Juegos familiares. La última película del director Gustavo Postiglione (El Asadito, 1999) es un clásico policial claustrofóbico basado en la obra teatral homónima del realizador. Tras el éxito de la puesta, Postiglione decidió adaptar Brisas Heladas al formato cinematográfico para ofrecer otra forma de apreciación de la simple pero ambiciosa historia. A diferencia de la obra de teatro, la película sumó las actuaciones de Gastón Pauls, Norman Briski y la legendaria cantante punk y pop franco- uruguaya Elli Medeiros, quien también participó en la banda sonora junto al mismo Postiglione. Tras el asesinato de dos de los integrantes de su banda y el robo de un bolso por parte de su esposa Carmen (Elli Medeiros) y su chofer Bruno (Juan Nemirovsky), Antonio (Norman Briski) un mafioso porteño, le da un ultimátum al joven conductor para que devuelva el bolso. El joven ha estado apostando mucho dinero y su comportamiento sospechoso lo ha puesto en la mira del furioso mafioso traicionado. Mientras el protagonista planifica su huida junto a Carmen, la autora material e intelectual del robo, su hermana Mabel (María Celia Ferrero) aparece en la casa con una valija llena de juguetes para recordar viejos tiempos y sacar de quicio al atribulado Bruno. Brisas Heladas relata la historia desde el punto de vista de Mabel ante el fiscal (Gastón Pauls), trabajando los sucesos reales como capas superpuestas que se contradicen como en un careo policial. La película da vueltas incesantemente alrededor de las pruebas y las historias personales de los protagonistas. Las actuaciones del elenco son aceptables, destacándose principalmente las interpretaciones de Ferrero, Briski y Medeiros. La banda sonora a cargo de Iván Tarabelli y Postiglione es muy buena y funcional a la construcción de un análisis psicológico que busca interpelar a los personajes en su intimidad. Con escenas interesantes, Brisas Heladas se sostiene gracias a un guión que avanza en el relato policial sin demasiados bríos pero sin estancarse, dejándole al espectador una película que utiliza los juegos cinematográficos y el metacine para hacer evidentes las diferencias entre el dispositivo cinematográfico y el teatral. La utilización de guiños a lo mejor del cine policial ayuda en la causa pero la obra falla en su conjunto por su innecesaria extensión: en lugar de complejizar la historia, amplifica escenas cuyo desenvolvimiento se vuelve baladí. Lo desparejo no quita los aciertos pero desgraciadamente los disminuye hasta minimizarlos, en algunos casos para dejarnos solo una corriente tibia de la propuesta inicial.
Hermanos de armas tomar Con un claro homenaje desde la cinefilia y la referencia no caprichosa al film noir, el director Gustavo Postiglione se adapta a sí mismo en su versión cinematográfica de la obra teatral homónima, Brisas heladas. Pensar al cine como un lenguaje, pero también como otro tipo de teatro desde la construcción de la puesta en escena y la distancia en el punto de vista, es todo un desafío para el realizador de El asadito -1999-. El director ejecuta con absoluta precisión los planos secuencia que atraviesan la trama de este híbrido entre policial duro y retrato feroz e intimista de dos hermanos, Bruno y Mabel, en un reencuentro con mucha más negatividad que aspectos positivos, que va enrareciéndose a medida que avanza la historia. La enunciación es un elemento que Postiglione explota en ese meta cine, que se introduce casi por la ventana -y sin pedir permiso- a una trama donde quedan establecidas las coordenadas de toda película de engaños, cuya víctima es un mafioso de poca monta y la autora intelectual, su esposa –Elli Medeiros- junto a su chofer –Bruno-. Sin embargo, la construcción de personajes como el mafioso, compuesto por Norman Briski, con su plus de gran actor, en contraposición al policía de Gastón Pauls, representan para la historia, más que personajes de carne y hueso, ideas o estereotipos que el propio Gustavo Postiglione disemina entre el tendal de muertos y violencia desatada en un espacio que primero abarca el interior y lo opresivo de un departamento, donde Bruno recibe la inesperada visita de su hermana Mabel, para trasladarse luego al exterior y cobrar otra forma de representación. Es notable la labor de la actriz María Celia Ferrero –también actuaba en la obra de teatro- con un personaje de humores cambiantes, templanza y frialdad, que por momentos asusta. Ella carga el peso de la historia, también el contrapeso de crear atmósferas y pistas falsas para desviar la atención del espectador. Para el papel del hermano, Juan Nemirovsky, quien además participó en la obra de teatro, encuentra los momentos justos para estallar, así como aquellos silencios para sosegarse, mientras el tiempo apremia y la carrera contra reloj marca el pulso de un relato que se toma todo su todo tiempo para dejar en claro cuál es el propósito de cada uno de los personajes, cuáles son sus debilidades. En Brisas heladas -2015- no hay fisuras narrativas, hay riqueza en el detalle, incluso desde la música incidental de la que también participó Gustavo Postiglione y no es antojadizo el hecho puntual que el hermano conserve vinilos de bandas de sonido clásicas del policial, quizás una de las pocas cosas que pueda compartir con su hermana, además de la desmedida ambición y la marca del destino.
En su regreso al cine, luego de un período de seis años, el realizador Gustavo Postiglione (“El asadito”, “El cumple”) se anima al género policial en “Brisas Heladas” (Argentina, 2015), con una historia de mafiosos que intentarán recuperar un bolso con dinero del capo de ellos (Norman Briski) que desapareció delante de sus narices. Lo que no saben estos mafiosos (estereotipados, divertidos, grotescos) es que detrás de esa desaparición está nada más ni nada menos que la mujer de él (Elli Medeiros) y Bruno, uno de los integrantes de la banda, que a partir de una relación clandestina, decidieron sustraer el dinero para poder conseguir un poco de libertad y espacio para sus sueños. El protagonista excluyente de “Brisas Heladas” es Bruno, un joven ambiciosos, que de tanto desear las cosas se termina envolviendo en un sinfín de actividades ilegales que lo llevarán a contraer deudas impagables. Justamente partiendo de este punto (su morosidad) el director pensó un gran gancho para que Bruno sea el vector narrativo a partir de sus inconvenientes económicos. Pero además, este personaje tendrá otros aditamentos que lo complicarán en su devenir del relato. A saber: alcoholismo, vínculos cercanos con el poder, relación amor/odio con su jefe y un vínculo bastante complicado con su hermana. Así, con este cocktail explosivo, Bruno se convertirá en una bomba de tiempo para todos aquellos que lo rodean, y más cuando el misterioso bolso desaparece y es obligado por el capo mafia a recuperarlo, porque en el fondo, este sabe que Bruno tiene mucho que ver con la desaparición, pero no que realmente él lo posee. La elección de Postiglione de comenzar el relato a partir de un presente que debe regresar al pasado constantemente, no como flashback, sino como raccontto, es uno de los puntos que dinamizan la narración y que posibilitan el fortalecimiento de las ideas principales del filme. La constante referencia al mundo del cine, con esa secuencia inicial de dos personajes filmados en plano secuencia dialogando sobre los inicios de películas en planos secuencias, además, brindan un estilo cinematográfico que acerca “Brisas Heladas” al mundo de aquellas películas sobre cine y que hablan de cine. Hay muchas referencias al séptimo arte, guiño que Postiglione suma a lo largo de todo el metraje, y que posibilita, además el refuerzo de la construcción de los personajes a partir de indicios sobre aquello que los ha identificado, y así, si Bruno ama a Steve McQueen, intentará darse índices de cómo el peso de sus acciones tienen algo de épico y de lucha. Pero Bruno no estará solo, y así como su hermana llega de imprevisto a su vida y su relación con la mujer del jefe lo complicará a cada paso que dé, también habrá un esfuerzo por parte del director para retratar el mundo al que se contrapone éste y en el que la mafia tan sólo será un trazo grueso de aquello que estamos acostumbrados a ver. Una correcta facturación y un nivel de producción adecuado a la propuesta, hacen que “Brisas Heladas” cumpla con aquello que promete, pero sin terminar de cuajar en un producto singular y “fresco” como los que Postiglione ha logrado en filmes anteriores.
Noche sin lunas ni soles El director de El asadito regresa al cine luego de una prolífica producción en teatro y TV con un estilizado thriller con toques noir. Tras seis años de ausencia (su último estreno había sido Días de Mayo en 2009), Gustavo Postiglione regresa al circuito comercial con la transposición de su propia obra teatral Brisas heladas. Una enfermiza relación entre dos hermanos, Mabel (María Celia Ferrero) y Bruno (Juan Nemirovsky); un mafioso llamado Antonio (Norman Briski) y su atractiva esposa Carmen (la mítica Elli Medeiros); un bolso que pasa de mano en mano y es el McGuffin del relato; y un fiscal (Gastón Pauls) que sigue el caso en el presente (la película es un largo flashback) son los personajes, elementos y conflictos que conforman esta mixtura entre el policial negro y el drama familiar. Para quienes esperen -teniendo en cuenta su origen- una propuesta estática y teatral, Postiglione se encarga de barrer con esas presunciones casi desde el principio con un largo plano secuencia ambientado en un gimnasio de boxeo en el que dos matones se la pasan caminando y charlando sobre... los planos secuencia (la teoría que maneja uno de ellos es que es la manera en que los directores les demuestran a los críticos de cine su destreza formal). Ese ejercicio estilístico, irónico y autorreferencial (muy tarantiniano, por cierto) se quiebra cuando ambos son acribillados dentro de un auto por Carmen y Bruno (empleado de Antonio), quienes además son amantes. Lo que sigue es una sucesión de amenazas, robos, seducciones y traiciones cruzadas en un thriller con unos cuantos momentos atractivos, pero que por momentos no avanza con la elegancia, tensión y fluidez necesarias. Más allá de sus desniveles (de algunas escenas muy inspiradas se pasa a otras resueltas con ciertas torpezas y sobreactuaciones), el director de la trilogía compuesta por El asadito, El cumple y La peli construye un ejercicio de género vistoso y con no pocos hallazgos con una Rosario de fondo que bien podría ser Chicago o Manhattan.
Gustavo Postiglione, se basa en una obra de teatro propia y se mete en un film policial con traiciones, mafiosos (genial Norman Briski) y dos hermanos unidos por la locura, la muerte y la traición.
Drama de familia La película logra atrapar por el clima y las actuaciones, pero desvela rápido sus misterios. Brisas heladas, la nueva película de Gustavo Postiglione, cruza el mundo teatral del director de El asadito con su experiencia cinematográfica. Su filme es un loable experimento de manejo de actores, cámaras y diálogos para crear una atmósfera particular propia del cine negro. Su historia, un policial que involucra a dos hermanos, Mabel y Bruno, y a un grupo de pseudomafiosos con su mayor sustento en el entramado de vínculos y personajes interpeladores. Basada en la obra teatral homónima que escribió y dirigió Postiglione, con los mismos actores en los protagónicos, la historia transcurre en no más de 24 horas. Bruno (Juan Nemirovsky) y su amante, que además es la mujer del jefe de una banda criminal, matan a dos secuaces de esta banda para robarse un enigmático bolso, pero el jefe mafioso sospecha la traición y le da 24 horas a Bruno para que le entregue el botín. Mientras Bruno se refugia en su casa, llega Mabel (María Celia Ferrero), su decidida hermana, y juntos teatralizan un drama (y un policial) de familia. Con diálogos cinéfilos, personajes que hablan de la utilidad del plano secuencia mientras la película hace un plano secuencia o referencias a películas setentistas, se va tejiendo un tono de tensión y una curiosa psicología de los protagonistas. Búsqueda de lenguaje propio para una película de género. ¿En qué falla, entonces? Para ser un policial que se va desgranando mientras avanza la trama es demasiado previsible y propone un juego de intrigas que no terminan de cerrar. Los asesinatos, los robos, las traiciones aparecen más para crear un clima que para aportar al misterio que sugiere un filme de detectives como éste. ¿Es eso parte del experimento que plantea Postiglione? Tal vez, pero los papeles de Gastón Pauls, el detective que entrevista a Mabel, y de Norman Briski, líder de la banda, no terminan de acompañar a esta historia que siembra más de lo que cosecha.
Policial fallido e inverosímil Brisas heladas empieza con un vago ajuste de cuentas con la crítica, un tema que probablemente sólo le interese al director. Y continúa con una trama policial vulgar, estereotipada y en más de una oportunidad involuntariamente hilarante, protagonizada por personajes con aspiraciones de malditos que gritan como condenados en situaciones inverosímiles e insisten en agotadoras referencias cinematográficas que lucen como mero copypaste de Wikipedia. La película es la adaptación de una obra teatral del propio Postiglione (director rosarino de El asadito y El cumple) y no consigue despegarse de su origen, a pesar de las ampulosas piruetas de una cámara que, presumiblemente, podría aludir a la inestabilidad de sus traumados protagonistas.
Eufórico y catártico Un film como Brisas heladas presenta el histórico dilema que caracteriza a la transposición de una pieza teatral convertida en imágenes. Tomando como dato que el mismo Gustavo Postiglione convivió con el dificultoso tránsito de su propia obra al cine, los resultados de la empresa, sin llegar a ser inválidos, quedan en las puertas del intento medianamente frustrado. Brisas heladas es un policial de capas superpuestas donde ambientes y personajes condicen con el rigor genérico, en tanto, determinadas situaciones tienden a la explosión catártica y eufórica que rozan el exceso sin sentido. Dos hermanos (Ferrero, Nemirovsky), una valija con dinero, un par de muertes, un interrogatorio a cargo de un fiscal (Pauls), un mafioso digno de temer (Briski) y una vamp/milf acorde al film noir (Medeiros) son los sujetos actuantes de una enredada trama que convence más en su envoltorio visual que en su material dramático. En ese punto, dos escenas resultan fundamentales para desentrañar las virtudes y los defectos de la historia. La primera se relaciona con el encuentro de los dos hermanos, el carácter invasivo de ella, las citas verbales de películas (Love Story, Bullitt, El bebé de Rosemary), los movimientos inquietos de él y la sensación de que algo horrible puede ocurrir. A ese momento de tensión, en la otra escena donde a los dos hermanos se agrega el personaje jugado por Medeiros, el tono cambia de manera abrupta: desaparece la sutileza por el grito, la elusión por la catarsis inexplicable, la violencia soterrada por la violencia explícita. Como docenas de policiales que se precien de tal, la historia empieza y (casi) termina con un interrogatorio, instantes en los que el director de El asadito y El cumple parece sentirse cómodo desde la construcción de un paisaje que remite al film noir de décadas pasadas. Mención aparte para Eli Medeiros, cantante punk (del grupo “Stinky Toys”) y actriz nacida en Uruguay pero conocida por su voz y figura en Francia durante los años 70 y 80. En Brisas heladas es uno de los puntos fuertes de la enrarecida trama, que presenta tantas vueltas de tuerca que recuerda a algunos films de su ex pareja, nada más y nada menos, que el gran Brian De Palma.
Adaptada de una obra teatral escrita por el propio Postiglione y presentada durante bastante tiempo en Rosario y también en Buenos Aires, BRISAS HELADAS se puede definir como un policial relativamente clásico, que usa algunos de los elementos e ironías caros a los thrillers de los ’90 (en sus variantes “tarantinescas” y LOS SOSPECHOSOS DE SIEMPRE) para contar una historia relativamente sencilla, pero que tiene una inesperada vuelta de tuerca sobre el final y un formato que, más allá de algunos recursos específicamente cinematográficos usados en algunas ocasiones, deja entrever su origen teatral. BRISAS HELADAS –un título algo extraño para el filme, parece más el nombre de una heladería, para ser sincero– arranca con una de esas referencias cinéfilas comunes al universo del realizador rosarino de LA PELI y EL ASADITO. En una escena que remeda a una filmada por Brian De Palma, dos rufianes recorren un gimnasio de boxeo hablando de cine, más específicamente de escenas rodadas en plano secuencia, mientras lo que vemos es precisamente eso: una escena de unos cinco minutos rodada en una sola toma y que termina con el asesinato a sangre fría de estos dos matones a manos de Carmen (Elli Medeiros) y su compinche, el más joven Bruno (Juan Nemirovsky), quedándose con un bolso con plata que ellos habían recogido allí. brisas_heladas-_gaston_paulsEsta bolsa de dinero pertenece a un matón de la ciudad, Antonio (Norman Briski), que es pareja de Carmen y sospecha que Bruno (o ambos) pueden haberse quedado con el bolso que él había mandado a recoger. Bruno lo niega, claro, pero sabemos que lo tiene escondido en su casa y los secuaces del matón acechan. En paralelo –pero sucede después– vemos a una chica, Mabel (María Celia Ferrero), declarar ante un policía (Gastón Pauls) tras ser detenida. Se trata de la hermana de Bruno y es ella la que contará la historia, en la que aparecerá como parte cuando visite a su hermano en su casa. Sabemos que ella trama algo porque en los flash-forwards a su declaración policial se anuncia como un “doble agente”: ¿para quién juega? ¿querrá quedarse con el dinero y entregárselo a Antonio? ¿O tal vez tenga otro plan aún más secreto? Gran parte del metraje de BRISAS HELADAS se desarrollará en el departamento de Bruno, en el que estará junto a su hermana tratando de ver qué hacer en medio de la complicada situación en la que se ha metido. Ella, por su parte, intentará aconsejarlo o manipularlo para que haga lo que ella desea. En medio de esto, volverán a hablar de cine: de películas y bandas sonoras de los ’70, de Stevee McQueen, del Clan Manson, de EL BEBE DE ROSEMARY y de otras referencias que pueden ser útiles al cinéfilo para tratar de ver por dónde viene el asunto. brisas heladas cineBien actuada –especialmente por la muy sólida y enigmática Ferrero– y con un misterio leve pero efectivo que dará sus resultados sobre el final, BRISAS HELADAS es un policial discreto pero intrigante, la vuelta de Postiglione a cierto relato clásico luego de apuestas cinematográficas y televisivas cada vez más independientes y arriesgadas. Como bien anuncian los dos personajes que abren la película, quedará para los críticos considerar el valor y la importancia de los planos secuencia –que los hay, y muchos, no sólo el primero– en la transición de este relato teatral al cine. Para quien esto escribe, esos planos aportan a la fluidez dramática y actoral pero también por momentos dejan bastante en evidencia el origen teatral del producto. Lo cual, como alguien decía por ahí, no está ni bien ni mal, sino todo lo contrario…
¿Quién se ha robado mi bolso? Brisas heladas está hecha de buenas actuaciones, el clima adecuado y un director que antes la testeó como obra de teatro. No conforme, Gustavo Postiglione también se involucra en el guión, la banda de sonido y una aparición breve pero fundamental en el desenlace de la historia que rememora los cameos de Hitchcock (aquí y en Psicosis los realizadores aparecen con un sombrero). Los guiños al cine clásico, los policiales y el mundo cinéfilo están por todas partes, circunscriben una historia de traición. Entre hermanos, socios que no lo son y mujeres fatales; nadie confía y nadie es culpable. Porque al fin y al cabo los que cumplen condena son los que reunieron las pruebas suficientes para demostrarlo. Poco importa que Mabel (María Celia Ferrero) y Bruno (Juan Nemirovsky) sean hermanos, se reencuentran la noche equivocada y ahí comienzan las desventuras. Flashback: la mujer de pronto aparece interrogada por un detective (Gastón Pauls); se altera la cronología de los hechos de la misma manera que se tensan los lazos filiatorios y aparecen -muy pronto- los mafiosos liderados por Norman Briski que establecen el plazo de 24 horas para que aparezca un bolso con dinero que fue robado. Si no, prometen sangre. Los interrogatorios al principio son confusos pero la acusada usa la palabra “topo” y ahí nos acordamos de las novelas de John Le Carré y terminamos de sellar el pacto con la apuesta argentina por el noir. Postiglione es cínico, se ríe de las cosas más mundanas y del cine esnob, con sus críticos esnob. Los protagonistas son siempre Mabel y Bruno, ni las participaciones especiales ni el resto del elenco desdibujan esos dos personajes. El reparto es desde un principio interesante y saben ocupar bien su lugar; está bien filmada y abundan los planos secuencia. El director maneja bien la verosimilitud, aunque hay algunos excesos como la cantidad de veces que una mujer se saca y vuelve a poner los zapatos en un departamento. Toda mujer que tenga un chofer es de antemano enigmática, tal es el caso de la actriz Elli Medeiros siempre impredecible. Por si le faltara algo para seducir a la platea masculina en el clímax del film se despacha con una canción que funciona a la perfección para el momento, aunque también podrías sonar en las radios. Los autos, para quien preste atención, van a ser importantísimos para el trajín de esa noche. Desde los de alta gama hasta los que son de juguete, en la utilería hay muchos juguetes que le aportan una dosis de ingenuidad a un policial duro y rosarino. Y si bien Brisas heladas arrastra elementos narrativos del teatro, los fusionan bien con los recursos cinematográficos para esta apuesta por sucesos que se guardan en cajas chinas.
Robó, huyó y lo pescaron Luego de la épica Días de Mayo (2009) y del introspectivo documental experimental Lejos de París (2013), el rosarino Gustavo Postiglione regresa al cine con un policial. Adaptación de la homónima obra teatral de su autoría, Brisas heladas (2015) mantiene la impronta cinematográfica que caracteriza su obra pero apostando al “film noir”. El entramado policial de Brisas heladas involucra a los hermanos Mabel (María Celia Ferrero) y Bruno (Juan Nemirovsky), el mafioso (Norman Briski), Carmen, su enigmática esposa y amante de Bruno (Elli Medeiros) y al fiscal (Gastón Pauls). La trama girará alrededor de un bolso (se supone con mucho dinero) que unos se roban y otros deberán encontrar. Brisas heladas es un largo flashback que se origina en un increíble plano secuencia que le servirá a Postiglione no solo para escaparle a la posible teatralización del texto sino también para descargar toda su ironía contra cierto tipo de cine y los críticos. Aunque a diferencia de lo que sucedía en La peli (2007) acá no matará a ninguno. La cámara seguirá a dos personajes por su recorrido dentro de un gimnasio hasta llegar a un auto donde serán asesinados por Bruno y Carmen, quienes robarán el bolso que desencadenará el conflicto. Antonio lo culpa directamente a Bruno y éste teme por su vida. Aparece Mabel, la hermana con aparentes trastornos psicológicos de bipolaridad que desatará un drama familiar de reproches, cuentas pendientes y una sucesión de situaciones que relacionarán a todos los personajes entre sí. Nada es lo que parece y todos serán culpables de algo. Postiglione trabaja la historia de manera inteligente, escapándole a lo que podría haber sido teatro filmado, con largos planos secuencias, una cámara en continuo movimiento y cierto minimalismo escénico. Resulta interesante la elección estética para resolver el caso, muy similar a la estructura narrativa de Tiempos violentos (1994) de Quentin Tarantino, y esa forma personal que tiene de mostrar una Rosario, entre mágica y realista.
Llega a la cartelera otro film de Postiglione el mismo de: “El cumple”, “El asadito” y “La peli”. Tiene varios elementos atractivos comienza como una comedia y se va convirtiendo en un policial negro, hay tensión, con varios matices, toques al cine de Tarantino, buenas actuaciones pero otras algo desaprovechadas. Uno de los problemas que tiene es que termina siendo previsible y algunos elementos no cierran en la historia.
Viejos “topos” del noir y el policial duro Luego de un breve prólogo, Brisas heladas, primer largometraje del rosarino Gustavo Postiglione en varios años, comienza con un extenso plano secuencia en el cual dos personajes hablan... sobre los planos secuencia en el cine. Homenaje cinéfilo y ligera puesta en abismo, también es el momento que el director de El asadito y El cumple aprovecha para pasar alguna factura irónica a la crítica cinematográfica, al tiempo que introduce una de las evidentes líneas genealógicas del film: el universo del Tarantino de Perros de la calle en particular y el crime film irónico, en boga hace un par de décadas, en general. Son varios los diálogos que se establecen sobre el cine y la música –e incluso alguno sobre los juguetes de la infancia–, casi todos ellos remitiendo a los años ‘60 y ‘70, de Love Story a Polanski y del Clan Manson al Ford Mustang utilizado por Steve McQueen en Bullitt. Seguramente tomados de la pieza original y diseñados para hacerle guiños al espectador de cierta edad y buena memoria, resultan moderadamente simpáticos, pero la mayor parte del tiempo carecen del ingenio suficiente para sostener el interés y detienen el ritmo de la trama policial que los sostiene.Basada en una obra teatral del propio Postiglione, la trama descansa en viejos topos del noir y el policial duro: el joven empleado raso de un mafioso mantiene una relación amorosa con la esposa de su jefe y, juntos, deciden traicionarlo, robando un importante bolso que le pertenece y asesinando a sangre fría a dos de sus matones. Las cosas, inevitablemente, se complican, en particular cuando la hermana del muchacho aparece súbitamente en medio del conflicto. Y si las traiciones están debidamente a la orden del día, la agenda de más de un personaje oculta más de lo que evidencia. Brisas heladas estructura esa historia a partir de una serie de flashbacks que, por momentos, transparentan y en otros ocultan información. Más allá de la seriedad de las situaciones, el film nunca abandona un tono de juego de salón que se hace más obvio cuando la cámara se establece como testigo principal de un juego actoral que va del naturalismo a la histeria, ida y vuelta. Y muchas veces en la misma escena, en particular en ese loft rosarino que se transforma en el proscenio de las acciones.Film de actores, el reparto encabezado por María Celia Ferrero y Juan Nemirovsky se completa con la presencia de la legendaria cantante y actriz Elli Medeiros y la participación de Gastón Pauls (como el investigador abocado al caso) y Norman Briski en el papel del capomafia, todos ellos alternativamente entonados o jugados al registro exacerbado y gritón. Brisas heladas no oculta su origen teatral pero en ciertas instancias parece coquetear –tal vez involuntariamente– con un registro cercano a la tira televisiva, apoyado por una fotografía que hace de la noche americana y los tonos fuertes parte de su esencia de simulacro. Elementos que, sin embargo, nunca terminan de transformarse en sello de un procedimiento, más cerca del desbalance que de la preferencia estilística.
Ejercicio con las fórmulas del policial Lo mejor del nuevo largometraje de Gustavo Postiglione (Rosario, 1963) está en su comienzo y su final. Se inicia con un plano secuencia en el interior de un gimnasio de boxeo registrando la conversación entre dos personajes, de quienes, al salir del lugar, la cámara se desvía para pasar al punto de vista de una pareja armada que se acercará para matarlos. El amable recorrido finaliza en un plano fijo (previo a la buena presentación de los títulos), mientras se escucha la simpática charla entre esos dos hombres de los que pocos sabemos: uno de ellos explica, precisamente, qué es un plano secuencia (habría que decirle que no sirve sólo para mostrar virtuosismo sino que cumple, o debería cumplir, una función narrativa y dramática concreta), el otro le pide una lista de películas que apelen a ese recurso y ambos parecen interesados en mejorar su formación como cinéfilos. No sólo por esto, sino por el tono amigable con el que se hablan y les hablan a quienes resultarán sus asesinos, uno lamenta que salgan tan pronto de la historia. El final, por su parte –y sin adelantar demasiado, ya que se trata de un relato clásico de esos que develan misterios en el desenlace–, despliega una sucesión de planos breves, bien resueltos, casi sin diálogos y con cierta intensidad. En ese tramo salen a la luz intenciones ocultas de algunos personajes e incluso los personajes mismos, ya que están filmados en exteriores y a la luz del día. El resto del film es más híbrido, con altibajos que desorientan un poco en cuanto a estilo e intenciones. Hay momentos entre los jóvenes hermanos Mabel y Bruno que se sienten creíbles, gracias al esfuerzo de María Celia Ferrero (cuyo encanto ocasionalmente se diluye, al verse exigida a difíciles cambios de registro) y Juan Nemirovsky (el fotogénico protagonista de Los teleféricos). Por el contrario, salvo en el final, lucen desmañadas las intervenciones del mafioso Antonio, en buena parte por la caracterización de un Norman Briski más grotesco que temible, rodeado de sospechosos caricaturescos en un bar que no parece tener vida propia. La recurrencia a juguetes y recuerdos de la infancia ayuda a sugerir un estado de inocencia perdida para intuir el pasado de esos chicos grandes, pero la cámara sigue de cerca a ambos hermanos preocupándose más por lo que (se) dicen en voz alta que por lo que sus rostros o sus cuerpos dicen: en El asadito (1999), el vagabundeo de la cámara reflejaba el desplazamiento de divagues sin rumbo de un grupo de amigos; acá, en cambio, no parece muy funcional el empleo del mismo recurso. A su vez, Elli Medeiros (cantante y actriz uruguaya que ha trabajado bajo las órdenes de Olivier Assayas, Philippe Garrel, Eric Rohmer y el argentino Pablo Trapero, en Leonera) aporta una imagen glamorosa, propia de las mujeres del cine negro, pero su discusión a los gritos con Mabel y Bruno remite inmediatamente a los estallidos dramáticos habituales en nuestra televisión, medio al que también recuerdan los inserts con tomas de la ciudad para indicar dónde se desarrolla la acción paredes adentro. Con este nuevo trabajo (del que es guionista, director, autor de casi toda la banda sonora e incluso actor), Postiglione vuelve a mostrar su gusto por crear personajes, escribir diálogos más o menos ocurrentes y jugar con las posibilidades (saltos temporales, sorpresas finales) que puede ofrecer el entramado de un guión, antes que por explorar las formas que le ofrece el lenguaje cinematográfico o depurar lo que se va consiguiendo en términos visuales; tal vez por eso no se ha mostrado incómodo, últimamente, en el teatro y la ficción televisiva. Hay en Brisas heladas algo de modesto ejercicio sobre tópicos del policial, de adultos jugando como chicos a delincuentes y policías, sin demasiado rigor pero tampoco pretensiones ni altisonancia.
Viveza criminal Gustavo Postiglione filmó un policial en el que la noche rosarina es habitada por personajes teatrales, al amparo del género. Dos escenas aparentemente inconexas marcan los dos saltos narrativos con que Gustavo Postiglione ofrece su policial Brisas heladas, con guiños al cine, el género policial y espacios de Rosario que sus vecinos reconocen. El conflicto entre Bruno y Mabel, hermanos que andan en la mala, cada uno por su lado, funciona como núcleo psicológico de la historia que va trazando líneas narrativas con prolijidad y sin sorpresas. La película está basada en la obra de teatro homónima de Postiglione, génesis que quizás explica que el fuerte de Brisas heladas está en las interpretaciones actorales y en la construcción de personajes. Un bolso desata la ira del capo mafia, devaluado matón de barrio, el rol del siempre inquietante Norman Briski. Antonio amenaza desde la mesa de un bar, flanqueado por dos caras de malo. Los dramas personales se desatan en ambientes claustrofóbicos. Se anunció que el Museo Arte Contemporáneo de Rosario (Macro) fue acondicionado como el loft de Bruno, espacio aséptico, con puertas corredizas, lugar donde los hermanos hablan un buen rato de películas, diálogos que desvían la atención del tema principal, escueto y planteado con respeto al género. Sale el tema de Steve Mc Queen, la música de Carpenters que escuchaba el padre, Love Story, el clan Mason, la muerte de Sharon Tate, Roman Polanski y El bebé de Rosmary. Postiglione juega el guion con ejercicios de estilo, la música que él mismo compuso, la dirección de arte preciosista de Ana Julia Manaker y la fotografía de Héctor Molina que potencia la imagen de Rosario como ciudad cosmopolita, escenario del hampa. La imagen es urbana y universal, sin localismos, como si el cine policial borrara las marcas propias.Lo sórdido en la película aparece bajo el encanto de la ficción. Juan Nemirovsky es Bruno, un hombre ambicioso e inseguro, a la vez. María Celia Ferrero, Mabel, trabajó los cambios emocionales, del limbo creíble al estallido, de víctima a simuladora. La relación entre hermanos pone un condimento interesante aunque la resolución sea lineal, desaprovechando el potencial del vínculo. En tanto Elli Medeiros, como Carmen, pone la cuota de primera dama endurecida por la proximidad del delito. El interrogatorio, amable, se inserta mientras el flashback descubre los motivos del conflicto y amontona muertes. Gastón Pauls, como el fiscal, mide la capacidad de Mabel para enfrentar la ley. La película pierde ritmo por el tratamiento clásico del interrogatorio, con primeros planos y la teatralidad de Celia Ferrero para vestir su personaje de ambigüedades. Brisas heladas es una historia de viveza criminal en la que Postiglione no deja nada librado al azar. Deja atrás las improvisaciones y la cámara inquieta de otras películas, para meterse en un género que, como la valija de Mabel, está lleno de juguetes.
El rosarino Gustavo Postiglione ama el cine, ama los géneros, y busca en cada película “hacer la suya” sin por eso renegar de tradiciones varias. Aquí, con un registro libre, a veces adecuadamente teatral, pasa de la comedia al policial trágico en la historia de dos hermanos que se encuentran cuando no deben. La combinación de elementos y climas de género con la observación sobre el mundo cotidiano produce algo infrecuente e interesante.
Postiglione vuelve a arriesgar con su propuesta. Es su forma de hacer cine, le guste a quien le guste. El director rosarino, que se ganó un espacio en el podio del Nuevo Cine Argentino a partir de “El asadito”, apuesta al género policial en “Brisas heladas”. El nudo central se dispara sobre el cruce de los hermanos Bruno (Juan Nemirovsky) y Mabel (María Celia Ferrero), con una relación ambigua, pero más cerca de la traición que del amor. El robo de un bolso los enfrentará aún más y los pondrá de cara a sus miserias. Ellos desandarán viejos rencores familiares y lo mecharán con charlas sobre cine, música y tevé, en largos diálogos. Con sólidas actuaciones de Norman Brisky, como el villano de turno, y de Gastón Pauls, como el oficial de policía que debe resolver un asesinato, Postiglione desarrolla una trama con un cierre redondo, pese a que no se pueden soslayar algunos baches en la dinámica y ciertas situaciones poco creíbles. La ciudad de Rosario vuelve a ser protagonista y caen simpáticas las participaciones de Coki Debernardi y Popono, figuras del rock local. La música, en la que también colaboró el director, tiene sus puntos altos en la voz de Elli Medeiros, quien luce menos en su registro actoral. La película transita por la comedia y hasta por la tragedia clásica, con dispares resultados. Hay un guiño del cine dentro del cine en el comienzo del filme y un acertado tratamiento de la imagen y de la fotografía. Sin contar con un resultado logrado, es elogiable la actitud de búsqueda de Gustavo Postiglione.