capaz ni de sostenerse en pie, se puede aparecer en la cocina con un cuchillo enorme, queriendo ganarse unos cuantos pesos mientras estamos distraídos esperando que el huevito frito esté a punto. Asesinos con estilo muestra la codicia desatada y lo hace a golpes de esa comicidad primitiva que se deriva de los cuerpos que se persiguen, se caen, se disparan, se pegan. “Ahora vamos a robar un auto”, dice ella con una elegancia gloriosa, ya metida de lleno en su papel de esposa de un hombre cuya cabeza tiene precio. Katherine Heigl la rompe. No es Grace Kelly ni por las tapas sino una Claudette Colbert tuneada, mejoradas sus formas, de tetas altas y mohines compradores. Se ve que el casting quiso disponer una pareja chispeante con Kutcher y ella pero no salió. El hombre se defiende, la verdad, pero la chica le da diez vueltas: cuando se la ve cargando con la misma destreza una pistola enorme o un bebé, igual de peligrosos los dos, Katherine Heigl respira el aire del futuro.
Ashton Kutcher es un asesino a sueldo del gobierno, que vive encubierto bajo la fachada de un tipo común. Un día descubre que, desde hace años, su círculo íntimo ha sido infiltrado por un killer que espera la orden para ejecutarlo….y que la orden llegó. No es de acción, es comedia romántica. O sea, para ir con chicas…..sino, huye y no mires atrás.
Y cuánto valen dos lindos cuerpitos Hoy se estrena la comedia de acción protagonizada por Katherine Heigl y Ashton Kutcher. En unas vacaciones, la parejita se enamora pero, de regreso al hogar,todo se complica cuando ella descubre que él es un asesino a sueldo. Quienes recuerden Mentiras verdaderas (True Lies, 1994), la comedia de aventuras de James Cameron protagonizada por Arnold Schwarzenegger –donde el ahora gobernador de California era un agente que ocultaba su verdadera ocupación al mundo y a su propia esposa–, encontrará más de un punto en común con Asesinos con estilo. El film de Robert Luketic (La cruda verdad, Una suegra de cuidado, Legalmente rubia) es una comedia de enredos impulsada por las mentiras, que se asienta en el cine de acción. En ella, el letal y sofisticado agente Spencer Aimes (Ashton Kutcher) es un asesino que viaja por distintas partes del mundo, como la encantadora ciudad francesa de Niza, donde conoce a Jen Kornfeldt (Katherine Heigl). La chica viene de un desengaño amoroso (su prometido se fue con otro) y trata de reponerse del despecho con unas vacaciones en Europa acompañada por su controlador papá (Tom Selleck) y su alcohólica mamá (Catherine O’Hara). Spencer cae rendido ante la rubia, decide abandonar el adrenalínico oficio de matar gente y asentarse con un empleo más convencional. Por supuesto, sin contarle a su futura esposa casi nada de su vida anterior. Tres años después, el pasado vuelve en forma de contrato por la cabeza de Spencer a cargo de sus antiguos patrones, que no se resignan a perder a su elemento más valioso. Si al potencial espectador todo esto le suena conocido, hay que decir que además de Mentiras verdaderas, el film de Luketic también está inspirado en otros títulos, como Encuentro explosivo (Knight and Day, 2010), Sr. y Sra. Smith (Mr. & Mrs. Smith, 2005), y hasta El padre de la novia (Father of the Bride, 1991), sólo para citar los más recientes. La única eficaz novedad de Asesinos… es cómo la bucólica vida de los suburbios se convierte en una divertida especie de tierra de asesinos, donde vecinos, amigos y compañeros de trabajo bien pueden ser los verdugos que esperan el momento correcto. Sin embargo, el disparate transcurre sin sorpresas, en la rutina burocrática del género y, aunque la química entre la bella pareja protagónica funciona –primero por la muy buena comediante que es Heigl y, luego, por Kutcher, que es la primera vez que está bien en el cine–, la película no deja de ser un relato livianísimo, que en el mejor de los casos enhebra con oficio restos, “homenajes” y situaciones ya vistas.
Spencer Aimes (Ashton Kutcher) es un asesino a sueldo que decide abandonar su trabajo cuando se casa con la mujer de sus sueños (Katherine Heigl). Pero la felicidad dura poco porque alguien ha puesto precio a su cabeza y Spencer deberá confesar todo a su esposa para juntos averiguar quien es el misterioso personaje que quiere verlo muerto. La poca química de la pareja central se suma al desconcierto de Heigl, quien está un par de revoluciones por encima del nivel recomendable. El film sólo gana algo de comicidad en la segunda mitad, cuando la cacería en pos de la recompensa se hace continua, generando momentos desopilantes.