Bárbaro cuenta cómo una casa de alquiler temporario se convierte, pronto, en una prisión para aquellos que ingresan, inocentemente, a ella. Una noche de lluvia, dos personas en el mismo espacio, una maldición que atraviesa a cada uno que llega al lugar en un relato con giros, gritos, sustos y un final inesperado.
Una joven que viaja a Detroit para una entrevista de trabajo alquila una casa para pernoctar. Pero cuando llega a altas horas de la noche, descubre que la casa está doblemente reservada y que un hombre extraño ya se está quedando allí. En contra de su buen juicio, decide pasar la noche allí, pero pronto descubre que hay mucho más que temer que un invitado inesperado.
La angustiosa sensación que trasmite lo impredecible de la historia, la única locación de la casa y sus cuevas subterráneas hacen de Bárbaro una aventura cinematográfica inmersiva, con toques retro del cine de Wes Craven y un aire a algunos exponentes del nuevo extremismo francés de terror como Frontiers o Martires.
Recomendar una película sugiriendo que no se busque nada acerca de la misma es una de las mejores formas de preservar algunas de las mejores experiencias «ciegas» del séptimo arte. No por pavor a los spoilers necesariamente, sino para que el segundo a segundo mantenga toda la potencia que podría tener en una situación ideal en la que no se vieron 2 teasers y 4 trailers sobre lo que vas a ir a ver de todos modos. Dicho eso, no son muchos los filmes que realmente ameritan un tratamiento tan delicado en el arte de la recomendación. En este caso «Barbarian» hace que valga la pena e incluso logra replicar en uno las ganas de hacer la misma advertencia a la audiencia futura. Una muchacha se ve obligada a alquilar una habitación en una casa sospechosa en un barrio horrible, pero afortunadamente hay otro inquilino temporal para hacerle compañía. Que ese otro huésped sea el actor de Pennywise en la más reciente «IT» será una de las primeras señales de que esta es una cinta que da muchas señales para espectadores atentos y que propone un juego poco superficial para aquellos dispuestos a levantar el guante. El mismo nombre del film plantea una cierta intriga, y recomendamos hacer caso omiso a esa tentación de googlear el director, elenco o cualquier otra cosa que se suele hacer antes de decidir si vale la pena ir o no al cine. Lo vale. Todo lo visto en trailers no llega a cubrir el primer acto de la película, ofreciendo desde entonces una cadena de sorpresas que asegura un tipo muy particular de diversión caótica. El umbral de partida es obviamente el del terror, un género que desde siempre ha balanceado recompensar a sus veteranos con ofrecer una constante dinámica de alquimia audiovisual. «Barbarian» es muchas cosas, pero, sobre todo, una producción ambiciosa con el entretenimiento como máxima prioridad. Aunque eso, por supuesto, nos asegura también que en su intenso entusiasmo se la juegue en direcciones con variados resultados. El cine actual necesita venir con algún antídoto para el mal del streaming, en este caso, ofrecer una experiencia bastante particular que alienta el secretismo. Pero también hay muchas producciones, especialmente las apuntadas a un público por debajo de los 35, que deben protegerse de una tendencia que suele venir desde la industria de la música donde las estructuras, formas o especialmente los finales están lejos de priorizarse. Este es uno de los pequeños pero mortales pecados que comete «Barbarian», desentenderse de las necesidades narrativas que tu propia trama o temáticas te exige. Pocas cosas son más saludables en la industria como una peli como esta, que todo el mundo desee recomendar o discutir y con suficientes manotazos creativos como para ganar aplausos o disgustos por igual. Podemos hablar de que en lo técnico tiene un trabajo de sonido y fotografía que evidencian un impecable manejo del cine de género, o un guion que propone una intriga constante también termina sosteniéndose quizás demasiado en un talento actoral de relativo éxito. Pero todas estas discusiones a veces sobran. Si alguien se interesó lo suficiente como para leer esta reseña, tiene que sin dudas sentarse a ver «Barbarian» y sobre todas las cosas procurar que todas las variadas sensaciones que esta película asegura se mantengan lo menos contaminadas posibles de aquellos que ya habiéndola visto no resisten la tentación de discutirla. Realmente no hay muchas cosas mejores que eso.
Signo de los Tiempos: el hombre es el lobo de la mujer. Con Barbarian (Bárbaro), Zach Cregger no intenta reescribir el género terror, pero le toma el pulso al zeitgeist de la época para poner en escena el síntoma más visible de lo contemporáneo. Pero para el director la política de género es un punto de partida, un estado de ánimo que usa para crear la atmósfera enrarecida, de amenaza latente, de una casa de los suburbios de Detroit que esconde en sus pasajes secretos un miedo más vulgar, edípico y freak.
Lo que la crisis nos dejó. Apostando al terror más clásico, podríamos decir setentoso, llega Bárbaro. También un thriller oscuro y complicado, que deja entrever los resabios de una Detroit arrasada por la crisis. Una ciudad en la que a pesar de su actual “resurrección” económica, todavía sobrevuela fantasmas. El film comienza con una escena lluviosa, en donde Tess (Georgina Campbell) llega a una casa que alquiló vía Airbnb, dado que al día siguiente tiene una entrevista laboral. Tras varios intentos no logra encontrar las llaves, y cuando está a punto de marcharse, nota que hay alguien mas en la casa. Es así que la recibe Keith (Bill Skarsgård), quien también alquiló el lugar en esa fecha. Es claro que hubo un malentendido. Afuera está fatal, por lo que Keith la invita a pasar la noche. A pesar de que ambos establecen una relación armoniosa, todo se complica cuando Tess decide explorar el sótano y descubre un verdadero laberinto de túneles… y una presencia extraña. La cosa no queda aquí, también se verá involucrado el actor, recientemente acusado de abuso sexual, AJ Gilbride (Justin Long). Dueño de esta propiedad ubicada en un barrio en ruinas de Detroit, que decide ir revisarla (y de paso escapar del asedio mediático) para después ponerla a la venta. Los protagonistas estarán implicados en una verdadera lucha de supervivencia debido al oscuro secreto que habita las entrañas de ese lugar. El realizador sabe jugar muy bien con los tempos narrativos para generar una tensión constante. Va sembrando sospechas de quien (o qué) puede ser la verdadera amenaza todo el tiempo. Es así que se descubren varias historias para todas confluir en un verdadero tour de forcé, que además del horror también involucra un sesgo social. No es casual que la acción transcurra en un barrio olvidado de Detroit, donde solo hay ruinas en lugar que supo ser prospero y colorido. Y que el propietario sea un narcisista que justifica su mal accionar con una mujer. Una persecución nerviosa donde se desdibujan los roles. Alejado del maniqueísmo, el film muestra solo las consecuencias de un determinado accionar; algunos seres salvajes ávidos de afecto y otros civilizados que son egoístas y mezquinos, que por el contrario no están motivados por una necesidad. Una pesadilla correcta y demencial.
En muy poco tiempo, Bárbaro se transformó en la nueva estrella del cine de terror producido en Hollywood. Con una estructura narrativa llamativa, bien distinta a casi todo lo que se viene viendo últimamente (que no es poco), la película instaló de inmediato a Zach Cregger como innovador heredero de una tradición ilustre para el género. De hecho, unos cuantos entusiastas ya identificaron a Cregger como el nuevo Wes Craven. Es muy posible que semejante título todavía le quede un poco grande, pero vale reconocer la audacia de Cregger por honrar ese legado con renovados recursos. Las innovaciones de Bárbaro tienen que ver sobre todo con una trama marcada por saltos abruptos de situaciones y épocas, así como con un manejo de la tensión que tuerce, altera y transforma el habitual uso de varias herramientas fáciles de reconocer y de encontrar. Clisés del cine de terror (y del thriller, porque aquí tenemos de las dos cosas en dosis bastante repartidas) revisados aquí todo el tiempo. No se le puede negar ingenio a Cregger para llevarnos a través de ellos por unos cuantos caminos inesperados. Todo empieza cuando el destino coloca en medio de una tormenta a Tess (Georgina Campbell) en la puerta de una casa para alojamiento temporario que ya contaba con un ocupante (Bill Skargard). El error de sobreventa dispara el primer eje de conflicto que nos lleva siempre de manera inesperada al núcleo del horror, representado en un sótano. A esa altura, el desconcertado espectador queda a merced de lo que se le ocurre a Cregger, que desata a sus monstruos de varias maneras. Puede dilatar su llegada a través de situaciones banales o acelerarla sin pestañear. En el medio, a veces con genuina sorpresa y a veces de la mano de lo que sólo parece el capricho de alguien dispuesto a provocar con bastante oportunismo, Cregger invoca al #MeToo, viaja atrás en el tiempo para buscar la causa de unos cuantos males en la administración Reagan y utiliza la transformación de Detroit en una especie de ciudad fantasma como factor determinante de su viaje hacia el horror. Hay momentos en que Cregger consigue disimular algunas decisiones arbitrarias detrás de la convicción y la seguridad con la que sitúa a sus personajes en espacios siempre inquietantes, con puertas que a menudo no se abren (o se cierran de golpe) y ocultan detrás de ellas secretos espantosos. Los personajes principales, sobre todo Tess, quedan expuestos a esos miedos, pero muchas veces por decisiones difíciles de sostener respecto de lo que ocurre inmediatamente antes. Cregger debe aferrarse a esta dudosa lógica para atar situaciones muy distantes en tiempo y espacio. Depende de ese recurso forzado para evitar una dispersión que igualmente se nota. Más allá de estos vaivenes (a veces sutiles, a veces más explícitos), Bárbaro garantiza unos cuantos sustos genuinos mientras se anima a cuestionar algunas fórmulas. Debemos agradecerle a Cregger, en su bienvenida búsqueda de nuevos rumbos, haber dejado a la vista que últimamente las películas de terror se parecen demasiado.
Las películas de terror, cuando están bien pensadas, craneadas y ejecutadas, tienen a favor que nos mantienen en tensión constante. Piensen en Psicosis o en El resplandor. No es la truculencia, sino el armado de la trama lo que más nos aterroriza. Bueno, Bárbaro no les llega ni a la altura de las rodillas a esas obras maestras del género, debidas a Hitchcock y a Kubrick, pero planea y plantea algo diferente. Algo que le alcanza para diferenciarse de la mayoría de las producciones del género made in Hollywood que llegan casi semana tras semana a la cartelera. Por empezar, los tempos. En Bárbaro, hasta que suceda algo realmente escalofriante, van a pasar varios minutos. Tess (Georgina Campbell) llega una noche de tormenta a la que será su casa en un barrio alejado del centro de Detroit. La alquiló por Airbnb, y descubre que allí la habita otra persona, Keith. Evidentemente hubo una confusión, porque los dos tienen los papeles como para ser los inquilinos. Que Keith sea interpretado por Bill Skarsgård, el payaso Pennywise de It, de Andy Muschietti, da para imaginar lo peor. Seguro que el guionista y director Zach Cregger no lo pensó dos veces cuando terminó contratándolo. Bárbaro es un filme de terror, y Keith con el rostro lavado de pintura de Skarsgård es el principal sospechoso de lo que vaya a pasar. Y Tess es bastante criteriosa. No conviene adelantar mucho más de la trama, y sí hablar de la sapiencia con la que Cregger (actor y productor, hasta ahora más que nada en la TV) lo estructura todo desde el libreto. La película se irá abriendo. Hay una historia casi en paralelo, que tiene a Justin Long (Jeepers Creepers: El terror existe, veinte años atrás) como protagonista: es AJ, un director de cine en Hollywood a quien una actriz acaba de acusar de abuso sexual, que ve cómo su carrera se desmorona y para afrontar los gastos de abogados necesita disponer de dinero en efectivo. Y no va que Aj es el dueño de la casita en las afuera de Detroit… Hay una tercera historia, en el pasado que ayudará a entender qué es lo que está sucediendo en esa casa en la que fue un barrio de clase media, con jardincito al frente, que la posterior debacle de Detroit como centro de industria automovilística dejó en ruinas (aún hoy es posible ver cientos de casas abandonadas como las que se ve en la película). Qué aporta "Bárbaro" Lo dicho: el aporte de Bárbaro al cine de terror es lo ingenioso del relato y no los golpes y lo inverosímil de que terminan siendo algunas situaciones, pasada más de la mitad de la proyección. Es una película barata en su hechura (diez millones de dólares, lo que recaudó en su primer fin de semana en cartel en los Estados Unidos y Canadá, hace casi una semana), que en parte se rodó en Bulgaria para abaratar costos. Me muero por contar algo, pero no: esperen a leer los créditos finales (no hay escena postcrédito) y vean quién interpreta, creo, al cuarto personaje, que no tiene nombre propio. Es un dato de color entre tanta sangre.
Bárbaro es un thriller de terror, en principio psicológico y después deriva en otro tipo de registro, dirigido por Zach Cregger, productor, guionista y actor en su primera experiencia como guionista y director de un largometraje. En la apertura nos presentan a Tess (Georgina Campbell) quien llega a la casa que rentó por internet a las afueras de Detroit, llega de noche (¿Por que siempre llegan de noche a un lugar que desconocen?). El punto es que la propiedad esta ocupada por Keith (Bill Skarsgard) quien también es un inquilino. De noche,
El director Zach Cregger presenta una de miedo de verdad El debut de Zach Cregger con Bárbaro presentaba grandes expectativas y las primeras opiniones le daban pulgar en alto a una producción tan cruda como violentamente divertida. La película abre muchas puntas y despliega un horror tan magnífico y sorprendente que prácticamente el espectador no da crédito a lo que ve. Con elementos que remiten a films como La gente detrás de las paredes, el clásico absoluto de 1991 dirigido por el genial Wes Craven, Bárbaro da en la tecla en su búsqueda de realmente asustar y entregar puntos de asombro que ayudan a un desarrollo como el que un relato de este tipo necesita. El humor no falta y la mayor parte recae en la figura de Justin Long, a quien recordamos de decenas de películas, pero no podemos olvidar su participación en Arrástrame al infierno, de Sam Raimi, otro gran exponente del género. Excelente la presencia y el protagonismo de Georgina Campbell y Bill Skarsgård, quienes entregan sostén a la primera parte del film. El epílogo no desentona con el establecimiento de la historia tal como el director la presenta y desemboca en un film tan efectivo como, de algún modo, desquiciado en lo estético y concreto en su despliegue.
Tess Marshall (Georgina Campbell) trabaja en documentales y tiene una importante entrevista de trabajo en Detroit. Para estar tranquila, la noche anterior contrata un Airbnb por unos días. La noche tormentosa no le permite ver que el barrio elegido es inseguro y atemorizante. Cuando intenta entrar con la clave que le fue dada, se da cuenta que la casa ya está ocupada por otro inquilino. El es Keith (Bill Skarsgard, "IT") y se muestra tan sorprendido por el "doble alquiler" como ella, pero intenta ayudarla, le ofrece pasar y Tess, aunque desconfiada, acepta. Intenta buscar una solución, un motel, pero una Convención importante en la ciudad los tiene a todos llenos. Finalmente, luego de varios "chequeos" acepta compartir la casa con el extraño que va a dormir en el sillón para cederle el cuarto. Con este más que auspicioso comienzo del director y guionista Zach Cregger, "Bárbaro" tiene todos los condimentos necesarios para ser un gran film de terror. No lo termina de conseguir porque el guion toma otros caminos que no terminan de cerrar aunque las historias convergen al final. Tess descubre que hay un sótano (no diré cómo) que lleva a otro sótano oscuro e interminable en el que Keith desaparece y donde ella queda encerrada. Por otro lado aparece un nuevo personaje, el actor AJ interpretado por Justin Long que es el dueño de esa casa siniestra que pretende vender para salir de los problemas financieros que le ocasionó un juicio por conducta sexual inapropiada. Cuando llega a la propiedad va a encontrar un panorama muy distinto al que había imaginado: hay personas viviendo debajo y aquí todo se volverá espeluznante, sangriento y repugnante. Hasta acá, sin spoilers. Una idea interesante, que desconcierta, quizás no del todo bien resuelta, pero que de la mano de Cregger (del que espero ver más) se presenta como un aire fresco para el género.
"No puedes manejar la verdad!" – A Few Good Men LOCOXELCINE REVIEWS ESTRENO DE LA SEMANA ESTRENO DE LA SEMANATERROR Estreno de la semana: Bárbaro Jorge Marchisio - 15 de septiembre de 2022 Llega por lo bajo y casi sin hacer ruido, Bárbaro, una película de terror con algunos rumores de que podría ser de lo mejorcito del género en este pobre 2022. En fin, veamos si esta afirmación era puro humo, o había algo de verdad. Esta vez tenemos tres diferentes historias; donde en una conoceremos a dos personas que coinciden en una casa de alquiler, y que en la misma encuentran un terrible secreto. Mientras que, en otra, vemos como el dueño de la misma casa, al investigarla para venderla, se topa con ese mismo secreto. Y, por último, a un hombre de los años 50 que parece ser el culpable de dicho misterio. Bárbaro es una película bastante complicada de analizar; porque el mejor consejo que le podemos dar sobre la misma, es que vayan a verla sabiendo lo menos posible; y es por eso que nuestra sinopsis es tan vaga. Así que, de ahora en más, solo hablaremos de los apartados técnicos y no de la trama. Por fin podemos decir que estamos ante una película de terror bien actuada. Tanto como el ya comprobado Bill Skarsgard, como Georgina Campbell dan buenas performances y hacen creíbles a sus personajes; mientras que Justin Long, quien siempre hace roles caricaturescos, no queda ridículo en esta ocasión, acompañando bien en la historia principal, pero al mismo tiempo, no opacando al resto. Pero lo mejor es la dirección de Zack Cregger. El realizador sabe donde poner la cámara, y juega bastante bien con los espacios, las luces y sombras, y en especial, aprovechando al máximo la casa donde pasa el 90% de la historia. Como dijimos, el director hace un sólido trabajo; pero por desgracia, su guión no está a la altura. Y esto lo decimos porque el film viene bien hasta faltando quince minutos; momento donde todo se derrumba. Sin querer ser malo; pareciera que no sabía cómo terminar la historia y Cregger puso lo primero que se le ocurrió y ya; tirando por lo bajo todo lo bien que había hecho antes, narrativamente hablando. En conclusión, Bárbaro tenía todo para ser la mejor película de terror del año, pero se quedó en las puertas para lograrlo. Así y todo, es disfrutable en gran parte de su metraje. Algo es algo.
Una propuesta de terror de la que poco puede contarse porque su director y guionista revela un gusto especial para los giros inesperados de la trama en un viaje oscuro que solo en matizado por momentos con un humor de lo más negro. Pequeños alivios momentáneos. Una chica que llega a una casa que alquiló, en una cuadra de casas destruidas, por donde es mejor no circular de noche, se encuentra con que el lugar está ocupado. El amable inquilino ocupa la invita a quedarse y ella, el género lo requiere, acepta con ciertas reservas sin imaginar lo que se viene. Hay advertencias desde la primera noche, pero solo se dispara lo peor cuando de regreso de una entrevista de trabajo, al día siguiente, la chica en cuestión se encerrada en un sótano con muchas habitaciones y pasillos tenebrosos. El itinerario es de miedo, con personajes aterradores y negros destinos. Más no se puede adelantar para este entretenimiento bien construido para quienes adoran el género
"Bárbaro": Vueltas de tuerca al terror. Aun apelando a varios lugares comunes del género, el realizador se las arregla para entregar dos tercios de película donde el cambio de herramientas funciona. No tanto original como ingeniosa, Bárbaro es la nueva niña mimada del horror cinematográfico en idioma inglés, categoría cuyo receptor suele ser reemplazado cada dos o tres meses (la cosecha de miedos, para bien y para mal, nunca se acaba). Escrita y dirigida por el actor de profesión Zach Cregger, quien ya había despuntado el vicio de la dirección en dos proyectos codirigidos con anterioridad, se lanza al desarme y rearmado de varias estructuras del terror de la gran pantalla, desde la mansión con secretos ocultos al slasher ochentoso. Y lo hace, al menos durante los primeros dos tercios del relato –de los relatos sería más correcto–, con bastante gracia y una atención al crescendo poco común en las producciones del género más genéricas, valga la redundancia. Todo comienza cuando Tess (la inglesa Georgina Campbell) llega a Detroit e intenta entrar en la casa que alquiló a través de una aplicación. Sorpresa: la clave de la cajita de seguridad es la correcta, pero adentro no hay ninguna llave. Es entonces cuando hace su aparición Keith (Bill Skarsgård, el Pennywise de la última adaptación de It), quien reservó el mismo lugar en otra app y ya está instalado en el lugar. ¿Debo quedarme o debo irme?, piensa Tess. Teniendo en cuenta la hora, la lluvia y la falta de habitaciones libres en los hoteles de la zona, la joven decide quedarse a pasar la noche con el impensado compañero de cuarto. Cregger se toma su tiempo para poner en tensión los mecanismos del suspenso durante ese primer tramo de Bárbaro, tirando pistas acerca de lo que podría estar a punto de ocurrir para desechar luego esas posibilidades. Uno de los momentos más genuinamente escalofriantes de la película poco y nada tiene que ver con el espanto que está a punto de desatarse (o sí, pero de manera indirecta): Tess sale a la luz del día para concurrir a una cita laboral y cae en la cuenta de que el barrio en el cual está instalada la casa es básicamente un suburbio fantasma, con las otrora blancas vallas convertidas en sobrevivientes ruinosos de tiempos mejores. De noche, todos los gatos son pardos. El peligro real es el sótano, cuya laberíntica extensión debajo de la superficie parece no terminar jamás, como lo demuestra uno de los momentos más humorísticos del relato, coprotagonizado por una de esas cintas métricas retráctiles. Bárbaro abandona por un tiempo a la extraña pareja de Tess y Keith para (re)comenzar en otra ciudad y con otro personaje, un actor acusado de abusos sexuales, afluente que inevitablemente desembocará en el río principal, ahí abajo en las catacumbas. Habrá incluso otro desvío, lejos en el pasado, explicación de los hechos del presente que incluye algún que otro guiño a los clanes malditos, en este caso sin motosierras a la vista, pero con una obsesión mamaria de fuste. Finalmente, el clímax, que es cuando el realizador deja de lado las sutilezas y se entrega por completo a los lugares comunes, como si el ingenio y la imaginación se hubieran agotado. Pero el viaje, con paradas intensas y en más de una ocasión inesperadas, vale la pena.
Durante la primera mitad de Bárbaro un pensamiento cruzó por mi mente (más de una vez): "Esta es la mejor película de terror en años". Y me encantaría decir que esa afirmación perduró toda la duración del film, pero no fue así. Aclaro que no había visto los trailers y que por lo tanto no sabía que personajes iban a aparecer, pero en la película hay un quiebre muy claro en tonalidad que se va mezclando con lo planeado al principio cuando aparece cierto actor. Eso le resta, pero ofrece cierto toque de lo que pudimos empezar a ver desde hace unos 10 años con obras tales como It Follows (2014) o Tusk (2014), de hecho, me hizo acordar bastante a la cinta de Kevin Smith, también protagonizada por Justin Long. Bill Skarsgård acompaña, pero está muy lejos de lo que esperamos de él (por culpa de It, 2017 y 2019). En tanto, Georgina Campbell está muy bien liderando el cast. Por su parte, Zach Cregger, actor devenido en director hace un laburo muy decente en su ópera prima. Crea buenos climas, no abusa del jump-scare y compone algunos planos interesantes. Calculo que será un film muy divisor de opiniones, justamente por el vaivén de tonalidad en ciertas escenas y secuencias. En definitiva, Bárbaro es una opción más que interesante para los amantes del género pese a sus irregularidades.
Lo que determina que una película de terror sea buena es su precisión para localizar el mal. Muchas veces el verdadero monstruo no es el enemigo grotesco y poco verosímil que vemos en pantalla. Hay veces que los verdaderos monstruos son los personajes “humanos”, los que te invitan con amabilidad a casa o los que se ofrecen a solucionar un problema en la cañería del baño. Bárbaro, escrita y dirigida por Zach Cregger, es grandiosa porque entiende quiénes son los verdaderos monstruos, y porque se compromete con su época sumándose a la sensibilidad feminista del #MeToo. Pero Cregger no se queda en el señalamiento oportunista ni en los efectos de la cancelación, sino que intenta rastrear el origen del mal. En Bárbaro, el sexo masculino es de temer y las mujeres tienen razones de sobra para hacerlo. La película muestra ese temor con sutileza y atmósferas bien construidas, y con actuaciones superlativas, sobre todo la de Bill Skarsgård, que lleva su interpretación a un nivel altísimo de excelencia. Cregger conforma una especie de tríptico del terror en una sola película. En la primera parte, Tess (Georgina Campbell) llega a Detroit para una entrevista laboral. Cuando en medio de una lluvia torrencial quiere ingresar a la casa que alquiló vía Airbnb, ubicada en un barrio escalofriante, se da con que en el lugar hay alguien. Tess no sabe si se trata de un okupa o de un error en el alquiler. El habitante es Keith (Bill Skarsgård), quien le dice que se quede a dormir (con cordialidad sospechosa). La tensión, la incomodidad, la extraña sensación de peligro que genera Cregger en ese primer encuentro entre Tess y Keith son un logro que tiene que ser estudiado en las escuelas de cine. En ese primer acto está concentrada la clave de Bárbaro, sus matices, el suspenso y el terror que irá desenvolviendo lentamente, mientras nos introduce por un largo sótano que hay en la casa, en el que se esconde algo demencial. En la segunda parte vemos a AJ (Justin Long), un director de cine acusado de conducta sexual impropia. AJ también viaja a Detroit, a la casa que alquilaron Tess y Keith, ya que es el propietario. Y la tercera parte se va a la década de 1980, comienzos de la era Reagan, para presentar al personaje interpretado por Richard Brake (no es para nada casual que la época elegida sea la del presidente Reagan). Qué sutileza la que maneja Cregger para señalar que está en otra década en esa tercera parte. Sin poner el año, el espectador se da cuenta de que está en los ′80 con sólo escuchar la radio. El director se toma el tiempo para desarrollar la historia e introducir los momentos más terroríficos con pulso y efectividad. Bárbaro está hecha con una delicadeza compositiva apabullante, que incluye detalles de diálogos, de actuaciones y de decisiones de puesta en escena que provocan angustia y desesperación. Y si bien la película tiene un monstruo (literal) que asusta a cualquiera, los verdaderos monstruos meten mucho más miedo. Sin dudas, Cregger vio a los grandes exponentes de la clase B de la década de 1980, pero para mejorarlos (sin caer en la solemnidad), respetando su esencia gore, su espíritu bizarro, su desparpajo creativo y su libertad cinematográfica. Bárbaro es una clase B refinada, bien hecha, preocupada por el detalle y por la sofisticación argumental. Un clásico instantáneo del terror contemporáneo.
Reseña emitida al aire en la radio.
Metros cuadrados en zona marginal Bárbaro (Barbarian, 2022), de Zach Cregger, por cierto una película más que interesante para el paupérrimo promedio del terror contemporáneo anglosajón y el séptimo arte en general, ejemplifica muy bien los problemas que tienen los cineastas de hoy en día a la hora de entregarnos una obra de horror eficaz sin caer en estereotipos, jumpscares, redundancias discursivas, recursos explotados hasta el hartazgo y especialmente pasos de comedia, este último el gran latiguillo al que recurre el director y guionista llegando el desenlace luego de un desarrollo mayormente volcado a la circunspección y a reflexiones varias alrededor de la gentrificación posmoderna, la desidia gubernamental, las apps de homestay o alojamiento entre particulares, la paranoia femenina con respecto a los machos, la estupidez masculina intrínseca, los coletazos del caso de Harvey Weinstein, el costado a veces un poco tétrico de los suburbios y sobre todo el declive terminal de muchas zonas de Detroit, en el Estado de Míchigan, metrópoli que supo ser cuna ineludible de la industria automotriz a mediados del Siglo XX para luego derrapar hacia el vacío por un conjunto de factores que incluyen las fusiones empresariales, el oligopolio, la precarización y los despidos de empleados, la competencia extranjera, la dispersión urbana y el declive en el tendido y la cobertura del transporte público. Pudiendo haber sido mucho mejor, Bárbaro se queda en un excelente planteo retórico inicial y algunas sorpresas esporádicas de su accidentado desarrollo que a medida que avanza el metraje se hunden en las lagunas del argumento, un andamiaje bien caprichoso por capítulos homologados a personajes y/ o fetiches conceptuales -arquitectura muy deudora de esa tradición que va desde Rashômon (1950), de Akira Kurosawa, hasta Tiempos Violentos (Pulp Fiction, 1994), de Quentin Tarantino- y un remate de idiosincrasia autoparódica que borra con el codo lo que se escribió con la mano aunque sin empañar del todo los éxitos del relato y hasta de un prisma ideológico heterodoxo y sutilmente delirante. En esencia retomando mucho de La Gente Detrás de las Paredes (The People Under the Stairs, 1991), gran clásico freak y ampuloso del querido Wes Craven, y toda la estela de realizaciones semejantes sobre el ardid “inquilinos indeseados, okupas del espanto, amigos de los pasillos sin declarar en los planos o simples desesperados ocultándose detrás de los muros de esta o de aquella residencia”, una tradición que nace con la recordada Bad Ronald (1974), de Buzz Kulik, y abarca Flores en el Ático (Flowers in the Attic, 1987), de Jeffrey Bloom, Los Otros (The Others, 2001), opus de Alejandro Amenábar, El Habitante Incierto (2004), de Guillem Morales, Mientras Duermes (2011), de Jaume Balagueró, El Niño (The Boy, 2016), de William Brent Bell, y Secretos Ocultos (Marrowbone, 2017), de Sergio G. Sánchez, el tercer film de Cregger, un actor transformado en director que viene de dos comedias bastante mediocres, Miss Marzo (Miss March, 2009) y La Guerra Civil contra las Drogas (The Civil War on Drugs, 2011), arranca con un catalizador hitchcockiano en su acepción hogareña a lo Mike Flanagan, a posteriori se vuelca a una especie de antropología visceral símil Ari Aster, Jennifer Kent o Robert Eggers y finiquita en la comarca del gesto o pastiche jocoso tarantinesco o quizás cercano al indie de los hermanos Joel y Ethan Coen, dúo que también tuvo de discípulos a Jordan Peele, Jeremy Saulnier, Sean Byrne y Ti West, entre otros: Tess Marshall (Georgina Campbell) llega a Detroit por una entrevista de trabajo para un documental sobre músicos de jazz y descubre que su alojamiento vía Airbnb ya está ocupado por otra persona, Keith Toshko (Bill Skarsgård), quien la invita a quedarse y le insiste para que la chica acepte a pesar de su desconfianza patológica, una experiencia que resulta placentera hasta que al día siguiente Marshall descubre cosillas raras en el sótano de la propiedad como un cuarto con una cámara y una cama rústica y un pasadizo secreto que conduce hacia una serie de túneles muy lúgubres que parecen haber servido de mazmorras. Como aseverábamos con anterioridad, Bárbaro está subdividida en cuatro partes que se corresponden a la perspectiva primigenia de Tess, la de A.J. Gilbride (Justin Long), un actor acusado de violación por una colega que debe vender sus propiedades en alquiler para pagar los honorarios de su abogado y así se ve enredado en el hogar de turno, y la de Frank (Richard Brake), un asesino en serie que a principios de la década del 80 -mínimo flashback de por medio- gustaba de secuestrar mujeres, violarlas, registrar todo en video y tener hijos con ellas, siendo el último episodio el momento en el que terminan de confluir todos los personajes en una misma y tétrica situación porque Marshall descubre en el sótano a La Madre (Matthew Patrick Davis), una mujer tenebrosa símil la Niña Medeiros (Javier Botet) de la saga iniciada con Rec (2007), de la dupla de Balagueró y Paco Plaza, y así después del reglamentario asesinato de Keith arriba al lugar un A.J. cuya única preocupación es calcular los metros cuadrados adicionales que representa el laberinto subterráneo de la edificación, donde aún reside un frágil Frank que despierta miedo en La Madre ya que la susodicha es producto de una endogamia de décadas con las pobres cautivas del psicópata y sus hijas, como bien nos informa el infaltable “agente externo” del saber, en este caso un vagabundo negro que advierte en vano a una Tess que como buena parte de los burgueses se maneja exclusivamente por prejuicios y estigmatizaciones burdas, André (Jaymes Butler). El marco minimalista del comienzo se da la mano con la ausencia de gore profuso y cierta timidez a la hora de mostrar el calvario de las raptadas por Frank o las víctimas de La Madre, quien anda por ahí confundiendo a los que caen en esta residencia de un triste barrio de Detroit con vástagos suyos, un detalle jamás aclarado por la trama porque podría deducirse que es Frank el que atrajo a Marshall y Toshko aunque el loquito se está muriendo en la oscuridad más precaria y cuando reaparece muy pronto se pega un tiro, dejando el asunto en un limbo. Desde el instante en el que Tess recibe un disparo accidental de parte de A.J., ambos salen de la casa en cuestión y después La Madre le arranca un brazo a André para de inmediato matarlo a golpes con su propia extremidad, la historia cae demasiado en el absurdo pueril y el guión de Cregger tiende al trazo grueso, en especial porque se subraya aquel trasfondo maquiavélico -hasta ese momento en duda- de Gilbride, quien intenta salvarse a sí mismo utilizando a la desconcertada Marshall, amén del inteligente uso en los créditos finales de Be My Baby (1963), joya de The Ronettes escrita y producida por Phil Spector que refuerza a pura ironía la maternidad patética aunque sincera y abnegada de la horripilante criatura en la piel de Davis. El personaje de Campbell, actriz de largo derrotero televisivo que trabajó poco en cine, efectivamente resulta algo antipático como heroína porque representa a cierta fémina boba actual que se siente perseguida por tarados de corazón blando como el Keith de Skarsgård, éste famoso por componer a Pennywise en It (2017) e It: Capítulo Dos (It: Chapter Two, 2019), ambas de Andy Muschietti, y no puede identificar a las verdaderas amenazas, aquí sintetizadas no tanto en La Madre y/ o Frank -cortesía de la pusilanimidad señalada de Cregger a la hora de describir un horror real, léase las violaciones, la crueldad y el encierro- sino en el esperpéntico Gilbride del genial Long, quien acumula los mejores momentos de la propuesta en cuanto a risas y continúa pasándola muy mal porque aquí La Madre pretende amamantarlo y luego le clava las uñas en sus ojos, destino funesto que se suma al suyo en Jeepers Creepers (2001), de Victor Salva, también sin ojitos, Tusk (2014), de Kevin Smith, metamorfoseado en una gran morsa, y House of Darkness (2022), de Neil LaBute, engullido vivo por tres lindas vampiresas. Esta fábula chueca pero adictiva sobre las sorpresas detrás de esos metros cuadrados en una zona marginal no llega a la cima que podría haber alcanzado si se hubiese tomado en serio a sí misma y extremado su planteo…
Memories rising from the past The future shadows overcast Something’s clutching at my head Through the darkness I’ll be led DETRÁS DE LAS PAREDES Tuve la fortuna de ver Barbarian en el cine sin haber visto u oído casi nada de ella; apenas un poster sugerente y algunas muy buenas críticas provenientes de terreno angloparlante. No es que sus virtudes dependan exclusivamente de la ausencia de expectativas pero, cuanto menos puedan saber a la hora de sentarse en una sala oscura para disfrutar esta montaña rusa de película, más podrán sorprenderse con ella, asustarse (mucho) e intentar correr a la par de su ingenio, del genuino espíritu de diversión que la recorre en toda su extensión. El punto de partida es el mismo que muchas películas de terror han adoptado en los últimos años: convertir en claustro -ese espacio que alberga presencias siniestras, secretos oscuros y terribles revelaciones- el espacio de un Airbnb. La vivienda alquilada por internet -con la distancia, ajenidad e incertidumbre que eso genera a pesar de que habitamos un mundo cada vez más virtual- se ha convertido en otro disfraz para la tradicional casa embrujada. Viviendas impersonales, casi no lugares, donde bajo una apariencia de confort acechan presencias con caracteres bien definidos, diseñadas para impregnarse en nuestras pesadillas y recordarnos que, bajo la apariencia de un mundo que se nos presenta cada vez más seguro, late un horror que suele tener que ver con el pasado. Una noche de lluvia, Tess (Georgina Campbell) estaciona su camioneta delante de la casa que alquiló por internet. La lluvia obtura la visión e impide vislumbrar los alrededores, pero pronto descubriremos que al casa parece ser el único espacio habitable de un barrio devastado de Detroit, ciudad que el cine norteamericano ha convertido en metáfora de la decadencia, de un modelo de producción pero también de familia. Metáfora que Barbarian explora a fondo y opera como hilo conector entre todos sus elementos, incluso con aquellos que parecen una ocurrencia disparatada, aquellos que parecerían una arbitrariedad de una trama que nunca cesa de desplegarse y en la que nada -frase hecha que parece perder sentido hasta que nos topamos con manejo del relato semejante- es lo que parece. Incapaz de entrar a la vivienda, Tess descubre algo alarmante y extrañísimo: dentro del Airbnb está instalado un joven, Keith (Bill Skarsgård), quien parece haber alquilado la casa de una manera tan idónea como ella. Un poco incómodos y sorprendidos por la confusión y sin poder contactar con la inmobiliaria, Tess y Keith establecen una improbable convivencia en la cual conviven la desconfianza de ella con cierta atracción mutua. Luego de una exitosa entrevista de trabajo en la cual recibe la advertencia de abandonar el barrio en el que se hospeda, Tess regresa a la casa y descubre un pasadizo secreto, lugar común del género que inevitablemente resulta en ominoso descubrimiento. Pero estamos viendo Barbarian, que utiliza los elementos más clásicos del género para ponerlos de cabeza, maximizarlos y sorprendernos. A partir del terrorífico descubrimiento la película nos propone una serie de giros tanto en el orden de la trama como en el de la estructura del relato, que la convierten en una auténtica celebración del género. La precisión de la puesta en escena -con un control impresionante sobre los elementos del cuadro y su interacción dentro de los límites del mismo- nos agarra de los pelos y nos arrastra por los túneles de aquella vivienda de alquiler donde parece caber todo, incluso -o especialmente- una visión aterradora sobre el infierno que puede esconder un barrio tradicional de clase media. La crueldad sin causa ni motivo impregna los espacios donde habita y los degrada, advierte Barbarian. Es la ignorancia y la subestimación de esta maldad residual -aquella que está enterrada, fuera del campo de visión de una cultura que sistemáticamente omite todo lo que no se puede ver- la que permite que el horror resurja en cualquier momento.
En la primera media hora de Bárbaro encontramos el mejor contenido que ofreció el cine de terror estadounidense en el último tiempo, al menos entre los estrenos que llegaron a la cartelera. El comediante Zack Cregger incursiona en el género con un estupendo primer acto donde presenta la historia con una intriga interesante y muy buenos climas de suspenso. Todo el misterio se construye con apenas dos personajes, interpretados por Georgina Campbell (Rey Arturo) y Bill Skarsgard que están muy bien aprovechados . La película comienza con un enorme potencial que entusiasma muchísimo por las situaciones de tensión que se elaboran y la claustrofobia que construye el director en torno a la casa donde se desarrolla la trama. A partir del momento en que entra en escena Justin Long (Jeeper Creepers) el tono del film cambia notablemente y la intriga que había generado el relato se desinfla por completo. Queda la sensación que Cregger cambió el rumbo del guión durante el rodaje y el conflicto de Bárbaro se encamina por un rumbo diferente. Aunque el destino final al resulta un poco decepcionante la película de todos modos cuenta con algunos méritos artísticos. La puesta en escena es muy efectiva y sobresale especialmente la música de Anna Drubich que por alguna razón me trajo al recuerdo el cine italiano de horror de los años ´80. De hecho, el director evoca hacia el final una de las marcas registradas de Lucio Fulci en lo referido al tratamiento de la violencia. El comentario social relacionado con la masculinidad tóxica (un clásico de estos días) está bien trabajado y permite que el público saque sus propias conclusiones. La gran debilidad de Bárbaro reside en los aspectos argumentales que cuenta con más agujeros que una producción de Jordan Peele. La película se excede con situaciones tontas hacia el final que no tienen el menor sentido y deben ser aceptadas porque así los dispuso su realizador. Hay numerosas cuestiones que no terminan de cerrar ni tienen una explicación y eso afecta notablemente al balance general del film. Cuenta con un gran comienzo y es muy entretenida pero luego se debilita y deja el sabor amargo que podría haber sido un espectáculo superior. Si son seguidores del género recomiendo que le den una oportunidad pero no esperen encontrar la obra maestra o el gran estreno del año que promocionaron los delirios trasnochados de la prensa norteamericana.
Lo primero: está bien hecha. Esta película está bien hecha, bien filmada, asusta cuando debe y lo hace eficazmente más allá del sustito tecnológico. Da miedo su forma porque refleja el miedo del fondo, nacido de una situación, como el título india, bárbara (en el sentido más vikingo de esta romana palabra). Pero además hace otra cosa: defrauda -en el buen sentido- cualquier previsión del espectador, que en este género, como explicaba Hitchcock, siempre quiere saber más que el realizador. Es su trabajo, pues, confundirlo: eso también genera miedo. Más allá de estas consideraciones si se quiere técnicas, el fondo es interesante: un legado de violaciones e incestos da como resultado un monstruo. Y la puesta en escena (con puntos de contacto con la reciente El teléfono negro, también un cuento sobre un horror americano bajo de la superficie) subraya lo que una sociedad barre debajo de la alfombra o de, en este caso, el césped bien cortado de casitas suburbanas. Por momentos, además, el realizador Zach Cregger, evidentemente dotado, comprende que todo film de terror tiene no poco de sátira y lleva las cosas al absurdo que provoca la risa. No es involuntario, sino parte sustancial del sentido de la película: distraernos para luego golpear con más fuerza. ¿Contamos poco? Chica llega a una casa en plena noche lluviosa y el lugar no es lo que parece. ¿Para qué más? El mejor terror suele comenzar así.
Cómo el terror arraigado a la realidad es el más efectivo A este año no le han faltado películas de terror, pero esta podría ser una de las mejores. Las películas de terror tienen muchas maneras de generar incomodidad en el espectador, de inducir el miedo de manera gradual hasta que la persona frente a la pantalla ya está sumida en ese mundo de oscuridad planteado por el cineasta. Pero los ejemplos más destacados de este género en los últimos años son aquellos que saben utilizar los terrores del mundo real, hacerlos parte de la trama, así como del subconsciente de los personajes y Barbarian es un ejemplo excelente de cómo jugar con esas cosas para conseguir un resultado aterrador y entretenido en partes iguales. Tess (Georgina Campbell) viaja a Detroit para una entrevista de trabajo que podría cambiarle la vida, pero llega de noche, en medio de la lluvia y parece escapar de algo. La casa que había alquilado la espera con las luces encendidas, pero se da cuenta que alguien más está allí. Una doble reserva le complica la noche a ella y a Keith (Bill Skarsgård), que ya estaba listo para irse a dormir cuando ella llama a la puerta. Después de dudar un momento por obvias razones, Tess accede a pasar y llamar desde allí, para resguardarse del frío. Acá entra en juego el conocimiento del mundo real con el que entran los espectadores a la sala. Ella no se siente segura ni cómoda en esa casa, no lo dice explícitamente, pero un score que sabe cuándo infundir miedo acompaña estas escenas de incomodidad, en las que ella (y nosotros) teme lo que le pueda llegar a pasar con un hombre desconocido en una casa que parece estar en una zona no muy agradable. Pero algo que distingue a esta cinta, es lo ajustado de su guion y lo milimétricamente calculado de todo. Keith también es consciente de lo que esto supone, y la elección de Skarsgård para el rol no es casual, así como no lo es la de Justin Long, que aparece en la segunda mitad de la cinta. Zach Cregger, director y guionista de Barbarian, optó por actores con una figura pública, así como una asociación inmediata a cierto tipo de personajes y cuenta con que los espectadores piensen en esto desde el primer momento en que aparecen en pantalla. Este recurso podría ser burdo, incluso rozar lo evidente y perder el efecto, y sin embargo el guion logra llevarnos por la cinta y que no podamos anticipar los giros en ningún momento. Pero el terror acá no es solo una sensación, hay un mal muy real y sobrenatural que habita en las profundidades de esa casa, pero que dialoga de manera constante con el terror de nuestra realidad, con lo que se escucha en las noticias, con las historias que todos conocemos. El terror palpable, el que es parte de este mundo y que nos acompaña a cada paso, es parte intrínseca de esta cinta y es imposible verla sin tener esa coyuntura presente. Barbarian hace referencia a esto de manera constante, a la vez que nos introduce a un mundo de terror cuasi sobrenatural que no requiere de demasiadas explicaciones. En un giro inesperado en el panorama del cine actual, en dónde muchas veces se subestima al espectador y todo se explica y se remarca más de una vez, acá varios puntos fundamentales de la historia se dan a entender de manera indirecta, se apela a la inteligencia de la persona sentada en la butaca, lo que logra que la sensación de miedo sea genuina, porque sabemos qué estamos viendo, incluso sin verlo. Sin esperarla, Barbarian se convierte en uno de los mejores estrenos de este año y Zach Cregger es ahora uno de esos realizadores a los que les prestaré atención, porque sí su primera incursión al terror es así de efectiva, no puedo esperar para ver qué hace a continuación.
Terror puertas adentro. El género cinematográfico de terror existe, comercialmente hablando, desde mediados de la década de 1930, gracias al estudio Universal Pictures y fuertemente influenciado por la literatura y la obra de autores como Bram Stoker, Mary Shelley, H.G. Wells y Edgar Allan Poe, entre otros. Entre sus características más distintivas se encuentra el hecho de hacer sentir miedo al espectador. Más allá de su puesta en escena y de los arquetipos que definen al género del terror como tal, su esencia misma es la de hacer reaccionar al público por medio de recursos como sustos abruptos y gritos aterradores. El ocultamiento de ciertos elementos para crear tensión dramática, lo que se conoce como técnica de fuera de campo, junto a diferentes y peculiares efectos de sonido, es un muy buen ejemplo de cómo ir generando un clima que se volverá aterrador y emocionante para los espectadores. En la actualidad, a noventa años aproximadamente de la creación del género cinematográfico del terror y con sus códigos establecidos, pero también muy maltratados, son pocas las películas que puedan lograr sorprendernos, presentándonos una historia impactante y que nos permita sentir temor. Bárbaro (Barbarian, 2022) escrita y dirigida por el actor y realizador Zach Cregger, afortunadamente es uno de estos casos: se trata de una inteligente y astuta propuesta dentro del género del terror, con bastantes sorpresas y mejores aciertos en su estructura narrativa. Tess (Georgina Campbell) es una joven que viaja desde su hogar a la ciudad de Detroit para participar de una entrevista laboral. Previendo su alojamiento anticipadamente, alquila vía internet una sencilla casa en una zona bastante apartada e insegura de la región, con el fin de pasar unas noches allí. Pero al arribar al lugar se encuentra con que la vivienda ya fue ocupada por otro joven, Keith (Bill Skarsgård), quien afirma que también alquiló. Siendo de noche y para evitar el peligro que puede habitar en las oscuras calles del barrio, Tess decide compartir la casa por esa noche con Keith. Todo marcha sin problemas, hasta que el muchacho desaparece y la joven decide buscarlo en el sótano, enfrentándose a un peligro mucho mayor del que quizás la esperaba afuera en los alrededores. Bárbaro, en su guion y estructura, sería algo así como una de esas tradicionales muñecas rusas, las mamushkas. Partiendo de una historia base y principal, al irse desarrollando, aparece una subtrama, después otra y así, pero todas conectadas, formando un conjunto. Filmada en Bulgaria en pocos días y para abaratar costos, está pensada y construida por un director que conoce el género y que supo cómo darle una vuelta de tuerca. También hay una impronta que nos lleva al cine de terror de la década de los años 80’s, a su estética y por momentos simpleza, y a realizadores claves como Wes Craven. Como dato de color el personaje de Keith está protagonizado por el actor Bill Skarsgård, quien estuvo detrás de la máscara del payaso Pennywise de la novela de Stephen King, IT, en las dos adaptaciones dirigidas por el argentino Andy Muschietti en 2017 y 2019, respectivamente. Bárbaro remite en su título al invasor, que vendrá a este mundo para traer el caos y la violencia. También se apela por momentos al humor negro, la ironía y hasta el absurdo, quizás muy consciente de que toda situación de terror no puede ser tomada tan en serio. Aunque su protagonista Tess (una estupenda Georgina Campbell) sí la pasa mal y nosotros sufrimos, nos asustamos y pasamos miedo, la razón misma del cine de terror, a la par de ella. Nada mal para este magnífico debut de Zach Cregger.
Impulsada por los elogios de muy buenos directores del fantástico como Edgar Wright y Fede Álvarez, BARBARIAN escaló en silencio hasta transformarse en un gran éxito comercial a la fecha de 25 millones de dólares (con un costo de apenas 10) . El joven actor Zach Cregger ya había codirigido una comedia titulada MISS MARZO (2009), pero su verdadero anhelo era sacar adelante este debut en solitario que se venía postergando. Luego de casi perder el proyecto (el financista original había muerto), Cregger logró captar la atención de algunos inversores, y para abaratar costos decidió rodar en Bulgaria, donde obtendría también algunos beneficios fiscales. Toda esta serie de circunstancias permiten que hoy estemos ante una de las grandes sorpresas del año. Una perfecta maximización de los recursos que aparenta mucho más costosa de lo que finalmente es. Sobre el argumento es preferible no decir demasiado. BARBARIAN es un film que se disfruta (y sostiene) aun a pesar de cualquier giro que nos anticipe el tráiler. La experiencia de ingresar a la sala con poca información, la hace mucho más gratificante. ¿Lo que se puede contar? Una joven viaja a Detroit para una entrevista de trabajo. Alquila una casa en un barrio peligroso y cuando llega se percata de que alguien más la alquiló. Ante el confuso episodio, la chica decide aceptar la propuesta de este hombre: compartir el departamento por una noche. BARBARIAN teje dos líneas (o subtextos) que atraviesan todo el film. Por un lado, el punto de interés de Cregger es, sin dudas, la decadencia histórica de Detroit (notable acá el diseño de producción), aquella ciudad que supo ser durante muchos años el epicentro económico de Estados Unidos reflejado en la prosperidad y el sueño americano representado en los gloriosos años de la fabricación de automóviles. En la otra punta, la figura de la mujer. O, mejor dicho, el rol que asume en las diversas sociedades. Estas temáticas que maneja Cregger quedan demostradas desde el comienzo. La llegada nocturna a Detroit es aterradora. Las calles silenciosas y su oscuridad. La protagonista no puede abrir con el código la puerta de entrada del departamento. Se larga una tormenta y luego se percata que hay otro hombre en el interior del hogar. El temor y la desconfianza se adueñan de ella. Debe decidir entre compartir la noche con un desconocido, o quedar a la deriva sin ningún otro hotel liberado. La figura masculina es vista como una amenaza latente. Pero como sucede en casi toda la dinámica del film: nada es lo que parece. Sabemos poco, y cuando creemos tener algunas certezas, Cregger golpea y nos desconcierta nuevamente. BARBARIAN es una de esas películas en donde todo parece funcionar a la perfección: Dirección, montaje, sonido, fotografía y diseño de producción al servicio absoluto de un film dedicado a maximizar todos y cada uno de sus recursos con gran inteligencia. La casa donde transcurre buena parte del film está encuadrada de manera notable. Cada espacio tiene su propia atmósfera. Cregger exprime al máximo toda la estructura del lugar, para revelar continuos secretos. Algo como lo que hace la propia estructura del film. El montajista Joe Murphy le da un pulso extraordinario a BARBARIAN, pero no desde lo frenético. Los breves saltos temporales condensan muy bien el encadenamiento de escenas, y luego esa triple ruptura (o cambio de punto de vista) que vuelve aún más atractiva la película. Un corte abrupto (y anticlimático) nos coloca en una ruta, con un auto lujoso conducido por un famoso director de cine al que se le viene el mundo abajo. Es denunciado por abuso sexual. Signo de los tiempos en relación al “MeToo”. Sus grandes gastos hacen que entre en quiebra, y deba empezar a vender propiedades. Una de ellas, ubicada en Detroit (la de la primera parte del film). A partir de aquí, vuelve a ponerse en valor el título de la cinta. Este director debe bajar socialmente de categoría para subsistir. Y nuevamente es Cregger quien pone a la figura masculina como una amenaza. El tercer y último quiebre narrativo es temporal. La historia nos retrotrae a los años 50’. Casi como hurgando en la raíz del problema. Los vecinos de Detroit comienzan a irse por la crisis, y vemos la composición familiar con la ama de casa prototipo, los colores pastel y la figura masculina dominante. Un gran acierto que nos permite observar a través de una rendija temporal. Cada una de las partes de BARBARIAN se complementa a la perfección, y nos permiten entender la topografía y el corazón de todo el conflicto. Cregger hace de BARBARIAN una pieza provocadora contra los viejos esquemas del género. Destroza las expectativas de lo esperable (un jumpscare, una puerta que se cierra), tanto así, que por momentos el film camina por la delgada línea del gesto evidente. Como si todo estuviese puesto en función de esquivar el camino obvio. Es posible que el último tramo comience a flaquear. Cregger parece no terminar de encontrar la conclusión ideal para su historia y algunas arbitrariedades emergen para atar cabos sueltos. De todas formas, nada es suficiente para arruinar una de las sorpresas del año. BARBARIAN es una montaña rusa de terror con grandes dosis de humor. No se avergüenza de ninguna de sus ideas. Una fiesta absoluta para quienes los fanáticos del género. Opinión: Muy buena.
Zach Cregger, uno de los miembros del grupo The Whitest Kids U’ Know, escribe y dirige este primer largometraje en el que opta por pensar y repensar el género de terror desde ciertos lugares conocidos pero con una estructura que la transforma en una caja de sorpresas. Una joven muchacha, Tess (Georgina Campbell), llega una noche lluviosa a una casa que rentó a través de la popular Airbnb. Pero al llegar se encuentra a otro joven (Bill Skarsgard) que le dice que también lo había rentado a través de una app social, lo cual los pone en el lugar de estafados. Tess es una joven inteligente y por lo tanto precavida: acepta entrar y ver si consigue una habitación de hotel y cuando no, quedarse a dormir, pero siempre adelantándose a las posibles alertas sobre el muchacho que, en apariencia, es demasiado amable. Revisa su billetera y documentos a escondidas, no bebe nada que él le haya preparado fuera de su vista y lo primero que hace es pedirle que le muestre la confirmación de su propia operación. Es una muchacha en un mundo peligroso, como lo es para todas, y no se puede confiar de la nada en un joven de apariencia ingenua. Pero además, y todavía no es consciente de eso, se encuentra en una zona de Detroit turbia, casi abandonada. El primer vuelco, algo de lo poco que adelantaré a través de esta mención, es decir, libre de spoiler, es cuando se descubre el sótano. El descenso por esas escaleras podrá ser no muy distinto al descenso a los infiernos. Lo interesante sin embargo en estas escenas radica en los personajes, en las actitudes que cada uno tiene en una misma situación. Los personajes están tan bien desarrollados e interpretados que una siempre entiende por qué hacen lo que hacen, por qué toman ciertas decisiones, por qué o cómo deciden bajar unas escaleras que conducen a aquel lugar oscuro. La película se sucede como en episodios a simple vista sin mucha conexión entre sí hasta que todo confluye siempre en ese mismo lugar: esa casa, ese sótano, lo que esconde. En ciertos momentos de álgido interés, la historia se detiene y se salta a otra, como en un nuevo episodio de una misma serie. Un rompecabezas no difícil de armar pero que despliega así su trama para confluir en un mismo centro: ese lugar olvidado y abandonado de Detroit. Es así que en uno de los vuelcos ya pasando un gran tramo de la película se nos presenta a un personaje nuevo interpretado por Justin Long. El actor asociado a la comedia pero que se ha entregado al género en varias y ricas oportunidades (Jeepers Creepers, Drag me to Hell, Tusk) se pone en la piel de un actor que de repente es acusado de abuso y pierde su trabajo y buena parte de su dinero y por lo tanto se ve obligado a volver para vender esa casita que tenía olvidada en Detroit. Más allá del suspenso y lo turbio, el humor nunca deja de estar en la película, con dosis justas que colaboran en estas mencionadas construcciones de personajes creíbles y dimensionales. Como tres películas en una pero al mismo tiempo con un núcleo que las une de manera genuina, sin sentir este ir y venir como caprichos forzados, Barbarian resulta una grata sorpresa en el género. Quizás no innova demasiado a la hora de mostrar el terror y cuando una le agarra un poco la onda es fácil predecir lo que vendrá. Pero eso no le quita valor porque todo está construido con cuidado e importancia. Nada queda librado al azar ni tampoco descuidado. Hacia el final incluso el terror se maximiza de un modo que recuerda un poco a Malignant, de James Wan, y es cuando una se da cuenta de que a veces la gracia está en no tomarse tan en serio. Pero como en Candyman, Barbarian pone en el escenario una cuestión social relacionada con cómo los suelos que pierden valor derivan en zonas marginales que en lugar de intentar mejorar se tapan o se olvidan. Como una especie de limbo donde no se es nadie, donde todo se permite, donde ni siquiera la ley tiene presencia. En una referencia local, los hermanos Onetti habían hecho algo similar en Los Olvidados con Epecuén. La aparición pequeña pero imprescindible de Richard Brake (actor no lo suficientemente valorado) o la referencia a Jane Eyre, el libro que la protagonista lleva en su valija y cuya historia se resignifica hacia el final, son otras perlitas sobre las que, por cuestiones de posibles spoilers, no puedo explayarme pero no quería dejar de mencionar. Un último aspecto a resaltar es lo técnico: estamos ante un film muy logrado desde la cuidada construcción de planos, puesta en escena y un montaje muy preciso. Cabe resaltarlo porque es una película que se hizo con un presupuesto menor al que se acostumbra (incluso por cuestiones de dinero no fue rodada en Detroit sino que se la construyó en Bulgaria). Barbarian va de menos a más, de una construcción de situaciones que apuesta por el suspenso hasta el desborde del terror más gráfico a través de logradas vueltas de tuerca. Combina de manera inventiva un rejunte de tópicos clásicos del género con una historia retorcida y una galería de personajes bien definidos. Un deleite para quien guste del terror.
Bárbaro: el terror a lo desconocido La pobreza genera muerte Una mujer conviviendo a la fuerza en una noche oscura con un hombre algo extraño… si creen que Bárbaro es la película de terror que vieron mil veces, les diría que le den una oportunidad. Les ofrecemos un tour por una casa y un barrio un tanto particulares. ¿De qué va? Una joven que viaja a Detroit para una entrevista de trabajo reserva alojamiento en la ciudad, pero cuando llega de noche tarde, descubre que la casa fue reservada a dos personas simultáneamente y hay un extraño parando en la vivienda. En contra de lo que le aconseja su propio sentido común, decide pasar allí la noche, y pronto descubre que hay mucho más que temer que la presencia de un huésped inesperado. Detroit es una ciudad conocida por los cinéfilos amantes del género fantástico. Cuna de una pobreza extrema, fue la casa de Robocop durante mucho tiempo (¿alguien recuerda que hubo una remake?) y un recordatorio de como el capitalismo nunca fue bueno… Pero ¿qué tiene que ver todo esto con lo que sucede en esta película?. Esta es la primera película como director del actor Zach Cregger (The Whitest Kids U’Know y The Civil War on Drugs), que tuvo siempre experiencias como escritor en la comedia. ¿Pero en qué se parecen o diferencian? En sus palabras: “Mi primer trabajo en el mundo del espectáculo fue como guionista y director en un programa de sketches que tuvo cinco temporadas. Así que allí puse a trabajar mis músculos de comedia, por así decir. Y creo que en el género de terror, se usan los mismos músculos, ya que tanto en la comedia como en el terror, se trata de estar un paso más adelante del público y hacer una cosa cuando se espera otra, y la anatomía de un chiste no es muy diferente a la anatomía de un susto. Las dos tienen que ver con el timing y el tono, de modo que me vino bien haber tenido esa gimnasia cuando incurrí en el género de terror”. Ahora bien, todo parece arrancar como el típico thriller donde dos personajes (uno más sospechoso que el otro) quedan encadenados a una situación que no pueden manejar. Cuando la protagonista llega al Airbnb que alquiló, descubre que ya fue alquilado a otra persona también. Y al ser ella una mujer joven y él un hombre que ya tenía el lugar, todo se vuelve tenso. Para el papel de Tess, la desafortunada pero decidida protagonista, eligieron a Georgina Campbell, una actriz muy conocida por sus papeles en series tales como Broadchurch, Krypton, Black Mirror y La sospecha; mientras que para el papel de Keith, que es quien está parando en la vivienda de alquiler que Tess reservó, eligieron a Bill Skarsgård, el actor nacido en Suecia que creó el personaje de Pennywise en las películas It e It: Capítulo dos, basadas en la novela de Stephen King, y que protagonizó películas y series tales como Hemlock Grove, Divergente la serie: Leal, y Castle Rock. Con unos 20 minutos de mucho ritmo pesado, miradas, silencios y por sobre todo incomodidad todo cambia… pero cambia de verdad. No sólo el subgénero, sino también los protagonistas. Hacia el mid-point (elemento importante en la construcción narrativa, que no se usa tanto en occidente) se desvela el verdadero villano de la historia, el tono y el verosímil final. Difícil hablar de Bárbaro sin entrar en spoilers y arruinar la experiencia. Sólo vamos a decir que la casa y lo que hay debajo de ella se convierten en personajes protagonistas de la historia. Una suerte de laberinto con un Minotauro producto de la desidia y pobreza de una sociedad que fue dejada de lado. En el medio, aparece el personaje de AJ, interpretado por Justin Long (el de Jeepers Creepers) que resulta ser el dueño de la casa mal alquilada y que enfrenta algunos problemillas legales producto de una denuncia de violación dentro del ámbito del cine. Total normalidad. La tensión y el ritmo son cuestiones muy bien trabajadas en Bárbaro, que no busca parecerse a otras películas de género. A nivel personal, el verosímil y la justificación se sintieron algo clasistas, victimizando siempre al mismo lado de la escala social, haciendo una suerte de limpieza a la policía (a pesar de tratarla como una banda de incompetentes) y banalizando ciertas cuestiones. A pesar de todo eso, estamos frente a una de las grandes sorpresas del año. De esas películas que no se parecen a nada, y que genera tanto fanatismo como odio. Como la polarización de la vida misma.
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Bárbaro: ingenio y horror en la película de Zach Cregger La película de Zach Cregger presenta tres secuencias bien definidas que, finalmente, delinean un misterio de connotaciones revulsivas. Con un trabajo sobre los climas sostenido, en buena medida, por la eficacia de su elenco, Bárbaro se convierte en una atractiva propuesta para los amantes del terror. Resulta tautológico afirmar que hay películas buenas y películas malas, de todos los géneros y estilos. Pero tal vez sea en el noble cine de terror en donde se encuentren más exponentes de las segundas; abundan los relatos trillados, las fórmulas (mal) repetidas, los golpes de efectos y un largo etcétera. Dentro de esta perspectiva, cada tanto asoma en la cartelera alguna obra que supera la medianía y se destaca del resto. Esto ocurre con Bárbaro (2022). La película comienza con un aparente equívoco; Tess (Georgina Campbell) es una joven que llega –Airbnb mediante- a una casa en Detroit para pasar la noche y, al día siguiente, tener una entrevista de trabajo. Pero una vez que llega, en medio de una noche lluviosa, descubre que allí ya hay alguien alojado: Keith (Bill Skarsgård, el actor que compuso al siniestro Pennywise en las dos películas de Andy Muschietti). El muchahco también reservó la casa, pero por otra página. Entre las evidentes tensiones que se gestan, finalmente Tess decide compartir el lugar luego de intentar –sin éxito- conseguir otro alojamiento donde quedarse. El peligro (para ambos) late con fuerza en el fondo de la casa, que –nos enteraremos luego- pertenece a un pedante cineasta interpretado por Justin Long, recientemente acusado de violación. En el tercio final del filme, la película revela el elemento siniestro, que –en su línea más freudiana- está vinculado al sexo, a lo familiar, y a aquello oculto que sale a la luz. Los golpes de efectos aquí son pocos –lo cual se agradece-; el terror en el relato parece estar adosado a las revelaciones que progresivamente irán descubriendo los propios personajes. Bárbaro no es una masterpiece, claro está, pero al menos ofrece algunas ideas interesantes que, si bien pierden valor cerca del desenlace, sirven para generar un “algo más” de lo que habitualmente vemos en el cine.
Bárbaro (Barbarian, Estados Unidos, 2022) es una película sorprendente. En los primeros minutos abre una intriga con una joven que en medio de una noche de tormenta llega a una casa en Detroit que ha alquilado por Airbnb. Tiene que quedarse allí porque al otro día tiene una entrevista laboral, pero al llegar descubre que un joven está en la casa, diciendo que él también la ha reservado. El barrio parece peligroso y mientras ella decide que hacer, acepta entrar a la casa. Todas las señales de peligro se activan y desactivan en esos minutos de suspenso abrumador. Es solo el principio de muchas de las capas que la película irá desplegando. Las películas de terror son en su mayoría parecidas entre sí, cada una de ellas dentro de los diferentes subgéneros. Por eso cuando pasan algunos minutos y un largometraje no cae en los lugares comunes y las trampas, la euforia del espectador aumenta rápidamente. Cuánto más cine de terror se ha visto, más se valora una pequeña joya como Bárbaro. ¿El joven que está en la casa es un monstruo? No lo sabemos y esperamos ansiosos el momento en el cuál la película finalmente despliegue su juego. Pero no es solo eso, luego tiene dos movimientos de guión más que renuevan la curiosidad y el interés del espectador. Pero en el medio, y esto es toque extra, se van desplegando temas de toda clase, conflictos sociales, sexuales, culturales, nunca subrayando nada, simplemente como pinceladas que con muy poco completan las historias de los pocos personajes que forman parte de la trama. Nunca es una bajada de línea, solo más material para que el espectador tenga su cabeza ocupada cuando las cosas finalmente ocurren. Hasta el último minuto la historia resulta apasionante y no defrauda, porque aunque llega un momento donde dudamos de los caminos que tomará, cuando tiene que ser una película de terror lo es de forma contundente y absoluta. Una maravilla dentro de un año donde no han faltado dos o tres buenas películas del género.
Crítica de "Bárbaro", una de las mejores películas de terror del año Repleta de giros, diversidad de temáticas y horror, el debut en el género de Zach Cregger es de lo mejor del año. Todos merecemos dejarnos llevar por una buena obra. Todos desearíamos poder disfrutar de uno de esos planes que desde el minuto cero te aprisionan, no te sueltan y te hacen formar parte de la trama. Bárbaro (Barbarian, 2022) es de esas cintas que no subestiman y te extienden la mano para que colabores, con tus pensamientos, en la construcción de la historia. Estamos en presencia de una experiencia de la cual todo amante del género se maravillará y que, sin lugar a dudas, no podrá sacarse de la cabeza por un largo tiempo. Protagonizado de forma convincente por Georgina Campbell (Black Mirror), Bill Skarsgard (It) y Justin Long (Tusk), lo más destacado del largometraje es su capacidad para mutar el foco del suspenso y cambiar el eje de la tensión. Todo comienza con una aparente y típica historia de chica que conoce a un chico en un Airbnb, aunque aquí el misterio por la sospecha sobre él (Skarsgard), a lo Fresh (2022), nos mantiene en vilo minuto a minuto. Sin embargo, los giros constantes del guión nos conducen a un desarrollo impensado, justificado, y un desenlace alucinante y sorpresivo. La calidad del despliegue técnico de la obra sale a la luz desde las primeras escenas. Un travelling nos invita a la casa en la calle Bárbaro como una clara señal de que esa arquitectura se convertirá en una de las claras protagonistas. Desde allí, todo es intrigante. El ritmo elegido, las tonalidades y la banda sonora colaboran con un relato original y lleno de criterio. Bárbaro confirma el gran año del cine de terror. ¡Nop!, Men, X y su precuela Pearl, Smile y El teléfono negro (The Black Phone) son gemas contemporáneas. La calidad de este cine, donde la originalidad y el amor por Wes Craven, Sam Raimi o John Carpenter se combinan, es una de las mejores noticias para un género que es digno de disfrute colectivo. Con personajes bien complejos y un némesis que asombrará, tanto por su apariencia como por su origen y posterior revelación, Bárbaro merece toda la atención. Un laberinto, la profundidad de una historia que denuncia y un abanico de propuestas súper atractivas hacen que la película de Cregger tenga todo para convertirse en un clásico instantáneo y sirva como inspiración a nuevos realizadores y espectadores.
Llegada al streaming tras su reciente estreno comercial, este film de terror sigue a una chica que alquila una casa vía Airbnb y allí descubre que suceden cosas extrañas. Con Georgina Campbell, Bill Skarsgård y Justin Long. Una de las más efectivas sorpresas de un género que parece estar atravesando otra interesante etapa creativa tras una época de vivir pendiente solo de secuelas y remakes (que siguen estando, de todos modos), BARBARO conecta varias líneas temáticas y tramas actuales en el género y las combina de manera efectiva y, sobretodo, inesperada. Temas dispares como el racismo, la pobreza, la masculinidad tóxica, la violencia de género, la maternidad, la inutilidad e impericia de la policía, la «cancelación» de artistas y el fenómeno de los Airbnb se integran en esta historia que, más que cualquier otra cosa, funciona muy bien como película de género. El resto puede ser interesante de analizar, pero en lo concreto son 103 minutos inquietantes y sorprendentes. Cregger inicia el asunto con un punto de partida que parece hasta trillado. En medio de una noche muy lluviosa Tess (Georgina Campbell) llega a una casa que alquiló a través de Airbnb y al querer entrar se da cuenta que no puede, que la llave no está en su lugar y nadie contesta sus llamados. Pero pronto ve una luz adentro, golpea y ahí se topa con la noticia: la casa había sido alquilada, vía otra aplicación, a Keith (interpretado por Bill Skarsgård, de IT, lo cual ya pone al espectador en una situación expectante), quien la invita a pasar y a intentar resolver la situación. Ella, incómoda y temerosa, entra. Pero no hay hotelería disponible (hay un congreso en la ciudad) para irse y a Tess no le queda otra que pasar la noche ahí. El le prepara la cama, se va al sillón y se comporta como un caballero. Pero la duda está y cualquier espectador creerá saber lo que pasará de allí en adelante. La casa está en Brightmoor, un barrio de las afueras de Detroit en decadencia y semi-abandonado. Al otro día, Tess va a la ciudad a una entrevista de trabajo (para eso viajó ahí) y al regresar encuentra en la casa otro clásico del género: un subsuelo por debajo del subsuelo. Allí ve una cama, una cámara y elementos que parecen de tortura. ¿Será ese el secreto de Keith? Pero cuando creemos que ya lo tenemos claro, de una manera que podríamos definir como «hitchcockiana» (todo este comienzo es deudor de PSICOSIS), las cosas prueban ser bastante distintas de lo que creíamos. Ahí la película pegará un primer e importante giro al abandonar lo que pasa en esos tenebrosos subsuelos para irse a una luminosa Los Angeles a seguir a un actor, AJ (Justin Long), que se entera que ha sido acusado de abuso sexual y perderá todos sus trabajos y hasta su equipo. Desesperado y sin opciones económicas para enfrentar los juicios que se le vienen (dice ser inocente, pero no lo parece) no le queda otra que viajar a Detroit, más específicamente a Brightmoor, a intentar vender su casa. Sí, la misma casa en la que estuvimos. El resto, bueno, ya lo verán ustedes ahí… El elemento hitchcockiano jamás desaparece y Cregger logra introducir temas actuales sin forzarlos demasiado en la trama (bueno, salvo uno), haciendo que más allá de su premisa terrorífica la película jamás entre en el terreno de lo fantástico o lo excesivamente espectacular. Es una película módica y pequeña en cantidad de personajes y en escenas violentas, pero funcionan bien no solo por la pericia técnica con la que están resueltas sino porque el espectador logra involucrarse con personajes que, en su mayoría, son más que simples figuras prototípicas del género. La expectativas iniciales se torcerán, en algún momento BARBARO volverá a cambiar de eje, de personaje y hasta de tiempos, pero todo dentro de un tono de terror social que la une en cierto modo a HUYE! o a ELLOS, por citar solo algunas películas y series recientes. Si bien el racismo no parece ser el tema principal, el contexto de la ciudad peligrosa poblada por afroamericanos, los prejuicios existentes ligado a eso y ciertos detalles de la trama dejan en claro que es uno de los ejes fuertes. Y el tema de la crueldad masculina es otro que se va volviendo más y más fuerte con el correr de los minutos, aunque siempre con sorpresas inesperadas. Lo mejor de BARBARO –cuya popularidad en festivales llevó al estudio a estrenarla en cines cuando originalmente estaba pensada para salir directo en Hulu/StarPlus–es que no es para nada previsible, que todo el tiempo le quita al espectador la base en la que está parado para girar hacia otros personajes (hay varios que ni cité aquí para no spoilear nada) y que, a diferencia de otros films de género «políticamente correctos» de los últimos años, no pone sus temas y su subtexto por encima de la trama y de su mecánica. Están ahí para quien quiera interpretarlos, pero el resto disfrutará de una inteligente y original película de terror.
ENTRE LO IMPLÍCITO Y LO EXPLÍCITO Hay una corriente del cine de terror cuyos realizadores parecieran buscar que sus películas sean “más que una de terror” y que sean obras, desde lo formal y temático, que sean evocaciones de algo mucho más profundo que simplemente el miedo, el temor o la angustia. Es un cine que muchas veces parece dirigirse a un público que siente un poco de culpa por ver un género al que suele considerar menor, un “terror para los que no les gusta el terror” y del cual podría decirse que forman parte cineastas como Jordan Peele, Ari Aster, Robert Eggers y Alex Garland. Ha dado, es innegable, algunas películas potentes e interesantes, aún en sus defectos, como El legado del diablo y ¡Huye! Pero también sigue una agenda que en muchas ocasiones pone los mensajes por delante de la historia, el gesto sociológico antes que los personajes y que hasta subestima su propia materialidad. A esta nueva senda se suma Zach Cregger con Bárbaro, una película que trabaja con una premisa mínima a la que le va agregando vueltas de tuerca y capas de sentido, en el sentido tanto positivo como negativo. El relato se centra en una joven (Georgina Campbell) que viaja a Detroit para una entrevista de trabajo y que alquila una casa a través de Airbnb, pero que cuando llega, en una noche lluviosa, descubre que ya está ocupada por otro joven (Bill Skarsgård), quien le sugiere quedarse, ya que no hay otras alternativas de alojamiento. Pero en el sótano de esa casa, que parece común y corriente -aunque está ubicada en un barrio que es tierra arrasada-, la protagonista descubre una puerta secreta que conduce a un tétrico pasadizo, que aloja un secreto bastante horripilante. El film se toma su tiempo para desencadenar por completo su conflicto, incluso subvirtiendo expectativas a partir de cómo posterga el estallido pleno del horror. Eso no le impide generar tensión, sino que incluso favorece ese objetivo: Cregger maneja muy bien las posibilidades expresivas de los espacios vacíos -que incluyen el paisaje decadente y derruido que rodea la casa-, la profundidad de campo y los sonidos, que encima se potencian gracias a una banda sonora que logra grandes momentos de inquietud. Asimismo, la premisa inicial da paso a giros temporales que le dan a la narración un sesgo mucho más ambicioso, a partir de cómo indaga en conceptos vinculados a las masculinidades tóxicas, con la introducción de un personaje interpretado por Justin Long que es clave. Es probablemente este último aspecto el más problemático, porque coloca al film en una posición mensajística y queriendo prenderse a la ola woke, que no suele preferir las construcciones narrativas sutiles. En el último tercio del metraje, todo lo que estaba implícito o apenas insinuado pasa a quedar completamente explícito, lo cual no solo incluye la mirada sobre el machismo, sino también sobre esa parte de la sociedad estadounidense que se ha caído del tejido social, las maternidades retorcidas y la indiferencia ante la violencia. Ahí es donde Bárbaro se vuelve demasiado obvia y hasta innecesariamente canchera en su visión sobre el horror, con vueltas de tuerca que dejan en claro que a Cregger le importa más el contenido ideológico -y, por ende, en apuntar a un público con una formación supuestamente “progresista”- que los personajes. En ese afán por ser algo más que “una de terror”, en mostrarse “distinta”, es que termina cambiando una serie de lugares comunes por otros y que pierde la oportunidad de ser esa gran película de horror que amagaba con ser en su primera mitad.
Un ejercicio de horror ambicioso que se sale de las estructuras más abordadas por la vertiente comercial. Cimenta sus valores en un guión sólido que sortea las convenciones y clichés que el género ha utilizado a piacere en el pasado. Sin embargo, a pesar de recordarnos de antemano a una historia archiconocida, el estilo proferido adquiere un tono singular apenas comenzado el metraje. “Barbarian”, por lo tanto, se confirma como una prueba más que aceptable de parte de Zach Cregger, un novel director a tener en cuenta a futuro. Revirtiendo el canon, nos engaña una y otra vez. La lista de recursos a los que se echa mano la recitamos de memoria: pisos que rechinan y espejos atemorizantes que son alerta del reflejo amenazante. Lo hemos visto cientos de veces, no obstante, aquí la premisa no tarda en complejizarse. El carácter anticipatorio de confrontar ciertos elementos es materia moldeable en el imaginario de un cineasta presto a sorprendernos con giros poco predecibles. Grandes angulares y movimientos de cámara osados nos hablan de un experto en el manejo del lenguaje cinematográfico. Algo perturbador y perverso aflora en la naturaleza humana, y, para ello, el film acomete un más que atractivo tratamiento de los personajes involucrados. Consigue incomodar con eficacia y recursos nobles. Lo previsible no acude a esta cita celebrada a oscuras.
La película despliega diferentes giros y aunque su discurso se termina haciendo bastante evidente, también es consciente del humor que le impregna para alejarse de cualquier impronta pretenciosa. Divierte y asusta por igual.