El film del director cordobés se destaca por la gran interpretación del actor argentino como un astro de la escena musical en el ocaso de su carrera. Bandido (2021) cuenta la crisis existencial del cantante Roberto Benitez (Osvaldo Laport) quién transita una vida aburguesada sin motivaciones personales. Es interesante la elección de la puesta en escena de la película que, desde la primera imagen, nos ubica en el ámbito privado de la estrella pública. La cámara sigue de cerca al protagonista. Lo vemos de perfil con la mirada baja mientras le hablan, en estéticos planos picados y/o contrapicados, o de espaldas al público sobre el escenario. Una actitud que cambia con el devenir de la trama, cuando el cantante decide salir de su zona de confort y elegir qué luchas dar. Roberto se encuentra en soledad, rodeado de músicos y su manager (Juan Manuel Lara), único vínculo de confianza, viajando de un show a otro. Se lo ve cansado y dispuesto a retirarse de los escenarios. Una noche un hecho fortuito cambia su vida. Un asalto en la ruta donde le roban su auto, teléfono y documentos, lo deja acéfalo de lo material y, paradoja del destino, se ve obligado a reencontrarse consigo mismo. Resulta atractiva la decisión de Luciano Juncos (La laguna, 2013), quien escribe el guion junto a Renzo Felippa, de no construir un relato meramente existencial. Porque si bien se trata de una historia de búsqueda de identidad, elige representar el cambio del protagonista con acciones concretas que expresan sus deseos. En ese evento casual -el robo- aparece lo causal, al involucrarse en la lucha de un barrio marginal por evitar la instalación de antenas de telefonía celular junto a Pancho (Hernán Alvarellos), un bandoneonista de sus primeros años en la música, comprometido con su gente en la causa. Si bien la película incorpora demasiados temas que parecen desviar el eje de la historia, logra que nos compenetremos con el drama del personaje y transitemos el cambio junto a él. Esto es posible gracias a la gran actuación de Osvaldo Laport -que se debía en cine-, ya que en su mirada melancólica está la premisa de la película: la postura del hombre frente al devenir.
“Bandido” de Luciano Junco. Crítica. Gran apertura de uno de los festivales de cine más importantes del país. Francisco Mendes Moas Hace 5 horas 0 5 Vuelve el BAFICI, vuelve el cine, recitan las publicidades. Las boleterías ya comienzan a imprimir sus entradas y las salas se vuelven a llenar. Inaugurando el festival, se proyectará la película cordobesa “Bandido” de Luciano Junco. El actor Osvaldo Laport se pone en la piel del cantante de cuarteto Roberto Benítez. Demostrando el lugar que ocupa el arte en las luchas populares. El Bandido es un cantante de música popular transitando los últimos rounds de la vida. Pasado su momento de gloria, se encuentra desilusionado y con intenciones de dejar de hacer lo que mejor sabe hacer, cantar. Tras sufrir el robo de su auto, unos vecinos de la zona acuden en ayuda del cantante. Entre ellos está Ruben, un amigo de la infancia. Recordando viejos tiempos, poco a poco la chispa de la pasión musical se vuelve a encender. Una de las grandes virtudes de la película es la elección del protagonista. Laport interpretando a un latin lover, portador de un rostro atravesado por arrugas, una belleza de otra época, cuasi rústica. Su vida ya se encuentra realizada, no tiene ninguna necesidad, pero tampoco ninguna meta. Un desencanto por la vida, por su profesión, la llama que lo llevó al estrellato se encuentra casi extinta. Al menos hasta reencontrarse con Ruben, su amigo de la infancia, que parece su antítesis. Para Ruben la música es un modo de vida, al contrario de el Bandido quien la usó para vivir. Los amigos se reflejan el uno en el otro y logran ver la persona que pudieron haber sido. De todas maneras ninguno se arrepiente de las decisiones tomadas. Una gran manera de comenzar un festival de cine. Con una trama que en algunos momentos espesa su desarrollo, pero enseguida retoma por buen camino. “Bandido” de Luciano Junco, nos presenta uno de los mejores papeles de Osvaldo Laport y una película de una técnica acertada. Y para quienes no puedan verla en el BAFICI, estará disponible en la plataforma Cine.ar.
Un hecho fortuito se transforma en el disparador de una serie de cambios importantes en la vida de Roberto Benítez, un cantante de música popular que se siente claramente en el ocaso de su carrera. Lo asaltan en una oscura circunvalación de las afueras de la ciudad de Córdoba y de ahí en más se le armará un mapa nuevo: se producirá el sorpresivo reencuentro con un viejo amigo músico con el que no tenía contacto hace un buen tiempo, iniciará una relación de complicidad con un joven involucrado en el robo de su automóvil y una desarrollará una visible empatía con un grupo de vecinos, liderados por un sacerdote muy comprometido con su comunidad en una lucha para evitar que una poderosa compañía de celulares instale una antena de grandes dimensiones que parece peligrosa para la salud de todos. Osvaldo Laport interpreta con sensibilidad al artista en declive, aportándole al personaje un trabajo corporal, gestual y un tono de voz que lo define y lo hace verdadero y entrañable. Es imposible no entender su compromiso en el reclamo, su disfrute del acercamiento de una hija con la que tiene una relación tierna y caracterizada por la franqueza, y también la disputa amarga que establece con su manager español de toda la vida. La película tiene un humor ligero y una nobleza que disipa el peso de cualquier objeción que pueda formularse por sus formas más bien convencionales, que no le impidieron ser seleccionada para la apertura del Bafici.
El detrás de un artista de música popular contado con poesía y sensibilidad, por recobrar antiguas pasiones olvidadas. ¿Que hacer creativamente cuando se logró todo? Ese recorte artístico es el que recupera la película: el proceso interno que atraviesa un artista para reencontrarse con su arte e inspiración para volver a cantar. Reflexionar sobre que le sucede a un artista sobre el escenario y en el contacto con el público, también indagar en su reverso, en el detrás de escena de aquello que no podemos ver. Las crisis en la madurez de una carrera musical, en donde un ídolo masivo se replantea si seguir o no con su trayectoria. “Bandido” visibiliza una historia de regresos y vuelta al ruedo luego del momento de gloria que parece haberse esfumado. Esas postales de ocaso que al cine le gusta tanto retratar, encontrando en ese crepúsculo un romanticismo que siempre deja abierta la posibilidad de un enésimo resurgir.
Bandido le pasa tan por arriba a la idea del cine que existe en Argentina que parece un milagro que se haya filmado una historia así fuera de la edad dorada del cine nacional. Su idea de los personajes y la historia que cuenta reflejan una mirada del cine más trascendente que la habitual miopía de un cine argentino, casi siempre preocupado por el revisionismo histórico a la moda de cada época y de una falta de sofisticación digna de la lectura de un diario en un bar. Bandido es una historia con un gran personaje. Roberto Benítez, cuyo nombre artístico es Bandido, es un cantante popular que adivinamos ha dejado atrás su mejor momento. No ha fracasado en su carrera artística, pero en su ocaso descubre que ya no quiere cantar más. Está cansado, desmotivado, sin rumbo. No es un personaje sórdido ni siniestro. Es simplemente un hombre que ha perdido las ganas. Mientras está preparando un disco con sus grandes éxitos, Roberto no termina de encontrar la salida del laberinto en el que se encuentra. Pero entonces surge una oportunidad inesperada. Una noche lo asaltan al pasar con su auto por un barrio pobre y el azar lo termina reencontrando con un viejo amigo, también músico. Conoce allí a un grupo de personas que tienen muchos problemas, pero uno puntual: Una antena será instalada en el medio del barrio, atentando contra la salud de los ciudadanos. Como ocurre en esta clase de historias, ayudarlos tal vez sea la manera de encontrar él mismo la respuesta que estaba buscando. Bandido no es una película política, es una película sobre una nueva oportunidad. Sobre recuperar las ganas de vivir y encontrarle sentido a las cosas. La película arranca con un recital y termina con un recital. De la melancolía a la alegría. Nunca se respira un aire solemne, nunca se cargan las tintas. Tampoco hay tragedia ni lugares comunes, como bien lo muestra la relación luminosa que tiene Roberto con su hija. Si se hubiera filmado en Estados Unidos pensaríamos en comparar la estructura del film y su protagonista con algunos títulos de Clint Eastwood. Salvando las distancias, claro, pero no siendo exagerados en la comparación de ideas. Se parece a muchos otros relatos de segunda oportunidad o de veteranos que buscan recuperarse en una última gran batalla. Pero como se filmó en Córdoba eso nos lleva a creer que es un film argentino más. No lo es y se nota desde lejos. Osvaldo Laport, por otra parte, no podría estar más perfecto en este rol que parece hecho a su medida. Su sobriedad actoral y su capacidad de jugar para la película y no para su lucimiento son dignos de mención. En su trabajo una vez más Bandido refleja otra manera de hacer cine, diferente a lo que vemos acá. Ojalá hubiera más actores así en el cine nacional.
Bandidos ¿El festival que depende de la Secretaría de Cultura de la Ciudad se abre con una película populista? Ehhhh, pare la moto, compañero. Una cosa es lo que parece ser, otra lo que es. Bandido venía con un fuerte boca en boca, referido a la actuación de Osvaldo Laport. Confirmado: el ex galán de telenovela está excelente en la piel de Roberto Benítez, conocido por el nombre artístico de Bandido. Benítez es un ex ídolo de la canción, que está más hecho pelota que el Diego en los últimos tiempos. Pero no porque esté gordo como un barril o no pueda hablar. A los 50 y pico, Bandido atraviesa una de esas depresiones que no te permiten levantar los ojos del piso. Aunque no lo verbaliza, es obvio que se siente terminado. Se supone que un cantante melódico, al estilo 70’s/80’s (aunque eso no está muy claro y los números no darían, pero no importa), Benítez es consciente de ser un dinosaurio. Los raleados contratos en clubcitos de provincia parecen confirmarlo. Todavía tiene sus fans (hasta Camilo Sesto o Johnny Tedesco los/las tenían, un fan no se le niega a nadie), pero firma autógrafos como un autómata, sabiendo que eso no quiere decir nada. El hecho es que la voz (o el ánimo) no le da para cantar ni el tema más elemental, y su representante cuenta los ingresos en billetes de a cien. Roberto (el nombre es el mismo que el de Sandro, claro) tiene una buena casa en un barrio privado, producto de aquellos tiempos. Una tarde cuando vuelve a casa, con el ánimo por el piso, encuentra en la cama a su hija Vicky que acaba de romper con su pareja y busca refugio en lo de papá. Papá se lo da, chocho de la vida: Vicky es de los pocos afectos auténticos que le quedan. ¿Suena sensiblero? El opus 2 del cordobés Luciano Juncos (la primera fue La laguna, en 2013) apela, en efecto, a los buenos sentimientos, cuando su ópera prima optaba por un aire de misterio tal vez místico. ¿O es que Bandido especula con los buenos sentimientos? Esto queda a cargo de cada uno. A mí me parece que sí, por la forma en que una pieza encaja perfectamente con la otra, en una especie de perfecto Mecano sentimental. Cuestión que además de encontrar a la nena en casa, Roberto reencuentra también a su viejo amigo y compañero de correrías el Pancho, que aparece como un enviado del cielo (o del guion) en su peor momento. A Roberto acaban de afanarle el auto a punta de pistola unos pibes chorros, le dan una mano unos vecinos solidarios (“el pueblo es lo mejor que tenemos”, generalizó uno) y ahí pinta Rubén, ex acordeonista y violinista de los tiempos en que Bandido lideraba un grupo de ¿cuarteto cordobés? ¿No era cantante melódico? Bué, ponele. Cuestión que el barrio en el que lo acogen en la mala viene librando una de esas batallas entre la gente noble y las empresas malas, que tanto “garpan” en términos de gusto del público. En este caso se trata de una torre de telefonía móvil que una corporación anónima le quiere encajar al barrio humilde. Aunque no sea tan conocido (en este sentido la película de Juncos cumple una bienvenida función didáctica), está comprobado que estas torres emiten radiaciones perjudiciales para la salud, por lo cual deben ser instalada lejos de los centros poblados. Para combatir a la corpo, la gente buena del rioba no hace una marcha sino que una organiza una fiesta popular, uno de cuyos números podría ser… ¿Bandido? Pero claro, hombre, faltaba más. De esa forma tenemos todas las bazas cubiertas: Bandido se reencuentra con su pueblo (y por ende consigo mismo) y con su viejo compañero de banda, se hace amigo del pibe que le afanó el auto (¡!), y al mismo tiempo el pueblo se manifiesta contra la corpo. Hasta acá tendríamos una dosis de populismo básico, que también permite cubrir un par de bazas simultáneas: vuelve a la película “querible” y teniendo en cuenta que fue la apertura del Bafici convierte al festival de la Ciudad en evento no macrista, sino populista. ¡Bingo, my man! Hay un problema, o hilacha a la vista, o acto fallido, o arrugue de barrera: en su alocución popular, el Pancho, que es el referente del rioba, “denuncia” a “esas grandes empresas que por ái hacen cosas buenas, pero a la vez nos envenenan”. ¿Cosas buenas? ¿Cuáles serían las cosas buenas que hacen esas grandes empresas? ¿Envenenar a la población? ¿O envenenan por un pequeño “exceso”, como los milicos del proceso, pero en el fondo tienen buenas intenciones? ¿Será una de esas empresas la multinacional Dupont, que al año 2009 produjo 200 cánceres en las afueras de -justamente- la ciudad de Córdoba (link)? ¿Qué pensarán los activistas anticontaminación del barrio cordobés de Ituzaingó ante este speach del macanudo Rubén, representación misma del “alma popular”? ¿Estarán de acuerdo los padres de cientos de chicos nacidos con malformaciones en las provincias del Chaco, Santiago del Estero y Misiones, con la idea de que las empresas que envenenan a la población “por ái hacen cosas buenas”? Ay, no ái. Así se abrió el Bafici 2021: con una película que sobreimprime la fórmula “veterano ídolo popular back again” (que supo de un exponente mucho menos calculado, El cantante, protagonizada por Gérard Depardieu) con el populismo demagógico de más (im)puro cuño, al estilo El dedo en la llaga o Luna de Avellaneda. Ya se sabe que hasta los festivales más elitistas tratan de empezar con películas “para todo público”, sobre todo si son protagonizadas por actores populares, cuestión de tener buena cobertura en todos los medios. Los medios populares, ¿viste? Clarín, por ejemplo, el diario de mayor tirada y una empresa que por ái hace cosas buenas.
Crítica publicada en YouTube.
Osvaldo Laport se luce como un cantante popular en decadencia que se encuentra ante una nueva oportunidad en su vida en esta película cordobesa que será la apertura del BAFICI el miércoles 17 y se estrenará en el cine Gaumont (y en la plataforma Cine.Ar) el jueves 18. Película de apertura del festival de cine y estreno comercial al día siguiente, este film de origen cordobés protagonizado por Osvaldo Laport propone una mirada tierna, melancólica y socialmente comprometida sobre la vida de un veterano cantante de cuarteto que está ante una crisis personal que es, a la vez, una oportunidad para recalcular su futuro. Con un tono amable, interpretaciones sólidas y un tono de sencilla comedia dramática que consigue exactamente lo que parece proponerse, BANDIDO cuenta una buena historia acerca de las vidas de los músicos populares cuando llegan al que parece ser el ocaso de sus carreras. Laport encarna a Roberto Bénitez, más conocido como el «Bandido» que le da título al film, quizás con alguna claridad ligada a su propia relación con la fama. Gran estrella de telenovelas desde los años ’80 a mediados de los 2000, seguramente el actor tiene para sacar de su propia historia muchas de las sensaciones y vivencias de su personaje, un músico que supo ser muy famoso pero que hoy continúa con su carrera un poco de memoria, sin ponerle demasiada pasión, casi por obligación y fuerza de los contratos de turno que le consigue su manager español (Juan Manuel Lara). Si bien tiene un buen pasar económico y una amable relación con su hija adulta, Bandido parece un tanto abatido por la vida, desapegado de todo. Encima, una noche un grupo de adolescentes le roba el auto en medio de una avenida y la situación lo lleva a terminar en la casa de un cura, que lo ayuda a salir del mal paso. Estando allí se topa, de casualidad, con un viejo amigo de la juventud, músico también, que hace mucho no ve. Y a partir de ese encuentro se le posibilitará, mediante la invitación a participar de un evento a beneficio, una segunda chance de darle sentido a su presente. Juncos procede a partir de un guión clásico, con oposiciones muchas veces vistas, pero gracias al tono despojado y cercano que plantea logra darle una impensada fuerza a lo que sucede. Hay una celebración de lo humano, de las amistades y del reencuentro con el mundo «real» que el director traduce muy bien en escenas y situaciones verdaderas. El otro gran responsable de que esta fórmula funcione es el propio Laport. Si bien su personaje tiene más aspecto y presencia de cantante melódico que de ídolo de la bailanta, el actor uruguayo construye a «Bandido» sin altisonancias ni momentos de «alto dramatismo» al uso. La suya es una composición interior, precisa y creíble, que logra que el espectador entienda las emociones que va atravesando del principio al fin de esta pequeña aventura. BANDIDO no se propone revolucionar el género ni nada parecido. Los arcos dramáticos de los personajes y los giros narrativos de la historia se han visto muchas veces, pero el tono asordinado que usa Juncos –uno que hace recordar también a EL ULTIMO ELVIS— permite darle al film una fuerte credibilidad. De algún modo, lo que ayuda a Bandido a lidiar con su crisis es pensarse a sí mismo en contexto, verse no ya como una estrella alejada o alienada de sus fans sino como alguien que puede conectarse con ellos y con sus amigos desde un lugar más directo y hasta socialmente comprometido. En este marco político, que la película de apertura del festival de cine porteño sea una cuya «lucha» tiene que ver con defender a los vecinos de un barrio frente a una gran empresa, no deja de tener su sabor un tanto irónico.
Luciano Juncos, que además de dirigir este film co-escribió el guión con Renzo Felippa, muestra el mundo de un cantante, un cuartetero, la película se filmó en Córdoba, que está en crisis con su profesión. Como tantos casos de famosos que conocimos, es un hombre hastiado de actuaciones muy seguidas, de largos trayectos en micros con pocas comodidades, de tener su vida manejada por un representante que le “soluciona” todos los problemas y que la mayoría de las veces no lo escucha. Es un hombre solitario, de buen pasar, en crisis. Un circunstancia especial lo reconecta con sus orígenes, con los amigos del pasado, con un cura comprometido, con una causa social barrial, con ese sabor de los comienzos de su carrera, ese paraíso perdido. El reencuentro con ese paisaje recuperado tendrá inconvenientes, rebeldías y rescates. Osvaldo Laport es un protagonista muy bien delineado, en uno de sus mejores trabajos. Lo acompaña el buen actor español Juan Manuel Lara y un sólido elenco. Juncos logra buenos climas, retrata con profundidad a ese cantante en el límite de sus fuerzas y lo enlaza con una realidad de lucha y carencia que fusiona con certeza.
"Bandido": el ídolo cansado. El director cordobés Luciano Juncos propone una historia amable y bienintencionada que intenta complacer a la mayor cantidad de espectadores. A Roberto Benítez, conocido por sus admiradores y admiradoras (sobre todo estas últimas) como “Bandido”, la profesión de cantante popular le pesa en el cuerpo y el espíritu. La enésima entrada al escenario, luego de una mirada en el espejo que dice mucho, va acompañada de una cruz invisible. El prólogo de Bandido, largometraje del cordobés Luciano Juncos que acaba de inaugurar el Bafici, anticipa sin palabras lo que el protagonista verbalizará casi de inmediato, ante un mánager de toda la vida azorado: después de la grabación del nuevo disco y la gira correspondiente el artista tiene decidido abandonar el micrófono, tal vez para siempre. Interpretado por un Osvaldo Laport taciturno y a punto de quebrarse, el Bandido de la ficción retrata esa etapa en la carrera de tantos músicos reales en la cual el pasado adquiere la forma de una sombra enorme que todo lo envuelve, obturando la posibilidad de un futuro. Poco se sabrá de las glorias pretéritas y, más allá del grupo de mujeres que lo acecha luego de los recitales, muchos no logran reconocerlo en la calle. Relato no tanto de caída y redención como de reinvención, el film de Juncos –director de La laguna (2013)– usa un giro de la trama aparentemente trivial como soporte de las tribulaciones y mutaciones del protagonista. Un robo en la circunvalación de acceso a la capital cordobesa lo deja de a pie, ayudado por un habitante de la barriada al cual todos llaman “el sacerdote”. Casualidad causal, el vecino que lo ayuda a llegar a la comisaría más cercana para hacer la denuncia es uno de sus viejos amigos, un colega de los años 80, de cuando Benítez comenzaba su carrera en clubs de barrio y sociedades de fomento. Tiempos de cuarteto, antes de deslizarse a las arenas de la canción melódica e ingresar a la industria discográfica. Casualmente también, una empresa de telecomunicaciones intenta instalar en el centro del barrio una antena que, dicen, puede tener consecuencias graves en la salud de los vecinos, ante la indiferencia de la municipalidad y los medios. El lector avispado imaginará lo que sigue: el compromiso con una causa que despierta la pasión de un hombre al borde de la indiferencia ante todo y todos, incluido él mismo. El ídolo cansado tiene una oportunidad para volver a brillar con luz propia. Condimentando el drama con toques de humor ligero, el guion de Juncos y Renzo Felippa no pretende reinventar la rueda y despliega sus tópicos e intereses transitando caminos ya probados, apoyado en la presencia de un Laport creíble y un rosario de papeles secundarios que rozan el estereotipo sin terminar de caer por completo en él. Es el tipo de historia amable y bienintencionada que intenta complacer a la mayor cantidad de espectadores, y se agradece que la demagogia asome la nariz sin dejarse ver del todo.
La película apertura del BAFICI de este año (que puede disfrutarse tanto presencial como virtualmente), es una historia sencilla e intima que retrata el ocaso de un artista popular cordobés que luego de sufrir un hecho delictivo, se encuentra con un añorado amigo y a la vez, con una faceta de él mismo que hará que sus pareceres y decisiones tomen un rumbo diferente. Luego de un concierto en el que no parece cómodo con lo que le pasa, el reconocido “Bandido” Roberto Benites , protagonizado por Osvaldo Laport, quien lleva a cabo una labor de interpretación notable, toma la decisión de ponerle una pausa (quizás definitiva) a su carrera. Si bien su representante no parece demasiado feliz con esa decisión, pues claro, ve su propio beneficio, la decisión parece estar tomada. El hecho delictivo que sufre Roberto lo tropieza con un viejo amigo músico y una realidad muy distante a la suya que lo moviliza de forma tal que sus intereses se abocan a un nuevo conflicto que tiene lugar en un barrio humilde de Córdoba. Luciano Juncos construye un relato simple, pausado, que pone el foco en los matices, historias y motivaciones de sus personajes. Con un guión muy sólido “Bandido” se disfruta de comienzo a fin. La historia no solo al cuenta lo que le pasa en su fuero interior a este cantante un poco harto de la fama, y con más deseos de volver al tiempo atrás donde lo que importaba era la música, los sentimientos y el espíritu de fiesta más que los contratos y las relaciones públicas, sino también que trata temas no menores como el uso de los políticos de las figuras populares y las decisiones que se toman dentro de una comunidad para afectar a los más débiles en beneficio de los poderosos. Sutil e inteligente, “Bandido” es una buena opción para disfrutar en cines (ahora en BAFICI, luego del festival en salas) y también desde la comodidad de casa (disponible en CINE.AR TV y CINE.AR PLAY). ¡Bravo por el cine argentino!
El segundo largometraje de Luciano Juncos fue la película seleccionada como la apertura del BAFICI 2021 al mismo tiempo que logró un estreno limitado en algunas salas comerciales. El film protagonizado por Osvaldo Laport, no trae nada nuevo al universo de «personajes en decadencia en busca de alguna motivación» pero logra construir un relato prolijo, bien encarado y de aquellos que complacen al público con sus fórmulas ya probadas. El largometraje se centra en la vida de una estrella de la música popular conocida artísticamente como Bandido (Laport). Un día durante una de sus giras por el interior del país, el cantante manifiesta su cansancio y una crisis profesional ante su representante que busca seguir exprimiendo económicamente a su artista. Estancado, viviendo melancólicamente del pasado y el éxito alguna vez alcanzado, Bandido atraviesa por una situación inusitada que lo hará rencontrarse con viejas amistades y con un propósito que probablemente lo encause nuevamente en un camino para reencontrarse consigo mismo. La película dialoga mucho con la sugerencia y las cuestiones insinuadas, algo que en esta época de relatos comerciales que buscan sobreexponer las temáticas de las obras para brindar un entretenimiento vacío y pre digerido, se agradece bastante. La ficción y la realidad entrecruzan sus caminos con este paralelo entre Bandido y Laport, que a sus 64 años ya no goza del éxito que tuvo en el pasado como galán de telenovelas y producciones televisivas. Es por ello, que resulta ser una decisión acertada en cuanto al phisique du role, y que a nivel interpretativo se lo nota lo suficientemente contenido como para cumplir su tarea de forma más que atinada. Sí, hemos visto infinidad de veces la historia del artista en busca de la segunda oportunidad, la redención o incluso una nueva motivación que dé algún indicio de lo que alguna vez fue, y «Bandido» probablemente no haga la diferencia en ese aspecto, pero sí lo logra en contar una historia pequeña, pero de forma eficaz, con un conflicto bien planteado y con un personaje sólidamente definido. Probablemente nos vengan a la mente muchos relatos similares, e incluso en el ámbito nacional tenga más de un punto de contacto con «El Último Elvis», pero «Bandido» se destaca por su falta de pretensiones y por sugerir esa melancolía con sutileza, apelando a la emotividad del público sin golpes bajos, aunque puede que sí con algún toque demagógico (pero bien intencionado) en cuanto a su trasfondo social en su segunda mitad. «Bandido» fue la película seleccionada para la apertura del 22° BAFICI y se puede ver de forma online hasta el día de hoy.
Tocando fondo "La nueva película de Luciano Juncos es una versión apta para todo público con tintes de comedia sobre el desgano y la pérdida de pasión por lo que uno hace a determinada edad. Sentimiento encarnado por un sorprendente Osvaldo Laport quién de tanto en tanto se deja aparecer en la gran pantalla." Bandido (2021) Roberto Benítez (Osvaldo Laport), conocido artísticamente como “Bandido”, es un cantante de música popular que, pasando la mediana edad entra en una crisis estética y su carrera se estanca. Bandido es víctima de una situación delictiva y unos vecinos acuden al lugar para ayudarlo, entre ellos Rubén (Hernán Alvarellos), un viejo amigo que lo acompañó en sus primeros años de carrera. Bandido tendrá en su horizonte una nueva oportunidad de encontrarse consigo mismo y con su más anhelada pasión. No se puede hablar de Bandido si no se empieza hablando por Laport. Porque su elección de casting, si bien muy acertada desde el psique du role, resultaba muy curiosa e intrigante. Y pese a todo, supo estar a la altura de las circunstancias. Componiendo un personaje abatido, melancólico y que habla en un registro de voz muy por debajo de sus coprotagonistas (a veces casi inaudible). Quizás en algunos momentos, por ejemplo cuando canta, está exagerado su desgano o se lo nota un poco duro en la exclamación de ciertos diálogos, pero todo es perdonable dentro del contexto de la película. Su elección es también muy interesante, por los paralelismos que se pueden trazar entre el personaje y el actor en la vida real. Respecto al guion, (Renzo Felippa & Luciano Juncos) podemos decir que, si bien desde el primer acto el relato parecería perfilarse hacia lo obvio y ya visto en infinidad de películas, -Danny Collins (2015) de Dan Fogelman, como un ejemplo reciente- irán sucediendo una serie de situaciones que lograrán sacar al personaje y a la trama del drama introspectivo inevitable para llevarlos hacia un lugar más apacible y simpático con la aparición de nuevos personajes. Más allá de lo mencionado, el resultado final es el de un guion más bien clásico con algunas situaciones medio tiradas de los pelos para que avance la trama. En cuanto a los aspectos técnicos, no hay demasiado que explayarse ya que estos son funcionales a la acción del protagonista. Sin embargo, en cuanto a la banda sonora (teniendo en cuenta la temática musical de la película) deja un poco que desear el registro del sonido y creo que probablemente haya que revisar su mezcla. "En conclusión, a través de una mirada que pone al cuerpo en discusión, La herida y el cuchillo logra imágenes muy poderosas. Y, como todo hecho artístico, primero nos llegará -o nos cortará- antes de que podamos entenderlo." CALIFACACIÓN: 6,5/10 FICHA TÉCNICA Género: Ficción Duración: 95 min Año: 2021 Guión: Renzo Felippa & Luciano Juncos Dirección: Luciano Juncos Asistente de Dirección: Martín Hernández Producción: Hiperkinesis films, Dalmira fIlms (Arg) Co producción: El Medano producciones, Amania Films (Esp) Jefe de producción: Dalmira Tobal, Fernanda G. Rocca Lada Asistente de Dirección: Martín Hernandéz
No va más… Elegida como película de apertura para esta nueva edición del BAFICI, Bandido, del director cordobés Luciano Juncos (La Laguna) toma las riendas para adentrarse en la crepuscular vida de su protagonista Roberto Benítez, más conocido popularmente como Bandido, quien en sus épocas de juventud hiciese bailar y brillar, en clubes y teatros, al público con sus canciones de amor o sencillas melodías para hablar de las cosas importantes de la vida. Lo de crepuscular viene acompañado, en este caso, del momento umbral cuando decir que no va más acarrea en el entorno, en su manager y representante español, un cimbronazo importante, así como en la esfera íntima del cantante -interpretado por un contenido Osvaldo Laport- la chance de reconectarse con lo que alguna vez representara para él su rol de artista popular y su misión para con el resto del público, algo que va mucho más allá del éxito cosechado o no; de los discos grabados y comercializados, o simplemente del producto que su manager diseñó uniendo la palabra lealtad comercial con esclavitud moderna. Bandido como película de segundas oportunidades cuenta con el agregado de un entramado para nada sutil ligado a las causas sociales, y en ese ensamble entre la atribulada vida de su protagonista y su vínculo fortuito con temas realmente importantes, como asignaturas urgentes de un barrio o comunidad frente al sistema, quedan un tanto forzadas. Ese desajuste se nota y sobre todo afecta la actuación de Laport con un brusco cambio de registro que por momentos si bien apela siempre a lo humano y a la emoción genuina por otros genera alguna sospecha de artificio o costura visible de guión.
UN PERSONAJE QUE ARRASA Si bien se lo ha visto a Osvaldo Laport en otro tipo de actuaciones, el personaje que interpreta en Bandido sorprende para bien; un personaje que logra generar empatía y cariño a través de una búsqueda del sentido de su vida. “Bandido” es un cantante de música popular que tuvo su momento de éxito hace varios años. En la actualidad se encuentra en una circunstancia de su carrera en la que no hay motivaciones para seguir haciendo música. Su manager le pide un último disco de grandes éxitos, él dice que sí pero ya no da más. En ese estado de agotamiento y tras un incidente que lo deja aún más en el caos se reencuentra con un viejo amigo. Junto a él empieza a recordar motivaciones y se involucra en un reclamo que están llevando adelante en el barrio de su amigo. Podríamos pensar que la película va desde lo grande a lo pequeño. En el comienzo vemos una primera imagen de la vista del protagonista hacia su casa, un mundo gigante casi inhabitable. Pero de ese mundo de pocos y gran lujo va yendo a uno en el que hay ruido, gente, problemas y también voluntad de cambio. Sale de la soledad para encontrarse con otros y con él. Bandido logra acercarse al personaje y a Laport le sienta muy bien esa cercanía. Nos encontramos con un protagonista al que vemos sufrir por el tedio, el descontento y la amargura de no poder darle palabras a ese estado. Pero también se nos presenta con una sonrisa agradable al mirar a su hija o recordar anécdotas viejas con su amigo. La ductilidad de Bandido nos lleva a encontrarnos con la seriedad de un músico en el estudio y la cotidianidad del mismo personaje pateando el barrio y hablando con un adolescente de forma distendida e informal. Está presente en la película ese mensaje de búsqueda de las raíces, de la felicidad de lo simple y de la unión de las personas, pero por sobre el mensaje marcado hay una buena construcción del personaje. Bandido termina pesando más por ese personaje que por lo que tiene por enseñar. Hay en él un sentir genuino, un disfrute contagioso. Al principio aparece esta idea de la falta de color del músico y es en el final que un legendario objeto que lo acompañó en sus mejores momentos aparece para hacerlo brillar en el escenario del barrio. Sin embargo, el personaje brilla en la totalidad de la paleta de colores; aun en sus peores momentos la simpleza con la que los vive los hace cercanos y permite que se transiten junto a él.
Dentro de los estrenos de este jueves en el Espacio INCAA Gaumont, y presentándose simultáneamente dentro del ciclo “Jueves Estreno” de la plataforma www.cine.ar/play, se estrena “BANDIDO”, la película del director cordobés Luciano Juncos, que fue apertura este mismo miércoles del 22º BAFICI. Con un trabajo anterior, “La laguna,” que formó parte de la Competencia Internacional en el Festival de Cine de Mar del Plata en 2013, Juncos ahora tiene la posibilidad de participar en otro gran festival con un trabajo que combina el retrato de un cantante popular vinculado con el tema de la fama y el punto de inflexión en donde comienza a esfumarse el reconocimiento del público. Roberto Benítez, más conocido dentro del mundo de la música como “Bandido” (Osvaldo Laport) es un cantante popular que ya ha atravesado su momento de gloria. A pesar de que su carrera lo ha dotado de cierta popularidad y le ha permitido sostener una buena situación económica, el paso del tiempo ha hecho que comience a pesarle el olvido y que sienta que es la hora de plantearse el final de su carrera: quizás ya esté llegando el momento del tan temido retiro. Su manager (el español Juan Manuel Lara, actor con una reconocida trayectoria en cine y televisión) le pide la grabación de un último disco de grandes éxitos como una marca inconfundible de un final anunciado y esa última gira para presentar este trabajo, que será una suerte de despedida definitiva del medio. El tono melancólico y de ocaso, tan bien marcado en la figura protagónica de un Osvaldo Laport medido y entregado completamente a su criatura, atraviesa la totalidad de la historia. De esta forma, dialoga con otras realizaciones que fueron impregnadas de esta sensaciones que aparecen frente a un adiós, y se contruye como una perfecta síntesis entre “El último Elvis” (Armando Bó, 2012) y la más reciente “Mario on Tour” (Pablo Stigliani, 2017) espejándose en la figura del músico itinerante aferrado a las canciones más entrañables para el público. Un hecho fortuito y desafortunado –el robo de su auto por un grupo marginal de adolescentes del pueblo que lo deja de a pie- lo conectará con el cura del barrio, que lo auxiliará, lo acompañará a la comisaría a realizar todos los trámites y le dará refugio en su propia casa. Si bien durante ese pequeño derrotero muy pocos logran identificarlo, el reconocimiento llegará al encontrarse en la casa del cursa con un músico compañero de su juventud. El planteo del peso fantasmal del pasado aparece entonces a través de dos líneas completamente diferentes. Por un lado, como aquel momento de gloria dentro de su carrera como cantante que ha quedado atrás y por el otro, el pasado se presenta en la figura del reencuentro con ese músico con el que han compartido gratos momentos y que será justamente, quien le brinde la posibilidad de poder reinventar su presente y encontrar un estímulo para seguir adelante. De esta manera encuentra un nuevo rumbo ayudando al grupo de vecinos, participando de un concierto que se organiza para manifestar en contra de la instalación de una antena de telefonía en pleno centro de la ciudad con las peligrosas consecuencias para la salud que esto conlleva y sin que la municipalidad o los medios ayuden a visibilizar este problema. “BANDIDO” transforma este relato de caída y de ocaso de la carrera en una nueva oportunidad de sentirse vivo y de involucrarse en proyectos que vuelvan a darle sentido a sus planes y despierte nuevamente la pasión que irá repercutiendo en todos sus vínculos cercanos (principalmente en el vínculo con su hija). Sin mayores pretensiones que contar una historia simple pero emotiva, Juncos no se aparta de los cánones y las estructuras tradicionales que le sirven de andamiaje para trazar un recorrido efectivo y que llegue, como su protagonista, directo al corazón del público. Al acierto de haber trazado una puesta sencilla y directa, se suma un gran trabajo de Osvaldo Laport que encuentra el tono preciso para un antihéroe en busca de su redención, dotándolo de humanidad y sensibilidad y ganando rápidamente la empatía con el público, generándose ese sentimiento de adhesión a la historia que es el ingrediente principal para que “BANDIDO” llegue directo a la emociones. POR QUE SI: » El tono melancólico y de ocaso, tan bien marcado en la figura protagónica de un Osvaldo Laport medido y entregado completamente a su criatura, atraviesa la totalidad de la historia «
Luciano Juncos transita el presente de Roberto (Osvaldo Laport), un cantante que ya no quiere más ajetreos y al que la vida le da la oportunidad de volver a conectarse con los suyos y sus raíces. No es muy frecuente en la cinematografía que un relato muestre la transformación de un personaje en su progresión. Muchas veces se enuncian algunas cuestiones, pero nunca, o, pocas veces, se termina por cristalizar aquello que desde el guion se insinua. “Bandido”, película de Luciano Juncos, convierte a su protagonista, un preciso e increíble Laport, en el vehículo para hablar de temas que tienen en la vida en una comunidad, el trabajo en equipo y la defensa de valores, un disparador para construir un relato potente y vívido. En el derrotero de Roberto, o Bandido, y en los constantes aprietes por parte de su mánager (Juan Manuel Lara) para seguir adelante pese al cansancio, a las horas perdidas en la ruta, a los negociados y acomodos con la política y el gobierno de turno, se habla también de una infinidad de artistas que han sabido de noches eternas entre shows y shows. La solidaridad emprendida a partir de un hecho puntual que marca un antes y un después en la vida del protagonista, y que lo acercará nuevamente a su hija, a sus amigos, potencian una historia que escapa a los lugares comunes y que se reinventa en cada escena con la posibilidad de construir un personaje entrañable, imperfecto, sí, pero sumamente cálido y cercano. POR QUE SI: “Relato potente y vívido”
El miércoles abre una nueva edicion del BAFICI. Edición que, tal vez, signifique un momento de transiciòn hacia nuevas ideas del Festival. Obviamente porque el contexto lo exige: la presencialidad a medias y el online instaladìsimo. Menos pelìculas, todas las funciones gratuitas. Vivir la experiencia de la sala, despues de un año sin proyecciones, va a tener su encanto. Sobre todo si es para ver el cine que nos gusta. En la proyecciòn inaugural, el BAFICI debuta con un mecanismo que no es novedad por fuera de este festival: en todas las funciones el largometraje irà acompañado por un cortometraje. Nunca deberìa haberse abandonado esa combinaciòn, es un modo de concentrar y apreciar en una exhibición lo que propone un corto y no muchos. En esa linea, el film de este miércoles es Bandido y se proyecta junto a Teoria social numèrica de Paola Michaels. Bandido es la segunda pelicula de Luciano Juncos, director de aquella buena pelicula que vimos en Pinamar La laguna, codirigida por Gastòn Bottaro. Como La laguna se trata de un una producción cordobesa, realizada en coproduccion con España y filmada integramente en aquella provincia. Protagonizada por la estrella televisiva Osvaldo Laport. Después de aquel fiasco que fue la apertura del BAFICI 2018 con Claudia, de Sebastiàn de Caro, no era buen augurio una pelicula protagonizada por un actor popular, no asociado con el cine independiente. Aunque hay que decirlo, Dolores Fonzi era la que salvaba algo del bochorno de Claudia. En la pelicula de Juncos resulta difìcil separar la vida profesional de Laport del personaje que recrea: un cantante que llega al final de su carrera con una decisión importante por tomar: abandonar los recitales, las giras, los discos. Laport-actor realmente fue un exitoso protagonista de las telenovelas de los años 90 (Campeones, Soy Gitano, Màs alla del horizonte). En menor cantidad, las peliculas que protagonizò fueron dos, ademas de Bandido, (Solo un angel y Maldita cocaina). Un cantante (no se entiende si de cuarteto) que alguna vez tuvo fama, acosado por un grupo de fans maduras que lo esperan a la salida del recital hacia el comienzo. Hay gente que lo reconoce y se saca fotos con èl, hay otra que no tiene la menor idea quièn es. Vive en una casa de barrio cerrado y se motiva con el reencuentro de un amigo que hace años que no ve: el exitoso-infeliz versus el pobre-alegre. Volverà a ser feliz seguramente. El momento en que todo cambia tiene que ver con un robo a mano armada en el que Roberto pierde su auto y su celular pero gana tal vez un nuevo motivo para salir de la infelicidad. La historia entonces cambia de registro. Si la pelicula es noble, tambièn es básica en su planteo; tal vez descansa excesivamente en su estrella, justamente en un Festival que no se caracteriza por ser un cine de estrellas. Hay una escena que, casi sin querer, se puede leer como clave: Bandido camina por un barrio humilde en busca de la plaza donde harà el recital por la instalacion de la antena de telefonia, hace una pregunta a una vecina. Entre la pregunta impostada y la respuesta naturalista es donde el film se mueve: un hibrido que necesita de uno y de otro para subsistir en su relato que gana en algunos pocos planos audaces, mas fragmentados y no tan normatizados. La lucha del barrio por la no instalacion de la antena supone un conflicto con el poder polìtico (el gobernador es una caricatura) y judicial, y Bandido sabe que puede hacer algo pero no todo. Allì la pelicula es sincera y no busca hèroes falsos o promesas por cumplir.
Si Bandido trabaja con eficacia sobre el retrato del ídolo y desactiva el atajo del lugar común que todo lo iguala en un magma de insignificancias, se debe a la delicada composición de Laport y a la perspicacia de Juncos por distanciar adecuadamente a su película de todo lo que invoca el estéril estereotipo en el que lo singular se anula en el nombre del entendimiento masivo. Están el mánager, los músicos, los chorros, el cura, los humildes, los policías y los burócratas. Todos participan en la cúspide dramática de la película de una instancia en la que el poder puede subyugar y la comunidad resistir: la instalación de un sistema de comunicación en el corazón de un barrio humilde por parte de una empresa inescrupulosa que acarreará consecuencias nocivas.
El Bandido es un cantante de música popular transitando los últimos rounds de la vida. Pasado su momento de gloria, se encuentra desilusionado y con intenciones de dejar de hacer lo que mejor sabe hacer, cantar. Tras sufrir el robo de su auto, unos vecinos de la zona acuden en ayuda del cantante. Entre ellos está Rubén, un amigo de la infancia. Recordando viejos tiempos, poco a poco la chispa de la pasión musical se vuelve a encender.
De forma intempestiva, sin tiempo para digerir absolutamente nada de lo propuesto, se lanzó un nuevo BAFICI en la Ciudad de Buenos Aires. Cancelado el del 2020 por motivos evidentes, la apuesta del 2021 llega con un mix entre la experiencia online y una acotada presencialidad en puntos específicos. Con categorías mixtas y un desorden que resulta difícil de comprender, 92 largometrajes y 143 cortometrajes estarán disponibles hasta el 28 de marzo. En el arranque del Festival, nos topamos con la película que da el puntapié del mismo, "Bandido", de Luciano Juncos. En esta obra protagonizada por el uruguayo Osvaldo Laport, nos metemos en la piel de un músico popular bailantero, quien comienza a sufrir una crisis artística en el ocaso de su carrera. Tras un evento particular, deberá reencontrarse consigo mismo y reestablecer su motivación a partir de una vieja amistad de la que se había distanciado. • Si bien no se trata de una película demasiado audaz, "Bandido" es bastante prolija a la hora de ir construyendo una historia interesante que a la que vale la pena seguirle el rastro. La dinámica del héroe herido, junto a la autosuperación gracias al rol de lo comunitario, son fórmulas conocidas y seguras, que en este film se ejecutan a la perfección. Esas pequeñas dinámicas de lo barrial o lo popular, siempre resultan tentadoras, ya que nos ofrecen valores que nos hacen sentir bien representados. Con un Laport perfectamente adaptado al personaje, "Bandido" no se transformará en algo memorable, pero sí logrará que a partir de mañana, nos sintamos - tal vez - un poco más humanos.