Con una impronta teatral, en donde una habitación de hotel se convierte en el escenario para que dos desconocidos comiencen un vínculo diferente, Emma Thompson brilla en la agridulce propuesta. Nancy (Thompson) tiene el impulso de, tras la muerte de su marido, recuperar su sexualidad encontrándose con Leo (Daryl McCormack), un taxi boy que además de satisfacerla en ese plano, le abrirá los ojos acerca de su realidad y verdaderos sentimientos. Buena suerte, Leo Grande, de Sophie Hyde, propone el viaje hacia la intimidad de dos personajes “rotos”, que, en la creencia de su integridad, en cada uno de los encuentros, amparados por el disfraz del anonimato, intentarán continuar adelante con sus vidas. Pero claro, encuentro tras encuentro, y dada la curiosidad del uno por el otro, se terminará por quebrar ese pacto implícito de un contrato por sexo, y, con esa ruptura, se delineará el punto central de esta propuesta, contar la transformación de los personajes y ponerlos frente al espejo, para, de esa manera, convertirse en quienes realmente desean ser. Nancy nunca tuvo un orgasmo, y en el contacto con la piel joven de Leo, comienza a sentir que otra vida es posible más allá de lo que la sociedad le impuso. Mandatos, deberes, y la creencia que el hombre es quien debe digitar la vida sexual de una pareja. Buena suerte, Leo Grande, se desmarca del lugar común al profundizar en sus protagonistas, sus miedos y verdaderos deseos, los que, más allá del intercambio sexual, empiezan a ser más grandes que aquello que la pantalla muestra. Thompson brilla, y encuentro tras encuentro evoluciona a su Nancy, con nuevos aspectos para su rol, una mujer lúcida pero con miedo a decir lo que quiere. McCormack cumple con su trabajo, pero claro, al deslumbrar como lo hace la protagonista femenina, él sólo acompaña, sin una oportunidad para siquiera acercarse a la verdad con la que Thompson dice cada una de las palabras de los diálogos. La escena final es de antología, para, una vez más, posicionar a Emma Thompson en lo más alto de la actuación.
Llegar a la tercera edad y ser mujer es una combinación que muy pocas veces se debate en el cine, aunque podemos pensar en algunos ejemplos: aquellas historias tan frescas y cautivadoras que nos regaló la directora Nancy Meyers como en Alguien tiene que ceder y Enamorándome de mi ex, con las insuperables Diane Keaton y Meryl Streep respectivamente. Ambas actrices hicieron papeles icónicos que nos invitaban a poner foco en que la mujer adulta puede animarse a seguir sus instintos, patear el tablero y, por más cliché que suene, ser felices, ahí donde radica el verdadero poder femenino. En Buena Suerte, Leo Grande, la directora Sophie Hyde junto a la creadora y guionista Katy Brand, develan la invisibilidad de la mujer en la tercera edad, un tema que muchos discursos le escapan. Emma Thompson es Nancy Stokes, una viuda y docente retirada quien siempre se comportó bajo las reglas y de lo único que está segura es que nunca tuvo ‘buen sexo’. Sin embargo, finalmente se decide a conseguirlo. A través de un plan meticuloso y detallado sobre todo lo que espera de este despertar sexual, Nancy contrata a un trabajador sexual que se hace llamar Leo Grande, interpretado por Daryl McCormack (Peaky Blinders), un joven irlandés seductor, irresistible, pero sin tanto fanfarroneo. Es el encargado de cumplir esta búsqueda. La película tiene un cierto dejo de lenguaje teatral ya que gran parte ocurre en la habitación de un hotel pulcro y se divide en cuatro partes que representan los cuatro encuentros que tanto Nancy como Leo bailan alrededor de la idea de tener sexo, un baile que los aproximará a un encuentro inesperado con su interior. Una habitación que genera intimidad, miradas, diálogos reflexivos y un poco de risas. Como cualquier interacción humana, la película nos demuestra que es imposible no sacar las capas que cubren a la cebolla. Es difícil evitar caer en profundizar una relación entre dos personas para que un acercamiento se sienta real. Sin poder evitarlo, Nancy en su verborragia, miedos e inseguridades, encuentra una mujer que se supera a ella misma, sale de su mandato y se anima a conectar con su interior, con su cuerpo hasta con sus ideas. El film es tan sentido y tan real que permite que cualquier mujer en el mundo pueda verse reflejada desde el otro lado, sin importar la edad que tenga. Y todavía parece más creíble, cuando nos enteramos, ya que lo ha dicho en varias entrevistas, que la actriz también tuvo que recorrer un camino de aceptar su cuerpo. Es así como en una de las escenas, me atrevo a decir, más valientes de su carrera, la gran actriz, a sus sesenta y tres años se mira en el espejo, desnuda logrando una conexión tan vívida. En su mirada vemos a Nancy abrazar cada centímetro de su piel. Deja al desnudo que el amor propio es lo que lleva al placer de cada encuentro, con uno mismo, con otros, con el mundo. El placer de estar vivo. Buena suerte, Leo Grande es una historia íntima de superación femenina que invita a derribar los propios prejuicios para lograr encontrar el placer en la vida y por qué no en la cama.
Buena Suerte, Leo Grande es un sabio estudio de personajes definida por mucho más que el potencial cómico de la relación entre Nancy y Leo Grande. Es un film que se nutre del tire y afloje de sus conversaciones para reflejar tensiones tácitas que ayudan a elevar a una película divertida y franca en un producto superior, que reflexiona sobre la liberación sexual femenina, los prejuicios y los mandatos sociales.
Una habitación en un hotel se convierte en un repertorio de un encuentro de dos historias de vida. Protagonizada por Emma Thompson, «Buena Suerte, Leo Grande» es el cuestionamiento en carne propia de lo íntimo y un camino hacia el descubrimiento personal.
Sophie Hyde nos ofrece un relato intimista que profundiza sobre la sexualidad de la mujer en la tercera edad, el deseo femenino y la subversión de los mandatos sociales impuestos durante generaciones. «Good Luck to You, Leo Grande» resulta ser un largometraje pequeño pero inspirado que busca reflexionar o sacar a relucir algunos tropos muy en boga en la actualidad. El film se centra en la figura de una maestra de escuela jubilada llamada Nancy Stokes (interpretada magistralmente por Emma Thompson), que tras haber perdido a su esposo tiempo atrás, busca reconectarse con la vida y más específicamente con su sexualidad. Es así que Nancy, tras haber llegado a la conclusión que su relación carecía de una satisfacción sexual plena, decide aventurarse y contratar los servicios de un gigoló que responde al nombre de Leo Grande (Daryl McCormack). Durante varios encuentros en una habitación de hotel, seremos testigos de una catarsis por medio de la mujer que poco a poco va liberándose de sus ataduras, mediante diálogos interesantes que va teniendo con su pareja sexual ocasional. Por otro lado, el mismo también logrará abrirse en cuanto a cuestiones irresolutas, a través de esporádicos diálogos donde cada uno va «desnudándose» y sacando a relucir las cuestiones reales atrás de todo el asunto. La tercera película de Sophie Hyde se apoya mucho en el talento interpretativo y en la química que logran tanto Thompson como McCormack. Los intercambios entre sus personajes son más que atractivos y sostienen todo el relato que va revelando a cuentagotas las cuestiones pendientes que deberán resolver sus interlocutores. Nancy dejando de lado los mandatos de una sociedad sumamente conservadora que la privó de una vida sexual plena, así como también de predicar esos mismos mandatos a través de su profesión, y Leo detrás de esa máscara de persona sumamente determinada y conforme con su vida profesional y privada, deberá admitir que todavía tiene que resolver algunos inconvenientes familiares que lo condicionan más de lo que cree. Si bien la dinámica del dúo protagónico está muy lograda y se nota un gran ida y vuelta entre ellos (especialmente hay que destacar lo de Emma Thompson que es realmente magnífico), al film le juega en contra esa puesta teatral y casi estática que se desarrolla a lo largo de sus 97 minutos de duración. El relato logra capturar la atención del espectador por medio de esos encuentros esporádicos de sus protagonistas, y sus charlas cuasi de psicoanálisis que llevan, haciendo que la trama avance y uno realmente se interese por ver a qué conclusión nos llevan, pero la solemnidad y la teatralidad no consiguen hacer que la historia se despegue o justifique su existencia como obra cinematográfica. El hecho de que casi suceda enteramente en la habitación de hotel donde ocurren los encuentros sexuales, no debería ser una atadura para presentar una puesta tan simple y estancada. No obstante, más allá de aquella observación, «Buena Suerte Leo Grande» resulta ser lo suficientemente interesante (más que nada a través del compromiso de Emma Thompson) como para justificar su visionado. Un film que se apoya más que nada en sus personajes y en una interesante observación sobre la sexualidad durante la tercera edad.
Si se combinan varios temas relevantes en la actualidad con respecto al ser mujer, el talento de una actriz como Emma Thompson y su química con Daryl McCormack, el resultado es Buena Suerte, Leo Grande, film a estrenarse la semana del 4 de agosto. El argumento se centra en un cuarto de hotel en Inglaterra, donde Nancy (Emma Thompson), una viuda de 55 años contrata los servicios de Leo Grande (Daryl McCormack), un trabajador sexual. Desde ahí, se formará un vínculo que los llevará a ambos en un camino de autodescubrimiento, en el que hablarán sobre temas importantes y varias veces considerados tabú en nuestra sociedad Es imposible imaginar a otra actriz en ese papel más que Emma; mezclando timidez con duda y decisión, logran hacer de su Nancy un personaje con quien la audiencia se identificará, ya que sus argumentos y cuestionamientos propios tranquilamente pueden ser los nuestros -varias veces lo son-. Daryl McCormack no es un actor conocido -quizás lo vieron en las últimas temporadas de Peaky Blinders-, pero tiene un talento que dará que hablar. La franqueza y la honestidad con la que su personaje interactúa con el de Thompson logra una simbiosis entre ambos que es un lujo de ver en pantalla. Sí, es cierto que por momentos está la sensación de estar viendo una obra de teatro -se usan pocos escenarios y tiene mucho diálogo-, y hay personas que no les gusta ese estilo. Sin embargo, esa sensación ayuda a que se llegue a la intimidad específica que requiere la pieza. No necesita mucho más. Buena Suerte, Leo Grande quizás no esté hecha para todo el mundo, pero quienes estén dispuestos a verla, no la van a pasar nada mal. La combinación de todo lo explicado anteriormente hace que la película funcione y llegue al corazón.
Emma Thompson es una de las poquísimas actrices que en plena madurez mantiene su vigencia y es convocada a todo tipo de papeles, tanto para gigantescas producciones hollywoodenses como en producciones más pequeñas, como el estreno de Buena suerte Leo Grande, que transcurre casi en su totalidad en la habitación de un hotel, con Thompson interpretando a una jubilada que le paga a un taxi boy para tener sexo. La película de la australiana Sophie Hyde está construida alrededor de Emma Thompson, que compone a Nancy Stokes , una maestra de religión retirada, viuda y con un pasado monótono, que incluyó a un esposo bueno, tan atento como aburrido y conservador, el único hombre con el que se relacionó sexualmente en toda su vida. Sin demasiadas obligaciones, con dos hijos adultos, por primera vez Nancy dispone de tiempo para reflexionar sobre su vida, en donde la insatisfacción sexual es uno de los temas para nada menor dentro de sus frustraciones. Y el presente le ofrece la oportunidad de contratar a un trabajador sexual de manera anónima a través de internet, una decisión osada que Nancy llevará adelante a pesar de los temores y todo tipo de inseguridades. En este tipo de películas, en donde casi todo el peso del relato se sostiene sobre él o la protagonista, se suele hablar de «tour de force», en el sentido de que además de talento, la interpretación requiere un particular esfuerzo, en tanto la historia descansa sobre los hombros del actor o la actriz. Y en Buena suerte, Leo Grande, la actriz es nada menos que la británica Emma Thompson, que con gloriosos 63 años se anima. Se anima con una historia chiquita pero que la compromete a estar en pantalla durante casi toda la hora y media del relato, se anima con un partenaire mucho menor (Daryl McCormack) con el que establece una intimidad absolutamente verosímil, se anima a seducir -en la ficción que interpreta y desde la pantalla a los potenciales espectadores-, y claro, se anima al desnudo total y a dos o tres calientes escenas de sexo, un arrojo ausente casi por completo para la representación de mujeres maduras en el cine y menos para estrellas con algunas décadas encima. De lo que se trata entonces es de mostrar a Emma Thompson haciendo lo suyo con solvencia en una película que tiene mucho de teatral -no es descabellado imaginar variaciones de la puesta sobre los escenarios de todo el mundo, incluyendo Argentina, por supuesto-, acompañada por un actor correcto como el irlandés Daryl McCormack, conocido por su trabajo como integrante del clan de la serie «Peaky Blinders». Con momentos confesionales, revelaciones sobre las historias de cada uno de los personajes, diálogos más o menos ingeniosos y una puesta amable y sin sobresaltos, lo que se espera de Thompson se cumple con creces, muy por encima de la previsibilidad de la historia. La actriz británica no tiene nada que demostrar luego de una carrera extraordinaria, definiendo personajes tan disímiles como Beatriz en Mucho ruido y pocas nueces (1993, Kenneth Branagh); la joven reflexiva creada por Jane Austen frente al «desenfreno» de su hermana en Sensatez y sentimiento (1995, Ang Lee); y la esposa rota de dolor por una infidelidad en Realmente amor (2003, Richard Curtis). Y también, la legendaria Nanny McPhee en La niñera mágica» (2005, Kirk Jones); la escritora conflictuada de Más extraño que la ficción (2006, Marc Forster); o una insospechada alcohólica en The Meyerowitz Stories (2017, Noah Baumbach), entre otros muchos títulos. Lo cierto es que en el relato -en donde a favor hay que señalar que no se trata de una historia de amor-, lo imaginable del trabajo de Emma Thompson queda rápidamente atrás. Y más allá de la cuestión sexual y los comentados desnudos de Thompson que la película viene arrastrando desde su presentación en el Festival de Sundance y su paso por Berlín, aún con su desarrollo sin sobresaltos y carente de sorpresas, Buena suerte, Leo Grande merece verse por el abrumador abanico de aptitudes y grados de sensibilidad artística que despliega la extraordinaria actriz inglesa. BUENA SUERTE, LEO GRANDE Good Luck to You, Leo Grande. Reino Unido, 2022. Dirección: Sophie Hyde. Intérpretes: Emma Thompson y Daryl McCormack. Guion: Katy Brand. Fotografía y edición: Bryan Mason. Música: Stephen Rennicks. Distribuidora: BF París. Publicado originalmente por el autor en Télam.
¿Es realmente el sexo un tabú? Buena suerte Leo Grande es una comedia sobre el sexo, pero no. Bueno, trata sobre la madurez y el placer sexual, pero no. Trata sobre cierta falsa moral, pero no. Esta intro particularmente llamativa no se debe a que la película protagonizada por Emma Thompson y Daryl McCormack que genera esta reseña sea confusa: al contrario, es de las mejores del año. Y si bien entiendo que colgarle esa medalla temprana puede ser un exceso, se ajusta a la realidad de una película ordenada de manera elegante, con una historia que no puede ser mejor. Basada en la idea y guion de Katy Brand, y dirigida por Sophie Hyde, el film cuenta la historia de Nancy Stokes, una maestra en busca de un vínculo que le haga sentir una especie de sismo en su vida sexual. Ella tuvo en su vida todo, o bueno, casi; el goce sexual no estaba incluido en el combo de pareja. Ya viuda, decide ir en busca de esa experiencia que no pudo vivenciar durante ese recorrido. Leo Grande también parece tener todo. Y ahí es donde el quiebre se produce, y ambos personajes encuentran su punto común. Justamente la idea del placer que en ocasiones se vuelve una realidad de la expresión de las formas emocionales humanas más criticadas desde las trincheras del “correcto vivir” es una de las patas en que se apoya la historia de dos personajes que se acercan de manera mucho más efectiva que desde lo puramente físico. El clásico de los tiempos que corren es, como el pan de cada día, la gambeta al spoiler, y en esas estoy en el cierre de esta reseña. No hay grandes sorpresas pero creo que es importante respetar los tiempos a la hora de comentar estrenos y en el caso de Buena suerte Leo Grande tiene varios elementos que me resultan interesantes: dosificación de la información y de la entrega de los personajes, y muy buen trabajo del espacio prácticamente único en que la acción tiene lugar. Tal vez se supone, en un simplismo cultural que genera incomodidad, la producción de Genesius Pictures está dirigida a un público femenino y mayor de 50; yo reformulo esto y los invito a abrir un poco el espectro, con el objetivo de ver una realidad sobre la vida, una mirada y un foco muy rico respecto de cuestiones que nos tocan, en algún momento e inevitablemente, a todos.
Dirigida por Sophie Hyde y con guion de Katy Brand, “Buena Suerte , Leo Grande” expone una temática súper interesante en tono de comedia: El sexo a cualquier edad y principalmente la búsqueda del placer. Ese que la viuda Nancy Stokes (Emma Thomson), una profesora de religión ya jubilada jamás experimentó y que la hace buscar a Leo (Daryl McCormack), trabajador sexual con el que tiene varios encuentros en una habitación de Hotel en Londres. La película atrapa, por la genial actuación de Thompson y un muy buen desempeño del carismático McCormack. Sólo dos personajes, y contrariamente a lo que uno puede suponer, la película es muy entretenida e invita a la reflexión. Nancy se avergüenza por contratar los servicios de Leo, pero quiere experimentar el orgasmo que jamás sintió en su matrimonio y cumplir algunas fantasías, mientras el joven la escucha con sabiduría y frescura y le proporciona la calma que Nancy necesita. Los encuentros empiezan con dificultad, hay una diferencia de edad y muchos prejuicios, pero Leo la va desarmando. Ambos, vulnerables salen fortalecidos de esta breve e íntima relación. Una mirada adulta e inteligente que expone el sexo y la aceptación, con conversaciones emotivas y profundas, que se suman al lujo de ver el talento descomunal de Emma Thompson, desnudando cuerpo y alma.
Buena suerte, Leo Grande es una comedia británica protagonizada por Emma Thompson y Daryl McDormand. Y dirigidos por Sophie Hyde, en su tercer largometraje, luego de una extensa carrera en televisión. Basada en un guión a cargo de Katy Brand, la historia se centra en Nancy Stokes (Thompson), una viuda de 55 años que contrata los servicios de un taxi boy que se hace llamar Leo Grande (McCormack). Pero sus frenos inhibitorios le impiden llevar a cabo el acto sexual, por lo que el relato adquiere una estructura episódica de cuatro sesiones, que en su mayoría ocurren dentro del mismo cuarto de hotel, donde ambos personajes van abandonando sus prejuicios hacia el otro para conocerse en profundidad. Es necesario aclarar que lo que permite que esta película funcione, además de la química de su pareja protagónica, es el uso del humor como un recurso para humanizar situaciones trágicas, lo que le permite al espectador identificarse inmediatamente con las miserias de los personajes. Mostrando a su vez las consecuencias negativas de la moral puritana inglesa, que condena el placer sexual y premia el éxito económico. Acudiendo a gestos sutiles, situaciones absurdas y líneas de diálogo irónicas propias del humor inglés, en lugar de bajar línea con discursos aburridos que resultan inverosímiles dichos por dos personas compartiendo un momento de intimidad. En conclusión, Buena suerte, Leo Grande es una película que cumple su objetivo de permitir el lucimiento de Emma Thompson, en un relato intimista del que participa de forma omnipresente. Además de confirmar a Sophie Hyde como una de las directoras más interesantes de la actualidad.
La protagonista de esta encantadora película es una viuda, desde hace dos años, jubilada como profesora, que se juramento no mentir y se propone conocer y sentir un orgasmo. Se arma de valentía y contrata a un trabajador sexual para encontrar el placer sexual que su marido, único hombre en su vida hasta ese momento, nunca le dio y al que ella gratificaba fingiendo satisfacción. Con este planteo tan delicado y tan tentador como para caer en cualquier exceso, la comediante Katy Brand escribió el guion especialmente, y dirigió Sophie Hyde, en una comedia dramática íntima y simpática. Entre esa mujer que se permite explorar y ese hombre profesional surgirá una comunicación vulnerable y profunda, una conexión y una complicidad. Emma Thompson es una actriz que posee todos los matices que van de la rigidez al descubrimiento, al empoderamiento, a la aceptación de su cuerpo sin retoques que finalmente muestra. Dary McCormack (Peaky Blinders) está perfecto en el dominio de la profesión del personaje, en la calidez de alguna confesión. Esos actores con una química tan especial hacen que la historia funcione sin caer en lugares comunes o melodramas. Filmada en Inglaterra, tiene en lo impersonal de una habitación de hotel la reafirmación de no necesitar una referencia histórica o de lugar precisa. Posee una estructura casi teatral y posiblemente se transforma en una obra futura.
"Buena suerte, Leo Grande": viejos mandatos, nuevos paradigmas. El cuarto largometraje como directora de la australiana Sophie Hyde construye su punto de vista de la misma manera que los protagonistas cimientan una confianza mutua: con simpleza y naturalidad. La coyuntura sociocultural, con las mareas verdes feministas esparciéndose por todo el mundo, hizo que la industria audiovisual haya puesto su maquinaría al servicio de varias series y películas, tanto ficciones como documentales, con tramas que orbitan alrededor de las diferentes luchas de las mujeres. Luchas que van desde la legalización del aborto hasta el reclamo contra la violencia de género, pasando por la búsqueda de igualdad laboral –se sabe que las mujeres cobran menos que los hombres por un mismo trabajo– y un vínculo con el cuerpo liberado de tabúes y mandatos. Con paso por los festivales de Sundance, Berlín y Tribeca, Buena suerte, Leo Grande es parte de esa tendencia, abrazando este último tópico con sutileza y una bienvenida voluntad de entender antes que juzgar. Parafraseando el memorable discurso de Pino Solanas durante el primer tratamiento de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en el Senado, la película hace del goce no algo prohibido o pecaminoso, sino un derecho humano fundamental. Si el problema de la mayoría de esas series y películas pasa por la bajada de línea y un posicionamiento ideológico gritado a los cuatro vientos, cuestión de que al más desprevenido de los espectadores le quede claro que comulga con la empoderación femenina, el cuarto largometraje como directora de la australiana Sophie Hyde construye su punto de vista, el lugar desde donde observa el mundo, de la misma manera que los protagonistas construyen una confianza mutua: con simpleza y naturalidad, apostando por la fluidez antes que por las imposiciones. Y eso que Nancy (Emma Thompson, tan perfecta que parece no estar actuando) y Leo (Daryl McCormack, el Isaiah Jesus de la serie Peaky Blinders) tiene poco y nada en común. Ella es una docente viuda hace dos años, tiene dos hijos que hace rato abandonaron el nido y su vida sexual no ha ido más allá de encamarse con su marido durante 31 años, siempre en la misma posición y sin nunca jamás haber llegado al orgasmo. “Ni con él ni sola”, aclara. Él es un trabajador sexual joven cuya sonrisa entradora esconde la tristeza por un vínculo distante con su familia, una subtrama que no termina de cuajar y con la que el guion de Katy Brand intenta embadurnarlo de fragilidad. Sus destinos se unen cuando Nancy contrate los servicios de Leo para pasar un buen rato en la habitación de un hotel donde transcurren casi la totalidad de los 97 minutos de metraje. Lo hace, en principio, sin saber muy bien por qué, como demuestra la timidez con que recibe al invitado. Un invitado proveniente de un universo muy distinto y por el que sentirá curiosidad y avidez por comprenderlo. Comprender es un término clave de Buena suerte, Leo grande, pues las charlas –que van de los típicos intercambios de rigor a la intimidad más sincera– revelan un choque interno entre los deseos de ella y los mandatos sociales seguidos a rajatabla durante toda su vida por razones que tanto Nancy como Leo y la película intentan entender antes que juzgar. Porque Nancy no es una mujer conservadora sino una nacida, criada y educada bajo paradigmas muy distintos a los actuales. Un paradigma que ella derribará a fuerza de placer, auto descubrimiento y la reconciliación con su cuerpo, tal como demuestra una última escena cuyos ecos quedan resonando en la cabeza un buen tiempo después de que terminen los créditos.
Todos queremos a Emma Thompson. El paso del tiempo, lejos de apagar su expresividad, ilumina todavía más algunos de sus rasgos y viste de maduro y distinguido encanto la belleza natural de una figura que jamás necesitó ayudas exteriores para lucir siempre hermosa. Por eso resulta imposible imaginar a cualquier otra actriz en la piel de esa docente viuda, muy flemática y muy británica, que reconoce haber pasado toda su vida adulta sin un solo momento pleno de satisfacción sexual. Como quiere saldar esa deuda decide contratar los servicios de un trabajador sexual (Daryl McCormack) para que la ayude. Al hombre, que se hace llamar Leo Grande, le sobra apostura. Sabe moverse con una mezcla de desprejuicio y discreción ideal para cumplir con los requerimientos de una dama demasiado expuesta en este terreno a la autoflagelación. Toda la historia transcurre en el interior de la habitación del hotel (condicionamientos de un rodaje hecho en tiempos de Covid-19) en el que Nancy y Leo comparten las cuatro sesiones de esta suerte de “terapia sexual”. Solo salen de allí para una breve secuencia en el bar del mismo hotel que no hace más que acentuar con una carga todavía más forzosa la visible y llana dependencia teatral que tiene la puesta en escena elegida por la realizadora Sophie Hyde. Todo se hace previsible y, lo peor, cada vez más sofocante en esa atmósfera de encierro que solamente sirve para que los dos personajes, frente a frente, conduzcan sus diálogos de manera inexorable hacia un calculado ejercicio de catarsis recíproca. Un psicodrama que parece responder al armado deliberado de un algoritmo que determina por anticipado cuál es el momento y el modo en que se enuncian y exponen cada una de las culpas, miserias, engaños y simulaciones de este vínculo. Thompson, que sabe todo lo que hay que saber en materia de actuación, hace un admirable esfuerzo para escapar de tanta planificación. Sabe darle profunda sensibilidad a su personaje cada vez que se anima a provocar a su partenaire o cuando decide volver a protegerse dentro de un caparazón lleno de pudores y cargos de conciencia. McCormack le sigue el juego todo el tiempo con gran desenvoltura. La sinceridad de los dos intérpretes es lo más auténtico de todo el relato. Pero ni uno ni otro pueden frente a un planteo demasiado rígido que parece haber calculado de antemano los tiempos, los ritmos, las reacciones, cada avance y cada retroceso. El desenlace resulta engañosamente satisfactorio porque, como todo lo demás, es el resultado de una estrategia preconcebida. Todo lo que se insinúa y lo poco que se muestra también parece diseñado de antemano para justificar ese final tan anticipado con el desnudo frontal de Thompson, que en todo este contexto suena más estudiado que natural. Como todo lo demás. Pocas se animarán a repetir lo que ella hace a sus 63 años, pero la gran actriz británica viene entregando desde hace tiempo varias muestras de audacia y valentía mucho más genuinas y menos premeditadas.
A veces, no siempre, las claves para dirigir una comedia son saber dónde articular, o manipular, al espectador. En qué circunstancia conviene que una línea de diálogo dicha por un actor surta más o menor efecto también depende del intérprete. Bueno, en Buena suerte Leo Grande la realizadora Sophie Hyde toma el guion de Katy Brand y le da a Emma Thompson probablemente el mejor papel de su carrera. Y Thompson nos ofrece una de las mejores performances que le hayamos visto, de La mansión Howard a Lo que queda del día, pasando por Sensatez y sentimientos. Claro, ésas no eran comedias, y Buena suerte Leo Grande combina el género con el drama. Porque una mujer viuda, jubilada, que nunca conoció el orgasmo, es cosa seria. Así llega Nancy a la habitación del hotel que reservó. Se la nota inquieta, nerviosa, hasta que golpean a la puerta. Es el Leo Grande del título, un joven apuesto, de buenos modales. Un trabajador sexual con el que, en distintas sesiones -si Nancy pasa la timidez y se atreve- podrá conocer el placer. De eso trata la película, de inhibiciones, pero no solamente sexuales, sino, y mucho más importante, de la mente, de la conciencia de Nancy. De su persona total. La comedia dramática no dura más que una hora y media y allí, encerrados entre cuatro paredes, Nancy y Leo hablarán, discutirán, se conocerán y desnudarán sus mentes y, literalmente, sus cuerpos. Es que Nancy, exmaestra, nunca hizo el amor más que con su difunto esposo, y se ha decidido, aunque murmure que le parezca absurdo, por fin, a experimentar. A sentir. No tiene mucho dinero, pero tiene una necesidad como de superación personal. Es culta, curiosa, bien intencionada y locuaz. Muy locuaz. Del otro lado de la cama está Leo (Daryl McCormack, que interpreta a Isaiah Jesus, de la banda de la serie Peaky Blinders), un hombre sensible al que ella contrató online, y que es tolerante, amable, complaciente. Notamos que, en su corta vida como acompañante, ha vivido de todo, y si Nancy balbucea, él la mirará comprensivo. Pero sabe cuál es la finalidad de la relación: es una transacción. Nancy pagó por algo, y él mantendrá su sonrisa y sus modos para satisfacerla. Claro, sin obligarla a nada. Aunque Nancy tenga su listita de prioridades sexuales. La infelicidad y sus decepciones brotan rápido de la boca y los movimientos de Nancy, que por momentos se siente a sí misma como si estuviera dando una clase de escuela primaria. Claro, es mucho tiempo, y son muchos los años que le lleva a Leo (ni ella se llama Nancy, ni él Leo) y las diferencias generacionales también tendrán que ver, y harán lo suyo. ¿O no? Buena suerte Leo Grande es una película de actuación, claro está. Y sin estos dos magníficos aportes que dan Thompson -seguramente próxima candidata al Oscar- y McCormack no estaríamos hablando probablemente de las mismas maravillas. El tono entre comedia y drama termina volcándose hacia el primero, aunque el análisis de la importancia del sexo y las relaciones esté ahí, dicho sin filtro, como cuando uno hacía un café y volcaba el agua hirviendo. Aquí nada hierve, ni metafórica ni literalmente, porque está todo puesto en su punto justo para no quemarse y disfrutar de una infusión, sabrosa y calentita.
Nancy Stokes (Emma Thompson), una ex docente, jubilada, viuda, sexualmente insatisfecha, decide contratar los servicios de Leo Grande (Daryl McCormack) un joven “trabajador sexual”, para experimentar eso
SUPERFICIES DE PLACER “Puedo espiar sin discreción. Como un voyeur en vacaciones”. Así cantaba Fede Moura en ese maravilloso tema y álbum en general, Superficies de placer. El concepto de atreverse a un disfrute por fuera de lo cotidiano o explorarlo en mayor manera, punto en común que tiene con el estreno de la semana Buena suerte, Leo Grande, una interesante ¿comedia romántica? Prefiero utilizar más la palabra íntima, sazonada con toques de comedia. Nancy Stokes es una viuda de 55 años, madre de dos hijos ya crecidos, ex profesora de religión, cuya vida no ha tenido emoción alguna. En un atisbo de aventura, reserva una habitación y contrata los servicios de un acompañante, siendo Leo Grande quien toque a su puerta. Un hombre cuya belleza y juventud intimida a Nancy, pero con el que a lo largo de cuatro encuentros logrará profundizar más allá de lo sexual. En palabras de Hemingway “no hay nada más erótico que una conversación”. La película de Sophie Hyde, con guion de la comediante inglesa Katy Brand, se sostiene en la interpretación, ya que el 95% del film transcurre en la habitación alquilada. Emma Thompson logra una buena actuación y Daryl McCormack acompaña de igual manera, ambos son personajes que se atraen, logrando una confidencia, asumiendo placeres y secretos. Buena suerte, Leo Grande ahonda en la sexualidad durante la tercera edad y en la juventud, la mercantilización que se tiene de la intimidad, haciéndola casi una cuestión burocrática mediante apps y servicios de acompañantes. A su vez es una mirada sobre la soledad y aceptación de los cuerpos. Volviendo a Fede Moura “jugar con la imaginación, sin tener que pedir perdón”.
Reseña emitida al aire en la radio.
No habría nada que decir sobre esta película si su protagonista no fuera Emma Thompson. Legendaria figura del cine británico y mundial cuya carrera en la pantalla grande comenzó en 1989 cuando participó en Enrique V, la ópera prima de quien por entonces era su pareja, Kenneth Branagh. La actriz se volvió muy popular en los años siguientes y ganó también dos Oscars. Uno a mejor actriz por La mansión Howard (1992) y otro a mejor guión adaptado por Sensatez y sentimientos (1995). Siendo un verdadero emblema del cine inglés, igualmente incursionó en Hollywood con comedias y dramas y de regreso tuvo también un papel en la saga de películas de Harry Potter. Esa carrera es la que le da a Buena suerte, Leo Grande todo su sentido. La película muestra la sensibilidad, la vulnerabilidad y también el deseo sexual de una mujer madura, cosas que al cine no parecen importarle demasiado. No una mirada tierna y paternalista, sino una realista e inteligente. La película es mejor conceptualmente que en la práctica, donde las charlas en un cuarto de los dos protagonistas tienen un valor cinematográfico escaso. Claro que hay sexo y por supuesto un desnudo de Emma Thompson que más que cuidado es orgulloso, digno como ella, capaz de plantarse frente a nosotros y mostrarse como es. El cine, demagógicamente enfocado en subrayar su respeto por las minorías y con un feminismo de mentira, debería entender que esta película tiene más valor que todos los esfuerzos falsos juntos.
‘Cause my body keeps changing my mind Keeps changing my heart When we’re dancing My body says love you tonight To drive me out of my mind When we’re dancing BREVE ENCUENTRO Good Luck to You, Leo Grande comienza con un montaje que alterna entre dos personajes muy diferentes: uno es un joven muy atractivo (Daryl McCormack), que atraviesa Londres en camino hacia algún lugar; el otro, una mujer de unos 60 años vestida con tonos opacos (Emma Thompson), recorre con cierto nerviosismo una lujosa habitación de hotel. Pocos minutos después, sus caminos se cruzarán y conoceremos sus nombres: Leo Grande y Nancy Stokes (aunque eventualmente se revelará que no son sus nombres reales). Lo que los une es el sexo, asunto en el cual Leo es el maestro y Nancy, una suerte de aprendiz. Durante toda una vida junto a su difunto esposo, Nancy jamás experimentó un orgasmo; antes de que sea demasiado tarde, quiere descubrirlo. Pero lo que para ella parece ser un ítem a tachar de una larga lista de frustraciones para Leo es un arte que requiere tiempo y paciencia, en el cual el recorrido es más placentero que la meta; un recorrido que conlleva establecer un vínculo, laboral pero decididamente humano. El guion de Katy Brand apuesta por la contención y -con pocas excepciones- centraliza toda la acción en la habitación donde se realizan los encuentros entre Leo y Nancy. Estos encuentros dictan también la estructura de la película, que utiliza las elipsis entre cada uno para dividirla en cuatro capítulos. En cada uno, el vínculo entre Leo y Nancy evoluciona hacia una creciente intimidad, un territorio que oscila entre la confidencialidad y la confesión. Nancy, una docente de religión con una relación distante con sus hijos, oscila constantemente entre su deseo hacia el trabajador sexual y sus prejuicios hacia la profesión; Leo termina frecuentemente contando de más, a la vez que procura mostrarse profesional y obturar las tensiones familiares que su vocación le trajo. El texto invita al lucimiento de ambos actores, en largas escenas de diálogo que proponen una reflexión sobre el rol casi terapéutico del trabajo sexual, profesión en la cual el plano físico sería acaso la expresión más acotada, sucinta, de un ejercicio constante de comunicación. En este sentido, Good Luck to You, Leo Grande es una película altamente discursiva que no puede -o no quiere- escapar de un didactismo a veces reiterativo, a veces logrado, a veces un poco irritante que, si bien jamás abandona a sus personajes, pasa demasiado tiempo haciéndolos dar vueltas en círculos. Es extraña también la relación de la película con el sexo en sí. El arco de personaje que propone para Nancy es el tránsito de una mirada conservadora y prejuciosa a otra que abraza el placer y conecta, gracias al cuerpo, con lo diferente y con lo propio; sin embargo, Good Luck to You, Leo Grande esquiva (a través de elipsis, de escenas que finalizan abruptamente, de encuadres que dejan la genitalidad fuera de cuadro) cualquier explicitación del acto sexual durante la mayor parte de su duración. Sólo en una breve secuencia de montaje cerca del final se muestra el sexo como tal, con imágenes que exponen la desnudez de los intérpretes pero no se alejan demasiado de cualquier película erótica de hace treinta años. Se puede argumentar -con razón- que este tipo de cine (una feel good movie, destinada a un público más o menos masivo) viene con limitaciones a la hora de mostrar ciertas imágenes. Mi pregunta es por qué se elige, entonces, este diseño de producción para contar esta historia (que sin dudas se hubiera beneficiado con otro abordaje). Lo que queda es una película amable, excelentemente actuada, en la cual el discurso no parece a tono con la forma. El último plano, en el cual Emma Thompson evoca frente al espejo la figura de El nacimiento de Venus de Botticelli, emociona e invita a imaginar una versión en la cual el cuerpo desnudo se abrazara más tempranamente, menos pendiente del impacto y más de su infinito potencial expresivo.
El placer y la madurez. En la película Buena suerte Leo Grande (2022) la notable actriz británica Emma Thompson compone a Nancy, una profesora viuda y ya jubilada, quien se decide a contratar los servicios de un joven y encantador trabajador sexual, Leo (Daryl McCormack), con quién descubrirá una faceta muy poco explotada en su vida y que tiene que ver con el deseo, el placer y hasta de los límites que su propio cuerpo le puede ofrecer como mujer. Nancy estuvo casada durante más de 30 años con un hombre con quien el sexo era una mera formalidad: de índole reproductivo o como un simple hábito, pero nunca de disfrute o goce. Ya en su primer encuentro sexual, que luego serán varios, Nancy le aclarará esto a Leo, un veinteañero, quien detrás de un armonioso cuerpo y una compradora sonrisa, esconde una gran tristeza, debido principalmente al lejano vínculo con su familia. La vida de Nancy siempre estuvo regida por una clásica educación conservadora inglesa (era docente de religión) y por los mandatos sociales con la que fue criada, esa dónde las mujeres tenían prohibido ciertas licencias, especialmente en el plano sexual. Leo, en cambio, tiene una nutrida experiencia como trabajador en esa área (la del sexo). Será entonces estos breves pero intensos encuentros entre ambos (que se desarrollarán en la habitación de un hotel) la unión entre dos personas completamente diferentes, que intentarán comprenderse, ayudarse, pero nunca juzgarse. Buena suerte Leo Grande está dirigida por la realizadora Sophie Hyde y cuenta con un inteligente guión a cargo de la comediante inglesa Katy Brand. La película fue filmada en plena pandemia del Covid-19 y la casi única locación dónde se desarrolla, la habitación del hotel propiamente dicha, da a la puesta un aire casi teatral, más allá de su simple austeridad. La actriz Emma Thompson, a sus 62 años de edad, es la protagonista ideal para Nancy, una mujer madura que se propone dejar atrás sus propios prejuicios, para comenzar a vivir una sexualidad más plena y sincera. La desnudez de su cuerpo, a pesar del lógico paso del tiempo, le permitirá tanto un autodescubrimiento, así como pararse frente a un hombre como nunca lo hizo antes. Daryl McCormack (el ascendente actor que interpreta a Isaiah Jesús en la serie Peaky Blinders) se pone en la piel de Leo, un joven mestizo de madre irlandesa, cuyo cuerpo es muchas veces un mero instrumento de placer. Pero con Nancy quizás todo sea mucho más franco y sincero. Ambos comenzarán una particular y placentera amistad, dónde la confianza será primordial. Como la buena comedia dramática que es, Buena suerte Leo Grande tiene sus momentos graciosos con una magnifica Emma Thompson brindando algunas sonrisas. También la directora muestra una mirada bastante complaciente hacia la profesión de la prostitución, sobre sus deberes y derechos, puesta en la figura del escort Leo Grande. Pero en su tramo final las cosas se pondrán mucho más decisivas: será hora de dejar los nervios atrás, también las represiones y finalmente dejarse llevar por el placer.
Emma Thompson y un manifiesto por la defensa del deseo femenino Se trata de la película dirigida por Sophie Hyde y escrita por Katy Brand sobre el sexo en la edad adulta, que estuvo en los festivales de Sundance y Berlín. Una mujer de más de sesenta años espera a alguien en una habitación de hotel moderna y pulcra. Se la nota nerviosa. Nancy Stokes (Emma Thompson) es una profesora jubilada que contrató los servicios de Leo Grande (Daryl McCormack), un joven trabajador sexual irlandés. El primer encuentro es, por supuesto, bastante torpe e incómodo, pero alcanza para dar lugar a una serie de citas. A través de las mismas, algunos momentos de verdadera intimidad desnudarán las expectativas, las tristezas, los deseos y los temores más profundos de ambos. La intención de la película es enfocar la mirada sobre el deseo femenino. El personaje de Thompson ha sufrido múltiples postergaciones a lo largo de su vida; al llegar a la madurez toma las riendas de su sexualidad y es por ello que contacta a Leo. También se tratan otros temas de gran actualidad, como las perspectivas en disputa acerca del trabajo sexual y la presión social que existe sobre las mujeres por detener u ocultar el paso de los años. La mayor parte de la historia se desarrolla en la habitación de hotel, y el resultado es mucho más teatral que cinematográfico. A pesar de la intimidad de lo retratado, la incomodidad prevalece. Esta sensación, compartida a uno y a otro lado de la pantalla, se vuelve un recurso para tratar temas considerados tabú: será una de las primeras oportunidades en las que un sector importante de la audiencia asista a una historia de este tipo, narrada sin espectacularidad alguna. También será, seguramente, una de las primeras ocasiones en las que vean representado el cuerpo desnudo de una mujer de más de sesenta años (y, con suerte, la belleza del mismo antes que un acto de valentía de la protagonista). Buena suerte, Leo Grande (Good Luck to You, Leo Grande, 2022) es una comedia dramática con varias líneas ingeniosas y realmente hilarantes, y otros momentos bastante oscuros. Tanto la risa como el dolor son vías por las cuales el film busca conectar con la audiencia. Sin embargo, la escritura de los personajes no resulta convincente. Algunos de sus rasgos son demasiado estereotipados, y pareciera que faltan algunas piezas en la construcción de los arcos dramáticos. Esta situación produce personajes poco creíbles, con quienes es difícil empatizar, a pesar de que ambos actores entregan buenas actuaciones.
Una señora viuda que nunca sintió verdadero placer erótico decide contratar a un prostituto para darse la posibilidad del disfrute. Por cierto, hay sexo aunque, pensándolo bien -y dados los resultados- es una película carente de erotismo. Es una curiosidad esto, pero no algo que no esté perfectamente planeado. Se trata de un film de cámara que funciona, como una obra teatral, en un espacio perfectamente acotado y con solo dos protagonistas. Pero es cine en la medida en que funciona el fuera de campo, la interrupción del montaje y la investigación de la cámara más allá del diálogo. El lector ya sabe que lo que se establecerá aquí es una relación de simpatía mutua en la que ambas partes van a descubrir que el mundo es más grande que sus prejuicios, y que el sexo es nada más que vehículo y excusa para que se establezca una conexión humana. Los dos actores hacen que creamos en sus personajes con un virtuosismo invisible.
Lo difícil y maravilloso que es desear Emma Thompson protagoniza esta aclamada película del Festival de Sundance. Hay veces en la vida, momentos, edades, donde es más fácil o difícil verse al espejo. Para Nancy, una mujer jubilada recién enviudada de más de 50 años interpretada por la maravillosa Emma Thompson, definitivamente no es fácil ni agradable. La misma actriz, de 63 años, ha hablado en entrevistas, destacando lo difícil que fue para ella, una mujer que siempre ha estado descontenta con su cuerpo, desnudarse de esta manera. En el festival internacional de cine de Berlín, Thompson afirmó: «Intenten pararse frente al espejo y no se muevan. No te muevas. Solo acéptalo, solo acéptalo y no lo juzgues. Eso es lo más difícil que he tenido que hacer. He hecho algo que nunca había hecho como actriz. (…) a las mujeres nos han lavado el cerebro toda la vida. Y todo lo que nos rodea nos recuerda lo imperfectas que somos y lo mal que está todo». Y es que, lejos de ser la única, es verdad que vivimos en una sociedad patriarcal y consumista, incluyendo obviamente el mundo del entretenimiento, que parece estar obsesionada con los cuerpos de las mujeres, aunque hablar en plural sería un error, está obsesionada con un tipo de cuerpo, uno joven con un color y unas medidas particulares. Todos los cuerpos que se salgan de este ideal, incluyendo el de las mujeres de mayor edad, aparecen pocas veces en el centro de la pantalla, pocas veces deseando para si mismas, pocas veces relacionándolos con la sexualidad. Sin embargo, este es justamente el centro de esta bella película. Good luck to you Leo Grande o en español Buena suerte, Leo Grande dirigida por la australiana Sophie Hyde (quien hizo el éxito de Sundance de 2019, Animals) a partir de un guion un tanto teatral de Katy Brand, nos presenta este drama a dos manos que sigue una serie de encuentros en habitaciones de hotel entre Thompson quien ha contratado a un trabajador sexual, un apuesto seductor llamado Leo (Daryl McCormack, de Peaky Blinders). McCormack es maravilloso, interpreta a un tipo que confía en su propia belleza sin ser un idiota al respecto. Hay un momento fantástico en el que, de camino a encontrarse con Nancy por primera vez, se detiene a mirar su reflejo en el escaparate de una tienda, arreglándose el abrigo con una mirada que nos dice que sabe lo bien que está. Al mismo tiempo, la primera vez que vemos a Nancy, está entrando en la habitación del hotel con una falda desaliñada y zapatos remilgados (fue maestra de educación religiosa y se viste según ese estereotipo). Justo antes de que llegue su invitado, se mira al espejo y en su mirada vemos el juicio y la inconformidad al ver su reflejo. No dice nada, pero su cara lo dice todo. Unos segundos después llega Leo y empieza esta divertida interacción entre ambos. Ambientada en cuatro encuentros, la película se siente más como una obra de teatro, contenida casi en su totalidad en las paredes de la habitación del hotel. Moviéndose a través de etapas matizadas del desarrollo de cada personaje de manera tan fluida que una hora y 37 minutos no se siente en absoluto. En cada encuentro mientras los protagonistas se conocen, nosotros como espectadores vamos entendiendo mejor la vida y personalidades de ambos. Nancy es una mujer inconforme y asfixiada por su vida que ha estado regida por lo que debía ser, una vida fríamente planeada por lo que la sociedad y su esposo esperaba de ella como mujer: mamá, profesora de religión, nunca se priorizó así misma, ni se atrevió a desear algo distinto, ni siquiera en su sexualidad. Por su lado Leo, es un joven seguro de si mismo, misterioso y con una importante claridad sobre los limites de su trabajo y de su vida sentimental. Durante los intercambios, los protagonistas tienen interesantes discusiones respecto a distintos temas, sus vidas, los estereotipos, el trabajo sexual (o por lo menos en una versión rosa de este) entre otros. Si bien creo que dejan varios temas abiertos y con posturas que pueden ser fácilmente debatibles, el centro de su interacción y en mi opinión lo mejor de la película, es definitivamente la evolución del personaje de Nancy. Para una mujer que estuvo siempre regida por lo que la sociedad le decía que debía hacer, los encuentros con Leo le permitieron empezar cuestionar y priorizar sus deseos. Así, en un espectacular final, vemos a nuestra protagonista, finalmente reconociendo y comunicando su propio deseo. Cuando se atreve a desear sin tapujos, es capaz de encontrar por sí misma, por un lado, el placer que tanto había estado buscando y, por otro lado, de mirarse al espejo, sin juicios, con amor y sonriéndose.
Una señora espera a alguien, nerviosa, en un cuarto de hotel. Una habitación confortable, con su pequeño living de sofás color pastel, su minibar y su cama bien tendida. Nancy Stokes (Emma Thompson) es una maestra ya jubilada, parecida a la que debemos haber conocido o padecido todos en tiempo escolar. Un personaje reconocible, más bien soso, aburrido, demasiado terrenal. Pero Nancy, que no es su nombre real, está nerviosa. Se cambia, por suerte, sus zapatos utilitarios por unos más altos, se abre acaso un botón más de la camisa y por fin abre la puerta a un escort, un taxi boy: el chico que ha contratado a través de una app para un encuentro íntimo. Él es Leo Grande (Darryl McCormack, de Peaky Blinders), al que hemos visto terminar un latte y caminar con sus auriculares, mochila sobre la espalda, antes de llegar puntual a la cita con su clienta. Pronto veremos que, además de su increíble belleza, Leo es una de esas personas capaces de hacer sentir bien al otro. Sereno, paciente, suave, ¿algo más que profesional? Para él, todo lo sexual es natural y simple, incluido el desafío de lograr que la insatisfecha Nancy, viuda con dos hijos grandes que la aburren, logre tener el primer orgasmo de su vida. Sin mucho más que sus dos estupendos intérpretes, casi sin salir de esa habitación de hotel, la directora Sophie Hyde y la guionista Katy Brand consiguen una narración. Estructurado en sus sucesivos encuentros, el relato escapa al acartonamiento teatral, aunque se trata de dos personas (básicamente) hablando. La puesta es inteligente, atenta a los detalles y los gestos de esas dos personas, de distinta generación, que se están conociendo. La conexión sexual entre ellos tiene poco que ver con el aspecto, la presencia o no de arrugas, la piel más fláccida o más tensa. La idea poderosa pero, aunque todo el mundo pueda estar de acuerdo con ella, muy poco comentada, así como es invisible la temática vinculada al deseo y la sexualidad de las mujeres mayores. Como puesta en escena de ciertas verdades veladas sobre los vínculos y la sensualidad, Buena suerte, Leo Grande está escrita con sensibilidad, inteligencia y sentido del humor; lejos de los discursos, cerca de esos dos seres humanos. No debe haber sido tarea sencilla para la extraordinaria Thompson, que merecerá premios por este trabajo. Gracias a ella, Nancy es capaz de expresar lo que le pasa sin palabras, en la escena más hermosa de la película: una mujer desnuda que se observa en el espejo, se inspecciona, y se sonríe.
La fórmula justa para tener un buen orgasmo La película dirigida por Sophie Hyde con una brillante Emma Thompson barre con prejuicios y tabúes sobre quienes son trabajadores sexuales, a través de un relato sincero sobre los aspectos más conflictuados de las relaciones humanas. No hay nada más placentero que el calor que antecede al orgasmo, estallido de fluidos que provoca placer y es producto del goce de uno o más participantes en el sexo. Esta búsqueda íntima es el motor de arranque en Buena suerte, Leo Grande, brillante película de Sophie Hyde con Emma Thompson en su mejor momento actoral. Un filme provocativo, que fácilmente entra en el podio de las sorpresas del año. Nancy Stokes (Emma Thompson) es una maestra de religión jubilada y viuda que desea aventuras de conexión humana, buen sexo y experimentar un orgasmo, estado que jamás alcanzó en sus relaciones con hombres. Para eso -y contra toda su mole de prejuicios- contrata a Leo Grande (Daryl McCormack), un atractivo trabajador sexual, y en una habitación rentada se dispone a dar rienda a sus fantasías....si sus mandatos y creencias no la boicotean. Buena suerte, Leo Grande es una crónica de los encuentros íntimos entre Nancy y Leo, y del crecimiento vincular y la confianza que se teje entre estos dos personajes no tan diferentes como parecen. Sería demasiado simplista calificar la película de comedia dramática con ribetes románticos. No. Buena suerte, Leo Grande es más ambiciosa en su búsqueda: los diálogos inteligentes y el sexy juego interpretativo de Thompson y McCormack destapan un lenguaje mucho más complejo que une las historias de dos personas atravesadas por conflictos no resueltos y anhelos sin cumplir. A la vez, ofrece una notable representación de las mujeres maduras en el cine con planos de desnudos reales que escapan de los moldes normados con las figuras y cuerpos "estéticamente bellos", promovido en centenares de películas y series de Hollywood. Buena suerte, Leo Grande es irresistible aún en sus momentos previsibles. Conmueve y mantiene un tono de belleza enternecedora por fuera de cualquier encorsetamiento narrativo. Es una dosis justa de buen goce cinéfilo.
Escrita por Katy Brand y dirigida por Sophie Hyde, Emma Thompson se luce con un protagónico junto a Daryl McCormack que pone en foco la sexualidad, el deseo y el placer. El sexo no es el centro de nada pero a veces alcanza para correr al mundo de su eje. Marina Yuszczuk Nancy es una mujer que enviudó no hace mucho y el encontrarse sola, con hijos grandes que a veces ni siquiera le caen bien, se empieza a cuestionar sus decisiones. Como docente de una escuela religiosa y casada con un hombre conservador con quien el sexo siempre fue de la misma tradicional manera, siente que aunque sea tarde, porque se mira al espejo y no ve a la mujer joven y atractiva que fue, quiere conocer aquello que se perdió, que para tantas mujeres parece algo normal y parte de la vida cotidiana. Ni siquiera sabe si conseguirá llegar al orgasmo una vez, es algo que si no consiguió hasta ahora cree que quizás ya no sea para ella, pero no por eso se va a privar de experimentar cosas tan corrientes como el sexo oral o ponerse ella arriba del hombre para el acto sexual. Para eso, Nancy toma la decisión de contratar los servicios de un hombre joven y atractivo. Leo Grande es una persona que aprendió mucho de su oficio, que la respeta, la escucha y que no pretende solamente irse con el dinero por el turno contratado. A través de unos pocos pero intensos encuentros, tanto Nancy como Leo se irán desnudando, de modo más metafórico que literal, y se plantearán sus posiciones: la mujer que reconoce haber sido víctima de una sociedad cerrada y el hombre que se entiende como trabajador responsable sin sentir vergüenza de hacer lo que hace. En el medio, el corazón, está ella: la mujer que reconoce que el placer le brinda hasta una sensación de poder que nunca había experimentado. Pero cómo podía acceder a él sin descubrirse antes a sí misma. «El erotismo es una de las bases del conocimiento de uno mismo, tan indispensable como la poesía», escribió Anaïs Nin. Toda la película se sucede casi en una misma locación y está armada a través de largas escenas que, a excepción de la última, los tiene solo a ellos dos como protagonistas. Que podría ser una obra de teatro, probablemente. Hay muchos diálogos hasta llegar a una especie de catarsis. Pero Hyde consigue en esos rostros y en esos cuerpos, en ese cuerpo real de Emma Thompson, generar mucha intimidad. Le brinda a la reconocida actriz uno de los mejores papeles de su carrera en los últimos años porque le da la posibilidad de mostrarse como una mujer real, llena de fallas y contradicciones y no por eso menos genuina y humana, y atractiva y sensual. Una mujer a la cual le cuesta mirarse y mostrarse, temerosa de la vejez y añorada de la juventud que dejó atrás, pero lo suficientemente abierta como para aceptar que así como los tiempos las personas también cambian. El personaje de Leo Grande es otro acierto. Quien se convierte en una especie de psicólogo cuando busca que ella se suelte y pueda entrar en confianza, pero también quien esconde un pasado doloroso que no dejó que lo domine. Alrededor de él se genera un interesante debate: el del trabajo sexual como, justamente, un trabajo. Personas que eligen brindar ese servicio y que añoran en algún momento estar protegidos y ser reconocidos como tales. Ambos, a veces insoportables ella con sus inseguridades y él con su caballerosidad, funcionan en esos encuentros y desencuentros que les permiten de a poco ir quitándose las corazas y, sobre todo, los prejuicios. Todo esto con una mirada audaz, adulta, inteligente, sensible, con pizcas de incomodidad pero también de humor; gotas que terminan de pintar la película. Buena suerte, Leo Grande presenta una mirada actual sobre el sexo y el goce exponiendo además el tema de la edad. Y no hay muchas historias que consigan crear personajes femeninos de esa edad tan palpables y despojados de los lugares en los que suelen caer: la madre, la tía, la abuela, la vecina, etc. Hyde le da a Emma Thompson la posibilidad que no muchas actrices a su edad suelen tener, y menos en un cine que suele ser una oda a la juventud (aunque quizás ahí entre en juego que la película sea británica y no norteamericana). De una premisa que parece simple, la película aun en el encierro de ese cuarto se abre y despliega ideas que suenan y resuenan. Una propuesta encantadora que le ofrece a la cartelera, en especial después de las vacaciones de invierno, la posibilidad de mirarse y reflejarse.
El espejo tiene dos caras Después de su exitoso paso por festivales internacionales de cine como Berlín, Sundance y Tribeca, se estrena en Argentina la película Buena Suerte, Leo Grande (Good Luck to You, Leo Grande, 2022), protagonizada por Emma Thompson, quien de forma sobresaliente y conmovedora personifica a Nancy Stokes. Ella es una mujer que con más de media década vivida, jubilada y viuda, decide contratar a un prostituto, mucho más joven que ella y esbelto, llamado Leo Grande (Daryl McCormack). La osada decisión de la protagonista reside en querer explorar la sexualidad, un aspecto que durante toda su vida -su largo matrimonio, su maternidad de dos hijos y su trabajo como docente de educación religiosa- ha sido subvalorado a punto tal que nunca ha tenido un orgasmo. El film recurre a la simplicidad y economía de la puesta en escena: prácticamente se utiliza un solo espacio minimalista durante todo el largometraje, algunos pocos cambios de vestuario, dos protagonistas y brevemente dos extras hacia el desenlace. La obra se reduce a los elementos básicos escénicos -incluso es pertinente destacar el color gris de la habitación donde transcurre la acción, un tono neutral porque lo que importa es el vínculo entre Nancy y Leo Grande- para mediante la perspectiva de género reflexionar inteligentemente sobre la búsqueda de intimidad y placer, la culpa, la vergüenza, las construcciones y mandatos sociales, las apariencias, el paso del tiempo y el trabajo sexual. Recordemos que la película fue escrita por Katy Brand y dirigida por Sophie Hyde, es decir, hablamos de una propuesta realizada por mujeres que puede resultar muy pedagógica pero no desde una bajada de línea moral, sino todo lo contrario, colocando al placer femenino como tema central del relato, algo muy poco elaborado en la historia del cine. En palabras de Emma Thompson generalmente “no es considerado importante que las mujeres tengamos placer, no es frecuente que se nos pregunte, ‘¿has sentido placer?’” Buena Suerte, Leo Grande, mediante la brillantez y profundidad de sus diálogos, evidencia que cuando una narración es lo suficientemente inteligente e interesante a veces no se necesita nada más, reduciendo el marco expresivo casi al mínimo, pues prácticamente todo sucede en una habitación de hotel anónima en cuatro encuentros entre dos personas de sexo opuesto y dos generaciones diferentes que mutuamente cambiarán sus vidas para siempre, logrando que el público se mantenga intrigado en todo momento en lo que atañe al destino de los protagonistas. Mediante un logrado ritmo e intriga, a través de la comunicación entre Nancy y Leo (en lo que se dicen, pero también en lo que no se cuentan), el relato deconstruye ciertos tabúes sociales y con muy pocos elementos logra evidenciar los cambios del contexto socio-histórico y cultural de una generación a la otra, puesto que son dos generaciones que poseen diversos vínculos con la sexualidad y el placer, y con cómo los entienden y construyen su nexo con el prójimo. Asimismo, según avanza el relato aparecen en un segundo plano las conversaciones sobre la problematización del trabajo sexual, a su vez que en un primer plano las dinámicas de poder van cambiando conforme Nancy halla confianza para materializar sus deseos. En consecuencia, las máscaras autoconstruidas de cada uno comienzan a caer, rostros falsos conformes a ciertos estándares sociales de una tradición que ha quedado obsoleta y que ya no tiene sentido sostener. A lo largo de las escenas, Nancy se da cuenta que ha perpetuado valores en los que no creía. En dicho sentido, hay que destacar el trabajo interpretativo de ambos para plasmar la acción interna de los personajes, en donde es fundamental aquello que callan, que vienen callando por años y que podrán revelar a partir de una conexión íntima con el otro. Al respecto, la sinceridad interpretativa de Emma Thompson es notable desde la primera escena hasta la última a tal punto que la hace merecedora de un premio Oscar. Hay que destacar su valentía actoral, la cual culmina con un desnudo total frente al espejo, dejando ver un cuerpo de 63 años sin retoques ni artilugios, desafiando todos los cánones de belleza con la aceptación del cuerpo mujeril y del paso del tiempo, algo muy poco frecuente en el cine y en el mundo en general, puesto que esos son los cuerpos que se esconden, no los que se muestran. En la conferencia de prensa en Berlín la actriz ha comentado al respecto: “(…) a las mujeres nos han lavado el cerebro para odiar nuestros cuerpos. Todo lo que nos rodea nos recuerda lo imperfectas que somos, ‘todo está mal, tienes que verte así’. Entonces intenta pararte desnuda frente al espejo y no moverte, solo acéptalo y no lo juzgues, es lo más difícil que tuve que hacer.” El espejo tiene un valor fundamental en el relato, puesto que funciona como síntesis simbólica que representa en cuatro momentos el acto de quererse a uno mismo: primero, ni bien comienza el relato, Nancy se observa con inseguridad frente al espejo mientras espera al joven, sucesivamente Leo -cuando ella no está en la habitación- se mira al espejo con cierta vergüenza (debido a su profesión y a la mirada punitiva de su madre), después juntos frente al cristal intentando cada uno aceptarse a sí mismo con la ayuda del otro, y finalmente Nancy totalmente desnuda luego de haber alcanzado por fin ese esperado orgasmo mediante la masturbación. En consecuencia, el film expone la creciente confianza sexual de Nancy, en función de la cual el empoderamiento de la mujer se da a través de la intimidad, y así el orgasmo llega finalmente consigo misma. Este aspecto del crescendo del placer en Nancy se representa también desde su vestuario, generalmente estampado con flores, elemento de la naturaleza asociado poéticamente a la mujer y su despertar sexual. En conclusión, Buena Suerte, Leo Grande reflexiona de forma conmovedora y perspicaz sobre la vergüenza, la conexión sexual y las frustraciones emocionales con un sabor agridulce que logra divertirnos, pero también hacernos pensar. Según su directora “la película es un recordatorio de que la búsqueda de intimidad y conexión puede ser poderosa, valiente y necesaria.” El largometraje compone personajes con sentimientos verdaderos y complejos que los vuelven personas ambiguas y contradictorias y por ende, reales. En una cultura que nos alecciona a sentir culpa o avergonzarnos de nuestros deseos y cuerpos, resulta liberador observar el camino de autoconocimiento de Nancy, una mujer común que apela a la identificación de cualquiera y comienza a apreciar su cuerpo y a descubrir el placer, mostrándonos que nunca es tarde para volver a empezar.
Buena Suerte Leo Grande es un filme que es casi teatro filmado, con dos personas hablando en una habitación casi todo el tiempo, pero lo que dicen es interesante, y trata sobre la liberación sexual femenina. Aquí a crítica escrita más formal; en el link la crítica radial, más informal, completa en los reproductores de audio solo, o de YouTube con video. Buena Suerte Leo Grande es una película muy interesante, que trata la historia de una mujer cercana a los 60 años, viuda, y sola, que ha estado con un solo hombre en toda su vida, y decide contratar a un trabajador sexual, llamado Leo Grande, para después de mucho tiempo, finalmente tener relaciones sexuales. El problema es, que ella es una mujer que ha tenido una educación bastante conservadora, y de hecho es una maestra jubilada, que enseñaba religión, por lo tanto, lo que está haciendo no entra dentro de los valores morales que ella enseñaba como modo de ganarse la vida, y eso le genera un conflicto. Además, según lo que cuenta, nunca en su vida ha tenido un orgasmo, porque tuvo relaciones solamente con su marido, ya fallecido, el cual no la atendía muy bien tampoco, y simplemente hacía lo suyo, y no la dejaba satisfecha. La película se desarrolla principalmente en un solo cuarto de hotel, y tiene una puesta de escena que es prácticamente teatro filmado; no sería extraño pensar que la película fue previamente una obra de teatro, o bien, que sí quisiéramos hacer una obra de teatro con ese guion, prácticamente no habría que hacerle cambios. En ese sentido, la película es poco cinematográfica, y a algunas personas puede resultarle pesada, o aburrida; pero objetivamente, no lo es. Está bien escrita, y tanto a las personas que les gusta el teatro, como a las personas que les gusta la actuación, y los buenos diálogos, les va a resultar interesante; sobre todo por el tratamiento adulto que hace sobre la liberación sexual de la mujer, con una forma de tratar muy maduramente el tema, no como las mujeres que salen con los pechos al aire a la calle, a pedir cualquier cosa; sino adentrándose en la psiquis del personaje principal, evaluando sus miedos, la base religiosa en la cual está asentada su moral, y revaluando sus posturas sobre distintas situaciones, entre ellas la prostitución, y lo hace de manera orgánica, natural, sin hacer un panfleto, ni propaganda, ni tampoco estar forzadas las situaciones o diálogos. En ese sentido, el trabajo de la escritura del guion, tiene una sutileza notable. Emma Thompson está excelente en el papel, y algunas personas ya andan hablando de un rumor de nominación al oscar, el actor que hace de leo grande está muy bien también, ya que, frente a la falta de seguridad y confianza, y el sobrante de dudas de la protagonista; él pone la experiencia, la seguridad, y la confianza para que las cosas se desarrollen. La película a pesar de ser poco cinematográfica, está bien filmada, tiene un correcto uso de los planos, y usa bien las elipsis y sostiene el relato y el interés, aun cuando las limitaciones del espacio, y la falta de mayor cantidad de personas que interactúen, podrían haber hundido el relato. Finalmente es una película que realmente merece la pena ser vista, pero con advertencia de que no es para cualquiera, no todo el mundo soporta una película con solo dos actores, y no todo el mundo soporta películas que son tan habladas. Para quienes no tengan problemas con eso, están invitados a adentrarse en la psiquis, la moral, y las problemáticas del excelente personaje que hace Emma Thompson, y de Leo Grande. Cristian Olcina
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Una mujer de edad madura busca ese “algo” que la haga sentir viva. Así es como encuentra a un joven que se dedica a prestar sus servicios sexuales. La historia que nos cuenta “Buena Suerte, Grande Leo” se desarrolla mayormente dentro del cuarto de un hotel. Una locación reservada para fantasías sexuales prestas a ser consumadas con la luz encendida. Diálogos atractivos capturan nuestro interés, mientras dos actuaciones en potente química alimentan el gusto por el buen cine. Naturaleza voyeur descubrirá la nueva piel; dale a alguien una máscara y te dirá la verdad. Allí está la inmensa Emma Thompson y su contraparte, el novel Daryl McCormack. Asimetrías insalvables los separan, en más de treinta años de edad de diferencia. La perfección de los cuerpos versus lo crepuscular y natural; las agujas del reloj no vencerán al tiempo. Ni es la flor de la edad un lejano y mejor pasado. El reloj apura su marcha, es mejor no sentarse a esperar, sino ir al encuentro de aquello que hace vibrar nuestras estructuras. A medio camino entre la crisis existencial y el descubrimiento personal, Thompson carga sobre sus espaldas un equipaje atiborrado de dudas. Haciendo hincapié en ello, la estructura narrativa del film hace foco en una relación humana que se desarrolla conforme a una aproximación más personal que sexual. El morbo siempre nos llevará a ver que ocurre debajo de las sábanas que comparten el joven y la cincuentona. No obstante, prefiriendo profundidad a mero efectismo, la directora Sophie Hyde explora la vulnerabilidad e inseguridades que esta viuda reciente experimenta. Un mundo nuevo se abre delante suyo y el dionisíaco banquete le ofrece todo aquello que no tuvo durante su matrimonio. Sin embargo, no es “Buena Suerte, Leo Grande” una radiografía social acabada, tampoco prefigura la óptica feminista una intención perseguida; ni es el personaje de Thompson el que lleve las de ganar, mientras intenta tomar las riendas de su propia vida. La sensibilidad del abordaje nos permite apreciar una gama de imperfecciones humanas que emergen a la superficie, propias de los obstáculos a los que se enfrentan las personas. El personaje femenino protagonista se delinea a través de carencias y objetivos muy claros. La noción egoísta del sexo que conoció, abolido el deseo a lo largo de un matrimonio en donde el encuentro se concebía como un mero trámite. Abrevando en dichos matices, “Buena Suerte, Grande Leo” adquiere sustento y personalidad, para entronarse como una disección conmovedora de la condición humana. Existen decisiones conceptuales favorables a abordar: la inexperiencia, la represión sexual, los estigmas sociales y la desconexión de su cuerpo resultan factores preponderantes para la reflexión, sin caer jamás en la caricatura ni pretender idealizar la vida de un trabajador sexual.
REVINCULARSE En Buena suerte Leo Grande, la directora introduce a los personajes de espaldas. A primera vista, él aparenta ser un espectador más a la espera del inicio de la película ya que el plano pecho sólo permite ver un fragmento de la camisa, las manos sujetando el cuello y un gorro amarillo. La calle queda como un telón de fondo, lejana. ¿Qué estará mirando? ¿Buscará alguna respuesta en ese no lugar? Ella, por el contrario, se muestra de cuerpo completo y ligeramente inclinada hacia la izquierda. También se sitúa en un no lugar –un cuarto de hotel– y aún sostiene la valija de mano y la cartera, como si acabara de llegar. Si bien esos encuadres duran escasos segundos, sugieren que algo externo, quizás en el fuera de campo, permanece oculto porque ambos parecen marionetas que, de golpe, se ponen en funcionamiento. ¿Hace cuánto están en pausa? ¿Qué los detiene? ¿Quién los activa? Ese clic resulta tan sutil que corre el riesgo de pasar desapercibido. Por eso, Sophie Hyde crea un juego de planos y contraplanos que desemboca en el primer encuentro en la habitación. Se trata de un diálogo indirecto pero muy cuidado construido a través del sentido otorgado a los objetos; un nexo que incorpora al cuerpo y a las formas de habitar y habitarse, una vez que los dos se descubren en la intimidad de las cuatro paredes. Leo se define como un vendedor de servicios y usa la prenda de color brillante cada vez que puede sentirse libre, es decir, cuando el personaje armado para sus clientes –que le da el nombre al film– se encuentra silenciado u oculto, al igual que los fantasmas del pasado. Pero ser un creador de fantasías y complacer a los demás requiere de una regla valiosa: invisibilizarse. Por esta razón, se saca el gorro antes de acudir a la cita y volverá a utilizarlo recién cuando llegue el momento indicado. Mientras que Nancy, antigua maestra de religión y reciente viuda, está atrapada debajo de la ropa y siempre deja cerca el pequeño equipaje, como si fuera una turista de su propia vida o estuviera lista para huir. Se mira al espejo, toma un sorbo de alcohol, se cambia los zapatos pero la extrañeza sigue acechándola. El conjunto sexy y el listado de deseos por cumplir se pierden el mismo instante en que los considera como requerimientos para tachar. El control, el aburrimiento y las ordenanzas se instalan en el fondo de la maleta con rueditas llevándola una y otra vez a negarse el goce, a domesticarse. Los movimientos mecanizados del marido y los orgasmos fingidos pesan tanto como el tapado oscuro que lleva el día que conoce a Leo. Aunque, también es cierto, que los abrigos pueden quitarse y que una cama o un espejo pueden convertirse en nuevos guardianes de secretos. Por último, el teléfono actúa como el gran conector de la trama. Su función primordial es la confirmación de los encuentros en un plano ajeno para el público pero indispensable para el avance de la historia. Además, contribuye a la creación de los ambientes en una puesta en escena casi teatral, donde cada elemento, espacio y encuadre poseen un valor intrínseco que se suma al sentido del conjunto y se lucen en el momento correcto. Por ejemplo, la escena donde bailan al compás de la música que Leo pone en el celular o los llamados de la hija de Nancy, que interrumpen la charla y la magia del encuentro. Y, así, el móvil les recuerda que hay un afuera, que ellos no son dos desconocidos que se sienten atraídos por azar, sino que son personas que aceptaron estar ahí y que tienen edades, miedos y experiencias de vida diferentes. Este enlace con la realidad –con aquello que ambos tratan de evitar o controlar– es lo que lo vuelve un catalizador. Hyde maneja las variaciones de los climas con la precisión suficiente para que los mismos diálogos y la puesta pongan en jaque los límites autoimpuestos. De esa manera, el autodescubrimiento se torna inevitable y, con él, la posibilidad de relevarse, espantar a los fantasmas y, tal vez, adueñarse de nuevos objetos.
El placer sexual más allá de los mandatos Nancy (Emma Thompson) es viuda y jubilada. Durante décadas fue profesora de estudios religiosos y fue parte de un matrimonio con una vida sexual totalmente rutinaria y frustrante, tanto que, a sus 63 años, nunca ha experimentado un orgasmo (“ni sola ni acompañada”, como ella misma aclara). Nancy ahora está nerviosa, esperando en una habitación de hotel. Y el que toca a la puerta es Leo Grande (Daryl McCormack), un joven irlandés muy seductor y seguro de sí mismo. Después de mucho pensarlo (meses, años), Nancy decidió contratar a un trabajador sexual para tratar de descubrir, por fin, de qué se trata el placer y el sexo. Ese es el punto de partida de “Buena suerte Leo Grande”, el cuarto largometraje de la directora australiana Sophie Hyde (“52 Tuesdays”, “Animals”), que pasó con éxito por los festivales de Sundance, Berlín y Tribeca. Durante sus 97 minutos, la película transcurre casi exclusivamente en una habitación de hotel, donde los protagonistas se encuentran. En principio Nancy se presenta como una mujer inteligente, culta y locuaz (tal vez demasiado), pero de a poco irá revelando una serie de frustraciones y prejuicios que mantienen su cuerpo inhibido, como bloqueado. Leo es amable, curioso y comprensivo (tal vez demasiado), y ni siquiera las diferencias generacionales impiden que realice a la perfección su trabajo. “Buena suerte Leo Grande” es una película de actuaciones, y se sostiene porque Emma Thompson es sencillamente brillante y cada día parece actuar mejor, y porque Daryl McCormack (conocido por “Peaky Blinders”) no desentona ante la clase de actuación de ella. Pero claro, no sólo de interpretaciones se hacen las películas, y en ese sentido hay que decir que el guión por momentos falla con algunos diálogos artificiales o una subtrama (el trasfondo familiar de él) que se siente algo forzada. Sin embargo, estos traspiés no alcanzan a empañar la potencia con que esta pequeña comedia dramática explora algunos temas espinosos y largamente ignorados por el cine como el derecho al goce sexual en la vejez y la reconciliación con el cuerpo en esa etapa de la vida. Porque en definitiva de eso se trata esta película: de las inhibiciones, de lo no dicho y de los mandatos familiares y sociales de épocas pasadas que todavía pesan mucho en este presente supuestamente “deconstruido”. El camino al placer _y a poder mirarse desnudo o desnuda frente al espejo_ a veces es más difícil de transitar de lo que parece.
Una maestra retirada contrata a un escort masculino para una tarde de sexo en un hotel en esta comedia dramática protagonizada por Emma Thompson y Daryl McCormack. Desde que enviudó, Nancy Stokes (Emma Thompson) viene planeando hacer esto. Con dudas, con miedos y nervios que no la soltarán casi nunca, la sexagenaria maestra de escuela retirada ha decidido contratar los servicios de un escort masculino. Para eso paga una habitación de hotel y, nerviosa, espera su llegada. El es Leo Grande (Daryl McCormack), un joven irlandés de tez oscura y ojos claros que ella define como «perfecto». El encuentro es incómodo para ella, quien se siente rara ante la situación, ante el hecho en sí, mitad avergonzada y otro tanto confundida. El trata de calmar sus nervios, naturalizar el asunto en la medida de lo posible, pero no es sencillo. A lo largo de una serie de encuentros entre ambos, lo que BUENA SUERTE, LEO GRANDE contará se parecerá más a varias sesiones de terapia que a algo más netamente sexual. La película –que bien podría ser una obra de teatro, aunque se trata de un guión original quizás armado de este modo en función de las restricciones del COVID– presenta a dos personajes claramente delineados. Ninguno de ellos usa, previsiblemente, su verdadero nombre, aunque sus circunstancias y actitudes son diferentes. «Nancy» es una mujer que ha tenido una vida sexual muy limitada, que dice jamás haber tenido un orgasmo y que se ha dedicado, como maestra, a enseñar cuestiones de ética y moral que la hacen vivir de una manera muy conflictiva esta situación. Preocupada por cada cosa –Thompson se luce con el timing cómico en algunos diálogos muy bien construidos–, su Nancy es una mujer que quiere pero que no se anima del todo a pegar un vuelco en su vida. «Leo Grande» es aún más claramente un personaje. El joven hombre es amable, simpático, comprensivo y siempre parece tener la respuesta adecuada para cada situación, tratando de hacerla sentir cómoda. Pero cada vez que Nancy va al baño y lo vemos deambular solo por el cuarto o mirar por la ventana podemos ver cómo, sutilmente, su expresión cambia y aparece un joven más serio y preocupado, un tanto más tenso. El planteo es claro: a través de los encuentros cada uno de ellos debería, en la medida de lo posible, sacar afuera eso que de algún modo u otro oculta o teme mostrar: su historia, sus miedos, su cuerpo, su sexualidad. BUENA SUERTE, LEO GRANDE es una comedia dramática que bien uno podría suponer siendo un éxito en el teatro comercial –todos harán el mismo juego, seguramente, pero a mí me da por imaginar a Mercedes Morán y alguien tipo Nicolás Francella en la porteña calle Corrientes– ya que tiene todos los condimentos que llevarían al clásico público de ese tipo de obras. Es pícara pero –al menos hasta cierto punto– con sus pruritos y reservas, es por momentos muy graciosa (en un momento ella hace una muy precisa lista de las cosas que quiere hacer) y, previsiblemente, en su tercer acto se volverá más conflictiva, dramática y emotiva. Quizás lo que una pieza teatral no pueda captar del todo sea algunas de esas sutilezas que requieren de primeros planos, pero más allá de eso no hay nada demasiado cinematográfico acá. Es, sí, un reflejo de un choque generacional y cultural en una sociedad como la británica (él es irlandés, pero ella sí es inglesa) que tiene una larga historia de represión, pudor y discreción sexual. Y si bien es una película que podría transcurrir treinta o más años atrás (la vida familiar/matrimonial de Nancy casi parece de los ’50), de algún modo resulta creíble en la actualidad en función de algunas conversaciones acerca del trabajo sexual («debería ser un servicio público», coinciden) pero más que nada por la manera en la que Thompson le incorpora a Nancy un muy gracioso tono de comediante que vuelve a su personaje más actual, por más forzado que eso sea en términos realistas. Y McCormack es más que un partenaire para el lucimiento de la actriz ya que construye un personaje que se va revelando de a poco de un modo bastante conmovedor. Pese a las limitaciones de la propuesta y a esa suerte de correctivo políticamente correcto a películas como MUJER BONITA, entre otras, BUENA SUERTE, LEO GRANDE –que fue una muy aplaudida gala del Festival de Sundance– es un cuento efectivo y amable acerca de las autoimpuestas represiones respecto al deseo y al placer, y sobre los miedos que impiden a los personajes hacerse cargo de sus propias historias y sus distintos miedos. Y si bien la película es bastante pudorosa durante el 90 por ciento de su desarrollo, para cierto momento se reserva algunas sorpresas que parecen más pensadas para «abrir la conversación» o hasta para ganar premios de actuación. Allí donde el «coraje» se cruza de una extraña manera con el cálculo y el personaje se confunde con el intérprete.
Se estrenó en cines “Buena suerte, Leo Grande”, una comedia dramática con tintes eróticos, protagonizada por la inigualable actriz británica Emma Thompson. Nancy Stokes (Thompson) es una ex-maestra viuda que quiere probar cosas nuevas en la intimidad, y para eso contrata la compañía de Leo Grande (Daryl McCormack), un hombre joven muy discreto que es trabajador sexual. Nancy confiesa no haber tenido sexo con otra persona aparte de su difunto marido, y además, que nunca experimentó un orgasmo. Esto, lejos de escandalizar a Leo, ayuda a que haya confianza, sanación de mandatos generacionales, y, también (¿por qué no?) un poco de diversión y placer desinhibido, bien merecidos. La dirección, por parte de Sophie Hyde, centra su atención en la experiencia sensorial femenina ante cualquier nivel de intimidad. Las imágenes no son tan elaboradas, pero se juega con los ángulos y texturas de manera que nos mantiene atentos. Muestra a los cuerpos como tejido vivo, con texturas y formas que pueden ser irregulares. También hay foco en las inseguridades de los personajes, especialmente Nancy, una mujer criada de forma muy tradicional, en donde llamar la atención sexualmente o salirse de los estándares no estaba bien visto. El vestuario hace un buen trabajo al ir descontracturando a la maestra a medida que explora su propio placer con total vulnerabilidad. Por otro lado, Thompson lleva adelante una admirable interpretación, cercana al público. Su personaje evoluciona, aprende, se deja sorprender por lo que pasa ante las premisas - algo predecibles, pero sin dejar de ser interesantes - e inicia un proceso de autoconocimiento, no solo sexual sino también emocional. Se cierne sobre este film un halo de confianza con el público, como compartiéndole un secreto: nos vuelve cómplices de algo hermoso. McCormack es un estupendo compañero, muy agradable a la vista y a los oídos, brindando estructura a la deconstrucción algo caótica de su cliente. La forma de encarar la sexualidad y el placer femeninos es sutil y generosa. La directora no se priva de nada en esta película y, al ofrecer una estructura simple, aparenta serlo, pero tiene muchas capas. No sólo se nota la cercanía y espectacular química entre los actores, sino que también se sabe que ambos tuvieron mucho que resolver a nivel personal para ejercer sus papeles y brindar justicia a sus personajes. La historia no se trata solo de Nancy y Leo. Todas las “Nancys” se pueden encontrar en esta película, en cualquier parte del ingenioso, y a veces profundamente emocional, diálogo. Se intenta reparar perjuicios que hubo durante mucho tiempo para toda una generación de mujeres. Otro punto a favor de esta película es que se reconoce la labor del trabajador sexual, no siempre sujeta a algo físico, pero sí siempre sujeta a condena social y, también, preconceptos hirientes de la gente que se entera. Este fin de semana hay que ir a ver “Buena suerte, Leo Grande” y ver a la maravillosa Emma Thompson en toda su gloria. Un plan divertido y sexy para ir a reírse (y llorar un poquito) con amigas - o lo que quieran, pero dejando a los hijos en casa. Por Carole Sang
Otra de esas historias en una sola locación que se defienden con apenas un par de personajes y diálogos ajustados. Emma Thompson es el verdadero motor de la película, aunque Daryl McCormack acompaña muy bien. Se le nota el perfil teatral.