Una comedia que da ganas de llorar Juro que no exagero: en Cruzadas todo (¡todo!) está mal. No hay un solo aspecto que funcione. No hay un gag aislado, un parlamento que genere ni un esbozo de sonrisa. Una narración que se construye a los ponchazos, actuaciones penosas (ni los intérpretes parecen mínimamente convencidos de lo que están haciendo), diálogos imposibles, una acumulación de lugares comunes y vulgaridades (saben que no soy un conservador reaccionario, pero todo tiene aquí demasiado mal gusto), musicales espantosos y una trama burda que no provoca el más mínimo interés durante sus 90 minutos. Rafecas -demasiado oportunista para mi gusto- centra el "conflicto" en la posible venta de las acciones de un multimedios demasiado parecido al Grupo Clarín. El dueño histórico (Enrique Pinti) ha muerto y la heredera (Moria Casán) quiere hacer cash (son "apenas" 25.000 millones de dólares). Pero allí aparece su "media hermana" (Nacha Guevara), reina de la bailanta, para aguarle la fiesta. Por supuesto, todo el odio inicial irá atenúandose poco a poco hasta llegar a la reconciliación final. Diferencias padre-hija (Pinti-Casán) y madre-hija (Guevara-Telesco), enfrentamientos entre gangsters que resultan involuntariamente risibles, cameos que son tan torpes como el resto de los aspectos de la producción (por allí aparecen desde Pablo Lescano hasta Hernán Caire), personajes secundarios sin desarrollo alguno (triste destino el que el director de Un buda, Rodney y Paco le da a gente como Carlos Belloso o Cabito). Para completer semejante desatino, hay una mirada de clase que resulta no sólo estereotipada sino ya denigrante. Pero, créanme, lo ideológico es aquí secundario: el gran problema es que no hay un fotograma que respire nobleza artística, pasión cinematográfica. Cuando las películas argentinas habían alcanzado un estándar digno -del que parecía ya nunca se iba a bajar- aparece este engendro para demostrar que todavía hay mucho por mejorar. Una pena enorme.
Las hijas de la discordia El director de Paco, Diego Rafecas, explora la relación entre dos hermanas en esta comedia que intenta combinar la atmósfera de los films de Almodóvar con el mundo de la cumbia. Juana Pérez Roble (Moria Casán) y Camila Lamónica (Nacha Guevara) son hermanas pero no lo saben y son hijas de Ernesto Pérez Roble (Enrique Pinti), el socio fundador de BA-News, un holding mediático. La primera es hija legítima y reconocida, y tiene un hijo discapacitado; mientras que la segunda, estrella de la bailanta en González Catán, es seguida por su hija (Chachi Telesco) en el mundo de la música. Con este planteo de rivalidades, el realizador muestra un mundo artificial que se mueve por intereses económicos y otro, no menos ficticio, que juega con las ilusiones de sus artistas. Ambos universos son pesados en esta película que termina aburriendo a pesar de tener un planteo argumental interesante. Sobre todo, por la elección de sus intérpretes. Con escenas de escaso vuelo, el humor colocado en primer plano pero nunca de manera efectiva, el relato acierta quizás en los números con música de Damas Gratis más que en el conflicto familiar que desata una herencia. Moria presta su impronta y fuerte personalidad a su papel de ejecutiva, mientras que Nacha queda desdibujada en su rol de mujer del espectáculo. Por su parte, Enrique Pinti, con kilos de maquillaje para aumentar su edad, tampoco encuentra el tono adecuado para el personaje. Entre caídas de rating; bandas de forajidos; un secretario (Willy Lemos) dispuesto a todo con tal de satisfacer a su jefa y un velatorio donde se derraman lágrimas de cocodrilo, Cruzadas resulta menos alocada y disparatada de lo que se esperaba.
Disputas Diego Rafecas había demostrado en Paco (2010) un notorio crecimiento como director respecto a sus trabajos anteriores. Cruzadas (2011) es un traspié que desemboca en una película demasiado básica, más allá de una idea de por sí atractiva. Camila (Nacha Guevara) y Juana (Moria Casán) son hijas de un mismo padre, un magnate de los medios de comunicación. La segunda es la hija reconocida y futura heredera del imperio. La otra es futuro de un amorío casual y nunca llevó su apellido, pero a pesar de todo se las ingenió para armar su propia empresa y ser la reina de bailanta. El conflicto se desatará cuando el patriarca muera y ambas hermanas se disputen la millonaria herencia. Cruzadas parte de una buena idea como es un conflicto familiar planteado desde los polos opuestos. Además cuenta con buenos actores y toca dos temas candentes como los monopolios periodísticos y el mundo de la bailanta. El problema surge cuando Rafecas no encuentra el tono adecuado para poder narrarla, llevando al film del absurdo al grotesco, del musical al thriller y de la comedia al drama, sin anclarse en ninguno. Todo termina en una extraña mezcla de géneros y estilos que convierten a Cruzadas en un híbrido que no hace reír ni tampoco llorar. Actoralmente es donde alcanza su punto más álgido gracias al oficio de quienes son los encargados de llevar el hilo conductor. Tanto Nacha Guevara como Moria Casán y Enrique Pinti hacen lo que pueden con sus parlamentos chatos, aunque sin duda el gran hallazgo es Chachi Telesco como la hija inescrupulosa de Camila capaz de cualquier cosa por fama y dinero. También se destaca Claudio Rissi, Willy Lemos y Alejandra Majluf, quienes logran composiciones de personajes extremos que podrían haberse lucido más si la película se hubiera encuadrado en el absurdo, pero que así y todo salen airosos. Cinematográficamente no se entiende el por qué del abuso de los planos y contraplanos, como tampoco los encuadres demasiados primarios y la falta de continuidad. A favor cuenta con un musical bastante divertido en el que los personajes bailan y cantan a pesar de que el resto de los musicales son demasiados elementales. Es una pena que Cruzadas no encuentre dónde plantarse ni el rumbo a seguir ya que a pesar de los desaciertos, que no son pocos, la idea y el elenco no están mal. Aunque el rumbo sea incierto y el resultado una película fallida.
Picaresca con buenos nombres y guión flojo Desde «Las lobas», 1986, con Leonor Benedetto y Camila Perissé en sus mayores esplendores, que no se hacía una comedia picaresca con este criterio: no es de tipos atrás de las mujeres, sino de mujeres empresarias atrás del dinero sin mayor obligación ni concesión amigable de sexo. La peor especie, y la más fascinante para muchas congéneres. En este caso, las protagonistas son dos veteranas y buenas actrices, Moria Casán y Nacha Guevara, que ya habían compartido pantalla en «Un tal Funes», 1993, pero ahí estaban como compañeras de trabajo en un burdel de provincia, y Nacha cantaba hermosamente una ranchera con Antonio Tarragó Ros. En cambio acá están enfrentadas como herederas de un rico dueño de medios periodísticos en una mesa de duras negociaciones, y cantan los de Peperina en Llamas y Damas Gratis. «Cruzadas», que lleva el agregado «jamás mezcladas», también tiene otras coincidencias con «Las lobas»: rostros altivos, vestuarios abundantes, ostentaciones, variedad de asistentes y obsecuentes para cada señora, un padre poco ejemplar que se les muere (acá maliciosamente llamado Ernesto P. Roble), parentesco innegable (hermanas las lobas, hermanastras las de ahora), un reparto atractivo, atendible lote de niñas para el coro, inserción de números cómicos de relativa gracia, intención de agilidad en todo momento, floja inspiración para el libreto y la puesta en escena, ocasionales groserías de fácil eco, y la curiosa sensación de estar viendo un desperdicio. Esto en algunos puede causar vergüenza ajena, en otros el dolor de haber pagado la entrada, y en otros más un placer indescifrable, porque hay público para todo, y el Incaa haría bien en acordar una línea de crédito para las películas populacheras. Cabe recordar, al respecto, que las anteriores del mismo director son éxito de venta en las estaciones de ferrocarril, a tres por diez en vcd. Como decía un recordado jefe de prensa, «hay gente que le gusta el lomo al champiñón, hay gente que le gusta el choripan, y uno debe atender a todos».
Me Quema… El trailer de Cruzadas es un excelente reflejo de como está compuesta esta historia, una seguidilla de humoradas (sí, esa es la palabra) sin conexión alguna con el relato y demasiados momentos musicales que terminan por desfigurar lo poco que fue construyendo el espectador para poder seguir frente a la pantalla. Moria Casán interpreta a Juana, hija reconocida del magnate fundador de Mega -News (una pobre intención de reflejar al grupo Clarin) que conoce en el funeral del mismo a su hermanastra Camila Lamonica (encarnada por Nacha Guevara) quien se dará a conocer y con ello sus intenciones de formar parte o tener una fracción del mega holding mediático. La trama es simple, casi fugaz: siempre exprimiendo al máximo el lugar común, contando con un elenco diverso y peligroso; podría haber resultado un film disparatado y grotesco, distinto pero entretenido. Cruzadas se mezcla, se revuelve, se embarulla y al final se complica al ir descomponiendo el género a lo largo del film. A pesar de su efímero argumento, el film no logra y no se queda a medio camino sino que desabarranca a toda velocidad, parte de esto se debe a un desordenado principio, en el cual se presentan los personajes principales muy superficialmente: Juana (M. Casán) es una empresaria sin escrúpulos con dos lacayos que la siguen a donde vaya: el Dr. Cano, con un irreconocible Willy Lemos con bigotes y Alejandra Majluf como la escribana Suarez, completan su círculo intimo. Lamonica (N. Guevara) es cantante y dueña de la bailanta más grande al oeste de La Matanza, su personaje es atractivo y totalmente explotable, sin embargo se apaga al primer dialogo con su hija Mecha ( revelación fallida: Chachi Telesco ) y Alcides , una especie de confidente y socio que encarna Claudio Rissi, tal vez uno de los menos forzados a la hora de actuar. El mundo de Moria se reduce a la sala de juntas, el mínimo interior de un yate y un pasillo para visitar a sus hijo discapacitado con el que mantiene una relación peculiar. Aspera es la que mantiene con su padre, un avejentado Enrique Pinti, de vulgaridad desvergonzada y discorde en casi todos los diálogos. Telesco nos regala un ensayo de cumbia, un tango y un clip entero del tema “Me Quema!” , tal vez demasiado. Las actuaciones especiales son las de Hernan Caire y Pablo Lescano que están incluidos para el clásico gag del NN , por un lado, Tomas Fonzi como un guiño a Paco por el otro y la firma de que el film avanza con total desatino: un buen actor como lo es Carlos Belloso desperdiciado en una escena de desnudo posterior. Rafecas apuesta a un repertorio de personajes caricaturescos pero sin conexión alguna, sin lograr que funcione una idea a la que le falta una relectura o terminar de “jugarse” por lo que se quiere transmitir y trabajar las fusiones interesantes (Casan – Guevara ). A no ser que sea una parodia errada de atmósfera popular o una bizarra fantasía del director.
Diego Rafecas había demostrado el año anterior, con Paco , su calidad para recorrer un submundo oscuro. Ahora, con Cruzadas , decidió tomar el camino de la comedia dramática, género que no es afín a sus posibilidades artísticas. Aquí enfoca a dos hermanas que se conocen en el velorio de su padre, un poderoso empresario mediático, cuyo holding ahora a está a cargo de Juana Pérez Roble (Casán), quien lo maneja con mano autoritaria. Las vidas de Juana y de Camila (Guevara), ya reunidas, comienzan a tropezarse con personajes estrafalarios, con situaciones en las que impera el gusto más burdo para solucionar los conflictos. Los rubros técnicos y el resto del reparto se pusieron a disposición de una especie de historieta muy poco consistente salpicada con una picardía por momentos elemental, que no tarda en caer en la monotonía sólo salvada (y con esfuerzo) por Moria Casán y Nacha Guevara como las hermanas enfrentadas.
Comedia de la decadencia La cuarta película de Diego Rafecas, Cruzadas, es un verdadero Ovni. ¿Qué es exactamente esta película? Por lo pronto, su universo televisivo y esotérico, matizado por un misterioso estilo retro, elude un análisis veloz. ¿Quién es su espectador? ¿Qué predica en esta oportunidad su director? La historia es casi un ?sketch: el dueño de un mega holding mediático (E. Pinti), supuestamente de más de noventa años, tiene dos hijas (mayores), una reconocida (M. Casán), la otra no (N. Guevara). Una pertenece al directorio y tiene un hijo en silla de ruedas obsesionado por la televisión; la otra administra una bailanta y también tiene una hija, que desea acríticamente la fama. La muerte del magnate llevará a que las dos hijas se conozcan y disputen la herencia. Habrá matones, peleas y una previsible reconciliación. Cada tanto se pronunciará una máxima con mensaje ?(por ejemplo, sobre la mani-pulación de las masas a través de los medios), y se citarán miembros extraordinarios de la especie: Krishnamurti, la Madre Teresa, Gandhi y Brian Greene. Cruzadas es involuntariamente experimental y bizarra: los flashbacks y los flashforwards van y vienen, los tiempos de las escenas son irregulares y la concepción cromática del filme alcanza lo sublime ridículo en un número musical imaginado por Pinti en donde su escribana, su amante y todo el directorio bailan al compás de la cumbia villera un tema cuyo estribillo reza: “Un cortadito y un porrito”. El humor televisivo, siempre sexual y guarango, se sintetiza en estas encantadoras líneas: “Tengo dos perritos y uno es gay”, dice Pinti. Responde su asistente: “¿Qué marca?”. Remate del cómico: “Marca porongo”. El gag más sofisticado, dividido en dos escenas, involucra un consolador sonoro. Del esoterismo light de Un buda , pasando por el reviente de Rodney y el miserabilismo de Paco , hay una constante en el cine de Rafecas: la decadencia y una espiritualidad difusa destinada a conjurarla. Decadencia social, política, religiosa y estética, y su contracara perversa y necesaria en la que se sucumbe a una esperanza en un impreciso trasmundo (desde donde nos habla Pinti) incompatible con la vida y la materia.
Las hermanas sean unidas Filmar en Argentina no es fácil. Una producción debe vencer una impresionante cantidad de adversidades y de complicaciones para llegar al estreno en las salas comerciales. Sin los subsidios estatales, la actividad sería prácticamente imposible. Sin embargo, en los últimos años, los títulos de producción nacional fueron aumentando en cantidad y en calidad. En algún punto, y gracias al esfuerzo y al talento de actores, técnicos, guionistas y productores, la industria llegó a garantizar un buen nivel de realización y el público respondió con una concurrencia a veces masiva a las salas para ver las películas. Parecía que ya se había superado un umbral de calidad y que la vuelta atrás era imposible. Esta película de Diego Rafecas viene a demostrar que se puede retroceder. El director asume demasiados roles (actúa, produce, dirige, escribe) y su tarea hace agua en todos los niveles. El guión es muy pobre, previsible, plagado de lugares comunes, desprovisto de comicidad. El ambiente del multimedio está pintado con un esquematismo ingenuo y el de la bailanta parece ser sólo un pretexto para mostrar en la pantalla grande una colección de traseros rozagantes y de atuendos chillones y cuajados de brillos. Los actores están desaprovechados y sometidos a situaciones que rozan el ridículo. Pinti (excesivamente maquillado) sobreactúa sin control, Moria y Nacha no logran calzar en los estereotipos que les asignaron y los roles secundarios no les dejan a los actores (Majluf, Rissi, Lemos, Belloso) mucho margen para el lucimiento. Rafecas se reserva el rol "cómico y zafado" y es tal su escasez de recursos que el resultado es patético. En una de las primeras escenas, el personaje que encarna Nacha Guevara aparece ensayando una cumbia en el escenario del club que regentea. A Nacha, que sin dudas es una show woman de primer nivel, se la ve desganada y poco convencida en el número musical. Casi una definición de lo que pasa en toda la película. Esta película de Diego Rafecas viene a demostrar que se puede retroceder. El director asume demasiados roles (actúa, produce, dirige, escribe) y su tarea hace agua en todos los niveles. El guión es muy pobre, previsible, plagado de lugares comunes, desprovisto de comicidad. El ambiente del multimedio está pintado con un esquematismo ingenuo y el de la bailanta parece ser sólo un pretexto para mostrar en la pantalla grande una colección de traseros rozagantes y de atuendos chillones y cuajados de brillos. Los actores están desaprovechados y sometidos a situaciones que rozan el ridículo. Pinti (excesivamente maquillado) sobreactúa sin control, Moria y Nacha no logran calzar en los estereotipos que les asignaron y los roles secundarios no les dejan a los actores (Majluf, Rissi, Lemos, Belloso) mucho margen para el lucimiento. Rafecas se reserva el rol "cómico y zafado" y es tal su escasez de recursos que el resultado es patético. En una de las primeras escenas, el personaje que encarna Nacha Guevara aparece ensayando una cumbia en el escenario del club que regentea. A Nacha, que sin dudas es una show woman de primer nivel, se la ve desganada y poco convencida en el número musical. Casi una definición de lo que pasa en toda la película. Esta película de Diego Rafecas viene a demostrar que se puede retroceder. El director asume demasiados roles (actúa, produce, dirige, escribe) y su tarea hace agua en todos los niveles. El guión es muy pobre, previsible, plagado de lugares comunes, desprovisto de comicidad. El ambiente del multimedio está pintado con un esquematismo ingenuo y el de la bailanta parece ser sólo un pretexto para mostrar en la pantalla grande una colección de traseros rozagantes y de atuendos chillones y cuajados de brillos. Los actores están desaprovechados y sometidos a situaciones que rozan el ridículo. Pinti (excesivamente maquillado) sobreactúa sin control, Moria y Nacha no logran calzar en los estereotipos que les asignaron y los roles secundarios no les dejan a los actores (Majluf, Rissi, Lemos, Belloso) mucho margen para el lucimiento. Rafecas se reserva el rol "cómico y zafado" y es tal su escasez de recursos que el resultado es patético. En una de las primeras escenas, el personaje que encarna Nacha Guevara aparece ensayando una cumbia en el escenario del club que regentea. A Nacha, que sin dudas es una show woman de primer nivel, se la ve desganada y poco convencida en el número musical. Casi una definición de lo que pasa en toda la película.
Un cóctel de penosa comedia y malas actuaciones. Queridos cinéfilos, amantes del séptimo arte, nunca inicie una review de esta forma. No voy a decir nada sin que ustedes vean este trailer, y luego les invito a continuar leyendo mi crítica. No hagan trampas, vamos al adelanto… ¿Ya vieron el trailer? Bueno, ahí está lo más divertido de la película, si es que hay algo que les divirtió, o al menos les intrigo para verla. Y como cuido su bolsillo a la hora de que elijan un film, acá va mi breve crítica sobre esta “comedia”. La película cuenta la historia de Ernesto Pérez Roble (interpretado por un Enrique Pinti hiper maquillado), y de la disputa de la herencia por parte de sus hijas, dos mujeres que no se conocían: Juana Pérez Roble (una exagerada Moría Casan, con todos los clichés y sobre modismos que ella tiene como “actriz”), y su hermana Camila Lamonica (Nacha Guevara). La película por momentos aspira al humor inteligente estilo Almodóvar, pero difícilmente provoque una risa. Cae en lo absurdo y chabacano, pasa por situaciones tomadas de los pelos, penosas, y con musicales espantosos de bailanta. Da la impresión que el director de Paco le erró en demasía con esta película. Diego Rafecas no es el mismo cineasta, o tomó el camino equivocado. Cruzadas sufre de falta de continuidad, una pésima dirección de actores, y con elecciones técnicas discutibles, como planos y contraplanos innecesarios que no llegan a contar ni a aportar nada. Completa el plano actoral una excelente Alejandra Majluf, la actuación de Eduardo “Cabito” Massa Alcantara, y Carlos Belloso, quienes con oficio dan algo a la obra, también cabe destacar la participación de Claudio Rissi y Willy Lemos. No voy a entender nunca ciertos planos injustificados, ni el humor que quizo explotar el director. Es lamentable que el cine nacional tenga credito para este tipo de piezas. Si bien el INCAA tiene que otorgar una cierta partida de crédito para películas “populares”, sería bueno ajustar un poco la puntería, ajustar un poco la mira y que no ande tan “Cruzada” la línea de tiro.
Guerra declarada entre hermanas Diego Rafecas dirige a Enrique Pinti, Moria Casán y Nacha Guevara. Hay que reconocerle a Diego Rafecas un talento: el de convencer a actores de primer nivel para que participen de sus películas y se expongan al papelón. Es inexplicable la presencia de Moria Casán, Nacha Guevara y Enrique Pinti en Cruzadas, un filme que pretende ser una comedia pero cuyos pocos chistes suelen ser de mal gusto y por lo tanto pueden provocar cierta indignación. Pinti hace de dueño de un grupo mediático. Supuestamente tiene 96 años, aunque apenas está caracterizado como anciano y fuma porro (pareciera que para el guionista el humor pasa por ver a un viejo fumando porro; aparentemente no cree necesario escribir un gag). Moria es su hija, encargada de manejar el holding, y Nacha es su otra hija -no reconocida-, dueña de una bailanta. Cuando Ernesto muere se de-sata una guerra entre las dos por su fortuna. Un chiste malo y de mal gusto es una combinación letal. Por eso el filme por momentos produce indignación. Ejemplo: el hijo de Moria (Gonzalo Suárez) es cuadripléjico; Nacha le dice: “Hola, soy Camila”; él contesta: “Hola, soy cuadripléjico”. Otro: la hija de Nacha (Chachi Telesco) canta Garganta con arena y cuando termina con “debajo de tu almohada /un verso te dejó” , levanta la almohada y saca un consolador. Esto, a pesar de que la escena intenta ser emotiva. Hay más ejemplos, pero el más contundente de todos está al alcance de cualquiera: es el trailer, que se puede ver en YouTube. Quizás dentro de muchos años Cruzadas será una de esas películas bizarras como hoy son las de Emilio Vieyra. Es el mejor destino al que puede aspirar.
Sin vergüenza Hay ciertos misterios en el cine nacional que jamás podrán resolverse. La filmografía de Rafecas es uno de ellos. Sus proyectos que se concretan y reúnen un elenco de “nombres” (tanto en el reparto como en el equipo técnico) suelen ser algo inexplicable. No es sencillo hacer un cine popular y menos cuando uno se interna en mundos que no le pertenecen para contar la fiesta ajena. Difícilmente no se note el esfuerzo. Y Cruzadas es un claro ejemplo de ello. La comedia es un género que necesita timing y el grotesco requiere un estado de gracia superlativo. Y acá se carece de todo eso. Ernesto Pérez Roble (Pinti), un hombre de 96 años, dueño de un mega holding mediático, comprende tarde que ha vivido equivocado y antes de morir pretende subsanar alguno de esos errores. Su hija Juana (Casán) es una abogada ambiciosa y cínica, que oculta un hijo cuadripléjico, y a la que sólo le interesa el poder y el dinero. Camila (Guevara) es la empresaria más famosa del mundo de la bailanta, también tiene una hija que hace honor al apellido que no sabe que porta, porque algo ha hecho que esta parte de la familia desconozca su verdadero origen. Hasta que vuelvan a juntarse las media-hermanas en el velatorio del padre y los dos mundos choquen sin medida. Historia típica de culebrón, el problema no es su poca originalidad sino la construcción que a partir de estereotipos y lugares comunes invade todo el guión y no consigue más que personajes unidimensionales, previsibles, chatos y forzados. Y la necesidad notoria de fabricar humor sin lograrlo jamás. El trazo más grueso parece ser la única manera que se ha encontrado para pintar todo el relato. Y entonces el patetismo aparece en todo su esplendor (el musical en la reunión de directorio es el clímax). Vergüenza ajena da ser testigo de muchas escenas. Y por si fuera poco se pretende enseñarnos, con dedo admonitorio, lo prejuiciosos que podemos ser desde el mismo prejuicio disfrazado de políticamente correcto. Entre la esquizofrenia y la hipocresía si somos sutiles, pura hijaputez si abandonamos los eufemismos. Marionetas de una búsqueda que apunta claramente a otra cosa son los personajes y el guión que se resuelve velozmente y a los ponchazos ensalzando al amor como la posibilidad de cambio. El pobre, el “negro de mierda” puede que llegue a las Lomas de San Isidro y se siente a la mesa en salones donde se maneja el poder para apoyar su revólver pero deberá esconderlo para guardar las formas, ayudar a fabricar el show estupidizante y alienante (con ínfulas de mensajes concientizadores), pero especialmente deberá mostrar su humildad y su sometimiento a las decisiones de los que saben para ser aceptados. Clara alianza que nos retrotrae a la que sustentó al menemato para producir el cambio gatopardista y mantener el status quo haciendo del revolucionario efecto carnavalesco apenas un disfraz de cartón pintado. Mientras Pinti y Moria hacen de Pinti y Moria (pero con menor gracia) y los demás hacen lo que pueden, hay que reconocer que Nacha Guevara demuestra que hay una actriz en escena, un sentimiento y un respeto por la criatura que le ha tocado en suerte. Mención aparte para Chachi Telesco cuya vergonzosa performance alcanza la apoteosis en su desastrosa interpretación de Garganta con arena.
No señor, no señor, y ¡No señor! Si usted espera que yo hable de lo que Enrique Pinti; (artista fundamental en mi vida, al que admiro y amo como un fenomenal lector de la realidad y brillante actor e inventor de un género único en nuestro país y Latinoamérica), hizo en esta película; se equivoca. Si pretende que le comente de lo que Nacha Guevara; (actriz y cantante que con el correr del tiempo y de artistejos pasajeros ha sabido reinventar y explorar su carrera como pocas) hizo en esta película; usted está en un error. También me niego rotundamente a describir el trabajo de Moria Casán, mujer que no necesitó reinventarse porque durante mucho tiempo, y aún hoy, supo, y sabe, marcar tendencias y romper barreras; además de representar de pies a cabeza, y de las tetas al culo, la cultura, el hacer y el decir de la picardía argentina. Y por cierto, la única que entendió que esta película era una comedia y no un grotesco. Ni que hablar del talento de actores como Carlos Belloso, Claudio Rissi o Alejandra Majulf. Más que saber qué hicieron, me gustaría saber para qué. Sí le voy a decir algo de los horrores del guión y de la dirección de esta producción. “Cruzadas” no está escrita y dirigida; sino que es culpa de Diego Rafecas, un hombre que ya había avisado que se venía algo peor cuando hizo “Paco” (2009), pero esto no viene al caso. “Cruzadas” es, supuestamente, una comedia que intenta poner una mirada sobre los medios, el monopolio, la pelea por el rating y la diferenciación mediática sobre las clases sociales que, para Rafecas, se dividen entre los que se comen la ”S” y los que la emiten correctamente. La historia es la de Ernesto Pérez Roble (Enrique Pinti), dueño de uno de los principales multimedios del país, venido a menos y en riesgo de caer en picada sino vende rápido sus acciones. A su vez es padre de dos hijas con madres distintas. Una es Juana (Moria Casán), la “hija reconocida” que vivió siempre junto a él, clara heredera de la fortuna y el control de la empresa, a pesar de tener un manejo casi sádico de las relaciones interpersonales. Empezando por tener un hijo cuadrapléjico encerrado en la bóveda del canal. La otra es Camila (Nacha Guevara), hija bastarda, tratada como tal durante toda su vida y (¿por esa razón?) metida a madama-regente-cantante de una bailanta en González Catán, rodeada de facinerosos y con una hija, Mecha (Chachi Telesco),que en trato y personalidad sale más a la tía que a la madre. Un buen día, el viejo Perez Roble se da cuenta de lo mal que hizo en su vida como hombre de medios y tira la chancleta. Se pone a fumar marihuana y otras cosas que se deben hacer a los noventa y pico de años. Cuando se quiere resarcir se muere y deja la mitad de sus bienes a cada una de las hijas, con lo cual generará conflicto de intereses a la hora de decidir la repartija, por eso ambas se mandan mutuamente a “los muchachos” para dirimir la cuestión. Y como eso no resulta, se amigan (¿?) Todas (o casi todas) las películas tienen subtramas que apuntalan la idea principal. El problema con “Cruzadas” es que nunca el guionista-realizador-coproductor-actor decidió cual es la trama principal, por eso el proyecto termina cayéndose a pedazos. Este hecho quizás sea atribuible a las horribles sobreactuaciones de Chachi Telesco y del mismo Rafecas quien, haciendo de matón de pocas luces, por no decir idiota, se olvidó de dirigir la película. No contento con esto, Rafecas incluye (al viejo estilo de los guiones de los ’70 de Moser o Sofovich) tres números musicales (sí, como leyó) para chuparse los dedos, uno grotesco en la sala de reuniones, en el que parece que todo el elenco se tomó una purga; otro de Damas Gratis que hacen de Damas Gratis, y otro de la propia Chachi Telesco que es un concierto de errores de continuidad, además de que ninguno de los numeritos le agrega absolutamente nada a la historia; pero se ve que el realizador tiene una fábrica de celuloide o lo paga a precio mayorista. La dirección de fotografía tiene de todo menos dirección. Si como muestra sobra un botón, la cara de Nacha Guevara se opaca por momentos y en otros pareciera que la están iluminando con la lámpara del logo de la Fox. La música hace todo lo contrario a lo que indican las imágenes, cuando hay drama suena cumbia y cuando hay algo gracioso salen violines. De todos modos el sonido es tan malo que merecería subtítulos en castellano para poder entender nuestro propio idioma. La compaginadora hizo todo lo posible para quitarle timing a los gags, arruinándolos por completo. Demás está decir que hablar de la dirección es, sencillamente, un agravio a la profesión; porque “Curzadas” recurre como a cinco ideas distintas metidas en una sola película, con el agravante de que ninguna es realmente llevada a cabo y de que, por momentos, da la sensación de que en el set de filmación cada personaje hace y dice lo que se le ocurre en un guión que propone una cosa y luego dispone todo lo contrario. ¿Dónde regalan celuloide? Tengo un amigo que se muere por hacer un cortometraje.
Descangayadas. La peor película del mundo tiene nombre. Ahora lo podemos decir. En algún punto, lo que hace Diego Rafecas es ilustrarnos por el lado del absurdo, llevando su prédica a un extremo tal que la conclusión se deriva ostensiblemente de la mera observación. Se cae como una fruta podrida del árbol, digamos: amigos, por acá no es, no hagan esto, ni en sus casas ni en ninguna otra parte. Es la clase de lección que se aprende duramente, a puro golpe de televisión de la mala. Después de todo, nada demasiado novedoso: estupidez, más desprecio, más estupidez. Y así. El copioso argumento de Cruzadas es en realidad amébico, pero el carácter narrativamente veleidoso de la película, con sus constantes idas y vueltas en el tiempo, intenta disimularlo con una suerte que también es magra: muere un magnate de los medios (esos que ahora se llama multimedios, o medios concentrados), interpretado por Enrique Pinti, y quedan sus dos hijas para disputarse la herencia. Una de las dos, en la piel de Nacha Guevara, no ha sido reconocida como tal y es una reina de la bailanta. Moria Casán hace en cambio de la hija legal del finado, sobre la que en principio recae el usufructo del holding de marras. A partir de esa escena básica, la película dispone una serie de situaciones simétricas: Moria tiene un hijo cuadripléjico del que se avergüenza y al que mantiene oculto; Nacha, por su parte, tiene una hija que aspira a ser como ella y despojarla de su reinado. Las torpes intrigas descriptas se adelantan de algún modo en el título. Pero en el fondo, Cruzadas se dice en femenino porque la apuesta de Rafecas está en su dos actrices protagonistas, ya que de la decisión de casting, también, se desprende la idea de hacer jugar a las mujeres con el preconcepto que el público tiene de ellas: la “fina” hace de bailantera; la “grasa”, de empresaria. Ese tipo de ingenio que repta a través de la producción y del guión, tiene su continuación en los bestiales retruécanos de los diálogos, en donde parece resumirse un compendio sin igual de imbecilidad, maldad y cinismo. En una escena se le achaca al personaje de Pinti haber liquidado gente para levantar su imperio. El tipo responde diciendo, palabras más o menos, que eso es verdad, pero que en los años ochenta vio todo más claro y cambió de manera de ser. La película lo presenta como un viejito piola que fuma marihuana y se preocupa por el destino de sus empleados. Cuando va furtivamente a mirar a su nieta (Chachi Telesco) en un ensayo, el baile se interrumpe y la chica la emprende violentamente a golpes con una corista. El plano hace un corte a la cara de Pinti que observa la escena con la misma expresión de ternura, o algo parecido, que tenía antes de que se iniciara la pelea: no sabemos si con Rafecas estamos ante un verdadero maestro de la ambigüedad o de un caso notable de ineptitud suprema, algo que no se veía desde las películas de explotación más crasa protagonizadas por Olmedo y Porcel como Los colimbas se divierten. Otro de los planos de Cruzadas se encarga de humillar a Claudia Albertario mostrándola de atrás cuando camina con la gracia de un mandril mientras se acomoda la bombacha. Después, con un chicle en la boca, el personaje balbucea preguntándole al hombre que está a su lado con quién hablaba por teléfono. “Con Darío Vittori”, responde el otro con un tono de desprecio infinito. Además de puta, el guión obliga a la chica a ser tarada. Y como es ambas cosas, hay que maltratarla por partida doble. Es que en la sucesión de escenas grotescas de la película, mal actuadas y peor filmadas, de una fealdad que resultaría casi conmovedora si no fuera tan ofensiva, el director despliega los retazos de una convicción que no por visitada resulta menos sorprendente: no existe el cine, sólo la televisión. En realidad, parece decir la película, ni siquiera existe el mundo si no está moldeado y reticulado por la televisión, por su memoria y su moral. Un chiste que se dice por lo menos tres veces en Cruzadas, con variaciones mínimas, es el que alude directamente a un olvidable sketch de Tinelli de hace más de una década: me tomo una garompa y todo me chupa un huevo. La primera vez que se enuncia, algún espectador se ríe solitario, sorprendido acaso por el recuerdo de su primera juventud: un rayo que en la oscuridad de la sala lo toca como si el tiempo no hubiera seguido su curso desde entonces, o como si mediante el énfasis de la supervivencia se vieran legitimadas las pasiones vergonzantes del pasado. El de Cruzadas es un humor vintage.
VideoComentario (ver link).
Camila y Juana son hijas de un magnate de los medios de comunicación. Juana es la reconocida, la heredera del imperio. Camila por otro lado es una reina de la bailanta que no lleva el apellido. Cuando el padre muera, ambas hermanas se disputaran la herencia. Cruzadas arroja una incógnita importante que muchos se deben haber planteado a la salida del cine o incluso durante la misma película: ¿por qué personajes reconocidos como Enrique Pinti, Nacha Guevara o Moria Casán hicieron esto? Es decir, cuál es el motivo por el que personas que tienen una importante carrera a cuestas tienen que exponerse así al ridículo. Diego Rafecas demostró tener una cualidad no menor, que es la de convocar a elencos importantes capaces de sumarse a realizaciones bastante inferiores, como ya sucediera con Paco. El bizarro no es algo que todo el mundo pueda manejar, la línea que lo separa de la ridiculez es muy fina. Querer emular a John Waters supone un viaje de ida, emplear el género es algo que se tiene que hacer hasta el final. Rafecas parece decir "miren lo que le hago hacer a esta gente", en tanto desarrolla una historia que busca ser emotiva pero es tan simple, tan limitada, tan hecha a las apuradas, que lo que genera es bastante vergüenza ajena. El humor (inexistente) de Cruzadas es pobre, con diálogos obvios, ejecutados con torpeza y recurriendo a los niveles más bajos de la comedia. Supuestamente es divertida porque muestra un consolador debajo de una almohada o porque un viejo de 96 años fuma marihuana. Digamos que ni siquiera es una idea original. En el 2004 se emitía Los Roldán, serie que tuvo un éxito considerable y en consecuencia sus adaptaciones en Latinoamérica, que básicamente planteaba lo mismo que esta. A la obviedad del rico es malo, el "grasa" tiene buen corazón y triunfa (por supuesto que hay una reconciliación final), se le agrega otro largo etcétera, como que el hijo cuadripléjico de la multimillonaria, que vive encerrado en una bóveda, es el que mejor entiende todo, o que la hija de la otra, rápida y vulgar, en verdad tiene una gran voz para el canto. Hay quienes hacen mucho con poco, Diego Rafecas demostró nuevamente ser capaz de hacer lo opuesto. No aprovechar ninguno de los excesivos recursos que tiene a disposición es algo que hace desde Un buda, su ópera prima, y no lo cambió en sus trabajos siguientes. Son pocos los que pueden llamarse directores y que todas sus realizaciones sean muy menores o directamente malas. Lo que es triste, lo que duele más o que causa indignación, es que el estreno se haga a cuatro días de finalizado el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, con decenas de películas argentinas que probablemente no lleguen a las salas o si lo hacen, será en una pantalla sola por algunas semanas. Una mirada rápida me revela que en 38 cines del país se exhibe Cruzadas, y ese es el mejor chiste de la película.
Una fallida intención de grotesco Hay un aspecto, fundamental para sus intenciones, que en Cruzadas no funciona desde la primera escena: no causa gracia. También se traslucen otros desatinos: el raquítico ritmo que gobierna las escenas, los textos que acumulan groserías y chistes en momentos inadecuados, algunos números musicales de inmediato olvido y una trama que funciona a los tropezones pero que, al primer traspié (cinco minutos de película), cae en un pozo ciego y sin salvación alguna. Hay tres actores muy conocidos fuera de sus arquetipos habituales: Moria Casán es la primera heredera de un imperio periodístico y multimediático; Nacha Guevara encarna a una reina bailantera y aparece para compartir la herencia; y Enrique Pinti es el padre de ambas con sus 96 años maquillados para la ocasión. A los tres se los ve incómodos: la primera hace algunos mohínes, tal vez recordando a Rita Turdero, la segunda canta un tema de Gilda, y el tercero, habla bajito hasta que gesticula y grita a viva voz por San Lorenzo (¿?). Hay cameos o intervenciones secundarias que tampoco dignifican la actuación en cine. Por allí, se ve desconcertado a Claudio Rissi y en una escena aparece Hernán Caire presentando a Damas Gratis. Y cantan, claro. Hay un director que tal vez pretendió hacer una película grotesca-kitsch al estilo Esperando la carroza, pero el resultado final transforma al film de Alejandro Doria en una obra maestra del cine de cualquier época. Hay extensos créditos en el desenlace, donde se muestran errores y equívocos y algún momento que quedó afuera del final cut. Allí se observa una leve discusión entre las divas Nacha y Moria que no hace olvidar a Bette Davis y Joan Crawford en ¿Qué pasó con Baby Jane? Ni ahí. Y hay alguien que aparece cuando terminan los créditos. Es Pablo Lescano, líder de Damas Gratis, quien nos mira y pregunta si la película nos gustó. En fin.
PENOSA COMEDIA CON GARRAFALES (Y SORPRENDENTES) CARENCIAS Ed Wood fue un director de cine norteamericano que quedó definido, a partir de su muerte en 1978, como el peor director de todos los tiempos, por su dirección desastrosa de Plan 9 del espacio sideral. Actualmente es valorado por algunos aficionados como director de culto, pasando a la Historia para siempre. Habrá que ver si Diego Rafecas se convertirá, con el tiempo, en el Wood argentino. En su última “obra” presenta la historia del reencuentro de dos sexagenarias hermanas (Moria Casán y Nacha Guevara) en el entierro de su padre (Enrique Pinti), titular y socio fundador de un mega holding de medios. La primera es la hija legítima y titular de la empresa familiar; la otra, no: es “La Reina de la Bailanta de González Catán”. Pertenecientes a mundos distintos, ambas se enfrentarán por la fortuna heredada, y por algo más. A grandes rasgos, esto es lo que se entiende del filme, dado que está poblado de largas escenas habladas (con diálogos algo absurdos, incoherentes, que poco suman); todas ellas editadas en montaje paralelo con situaciones pasadas, como para “aligerar” el ritmo del filme con la alternancia de flashbacks, lo que aturde aún más. Probablemente sea una de las peores películas (vistas por mí) de los últimos tiempos. Un filme con una enorme falencia de guión, actuaciones y montaje, tres de los grandes pilares de una obra audiovisual; pero, indefectiblemente, la ausencia de dirección o, mejor dicho, la presencia de una pésima dirección, lleva a “Cruzadas” al fracaso artístico y comercial que está teniendo. Resulta totalmente justificado que ésta resulte un chasco de película, cuyo director no puede comprender su fatal desacierto; y es lógico: resulta muy difícil para un autor ver cómo despedazan sin piedad la obra que, seguramente, le ha llevado enorme tiempo y esfuerzo durante años. Pero no es lo único que hay que poner para hacer cine; el talento juega un papel preponderante y, tal vez, Rafecas, en esta película al menos, demuestra una carencia radical, tajante. Ni los actores se salvan, incluso algunos de ellos muy buenos en otros espacios no cinematográficos, y otros (a mi modo de ver) con poquísimos aciertos artísticos: Tomás Fonzi, Willy Lemos, Alejandra Majluf, Chachi Telesco, Claudio Rissi, Gonzalo Suárez, Sebastián Cantoni, Carlos Belloso, Claudia Arbertario, Hernán Caire, ´Cabito´Massa Alcántara. El cineasta argentino, enojadísimo con la recepción crítica de su obra, acaba de proponer que llevará al Congreso una Ley para “abolir la crítica cinematográfica”. Explica, en un texto publicado en la red social más famosa, que la crítica de cine es una acción parasitaria, hecha por gente que no tiene idea alguna del cine, “que jamás hicieron un corto”, que es un “trabajo engañoso, impune y cobarde”. Cuando esa crítica de la que él se queja es prácticamente universal en contra de su filme, es extraño que esa unanimidad ni siquiera haga recapacitar al cineasta acerca de lo que ha hecho, levantando un manto de necedad y ceguera, sin un pequeño resquicio de autocrítica. Quien escribe no ha visto ningún filme (completo) de Rafecas, hasta hoy, con “Cruzadas”. La anterior, “Paco”, tuve que interrumpirla a poco de iniciada su reproducción (15 minutos aproximadamente) dado el “tratamiento televisivo” de los encuadres, las actuaciones y la edición de esos escasos primeros momentos. No he podido reseñarla (dado que no la he visto); sólo lo incluyo a modo de comentario, dado que me disponía a ver un producto cinematográfico (en DVD hogareño, lógicamente) y sentía estar vivenciando un capítulo del unitario televisivo “Sin condena”. Así y todo, con ese background, le di la posibilidad a “Cruzadas” (en el cine, pagando mi entrada) y no hizo más que confirmar lo más temido: la sensación de estar viendo una mala telecomedia. Y esto lo firma alguien que sí ha dirigido, producido y hasta actuado en cortometrajes. Digo… como para quedar afuera de la fauna inservible acusada por el director…
Estrellas sin estrella Difícil buscarle algo positivo a la película de Diego Rafecas. En medio de un cine argentino que pugna por crecer, que apuesta a lo alternativo, que se arriesga a hacer películas de género, como suspenso o terror, Rafecas retrocede 30 años con "Cruzadas". No sólo desde la historia de dos media hermanas que deberían odiarse pero que no llegan a plasmar su odio, sino a partir de tomas que ya eran viejas en los 80. A menos que le interese incursionar en el cine bizarro, Rafecas (que también actúa en el filme) pretende plasmar dos mundos enfrentados, el de la bailanta y el de un poderoso holding televisivo, y extenderlo a la rivalidad de dos hermanas. Una es una empresaria inescrupulosa, interpretada por Moria, siempre haciendo de Moria, y otra es Nacha, nunca tan lejos de Evita. Lo de Pinti, simplemente patético. La única estrella de esta crítica es por Chachi Telesco, lejos, lo mejor de la película.
Difícil ser breve luego de ver Cruzadas, de Diego Rafecas. Se produjeron en varios lugares de Internet algunas polémicas o protopolémicas. Por ejemplo, acá, a partir de una crítica de Diego Batlle: Hoy (jueves 5 de mayo a la tarde), las 17 críticas listadas sobre Cruzadas en el sitio “Todas las críticas” son negativas, y el promedio de la película es de 2,3 puntos sobre diez. Quien firma los comentarios como Diego Rafecas (supongo que es el propio director de Cruzadas y no otra persona que firma con su nombre, pero el uso del seudónimo es muy habitual en el mundo 2.0) reaccionó con agresividad frente a la citada crítica de Batlle en Otros cines. Si bien mi espíritu corporativo es endeble (no creo que los críticos de cine se equivoquen necesariamente menos que la gente que se dedica a otras cosas), considero que quien firma como Rafecas se equivoca aún más en muchos aspectos de sus planteos (dejemos de lado los múltiples errores de redacción). En primer lugar en su agresividad y calificativos (“Que facil que es ser crítico de cine, que trabajo tan engañoso, impune y cobarde” y varios insultos y descalificaciones en otros sitios de Internet en donde se publicaron críticas de su película). Se equivoca también en no cuestionar con claridad y argumentos la crítica de Batlle. Creo que la crítica de Batlle sobre Cruzadas también está equivocada: las críticas de cine deberían explicar, describir algo de la película para que el espectador pueda confrontar lo descripto por el crítico con la visión de la película. Si la crítica consiste mayormente en muchos adjetivos y calificaciones y poco más, uno puede o no estar de acuerdo con el crítico, pero no hay diálogo posible entre el lector, el texto crítico y la película. Por otra parte, tanto la crítica de Batlle como la de Diego Papic en Clarín hablan de “mal gusto”. Tengo un problema con este término: no termino de comprenderlo. ¿Mal gusto? ¿Qué es “mal gusto”? ¿Un culo? ¿Dos culos? ¿Una puteada? ¿Plácido Domingo torturando tangos clásicos en el obelisco? ¿Gran Hermano? ¿Que a mí me guste mucho más Serena Williams que Valeria Mazza? Si no desde siempre, al menos desde que Divine comió inequívocamente mierda de perro en Pink Flamingos (1972) de John Waters hay que describir qué implicamos cuando decimos mal gusto. ¿Esta breve crítica a ciertas críticas sobre la película implica que yo considero a Cruzadas una buena película? No: me parece mala. La considero, eso sí, una anomalía, una película extraña, con una enorme cantidad de elementos que no hacen sistema, lo que da como resultado una propuesta inevitablemente chirriante, teratológica, pero no felizmente teratológica (como sí lo era La dama regresa de Jorge Polaco, de 1996): 1. Hay enormes desajustes actorales. La película de un actor no parece coincidir con la de los demás. Algunos ejemplos: mientras Chachi Telesco (Mecha) se come las eses sin naturalidad, Claudio Rissi (Alcides) se mueve con comodidad en su dicción barriobajera. Nacha Guevara (Camila Lamónica) hace de reina de la bailanta, pero su dicción y entonación son más bien tangueras. Moria Casán (Juana Pérez Roble) intenta ser sobria pero no logra fluidez en sus líneas, y en las palabras más largas parece hacer esfuerzos de vocalización para mantener la frialdad de su personaje. Mientras tanto, Willy Lemos (Dr. Cano) juega a un histrionismo extra intenso, al igual que Alejandra Majluf (la Escribana Suárez) y Enrique Pinti (Ernesto Pérez Roble). 2. Hay pifias importantes en el armado general de la película. La mayor de todas tiene que ver con el nivel de lenguaje de los diálogos. Un ejemplo importante porque se refiere a la mitad de los ambientes en los que se desarrolla Cruzadas: cuando la película está dentro del “mundo empresario” o de la clase alta, no logra construir ni la retórica ni la semántica de ese ambiente (si fuera una parodia tampoco es consistente, porque para la parodia se necesita también algún referente, y aquí no lo hay, o no está construido con solidez). Cuando Pinti canta una supuesta canción de cancha ya entramos en un terreno de pifia mayor: nadie canta o grita en el mundo futbolero “Viva vivaaa San Lorenzooo” ¿Viva viva? Las intervenciones de Pinti en la película suelen ser extemporáneas, y la película no logra integrar la diversidad actoral en un universo variopinto (como sí lo lograba La dama regresa, una película chirriante pero cálida). 3. La dama regresa era, sí, una película festiva. Cruzadas no, apenas lo es brevemente, cuando Chachi Telesco baila con prestancia, profesionalismo y ritmo (y ese momento pone en evidencia mucho de lo que no funciona en el resto de la película). En La dama regresa había placer en varias performances, Cruzadas no transmite placer ni fluidez (se pasa de una situación a otra de forma abrupta, anticlimática) salvo en ese baile y cuando Telesco canta en su cama. De nuevo, son apenas momentos fugaces en una película que apuesta por otra cosa, por otra historia grotesca y gritona para el cine argentino, con un cuestionamiento vagamente conducido a ¿los grandes grupos mediáticos? Si hay alguna clase de crítica, no queda clara porque no hay referencias a qué es lo que hacen los grandes grupos mediáticos, más allá de que Ernesto Pérez Roble tiene una familia conflictiva y un pasado turbio. 4. La dama regresa era una película carnalmente procaz, desvergonzada, que festejaba desnudos y cuerpos varios. Aquí hay muy poco de eso, entre un cuidado extremo para iluminar de manera distinta los rostros de Casán y Guevara y mayores referencias sexuales en las palabras que en las imágenes. El mejor momento carnal de la película es cuando se le sube la pollera a Claudia Albertario, al principio de la película. Lamentablemente, no habrá más de esa anarquía en los cuerpos y el vestuario porque Cruzadas, en su actualización del grotesco y su retrato de no pocas monstruosidades argentinas, no se decide por la velocidad y la anarquía sino por cierta momificación en largos parlamentos y secuencias entre lentas y quietas, que hacen notar aún más sus falencias. PD1: Si quien firma en otros sitios como Diego Rafecas o quien sea quiere debatir sobre este texto, bienvenido, y entre otras cosas para eso están los comentarios de Hipercrítico. Ahora bien, en los comentarios de mis columnas no se aceptan agravios, insultos o descalificaciones personales (así como yo no los hago en mis críticas). Si el debate no puede darse sin el insulto (como lo hacen quien firma como Diego Rafecas y otros acá http://cinemarama.wordpress.com/2011/04/27/cruzadas/) estaremos todos aún más equivocados. PD2: Sí, me quedaron muchas películas para comentar la semana que viene. Les recomiendo varias entre las que vi: la gran sorpresa Culpable o inocente, Amateur, Los labios y Secuestro y muerte. Y Cyrus, que se editó en DVD. Todavía no pude ver Querida voy a comprar cigarrillos y vuelvo ni De caravana ni Rápidos y Furiosos 5: Sin control.
El Director, Guionista, Actor y Productor Diego Rafecas logra convocar a Enrique Pinti (un enorme profesional), dos personalidades fuertes que hasta hace unos meses estuvieron peleas Moria Casán y Nacha Guevara; en esta oportunidad se mete en el mundo de la bailanta y los medios de comunicación; completan el elenco: Tomás Fonzi, Claudio Rissi, Willy Lemos, Alejandra Majluf, Chachi Telesco, entre otros. La narración comienza con el velorio de Ernesto Pérez Roble (Enrique Pinti), la historia va y viene en el tiempo, y los espectadores conocemos un poco más de esta familia, que no es muy diferente de algunas. Este hombre en cuestión tuvo dos hijas: Juana Pérez Roble (Moria Casán) y Camila Lamónica (Nacha Guevara) son hermanas pero de distintas madres, y es titular y socio fundador de BA-News un mega holding mediático (Canales de Televisión aire y cable, radios, un diario importante, etc.), Juana siempre estuvo al lado de él y manejo toda la empresa. Pero ahora Mecha (Chachi telesco) y Alcides (Claudio Rissi) intentan por todos los medios convencer a Camila que reclame su herencia, esta es “Reina de la Bailanta”, y en especial “La gran Bailanta de González Catan”; conoce este mundo, como su hermana conoce el mundo empresarial. Finalmente Camila se enfrenta a Juana en una lucha constante por el poder, surge el conflicto en la posible venta de las acciones, (como ya lo vivimos en algún multimedio); dado que Mecha logra tener sus propios programas de televisión, inesperadamente el rating levanta; y muestra hasta donde son capaces de llegar por el rating. La historia se mete en el mundo de la bailanta, en el sueño de los artistas, como puede llegar a ser el destino de dos hermanas tan opuestas, y vemos una mesa de directorio abúlico, frío, distante y donde la lucha por el poder es el eje central. Es una comedia dramática dislocada, grotesca y absurda, tiene mucho de locura, con mucho color, música de bailanta, un número musical de “Damas Gratis”, a Enrique Pinti llevó durante el rodaje kilos de maquillaje para aumentar su edad (96 años), el planteo argumental es interesante pero termina aburriendo, los gags no son muy efectivos, los diálogos tienen un exceso de vocabulario soez, mucha mezcla de personajes (Pablo Lescano, Hernán Caire, Carlos Belloso, Diego Rafecas, Sebastián Cantoni, entre otros), están los gangsters, llega el mensaje esperanzador con la reconciliación final de las hermanas, al final de los créditos hay yapa y tal vez tengamos que asistir en no mucho a tiempo a la proyección de “Cruzadas 2”. Solo nos resta esperar la próxima película de Rafecas, que se encuentra en preproducción "Ley primera” que trata sobre la matanza de 1.300 tobas a sangre fría en el Chaco, le quitaron los testículos, las tetas, las orejas y el gobierno les pagaba por toba muerto, esto ocurrió en el 36, cuenta con la participación de Norma Aleandro y Tomás Fonzi, entre otros. Considero que todo debemos apoyar el cine nacional, pero también estoy convencida que deben levantar bastante la puntería, sino se presenta un panorama bastante complicado, sobre todo en lo que tiene que ver con la asistencia de espectadores a las salas cinematográficas