Si lo sabe cante En Cantantes en guerra el director Fabián Forte reúne a los protagonistas de Socios por Accidente para introducirlos en el mundo de la música pop. José María Listorti le da vida a “Richie” con el humor que nos tiene acostumbrados, haciendo de una estrella con caprichos absurdos y un narcisismo imponente. Por otra parte, Pedro Alfonso interpreta a su amigo “Miguel”, con un personaje un poco más serio, soñador y familiero. La forma de ironizar a los artistas de ese ámbito es divertido, pero el guion carece de originalidad. Es un tipo de historias con cliché, los amigos separados que se reencuentran, la venganza y la moraleja. Esto hace que pase a pertenecer a un espectador aniñado, del estilo de films que trasmite Disney en su pantalla a partir de sus series. La repetición de chistes hace que desaparezca la idea principal. Pareciera que la película toca varios temas, pero ninguno en profundidad. Es una indecisión constante por parte del guionista que no encontró como explotar al 100% los actores. Para ser una comedia de este estilo, los protagonistas están bien casteados. Ambos tienen carisma frente a la cámara, y a pesar de la idiotez del personaje de Listorti, se hace querer.
Cantantes en guerra: Humor y música argentina. El 13 de julio se estrena la última comedia realizada por el director Fabian Forte, protagonizada por Jose Maria Listorti y Pedro Alfonso. Un equipo que viene desde las películas “Socios por accidente”, pero esta vez con una producción totalmente distinta donde los protagonistas son dos amigos cantantes con música propia. Una película argentina que se instala en los cines durante todas las vacaciones de invierno. Una historia que une a dos amigos con la música y los separa a la vez luego de solo quedar uno en la audición. Miguel y Ricardo son personificados por Jose Maria Listorti y Pedro Alfonso, un dúo que se repite y mantiene la complicidad en cada chiste y mirada. Cantantes en Guerra se aleja de lo policial ofrecido en Socios por accidente para ponerle música propia al film. Un proyecto que vino desde CinemaGroup al director Fabian Forte y luego ante distintas modificaciones reflejan una historia donde dos amigos se reencuentran luego de 20 años con una vida totalmente distinta. Un encuentro que desafía a los protagonistas a tomar nuevas decisiones y actitudes que luego cambiaran el rumbo de sus vidas. Ricardo, llamado Richie artísticamente, soltero y exitoso y Miguel casado con una hija y profesor de música. Dos mundos distintos que se juntan y entre escena y escena los chistes típicos argentinos son estrella, donde grandes y chicos compartirán la risa. Dos amigos que luego se convierten en cantantes en guerra los cuales los meten en el mundo mediático. Pedro Alfonso fundamenta sobre la película: “hay muchos matices de guiños a la industria algo que nosotros conocemos que no es tan así, no es siempre así pero bueno tiene mucho de eso.” Lo que le agrega un plus distinto a los anteriores films compartidos con Jose Maria Listorti. Una película que a su vez, como su nombre lo menciona, presenta distintas canciones hechas exclusivamente para cada escena. Melodías con letras pegadizas que resonaran durante varias partes de la película entre el reggeton, pop y electro cantadas exclusivamente por los protagonistas. Asimismo, distintas escenas de recitales y localidades, entre ellas Salta Argentina, y la suma de distintos artistas como Dady Brieva, Valeria Lynch y Carlos Vives. Cantantes en guerra es una historia clásica, pero con un plus distinto a lo que se veía en la comedia argentina, ya que no solo se quedan como un dúo dinámico y cómico, sino que lo policial cambia con la música y la realización de la misma mejora aún más. Un conjunto de detalles que sumaron a la película y generaran risas tanto en grandes como chicos.
MUERTOS DE ABURRIMIENTO. Cantantes en guerra es una nueva comedia protagonizada por Pedro Alfonso y José María Listorti, un dúo cómico que ya trabajó en Socios por accidente y Socios por accidente 2. El título que promete más de lo que pasa en la trama cuenta el distanciamiento que se produce en un dúo musical, catapultándose uno al éxito y el otro a una vida sin fama como profesor de música. Las vueltas de la vida y del muy pobre guión los enfrenta para que aquella distancia se transforme en una nueva competencia, aunque difícilmente una guerra. No hay guerra, no, pero lo malo es que tampoco hay comedia. Si Socios por accidente era una película mala pero bien intencionada, con esfuerzos por hacer un producto digno, su secuela mostraba agotamiento y apuro. Este nuevo film está notablemente por debajo de aquellos dos títulos y carece de simpatía, de timing, de buenos chistes. Incluso los actores parecen algo decepcionados en cada escena, donde una actuación por debajo de un mal programa televisión hace difícil pasar los minutos que dura la película. Para peor, una supuesta línea emotiva o dramática quiere darle vida a una trama sin gracia. También hay canciones, todas malas, pero dentro de ellas la mejor es la que se supone que es más berreta, son las otras las que producen vergüenza ajena. El cine argentino hecho para vacaciones no ha sido históricamente el mejor ni el más digno, pero aun dentro de ambiciones pequeñas se podría hacer algo más divertido y efectivo. Más que ausencia de talento es posible que haya falta de esfuerzo. Como sea, solo se puede juzgar el resultado y, en este caso, es verdaderamente pobre.
Soy mucho mejor que vos Enmarcada dentro de la tradición de cine popular y familiar que inunda las salas cinematográficas durante el receso invernal, Cantantes en guerra (2017), dirigida por Fabián Forte y protagonizada por la misma dupla de Socios por accidente (2014), recupera el humor para reflexionar, de manera sorpresiva, sobre la construcción de la fama. Ricardo y Miguel (José María Listorti y Pedro Alfonso, respectivamente), dos amigos de la adolescencia ven como el pacto que tenían sobre su relación se pone a prueba tras audicionar con un reconocido productor musical (Osvaldo Santoro) que termina decidiéndose por lanzar al estrellato sólo a uno de ellos, Ricardo (Listorti). Años después, y tras un accidente de automóvil, los amigos vuelven a encontrarse, uno con las expectativas intactas por triunfar y el otro, cansado de las luces del escenario y flashes, planea una estrategia en conjunto para potenciar algunos resultados que no está logrando. Pero mientras Miguel (Alfonso) se deslumbra por los instantáneos y fugaces destellos del éxito, Ricardo ya en decadencia, y con sólo un hit que lo posicionó en la cima, reconoce en su amigo de la juventud la posibilidad de poder, de alguna manera, recomponer su carrera. Acompañándolo a un show en el interior, Miguel termina siendo convocado por el productor (Santoro) para lanzarse en solitario como cantante de reguetón, y en esa decisión es en donde Cantantes en guerra se despega de la tradicional línea narrativa que venía desandando para profundizar, curiosamente, en la fama efímera, la construcción de las estrellas, el mundo descarnado y caníbal de la televisión y la música. Miguel ahora es Miguell’o, una estrella que hace delirar a las fanáticas con canciones simples y con efectos de voz y sonido, que lo alejan de sus ideales y también de su familia, porque claro, una de las condiciones para poder triunfar y ser popular en el caso de los solistas es ser “soltero”, así que el cantante ve cómo de a poco sus decisiones lo ponen en un lugar completamente diferente al que quería estar. En otras oportunidades el cine ha llevado a la pantalla este duelo entre amigos o dúos que terminan mal, como por ejemplo en Muertos de risa (1999), de Alex de la Iglesia, pero aquí lo que refuerza su cuento es la mirada particular que se pone en la televisión como impulsor meteórico de estos fenómenos. El guion, escrito por los mismos de La última fiesta (2016), subraya con trazos gruesos y estereotipos, los contrastes entre los protagonistas, pero prefiere por momentos, iluminar participaciones secundarias que potencian aquel planteo sobre la fama y sus consecuencias. Así desfilarán Dady Brieva, Miguel Ángel Rodriguez o Diego Reinhold (en plan host sanguinario de televisión) que se suman a la dupla protagónica y a Jonathan (Facundo Gambandé), el asistente de Ricardo, para reforzar la trama simple que se cuenta. Cantantes en guerra no pretende más que entretener, con algunas ideas sobre la amistad, la familia, el trabajo, el éxito, y la venganza, que se ubica sobre la media de los productos comerciales y vacíos. Pero su fuerte arraigue televisivo, desde la decisión de algunos planos y cierto humor simil “Café Fashion”, resienten algunos logros que podrían haber destacado el resultado final y ubicarla en otro lugar.
La tercera es la vencida… y venció. La producción forma parte de una serie de intentos por parte de Forte en dirección a formulizar una propuesta para toda la familia en el terreno de una comedia de acción centrada en el dúo cómico Listorti/Alonso, que el director ha venido desarrollando desde Socios por accidente (2014), replicado en su segunda entrega (2015), y que ahora nos vuelve a ofrecer en una muy mejorada versión, como debemos reconocerle. En efecto, si hay algo que no se le puede negar a este equipo o al realizador, es su tenacidad y esfuerzo por ubicar este formato, que ha tenido, como sabemos, suertes diversas en la filmografía argentina en general y en la de Forte muy en particular. La historia que nos ocupa es muy simple, y quizás en ello reside el secreto de la virtud de esta tercer entrega. Hay una concentración dramática en el foco del conflicto Miguel-Richie o Richie-Miguel que organiza y cohesionado prolijamente todo el relato. A diferencia de las 2 producciones anteriores mencionadas, donde los elementos narrativos proliferaban y se conjuntaban de modo inorgánico, perjudicando más que beneficiando la propuesta, aquí se ha decidido jugar sabiamente la carta del minimalismo narrativo. Todo es simple: 2 amigos separados por una contingencia cruel que lleva a uno a la fama y al otro al ostracismo y al olvido. Un encuentro fatal que remueve celos y viejos rencores. No hay más. Quizás el relato hubiese ganado un poco más de impulso rítmico en su conflictividad si hubiese apostado a un esquema más claramente cómico, y se hubiese decidido por un esquema estratégico paroxístico de incremento de acciones vengativas. En efecto, desde una interpretación narrativa centrada en el análisis género, creemos que el punto más flojo, es que los gags no se desprenden de una estructura cómico clara, que bien podría haberse solidificado sin mayores inconvenientes dados los elementos que el propio relato presentaba; la inversión de las vidas de Miguel y Richie podría haber servido de un excelente trampolín para estructurar estos contenidos (sobre todo la caída en desgracia de Richie, que se explota de modo insuficiente). Pero es todo lo que se puede criticar en tal caso en torno a este tópico en particular. Quizás el mayor acierto del film, en lo narrativo, es el punto del climax en el cual se devela el rol de Jonathan (Gambandé) en todo el conflicto. El giro resulta gratamente inesperado y no obstante orgánico respecto del resto de la trama, lo cual aporta a toda la estructura una solidez más que atractiva a la experiencia de conjunto. Sin embargo, debe decirse, que el giro no llega a compensar un desenlace un poco soso y apagado en relación al resto del argumento. En cuanto a las cuestiones actorales, la dupla Listorti/Alonso resulta notablemente mejorada respecto de las películas anteriores ya mencionadas, de modo tal que el entramado de gags protagonizado por ellos resultan de gran eficacia. A ello se suma el apoyo de una batería de muy buenos desempeños en los roles secundarios (Santoro, especialmente, pero también los que dejan su impronta en menor cantidad de escenas, como Diego Reinhold, Daddy Brieva, etc.) que han compensado razonablemente las limitaciones actorales que tienen los tres protagonistas (Listorti, Alonso y Facundo Gambandé). El gran aliado de este film es, qué duda cabe, un gran sentido del humor casi autoconsciente que lo lleva tomarse un poco el pelo a sí mismo y no cometer en ningún momento el pecado de la solemnidad.
Cuando a los amigos y compinches José María Listorti y Pedro Alfonso comenzaron a soñar con hacer películas, aliados a Fabián Forte, querían un género popular como el de los legendarios “Superagentes” con un resultado comercial para toda la familia. Y la apuesta que consiguieron se fue redoblando con el tiempo, ellos crecieron como protagonistas y ahora cambian el rumbo policial por una crítica graciosa a la industria del disco ahora enamorada de los cultores, por convicción u obligación, del reggaetón. Así, primero Listorti y luego Alfonso se transformaran hasta la caricatura en esos cantantes que como Maluma arrasan en las preferencias femeninas. Pero en este caso fabricados en serie, en una verdadera máquina de sacarles el jugo. Entre las idas y vueltas, una amistad que se pierde y renace y un toque policial. Para los que reconocen en los protagonistas a dos famosos que eligieron como preferidos, la mejor posibilidad de diversión y la comprobación de que con cada producción mejoran la entrega. Cine industrial, popular, bien hecho. Con los ganchos necesarios para que le guste a la familia completa.
Paul en que baile te metieron… Largometraje dirigido por Fabián Forte y protagonizado por Jose Maria Listorti y Pedro Alfonso. Dinámica y divertida comedia que pudo aprovechar mucho de todo ese humor nacido en la tv, donde se hizo conocido Jose Maria Listorti ( en especial con las cámaras ocultas cargadas de su humor pegadizo y tan particular) también dentro de esa factoría de Ideas del Sur esta Peter Alfonso (ex-productor, bailarín, actor cómico y ahora cantante) Ellos eran dos amigos (Ricardo y Miguel) que formaban un dúo musical. En un casting donde se presentaban, el productor decide contratar a uno solo (Ricardo) a quien le ve futuro como solista. Motivo que los hace separar. Pasaron 20 años y ahora “Richie” es súper famoso, una estrella de la música que llena estadios, es tapa de revistas, un verdadero éxito. En cambio Miguel es un profesor medio venido a menos, que pudo formar una familia, pero no pudo sobresalir como su ex amigo y socio. Pero el destino los volverá a cruzar. La dupla funciona. Todo el elenco esta perfecto, muy bien elegidos, donde cada uno brilla en su rol (Osvaldo Santoro el productor musical, Dario Levy el contador, Miguel Angel Rodríguez el dueño de la fabrica de pollos, Marina Cohen esposa, Dady Brieva fiscal que llega para embargar, Diego Reinhold conductor del programa chimentero al mejor estilo de Intrusos, Facundo Gambandé asistente musical e hijo del pollero, Sebastián Presta el fan, entre tantos otros.) Película ideal para ir a ver como plan en estas vacaciones de invierno junto con toda la familia y pasar un momento disparatadamente divertido. La dirección esta perfecta, las escenas muy bien armadas. Se ve que no se escatimó en gastos de producción, se puso todo lo que hacía falta, y que de alguna manera requería el guión. El humor funciona, nos saca sonrisas, nos divierte ante las situaciones más incoherentes y ridículas. Plantea, en ese tono, temas y valores como la amistad, la traición, la fama cuando se te sube a la cabeza, la competencia, los sueños… Un delirio llamado “Cantantes en guerra” recomendada para salir de la rutina diaria y pasar un momento de entretenimiento puro.
La fórmula se repite: José María Listorti, Pedro Alfonso y el director Fabián Forte, vuelven a trabajar juntos en “Cantantes en Guerra”. Vienen de hacer dos comedias “Socios por accidente” y “Socios por accidente 2”. Cantantes en Guerra es una comedia para toda la familia, lanzada para disfrutar en vacaciones de invierno. El film cuenta con la actuación de José María Listorti como Richie, y Pedro Alfonso como Miguell’o. Allá por 1997, el dúo (Los McCartneys) compuesto por Ricardo y Miguel adicionan con un productor discográfico para poder sacar un álbum. El productor Samy (Osvaldo Santoro), elije a Ricardo y descarta a Miguel. El futuro para Ricardo es Richie, un cantante de reggaeton con mucho éxito y el de Miguel, el de profesor de música con una vida anónima. Años más tarde, el “destino” los vuelve a cruzar y entre dimes y diretes, y por diversas cuestiones, Miguel termina grabando un disco como Miguell’o. Allí se desata una “guerra” y todo se resuelve en un bizarro concierto de Paul McCartney. La película logra algunos momentos de comedia, sobre todo liderados por Listorti, aunque son muy del estilo Showmatch/Cámara Oculta. Por otro lado, algunas escenas se tornan repetitivas. Sin embargo, las participaciones de Dady Brieva, Miguel Ángel Rodríguez, Osvaldo Santoro, Facundo Gambandé y Marina Cohen, son correctas y por momentos graciosas. Cantantes en guerra es un palo para los programas que viven de chimentos, las discográficas creadoras de artistas descartables, etc. Con un guión confuso, no queda claro si Richie es un cantante que estuvo 20 años cantando “Ella es Bella” y lo fue regrabando hasta hacer una versión reggaetonera, que es la que vemos o hay un error de guión en el que recién la estrena 20 años después de la audición y tiene un año de fama. Un poco confuso, bastante bizarro, pero con buenas intenciones, Cantantes en Guerra es una película para ver en familia y divertirse.
Cantantes en guerra, de Fabián Forte Por Jorge Bernárdez Sammy- Vos ya no sos más Miguel, sos Miguell´o. Miguel es gris rutinario. Miguell´o es otra cosa, sufre por amor pero no demasiado, come sushi. Miguel- Pero a mi no me gusta el sushi Sammy. ¡Pero a Miguell´o si! La primera hora de Cantantes en guerra es toda una sorpresa y vence cualquier idea preconcebida que uno pueda hacerse de una película con Peter Alfonso y José María Listorti, dos actores surgidos de la fragua de Tinelli que se juntan por tercera vez para el cine. En el comienzo hay un dúo pop que se presenta ante un productor/representante que busca nuevas estrellas, no necesitan cantar demasiado porque a la mitad de la primera estrofa Sammy (Osvaldo Santoro) que no tiene tiempo que perder los corta de manera displicente y les dice que no tienen química, para acto seguido señalar a uno de ellos y decirle que él sí tiene “algo”. Ricardo (José María Lisatorti) abandona ahí mismo a Miguel (Peter Alfonso), balbuceando que ya va a convencer a Sammy para que no lo deje afuera. Veinte años después Ricardo se llama Ricky Prince, es un astro pop con todas las taras que se puedan imaginar de un astro pop, pagado de sí mismo, alejado de la realidad, caprichoso, veleidoso, explotador y todo eso que hace que las estrellas sean estrellas, con el agregado de que está levemente en decadencia. En ese trance amargo en el que todo parece empezar a fallar y mientras se traslada en una limusina, Ricky choca con otro auto y allí va su viejo compañero, Miguel. El antiguo compañero de ruta abandonado en un escenario el día mismo de la prueba de fuego es ahora un profesor privado de música (siete alumnos) casado y con una hija. Aparentemente le sienta la vida de ciudadano común. Pero una palabra lleva a la otra y la charla a una invitación para ir a cenar y eso al ofrecimiento concreto por parte del astro pop al humilde profesor de música para que se sume a la gira que está por empezar. Todo se dirige a una catástrofe para Ricky Prince pero él, claro, es incapaz de percibir las señales. Miguel en cambio está por ver como su vida cambia por completo y en el camino da muestras de nos ser ni tan bueno ni sentirse tan cómodo con un hombre de familia. Ricky estalla de manera desaforada en un ensayo y el momento se viraliza en las redes, el público lo repudia, los famosos que antes lo consideraban un par lo niegan, los anunciantes lo abandonan, la compañía discográfica lo embarga y le manda un abogado (Dady Brieva) que lo despoja hasta de sus discos de oro. Sammy abandona a Ricky -hay que decir que Osvaldo Santoro es un verdadero pilar de la película-, y va por Miguel al que rebautiza como Miguell´o, que nadie sabe bien como pronunciar, le crea una nueva personalidad, le hace negar a su esposa y así nace una nueva estrella. Ricky vuelve a ser Ricardo, vive de prestado en la casa del padre de su asistente que es un reconocido empresario de productos alimenticios (Miguel Angel Rodríguez) y en su derrumbe llega a ofrecer productos de su benefactor disfrazado de pollo en un supermercado. Con aires a Muertos de risa, una buena carga de chistes cortos bien efectivos y una mirada burlona al mundo del show business, la primera hora de la película se ve con entusiasmo. Hay una gran producción un mirada interesante sobre el mundo del entretenimiento y participaciones especiales que están bien aprovechadas. Sobre el final todo se resiente un poco, no se puede negar, y cierto apresuramiento a la hora de cerrar la historia conspira un poco contra todo lo bueno que muestra la primera hora. Si Cantantes en guerra fuera menos blanca, tuviera menos conciencia de ser un producto pensado para las vacaciones de invierno y para un publico familiar la sería mucho mejor y más interesante en el resultado final. Podría decirse que de seguir el rumbo y el ritmo de aprendizaje que el equipo (protagonistas y director) van mostrando película a película, en el futuro podrían llegar a alcanzar un producto divertido, popular y a la vez sofisticado. Habrá que esperar. CANTANTES EN GUERRA Cantantes en Guerra. Argentina, 2017. Dirección: Fabián Forte. Intérpretes: José María Listorti, Pedro Alfonso, Facundo Gambandé, Osvaldo Santoro y Diego Reinhold. Duración: 94 minutos.
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Una fórmula de baja efectividad La dupla conformada por José María Listorti y Pedro Alfonso vuelve al cine después de haber tenido un éxito considerable con las dos entregas de Socios por accidente. Está vez lo hacen en una comedia dirigida al público familiar que se centra en la rivalidad entre dos cantantes, Ricardo y Miguel, que formaban un dúo hasta que un productor, Sammy (Osvaldo Santoro), decide que sólo está destinado al éxito. A partir de ese momento, Ricardo pasa a ser Richie Prince, una estrella pop, mientras que Miguel se dedica a enseñar música y a formar una familia. Años después, un accidente de tránsito los junta y una serie de hechos hace que sus vidas cambien de forma radical. Cantantes en guerra está construida en base a situaciones ya vistas en numerosas películas. Los personajes no están lo suficientemente desarrollados como para comprometerse con ellos, y esto no parece ser tanto un problema del guión como el resultado de las limitaciones de los protagonistas para interpretar matices, emociones e intenciones ocultas. El guión acierta en algunas situaciones y detalles que funcionarían mejor si hubiesen tenido mayor tiempo y tratamiento para explotar sus posibilidades narrativas y humorísticas. Se trata, en definitiva, de una película "de fórmula", basada en el supuesto de que basta con la química que se establece entre los protagonistas para atraer al público. Tal vez así sea para los seguidores de la dupla nacida en la televisión. Para otros no será suficiente.
Amigos son los amigos José María Listorti y Peter Alfonso esta vez no la pifian en una comedia familiera, pasatista y con producción. Una comedia para toda la familia no tiene por qué ser chabacana, estar regada de chivos y filmada como una película amateur. Ese mal que parecía endémico para el cine argentino no se apropia de Cantantes en guerra, que no es un filme hecho a las apuradas para estrenar en las vacaciones de invierno. Tampoco es una obra de Stanley Kubrick. Que tiene producción, y se nota, que no chivea ni toma de punto al espectador. Y sí, no le pidan originalidad a la trama. José María Listorti y Peter Alfonso habían hecho juntos Socios por accidente en 2014 (que les fue muy bien en la taquilla) y la secuela, en 2015 (no precisamente lo mismo). Se tomaron, se ve, un año sabático, y ahora vuelven a hacer de pareja despareja. No como el Gordo y el Flaco, ni Mel Gibson y Danny Glover en Arma mortal. No es que sus personajes se necesiten, sino que Ricardo (Listorti) y Miguel (Alfonso) eran amigos y un hecho los distanció por 20 años. Por 1997 formaban el dúo Los McCartney, y se presentaron a un concurso de talentos . El empresario (Osvaldo Santoro) los fleta, pero le dice a Ricardo que podría tener una carrera promisoria como solista. Lo obvio en estos casos en el cine: Ricardo se convierte en Richie Prince, se llena de plata y fama, se convierte en estrella y se olvida de Miguel. Pero sus caminos se cruzan (Miguel choca la limusina en que viajaba su antiguo amigo), y por motivos que no develaremos al público que desee ver esta película (alguna sorpresa tiene que tener), los roles cambian. Cantantes en guerra se basa en el carisma y el apego que Listorti y Alfonso despiertan en sus fans. No van a conquistar nuevo público, pero a esos espectadores no los defraudarán. Listorti hace de chanta, un rol que repite desde sus inicios en el clan Tinelli, y su compañero de elenco tiene el rol más familiero. Tal vez la aparición de McCartney (¡!) no es lo que mejor esté resuelto en la película de Fabián Forte, quien había codirigido las dos Socios por accidente. Pero es una anécdota en esta comedia blanca, tan bien producida como pasatista.
Cantantes en guerra es una entretenida comedia familiar que vuelve a explotar la dupla protagónica Listorti/Alfonso. Es verdad que cierta parte del público no comulga con este tipo de propuesta ya sea por sus protagonistas, emparentamiento con Showmatch y/o un tipo de humor que no les atrae. Pero también es verdad que hay una gran masa de gente que se divierte mucho con estos personajes. El director Fabián Forte hizo un gran laburo en la puesta, desde mostrar los grandes paisajes de Salta hasta hacer videoclips “estilo berretas” realmente muy graciosos (y con un tema muy pegadizo). Y ahí es donde radica lo bueno y más llamativo del film, en el aspecto musical. Porque los dos protagonistas componen a cantantes que son malos pero que la gente consume. Todo está exacerbado y les permitió a los actores jugar bastante. José María Listorti canaliza mucho de sus personajes en el viejo Videomatch cuando hacía de un cantantante, y para los que nos criamos en los 90s tiene un atractivo y gracia particular. Pedro Alfonso está bien en el papel, en sintonía y tono de su personaje. El resto del elenco funciona acorde, con buenos momentos de Osvaldo Santoro. Cantantes en guerra es una buena comedia, con un humor muy marcado y para un público determinado. No engaña, es sincera, y se la pasa bien.
Cuando está bien hecho, cuando se le pone esfuerzo, cuando hay cine, las películas decididamente pasatistas (sean de Argentina o de cualquier parte del mundo), siempre tienen sus hallazgos, siempre ofrecen un poco más que chistes fáciles. Cantantes en Guerra (2017) es un buen ejemplo. Ricardo (José María Listorti) y Miguel (Pedro Alfonso) son amigos, son músicos y conforman un dúo con ganas de triunfar. Pero en el casting al que se presentan sólo eligen a Ricardo. Pese a sus promesas de hacer razonar a los responsables de que son un dúo, un corte a 20 años después muestra al ahora denominado Richie como a una estrella pop. En ese contexto de fama y fortuna reaparece Miguel, hoy un humilde profesor de música, casado y con una hija. El reencuentro motiva que Richie lo invita a su gira por la provincia de Salta. Richie terminará hundido por su propio carácter arrogante, y Miguel tendrá la oportunidad de ocupar su lugar como astro latino. De pronto los roles quedan invertidos y comenzará una batalla despiadada. Fabián Forte ya había trabajado con Listorti y Alfonso en Socios por Accidente (2014) y su secuela, en aquella oportunidad codirigiendo junto a Nicanor Loreti. Ahora Forte en solitario toma las riendas del proyecto, y si bien él no es autor del guión -allí participan dos de los responsables de La Última Fiesta (2016)-, aquí se notan las preocupaciones que caracterizan su filmografía más personal, como el costado oscuro de la naturaleza humana y la crítica hacia la sociedad de consumo. En Cantantes en Guerra nadie es un santo: en mayor o menor medida, todos se dejan llevar por la ambición, por la codicia, por el materialismo, por el lujo, y no pocas veces caen en conductas de dudosa moral. Sobre todo, por el lado de la industria discográfica, por el mundo del espectáculo todo, con su devoción por los ídolos y por la caída de esos ídolos. Pero los personajes siguen siendo humanos y, por lo general, hay aprendizaje y redención al final del camino. Todo esto, contado como una correcta comedia para toda la familia, sin pretensiones, dispuesta a divertir. Se nota que Listorti disfrutó haciendo su papel (una parodia del prototípico cantante latino), y aunque Alfonso tenga un registro actoral limitado, ambos conforman una dupla efectiva. El elenco secundario incluye a Osvaldo Santoro, Facundo Gambande, Soledad García, Fiorela Duranda, Inés Palombo y Diego Reinhold; unos representan el anclaje con el mundo real, mientras que otros encarnan el costado más despiadado del show business. Cantantes en Guerra nunca deja de ser lo que es: un producto para todo público. Así y todo, cumple muy bien con su cometido, sin chistes revolucionarios aunque sin jamás insultar la inteligencia del espectador, y además habla de los peores aspectos del negocio del entretenimiento.
El trío de las vacaciones en un pasatiempo convencional Se afianza el trío no melódico Forte-Listorti-Alonso. Y lo hace escapando de la repetición: en vez de entregarnos un "Socios por accidente 3", brindan algo nuevo. Mantienen, eso sí, los papeles del grandote asustadizo y el carilindo habilidoso, pero ahora sus personajes son más complejos y con variaciones singulares, muy humanas, dentro de una historia donde ambos son cantantes pop (¡Argentina, país generoso!) que empezaron juntos pero rivalizan feo. El asunto permite bromear con el mundo de los shows, la fabricación de ídolos, el cholulaje acrítico, los programas televisivos de entrevista manipulada, los videoclips y hasta la promoción de pollos en los supermercados, al tiempo que mueve una intriga policial con sabotajes, amenazas de bomba, etc. y saca buenas moralejas sobre la vanagloria, la falsedad, la humillación, el resentimiento y, por supuesto, el perdón y la reconciliación, lo que permite (ay) que ambos sujetos terminen cantando a dúo. Y que incluso el espectador desdeñoso termine moviendo la patita. Director, Fabián Forte. Guionistas, Nicolás Silbert y Tomás Sposato, los de "La última fiesta". Locaciones en el Anfiteatro de la Garganta del Diablo, Cafayate. En el reparto, Osvaldo Santoro, Diego Reinhold, Facundo Gabandé, Miguel Angel Rodríguez e Inés Palombo, lástima que siempre vestida.
Después de las más funcionales Socios por Accidente, Peter alfonso y José María Listorti vuelven a protagonizar una comedia a su medida pensada como entretenimiento familiar de vacaciones. El problema, en esta historia de rivalidad entre dos cantantes, un ex dúo que se rompe cuando el éxito llega para sólo uno de ellos, es justamente su dificultad para entretener. Echando mano de todos los clichés del mundo de la industria musical, las edulcoradas historias de amistad, éxito y fracaso, Cantantes se apoya en la comicidad de sus intérpretes, repitiendo una serie de gags. Torpe, falta de ideas, pero seguramente capaz de divertir a los seguidores de sus protagonistas
No, no la descarte de entrada. Fabián Forte sigue intentando traducir la delirante comedia americana contemporánea a este país. Le sale a veces bien, a veces mal, en especial porque los dos protagonistas –la dupla Alfonso-Listorti en tercer intento, aquí como dos ex amigos separados por la fama de uno y cómo el destino revierte la asimetría– no termina de tener el timing justo. Pero el film es simpático y trata de respetar al espectador mucho más que los viejos “entretenimientos familiares de vacaciones”.
Dos cómicos con la lengua atada. Después de Socios por accidente (2014) y Socios por accidente 2 (2015), el dúo de José María Listorti & Peter Alfonso vuelve a la carga, estrenando siempre en vacaciones de invierno, el período anual de mayor recaudación cinematográfica en la Argentina. También repite en dirección Fabián Forte, ya sin su coequiper Nicanor Loreti, que lo acompañó en las anteriores. Los dos ¿cómicos? surgidos de Showmatch no son ahora un traductor de ruso y un agente secreto de Interpol, sino dos amigos que, a la manera de Muertos de risa, de Alex de la Iglesia, pasan de ser miembros de un dúo (no cómico, en este caso, sino musical) a los peores enemigos, a partir del momento en que un poderoso productor convierte a uno de ellos en la nueva estrella del pop latino. Como las previas y a diferencia de todo el cine pop & com (popular y comercial) argentino previo, Cantantes en guerra no es vergonzosa ni ofensiva. Tampoco es buena, claro: para una película que se pretende cómica, tanto el guión como sus protagonistas lo son muy poco. Dueño de un humor ácido, Listorti se hizo popular practicando el viejo arte de “Forree Ud. al invitado” en el programa de Tinelli, con la famosa cámara sorpresa. Si uno tiraba la moral al tacho y se ponía del lado del victimario y no de la víctima, el tipo era gracioso en el sentido más sádico de la palabra, sin necesidad de libreto para serlo. En esta serie de películas, el coconductor de Este es el show se enfrenta a dos problemas: 1) tiene que ajustarse a guiones escritos, sin lugar para improvisaciones; 2) se trata de películas “para toda la familia”, por lo cual no puede andar forreando a nadie ni chorreando ácido: la familia para la que están pensadas no son precisamente los Simpson. No por nada están producidas por dos descendientes de los Mentasti, productores de la obra entera de Palito Ortega. En cuanto a Alfonso, su mayor límite es él mismo. Súmese entonces a un Listorti con la lengua atada, Alfonso pasando líneas y un guión a cuatro manos que parece escrito en cuatro días, y el resultado son dos o tres tímidas sonrisas en una hora y media. Por suerte, al lado de Listorti y Alfonso hay un actor. Uno de los mejores secundarios del cine argentino, Osvaldo Santoro, que hace del productor que lanza primero a Richie Prince (Listorti) y después a Miguell’O (Alfonso) y que ayuda a equilibrar un poco la balanza. Y está también, en un par de escenas, Diego Reinhold, en un personaje a medida, como conductor cínico de programa de chimentos. A propósito, la mirada sobre la televisión y el show business es bastante despiadada, forzando los límites de esa blancura ATP que la película busca, con un Ricardo convertido en tirano caprichoso; el propio Miguel, el chico modesto de la fábula, negando estar casado para no perder fans, y unas fans lo suficientemente burras como para preferir a cualquiera de los dos antes que a… McCartney, que toca en el último show como músico invitado. Otro punto a favor es Fabián Forte: cultiva una estética del feísmo que ayuda a sentir por este mundo la repulsión que merece, con sacos rosa, bufandas abuchonées en varios tonos y unas casas ABC 1 que son para salir corriendo, además del uso de unos filtros flou que remiten a cierto cine falsamente arty de los 70.
Cuando uno ve el poster de una película nacional protagonizada por dos figuras mediáticas, con un slogan que promete “en estas vacaciones de invierno la diversión está cantada” y “una comedia para toda la familia”, el espectador puede anticipar lo peor: otra concatenación de chistes completamente carentes de historia alguna, pero que generará rédito de la mano de aquellos espectadores que quieran seguir a los objetos de su admiración televisiva en una pantalla de cine. Si bien Cantantes en Guerra se vale de esto como su principal gancho, por lo menos hace el intento de entregar un producto lo más cuidado posible desde lo narrativo. Navajo, la película: Durante un casting, un inescrupuloso productor pone fin a la dupla musical que conformaban Ricardo y Miguel, al estar solamente interesado en el primero. Mientras Ricardo conoce la fama como el cantante Richie Prince, Miguel sienta cabeza con su familia y se dedica a ser profesor de música. 20 años más tarde, un accidente automovilístico los vuelve a encontrar y le da la idea a Ricardo de retomar su dupla con Miguel en un próximo concierto. Durante el mismo, Miguel consigue destacar con sus habilidades musicales, lo que será el principio de una rivalidad con Ricardo. El guion de Cantantes en Guerra no es una obra maestra de la narración cinematográfica, pero al menos es uno funcional y logra lo que se propone en materia de comedia. ¿Hay situaciones inverosímiles? Muy pocas. ¿Hay momentos donde el desarrollo adquiere una forzada rapidez? Desde luego. Sin embargo, y en esto tengo el deber de ser honesto, tiene sus virtudes. Para empezar, esta película trabaja un arco de personaje. Estos empiezan en un lado y terminan en otro, habiendo aprendido algo sobre sí mismos, sorteando obstáculos que los ponen en contacto con sus fallas. En concreto: consigue, aunque sea en lo mínimo e indispensable, que nos importe lo que les pase a estos personajes. Una historia a conciencia: Es de destacar cómo el guion trató de trabajar la historia tomando conciencia de las limitaciones actorales de José María Listorti y Pedro Alfonso. El personaje de Listorti tiene una reminiscencia a su Navajo de El Show de Videomatch, sumado a sus cómicos ataques de soberbia durante las cámaras ocultas a María Vázquez cuando leía poesía y se le reían en la cara. El personaje de Alfonso es escrito aprovechando esa imagen de chico de barrio de buen corazón que lo hizo ganarse el cariño de miles de espectadoras televisivas. Por otro lado, la película aprovecha la oportunidad para hacer una pequeña crítica sobre la superficialidad de la industria musical, vigilando que tenga sentido dentro del tono que viene manejando y que sea funcional al desarrollo de los personajes, incluso si las canciones son medio sosas y hasta infantiles. Muchos de los aciertos de la película tienen que ver con la dirección de Fabián Forte, donde desde el primer encuadre hasta el último demuestra ser un realizador con un claro manejo del lenguaje cinematográfico. La propuesta estética de producciones de esta naturaleza no suelen dejar mucho lugar para el rebusque; uno va, hace plano y contraplano, da un par de indicaciones y espera, a la hora del montaje, que todo pegue. Acá cada corte, cada encuadre, cada movimiento de cámara y cada marcación actoral están pensadas en el impacto que puede tener en el espectador. ¿Debería de sorprendernos? Tomando en cuenta los estándares en los que se vienen manejando habitualmente películas de esta naturaleza, les diría que sí. Naturalmente es necesario hablar de la labor interpretativa de José María Listorti y Pedro Alfonso. Empecemos por reiterar que todavía les falta un largo camino para consolidarse como actores, pero su química cómica es innegable. No obstante, cuando están separados, es Listorti el que se come la película con sus humoradas, acertando en todas las instancias cómicas que el guion pone a su disposición. Alfonso, por otro lado, es un poco más reservado, un poco más sobrio. Es también en dicha individualidad donde quedan expuestas, a grosso modo, las debilidades interpretativas de ambos, casi siempre de la mano de un puñado de escenas un poco más emocionales e intimistas que inevitablemente se sienten forzadas. Cabe aclarar el acierto de rodearlos de actores con más trayectoria y preparación para suavizar dichas desventajas. De este plantel de actores secundarios destaca Osvaldo Santoro, que se muestra muy eficiente como el interesado productor musical que encumbra a ambos personajes. Conclusión: Cantantes en Guerra no es ni por asomo una obra maestra del cine. Es más, si son de la opinión que Listorti y Alfonso no merecen estar en una película, no hay nada en esta película que pueda convencerlos de lo contrario. No obstante, sienta un ejemplo muy necesario: incluso si tu única meta es querer hacer dinero a expensas de la popularidad de dos reconocidas figuras mediáticas, necesitás sí o sí una historia lo mejor armada dentro de tus posibilidades. Tras años de ver cómo han utilizado el “diversión para toda la familia” como una excusa para ignorar la necesidad de una buena historia, es grato ver a una propuesta como ésta preocuparse en atender dicha necesidad. Esta película se propone hacer reír y lo consigue; al menos lo hizo conmigo, por lo que tengo la suficiente confianza para decir que si la eligen, mal no la van a pasar.
El tipo de humor que nos ofrece la dupla protagónica es más de lo mismo nada nuevo nos dan, estamos frente a los chistes a los que ya nos tienen acostumbrados y con un desarrollo lleno de clichés. Es una historia de amigos a los que vemos en 1997, se separaron, y se vuelven a reencontrar después de 20 años, aquí se habla del amor, los egos y de la traición. Se tocan varios temas, llegando a como se forma una estrella, hasta que pueden hacer negar a tu familia, también como nace una figura, los costos de la fama y como puede dejar de serlo. Los caprichos de un divo, el narcisismo, como se promociona, hay varios absurdos y nos encontramos con varios guiños de la industria de la música. Muy buena interpretación de Osvaldo Santoro como manager, llena de enredos y Listorti es divertido y un conocedor de la cámara. Además se suman en una pequeña participación: Dady Brieva, Valeria Lynch, Carlos Vives, Daniel Loise, Miguel Ángel Rodriguez, Diego Reinhold, entre otros. En varios pasajes tenemos bellos paisajes de Argentina como por ejemplo nuestro norte mezclado con reggeton, pop y electro cantadas exclusivamente por los protagonistas. Un film que solo busca entretener e ideal para los fans de sus protagonistas que juntos tienen mucha química.
Ricardo (José María Listorti) y Miguel (Pedro Alfonso) son dos jóvenes cantantes que sueñan con llegar a la fama juntos. En una jugada del destino, ambos amigos consiguen una prueba en la cual sólo Ricardo es elegido para ser una gran estrella, por lo que Miguel crecerá siendo un frustrado profesor de música, mientras su traidor compañero se revuelca en fama y dinero. Veinte años después y por esas casualidades, ambos se cruzarán y de ahí surgirán una serie de PATÉTICAS desventuras que van a generarles ganas de romper la boletería del cine exigiendo el dinero de su entrada nuevamente. “Queremos capturar el espíritu de películas cómo Bañeros“, dijo Jose María Listorti considerando, erróneamente, que eso es algo bueno. Y de hecho, la película de Fabián Forte lo logra a la perfección, brindándonos una historia repleta de humor fácil, momentos forzados y una comedia que se limita a balearnos con referencias a la época en la que Listorti, actual conductor de esa metástasis televisiva conocida como ‘Este es el Show‘, era un tipo gracioso. La calidad visual del film es mediocre, no hay una fotografía estabilizada y la banda sonora es un pecado auditivo. Listorti es gracioso por su carisma de nacimiento y punto, el “personaje” que interpreta es un robo sin disimulo al genial Mugatu que Will Ferrell nos brindó en ambas partes de Zoolander. De hecho, es triste cómo quieren vendernos la dupla Listorti/Alfonso como una especie de Ben Stiller/Owen Wilson argentinos cuando ni siquiera pueden aparecer en una película que le llegue a la uña del dedo chico del pie a esos dos grandes. Lo que tengo que admitir es que, considerando lo banal que fue la carrera de Peter Alfonso, le pone mucha actitud a su trabajo actoral. Quizás en otro proyecto podría desenvolverse de una forma mucho más trabajada que en estas comedias, ya que se nota que a pesar de su origen mediático tiene cierto dote actoral que salió a la luz gracias a esos programas de chismes… Por favor, no regalen dinero a quien no se lo merece. Intenten evitar Cantantes en Guerra por el bien del cine argentino, ya que si estos proyectos siguen recaudando bien, vamos a tener mucha basura a lo Bañeros por los siglos de los siglos… piensen en el futuro, piensen en la cantidad de buenos artistas que tienen buenas ideas pero no pueden llevarlas a cabo porque se financian porquerías como esta. Apoyemos al cine nacional siempre y cuando sea de calidad, cambio y fuera.
Cantantes en guerra es la nueva comedia familiar protagonizada por Peter Alfonso y José María Listorti. Se trata de la propuesta nacional, en la línea de "Socios por accidente", para las vacaciones de invierno. Tienta la idea de pensar a Fabián Forte, director de Cantantes en guerra, como una suerte de autor auténtico. La afirmación cobra fuerza si se tiene en cuenta sus títulos anteriores. Es el responsable de dirigir Socios por accidente y Socios por accidente 2, protagonizadas por Pedro Alfonso y José María Listorti. Sus películas se estrenan siempre en vacaciones de invierno, están muy relacionadas con el ambiente televisivo porteño y son comedias livianas aptas para todo público. Es decir, las películas de Forte cuentan con elementos constantes, tienen rasgos comunes, actores que se repiten, una sensibilidad basada en el mal gusto (“kitsch”); todos indicadores de un universo propio. En esta oportunidad se cuenta la historia de dos amigos que van a una audición de nuevos talentos en el año 1997. El dúo musical se llama Los McCartney y tienen una frase que repiten como un mantra antes de salir al escenario: “Somos dos, somos uno”. El problema surge cuando el encargado de decidir quién gana el concurso, un mánager interpretado por Osvaldo Santoro, se fija solamente en Ricardo (José María Listorti) y no en Miguel (Pedro Alfonso). Veinte años después, Ricardo (ya convertido en Richie Prince, una súper estrella del pop latino) y Miguel (que es un triste profesor de música) vuelven a encontrarse cara a cara. Ricardo, guiado más por la culpa que por otra cosa, lo invita a Miguel a cantar en un recital que dará en la ciudad de Salta, lo que da pie al inicio de una competencia feroz entre los dos viejos amigos. Cantantes en guerra es como sus propios personajes, fabricada para el éxito pasajero y para cortar entradas en dos semanas. El personaje de Santoro dice que primero está el look del personaje de Peter Alfonso, luego la música. ¿No se trata acaso de lo que hace la propia película? ¿Y el personaje que insulta a su público, tratándolos de ignorantes y de mediocres? ¿De qué público hablará? Quizás lo más interesante de las comedias de Forte es que no se ven rastros de tradición cinematográfica alguna. Sus películas deambulan por un limbo cinematográfico desolador. Forte es más bien un autor involuntario, que encontró un estilo propio. Y eso no está mal.
“Cantantes en guerra”, cómo rescatar un ídolo La construcción de un ídolo. Ese es el punto de partida de “Cantantes en guerra” en la que Fabián Forte vuelve a dirigir a la dupla formada por José María Listorti y Pedro “Peter” Alfonso como ya lo hizo en 2014 en “Socios por accidente” y su secuela el año siguiente. Nuevamente el tono es el de comedia de compañeros y si antes fueron un agente secreto y un traductor de ruso, ahora son dos cantantes, que como en la primera ocasión, deberán hacer algo para salvarse mutuamente a pesar de sus diferencias. Cuando empieza la película, Richie (Listorti) y Miguel (Alfonso) son dos jovenes músicos que se presentan a un casting de talentos. El manager decide que el que tiene potencial para transformarse en ídolo del reggaeton es Richi. Veinte años más tarde, Richi es una estrella y Miguel se casó, tuvo una hija y es profesor particular de guitarra. A partir de ese momento la película describe con trazos gruesos y humor cómo vive o padece cada uno su vida, la fama en oposición al anonimato, el inevitable reencuentro del dúo, los rencores y la accidentada reconstrucción de la amistad. En el guión también hay espacio para los gestos nobles, la emotividad y la solidaridad, algunos chistes de doble sentido, una crítica a la televisión que se nutre del escándalo mediático y el sacrificio ante las cámaras por un punto de rating y hasta para los “testimonios” de famosos como Valeria Lynch y Carlos Vives. “Cantantes en guerra” no pretende ser más de lo que es: una comedia amena para toda la familia, con artistas populares y una estructura argumental que no por conocida deja de ser transitada con mayor o menor suerte.
De la dupla que trajo en 2014/5,"Socios por accidente" 1 y 2, llega un film de neto corte familiar, pasatista, pero hecho con profesionalismo y algún recurso más que la media local: "Cantantes en guerra". Recuerdo siempre que hace años, el cine argentino tenía un line up importante de títulos (en la década del 70' y 80') cuando llegaba el receso invernal. El panorama actual no da esas posibilidades por lo cual se celebra este intento de llevar algo argento a las salas atiborradas de chicos en estas horas que vienen... En aquel tiempo, se hacía un cine simple, efectista, con mucho mensaje moral y desprovisto de intenciones de trascender. Y daba resultado. Eso con el deterioro de la industria y el cambio de las reglas de juego, se fue perdiendo. Pero "Cantantes en guerra", en cierta manera retoma esa tradición. En vacaciones, un film para todos, simpático, con algo de humor y canciones, sostenido por una dupla popular en televisión: Jose María Listorti y Pedro Alfonso. Ellos tienen cierta química y juegan con los estereotipos que nosotros ya les conocemos: Listorti es un colgado, y Alfonso la juega más de bueno y tierno. La cuestión arranca remontándose muchos años atrás cuando en una audición, un dúo formado por estos personajes toma distintos caminos. Se presentan a un concurso /prueba de talentos y el productor que estaba detrás del evento apuesta al final por uno de ellos para lanzarlo como solista. Listorti es Ritchie Prince y se transforma en estrella, dejando a su amigo, con una amarga sensación de fracaso. SIn embargo, por esas cosas del destino, se encuentran más acá en la vida (en un accidente de tránsito) y Miguel (Alfonso) entonces, tendrá una nueva posibiliad de acercarse a su ex compañero. Pero no todo es rosa, y de ese choque de planetas, saldrá fortuitamente, la posibilidad de que Miguel haga ahora si un camino en la música en un género distinto al que conocía. El productor y la confrontación con su viejo amigo será inevitable y divertida, al estilo del humor clásico que propone habitualmente esta dupla. El film está dirigido por Fabián Forte, quien logra siempre en sus productos, mostrar que el tiene intenciones de tender puentes entre el cine comercial y el indie. Logra siempre un standard de calidad que le permite seguir creciendo en el medio, porque cumple con lo que promete. Nota especial para el trabajo musical de "Cantantes en guerra", hay bastantes temas, mucho color en las letras y si bien no es un género este que me apasione, lo cierto es que probablemente el público menudo y los fans de Listorti/Alonso disfruten con el tono y contenido de la propuesta.
Regresa la dupla televisiva de Listorti y Alfonso dirigidos por Fabian Forte en Cantantes en guerra, una comedia familiar. En medio del ocaso de la saga de Los bañeros surgió en 2014 Socios por accidente, una propuesta que combinaba la búsqueda de un tono de comedia más trabajado con el protagonismo de dos personajes nacidos de la troupe de Tinelli y sin recurrir ni a los cameos ni al humor de ese programa, por lo menos en su primera parte (la segunda, un año después, de menos éxito, echó mano a todos los tics facilistas y básicos). Con la idea de ocupar el nicho de vacaciones de invierno, desde el cine nacional se vuelve a buscar a un director de género con nombre y currículum, más un equipo de cuatro guionistas para armar una historia elemental con algún apunte reflexivo sobre el mercado y la construcción de los actuales ídolos musicales. Dos amigos músicos se presentan a un casting y sólo uno de ellos es elegido por un productor para convertirse en una estrella pop. Sostenerse en el éxito no es sencillo y mientras Ricardo -ahora Richie Prince- no consigue escribir nuevas canciones, la vida lo cruza con Miguel, su ex compañero, veinte años después. Lo que primero se constituye en la posibilidad del regreso a la vieja amistad termina siendo un aporte a la banda y luego el nacimiento de la nueva figura: Miguell’o. Con algunas situaciones que arrancan una sonrisa y algunas otras, vergüenza, se desarrolla una trama que no puede ocultar sus propias contradicciones: la mirada crítica sobre el mundo de la industria y los programas televisivos que giran y se producen en base al escándalo es la base sobre la que se funda la misma película para construir humor. Y así la serpiente se muerde la cola. Además ciertas imágenes (exhibición y exposición de cuerpos, chistes de doble sentido) parecen ir en contra del público familiar que se dice buscar. Más allá de que en cualquier programa de televisión hoy en día, a media tarde, los espectadores se vean expuestos a lenguaje soez e imágenes obscenas, seguir replicando esas visiones es una decisión sobre la que hay que hacerse cargo. Si bien la dupla protagónica tiene muy aceitada su química, son algunos secundarios los que con sus apariciones, más o menos breves, se ganan los aplausos: Brieva, Santoro y, especialmente, Reinhold haciendo de un conductor “consagrado”, de esos programas corrientes y berretas que abundan en nuestra tele, al estilo de del Moro, Tinelli o el mismo Listorti, que piden sangre en vivo sin código ni ética.
A la caza de las boleterías "Cantantes en guerra" es una aventura de enredos entre dos músicos (Pedro Alfonso y José María Listorti), que comienzan a odiarse cada vez con más fuerza, y tienen varias batallas de boicot entre uno y otro. La tercera película protagonizada por Pedro Alfonso y José María Listorti, en tres años consecutivos, refleja un esquema que se va transformando en tradición: siempre en taquilla para las vacaciones de invierno, la dupla se consagra en la búsqueda del humor más familiar, de aquel cine que siempre existió en nuestro país y que, a pesar de su liviandad, prevalece con éxito. En esta oportunidad dejan de lado la acción de la saga "Socios por accidente", que sin embargo planea seguir sumando secuelas. La historia En el respiro, se meten en la historia de dos hombres, unidos en su adolescencia por la música y los sueños de triunfar. Pero uno de ellos, Richie (Listorti), al ser contratado por Sammy (Osvaldo Santoro), un productor frívolo, deja de lado a su hermano del alma y con los años se transforma en una estrella de la música pop/latina, siendo más un producto manufacturado que un artista. Llega de un viaje de "introspección artística" por la India para conseguir la inspiración que no llega hace años, que en realidad es la confirmación de que es un cantautor sin ideas y que sólo piensa en su fama, y allí se cruza con su ex amigo Miguel, hoy convertido en un profesor de música a domicilio. Con el tiempo, la bronca por el abandono parece haber quedado atrás y por ello lo invita a ser parte de su banda, como guitarrista. La inutilidad de uno se cruza con la necesidad del otro, y aquel productor que antes lo había desechado, hoy decide que puede transformarlo en estrella al igual que Richie, con el nombre artístico de Miguello. Allí comienza la aventura de enredos de estos dos cantantes, que comienzan a odiarse cada vez con más fuerza, y se producirán varias batallas de boicot entre uno y otro. Utilizando como punto de partida la frivolidad del mundo artístico-comercial, el director Fabián Forte explota en forma humorística los miles de recursos que le brindan los clichés musicales reales del mainstream. Una construcción que utiliza la sátira de esos elementos para montarlos en un filme netamente familiar y ameno, pero que por momentos se queda tan cómodo en esa posición que no arriesga nada, algo que sí quizá se vio en las otras producciones que tuvo a cargo con la misma pareja protagónica. En cuanto a las actuaciones, se destacan los papeles secundarios de Facundo Gambandé, como un fanático entregado por completo a Richie, y las apariciones especiales de Cinthia García como la mujer de Miguel. Desgraciadamente, se desaprovecha a algunos actores, como Dady Brieva y Miguel Ángel Rodríguez, con poca gracia y tiempo en pantalla. Víctima de un corte similar fue Inés Palombo, pues dentro de la historia aparece como el interés romántico de Richie, aunque todo termina en un gag que no agrega nada.
Crítica emitida en Cartelera 1030 –Radio Del Plata AM 1030, sábados de 20-22hs.
IDEAS DESCUIDADAS Los pocos momentos rescatables de Socios por accidente surgían a partir de una mínima consciencia de lo que se estaba contando: el verdadero conflicto estaba depositado en el personaje de José María Listorti, que tenía que probarse a sí mismo desde lo personal, familiar y profesional a partir de quedar metido sin proponérselo en una aventura que lo excedía. El personaje de Pedro Alfonso no tenía verdaderos dilemas: ya estaba consolidado como padrastro, marido y agente de la ley, y su única función era argumental, ya que era quien arrastraba a Listorti por la intriga de acción. Eso no dejaba de ser un mérito: Alfonso es un tipo totalmente inexpresivo y lo único que puede hacer es darle pie a Listorti para que se luzca. Lamentablemente, Cantantes en guerra no toma en cuenta esa lección, producto de un apuro en la realización que recuerda a los tremendos problemas de Socios por accidente 2, donde nada funcionaba. Aunque hay que reconocer algo: en Socios por accidente 2 ni siquiera había una idea más o menos tangible, mientras en Cantantes en guerra se pueden apreciar un par de elementos atendibles. El problema es que ninguna de esas ideas o planteos están mínimamente cuidados desde la narración o la puesta en escena. Y eso que la premisa desplegaba un terreno con potencial para la comedia: Ricardo (Listorti) y Miguel (Alfonso) son dos amigos que forman también un dúo musical, y que se presentan en un casting para nuevos talentos. Pero allí solo quieren a Ricardo, quien traiciona a Miguel, dejándolo de lado, para convertirse en una estrella de la música nacional, mientras el otro pena dando clases particulares. Sin embargo, muchos años después, terminan reencontrándose luego de un accidente de tránsito y por una serie de circunstancias Miguel obtiene una segunda oportunidad para adquirir fama, mientras Ricardo ve como su estrellato entra en una espiral descendente. Ahí había chances de trabajar distintas cuestiones vinculadas a la fama, la forma en que los medios crean estrellas casi de la nada para luego destruirlas sin mosquearse, la superficialidad de ciertos artistas o los límites que se pueden cruzar en pos de conservar notoriedad. Pero no, todo queda a medias, porque el enfrentamiento entre los protagonistas tarda una enormidad en platearse y luego es apenas desarrollado; Listorti enseguida agota los guiños de su personaje y jamás causa gracia; si Alfonso no sabe manejar distintas variables expresivas, su personaje no tiene una sola línea decente y la esposa e hija que lo acompañan en su súbito salto a la fama están totalmente desdibujadas, como meros estereotipos; la trama jamás encuentra el ritmo apropiado y todo avanza a los tropezones; y casi no hay planos que se pueden emparentar con lo cinematográfico y que salgan de lo televisivo. Pero encima, Cantantes en guerra tampoco cuida los pocos hallazgos que encuentra a medida que transcurre el metraje: hay un fan/secretario de Ricardo interpretado por Facundo Gambandé que tiene aristas interesantes y un giro que podría ser productivo, pero no se le da suficiente entidad; un interés amoroso para Ricardo que prometía desde un puñado de diálogos, pero al que se deja de lado rápidamente; apariciones de Dady Brieva, Sebastián Presta y Miguel Ángel Rodríguez que se quedan en meras insinuaciones; y hasta alguna ocurrencia visual que queda como un oasis en el desierto. Por eso no es extraño que Cantantes en guerra termine arribando a un final donde cierra todos los conflictos con una total arbitrariedad. No hay cuidado alguno desde la dirección o el guión, y el film de Fabián Forte naufraga sin remedio, como esas estrellas efímeras que a cada rato inventa la televisión argentina.