Llega a los cines Asfixiados, película argentina que tiene como protagonistas a Leonardo Sbaraglia y Julieta Díaz, quienes interpretan a un matrimonio a punto de naufragar. Con Luciano Podcaminsky en la dirección, la cinta presenta una premisa simple en un escesario poco habitual. ¿Vale la pena? ¿De qué se trata la película argentina Asfixiados? Nacho (Sbaraglia) y Lucía (Díaz) están casados hace veinte años, tienen una hija en común y se dedican por completo a su trabajo, sin margen para estar juntos. Mientras él intenta que Natalia Oreiro se sume a su nueva producción, le propone a su esposa y una pareja amiga (Marco Antonio Caponi y Zoe Hochbaum) un viaje a bordo de un yate de lujo. La idílica travesía se convertirá en convivencia obligada, sacando a flote los secretos y conflictos de la pareja. ¿Vale la pena? Asfixiados tiene su primer punto fuerte es lo que toda historia de impronta teatral requiere: excelentes actores. Tanto Leonardo Sbaraglia y Julieta Diaz como Marco Antonio Caponi y Zoe Hochbaum hacen un impecable trabajo, con buena química y credibilidad. La segunda sorpresa de la película es su realización. Podcaminsky maneja muy bien la propuesta de una historia claustrofóbica en mar abierto, sin dar mayores detalles respecto al espacio –Uruguay, se intuye, rumbo a la Patagonia- que podría ser aquí o allá y sería lo mismo. Estas últimas imágenes del naufragio matrimonial van subiendo el tono rumbo a la tormenta perfecta (las frases marítimas son inevitables, sepan disculpar). Conclusión sobre la película Pese a su argumento simple, Asfixiados logra mantener la atención, con un buen final que, si bien se hace desear un poco, ofrece tensión suficiente y da un buen cierre a la historia (aunque algún espectador quizás se quede con ganas de más precisiones). La película engancha y entretiene, encontrando su mayor fortaleza en sus actores, sus idílicos paisajes y su inusual escenario. ¿Cuándo es el estreno de Asfixiados? ¿Dónde se puede ver? Asfixiados se estrena en cines de Argentina y Uruguay el 23 de marzo de 2023. Distribuida por Star+, vale esperar su lanzamiento en esta plataforma digital más adelante. «Asfixiados» Puntaje: 7 / 10 Duración: 90 minutos (aprox) País: Argentina Año: 2023
White people problems. Herederos del menemato se proponen tener un fin de semana idílico que en realidad termina por convertirse en una pesadilla en altamar en la que nadie saldrá indemne de las palabras y secretos de los demás.
Nacho (Leonardo Sbaraglia) y Lucía (Julieta Díaz) llevan veinticuatro años de casados, tienen una hija adolescente y, como sucede con muchos vínculos de larga data, atraviesan un periodo de amesetamiento. Él es dueño de una productora y parece incapaz de mirar más allá de su ombligo, enfrascado en las tratativas para una serie en la que participaría Natalia Oreiro (hay una breve intervención de la actriz uruguaya haciendo de ella misma). Lucía, por su parte, dirige un restaurante pero hace tiempo quiere retomar su vocación de fotógrafa. Con el objetivo de darse un respiro (el título de la película es más que elocuente), organizan un viaje en velero junto a Rama (Marco Antonio Caponi), amigo de Nacho, y su joven novia Cleo (Zoe Hochbaum).
Es un film que tiene un envoltorio lujoso y un corazón oscuro. La producción del filme de Luciano Podcaminsky con cuatro autores de guión (Alex Kahanoff, Andrea Marra, Sebastián Rotstein y Silvina Ganger) primero parece apuntar a la descripción de un matrimonio de vida muy acomodada, con una residencia ostentosa, coche de alta gama y unas prontas vacaciones en una embarcación carísima. Todo apunta a pintarlos como gente de clase media que avanzó en sus negocios hacia una riqueza que los ocupa y preocupa. Mientras están en tierra ya se avecina el conflicto, él un adicto al trabajo, ella dueña de un restorán y sueños prontos a concretar que no se atreve a comentarle a quien es su marido por 25 años. Con una pareja de amigos se embarcan para pasarla bien y todo se pondrá al descubierto en un espacio donde no hay escape. Cuando la belleza del mar y los momentos idílicos se espesan, lo que parece una comedia dramática se encamina hacia las raíces del conflicto. El chanta que construye castillos en el aire al borde de la quiebra, un ser tan reconocible en nuestra sociedad, la mujer que postergó demasiado sus sueños. Frente a una tormenta real y metafórica tendrán que decidir si los une el amor o el espanto. Grandes trabajos de Leo Sbaraglia y Julieta Díaz en un argumento que por momentos vacila pero luego se encamina.
El director de `The Back of My Mind' se puso al frente de una nueva película protagonizada por Leonardo Sbaraglia y Julieta Díaz, que fue rodada en Punta del Este y narra la historia de un matrimonio que no logra encontrarse hace tiempo. Para intentar darle un nuevo impulso a la relación deciden irse unos días en su yate, acompañados por un amigo de ambos y su novia. Nacho (Sbaraglia) es un productor que se dedica full time a sus proyectos. La posibilidad de filmar con Natalia Oreiro le despierta una pasión irrefrenable, sería un sueño hecho realidad para él que la megaproducción cuente con una actriz como ella, un antes y después en su carrera. Lucía (Díaz) es una reconocida chef que está a punto de salir de su zona de confort y cumplir un sueño. Sueño que no comparte con su marido porque de alguna manera le teme a cómo puede llegar a tomarse Nacho la noticia que la tiene tan contenta y nerviosa a la vez. Durante los días que pasan en el velero ciertas situaciones salen a la luz y los planes y deseos comienzan a encontrar ciertos obstáculos. Lejos de significar una posibilidad para reencontrarse, el escape se convierte en una serie de eventos olvidables en todo sentido. La propuesta de Podcaminsky es básica: una pareja atraviesa una crisis producida por una serie de desencuentros y las cosas empeoran día a día. Lo previsible, producto en gran parte de un guion sin un ápice de originalidad ni picardía, es el gran enemigo de `Asfixiados', que no logra mantener el interés del espectador en sus convencionales 98 minutos, que se vuelven eternos. ENGAÑO La película, filmada en su mayor parte arriba del yate, navega con superficialidad en la crisis matrimonial y el perjuicio de ciertas mentiras y engaños. El equipo de cuatro guionistas no ha logrado profundidad en el material, que pretende ser gracioso con ciertos chistes y remates de pobre creatividad y del cual los actores se hacen cargo con el profesionalismo que los caracteriza. En este sentido, los trabajos de Sbaraglia, Díaz y Caponi se aprecian, aunque tampoco consiguen destacarse. Zoe Hochbaum, por su parte, logra un semiprotagónico que sin duda significará un salto para su carrera. `Asfixiados' es una propuesta que no supera las expectativas, una producción fallida que no llega buen puerto. Calificación: Mala
Nacho (Leonardo Sbaraglia) maneja una productora que está por realizar una ambiciosa serie con Natalia Oreiro (la estrella tiene un par de participaciones vía Zoom). Además, desde hace 24 años está casado con Lucía (Julieta Díaz), una fotógrafa que es dueña de un coqueto restaurante. Ambos parecen tenerlo todo: una mansión con piscina, un lujoso auto descapotable, un yate y, más importante aún, una inteligente hija adolescente. Pero, a poco que se escarba en esa reluciente superficie, empiezan a aflorar secretos y mentiras, rutinas y desprecios, frustraciones y resentimientos, Desde el principio sabemos que Lucía y su hija Camila (Sofía Zaga Masri) tienen en una etapa muy avanzada un proyecto conjunto, pero Lucía no encuentra el momento, la manera o directamente no se anima a decírselo a Nacho. La última oportunidad será a bordo del imponente barco que él ha comprado durante un viaje que compartirán con un amigo de él, Ramiro (Marco Antonio Caponi), y su joven novia Cleo (Zoe Hochbaum). Tras ese prólogo, la película se desarrolla a bordo del yate (las escenas diurnas en cubierta son reales y las restantes fueron recreadas en estudios) y describen el progresivo proceso de descomposición de la pareja a medida que esas mentiras van aflorando casi siempre de la peor manera. Lo que en principio aparecía como una comedia matrimonial leve y hasta con vuelcos cómicos se transforma con el correr de la poco más de hora y media de relato en algo bastante más enfermizo y opresivo. El problema es que ese vuelco resulta por momentos algo torpe, ya que la película trabaja conflictos bastante elementales y previsibles sobre la crisis afectiva y profesional en la madurez. En ese sentido, dos muy buenos intérpretes como Sbaraglia y Díaz sacan a relucir todo su profesionalismo para sobrellevar personajes sin demasiadas matices (él, un workaholic muy negador y con rasgos machistas; ella, una mujer frustrada que busca algún atajo para salir de la encerrona del matrimonio) en un film que apela además a simbolismos, alegorías y paralelismos bastante obvios (problemas mecánicos, una inminente tormenta, un posible naufragio). A nivel formal, Luciano Podcaminsky y su director de fotografía Nicolás Trovato apelan a una estética demasiado fría en la que proliferan las tomas aéreas con drones y una supuesta sofisticación que parece más propia de un comercial de tarjeta de crédito que de un drama íntimo como el que aquí se narra.
Asfixiados: ahogarse en un vaso de agua (importada) Una película argentina, pero no… Una pareja en crisis, un amigo con indicios de andropausia, malas inversiones, un barco en la mitad de ¿Argentina? ¿Brasil? ¿Uruguay? y Natalia Oreiro… mezclás todo y sale Asfixiados. ¿De qué va? Después de veinte años de casados, una hija y carreras exitosas, Nacho y Lucía hace tiempo que no están solos. La rutina aniquiló la intimidad. Se miran y a veces no se reconocen. Él se volvió un adicto a su productora y ella a su restaurante. Pasar unas vacaciones románticas en un velero de lujo junto con dos amigos le pareció una idea genial a Nacho, y Lucía aceptó. Sin embargo, mientras que en tierra firme cada uno hace su vida por su lado, en un velero no hay a donde escapar, no hay treguas. Como un anuncio del desastre que se avecina, el velero comienza a tener desperfectos y una tormenta termina de romper la embarcación. Lucía y Nacho quedan solos y a la deriva. Existe un gran problema con nuestro cine: aunque hace años que existe y hasta tuvimos una industria, es complicado en las grandes producciones separarse de copiar modelos externos, haciéndole perder la escencia (si eso existe…) de la idiosincracia del lugar de donde surge el relato. Si se piensa Asfixiados a nivel productivo, es un proyecto de bajo presupuesto: tiene dos locaciones (una casa y un barco), y 6 personajes en total (uno de ellos sólo aparece en videollamada) más un par de extras. El peso pesado aparece con su dupla protagonista compuesta por Leonardo Sbaraglia y Julieta Díaz, y luego en el agregado de la figura de Natalia Oreiro que parece cumplir con un favor apareciendo dos veces en formato videollamada. Hay un conflicto en el relato que viene de la mano con una búsqueda constante de las películas que buscan mercados internacionales (ya sea por la vía festivales o por la vía plataformas) salvo algunas excepciones: la historia se cuenta en una Argentina de alta alcurnia, en donde todo es lujo y sólo vive gente blanca y hegemónica. Eso sí; se habla BIEN ARGENTO, como Sbaraglia demuestra a cada rato intentando generar la risa con sus puteadas. Eso hace que hasta el lugar sea extraño e inclasificable, podría ser Uruguay (pero como soy pobre, no conozco), o incluso Italia (aunque luego nos enteramos que uno de los personajes quiere viajar allí), así que tampoco, pero definitivamente no es Argentina. Todo ese lujo -que no es tanto vulgaridad porque nunca se pone en conflicto- no nos permite empatizar con los personajes y su situación, que básicamente son el eje de toda la historia. Todo se habla en dólares, todo es super-producción y todo ese alejamiento de la realidad en la que vivimos en nuestro país sí parece desviarse a los personajes: ellos no saben quienes son, no se conocen, no entienden lo que cada uno está atravesando. Incluso el padre no parece ni tener relación con su hija más que espiarla a la escucha detrás de una puerta. Puede que haya alguna búsqueda en eso. Los personajes secundarios son Marco Antonio Caponi y Zoe Hochbaum, una pareja liberal y abierta muy progre y como tal… totalmente fake, más si entendemos la diferencia de edad y los proyectos de ambos. Se podría haber aprovechado alguna dinámica de deseo cruzado, pero eso se diluye luego de una escena bastante poco interesante donde ambas mujeres cantan juntas tomando champagne. Incluso, cuando el conflicto estalla (ya casi llegando al tercer acto, tarde y de manera bastante torpe) ellos deciden bajarse -literamente- del mismo… por lo que su presencia sólo es necesaria para que la pareja protagonista no arranque a estar sola desde el principio. Con el diario del lunes, si llegaban después y se quedaban un poco más con ellos la tensión hubiese sido aún mayor. La figura del barco es la que guía toda la razón de ser de la película. Uno se imagina que primero consiguieron un barco y después surgió todo lo demás. Claro que para un conflicto tan teatral asusta encontrar que hubo cuatro guionistas acreditadxs, lo que permite también entender algunos desbarajustes o situaciones desprolijas… tantas voces diferentes hablando al mismo tiempo en una historia de primera vista tan simple sólo ensucia el resultado. Hacia el final no importa que nada tenga sentido, o que los personajes actúen alocadamente producto de sustancias o la excusa argumental que sea. Hay un momento de conexión en los personajes que se debería sentir “real”, pero que producto de todo el devenir tambaleante de los elementos de la puesta en escena, terminan perjudicando a la película que podría haber resaltado mejor la figura de sus protagonistas.
Asfixiados abre su historia con las minucias de la vida laboral de Nacho (Leonardo Sbaraglia), un productor al que el director Luciano Podcaminsky se va aproximando lentamente, marcando así el tono de un film que busca a un espectador cómplice de su retrato inmersivo del ocaso de un matrimonio y el inminente vendaval que ocasiona lo no dicho. Si es a Nacho a quien vemos primero es porque el personaje que compone Sbaraglia se erige como el titán de la historia, una suerte de macho alfa narcisista que considera que todo lo que sucede alrededor tiene que ver con él. Su ego no da espacio para los deseos de su esposa ni para los de su hija adolescente. La conversación que entabla virtualmente con Natalia Oreiro (quien se interpreta a sí misma en el largometraje) al inicio del relato es una prueba del modus operandi de Nacho: quiere convocarla para su nueva serie, se envalentona en su propuesta, pero jamás escucha la devolución de la actriz, quien le advierte que tiene una agenda apretada como para sumarse un trabajo más. El desaire de Nacho ante un planteo lógico es uno de los tantos que configuran una serie de micromachismos que, en Asfixiados, podrían funcionar perfectamente como un MacGuffin. La desestimación del entorno es el talón de Aquiles de Nacho, como luego veremos en el vínculo que tiene con su esposa Lucía (una excelente Julieta Díaz), quien está buscando el momento ideal para contarle un plan que deja al descubierto el estado de ese matrimonio de más de dos décadas en el que se percibe un desequilibrio en la concreción de los anhelos individuales. Cuando ambos se van de viaje en un velero con un amigo, Ramiro (Marco Antonio Caponi), y su novia, Cleo (Zoe Hochbaum, una presencia natural en pantalla, de la que el film se podría haber beneficiado mucho más), la película esboza interrogantes sin respuesta (su fuerte es, precisamente, moverse en la búsqueda más que en la resolución), en su gran mayoría centrados en el desencuentro amoroso y todo lo que se desprende de esto, desde reproches por secretos ocultos, comentarios pasivo-agresivos que incomodan a otros modelos de pareja (la de sin ataduras ni proyección que componen Caponi y Hochbaum) hasta las diferentes formas de desconexión que puede generarse cuando las cosas no se hablan. En este punto, hay un interesante trabajo de puesta en escena, con Nacho y Lucía ubicados siempre en lugares distintos de ese yate, el escenario único que se va volviendo cada vez más claustrofóbico, el lugar en el que se comunican con la bronca de un pesado que pesa. Con similitudes a Antes de la medianoche de Richard Linklater en esos idas y vueltas brutales de sus protagonistas en pleno estallido, pero también con un toque satírico que permite explorar las dinámicas sexoafectivas (y cómo Nacho no parece registrarlas al llevarse todo a su paso), Asfixiados es una película romántica porque se atreve a discutir en qué consiste exactamente el amor y si es realmente posible precisar su comienzo y su final.
La ópera prima de Luciano Podcaminsky es una comedia dramática sobre un matrimonio a punto de irse a pique. Protagonizada por Julieta Díaz y Leonardo Sbaraglia, la historia sucede casi en su totalidad en alta mar. Una producción grande con ideas pequeñas. Nacho y Lucía son un matrimonio que llevan más de veinte años de casado, viven una vida acomodada y tienen una hija recientemente adulta. Desde el vamos la película los muestra separados: mientras él intenta cerrar con la mismísima Natalia Oreiro su participación en una serie que está produciendo, ella busca un poco de relajación en su casa que se contrasta con cada momento que están juntos. Esa última noche antes de un viaje en un bote que él acaba de comprar, se le quema la comida y madre e hija cuchichean sobre algo de lo que él aún no es parte, una noticia que vienen demorando en darle. Se viene una tormenta, le advierten a Nacho antes de embarcarse junto a un amigo y su nueva novia. Pero el mar se ve calmo y las nubes desaparecieron del cielo. El yate invita a relajar, a soltarse, a dejar ciertas rutinas en una caja al menos por un rato. Pero Lucía tiene cosas que no puede decir aunque necesite sacarlas y Nacho no puede despegarse del celular o de la computadora. Y allí están en el medio Ramiro y Cleo, que intentan apaciguar algunas escenas para un clima propicio. En especial ella, que en su juventud todavía no parece cargar grandes responsabilidades y se muestra segura de lo que quiere y sobre todo de lo que no quiere. Es Cleo quien ayuda a reflejar en Lucía inquietudes sobre su propia vida armada. Como es de esperar, al viaje le llegan los vientos fuertes y cada vez parece más difícil mantenerlo a flote. Las gotas de humor van quedando atrás para evidenciar un matrimonio quebrado al que se le suman secretos que finalmente salen a la luz y amenazan con no dejar a nadie a salvo. El guion está escrito por Alex Kahanoff, Andrea Marra, Sebastián Rotstein y Silvina Ganger, quienes nunca consiguen aprovechar una premisa que podría haber sido más excesiva y jugada. Sin embargo todo queda ahí, en la superficie de ese mar. Leonardo Sbaraglia se sale de su registro y se apodera de su personaje, un hombre demasiado ensimismado y que se ha creado él mismo una vida para los demás, pero también un personaje sin muchos otros matices que los que se reiteran a lo largo de toda la película. Julieta Diaz en cambio en la piel de una mujer en crisis consigo misma pero también segura por primera vez quizás de las cosas que no quiere, presenta algunas otras sutilezas cuando el guion se lo permite. Marco Antonio Caponi no hace mucho y Zoe Hochbaum intenta cautivar a la fuerza desde su papel seductor y relajado pero ninguno de las dos actuaciones consiguen destacarse. Con una historia simple que solo pone en evidencia una crisis matrimonial con personajes poco identificables, luego llega una resolución tan esperable como apresurada. El final termina de hundir una película que con un mayor estudio de la psicología de los personajes o quizás un sendero más oscuro y arriesgado podría haber derivado en un resultado más interesante y atractivo. Pero la comedia ligera de la primera parte y el drama opresivo de la segunda no terminan de encastrar. Asfixiados es predecible y superficial y navega sin encontrar nunca el tono adecuado. Un guion fallido y con metáforas subrayadas (la tormenta que se avecina, el matrimonio a punto de hundirse, los personajes a la deriva) que no suman nada a una producción que deja en evidencia que su director viene del mundo publicitario. Luce un poco lindo pero también frío y calculado en su envoltorio y por dentro no hay mucho más.
“Cuando un producto esperado hace agua”. Salir enojado de una sala de cine suele ser frustrante y, como siempre, subjetivo como el arte mismo. Pero agrega un valor agregado a dicha frustración el hecho de haber esperado -vía engañoso trailer- una película que podría haber sido fuego y terminó siendo ceniza. Nada de este sayo le cabe al elenco que, tampoco sorprende por demás pero saben entregar de sí ese oficio y dignidad artística que los caracteriza. Grata sorpresa fue descubrir a Zoe Hochbaum, correcta, por cierto. Los rubros técnicos en “Asfixiados” cumplen y hasta arriesgo a decir que son la joya de la película: fotografía, FX y música que suman al relato. La dirección, entonces, contiene una inteligencia y una cierta sensibilidad a destacar. El quid radica en que la historia, con múltiples firmas, es básicamente la nada misma. No es interesante, carece de ritmo, no se llega a una resolución de un conflicto que, desde el vamos, sabemos que será nimio; y cuando trata de concluir es con sabor a poco. Agua por todos lados, como la embarcación donde la pareja protagónica, Julieta Díaz y Leonardo Sbaraglia trata de mantenerse a flote… Spoiler: la película no lo logra. Una pena.
El filme de Luciano Podcaminsky cuenta en su haber con la presencia de dos muy buenos actores que se desplazan a cuatro una vez instalado el posible conflicto, sin ellos el filme zozobraría mucho antes. Podría haberse definido entre la comedia romántica o el drama existencial, (menemista, de gente rica que esta triste), pero no termina por inclinarse para ningún lado, por lo que flota a la deriva. Presenta problemas de construcción del
Los actores Sbaraglia y Díaz hacen un excelente trabajo para dar vida a personajes que sufren las complejidades de la vida matrimonial. Pero la película es un drama íntimo y frío, con tomas aéreas con drones y una estética publicitaria que muchas veces desconcierta. A pesar de esto, logra transmitir la complejidad y la desesperación de una pareja en crisis, que intenta desesperadamente recuperar lo que han perdido.
Con mi balsa yo me iré a naufragar. El relato tiene dos puntos fuertes que hacen de la película un producto atractivo: por un lado, una premisa simple: una pareja en crisis que, queriendo desandar sus desencuentros, termina avivando el fuego para su propia inmolación. Por el otro, unas actuaciones virtuosas, sobre las que reposa gran parte del efecto dramático. Uno de los puntos interesantes de la premisa es la simetría en la construcción del conflicto: Lucía confiesa haber tomado la decisión de viajar a Europa (y de llevarse a su hija en ese viaje), sin haber consultado a Nacho. Ha dilatado la conversación sobre el tema hasta que el evento es inminente, catastrófico. Por su parte, Nacho, ha hipotecado unos capitales de la pareja en una producción televisiva, que se viene a pique, debido a la ausencia de la estrella principal que se pensaba convocar (Natalia Oreiro). Y, como su mujer, lo confiesa cuando todo ya está perdido, demasiado tarde para cualquier tipo de resarcimiento. Ambas decisiones tienen, además, la particularidad de haber sido tomadas individualmente, sin consultar al otro, que queda indefectiblemente dañado por las consecuencias, y cuyos beneficios hipotéticos que se habían proyectado, sólo beneficiaban individualmente a cada uno, no a la pareja. En otras palabras, lo que el conflicto tematiza es la ausencia de un proyecto, y –lo que empeora la ausencia- lo tardío de su enunciación. Dos elementos empañan esta premisa de inicio: por una parte, los personajes secundarios; por otra, la contextualización narrativa. En cuanto a lo primero, la pareja de amigos que acompañan a Nacho y a Lucía no desempeñan una función narrativa precisa, ni sus caracterizaciones son especialmente atractivas, como para justificar el recurso. Y de hecho, su presencia en la trama consigue únicamente distraer al espectador del centro de gravedad que es el matrimonio y su crisis interna, probablemente porque esta pareja de amigos ni siquiera tiene un conflicto propio que explotar. En cuanto a la contextualización del conflicto en el velero, anunciaba una buena decisión, sin embargo, el recurso termina decepcionando -en gran parte- por la literalidad de la metáfora (a la tempestad que amenaza a la pareja le corresponde la tempestad que ataca a la embarcación), y, sobre todo, porque el acontecimiento de la tormenta desvía el centro dramático presupuesto. En este sentido, el relato habría ganado más dramatismo, si se hubiese animado a desarrollar el paroxismo tempestuoso en un nivel psicológico.
"Asfixiados": dos a la deriva. De la maestría hitchcockiana en Ocho a la deriva a la opera prima de Roman Polanski, El cuchillo en el agua, pasando por Terror a bordo, del australiano Phillip Noyce –por nombrar apenas tres títulos muy diversos en la historia del cine–, la apuesta de encerrar a un grupo de personas en una pequeña embarcación en altamar ha rendido sus frutos cinematográficos. Más allá de la figura octogonal, triangular o de cuántos lados se desee, la ecuación suele favorecer la aparición de enconos y pactos, traiciones y empatías, además de potenciar cualquier clase de conflicto previo que existiera entre los personajes, ya sea de índole personal, social o una mezcla de ambas. Asfixiados, salto del realizador Luciano Podcaminsky al mainstream, viene a sumarse a esa lista de relatos opresivos en los cuales las condiciones meteorológicas suelen acompañar las turbulencias interiores de las criaturas humanas. La asfixia del título, entonces, señala no sólo una posibilidad literal y concreta, sino también una condición existencial que la particular situación de encierro al aire libre no hace más que elevar varios escalones. Leonardo Sbaraglia es Nacho, un productor de cine y televisión que está a punto de cerrar un delicado acuerdo con Natalia Oreiro –a quien puede verse a través de un par de videoconferencias dentro de la ficción, interpretándose a sí misma–, con la intención de protagonizar una serie de alto perfil y presupuesto. Su mujer Lucía (Julieta Díaz) hace rato que no está demasiado feliz con su profesión de dueña de un restó de categoría, y los sueños de dedicarse a la fotografía artística regresan con fuerza desde el pasado. El matrimonio, de larga data, tiene una hija a punto de dejar la adolescencia atrás, y un par de secretos que el viaje en velero terminará de poner sobre la mesa. Así se embarcan Lucía y Nacho, junto con un amigo y su nueva novia (Marco Antonio Caponi y Zoe Hochbaum), para disfrutar de un viaje de varios días lleno de sol, vino espumoso, comida gourmet y, por supuesto, conflictos a flor de piel. De más está decir que nadie parece tener problemas económicos, aunque… El guion, escrito a ocho manos, refleja con un poco de humor y no demasiada malicia las zonas grises (y también las ridículas) del nuevo rico, el esnobismo cultural y otras yerbas contemporáneas o eternas. Todo es bastante superficial y las reflexiones sobre la vida conyugal y sus miserias no superan el estadio de lo elemental, aunque las vueltas de la trama son relativamente eficaces en términos narrativos y el profesionalismo del reparto mantiene las cosas a flote. Previsiblemente, cuando la tormenta real acecha al velero con riesgo de fatalidad (y el rodaje en locación le cede el lugar al set con efectos visuales), los trapitos ya no pueden secarse al sol, tan húmedos como las olas que golpean el navío cada vez con mayor virulencia. Asfixiados es un producto funcional a sus ideas, ni más ni menos. Profesional, como solía decirse en otros tiempos de acabados técnicos menos estandarizados.
"No puedes manejar la verdad!" – A Few Good Men LOCOXELCINE REVIEWS ESTRENO DE LA SEMANA DRAMAREVIEWS Review: Asfixiados Rosario Maydanski - 23 de marzo de 2023 Asfixiados es una película argentina de drama y comedia, dirigida por Luciano Podcaminsky con guion de Silvina Granger, Alex Kahanoff y Andrea Marra. Entre su reparto cuenta con la participación especial de Natalia Oreiro. La historia trata sobre Nacho (Leonardo Sbaraglia) y Lucía (Julieta Díaz), quienes llevan más de veinte años juntos y el tiempo ha puesto una barrera entre ellos. Además de su hija y de los bienes que comparten tienen poco en común. El matrimonio emprenderá un viaje de placer a borde de un yate, junto a Ramiro (Marco Antonio Caponi) y Cleo (Zoe Hochbaum), una pareja joven y sin ataduras. Pero los que serían unos días de disfrute se verán opacados por los roces, los secretos y la inminente tormenta que acecha al barco. Es una película que en cuanto a su aspecto cómico cumple su cometido, siendo que hizo reír a la audiencia. Con respecto al guion, es sólido en el aspecto técnico, pero tiene por momentos una escritura perezosa. El clásico show, don´t tell (muestra, no digas) que se promueve en las clases de cine no siempre se cumple. Muchas veces los indicios aparecen dichos por los propios personajes de manera obvia y no necesariamente están construidos. Por ejemplo, el personaje de Nacho toma unas pastillas, acción que nos enteramos porque su esposa se lo recrimina, sin embargo, no se construye el fuerte deseo que debería tener por eso objeto y que en un momento crítico de la obra lo hace saltar a las aguas turbias por ellas. El cartel promocional profesa: un matrimonio perfecto… hasta que llega la tormenta, pero tal matrimonio nunca está construido. Desde el principio ambos protagonistas están encerrados en sí mismos, sobre todo Nacho que no tiene un vínculo con su esposa ni con su hija, por quien no se interesa. El título, en el marco metafórico, también parece querer subrayarnos y decirnos una situación que tampoco aparece. Puede haber desde el lado de Lucía un sentimiento de asfixia siendo que el secreto que esconde a su esposo es que quiere ir a Italia a una residencia artística, es decir, tiene que ver con su desarrollo personal y siente que Nacho le pondría una barrera que no le deja avanzar, pero Nacho, como buen adicto al trabajo, parece estar muy bien solo y encerrado en sí mismo. No parece importarle la opinión de su esposa y no parece que le genere un sentimiento de asfixia. Ocurre algo curioso, las sinopsis que circulan no coinciden con la película final. Allí se da una explicación al viaje, es por la celebración de los veinte años de casados, y a por qué invitan a la otra pareja, tienen miedo a la excesiva intimidad. En el corte final llevan veinticuatro años de casado y el viaje simplemente inicia. Lo vienen planeando hace un tiempo, pero la pareja no parece tener una motivación particular. Es más, Nacho preferiría quedarse en su casa trabajando. El hecho de que hubiera ocurrido por una celebración le hubiera dado no solo mayor sentido, sino que hubiera subrayado el matrimonio como conflicto. También debo hacer un comentario sobre la aparición de Natalia Oreiro en un papel secundario. Nacho es un productor y quiere que en la nueva serie que está produciendo aparezca la famosísima Natalia Oreiro, sin ella su obra no prosperaría. A nivel narrativo daba igual que fuera o no un personaje real, pero es Natalia Oreiro y parece ser no solo un gancho de la película ficticia sino de la real. No por nada está su nombre en la cartelera y es la primera imagen que aparece tanto en el tráiler como en la película. En resumen, Asfixiados es una película dramática, entretenida con momentos de humor, pero poco memorable.
Poner un grupo de personajes en un barco, y en medio del mar, suele ser motivo de tensión. El triángulo de la tristeza, de Ruben Östlund, es un ejemplo reciente, aunque hay más y mejores (pregúntenle a Alfred Hitchcock, si no). Y si se trata de parejas en momentos cruciales de la vida, los conflictos están al caer. Así sucede en Asfixiados. De un lado, Nacho (Leonardo Sbaraglia), un productor de cine y contenidos adicto al trabajo. Del otro, Lucía (Julieta Díaz), dueña de un restaurante elegante en Palermo. Ambos llevan más de veinte años de casados, son exitosos y son padres de una adolescente (Sofía Zaga Masri), una joven aspirante a escritora (ahí tenemos material para otro film). Pese a estar en proceso de cerrar un proyecto enorme y ambicioso, Nacho organiza un viaje en su velero junto a Lucía. Los acompañan Ramiro (Marco Antonio Caponi), arquitecto y amigo de Nacho, que trae a su novia, Cleo (Zoe Hochbaum). Aquellos primeros momentos de glamour y relax, donde el estatus es tema principal de conversación, evidencian un contraste claro: el matrimonio maduro, con sus vaivenes, y la parejita joven y liberal (mejor dicho, que se pretende liberal). Pero ese paraíso flotante esconde infiernos íntimos. Para empezar, Lucía tiene sus propios sueños, pero no se atreve a contárselos a Nacho, quien está desesperado por cerrar una serie porque será crucial para otros negocios paralelos. Una tormenta emocional que da pie a una de verdad. La película se apoya en la difícil relación entre esos personajes (fundamentalmente, entre Nacho y Lucía) y con eso le alcanza para sostenerse desde el inicio y originar momentos cómicos y ásperos. Es decisivo el desempeño del cuarteto de protagonistas, aun cuando Sbaraglia está en un registro diferente. El barco es un personaje más, que comparte características con los humanos: es atractivo y lujoso, pero basta conocerlo por dentro para comprobar que ni siquiera cuenta con los recursos para soportar condiciones climáticas adversas. Muy curiosa es la intervención de Natalia Oreiro como ella misma. Durante buena parte del film, y mediante zoom, Nacho quiere convencerla de estelarizar la serie que prepara. Con una impronta mediterránea, digna de las comedias dramáticas europeas (“Et Puntant”, de Charlez Aznavour, es la canción insignia del film), Asfixiados sale airosa por su elenco y funciona como sátira de la clase acomodada de esta parte del mundo.
Dicen que las crisis pueden ser una muestra de resistencia en los matrimonios. En el caso de Nacho (Leonardo Sbaraglia) y Lucía (Julieta Díaz), el paso del tiempo genera dudas, sobre todo relacionadas a la continuidad del deseo sexual y a la atracción física. Sienten que atraviesan una situación que desequilibra la relación marital, ya que diariamente florecen resentimientos de larga data y comenzaron a ocultarse cosas para no acrecentar, aún más, las rispideces. Después de 24 años de casados y con una hija adolescente, Camila (Sofía Zaga Masri), el tedio y la rutina de la convivencia afectó la unión. Con los años, la pasión se desmoronó, pero no dio paso al habitual amor profundo y el compañerismo que caracteriza a quienes están próximos a cumplir sus bodas de plata. Ambos son profesionales exitosos y competitivos. El es productor audiovisual y lo desvela llevar adelante un ambicioso proyecto con Natalia Oreiro (la mismísima Oreiro, espléndida, en una participación especial), con quien mantiene constante contacto. En tanto, ella, como empresaria gastronómica, regentea un restaurante llamado Delirio y, sin que su esposo lo sepa, toma clases de italiano online. Algo que indica su necesidad de perfeccionarse y, quizá, generar otro horizonte personal. Ante un nuevo aniversario conyugal, deciden emprender un viaje en barco e intentar recomponer el vínculo, sin darse cuenta de que, cuando entre los convivientes hay dificultades de entendimiento, los problemas acompañan junto a las valijas. A las vacaciones románticas, en embarcación de lujo, invitan a su amigo Ramiro (Marco Antonio Caponi), quien llega en compañía de su novia Cleo (Zoe Hochbaum). Esta pareja, impetuosa y ardiente, lejos de ayudarlos a recuperar el fuego perdido, serán los catalizadores del desastre. No podemos adelantar mucho más para que la sorpresa de la historia escrita por Alex Kahanoff, Andrea Marra, Sebastián Rotstein y Silvina Ganger se mantenga. Únicamente diremos que una vez en alta mar, los paisajes idílicos serán borrados por una tormenta que se avecina y que es una metáfora de lo que ocurrirá con los protagonistas. Solos y a la deriva, ¿resistirán el destino que les espera? La película, muy bien dirigida por Luciano Podcaminsky, tiene una manufactura inusitada para el promedio de las películas actuales del cine nacional. Al punto que parece una producción europea, con cuidada fotografía de Nicolás Trovato, muy buenas actuaciones y sostenido ritmo en la edición de Patricio Pena. Incluso es muy destacable que los personajes pertenezcan a una clase social de poder adquisitivo alto ya que, en general, el cine autóctono no suele reflejar con asiduidad ese mundo casi inaccesible. De todos modos, cabe reprocharle alguna debilidad en el desarrollo de la trama, surgidas de un guion que se vuelve un tanto previsible y no termina de indagar en la crisis que recorre a Nacho y Lucía. Sbaraglia, Díaz y Marco Antonio Caponi, en el mejor momento de sus carreras, se muestran comprometidos y exactos en sus roles. Aportan carnadura y profesionalismo para generar empatía con el espectador. Al lado de semejante tándem, la frescura de la ascendente Zoe Hochbaum resulta una verdadera revelación, quien hasta se anima a cantar, muy bien, Adoro, el inmortal bolero de Armando Manzanero.
Mar adentro y en la más absoluta desprotección, la embarcación a la deriva que suele encerrar a un grupo de personajes, aliados o enfrentados, empáticos o en cortocircuito, ha dado réditos a la inagotable creación cinematográfica, conformando un estilo que ha cobrado vida propia como subgénero. Ejemplos abundan, aunque no en el terreno del cine nacional, aspecto que convierte a “Asfixiados” en una de las más gratas y anticipadas novedades que arriban a nuestras salas. Dirigida por Luciano Podcaminsky (“The Back of my Mind”), esta producción de alto presupuesto, rodada en Montevideo y Punta del Este, alterna locaciones naturales y sets con efectos especiales, resultando en un producto sobresaliente. La premisa argumental nos coloca en el centro convergente de la problemática extrema que arrastra a un matrimonio, luego de veinticuatro años juntos, a punto de replantear la convivencia y su futuro como pareja. Nacho y Lucía viven, junto a su hija Cami, en una gran mansión, entre los lujos y el confort que la clase alta ostenta, acompasando lo tedioso de la rutina. Un viaje de unos días se presenta como prometedora inyección de aire fresco y energías renovadas. En un magnífico descapotable, mientras suena Charles Aznavour, deleitándonos con “Et Pourtant”, parten por la carretera, a través de un paisaje ensoñador. No estarán solos en la escapada mar abierto: los acompaña una pareja amiga, varios años menor. Detonante inmediato al quiebre que subyace, evidente. Afines al poliamor, Ramiro y Cleo viven en libertad y espontaneidad la pasión que los une; despojada de cualquier clase de encasillamiento. Se contraponen formas de concebir el amor en pareja. Para la dupla de mediana edad asoma la crisis en la cama, el efecto espejo en la flor de la juventud confronta paradigmas, despierta fantasías en traje de baño y levanta suspicacias. Terceros en discordia alimentan dudas, ¿qué tiene de atractivo el nuevo chef del distinguido restó? Hay situaciones incómodas: cuando cada polvo se convierte en un drama y los deberes de padre y madre llaman en el momento menos oportuno, el disfrute es ajeno en el cuarto de al lado. Pretextos para desencontrarse abundan, peor es enfrentar la verdad. Si es el momento de confesar alguna aventura, que sea ahora. ¿Veinte años no son nada? Cada uno hace su la suya; ‘vos sabrás, es tu vida’, se dicen mutuamente. El cielo comienza a oscurecerse y, enfrentando la tormenta en ciernes, parece la armonía haber llegado hasta aquí. Atrapados en la telaraña que alimenta la incomunicación, Lucía y Nacho intentan descifrar el sentido. El diálogo casi siempre termina mal y un secreto revelado, en el momento menos oportuno, amenaza con arruinarlo todo por completo. ¿Quién llevará el timón de este pase de facturas, calenturas, conjeturas y sacudidas? Luego del éxito de sus dos anteriores films (“Hoy se Arregla el Mundo” y “El Gerente”), Leo Sbaraglia encarna un personaje radicalmente distinto, haciendo gala de su notable histrionismo, en la piel de Nacho. Absorbido por la rutina, este productor de TV trabaja veinticuatro por siete: sumido en su propio mundo virtual, no sabe escuchar, a no ser que se trate de conversaciones laborales que mantiene a través de su celular; casi una extensión de su propio cuerpo. Leo, ocurrente hasta lo sublime y bendecido con un talento prodigioso, nos arranca carcajadas en la sala a oscuras. Pide, exige y cuestiona desde su oficina en ultramar. Es una cuestión de principios que las cosas se hagan a su tiempo y manera. Todo lo encasilla; las etiquetas a través de las cuales ve el mundo son las que codifican su noción de realidad, para que todo cobre sentido, siempre y cuando no lo obnubilen la bebida y las pastillas. Sube a cubierta, atiende el llamado del timeline laboral que no espera. La superestrella a la que corteja no puede decir que no. Un writer’s room lo respalda. Tambalea la producción, naufraga en proa la serie. Pero no, no todo está perdido. Díganselo a Francis Ford Coppola en “Apocalypse Now” y aquella producción desmesurada, caótica e improbable. Cuatro años después de su último protagónico en cine (la excelente “La Forma de las Horas”), la brillante Julieta Díaz retorna a la gran pantalla dándole vida a Lucía. Ella es una mujer de mediana edad en descontento con el rumbo de su vida y su vida de pareja. Y sueña con hacer de la fotografía una forma de vida; también sabe cantar aunque su compañero la desprestigie. No obstante, tímidamente, acompaña como segunda voz en “Adoro” de Armando Manzanero. ¿Qué pasa por la mente de Lucía? Su mirada luce ausente, su semblante deja ver descontento. La apatía se filtra a través de su ser, y es imposible ocultarlo, aun tras sus gafas de sol. Alguna vez fue tapa de revista…pero eso fue hace muchos años, dice. Mérito del amplio registro interpretativo de la enorme Julieta, Lucía desdibuja su sonrisa, completamente ajena a la dinámica diaria que la circunda. Está allí, ¿pero adónde en realidad? El oleaje la marea. En busca de la cresta, presta a tomar velocidad y con la o de destino en sus manos, resguarda un deseo hecho de postergados anhelos. “Asfixiados”, nutriéndose de tonos de comedia de humor negro y una concepción estética que recuerda a films de corte vanguardista europeo, registra pormernores de relaciones amorosas y la toxicidad que envuelve a un vínculo de dos claramente fracturado. ¿Somos equipo se trata de una performance individual? ¿Qué es amor y qué narcisismo? Táctica y estrategia infalibles con tal de colocar a su par contra las cuerdas, Nacho recurre a la manipulación y al egocentrismo. Maquiavélico, abunda lo que suele ocurrir cuando un vínculo se agrieta en desconfianzas. Llueve sobre mojado, hay síntomas que estandarizan modos de interactuar y competir. Lucía, con acierto, advierte sobre ciertas frases hechas que coartan la evolución personal. Allí, la película ejerce una inteligente mirada acerca del rol de la mujer en la sociedad y el derecho a la propia realización personal. La pareja va a los tumbos, aun con el infinito cielo sobre ellos; la condición los ha vuelto asfixiantes. Irremediable y cotidiano. La silueta del sol desaparece en el horizonte. La propuesta se refuerza en impecables rubros técnicos, en donde destaca la fotografía de Nicolás Trovato. Zoe Hochbaum y Marco Antonio Caponi resultan dos aciertos a la hora de erigirse como personajes secundarios que fungen como elemento disruptivo en la trama, mientras que Natalia Oreiro, en participación especial haciendo de sí misma, completa el reparto de un film cuya banda sonora está compuesta por el histórico Cachorro López. “Asfixiados” sabe sacar partida de su anunciada tempestad a la vista. A babor y estribor, explorando las raíces del conflicto, el guion escrito a ocho manos (Silvina Granger, Alex Kahanoff, Andrea Marra y Sebastian Rotstein) recurre a metáforas reconocibles para reforzar la idea: entre los pliegues de las sábanas en donde Nacho y Lucía se recuestan es más lo que envejece que lo que amanece. Pero el cine, que sabe de finales felices y heroicos rescates bajo la furia de las aguas agitadas. Nuevamente, sabrá inspirar el reencuentro en medio de la desolación. Las luces del día asoman a lo lejos, junto a la orilla aguarda un puerto adónde amarrar…
ESCENAS DE LA VIDA CONYUGAL EN ALTAMAR Así como Homero Simpson decía que le gustaban “la cerveza fría, la tele fuerte y los homosexuales locas, locas”, a buena parte del cine nacional le gustan “los burgueses malos, malos”. Malos, horribles, desaprensivos, desamorados, frustrados, que ni coger pueden. Es verdad que se trata de un diseño que excede a la cinematografía argentina y se replica en el mundo, como una suerte de relectura actual de lo que expresaba el cine de los 60’s y 70’s, que era una forma de respuesta a un prototipo de sociedad conservadora de la post-guerra. Claro que aquel cine también ejecutaba su discurso como contracara -incluso- de un cine adocenado e industrial, lo que repercutía en aspectos formales y en los modos de representación. Hoy, por el contrario, ese cine que pretende discutir un status quo social lo hace con las formas del discurso imperante, publicitario. Contradicción que no tiene una segunda lectura irónica, sino que se corresponde con métodos de producción que no son otros que los de la sección más aburguesada de la industria cinematográfica. Asfixiados, de Luciano Podcaminsky, es una ejemplo de este cine. Una propuesta estilizada, en la que sobresale mucho más el diseño de producción que aquello que tiene para decir. Por lo tanto, el ruido, la tensión, la rugosidad de un texto repleto de maltratos y padecimientos entre una pareja de alta sociedad -él productor de cine y series, ella frustrada artista que tiene un restaurante de alta cocina-, se pierde en la incertidumbre de una película que busca incomodar pero termina acomodándose en las formas de un relato pseudo-mainstream que encapsula sus temas y conflictos en estructuras reconocibles para el espectador, cercanas a un psicodrama de esos que suelen estar inspirados en obras de teatro. El mundo montado en Asfixiados es tan irreal y artificial, que no hay un verdadero riesgo para el espectador puesto que no lo interpela. Por el contrario, lo deja en el cómodo lugar del que mira la desintegración del otro, en este caso el matrimonio que interpretan Leonardo Sbaraglia y Julieta Díaz. Si por un rato la película funciona, en esa escalada de maltratos solapados con algo de humor mordaz, es porque Sbaraglia y Díaz tienen oficio, y porque el espacio (el yate es una figura recurrente en muchas películas) aporta una fricción que promete siempre la cercanía del thriller. Podcaminsky juega con esa tensión, y con otras de carácter sexual, pero la apuesta se le va en la sugerencia y en una concreción que no llega. Así, la película se va disgregando y abrazándose a una serie de metáforas y simbolismos que vuelven el último acto un poco bochornoso, en el que incluso las actuaciones -hasta ese momento bastante sólidas- comienzan a hacer ruido. Asfixiados apuesta por un crescendo que respalde la elección del título, pero redunda en un agotamiento de la fórmula elegida. No quiero decir, dado el marco, que naufraga a la deriva, pero un poco es así.
Leonardo Sbaraglia y Julieta Díaz en una película que naufraga La película, que transcurre en su mayoría a bordo de un velero de lujo, está dirigida por Luciano Podcaminsky y escrita por Alex Kahanoff, Andrea Marra, Sebastián Rotstein y Silvina Ganger. Asfixiados (2023) se sitúa a medio camino entre el drama existencial burgués y la comedia romántica pasatista hecha para plataformas. No logra alcanzar ni la profundidad intelectual de la primera ni el ritmo y la diversión de la segunda. El problema principal radica en que no se define claramente qué tipo de historia se quiere contar ni con qué tono hacerlo. La trama sigue a Nacho (interpretado por Leonardo Sbaraglia) y Lucía (Julieta Díaz), una pareja de empresarios argentinos que se embarcan en un viaje en velero en el que se presentan todas las tensiones de su matrimonio tras 24 años juntos. El punto de partida es una noticia que Lucía tiene que dar y sabe que Nacho no recibirá bien. Ramiro (Marco Antonio Caponi), amigo de Nacho, y Cleo (Zoe Hochbaum), su nueva y exótica novia, también se unen al viaje, y funcionan como contrapunto a la pareja protagonista. La estructura narrativa de la película traslada la crisis matrimonial al medio del mar, presentando el viaje en barco como metáfora de la relación. La idea es interesante y efectiva, tal como lo hizo Titanic (1997) con la historia de amor imposible. ¿Por qué no podía hacerse algo similar con el relato de reencuentro amoroso de una pareja? El problema es que Asfixiados no decide por cuál terreno transitar. Aunque la comedia romántica con una cuota de drama es un género recurrente para el público local y atractivo para las plataformas (la producción cuenta con el apoyo de Star+), el film hace hincapié en los problemas profesionales, económicos y existenciales de la pareja. Él es un productor exitoso que apuesta todo por una serie con Natalia Oreiro (quien aparece brevemente), mientras que ella está cansada de dirigir su propio restaurante. Estas problemáticas tienden más hacia el drama asfixiante de un film de Antonioni o las argentinas S.O.S. Ex (Andrés Tamborino, 2008) o El pampero (Matías Lucchesi, 2017); que hacia la comedia de enredos que intenta ser, con secretos que se revelan y catarsis de los personajes. El tono elegido no proporciona el marco adecuado para desarrollar efectivamente ninguno de los dos géneros, dejando a esta producción atípica (que presenta puestas de sol publicitarias como si estuviera filmada en Capri) en un divague narrativo constante, como el velero en el océano.
Una pareja profesional en crisis con más de 20 años de casados parte en yate con pareja mucho más joven. Y en algún momento, aparece la tormenta que los deja en problemas físicos, más allá de los ya evidentes problemas emocionales. La comedia dramática funciona pero pretende abarcar demasiadas cosas y tonos, desde la comedia de costumbres hasta el suspenso. Un concurso actoral con buenas performances, pero al que le sobra algún lugar común.