El juego de sobrevivir Así como el terror indie le suele copiar las premisas a su homólogo mainstream para tratar de rapiñar una porción de la gigantesca torta publicitaria y de un público adolescente cautivo que no suele ir mucho más allá de lo que la “gran industria” tiene para ofrecerle, el espectador más avezado de nuestros días se ve obligado a tener una paciencia de hierro y esperar la aparición de algún autor -en sintonía, por ejemplo, con David Robert Mitchell, Robert Eggers, Fede Álvarez, Cory Finley o Ari Aster- que haya conseguido hacerse del suficiente margen de maniobra como para entregar un opus que nos aleje del trasfondo profundamente impersonal del género en su versión actual y nos acerque a un film con una idiosincrasia específica, en especial menos atada a los jump scares cronometrados y más en consonancia con un desarrollo de tensión in crescendo con un dejo a la Alfred Hitchcock. Por supuesto que la clase B contemporánea también sufre de esta catarata de recurrencias y fórmulas bastante quemadas, de entre las cuales a veces surge un producto que consigue sobreponerse en parte a sus pifies y/ o puntos débiles para por lo menos evitar el fango de tantas propuestas semejantes y respirar gracias a un puñado de factores atractivos: Demonio de Medianoche (The Midnight Man, 2016), remake de un ignoto opus irlandés de 2013, cae en una medianía de la que nunca sale pero curiosamente se abre camino como la “mejor” realización a la fecha de Travis Zariwny, un otrora diseñador de producción que se pasó a la dirección fundamentalmente de la mano de las muy flojas La Cabaña del Miedo (Cabin Fever, 2016), remake de aquella aburrida ópera prima homónima de 2002 de Eli Roth, e Intruso (Intruder, 2016), un thriller de invasión de hogar que resultaba de lo más insípido. En esencia estamos ante otro de esos productos en los que un grupo de adolescentes, en este caso Alex (Gabrielle Haugh), Miles (Grayson Gabriel) y Kelly (Emily Haine), invocan a un sádico señor del más allá para consagrarse a un juego en el que sobrevivir es el premio más preciado. Dos son los detalles que rescatan al convite del tedio de las repeticiones: primero, todo se desarrolla en una misma casa y una misma noche porque la entidad en cuestión, que se alimenta de los miedos de los jóvenes, los insta a respetar determinadas reglas hasta las 3:33 de la madrugada (deben moverse de cuarto en cuarto, llevar una vela que no debe apagarse y sólo un círculo de sal los puede proteger si lo demás falla), y segundo, entre el elenco nos topamos con la grata presencia de Robert Englund como un tal Doctor Harding, experto en el villano sobrenatural, y de Lin Shaye como Anna, la abuela demente de Alex. Considerando que la película está bastante mal actuada por el trío principal, desparrama lugares comunes a diestra y siniestra y en suma Zariwny es algo inepto al momento de la más simple narración, Demonio de Medianoche logra salvarse del naufragio total ya que incluye una interesante dosis de gore, muestra al engendro infernal con generosa premura y desde el inicio, aprovecha correctamente a los dos veteranos del terror y posee un cierto aire ochentoso por su buena predisposición en eso de ahorrarnos prólogos eternos y hasta a veces intentar ser original (la muerte de Kelly a manos del “hombre conejo” es una escena eficaz). Endeble y entretenida en simultáneo, la propuesta funciona como una rareza contemporánea porque es una clase B hiper olvidable aunque por lo menos amena en su sutil minimalismo, por suerte asignándole muy poco espacio a las cursilerías dramáticas…
Demonio de medianoche es la típica película de terror clase B que se puede encontrar a menudo en el cable o en la programación de Netflix y por esos milagros inexplicables de la distribución argentina terminó en una sala de cine. La premisa es la misma de siempre. Unos chicos estúpidos invocan a modo de entretenimiento a una entidad maligna que luego los persigue para matarlos. No deja de ser curioso en este caso que a ninguno de los 30 productores que reunió este proyecto (Cleopatra y Ben-Hur fueron gestadas por menos personas) se les cayera una idea decente para hacer algo interesante con esta premisa. Ni siquiera un mínimo esfuerzo por evadir los lugares comunes en el argumento. Los diálogos y las actuaciones son terribles y el film del director Travis Zarywni no presenta un espectáculo atractivo más allá de algunas secuencias con efectos especiales que están bien logradas. La película es un refrito mediocre de centenares de propuestas similares que vimos en el pasado, donde todas la situaciones de suspenso se desarrollan de un modo predecible. La misma premisa hace poco la pudimos ver en filmes superiores como Ouija (2014) y La posesión de Verónica (2017) que al menos ofrecían situaciones más intensas. Lo único rescatable de esta producción, es justo destacarlo, son las presencias de Robert Englund y Lin Shaye (La noche del demonio), dos figuras famosas del género que al menos el director supo aprovechar. Los artistas veteranos hacen posible con su trabajo que uno pueda llegar a completar los 95 minutos que dura este fiasco y ambos tienen sus momentos destacados. Pese a todo, no es una razón lo suficientemente fuerte para pagar una entrada de cine. ver crítica resumida
Por más que intente disfrazarlo de una manera u otra, Travis Zariwny es un pésimo director. Hasta ahora no ha tenido suerte, y la tercera no es la vencida luego de la más que innecesaria remake de Cabin Fever, de Eli Roth, y la horripilante Intruder, que todavía me pregunto cómo fue estrenada comercialmente en salas locales. Su última propuesta, The Midnight Man, es un refrito de tantas otras opciones que se nota a la legua sus inspiraciones, como si los hilos conductores fuesen tan obvios que dejarlos a simple vista parece haber sido la mejor opción de todos los involucrados. A caballo de cualquier película que haya utilizado un tablero Ouija para conjurar a una entidad maléfica -hasta ese esperpento estrenado en cines hace unos meses llamado de The Bye Bye Man-, The Midnight Man recurre a la misteriosa figura que le da el título homónimo al film para convocar al terror tras jugar un, en apariencia, simple juego pero de consecuencias terribles para todo aquel que ose jugarlo. Desde un principio, Zariwny hace las cosas bien y mal, con una escena inicial que no tiene miramiento alguno al eliminar a un par de críos -pésimos actores por cierto- de una manera cruenta y letal. La muerte infantil es un gran detrimento, una regla casi inquebrantable en el cine a la que pocos se animan, así que Travis Z. se ganó un punto por ese arrojo, bienintencionado pero mediocremente puesto en escena. Es un comienzo hasta cierto punto interesante e impactante, lo cual le da un voto de fe al proyecto. La narrativa pega un salto al presente, donde la joven Alex –Gabrielle Haugh, bonita y un poquito buena actriz- cuida de su abuela Anna, una señora con un grave estado de demencia –Lin Shaye, sobresaliente siempre y una leyenda en el cine de horror- quien no es otra que la única sobreviviente de ese malhadado prólogo. Explorando el ático a pedido de su abuela, Alex encuentra el juego y junto a su amigo Max (Grayson Gabriel) no tienen mejor idea que ponerlo en funcionamiento, y el caos toma control… de a ratos. Desde el guión, Zariwny -con mención a Rob Kennedy, quien dirigió el mismo concepto en 2013- aburre enseguida al darle poca vida a sus protagonistas, que hacen lo que pueden pincelando sus interpretaciones para insuflar carácter y empatía. De poco y nada sirve frente a una criatura extremadamente tramposa y hábil, aunque poco imaginativa a la hora de darle corporeidad, que no acecha lo suficiente durante los 90 minutos de duración. Hay grandes trechos en los cuales los personajes se dedican a hablar, entra un secundario salido de la nada porque hay que aumentar el conteo de cuerpos, y hasta el doctor, interpretado por el ícono Robert Englund, aparece en el caserón sin aviso y en el medio de la noche para sobreexplicar todo lo que sucede. Es el Manual para una Película de Horror para Principiantes, y todas las casillas quedan tildadas para el final de la película. No voy a decir que es una desgracia para el director, porque ya había demostrado sus pocos dotes como narrador previamente, pero el equipo técnico no merecía arrastrarse por el fango de esta manera. Hay un gran trabajo de producción que le otorga a la casa una mística tenebrosa que ayuda un poco a subsanar los baches narrativos, y hasta los efectos prácticos se dejan ver en las muertes grotescas y sangrientas que tiene para ofrecer el film. Pero de no ser por la labor de Shaye y Englund, que sospecho fueron atraídos al proyecto por dinero o canje de favores, The Midnight Man pasaría completamente desapercibida. Ni siquiera es la película de terror de la semana, porque ese mérito se lo lleva The Nun, así que el haber llegado a salas comerciales es premio suficiente para ella.
Alex vive en una antigua mansión donde cuida a su abuela, Anna, quien padece una enfermedad mental. Mientras busca un espejo de su abuela, Alex y su amigo Miles encuentran una caja en el ático. Con gran curiosidad la abren, sólo para descubrir un juego dentro. Los dos deciden jugarlo y seguir las reglas leyéndolas en voz alto. Pero el juego no es una broma, pues han despertado a un demonio que vuelve realidad sus peores miedos. Que lastima cuando te encontras con una película que podría haber sido buena pero que por distintos motivos termina siendo una más del montón. Este es el caso de Demonio de medianoche, una película de terror que ofrece uno niveles de producción superiores a la media, que aprovecha la única locación donde transcurre su historia, que cuenta con una dirección de fotografía que explota bien la oscuridad de los lugares y que además tiene a Robert Englund(Freddy Krueger) y Lin Shaye (la anciana de Insidious) dando cátedra sobre como volver aterradores a sus personajes. Como detalle de color ambos actuaron en la original Nightmare on elm Street de Wes Craven. La culpa tal vez sea de su director Travis Zariwny, director de esa remake sin sentido que fue Cabin Fever (2016) quien no sabe cómo volver interesante su premisa y que tira la carne al asador desde el minuto uno. El villano es presentando como si se tratara de una secuela y no de una primera vez, y Zariwny en su incompetencia no sabe cómo administrar la información para volver interesante a su personaje. Para peor tampoco es que sea digno de una saga como parece pretender el guion escrito a dos manos entre el director y Rob Kennedy. Este demonio de medianoche es una mezcla del Freddy de la remake, el babadook y el Crooked man visto en la segunda parte de El conjuro (2016) pero sin gracia. Y así como Englund y Shaye demuestran profesionalismo, lo mismo no se puede decir de los protagonistas, Summer Howell Keenan Lehmann quienes no generan ninguna empatía y solo sirven como herramientas para hacer mover la trama. Véase sino las escenas que comparten con los veteranos actores y notaran los desniveles actorales y el mundo de diferencia que hay entre ellos. Pero con todo esto dicho Demonio de medianoche no empieza mal, de hecho su primera escena presagia que capaz se vea algo decente. Esa primera secuencia tiene suspenso, es intrigante y hasta jugada, tampoco se niega al gore y eso es algo bienvenido ya que este tipo de propuestas tienden a escaparle en favor de un terror psicológico que nunca se logra. Es una lástima que este nuevo trabajo de Travis Zariwny demuestre la poca importancia con la que se acerca al género. Su prolija puesta en escena, la participación de Englund y Shaye, y su primera secuencia elevan un poco esta película pero tampoco para tanto.
En 1956 Anna (Summer Howell) y su hermano Max (Keenan Lehmann) invocan al Demonio de Medianoche, un espíritu maligno, haciendo que todo termine de manera trágica. Años más tarde, Anna (Lin Shaye) ya se encuentra en estado senil al cuidado de su nieta Alex (Gabrielle Haugh). En una noche de guardia junto a su amigo Miles (Grayson Gabriel) encuentran el juego y deciden arriesgarse a jugarlo, lo que no saben es que al Demonio de Medianoche no le gusta perder. Realmente a esta altura, y con varias de este tipo de películas estrenadas en el cine con poco éxito, nos preguntamos ¿por qué se siguen haciendo? Ya que todas son similares con tramas predecibles y actuaciones demasiado mediocres. La mayoría ya no generan miedo sino más bien risa, algo que en el género de terror no debería pasar. El caso de “Demonio de Medianoche” es eso mismo: no causa miedo, los efectos son malos, la trama es predecible y absurda por momentos, las actuaciones son malas y el guión es aburrido y tedioso. La única interprtación destacable es la de Robert Englund, quien levanta un poco la mala participación de los protagonistas que no resaltan en nada y no generan ni un poco de empatía a pesar de estar viviendo una situación extrema. El género de terror viene siendo pisoteado hace bastantes años y, si vamos al caso, este film es una remake de una película del 2013 del mismo nombre. ¿Realmente es necesario hacer una remake de una película que no tiene ni 10 años de antigüedad? Sin nada más que agregar, “Demonio de Medianoche” es una historia mediocre, no asusta y no es más que una nueva leyenda urbana llevada al cine, con una idea bastante tirada de los pelos. Esta cinta pasará a ser una de esas películas que se ven para pasar el rato o para adolecentes aburridos que quieren ver una de “terror”.
Uno se prepara para ver Demonio de medianoche y los augurios no son buenos: película de bajo presupuesto que llega con dos años de retraso, sin estrellas ni nombres conocidos (salvo por el de Robert Englund, pero que tiene un rol secundario), a cargo de un director igualmente ignoto y con un monstruo algo gris que parece hecho a las apuradas con retazos del género. El relato comienza hace poco más de sesenta años, con tres chicos que juegan un juego maligno que consiste en invocar al Midnight Man del título y tratar de sobrevivir hasta su partida unas horas después. La película cuenta este prólogo casi con desgano, los chicos son niños random casi sin rasgos y el terror funciona a medias; ese descuido narrativo, curiosamente, convive con una puesta en escena que presta una atención infrecuente al espacio, la luz y la nitidez de la imagen. Lo que sigue no hace más que confirmar esa tensión, como si por entre las imágenes circulara la creencia de que el terror debe ser un asunto de sofisticación audiovisual antes que de ingeniería narrativa. Anna se queda en un caserón perdido para cuidar a su abuela senil. Si la casa es tenebrosa, de la vieja mejor ni hablar. Anna acuesta a la abuela y en eso llama por teléfono Miles, un amigo de la infancia que le dice de salir y, cambio de planes mediante, decide ir a pasar la noche con ella. Por obra de alguna atracción malévola, los dos revuelven una valija con cosas de la abuela y encuentran un paquete envuelto que resulta ser un juego desconocido. Abren el paquete, estudian las reglas, la vieja se les aparece, advierte algo entre gritos y maldiciones y se desmaya; llaman al médico, llega Robert Englund en plan sabio y arregla todo; Anna y Miles se ponen de nuevo con el juego, invocan al Midnight Man, pasan cosas terribles, aparece una amiga de la nada (la verosimilitud no es algo que preocupe sobremanera al guionista) y ahora son tres, como los nenes del comienzo, los que van y vienen por la casa siguiendo puntillosamente las reglas del juego y cuidándose de las trampas del monstruo. Nada especial, el relato es más bien soso y la película lo sabe, por eso incluye pocos jump scares, como si fuera consciente de que su fortaleza no reside ahí sino en otro lugar, en el apartado audiovisual, de una improbable sofisticación. Desde las primeras escenas, Travis Zariwny demuele prejuicios sobre el terror clase B: el relato, genérico, sin demasiados ornamentos, es un vehículo elemental para el lucimiento de una puesta en escena elegante que economiza en montaje y apuesta por planos largos y amplios que explotan la belleza lúgubre de la casa y de sus grandes habitaciones y pasillos oscuros. De a ratos, el miedo surge menos de las alucinaciones de los personajes y de las apariciones del monstruo que de una cierta forma de trabajar los espacios, de tensarlos y enrarecerlos hasta volverlos fuentes potenciales de peligros que no se muestran. Por momentos pareciera que no son los problemas narrativos los que atentan contra el terror sino esa sobreabundancia de planos encuadrados milimétricamente que se demoran en acciones de poca relevancia, como cuando Miles se queda solo, apenas iluminado, y la cámara lo muestra de lejos, sentándose apaciblemente en el piso mientras decide esperar, y la habitación, con sus muebles, objetos y la luz pálida que entra por la ventana, no hace más que sugerir la inminencia de una amenaza que no se nombra. Da la sensación de que la película está bastante más dedicada a esos lujos un poco vacuos, como si el verdadero proyecto de Zariwny fuera la filmación más o menos libre de ataduras narrativas de una casa vieja y de sus rincones y, para conseguirlo, tuviera que cumplir mínimanente con algunas convenciones de rigor de un género que parece interesarle poco. En suma, como si el terror fuera un objeto innoble al que hay que engalanar con esos embelecos para darle cierto aire respetable.
1953. "Ya viene..." aseguran los niños que llevan adelante el juego de "El hombre de la medianoche" en el lúgubre ático de una vieja casona. Siguiendo las reglas y a merced de una criatura monstruosa, sólo una niña sobrevive y la acción pasa a la actualidad. Alex Luster -Gabrielle Haugh- toma un receso escolar para cuidar a su abuela -Lin Shaye, la actriz de la saga La noche del demonio- que vive recluída en su habitación y que fuera la niña sobreviviente. Y el juego se repite cuando la adolescente encuentra el juego en el ático e invita a un amigo a pasar la noche en el lugar. Demonio de medianoche es un producto híbrido que llega con dos años de retraso y no asusta a pesar de tener un par de escenas logradas -un error imperdonable hacer hablar al monstruo en cuestión- que hacen que la criatura despierte los temores más profundos de sus víctimas en una casona bajo la luz de las velas, según la regla del juego. Una idea remanida que encontró mejores resultados en Ouija y que también intentó reflotar sin éxito Siete deseos, y que ofrece aquí una variante pobre -objetos que permiten el ingreso del mundo fantástico y monstruoso- sin el lucimiento de los personajes. En la trama aparece también Robert Englund -Freddy Krugger- en el papel del médico de la familia, perdido entre sus parlamentos y en medio de adolescentes que temen a la figura sombría que adquiere diferentes formas para inquietar al espectador. No hay mucho más en esta producción clase B del director Travis Z que se agota en la mitad de la historia, sortea las reglas de supervivencia que plantea y ofrece un epílogo que se convierte además en el lugar común del género de terror, entre espejos de plata, sombras amenazantes, círculos de sal, un suicidio y relojes que marcan la hora "equivocada".
Cocktail de género, aquello que no está en "Demonio de Medianoche", no está en ningun otro lugar, porque justamente en el refrito alza su propuesta. Ni siquiera la participación de Robert Englud apuesta por el visionado de un film que atrasa 40 años.
La película tiene como gran atractivo a dos íconos del género del terror, a Robert Englud que siempre será el terrorífico. Freddy Krueger, y a Lin Shaye estrella de “Insidious”. Pero sus papeles son secundarios. La historia de miedo de esta semana comienza con un juego y una entidad maligna que se ceba con sus víctimas, niños aterrorizados, adolescentes miedosos. La sobreviviente en tiempo presente es una viejita cuidada por su nieta en esa mansión crujiente y decadente. Sí hay una caja en el ático muy bien atada, si, la nieta de la dueña y su amigo adolescente, mas una tercera muchacha desatan lo que no deben y comienzan a jugar con el peligro. Pero no mucho más. Escenas bien logradas algunas, otras no tanto, pero ninguna novedad para un genero de público fiel que seguramente convertirá a esta película en una de las más vistas. El hombre de medianoche en un momento aparece con cabeza de conejo, no se sabe porque. El director Travis Zariwny hace esta remake de una película irlandesa, pero sin inquietudes y casi de manera rutinaria.
Dirigida por Travis Zariwny llega el “terror” de la semana. Todo comienza en 1956 cuando tres niños juegan en la Casa Luster un juego en el que invocan una entidad, la consigna es resguardarse dentro de un círculo de sal y tener una vela siempre encendida, si se apaga, tienen 10 segundos para volver a encenderla, además no deben quedarse dormidos y circular mientras juegan. La entidad o el diablo que hace su aparición saliendo de una caja se alimenta del miedo de los niños o de cualquiera que se anime a jugar el juego, cuyas reglas deberán ser respetadas hasta las 3.33 a.m. En la actualidad una de las niñas que jugó el juego ya es una anciana, se llama Anna (Lin Shaye) y tiene demencia senil, además de estar asustada. Su médico, quien la contiene y sabe todos los secretos es el Dr. Harding (Robert Englund) y son las dos únicas “celebrities” del film. A su abuela vino a cuidarla Alex (Gabrielle Haugh) y ella, junto a su amigo Max (Grayson Gabriel) descubren por casualidad la caja del juego en el ático,de donde sale el diablo que estaba “guardado” y todo vuelve a empezar. Una más como tantas que hemos visto, sin sorpresas, sin sustos, sin nada. Lo mejor, el diseño de producción que logra una casa terrorífica. Una pena que el género no encuentre algo nuevo. ---> https://www.youtube.com/watch?v=QOfgnF9xtfY ---> TITULO ORIGINAL: The Midnight Man ACTORES: Gabrielle Haugh, Lin Shaye. Grayson Gabriel, Emily Haine, Robert Englund, Kyle Strauts. GENERO: Terror . DIRECCION: Travis Zariwny. ORIGEN: Estados Unidos. DURACION: 95 Minutos CALIFICACION: Apta mayores de 13 años con reservas FECHA DE ESTRENO: 29 de Noviembre de 2018 FORMATOS: 2D.
Cuando se trata de género de terror, sabemos que es más factible encontrar una producción floja que una agradable sorpresa, y no lo digo como prejuicio (de hecho es mi género favorito), lo digo porque aún en esta época con muy buenas cintas, sigue siendo el terror un negocio rentable que se produce a mansalva, y muchas veces producir a mansalva significa terminar haciendo cualquier cosa. En Argentina, el terror siempre funciona bien -o casi-, y esa parece ser la única razón para que llegue a nuestro país una película como “Demonio de medianoche”, que en Estados Unidos fue lanzada directo a DVD/mercado doméstico hace dos años atrás, en 2016. Travis Zariwny dirige y escribe esta película que es un remake de otra cinta irlandesa (de mismo título) realizada por Rob Kennedy. Para esta versión, Zariwny contó con la presencia de dos íconos del terror, Robert Englund -el ex-Freddy Krueger-, y Lin Shaye (“Insidious”), que enriquecen la pantalla al menos por un breve rato. -La trama de “Demonio de medianoche” es bien simple. Alex vive en una antigua mansión donde cuida a su abuela, Anna, quien padece una enfermedad mental. Mientras busca un espejo de su abuela, Alex y su amigo, encuentran una caja en el ático que contiene un juego. Decididos a pasar una noche divertida, se ponen a jugar y terminan despertando a un demonio que los pondrá frente a sus peores miedos. Nada nuevo que ver en “Demonio de medianoche”, una cinta que parece tomar algunos de los conceptos principales de “IT” (enfrentar a las personas con sus miedos), y algo de “Pesadilla en lo profundo de la noche” (un demonio simpático), pero sin lograr construir una propuesta sólida, fluida y con algo más de riesgo o inventiva. Como película de terror barata que es, todo se desarrolla y resuelve en un escenario, la casona, sin exteriores y con un puñado de personajes que van entrando en acción de acuerdo a cuando el film los necesita. El hilo conductor, sin embargo, lo llevan los dos adolescentes, quienes cometen los errores necesarios para que “Demonio de medianoche” saque a lucir los sustos efectistas, las muertes violentas y otra tonelada de recursos trillados. A Travis Zariwny no parece interesarle demasiado la forma. Todo esta realizado con la mecánica de lo predecible, lo obvio, y nunca se termina de desprender del molde del terror habitual. El guion se queda rápidamente con pocas ideas dando vuelta, y entonces a Travis Zariwny no le termina quedando otra que intentar complejizar el tejido de la historia con los pliegues del pasado. Se incorporan flashbacks que rozan lo absurdo en ese intento de rebuscar el relato y estirarlo al máximo. Probablemente uno de los mayores premios (o el único) que obtengamos en “Demonio de medianoche ̈ sea el de ver compartiendo escena a Robert Englund y Lin Shaye, dos leyendas del terror totalmente desperdiciadas por irrelevantes papeles. Una película del montón. ¿Es entretenida? Solo de a ratos. Para ver y olvidar. Fabio Albornoz (@fabioalbornoz)
El director Travis Z hizo hace un par de años una muy olvidable remake de Cabin Fever y también esta otra remake de una película de terror irlandesa. Su Demonio de medianoche empieza con algo así como ímpetu, una pequeña carga de fuerza y velocidad para narrar que se pierden en poquísimos minutos. Y enseguida nos damos cuenta de que el terror fantástico suele necesitar de reglas más consistentes que las que propone este cuco que revienta gente con saña y música fuerte. Están por ahí Robert Englund y Lin Shaye en modo extra intenso y hay mucha sangre derramada, negociada y salpicada que no logra en ningún momento levantar la anemia de esta narración tediosa por arbitraria e irrelevante.
Sabemos que las buenas ideas escasean. Y que como ya dijimos infinidad de veces, hay un importante caudal de público que espera ver cine de terror en sala. Que realmente lo disfruta y que está dispuesta a adentrarse en historias que a priori, quienes no somos simpatizantes de este tipo de cintas, no elegiríamos. Repito esto cada tanto, porque "Midnight man" se ubica en ese franja de películas que reacciones adversas en críticos y periodistas, cuando en realidad, son productos genéricos de industria sin más intenciones que entretener. Pueden gustarte o no. Pero se siguen haciendo por son redituables. Y cada tanto, alguno da el golpe y genera toda una ola de pasiones alrededor del mundo ("A quiet place"; "Herditary", quizás "Ghostland" este año), pero no son demasiados casos. Dicho todo esto, debo decirte, que "Midnight man" no levanta mucho la aguja del amperímetro. Sí, tiene en su elenco a dos leyendas del cine de género, Lin Shaye ("Insidious") y Robert Englund ("Nightmare on Elm Street") a las que todos (me incluyo) queremos ver siempre, porque conocen a fondo lo que se espera de ellos y nunca defraudan. Pero la cuestión es que por muy buenos actores que sean, sin un guión complejo, potente y versátil, las posibilidades de lucimiento son escasas. Y debemos decirles, además, que esta peli, es una remake. Más precisamente de una indie irlandesa de un director y escritor joven que también colaboró en la producción de su remozada versión amerciana, Rob Kennedy. En la original, si mal no recuerdo no se encuentran personajes de adultos mayores porque son todos adolescentes pero... bueno, ustedes entenderán los cambios pedidos por la compañía responsable. ¿De qué trata "Midnight man"? De un espíritu demoníaco, que se invoca a través de un juego. La película arranca en la década del 50' contando como fue este proceso en una casa cualquiera, vivido por algunos niños, una noche en particular. Las cosas se salen de control y ya en las primeras escenas nos damos cuenta que Travis Zariwny (que dirigió la innecesaria nueva versión de "Cabin Fever"), no está dispuesto a hacer algo demasiado sutil. Muestra el poder de fuego (por así decirlo), de un monstruo que no está dispuesto a dar tregua. Las escenas de apertura son un poco fuerte incluso para los fans del género. Masacrar niños en cámara no es de lo más usual como carta de presentación, pero...algo dice no? De allí nos trasladamos al presente, donde Anna (la sobreviviente del inicio), está senil, anciana, y es cuidada por su nieta, Alex (Gabrielle Haugh). Cierto día, esta inquieta chica junto a su amigovio, buscará cosas en el ático y dará con el equipo del juego en cuestión. Mientras ellos están revisando el material, aparecerá la abuela y estallará en gritos hasta desvanecerse. Digamos que sabe que la pesadilla volverá a reiniciarse. El doctor Harding (Englund) la atenderá por su recaída y los chicos comenzarán a sospechar que hay mucho secreto encerrado en la casa y en todo lo no dicho. De ahí en más, comenzará un derrotero de eventos esperables, como la materialización de miedos y fantasías, producidos por el "midnight man", ideales para los amantes del género. Digamos que enfrentar a este demonio, no parece ser una tarea sencilla... En líneas generales, el film ofrece una correcta ambientación y tiene intérpretes que ponen lo mejor de sí, pero el guión no ofrece nada demasiado original. Termina pareciéndose a muchas películas que vemos siempre, donde la trama no da giros que conmuevan al espectador. Sí, hay algo de gore, muchos gritos y un cierre esperable. "Demonio de medianoche" puede considerarse como una peli más, con el plus de contar con dos actores muy populares que quizás, con otro guión, podrían haber marcado la diferencia.
“Demonio de medianoche”, de Travis Zariwny Por Ricardo Ottone Entre el pelotón de películas de terror no demasiado destacadas pero que se estrenan con asombrosa puntualidad y frecuencia en la cartelera argentina, es abrumadora la cantidad de películas sobre casas embrujadas, poseídas, acechadas o invadidas por alguna entidad sobrenatural y hostil. En ese montón un poco indeterminado y casi indiscernible es difícil encontrar algo que se destaque o haga la diferencia. En el caso de la presente Demonio de medianoche ni siquiera el título local ayuda. ¿Notaron la cantidad de títulos extranjeros de terror a los que la distribución argentina les adosa casi por default las palabras Demonio o Diablo aunque estas no estén en el título original y ni siquiera el mentado personaje forme parte de la trama? En cualquier caso, Demonio de medianoche, remake norteamericana de una película irlandesa de 2013, no tiene mucho de nuevo para ofrecer más que el rejunte o pegote de algunas tendencias o subgéneros del cine de terror como las mencionadas casas embrujadas, el terror adolescente, los juegos sobrenaturales al estilo Ouija y sobre todo los personajes de leyenda urbana a la manera de Candyman, Mothman, Slender Man, etc. En este caso el personaje sobrenatural en cuestión es el Midnight Man (Hombre de Medianoche) al cual se lo convoca en un ritual a la medianoche como parte de un juego por el cual este entra en la casa, tiene el poder de reconocer los miedos de los participantes y se convierte en una amenaza a la cual evitar mediante determinadas reglas hasta las 3:33 AM, momento en que debe retirarse. Si uno llega entero a esta esa hora está a salvo. Si no, bueno, se imaginan. La pregunta siempre en estos casos es quiÉn manda a los protagonistas a meterse en esa situación por propia voluntad sin una buena razón que justifique el riesgo. No se molesten en buscar esa razón porque acá no la van a encontrar. Los incautos de turno son Alex (Gabrielle Haugh) y su amigo Miles (Grayson Gabriel). Alex vive sola en una casona con su abuela (Lin Shaye) a quien tiene que cuidar ya que sufre de demencia y algunos traumas que se irán develando con el correr del relato. Una noche la abuela le pide a Alex que le busque un viejo espejo de mano en el altillo y allí encuentra supuestamente de casualidad una caja que guarda los elementos y reglas del juego por el cual se convoca al Midnight Man. Miles cae de visita y como evidentemente no tienen nada mejor que hacer ambos cumplen con todos los pasos necesarios del ritual. Parece un chiste pero la única motivación parece ser que lo hacen porque pintaba. También encuentran una pistola cargada, con el mismo criterio podrían haberse puesto a jugar a la ruleta rusa. La arbitrariedad es la norma. En un momento del film se menciona que al Midnight Man no le gusta perder y por eso a veces hace trampa. Haciendo honor a su monstruo/villano, el director y guionista Travis Zariwny también hace trampa y saca de la manga situaciones y personajes para la ocasión, cambia las reglas cuando le conviene, mete flashbacks ilustrativos de lo que acaba de revelar, hace que personajes entren y salgan de la casa y de la trama como Pedro por su casa y les hace recitar unos diálogos anodinos o sobreexplicativos que cuentan lo que ya se mostró o se está mostrando en ese mismo momento. La escasa filmografía de Zariwny tampoco hacía esperar demasiado. En 2016 estrenó La cabaña del miedo, remake de Cabin Fever (2002) de Eli Roth, con críticas paupérrimas. Los que sí tienen un currículum más respetable para los amantes del género son Robert Englund (el querido Freddy Krueger) y Lin Shaye (Pesadilla en lo profundo de la noche donde actuó junto a Englund, Critters, The Hidden, la saga La noche del Demonio), que aparecen casi desperdiciados. Y es que los actores, los jóvenes y los históricos, hacen lo que pueden con ese guión y esos textos. El punto más flojo es la protagonista Gabrielle Haugh, su compañero Grayson Gabriel se defiende con cierta dignidad, Englund cumple con su presencia aunque su papel es casi decorativo y apenas sirve para que entre a dar un par de explicaciones que no se supo cómo dar de otra manera, mientras que Shaye es la única que puede generar un poco de inquietud a partir de su interpretación. Ningún momento del film es capaz de provocar o de generar miedo, siquiera un susto módico de sobresalto. Situaciones potenciales se terminan antes de llegar a ningún lado y ni siquiera queda el consuelo de reírse por las razones equivocadas. Y si lo protagonistas atraviesan una noche de amenaza, los espectadores apenas atraviesan una experiencia intrascendente. DEMONIO DE MEDIANOCHE The Midnight Man. Estados Unidos. 2016 Dirección: Travis Zariwny.Intérpretes: Gabrielle Haugh, Lin Shaye, Robert Englund, Grayson Gabriel, Emily Haine, Kyle Strauts. Guión: Travis Zariwny, sobre una historia de Rob Kennedy. Fotografía: Gavin Kelly. Música: Olaf Pyttlik. Edición: Kyle Tekiela. Dirección de Arte: Réjean Labrie. Producción: Cassian Elwes, Frankie Lindquist. Diseño de Producción: Melanie Rein. Distribuye: Impacto: Duración: 95 minutos.
Malgaste a la medianoche Una nueva cita con el terror nos reúne y, otra vez, una película que pretende generarnos pesadillas nos decepciona. Al leer que, en el reparto de una película de terror, uno se pudiera encontrar con semejante icono del miedo como Robert Englund (Pesadilla en la Calle Elm), no hay ecuación que se presente posible para que el film desentone. Sin embargo, Demonio de medianoche (The Midnight man, 2016), circula hacía un precipicio desde el primer minuto, en claro desaprovechamiento de la figura del actor. El largometraje es abrupto. Rompe momentos que pudieran ser tensos con un grito o una escena de notorias intenciones a la hora de asustar. Demonio de medianoche no se preocupa en armar una historia, en profundizar en los detalles o en ser sutil, si no que provoca que el espectador adivine lo que sucederá gracias a la evidencia de sus momentos. La historia es clara y concreta. Unos niños se divierten con un juego que termina invocando al demonio del título. Años más tardes, unos jóvenes juegan al mismo juego. A todo esto, una anciana que no está bien de salud, deambula por el dormitorio. Algo no está bien y es evidente. Se pueden imaginar cómo continuará todo esto. Hay algo en particular en películas como estas que, lejos de querer diferenciarse, se preocupan por mantener ciertos elementos en común del género actual. Como punto focal, en Demonio de medianoche, se pueden ver algunas caras conocidas del cine de terror contemporáneo. Tras mencionar anteriormente a Robert Englund, otro de los rostros familiares es el de la actriz Lin Shaye, conocida por su interpretación en la saga de La noche del demonio (Insiduos). Ella personifica de manera brillante a la anciana y genera los mejores momentos de la obra, por más escasos que sean. La protagonista del film es la joven actriz Gabrielle Haugh (Jeepers Creepers: El regreso), encargada de enfrentar al mismísimo demonio. La dirección está a cargo de Travis Zariwny, el cual firma en los créditos finales como Travis Z. Habiendo sido el responsable de fiascos anteriores del terror como La cabaña del miedo (Cabin Fever, 2016) o Intruso (Intruder, 2016), queda claro que su continua prueba con el horror no va por el mejor camino. Tal vez la precipitación a la hora de realizar largometrajes (tres películas realizadas en el año 2016), lo lleve por una vía donde, tal como sucedió acá con Robert Englund, se desaproveche las herramientas que este maravilloso género contiene.
La película empieza en la década de 1950, con unos chicos aterrorizados jugando al esotérico juego “Midnight Man”. La acción salta al presente, en el mismo caserón, donde una adolescente cuida a su abuela levemente demente. La chica encuentra una caja con algo parecido a un juego. De ahí a que, junto a un par de amigos, vuelvan a convocar al Midnight Man, hay un solo paso. Más allá de la incoherente premisa argumental, la película –emake de un film irlandés de 2013- consigue involucrar al espectador en una interminable serie de situaciones intensas y genuinamente terroríficas. En ese sentido la fotografía y en especial la dirección de arte ayudan a disimular el hecho de que prácticamente toda la película transcurre durante una sola noche, y siempre en el mismo caserón, por suerte lleno de recovecos y objetos atemorizantes. Igual que en los buenos viejos tiempos de la serie “Invasión V”, Robert Englund -es decir, Freddy Krueger- tiene la oportunidad de interpretar a buen tipo, algo asi como un Val Helsing archienemigo del Midnight Man. Su aparición ayuda a que este producto desparejo no decepcione del todo a los fans del género.
Demonio de Medianoche: Un Jumanji sangriento. Un juego predecible, quizá una película olvidable, pero con un ente maligno interesante, algunos buenos efectos y con las leyendas Lin Shaye y Robert Englund. Comienza con un niño y dos niñas jugando un juego tenebroso que involucra a un ente y algunas reglas. Como todas las reglas, éstas se rompen, lo cual genera que solo una niña, Anna, sobreviva. Muchos años más tarde, en la actualidad, esa niña se convierte en la abuela Anna interpretada por la super conocida Lin Shaye (Insidious, Dead End) quién está excelente demostrando que deja todo para el papel que tenga, generando sobresaltos tremendos. También conocemos a Alex (Gabrielle Haugh) su nieta que la debe cuidar. Junto a su amigo Miles (Grayson Gabriel) que la va a visitar, ella encuentra ese juego tenebroso del pasado. Entonces conocemos más a fondo las reglas. Desde escribir tú nombre en un papel, que el juego comience a la medianoche, otra es que hay que apagar las luces y prender una vela. Entre otros detalles bastante interesantes. Ellos deberán enfrentar a su miedos y esperar hasta cierta hora para saber quién ganará, si ellos o El Hombre de la Medianoche. El director Travis Zariwny, quien trabajó en muchas películas como diseñador de producción, o en el departamento de cámaras, entrega una película predecible, con algunos sustos y buenos efectos sangrientos. Con un guion de él para nada destacado, basado en otro film de Rob Kennedy. Lo más interesante es el malvado “Midnight Man”, hombre de medianoche, que atormenta a los jóvenes. Lo malogrado es la forma en que estos dos personajes, Alex y Miles, se involucran al juego sin ningún cuestionamiento, luego de ver a la abuela Anna asustadísima porque lo abrieron. Teniendo solo como excusa que están aburridos y sin televisión. Ellos básicamente son el punto más flojo de la película. Las actuaciones parecen tiesas, como dos jóvenes sin mucha inteligencia, que ni siquiera conocen las Creepypastas pero no tienen ningún problema de jugar a algo que involucra sangre y una serie de extraños pasos a seguir. Hasta que llega la tercera, Kelly (Emily Haine, quizá la tengan de la serie de Fargo), la chica más informada sobre el asunto que intentará ayudarlos tanto a ellos como al avance de la película. El guion, que parece un primer borrador sin pulir, no ayuda para nada con las acciones de Alex y Miles que retrasan la urgencia que debería tener la historia en ciertos momentos. Incomodan y entorpecen el desarrollo de una trama atrapante, pero no descollante. El diálogo con su ritmo apaciguado hace que los jump scares sean bastante efectivos con ese cambio de ritmo. Pero a veces resulta tedioso al tratar de otorgar información sobre el ente maligno en medio de una situación riesgosa, como cuando aparece Robert Englund interpretando al Dr. Harding. Fallando la estructura del guion, con muy poco interés en el desarrollo de personajes y que parece servir solo para posibles futuras entregas de este monstruo aterrorizando a jóvenes. Lo mejor son las muertes, las trampas que realiza y la forma de comunicarse y usar los miedos de sus víctimas, que recuerdan obviamente a Freddy Krueger, hasta niveles bizarros. Pero agradezcamos que las leyendas Englund y Shaye, estos dos alumnos de A Nightmare On Elm Street estuvieron en la película manteniéndola entretenida cuando ellos estaban en pantalla. Una película olvidable pero en el fondo, ¿querible?.
Todo comienza con un prólogo en 1953 cuando unos niños: Anna; Mary y Max siendo la medianoche tropiezan con un juego muy peligroso “El hombre de medianoche” y algo trágico sucede en esa enorme mansión. Pasan varios años después de aquel hecho y vemos a Alex Luster (Gabrielle Haugh, "Jeepers Creepers 3”) teniendo unos días libres por lo que decide ir a cuidar a su abuela materna Anna Luster (Lin Shaye, "La noche del demonio 1, 2 y 3") que es algo extraña, malhumorada y sus comportamientos resultan algo diabólicos. A partir de que Alex y su amigo Miles (Grayson Gabriel) encuentran el juego maligno en el ático, su desarrollo es sencillo y a la vez obvio, los jugadores liberan los monstruos y llega a participar una amiga Kelly (Emily Haine), ahora son tres como la primera vez. El gran desastre sucede, lleno de apariciones, figuras espantosas (uno de los errores es que dejen que el monstruo hable), sonidos estridentes, sombras, sustos, situaciones espeluznantes, oscuridad e infaltable gore. También participan otros personajes, para ir generando misterios y secretos y solo queda en lo mencionado.